El 98 representa el fin de una época de «reenquiciamiento y remolde» de la que surgió una noción de la modernidad cuyos efectos llegan hasta nuestros días. Roto el equilibrio del mundo, con el reparto de las esferas de influencia y de los territorios coloniales y neocoloniales, se sentaron las bases de un nuevo orden que, a la larga, desembocaría en dos guerras mundiales y en los movimientos de liberación nacional de la segunda mitad del siglo XX.

Cuba estuvo en el fiel de ese proceso. La guerra de liberación nacional organizada por José Martí fue convertida por los Estados Unidos en la primera splendid little war de los tiempos modernos en contra del decadente imperio español y, de hecho, del pueblo cubano. Impedidos de entrar en Santiago, excluidos de las conversaciones de paz, los cubanos siguieron siendo marginados incluso en unos códigos que identificaban a esa guerra como hispano-americana, una designación que todavía pervive en libros de textos e investigaciones históricas. Se iniciarían a partir de entonces los «lazos de singular intimidad» con el Norte, en rigor un nuevo esquema de dominación que impactaría de manera decisiva sobre todos los dominios de la vida nacional durante más de medio siglo.

En este número extraordinario, Temas ha convocado a un grupo de estudiosos a reflexionar sobre el alcance e implicaciones de aquel 98, en el entendido de que no se trata de un mero acto académico, sino de un ejercicio de pensar dirigido a entender mejor las raíces del presente.