jueves, 21-11-2024
“La revista Temas me ha pedido escribir un artículo, basado en mi experiencia, sobre la manera en que los visitantes estadounidenses ven a los cubanos y viceversa, pero manteniendo los temas políticos al margen y no en el centro. Mi primera reacción fue pensar que resultaría imposible. Los visitantes estadounidenses van a Cuba a ver lo prohibido. Violan la prohibición de viajar impuesta por su gobierno o, si no, viajan con permiso concedido por motivos relacionados con la política interior o exterior de los Estados Unidos. En la mayor parte de los casos, llegan buscando un sistema distinto que abrazar o que condenar. ¿Acaso pueden examinarse sus impresiones de una forma no política?...”
“Este ensayo tiene, forzosamente, un alcance limitado. No constituye una investigación rigurosa, sino inspirada más bien en el deseo de acentuar que de demostrar. Se trata de abordar la presencia cultural norteamericana en Cuba después del triunfo de la Revolución, y no de estudiar, en sentido estricto, la relación cultural bilateral en tanto canal de dos vías que el propio concepto supone. Un trabajo integral en estos dominios tendría que considerar, pues, la influencia de la cultura cubana en los Estados Unidos --no menos real-- que desde luego preexiste al establecimiento allí de una comunidad cubana después de 1959…”
“Cuando el presidente Clinton firmó, en octubre de 1995, las nuevas regulaciones sobre los viajes a Cuba --que incluían a estudiantes acogidos a programas patrocinados por las universidades como una nueva categoría de ciudadanos norteamericanos que podían optar por licencias para viajar a Cuba--, comencé a explorar casi inmediatamente la posibilidad de llevar a ese país a un grupo de estudiantes de Bates College durante nuestro período académico corto en mayo. Junto con una profesora del Departamento de Español, diseñé un curso interdisciplinario titulado “La Revolución cubana: problemas y perspectivas”, en el cual los estudiantes matriculados podían obtener créditos válidos para historia o español…”
¿Cómo analizaba la CIA y la «comunidad de inteligencia» del gobierno de los Estados Unidos las posibilidades y las realidades de las insurgencias en América Latina entre los años 40 y 80? ¿Cuál fue la visión de esos analistas sobre las acciones de Cuba y la URSS relacionadas con esas insurgencias? Esta compilación ofrece veintitrés documentos de estimación y pronóstico, que fueron clasificados como «secreto» o «alto secreto», ahora desclasificados, dirigidos originalmente para el uso exclusivo de la Casa Blanca y los altos funcionarios del gobierno. Por lo general, los analistas asesoraron acertadamente sobre la política de Cuba frente a insurgencias latinoamericanas; algunos textos reflejaban muy bien la perspectiva de La Habana. Hubo errores también. El peor fue sistemáticamente subestimar los factores internos que propulsaban acciones revolucionarias en cada país; el énfasis siempre fueron los factores externos, Cuba principalmente. Durante las presidencias de Richard Nixon y la segunda de Ronald Reagan, los analistas contrarrestaron la influencia de los «halcones». Sin embargo, bajo la presidencia de John F. Kennedy, impulsaron la gama de sanciones a Cuba, entre otras, terrorismo de Estado, y bajo la primera presidencia de Reagan estimularon una confrontación en Centroamérica y con Cuba, al exagerar el impacto de las acciones de esta. Aun así, a través del tiempo la labor de los analistas fue profesional, cercana a la evidencia, y dispuestos a corregir errores pasados.
“El último lustro de los años 80 y a inicio de los 90, el debate en Cuba y en los Estados Unidos sobre el tema de los estudios cubanos fuera de la Isla —la llamada cubanología o el trabajo de los «cubanistas», como se identifican o autodenominan— tomó especial significado y llamó la atención de numerosos especialistas de las ciencias sociales. La polémica partía de la propia definición a emplear y llegaba hasta el cuestionamiento de esos estudios. Las preguntas eran y siguen siendo múltiples: ¿Qué término usar? ¿A quiénes incluir? ¿Cuál es la objetividad de dichos estudios? ¿Realizan aportes a la comprensión de la realidad nacional? ¿En qué consisten sus principales insuficiencias? ¿Cuál es su significado político-ideológico? ¿Son un mero producto de la Guerra fría? ¿Qué relación guardan con la política de los Estados Unidos hacia Cuba? ¿Hasta qué punto son conocidos en el país? En este breve ensayo se pretende hacer un bosquejo de puntos centrales en la perspectiva del debate en y desde Cuba…”
“Una de las repetidas «verdades» que circula, por lo menos por esta orilla floridana del Estrecho, es que Cuba nunca fue «país de emigración». La historia de la emigración cubana, desde el siglo XIX hasta el presente, se percibe como una manifestación de las condiciones o trastornos políticos en la Isla, que obligaron a personas a abandonar el país y crearon una serie de «destierros» o «exilios», como usualmente nos referimos a esas emigraciones. Esa interpretación de la historia migratoria cubana como una serie de «destierros» con móviles políticos, tiene una cierta base en la realidad objetiva, sobre todo si nos limitamos al flujo más importante: el que se ha encaminado a los Estados Unidos…”
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