Como parte del VI Coloquio Construyendo la Nación Oscar Loyola Vega In Memoriam, el pasado 18 de noviembre se presentó un nuevo título de Ediciones Temas, coordinado por Blandine Destremau, Ana Vera Estrada y Mildred de la Torre, titulado «Pensando las temporalidades en Cuba». Catalejo comparte las palabras pronunciadas en esa ocasión:
Los estudios en ciencias sociales sobre el tiempo se encuentran en pleno desarrollo. Numerosas publicaciones aparecen en todas las lenguas y movilizan las herramientas teóricas y metodológicas del análisis temporal al estudiar asuntos tan diferentes como la aceleración de los ritmos cotidianos en las ciudades, la desesperación de los jóvenes que no encuentran espacio en sus países respectivos o la pérdida de credibilidad de instituciones y discursos hegemónicos cuyas promesas no logran adaptarse a las situaciones del presente, entre otros conflictos.
El punto de partida histórico-cultural de Pensando las temporalidades en Cuba[1] es que, tras seis décadas de Revolución, durante las cuales se han producido drásticas reformas y remodelaciones, la articulación entre pasado, presente y futuro se presenta aún en pleno desorden (Bessin).
No puede hablarse exactamente de “rupturas” en la historia compartida, sino de cambios graduales en lo que los historiadores suelen nombrar “régimen de historicidad”.[2]
En otras palabras, esto quiere decir que aunque el proyecto cubano goza de continuidad política, y persiste sabiamente en una trayectoria de corte socialista, con los años y los cambios en todas direcciones, se ha ido produciendo una suerte de “temporalización de la utopía” o, lo que es lo mismo, de transformación de ciertos consensos respecto a la manera de construir una sociedad mejor (Rosa).
Mientras anteriormente el futuro era la categoría temporal rectora que iluminaba y confería vigencia al pasado independentista y esperanza de un futuro brillante, en la actualidad se vive un presente extendido, de apariencia hipertrofiada y aperturas inciertas, donde el Estado ya no es el único interlocutor en el diálogo sobre el futuro, con capacidad para gobernar el “orden del tiempo” (Pomian), y para organizar la vida de la sociedad en su totalidad, aunque continúe siendo dominante.
Las voces de grupos con fuerza cohesiva creciente (profesionales, cooperativistas, cuentapropistas, intelectuales, jóvenes, artistas, mujeres, religiosos y otros) emergen gracias a la universalización del conocimiento y también a los recursos de las nuevas tecnologías, como interlocutores capacitados para entrar en el debate sobre cómo debería ser la modernidad del futuro de Cuba. Se debate también sobre el equilibrio entre continuidad e innovación o modernización, entre seguridad y nuevos riesgos, entre responsabilidad colectiva y conductas individuales respecto a las aspiraciones de existencia, etc.
En un trabajo no demasiado reciente ya, Koselleck proponía las categorías de “espacio de experiencia” y “horizonte de espera”, que incitaban a comprender mejor cuestiones relacionadas con el lugar ocupado por la utopía en la imaginación sobre el tiempo. Desde esa perspectiva teórica sería válido poner a prueba una tesis como que el futuro será estructuralmente diferente del pasado y del presente; si eso hacemos, sería posible quizás constatar que para una parte importante de aquella totalidad, el horizonte de espera no llega a elevarse por encima del espacio de experiencia, o se presenta como incertidumbre.
Aplicando dicho criterio a las generaciones, pudiera explicarse la brecha que se produce cuando los jóvenes de hoy –y no solo ellos– sueñan con un futuro diferente a su presente y también al pasado de las generaciones precedentes, por ejemplo.
Por otra parte, todo proceso de cambio —como categoría temporal pública, política y discursiva, llámese reforma, actualización, transición o de cualquier otra manera— contribuye a intensificar los mecanismos de heterogeneización (Sorokin) o de desafinación (Hartog), entre los tiempos institucionales y sociales, que el proceso revolucionario de 1959 logró armonizar en sus primeras décadas. De hecho, en el caso cubano, las reformas y cambios afectan a las instituciones de maneras muy diversas: por un lado, se desarrollan polos de eficiencia, velocidad y aceleración, la mayor parte de ellos dentro de la economía parcialmente mercantilizada, mientras que por otro lado, sectores intensamente burocratizados e institucionalizados mantienen un ritmo lento. Los ritmos y tensiones temporales vividos por los individuos y sus familias también se han diversificado.
El disfrute de la recreación, por ejemplo, la calidad de esta, las ofertas de estudio y trabajo para los jóvenes, el presupuesto doméstico, el acceso a los servicios públicos y otras marcas de diferenciación social cuya potenciación ha ido en aumento, se distribuyen de manera diversa según situaciones personales, laborales y hasta geográficas: no es lo mismo ser actor de la nueva economía, que ser un pensionado, un residente en una comunidad donde se detuvo la actividad económica, o un trabajador de turismo, que un campesino independiente, un obrero agrícola, o un intermediario, por mencionar algunos casos; todos ellos son actores con acceso diferenciado a los bienes de consumo y con expectativas de futuro autogestadas desde sus realidades concretas. De esta manera, independientemente de las experiencias generacionales comunes, las historias de vida de personas con una subsistencia material conectada con la globalización, o las de mujeres que cuidan a familiares discapacitados, por poner dos ejemplos extremos, tienden a ser muy desiguales.
Una mirada a los cambios actuales muestra cómo el tiempo y la temporalidad parecen buenas herramientas para estudiar los efectos sociales y culturales de los cambios estructurales. En el Taller que organizamos en junio de 2018 con el auspicio de la Sección de Ciencias Sociales de la Sociedad Económica de Amigos del País y la colaboración de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, el propósito dominante fue interrogar y debatir visiones parciales sobre el futuro a partir de experiencias y representaciones desde diversos perfiles profesionales. La publicación que hoy presentamos aspira a compartir la intensidad de aquel intercambio.
Los autores incluidos en el libro centran sus análisis en las dimensiones temporales de las relaciones sociales, en los marcos de vida y pensamiento y en determinadas experiencias culturales. Sus contribuciones abordan el tiempo no como una abstracción universal, como materia continua y uniforme regida por relojes convencionales, sino como construcción social subjetiva, como pluralidad desde lo cognitivo, fenomenológico y simbólico.
Evidentemente, la temporalidad no debe verse como algo externo a la vida real de las sociedades, pero tampoco como entidad natural nombrada por los científicos, sino como dimensión variable y mensurable de toda experiencia humana y social, constitutiva de relaciones de poder, de decisiones, opciones, emociones, sentimientos y organizaciones. Ojalá estas ideas lanzadas hoy por fin al éter lleguen a ser semilla para continuar el debate, y que el campo de las investigaciones culturales cubanas se abra más a la interdisciplina y a la reflexión sobre la diversidad creciente y la interpretación de las sociedades pasada, presente y futura, para así contribuir de manera más contundente a las transformaciones en curso.
Antes de concluir, quiero agradecer la iniciativa de aire fresco a la colega Blandine Destremau, experta francesa en envejecimiento de la sociedad cubana, a la acogida y apoyo entusiasta de la SEAP, en particular a la Sección de ciencias sociales y su presidenta, la Dra. Olga Fernández, vicepresidenta de la Academia de Ciencias de Cuba, a los expositores que ofrecieron materias para discutir, a todos los participantes, propiciadores de los altos vuelos, a la cuidadosa edición de Esther Pardillo y a las noches en vela de la insustituible Juana María (Naná) Martínez, quien se hizo cargo de la edición final. Por último, a la Colección Luz Larga y al equipo de Ediciones Temas, en particular a su director, el profesor Rafael Hernández.
Este es un libro para lectores especializados, de los que no se contentan con visiones parciales y buscan ese nuevo mundo al que todos queremos acceder. ¿Dónde mejor presentarlo que en este Coloquio, donde se celebran la vida y la obra de ese gran cultivador de la filosofía de la Historia y del diálogo entre las ciencias, el profesor Oscar Loyola?
En nombre de las coordinadoras, Blandine, Mildred y Ana, les auguro una provechosa lectura. Gracias.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
- Bessin, Marc; Claire Bidart; Michel Grossetti et alli (dir.): Bifurcations. Les sciences sociales face aux ruptures et à l’évènement, séries: «Recherches».
- Koselleck, Reinhart: Le futur passé. Rosa Hartmut: Accélération: Une critique sociale du temps.
- Pomian, Krzysztof: L’ordre du temps.
- Sorokin, Pitirim A. y Robert K. Merton: “Social Time: A Methodological and Functional Analysis”, American Journal of Sociology, vol. 42, no. 5 (March, 1937).
FICHA TÉCNICA
Pensando las temporalidades en Cuba.
Mildred de la Torre, Blandine Destremau, Ana Vera Estrada
ISBN: 978-959-310-080-9
Colección Luz Larga, Ediciones Temas, La Habana, 2022
Contenido
Parte 1. Tiempos y temporalidades en el discurso científico cubano
- «La percepción del tiempo según diferentes culturas», Bruno Henríquez Pérez
- «Regímenes de historicidad: lecturas del tiempo en la Cuba colonial», Edelberto Leiva Lajara
- «Incitaciones de Braudel a la historiografía cubana», Mildred de la Torre Molina
- «Temporalidades en Braudel: algunas claves metodológicas», Yoel Cordoví Núñez
- «Notas sobre la configuración del tiempo político en la transición al socialismo», Camilo Rodríguez Noriega
Parte 2. Examinar lo sociocultural en términos de temporalidad
- «Envejecimiento y temporalidades en Cuba: ¿qué política del tiempo?», Blandine Destremau
- «Lecturas del tiempo. Una aproximación a la reestructuración azucarera cubana desde una perspectiva temporal», Ana Vera Estrada
- «¿Diversidad de tiempos históricos en la música cubana?», María de los Ángeles Córdova de la Paz
- «El tiempo de patrimonialización en Cuba», Hilda María Alonso González
- «Epidemias y temporalidades», Enrique Beldarrain Chaple
A modo de epílogo. Tiempo de confinamiento, ¿presente eterno y/o renovación del futuro?
[1] La obra recoge una selección de los trabajos presentados a un debate sobre las temporalidades, desarrollado los días 18 y 19 de septiembre de 2018, en la sede de la Sociedad Económica de Amigos del País y auspiciado por la SEAP, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas / Iris (Paris), el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba. Índice de la obra al final de este documento.
[2] El llamado régimen de historicidad presupone un orden dominante del tiempo. Su construcción se asienta en la aprehensión y manejo del mismo como categoría propia de las sociedades humanas, y permite explicar la lógica de articulación entre el pasado, el presente y el futuro tanto como el sentido que dicha relación adquiere en una sociedad dada. (Hartog).