sábado, 23-11-2024
El libro Cuba: An American History, de Ada Ferrer, presenta una historia de Cuba desde la colonización española hasta la actualidad, vinculada con la de los Estados Unidos, desde la perspectiva de una investigadora cuya experiencia de vida ha sido la emigración junto a sus padres, lo que se percibe a lo largo de la obra. Es una síntesis en la cual, como ocurre en ese tipo de trabajo general, se seleccionan asuntos a tratar que se consideran fundamentales, por lo cual hay ausencias u omisiones que, en algunos aspectos, afectan una visión más integral. En sentido general, es un texto que repasa más de cinco siglos del devenir cubano, dentro de la relación histórica conflictiva con el vecino del Norte desde la mirada propia de la autora.
"La historiografía revolucionaria cubana tiene orígenes y manifestaciones diversas. De remitimos a la primera mitad del siglo en busca de sus fuentes tendríamos que invocar una diversidad de obras que no tuvieron una proyección revolucionaria. Ahora bien, a los efectos de analizar la relación entre historiografía y proceso revolucionario es preciso tener en cuenta, ante todo, las obras que marcaron un hito con relación a la historiografía de orientación positivista o hegeliana..."
"En Latinoamérica, donde las modas suelen llegar con cierta demora y sufrir pintorescas adaptaciones, la historiografía ha seguido un curso que, si bien no ha sido diferente, exhibe indiscutibles peculiaridades. Pasado el debate en torno a la «dependencia» y los «modos de producción» -en el cual la participación de los historiadores fue relativamente pobre-, el movimiento historiográfico latinoamericano, en algunas de sus manifestaciones más vitales y avanzadas, enrumbó hacia ese territorio de inciertos límites que se ha dado en llamar «historia social»..."
"La confrontación de ideas sobre las distintas tendencias presentes en la historiografía cubana, y los rumbos que se estiman más calificados o pertinentes para los trabajos de indagación histórica sobre nuestra sociedad y país, no se encuentra distanciada de la discusión en torno a la realidad y perspectiva de la mayor de las Antillas en el difícil y contradictorio sistema de circunstancias en que se haya insertada en los días que corren..."
"La historia tiene una muy larga tradición en Cuba: más de doscientos años de haber dado sus primeros vagidos, al decir de los estudiosos. Pocas disciplinas del saber disfrutan en nuestro medio de tal ancianidad. Desde la segunda mitad del siglo XVIII, hombres cultos y sapientes han probado sus armas en trabajos históricos, de los cuales no pocos constituyen obras de recia envergadura. El decursar histórico ha estado siempre presente en la problemática intelectual del país. Con toda justeza puede decirse que el gusto por la historia (mejor expresado, por leer sobre historia) es un componente capital de la psicología del cubano..."
“El año 1898 --decisivo en el destino de Cuba-- y 1998 no están desvinculados. Un hilo histórico los une y peculiares coyunturas los aproximan. Lo que sucedió y podrá suceder en un año y en el otro, pero más aún las respectivas épocas, sus momentos precedentes y posteriores, tienen un signo común marcando los hechos. La expresa intencionalidad del vecino poderoso, los Estados Unidos, de incidir en el curso sociopolítico cubano con la anuencia de anexionistas --conscientes o ingenuos, de entonces y ahora--, centra los riesgos de ambas épocas. Estas realidades tienen una lectura en el campo religioso, e inciden en su comportamiento. Examinarlo desde una perspectiva dialéctica, como aquí se pretende, contribuye a una mejor comprensión de los acontecimientos pasados y presentes…”
Fragmento de la obra del autor, Cuba: la forja de una nación, publicada en 1998 por la Editorial de Ciencias Sociales. “Las intenciones norteamericanas de lograr cuanto antes el desmembramiento del ejército cubano se basaban en que era la institución a la cual se debía temer al ocupar militarmente la Isla, porque posiblemente calculaban que las demás entidades revolucionarias se descompondrían solas o con un poco de maña que emplearan. Por razones obvias, los estadounidenses recelaban de que las fuerzas mambisas, en caso de que esa ocupación se volviera permanente, tomaran las armas contra ellos…”
“Una consecuencia esencial de la intervención de 1898 fue la definitiva instauración de un régimen de comercio preferencial entre Cuba y los Estados Unidos. Con el Tratado de Reciprocidad Comercial concertado en 1902, vendrían a consolidarse ciertas tendencias exhibidas por el comercio exterior cubano en las décadas finales del siglo XIX, principalmente la concentración de la actividad exportadora en el mercado norteamericano. Sin embargo, también se abrirían paso otras, como el creciente control de las importaciones de Cuba por abastecedores estadounidenses, que se habían visto obstruidas por el régimen de comercio colonial de España, e incluso por la superior competitividad que demostraban los productos de otras naciones en el mercado cubano en condiciones normales de concurrencia. Ahora, el trato preferencial establecido bajo la reciprocidad estrecharía la dependencia mercantil de Cuba respecto a los Estados Unidos y contribuiría a modelar una peculiar estructura económica, a la vez que imprimiría su sello distintivo en el proceso de modernización de la sociedad cubana…”
“La derrota española de 1998 frente a la naciente potencia norteamericana sirvió de detonante y generó el pesimismo y el dramatismo que se reflejó en la literatura de la época. El regeneracionismo se convirtió en la fórmula para cambiar la sociedad. Autores contemporáneos señalan que fueron los hombres del 98 los que «inventaron España». La conmemoración del Centenario de 1898 ha suscitado en estos años una serie de valoraciones, opiniones, reproducción de obras de la época, etc., que llevan a una nueva valoración del «desastre», visto a la distancia de cien años. Todos coinciden en que el 98 fue el momento central de la crisis política y social que se venía gestando desde años atrás. A la derrota de la guerra contra los Estados Unidos, por la cual España perdió los restos de su imperio colonial, se le concedió, en su momento, una magnitud muy alta. «¡Más se perdió en Cuba!» fue la frase acuñada que ha perdurado hasta nuestros días…”
“Las conmemoraciones del centenario de la última guerra de independencia (1895-1898) y el fin de la dominación colonial española en Cuba se han convertido en un factor estimulante para el adelanto de algunas apreciaciones sobre el pensamiento de los intelectuales cubanos, que constituye una opción contestataria a las aspiraciones panhispanistas promovidas por los intelectuales liberales españoles (sobre todo después de la «catástrofe» de 1898). Estas valoraciones también pertenecen a un proyecto investigativo más amplio y complejo, en el cual se intentará una reconstrucción de las problemáticas en que se vincularon los intelectuales cubanos y españoles entre 1860 y 1939…”
El propósito de este texto es hacer un breve examen de la constitución del poder revolucionario en los primeros años de la Revolución cubana. Indaga en la capacidad del régimen surgido, tras el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista, para consolidarse y reproducirse en el tiempo. el autor sostiene que ello fue posible, en gran medida, por el carácter extraordinario del poder emanado de una revolución política que deviniera, entre los años 1959 y 1963, un poder social hegemónico al servicio de los intereses de las grandes mayorías del país. Este examen no se propone historiar un período particularmente rico en acontecimientos, sino exponer la lógica del proceso que propició la constitución de un poder revolucionario incontrastable.
“Conversando en un café de Little Havana o en la sala de su casa en Coral Gables, me ha impresionado la estructuración de su discurso, revelador de un largo oficio de periodista. Se detiene en los más arduos temas con un tono casi didáctico, sin rebuscamientos teóricos, aunque con una armazón conceptual y un orden lógico que no abandona, incluso cuando entra en digresiones. La intensidad de sus ideas y la precisión de sus argumentos, muchos de ellos altamente polémicos, se mantienen intactos...”
Muy probablemente, el lector tenga en sus manos la única entrevista que Manuel Ray haya concedido nunca a ninguna publicación, donde se aborden ciertos temas claves para entender la política del anticastrismo. Protagonizada por los Estados Unidos, con la activa participación de otros actores no tan secundarios, esta política compleja se extendería, desde 1959 y la crucial década de los 60, sobre los años posteriores, y haría sentir algunas de sus repercusiones hasta el presente. Aun con sus vericuetos, omisiones y contradicciones, este testimonio tributa al conocimiento de esa larga historia.
En el presente artículo se examinan dos asuntos: las razones por las cuales el gobierno de los Estados Unidos apoyó en forma encubierta a la contrarrevolución cubana y por qué esa política se tornó contraproducente. El gobierno toleró y, en algunos casos, pagó a los emigrados contrarrevolucionarios debido a que, a raíz de la invasión de Bahía de Cochinos, en abril de 1961, los dirigentes políticos norteamericanos no habían ideado otra política factible para derrocar el régimen comunista de Fidel Castro. Los exiliados cubanos llenaron este vacío político.
“En su primer mensaje como ministro de las FAR, Raúl Castro indicó claramente que la Revolución tomaría su defensa en serio: «Nunca estaremos satisfechos hasta que con nuestra organización, y contando siempre con la colaboración irremplazable del pueblo de Cuba, nuestro país pueda hacerse respetar militarmente por pequeños y poderosos». Hizo realidad sus palabras. Estas podían haberse aplicado igualmente a extranjeros y cubanos, porque ya se acumulaban dentro del país aquellos que se oponían, a brazo partido, al experimento revolucionario. Esa oposición ya había tomado las armas y obtenido el apoyo de elementos en los Estados Unidos. Y las relaciones con este país, antes tensas por causas políticas y económicas, esencialmente, ahora verían también la defensa como una fuente importante de conflicto…”
La entrada en Checoslovaquia de fuerzas militares de la Unión Soviética y otros países miembros del Tratado de Varsovia en 1968, así como los sucesos que se derivaron de este hecho, pusieron en grave peligro la seguridad de la nación cubana y sus logros revolucionarios. A cuarenta años de aquellos sucesos, habría que irse mucho más atrás en la historia para explicar juiciosamente lo que había ocurrido en Checoslovaquia y cómo repercutía en Cuba; pero, a los efectos de este artículo, el autor se retrotrae solo a los inicios de la década de los años 60 del siglo XX en la república socialista de Checoslovaquia, cuando el proceso llamado de desestalinización comenzaba a tomar un segundo aire en la Unión Soviética y en los países socialistas de Europa oriental.
Este ensayo pretende comentar los grandes debates de la década de los 60 en Cuba y reflexionar sobre su impacto en las políticas públicas. No se busca hacer un análisis exhaustivo de su contenido, sino más bien dar cuenta del perfil de los actores que participaron y ubicarlos a ellos y a los propios debates en el contexto nacional y la lucha dentro de la Revolución, así como relacionarlos con la situación internacional en la cual se desarrollaron. Las confrontaciones se realizan impulsadas por el propio gobierno o por ciertos actores políticos, con la intención de influir en determinadas decisiones; en este sentido resulta relevante analizar su impacto.
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