sábado, 23-11-2024
A finales del siglo XIX la ideología anarquista comenzó a introducirse en Cuba. Desde el inicio la difusión de sus ideales fue el principal modo de atraer a los obreros y la prensa jugó un papel fundamental. El periódico ¡Tierra!, el más importante de su tipo en el país, y el único que se mantuvo a lo largo de la primera mitad del siglo xx, dedicaba sus páginas a difundir los ideales anarquistas y los problemas que aquejaban al movimiento obrero cubano, mientras abogaba por la unidad obrera en la lucha contra el poder estatal. Las diferencias con el movimiento comunista también encontraron espacio en sus páginas y la crítica a este fue uno de los temas recurrentes dentro de la línea editorial de ¡Tierra!
“En la lucha de clases del mundo contemporáneo es común la derrota de los trabajadores que componen el movimiento obrero. Por ello resulta un acontecimiento extraordinario, en especial en el continente americano, el hecho de que por vez primera encontremos a un proletariado vencedor empeñado en escribir su propia historia. Esto ocurre, precisamente, con la historiografía del movimiento obrero cubano en las últimas décadas. Este análisis solo contempla los libros y folletos publicados en el país, de autores cubanos o de otra nacionalidad residentes durante un largo período en Cuba…”
“La desarticulación social marcó a la joven República cubana. Los hacendados apenas tenían otro recurso que confiar la reconstrucción económica del país al capital extranjero. La consolidación y expansión de los intereses españoles también limitó las oportunidades cubanas en el comercio, la industria y las actividades profesionales. Las diferencias nacionales y raciales dividieron a las clases populares. El desempleo, el subempleo y los bajos salarios acompañaron a la expansión del capital extranjero. El malestar de los trabajadores amenazó el orden, de manera que los primeros gobiernos debieron intentar mantener un entorno favorable a las inversiones extranjeras para evitar la intervención norteamericana. Contener a las clases populares se convirtió en la razón sine qua non de la joven República…”
“Desde hace siglo y medio, la «cuestión de los intelectuales» pasó a denotarse como «problema de los intelectuales», y, en algunos lugares y épocas, llegó a constituirse en lo que, parafraseando a Freud, podemos llamar «el malestar de los intelectuales». ¿Por qué «problema»? Puede avanzarse una primera respuesta que parece obvia: la persistencia del tema se debe a una razón de carácter ontológico-social. Dadas las características específicas del modo de producción capitalista, la clase obrera no puede producir natural o espontáneamente, sus propios intelectuales; pero los necesita, porque sin intelectuales no hay movimiento obrero, ni comunista ni revolucionario. Se crea así una dificultad que tiene que superar permanentemente…”
A mediados del siglo xx, en el epicentro de una campaña internacional de los medios de comunicación de la época, se vislumbraba a los jóvenes revolucionarios cubanos y a Fidel Castro, el Robin Hood, como líderes en el enfrentamiento al poder, representado por el régimen político militar. El segundo golpe de Estado de Fulgencio Batista generó una situación revolucionaria cuando en 1952 rompió con el sistema constitucional y el proyecto electoral chibasista...
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Temas es una publicación trimestral, dedicada a la teoría y el análisis de los problemas de la cultura, la ideología y la sociedad contemporánea.
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