sábado, 14-12-2024
“Si bien durante el siglo XIX se habían producido considerables mejoras, estas no eran suficientes para considerar como buena la situación de la Isla, particularmente después de una guerra en la que ambas partes habían sufrido un considerable desgaste: la agricultura se había deteriorado, la economía se encontraba estancada y las necesidades mínimas generales de la mayoría de la población estaban insatisfechas. El gobierno español había promovido desde los años 20 de ese siglo, la inmigración extranjera, ya de por sí considerable, a la que se había unido la intensa corriente migratoria del campo a la ciudad. Esta gran cantidad de nuevos residentes en las ciudades —y en particular en La Habana— agudizaba la precaria situación en todo sentido, pero también constituía una considerable mano de obra, lista para emprender la reconstrucción…”
“Pensar una ciudad como La Habana a la distancia de una generación, supone un doble reto: de una parte, imaginar el contexto cubano dentro de unos decenios y, de otra, conjeturar cómo la ciudad, es decir, sus ciudadanos, van a sufrir, asumir o liderear esos cambios. La primera reacción es intentar entrever o construir un contexto a partir del cual se pueda derivar un escenario urbano como su expresión ciudadana. Pero el abanico que se abre es lo suficientemente diverso como para merecer un estudio aparte, puesto que puede ir desde los más locos sueños a los más angustiados temores. Desde La Habana deseada, añorada, esperada, defendida y reconstruida, a La Habana destruida, abandonada, asaltada y vendida por piezas al mejor postor…”
“El equilibrio entre el uso comunitario del espacio público y la expresión de valores estéticos en los atributos arquitectónicos y urbanísticos, fue una de las características básicas de la ciudad colonial, que perduró hasta el siglo XIX. A inicios del siglo XX, la monumentalidad ecléctica cambió la escala de la centralidad, adaptada a los nuevos rituales establecidos por las élites locales…”
La pertinencia social de una política cultural debe atarse a lo primordial, el espacio. Ante las limitaciones burocráticas de la secretaría de Cultura mexicana, la alternativa es vincularse con otras instancias, para que la cultura que posibilita el desarrollo de la mayor parte de los habitantes de la urbe pueda disfrutarse de manera cotidiana, cuyo punto de convergencia es el urbanismo.
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