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Las relaciones entre políticos y científicos a debate en el Último Jueves de Temas

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febrero 28, 2022
en Catalejo
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Último Jueves de febrero primeras intervenciones

Último Jueves de febrero primeras intervenciones

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Primeras intervenciones de los panelistas

A veinte años de la creación del espacio de debate de los Últimos Jueves de Temas, el equipo editorial de la revista reunió de manera presencial a los panelistas que conformaron el panel que sesionó este 24 de febrero dedicado a los vínculos entre “El político y el científico”.

A continuación se incluyen las respuestas iniciales enviadas por el panel:


Panelistas:

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Jenniffer Bello Martínez. Graduada en Pedagogía Psicología. Profesora Instructora. Realiza el Doctorado en Ciencias de la Educación. Ha ejercido la docencia universitaria en el área de la Psicología y la Orientación Educativa. Actualmente trabaja como gestora de contenidos digitales en CINESOFT. Líder del Servicio Consultoría Educativa. Miembro de la Red de Investigadores sobre Juventud. Diputada a la ANPP desde 2013.

Carlos Rodríguez Castellanos (La Habana, 1950). Licenciado en Física (Universidad de La Habana, 1970). Doctor en Ciencias Físico-Matemáticas (Dubna, URSS, 1981). Profesor Emérito de la Universidad de La Habana. Académico de Mérito y Vicepresidente de la Academia de Ciencias de Cuba. Posee una extensa obra docente y científica en el campo de la Física. Ha contribuido también a los estudios sociales e históricos de la ciencia.

José Ramón Acosta Sariego. (La Habana, 1954). Doctor en Medicina (1977). Especialista de Segundo Grado en Administración y Organización de Salud Pública. Master en Bioética por el Programa OPS-OMS (1998). Doctor en Ciencias Filosóficas (2011). Profesor Titular del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón (1999). Investigador Titular, (2019). Coordinador Académico de la Maestría de Bioética de la Universidad de La Habana (2006). Desde 2010 es Miembro de la Junta Directiva de la RED Latinoamericana y del Caribe de Bioética UNESCO, de la que fue electo Vice-Presidente (2018-2021). Miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO para el período 2020-2024.

Reudenys Salas Hartemant. Doctor en Ciencias Pedagógicas. Profesor Titular de la Universidad de Guantánamo. Especialista en estudios afrocaribeños. Diplomado en Formación ciudadana para el desarrollo local. Primer Secretario del Comité Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas en Guantánamo.

Ricardo J. Machado. Sociólogo. Dr. Ciencias Económicas (Universidad de Humboldt, Berlín). Profesor Titular. Fue asesor del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. Ha impartido docencia dentro y fuera de Cuba. Ha editado varios textos de su especialidad.


  1. ¿Cuáles son los roles del político y del científico? ¿En qué se distingue el político del funcionario? ¿En qué se distingue el científico de otros intelectuales?

Jenniffer Bello. Para determinar los roles que tipifican al político y al científico se debe tomar en consideración las relaciones entre ciencia y política que, históricamente han sido motivo de análisis y problematización. Uno de los ejemplos históricos de análisis sobre tal relación es el de Max Weber, historiador y sociólogo alemán. Su obra El político y el científico refleja el contenido de dos discursos dictados en 1919, con el propósito de estudiar las relaciones entre la vocación del político y el deber del científico. Sus posiciones condenan la intervención del Estado o de la política en parcelas científicas que no les son propias y, a su vez, asume que la política y la ciencia son dos áreas independientes.

Debemos tener claro que entre ellas existe una relación dialéctica, que se expresa como unidad y lucha de contrarios. Como vía para la solución de los problemas y fuente de desarrollo. Estado, política y ciencia son una trilogía de actores que deben actuar con total coordinación a fin de lograr el deseable progreso social. Las relaciones ciencia-política-sociedad no son instancias que interactúan a distancia, sino genuinas relaciones de constitución.

Existen disímiles interpretaciones sobre los roles del político y el científico, mediadas por el tipo de sociedad y sistema político imperante. En ese caso, para hablar de roles es necesario que sean contextualizados y analizados desde una perspectiva social. En nuestro país, el político en el ejercicio de gobierno ha de representar las opiniones, los intereses y las preocupaciones de la población, con un alto sentido de la responsabilidad, sensibilidad y una preparación científica y cultural para analizar integralmente los problemas a los que se enfrenta y así poder elaborar, encausar, direccionar e instrumentar políticas públicas para resolver dichas problemáticas, propiciando participación real en la toma de decisiones. El científico, por su parte, cumple un rol social muy importante al generar nuevos conocimientos, con el propósito de resolver problemas que impactan en la vida política, económica y social, de ahí su elevado compromiso de poner el conocimiento científico, la tecnología y la innovación en función del desarrollo pleno e integral de la sociedad.

Resulta cada vez más imprescindible comprender que el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación son decisivos para el desarrollo económico, social, educacional y cultural del país, y principalmente en el ejercicio y arte de hacer política.

El buen hacer y rendimiento institucional de las administraciones públicas depende de la relación que se establece entre la dimensión política y la dimensión profesional, es decir entre el político y el funcionario. El político debe aportar la legitimidad democrática a las decisiones y actuaciones de la administración pública. Es elemento esencial que las administraciones públicas estén bajo la dirección de una persona con la condición de político. Este ha de garantizar la aplicación e implementación de las políticas públicas que han sido consensuadas y construidas con la participación corresponsable de distintos sectores sociales. El político posee, o debería poseer, habilidades tan diversas como capacidad de liderazgo, de comunicación, de atender y comprender las demandas sociales individuales y colectivas, de consensuar, de conciliar, de ser intuitivo, empático, resiliente, entre otras.

Por otra parte, el funcionario debe aportar legitimidad técnica derivada de sus conocimientos en gestión y administración pública. El funcionario aporta las competencias técnicas de carácter profesional, pero también de conocimiento institucional. Por tal motivo, resulta necesario garantizar que los profesionales que ocupen estas responsabilidades estén capacitados para ello, situación que en ocasiones se dificulta cuando hay ausencia de métodos directivos factibles para el desempeño de sus funciones.

En nuestra sociedad, por sus características y prácticas políticas, puede ser que estén imbricados los roles del político y del funcionario, y sea difícil separarlos o distinguirlos. Algunos pudieran considerar que el funcionario es también un político, sin embrago, en el actual escenario en que se están produciendo transformaciones en las maneras de gobernar, de administrar y gestionar, sería oportuno establecer con claridad los límites y funciones de cada uno, pero declarando que existe una relación recíproca y multiplicadora en sus prácticas.

Existen diversas opiniones acerca de qué debe entenderse por el término intelectual. Es posible identificar tres de sus características centrales: 1) en relación con el intelecto y el pensamiento, el intelectual es un creador, cuya obra creada (conocimientos, ideas, valores) queda reflejada en su discurso; 2) es, al mismo tiempo, una persona que se introduce de manera activa en el ámbito público, donde se concreta su condición política; 3) y allí, mediante el discurso, asume un compromiso con sus ideas, entonces ejerce la crítica. En este sentido, la condición intelectual logra ser experimentada por quienes asocian en sí mismos la tríada: intelecto, crítica y discurso. Todo intelectual que en realidad se precie de serlo, debe estar comprometido con la sociedad.

En ese caso el científico, y en particular el científico social cubano, consecuente con su función en la sociedad y consciente del papel que le corresponde desempeñar, emerge como arquitecto de las relaciones sociales, mancomunadamente con la política, la economía, la educación y la cultura. Emplea el método científico para interpretar la realidad y sus movimientos futuros. Sus conocimientos les permiten predecir, y ese acto de predicción debe estar en perfecta sintonía con quienes ejercen el poder político, lo que coadyuva a una mejor y acertada toma de decisiones.

En ese caso, Paulo Freire (1986) sostiene que el científico (intelectual) tiene una responsabilidad político-pedagógica, en la cual entabla una relación con las masas, que son quienes deben asumir el protagonismo en la tarea de reinventar la sociedad.


Carlos Rodríguez Castellanos. Agradezco la invitación a debatir un tema que no solo es interesante sino de importancia y actualidad crecientes en muchos países del mundo, incluido el nuestro.

Las actividades políticas, hasta donde entiendo, tienen que ver con la conquista, el sostenimiento y el ejercicio del poder, para transformar la sociedad y sus instituciones de acuerdo a determinadas visiones e intereses. Las científicas, por su parte, están dirigidas a la generación de nuevos conocimientos basados en evidencias contrastables y a su aplicación práctica en función, supuestamente, del progreso humano. Cada actividad se desarrolla en un entorno propio, plantea problemas de naturaleza diferente, tiene sus tiempos, opera con sus reglas de juego y necesita de habilidades particulares.

La actividad del político se basa en la persuasión y el ejercicio de la autoridad. La del científico en el rigor metodológico y en el arbitraje de sus pares. La intuición es de gran ayuda para unos y otros. Los científicos son más cosmopolitas. Muchos han vivido en otros países, como parte de su formación, y participan en la colaboración científica internacional. Entre los políticos esto se da menos.

A lo largo de la historia han existido políticos que creen y se interesan en la ciencia, que se han rodeado de científicos, como mecenas y también solicitando ayuda, medios, para alcanzar sus objetivos. En ocasiones, también buscan popularidad, atrayendo a un sector numéricamente pequeño, pero influyente. Los científicos buscan en los políticos apoyo a sus investigaciones y reconocimiento a su trabajo. Aunque hay científicos que no quieren tener que ver con la política, muchos comprenden que una misión de la ciencia contemporánea es contribuir a que la toma de decisiones, la formulación de políticas y las acciones que se emprenden en la sociedad estén basadas en el mejor conocimiento, en evidencias, no en opiniones o, peor aún, en creencias, mitos y desinformación. Y para eso es necesario interactuar con los políticos.

Un funcionario no es lo mismo que un político, especialmente porque no decide. Suele estar en el medio, para bien o para mal, entre políticos y científicos, facilitando o entorpeciendo el vínculo entre los mismos.

Los científicos suelen ser buenos aportando diagnósticos basados en datos objetivos, explicaciones racionales, acciones concretas. Me parece que cuando se trata de comprender los elementos subjetivos, espirituales, de la sociedad, los artistas y literatos muestran mayor sensibilidad y perspicacia. Ambos sectores se complementan en la cultura de un país.

José Ramón Acosta Sariego. Mientras que la política es el arte de la obtención y gestión del poder de decisión sobre los procesos económicos y sociales, en el contexto de un determinado grupo humano de composición y extensión variable; la ciencia es el conocimiento acerca de los hechos y fenómenos de la realidad, que se alcanza mediante el empleo de un método que, con un margen razonable de error, permite afirmar que se está en presencia de una regularidad y no del resultado eventual del azar.

El ámbito práxico del político y el científico aparentan ser diferentes, pero en ningún caso esto significa que dejen de ser interdependientes. La aceptación y difusión de una idea científica, y más aún sus posibles aplicaciones en el campo de la innovación tecnológica, en gran medida dependen del sustento que alcancen de los estamentos políticos en sus diferentes niveles decisorios. Por otra parte, el sostenimiento y expansión del poder político depende mucho del aprovechamiento que se haga del conocimiento propio de su tiempo y la tecnología disponible.

Mucho antes de que existiera la noción social de lo que el pensamiento de la Modernidad entendió como científico, los líderes políticos hicieron uso y se beneficiaron del conocimiento y la tecnología disponibles, lo que permitió incrementar la productividad del trabajo y la riqueza disponible, así como el poderío de la maquinaria bélica y la tecnología militar que ha consolidado a las potencias hegemónicas en el transcurso de la historia.

Las ideas de Aristóteles sobre la organización del gobierno monárquico fueron fundamentales para la expansión del helenismo como constructo político-cultural por parte de su discípulo Alejandro de Macedonia. La disposición de los cercados en las tierras comunales de la Inglaterra medieval abrió el camino a las relaciones capitalistas entre el productor agrícola y la burguesía citadina, y fue uno entre otros factores económicos que afianzaron el poder político de la clase emergente y darían al traste con la monarquía absolutista feudal. La carrera armamentista que signó los conflictos calientes y fríos entre las grandes potencias durante el pasado siglo XX ha resultado en el frágil equilibrio actual, en el que las pugnas geopolíticas se dirimen en escenarios regionales porque la paridad en la disponibilidad de armamento nuclear obliga a la observancia de líneas rojas establecidas por la convicción de la destrucción mutua asegurada.

Es decir que existe una imbricación indisoluble entre ciencia, tecnología y política desde lo local hasta lo global.

El político se distingue del funcionario en que el primero representa el despliegue del pensamiento estratégico en cuanto al diseño y dirección de procesos que impactan tanto al ámbito público como al privado, refrendados por disposiciones administrativas o jurídicas emanadas del poder ejecutivo o legislativo; mientras que el funcionario solo opera en el proceso de implementación de esas políticas. Un político puede desempeñarse como funcionario, pero no necesariamente un funcionario es un político.

Reudenys Salas Hartemant. Desde la óptica de la ciencia de la dirección, considero que el rol fundamental del político estriba en velar por el interés general de los ciudadanos y mantenerse dentro de una ética profesional de servicio al pueblo y no hacia sí mismo, dado el ordenamiento jurídico que lo considera como representante del pueblo en el mantenimiento, gestión y administración  de los recursos, como miembro formalmente reconocido y activo de un gobierno y que ejerce influencia sobre el modo en que la sociedad es regida por medio de los conocimientos sobre las dinámicas sociales y el ejercicio del poder.

Ahora bien, los poderes políticos y militares, la gestión empresarial, los medios de comunicación masiva entre otros, descansan sobre pilares científicos y tecnológicos, así como la vida del ciudadano común está notablemente influida por los avances científicos, por lo que considero que el rol esencial de todo científico responde a la transformación de la sociedad, desde una perspectiva humanista, dado su carácter clasista que se sustenta en la visión y misión social que asume a partir de sus fines concretos.

Lo anterior entonces requiere de la interpretación de la ciencia como proceso social, es decir, como compleja empresa en la que los valores culturales, políticos y económicos ayudan a configurar el proceso que, a su vez, incide sobre dichos valores y sobre la sociedad que los mantiene.

Desde mi criterio personal, no podemos ver al funcionario alejado del político, ni viceversa. Considero que todo político es un funcionario del Estado, que responde a determinados intereses.

En tal sentido, son valiosos los aportes del reconocido científico cubano Jorge Núñez Jover en su obra “La ciencia y la tecnología como procesos sociales. Lo que la educación científica no debería olvidar” y que se vincula con la interrogante de la diferencia entre científicos y otros intelectuales, y es que la función de la ciencia, y por analogía del científico, se vincula con la adquisición de conocimientos, con el proceso de conocer, cuyo ideal más tradicional es la verdad, en particular la teoría científica verdadera. La objetividad y el rigor son atributos de ese conocimiento. Válidos razonamientos para comprender que en las leyes del conocimiento se habla de conocimiento científico y no científico.

El científico es un intelectual que asume roles científicos, que necesita determinar aparato categorial y en consecuencia asumir variables que le permitan la concreción de instrumentos investigativos que validen un resultado concreto, y objetivo independientemente de la ciencia que se trate. Mientras que los otros intelectuales, que asumo que se trata de artistas escénicos, literatos, plásticos, en fin del mundo del arte, se acercan más a la realidad de forma empírica, creativa, son reflejo de la sociedad y de una época histórica concreta desde la subjetividad, es decir desde un conocimiento no científico.

Ricardo J. Machado. Agradezco la oportunidad de Temas por la invitación a esta actividad. Principalmente porque me da la oportunidad para exponer mis ideas sobre un tema en el que vengo trabajando hace años. Los criterios que aquí expongo provienen de dos fuentes La primera, mis lecturas e investigaciones sobre procesos relacionados con la dirección de personas y organizaciones. Tengo un libro concluido titulado Ciencia y gobierno en Cuba. Posibilidades y limitaciones. Lo presenté a la Editorial de Ciencias Sociales y fue aceptado por el director, un editor capaz, pero que desgraciadamente falleció. Se alejan –y mucho– las posibilidades de ser publicado. La segunda fuente son las experiencias personales como asesor del Consejo de ministros durante catorce años (1980-93).

Por otra parte, el contenido de mis respuestas a este tema equivale a formularlo en términos de relaciones entre ciencia y gobierno. Mis reflexiones sobre este asunto son más bien abiertas y en ocasiones tangenciales porque es necesario dar espacio a la caracterización del entorno donde realizan su actividad estos dos personajes. Hay también implícita en mi opinión una pregunta: ¿se puede enseñar a gobernar bien; o mejor, se puede enseñar a aprender a hacerlo bien?

En la extensa bibliografía contemporánea sobre el tema de ciencia y gobierno aparecen dos tendencias. Una se refiere a la gestión de las diferentes ramas de la ciencia; las biociencias, la tecnología, las ciencias sociales, por ejemplo Se considera una especialidad que en occidente recibe el nombre en muchos países de política científica. En Cuba hace años se le prestaba mucha atención, pero tengo la impresión que ese tema ha venido a menos, Sin embargo, el CITMA ha mantenido funcionando una Maestría sobre “Gestión de la ciencia y la innovación”, que no es otra cosa que la aplicación de la ciencia al sector del trabajo científico de la administración. La otra tendencia la integran las fuentes que se refieren a la forma en que los gobiernos utilizan la ciencia para fundamentar los procesos del Estado. Es decir, la implementación concreta de los principios de la actividad científica a la actividad gubernamental. Esta se basa en dos preguntas principales: ¿Qué gobernar? y ¿cómo gobernar? La primera se refiere a la extensión o zona de control del Estado sobre la sociedad. En la medida en que esta zona de control es mayor, crecen también los espacios de menor nivel de gobernabilidad sobre los cuales no es posible una acción reguladora eficaz. Hay una relación directamente proporcional entre el tamaño del espacio controlado y el grado de ineficacia. Existe un principio en administración que dice “a mayor control, menos control”. Un sistema de dirección vertical y demasiado centralizado genera un alto número de conflictos y dificultades para una regulación eficaz de los procesos sociales. Se trata de encontrar el punto de equilibrio.

El neoliberalismo con su obsesión por la reducción del espacio de control del Estado genera, a su vez, un conjunto de eventos conflictivos, similar a su contrario. La segunda pregunta se refiere a los mecanismos institucionales, a su nivel de calidad como organización que implica una relación directa con la selección del personal y sus competencia para hacerlos funcionar con eficiencia. Disculpen la extensión de una introducción que creo necesaria. Yendo al grano, mientras el rol del político estriba en identificar los problemas claves del desarrollo social, el del científico es formular el problema y proponer las vías de su solución. Identificar problemas no es lo mismo que formularlos. La diferencia se deriva de las que existen entre las estructuras de sus respectivos procesos de trabajo.

2. ¿Qué problemas surgen en las relaciones entre políticos y científicos? ¿Qué deben aprender los políticos acerca de los científicos? ¿Y viceversa: qué les falta por aprender a los científicos sobre el trabajo de los políticos?

Jenniffer Bello. La relación entre política y ciencia se expresa en la que existe entre el saber y el poder; entre las estrategias de construcción de conocimiento y las de acción y transformación. Se constituyen como un verdadero dúo polémico. La una no puede prescindir de la otra; es decir, los políticos no pueden desentenderse del conocimiento científico ni los científicos desligarse de la política. Afirmar que la ciencia es apolítica es un tremendo error. La ciencia siempre ha de ser política porque crea nuevos conocimientos que redefinen nuestros criterios, entre ellos los éticos y morales. En ese caso, políticos y científicos actúan dentro de la política.

Las relaciones entre estos actores deben estar mediadas por el consenso y el principio común de que sus actividades deben entrelazarse con objetividad para resolver problemas de la sociedad.

El político debe concientizar que, para el ejercicio de sus funciones, debe auxiliarse sin recelo de lo más avanzado de la ciencia, la tecnología y la innovación; y, por otra parte, el científico debe actuar de manera consciente del papel que le corresponde como edificador de la sociedad para proponer valientemente soluciones a quienes corresponde gobernar. Los resultados de la ciencia han de ser soporte y fundamento para la toma de decisiones. Esto requiere de mucho diálogo. Científicos y políticos deben escuchar y ser escuchados.

Ahora contamos con el Consejo Nacional de Innovación, creado por decreto presidencial. Esta estructura de gobierno expresa la articulación entre políticos y científicos, como resultado de concientizar que el sistema de gestión de gobierno debe estar basado en ciencia e innovación. Estamos viendo una práctica sistemática y sostenida de esta estructura y expertos analizando y proponiendo, pero sería muy provechoso que esta práctica descienda a la base, tomando en consideración los propios recursos humanos, intelectuales, científicos y tecnológicos con que se cuenta, que permita crear en los territorios su grupo de expertos y asesores que los ayude en el ejercicio de gobierno, pero también para la evaluación e impacto de la manera en que se gobierna y hace política.

Imaginémonos al presidente de un Consejo Popular, que, de acuerdo con los recursos humanos con que cuenta en su demarcación tenga, como pivote para el ejercicio de sus funciones, las propuestas y consideraciones de un conjunto de expertos de distintas áreas del conocimiento. Sin duda alguna, la práctica sería otra y los resultados también. Pero para ello hay que concientizar e interiorizar la necesidad de instrumentar este modo de actuación, aunque requiera desaprender prácticas muy enraizadas.

La articulación entre políticos y científicos, en específico la participación de científicos e investigadores en la toma de decisiones, puede favorecer el aprender de unos y otros, por ejemplo:

  • Los políticos, aprender que el camino para salir de los problemas que afectan a la sociedad es a través de la cooperación y la participación colectiva.
  • Los científicos, modificar sus posturas ante los temas públicos, participar en la política les permite aprender sobre los procesos que se gestan en ella.
  • Los políticos, apropiarse del método científico y sus procedimientos para poder leer e interpretar la realidad, desde un enfoque integral y complejo, tal como es la propia realidad.
  • Los científicos, en el ejercicio de su actividad, comprender que el político actúa en el contexto de una situación, y su principal deber es el de defender la estabilidad de la política; lo que hace que los científicos aprendan a demostrar de manera clara y precisa que la política deba ser transformada o cambiada.

Ambos aprenden a convivir en un espacio común, mediado por sus funciones, intereses, propósitos, pero sabiendo que a través del consenso y el diálogo es posible proponer e instrumentar políticas que viabilicen el bienestar y desarrollo de la sociedad.

Carlos Rodríguez. Es una relación compleja, a veces conflictiva, en unos temas más que en otros. Depende de los niveles culturales de una y otra parte, de la capacidad de comunicación y, sobre todo, de factores éticos. A veces, los científicos se frustran porque recomiendan una cosa y se decide otra. O porque se toma de sus propuestas solo la parte que conviene. Y es que en las decisiones que toman los políticos, aparte de sus errores y horrores, tienen gran peso otros elementos extra-científicos.

Los científicos deberían saber algo de cómo funciona la política, se construyen consensos, se elaboran propuestas y se toman decisiones. Especialmente que:

  1. Se les convoca como expertos, para que aporten conocimientos científicos, no opiniones. En todo caso, deben precisar dónde termina la ciencia constituida y comienzan las opiniones más o menos expertas.
  2. Hay que saber comunicar la ciencia a los que no son científicos, con claridad, pero sin distorsiones.
  3. Un buen diagnóstico y la explicación de un fenómeno es un gran resultado científico, pero los políticos necesitan, sobre todo, soluciones urgentes. Por eso reclaman propuestas. Y rápido.
  4. Siempre que sea posible, deben ofrecer varias opciones de acción diferentes, no amarrarse a una sola alternativa.
  5. Son los políticos los que toman las decisiones, las cuales suelen basarse en una combinación de elementos de diferente naturaleza. Tampoco corresponde a los científicos explicar, ni implementar las decisiones.
  6. Probablemente serán presionados, de una u otra forma, para que respalden con argumentos científicos opciones políticas ya decididas. Deben saber resistir o esquivar esas presiones. O retirarse.

Los políticos, por su parte, deberían saber de cómo funciona la ciencia. Especialmente que:

  1. Los científicos estudian sistemas idealizados o simplificados, no la realidad en toda su complejidad.
  2. Los científicos necesitan tiempo para estudiar cada problema.
  3. Para los científicos, un buen diagnóstico y la explicación de un fenómeno es el punto de partida en la búsqueda de soluciones. Sin comprensión no hay aplicación.
  4. Los científicos también tienen pasiones, opiniones e intereses personales, que a veces mezclan con la información estrictamente científica. A menudo exageran sus resultados.
  5. Hay que crear confianza, respetar la independencia de criterio, sin represalias para el que diga lo que no gusta.
  6. Hay que estudiar para entender, sin convertirse en un especialista.

Ambos deberían comprender que entenderse lleva tiempo y que un comportamiento ético es la base de una buena relación.

José Ramón Acosta. Hay un posible punto de controversia en cuanto a que los políticos, en el caso de los cargos electivos, generalmente tienen un tiempo de gestión finito de acuerdo al mandato que han recibido del soberano, y esto hace que la implementación de las medidas y proyectos de su programa de gobierno requieran de un cumplimiento mediato. Si estos proyectos están sustentados, o requieren de la participación directa de la ciencia y la tecnología, como cada vez es más patente en el mundo contemporáneo, se puede producir un desfase entre la urgencia que impone la política y el tiempo requerido para el desarrollo de una idea científica y más aún de su aplicación práctica.

Un ejemplo reciente es que como parte de la campaña de la reelección para la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump necesitaba el golpe mediático de comenzar la vacunación masiva contra la Covid-19 antes de noviembre de 2020, a fin de mostrarlo como un logro atribuible a lo que en realidad fue la mala gestión de la pandemia por parte de su administración. El tiempo requerido para completar los ensayos clínicos fase III de los candidatos vacunales norteamericanos rebasaba esta fecha. Desde un inicio se sabía que estas investigaciones excederían el momento propicio que el político precisaba, lo que no fue óbice para que Trump ejerciera toda la presión en sus manos para violentar las normativas de registro de nuevos medicamentos de la agencia regulatoria de su país, lo que no logró, y fue su sucesor Joseph Biden quien cosechó el éxito inicial de la vacunación masiva.

Otro elemento de controversia es que la real politik puede entrar en contradicción con la ética de la investigación científica en cuanto a los fines, medios y probables consecuencias de la investigación científica. Un problema práctico, una necesidad social nacional o internacional puede no ser de interés circunstancial para los políticos que deben decidir las prioridades investigativas que van a apoyar con los recursos a su disposición. Por el contrario, determinados grupos pueden tener interés en proyectos reprobables desde el punto de vista ético por sus implicaciones biopolíticas en cuanto a facilitar al ejercicio del biopoder para fines de manipulación de la sociedad en favor de las élites.

La política no solo está representada en las esferas de gobierno, legislativas o partidistas; por ejemplo, dentro del propio sistema de la industria biofarmacéutica, sus directivos establecen políticas que responden a los intereses de mercado empresariales y no precisamente a necesidades apremiantes de salud. Esto explica que se dediquen inmensos recursos para la producción de medicamentos y equipos médicos dirigidos a la atención del cuadro de morbilidad característico de grupos humanos con poder económico para acceder a los mismos, mientras se soslaya investigar en posibles soluciones que beneficiarían a grupos humanos de bajos recursos que no representarían un mercado jugoso en utilidades.

Tanto políticos como científicos deben seguir una conducta humanista, inspirada en principios éticos y la vocación de servicio. Tal vez los políticos deben asimilar de los científicos el sentido de la disciplina en el análisis y al apego a la fidelidad de los resultados obtenidos. Mientras que los científicos pudieran incorporar de los políticos el sentido de la oportunidad en cuanto al objeto de atención y la factibilidad práctica de las metas a alcanzar.


Reudenys Salas. Considero que en la actualidad la política, como ciencia social, se ha alejado un tanto de la sociedad, sobre todo en su concreción práctica para el beneficio social. Esto obedece a su carácter clasista y que responde a la clase dominante. Además, queda claro que la ciencia, como institución, y el científico dentro de ella, responden a los intereses de la política.

Esto sirve para argumentar que el principal problema que surge en las relaciones entre políticos y científicos radica en la relación de subordinación que se establece. Creo que, en el contexto actual, es necesario establecer relaciones de coordinación-subordinación, ese sería el reto fundamental en condiciones de un mundo unipolar. No sería contradictorio, siempre que exista coincidencia en los fines de la ciencia.

La enorme capacidad cognoscitiva de la humanidad debe ejercer una influencia cada vez mayor en la vida de las sociedades y las personas, de ahí que sea provechoso abordar las esencias de lo que los políticos necesitan aprender acerca de los científicos. En este caso, el político requiere analizar los fenómenos atendiendo siempre a los contextos, sobre todo para la toma de decisiones en la aplicación de determinadas políticas. Esta necesidad está en consonancia con una de las tesis de Feuerbach que aborda lo imperioso del conocimiento de las características del contexto para poder transformarlo, y el científico analiza el fenómeno en partes, a partir de determinar variantes y variables para obtener un resultado objetivo que transforme la realidad.

Ahora bien, los científicos requieren de los políticos el nivel de decisión para la generalización de los resultados científicos, en función del desarrollo social, teniendo en cuenta que la ciencia está en función del desarrollo de la humanidad.

Ricardo J. Machado. En los últimos años, se han realizado investigaciones sobre el tema. Son muchos los gobiernos que han creado laboratorios de pensamiento o “tanques pensantes” como grupos auxiliares para mejorar la calidad de las decisiones gubernamentales. Un sitio web dedicado a esto enumera la cantidad de ellos que funciona en algunos países. Así, USA aparece en primer lugar con unos 1 400. Le sigue China con algo más de 400. Los resultados indican que el principal problema es el de la comunicación interpersonal. La posibilidad de establecer canales efectivos entre ambos grupos reside en los aspectos de personalidad de las personas que, a nombre del gobierno, coordinan estos grupos. Necesitan, además, una preparación especial; igual sucede para el personal científico. Es como una segunda profesión. Un buen científico no necesariamente es un buen asesor. Debe tener tacto y mesura al presentar sus resultados. Y, sobre todo, integridad moral para decir lo que piensa sin temor a posibles represalias. En el caso de Cuba, añado que debe ser alguien identificado con el modelo y visión de país acordado en los eventos de los cuales han emanado. El político debe aprender del científico el rigor de sus métodos de trabajo y su necesaria e inevitable humildad –si es un científico verdadero. A su vez, el científico debe aprender el sentido práctico del político y de la realidad, o como dijo Fidel “el sentido del momento histórico”.

3. ¿En qué medida el diálogo, el debate, la cooperación entre políticos y científicos puede contribuir al desarrollo social, la cultura, la ciencia, la política, las relaciones internacionales, la comunicación social?

Jenniffer Bello. A menudo, cuando políticos y científicos se reúnen, el debate gira en torno a las políticas para la ciencia. Es decir, sobre el presupuesto con el que cuenta el sistema de I+D+I y cómo debería gestionarse. Sin descuidar esto, se debe trabajar en una dirección complementaria: hablar de ciencia para la política. Con la concepción asumida por la dirección del país sobre el Sistema de Gestión del Gobierno basado en ciencia e innovación, se está logrando ese propósito; incluso sería muy provechoso instrumentar esta iniciativa en la estructura legislativa, aunque se conforman comisiones redactoras multidisciplinarias para los proyectos de leyes, y existe una comisión de diputados donde se abordan temas vinculados a la ciencia, la educación, la cultura y el medio ambiente, sería muy provechoso que el parlamento pueda contar con una estructura de asesoramiento científico, con el objetivo de que el conocimiento científico se ponga a disposición de los diputados en torno a temas de interés para la sociedad en general. Aunque la ciencia no es infalible, la toma de decisiones políticas informadas en el conocimiento existente aumenta las posibilidades de acertar.

Mejorar la colaboración entre la ciencia y la política es también un esfuerzo bidireccional. Desde el punto de vista científico, la investigación debe generar soluciones más aplicables en la práctica y más fáciles de implementar. Sería de suma importancia desarrollar un sistema de clasificación para evaluar la evidencia científica en las decisiones de política pública. Asimismo, poder evaluar desde la ciencia el impacto que ha generado determinada política o medida en la sociedad y que los decisores puedan tomar partido en estos resultados.

Las decisiones de política pública implican consideraciones que deben ser miradas desde una postura multidisciplinaria, abordar un problema en específico no puede solo ser analizado desde una única área de la ciencia, por ejemplo los problemas relacionados con la educación no solo pueden tener la intervención de pedagogos; para una evaluación integral y que esta logre transformar el problema en cuestión se requiere de múltiples miradas: sociólogos, psicólogos, pedagogos, intelectuales, comunicadores, entre otros.

El trabajo logrado para enfrentar la pandemia COVID-19, haciendo uso de los resultados de la ciencia, patentiza la visión de Fidel de que Cuba tiene que ser, necesariamente, un país de hombres y mujeres de ciencia, de pensamiento, lo que constituye fuerza motriz para conectar estratégicamente la política y la ciencia en favor de lograr una sociedad próspera, culta y sostenible.


Carlos Rodríguez. Si la pandemia de Covid-19 hizo más visible la necesidad de un trabajo conjunto de políticos y científicos para su enfrentamiento, hay muchas otras cuestiones que en las últimas décadas han estado en la agenda de esta colaboración, entre los que se destacan los temas energéticos y ambientales, la prevención y mitigación de desastres, las políticas económicas y sociales, la producción de alimentos, la regulación de las tecnologías, las prioridades y modos de financiamiento de la ciencia, etc. Hoy los gobiernos necesitan asesoría científica para orientarse en muchos asuntos de la agenda internacional. La propia organización de la asesoría científica y tecnológica a los gobiernos, que se realiza de distinta manera en diferentes países, es hoy objeto de investigación por los estudiosos de las políticas científicas.

En Cuba tenemos nuestras propias tradiciones. Después de 1959, el potencial científico creció en un escenario de fuerte cohesión social, en medio de una amplia labor fundacional en el terreno de la educación y la ciencia estrechamente vinculada a las estrategias de desarrollo del país, con grandes oportunidades para la juventud, en contacto directo con la dirección revolucionaria, especialmente con Fidel. Este vínculo ha pasado por diferentes momentos y recientemente ha adquirido gran intensidad y visibilidad. La interacción entre científicos y políticos no ha sido, como en otros países un objetivo a lograr “a posteriori”, promoviendo la cooperación entre comunidades científicas ya establecidas y grupos políticos que tienen intereses diferentes, entre los cuales existen barreras muy difíciles de vencer. Nosotros nacimos con ella y es expresión de nuestra unidad en torno al proyecto de país que promovemos.

Más allá de las contribuciones específicas de una u otra rama de la ciencia, extender tanto como sea posible el método científico, entendido en su acepción más amplia, a toda la sociedad, es un objetivo trascendente de la ciencia. Aunque los nuevos descubrimientos alteran inevitablemente nuestros conocimientos, los métodos de la ciencia nos permiten avanzar hacia una comprensión cada vez más profunda y certera de la realidad. Frente al oscurantismo, la pseudociencia, el voluntarismo y la desinformación, hay que promover la confianza en la ciencia, como una gran conquista humana, como algo que no es perfecto, pero es de lo mejor que tenemos para enfrentar el futuro.

José Ramón Acosta. En el contexto contemporáneo, el diálogo de saberes es imprescindible. Para que este sea fructífero, también es necesario fomentar la cultura del debate sobre temas en que la opinión científica es trascendental para la toma de decisiones políticas.

No es adecuado, ni mucho menos útil, que determinados temas se discutan en medio de un escenario político de aprobación previamente definido, sin que se dé oportunidad a opiniones divergentes en cuanto a la propiedad o no de una aplicación tecnológica en un momento y lugar determinado. Esto puede darse en cuestiones de trascendencia nacional o incluso internacional, pero también y más comúnmente en el ámbito local.

El éxito del desarrollo local depende de que las autoridades políticas en ese nivel de dirección fomenten la participación intersectorial en la toma de decisiones y aproveche la experiencia y el talento humano de que dispone.

La implementación de un conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas deben tener en cuenta el medio geográfico, poblacional, cultural y de desarrollo material, es decir el universo objetivo y subjetivo donde se pretendan instaurar.

Las tecnologías que caracterizan a la Revolución 4.0 tienen la propiedad de introducirse en la vida cotidiana y de ser autopoyéticas, de adquirir cierta independencia del conocimiento que les dio origen. Por eso, la incertidumbre sobre las posibles consecuencias de sus aplicaciones es mucho mayor de la que aceptan quienes pecan de un optimismo tecnológico desmedido. Por esa razón, estas decisiones políticas, requieren de un diálogo social amplio que asuma los posibles riesgos y beneficios compartidos por todos.

Reudenys Salas. El ejemplo más exacto del necesario diálogo, en las condiciones de Cuba, es el sistema de gestión de gobierno basado en ciencia, tecnología e innovación, que lidera el Doctor en Ciencias y presidente de la República Miguel Díaz-Canel, que establece como pilar la ciencia, pero determina además el diálogo ciencia-gobierno para abordar problemas complejos de mayor relevancia.

Desde esta perspectiva la ciencia como actividad institucionalizada, permeable a los valores e intereses sociales no puede ser neutral y, por tanto, necesita de la cooperación de todos para lograr su fin.


Ricardo J. Machado. La situación actual de Cuba es de alta complejidad. En mi opinión, proviene de la simultaneidad de dos procesos complejos. De una parte, el cambio de la estructura sociodemográfica y de otra, las transformaciones en la estructura socioclasista de la sociedad cubana. Existe un proceso acelerado de diferenciación social y se producen inevitables brechas de desigualdad. Los eventos sociales que surgen cada día a veces de manera imprevisible son multivariables y aparecen diferentes formas de interpretación. Esto implica un potencial conflictivo. Hace falta una cultura de la diferencia y la diversidad. comunicación social. El dialogo entre ambos sectores es determinante y decisivo. Pero eso requiere un entrenamiento especial. Hay que aprender a dialogar. No será algo fácil.

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