La elección del político británico Rishi Sunak por el Partido conservador del Reino Unido para el cargo de Primer Ministro suscitó interpretaciones de todo tipo, en especial, unas que lo veían como supuesto espejo del gran cambio en la sociedad y la política de ese país acerca de los inmigrantes de las excolonias. Temas le pidió a Parvathi Kumaraswami, profesora de la Universidad de Nottingham, y miembro de nuestro Consejo asesor, que explicara el significado real de esta designación partidaria y sus implicaciones. También pudimos contar con la colaboración de Ed Augustin, periodista británico que en estos momentos trabaja en Cuba como corresponsal extranjero.
Además de agradecerles por sus análisis, aprovechamos para recordar que se ha convocado a un número especialmente dedicado al tema «El presente colonial. Colonialismo, descolonización, poscolonialidad,» para 2023. El Editor invitado es Gabriel Vignoli, profesor de la New School of Social Research, de Nueva York, también miembro de nuestro Consejo asesor.
La elección interna de Rishi Sunak como primer ministro del Reino Unido (RU), el 25 de octubre de 2022, provocó reacciones de todo tipo, no solo de parte del público británico sino también de otras partes del mundo. Esta amplia gama de voces y contravoces –amplificada, como siempre, por la cámara de ecos que son las principales redes sociales– devela complejos fenómenos y dinámicas socioculturales y políticas. Este artículo es un intento de descifrar algunos de ellos.
La elección de Sunak desembocó en una avalancha de ideas y opiniones, muchas veces superficiales y polarizadas, sobre lo que representa para la vida política del Reino Unido. Estas posturas instantáneas que salieron de las plataformas de redes sociales son muy propias de la época que estamos viviendo, pero tienen una dimensión especial: el origen étnico de Sunak, es decir, el hecho de su ascendencia india.
Gusten o no sus ideas políticas (a diferencia de sus predecesores inmediatos Liz Truss y Boris Jonhson, Sunak sí parece tener una visión coherente), la mayor parte de esas expresiones tiene que ver con sus raíces culturales, o con su apariencia física (lo cual termina siendo lo mismo que etnia o cultura para algunas personas). Los memes abundan sobre (y desde) la India: las sandalias dejadas en la puerta de Downing Street # 10 (costumbre hindú de quitarse los zapatos antes de entrar en una casa); Downing Street # 10 decorada con guirnaldas de flores y hojas tropicales, al estilo de una ceremonia hindú; o convertida de la noche a la mañana en una tienda de la esquina abierta todas horas, que vende de todo y cuyo dueño suele ser indio, pakistaní, bangladesí –¿realmente importa de dónde es?, pensaría un inglés racista. De hecho, a veces los estereotipos más básicos, más burdos, no se diferencian tanto de los análisis supuestamente profundos, sofisticados y objetivos.
De alguna manera, casi todas las reacciones que surgen en el Reino Unido responden a una ansiedad sociocultural e ideológica nacida de la idea de Gran Bretaña como imperio vigoroso y todavía funcional, o como exhausto y disfuncional. Los cambios sociales, discursivos y materiales provocados por el Brexit; la nueva (o reciclada) capacidad de culpar a los inmigrantes, a los refugiados, a los solicitantes de asilo; los discursos que celebran la supremacía blanca, han cobrado nueva vida en los últimos años. Y la elección de Sunak crea otra oportunidad para ensayar tales discursos y comportamientos. Incluso sus colegas conservadores, de etnias blancas o no, hijos y nietos de inmigrantes, se incorporan a la «feliz» tarea de culpar a los inmigrantes y pregonar ideas racistas.
Al mismo tiempo, las raíces culturales y étnicas de Sunak son muy particulares y responden a una época igualmente específica, una coyuntura de contradicciones y legados nacidos del colonialismo. Primero, su elección y la reacción a ella demuestran cómo las políticas identitarias han reemplazado a las de igualdad y justicia social; cómo la diversidad y la inclusión como marcas institucionales han sustituido debates, políticas y acciones para crear una sociedad más igual dentro de la diferencia. De la misma manera que Barack Obama supuestamente llegó a representar la posibilidad de empoderamiento de las personas negras del mundo, y a demostrar la no existencia del racismo en los Estados Unidos, Sunak representaría la posibilidad de que cualquier persona de color pueda llegar a ser alguien.
Pero, en realidad, sus antecedentes revelan circunstancias muy particulares que pueden ayudar a explicar su éxito, su aceptación y también sus políticas, porque evidentemente, Sunak no es cualquier miembro de la diáspora india.
En un artículo reciente, el intelectual Pankaj Mishra argumenta que Sunak encarna las habilidades y aspiraciones de esa diáspora: nivel alto de educación, aptitud para el inglés, disposición para trabajar duro.
Un comentario personal: mis padres, producto del imperio británico en el sentido de ser profesionales de clase media alta antes y después de 1947, y que emigraron a Inglaterra por razones profesionales en los años 60, encarnaban los mismos valores y talentos, pero sabían muy bien lo que significaba ser inmigrante de color en este nuevo país, cualquiera que fuera su clase social.
Sunak, sin embargo, es resultado de una doble inmigración, y es allí donde reside su éxito como inmigrante y el de sus coetáneos: son hijos de padres que se establecieron en un tercer país antes de llegar al Reino Unido. En el caso de Sunak, su padre nació en Kenya y su madre en Tanganyika (ahora Tanzania), y emigraron al Reino Unido antes de que naciera el pequeño Rishi.
Es un patrón que se repite una y otra vez en las esferas de poder político del Reino Unido: la actual ministra del Interior, Suella Braverman, dijo, en un momento de absoluta claridad, que su mayor sueño era ver publicada en The Telegraph (periódico de derecha) la foto de un avión despegando hacia los nuevos campos de detención en Ruanda para inmigrantes no deseados (la nueva política inmigratoria del gobierno). Braverman es hija de padres indios que se habían establecido en Islas Mauricio (madre) y Kenya (padre).
Una antecesora en el cargo, Priti Patel, fue la que ideó el Plan Ruanda, cuyo nombre oficial no carece de ironía poscolonial: “The UK and Rwanda Migration and Economic Development Partnership”, firmado en abril de 2022. Patel es hija de padres indougandeses que fueron expulsados de Uganda por Idi Amin, en 1972. Es decir, son casos de sujetos coloniales y poscoloniales (en la India) que emigraron para ascender de clase socioeconómica a costa de la labor de los habitantes de países africanos, y que llegaron al Reino Unido con una conciencia de su propia superioridad cultural, racial, económica, fruto de otros fenómenos colonizadores.
Así es que Sunak es galardonado por los portadores del supremacismo indio, promovido por Narendra Modi –actual primer ministro de la India– como una historia exitosa, no solo como ejemplo del “buen inmigrante” (ese también puede ser el de la tienda de la esquina que trabaja duro las 24 horas; por cierto, tal vez musulmán), sino del inmigrante indio idóneo: culto, rico, cosmopolita, miembro de las élites globales, carente de localismos o costumbrismos, y, por ende, capaz de representar al partido responsable del Brexit, la emigración forzada, la brecha creciente de desigualdad social, la austeridad, entre otros males sociales.
La historia de Sunak, por lo tanto, y de su elección como la primera persona de origen indio para ocupar ese cargo por un partido de tradición racista, es algo sumamente complejo. Junto con los casos de Braverman y Patel, la obsesión con su etnia sirve para crear una cortina de humo que esconde un mundo de injusticias. Son figuras que se han hecho millonarias utilizando su inmenso capital social y cultural (escuelas privadas en el Reino Unido y los Estados Unidos, matrimonios que juntan fortunas) y que se dedican a acumular más capital. Pero también, al mismo tiempo que se aprovechan personalmente del poder (Sunak y su esposa son multimillonarios), han sido cooptadas tanto por el partido conservador como por el gobierno de Modi y sus sirvientes en los principales medios de comunicación. Para Modi y sus seguidores, Sunak y demás indios “de éxito” representan el nuevo sueño hindú de conjugar riqueza personal, cosmopolitismo y respeto a las tradiciones religiosas. Para el partido conservador, estas figuras son el ejemplo que paraliza cualquier discusión sobre la desigualdad social, el racismo institucional, la sociedad británica posBrexit.
Bajo el imperio británico, los poderes imperiales se apropiaron del sistema de castas de la religión hindú para combinarlo con el capitalismo occidental, y desarrollaron la política de “dividir y conquistar” para sacar el mayor provecho de su imperio, posicionando a las castas más altas como administradores y a las más bajas como mano de obra barata. Ahora vemos las consecuencias de esas políticas en su forma contemporánea: el buen inmigrante, el buen hindú, el oligarca de color, el “Mahatma Gandhi del mundo empresarial”, como han descrito al suegro de Sunak.
En medio de tanto humo, se esconden y se olvidan los mecanismos de control que configuran nuestra coyuntura actual: como diría Boaventura de Sousa Santos, la elección de Sunak evidencia una intersección particular del capitalismo, el racismo, el colonialismo y el patriarcado. Es hora de regresar a un análisis de clase, y no solo de color, para entender las complejas manifestaciones del colonialismo y del neocolonialismo en el siglo XXI.
Un artículo muy esclarecedor. Fueron muchas de las ideas que tuve al saber de la eccion del primer ministro d origen indio: el resultado del neocolonialismo. Gracias Par por tu claro comentario. Espero más…