miércoles, 03-07-2024
“Con el fin de la Guerra fría, lejos de disminuir, las amenazas a la paz y la seguridad internacional han adquirido mayor complejidad. El fin de la dicotomía Este-Oeste ha dejado ver con más claridad la multiplicidad de problemas y la diversidad de actores con diferentes aspiraciones, que van desde la preservación de valores históricos y culturales de comunidades y naciones, hasta la necesidad de algún tipo de reconocimiento de su identidad, en un contexto de creciente globalización de las relaciones internacionales. Todo esto, además, agravado por profundas desigualdades económicas…”
“El súbito derrumbe «en dominó» de los países socialistas de Europa del Este y la desintegración de la URSS, fueron acontecimientos de un enorme impacto en las relaciones internacionales contemporáneas. A partir de este colapso, se consideró terminado el período conocido como Guerra fría y algunos comenzaron a hablar, con excesivo optimismo, de un nuevo orden mundial más pacífico, armónico y uniforme. Sin embargo, de manera casi inmediata, quedó demostrado que, con la desaparición de la bipolaridad de la etapa de Guerra fría, quedaban anulados algunos acápites dentro de la muy extensa agenda de conflictos a escala mundial; pero se mostró con mucha más fuerza toda una gama de crisis regionales e internas de variada sustentación: económica, política, étnica, religiosa, territorial, ideológica y estratégica…”
“La formación progresiva de la «conciencia del mundo» no es espontánea o primaria; no constituye más que el reflejo del crecimiento de las relaciones y la interdependencia económica de las naciones en la conciencia de las personas. Estas relaciones, por ser de carácter capitalista, se basan en el interés, la ganancia y el dominio de los mercados y están lejos de ser armónicas y felices. Son una permanente fuente potencial de conflictos, con el consiguiente peligro de una «solución» violenta. La primera y segunda guerras mundiales hicieron evidente la necesidad de buscar mecanismos que regulen dichas relaciones y eviten que los conflictos estatales se resuelvan por la violencia. Como respuesta a esta necesidad, surgieron «organizaciones internacionales» como las Naciones Unidas...”
“Al compás de la disolución de la confrontación ideológica global que tipificara más de cuatro décadas de Guerra fría, alcanzan singular protagonismo y relieve conflictos que, bajo el común denominador de la movilización étnica, parecen tomar el relevo de los enfrentamientos interestatales como principal vector de inestabilidad y guerra en nuestros días. En sus diferentes orígenes y formas de manifestación, la beligerancia etnopolítica ensombrece el panorama social, pone en jaque a gobiernos, agobia a las organizaciones internacionales, desafía instituciones y estructuras, erosiona viejos paradigmas y crea focos actuantes o potenciales de sangriento conflicto en las más diversas latitudes. Constituye, por ende, un factor determinante en la política mundial del siglo que termina, y sobran los indicios para suponer que igualmente lo será en el siglo que se inicia…”
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