lunes, 02-12-2024
“En los años iniciales del proceso revolucionario, se produjo una especie de simbiosis que hizo del teatro un acontecimiento más de la liberación efectiva que estaba teniendo lugar. Entre 1959 y 1969, surgieron decenas de grupos profesionales en todo el país subvencionados por el Estado (en contraste con el total desamparo estatal en que se había desarrollado la escena prerrevolucionaria). Estos nuevos grupos coexistieron con algunas instituciones privadas que venían de la época anterior y que más adelante, en 1967, fueron disueltas por un decreto que pretendió extender a la cultura el objetivo de erradicar los últimos vestigios de la propiedad privada en el país…”
“Si el teatro se afirma por excelencia en la contradicción y la diferencia, ¿cuál no será su condición y su desenvolvimiento en medio de una sociedad que impulsa (y participa de) constantes transformaciones y vive una existencia convulsa? La escena cubana refracta los avatares esenciales de la vida de la nación y es eco de las más significativas ideas, en activo y polémico debate con su tiempo. Existe un vínculo entre la escena y el destino de la nación, que se ha mantenido con altibajos y variantes de carácter dialéctico o coyuntural a lo largo de la historia cubana y que alcanza su clímax con la culminación del largo proceso de luchas que tiene lugar con el triunfo revolucionario…”
“En las últimas tres décadas de nuestro siglo, el mundo ha vivido momentos de profundos cambios en casi todas las esferas de la creación humana. Han cambiado las formas de hacer política, los modos de concebir el intercambio económico, los rumbos ecológicos de la sociedad y, por supuesto, también se han renovado los modos de hacer literatura. El teatro no ha permanecido ajeno a estas transformaciones globales; también participa y se contagia con estos tiempos que corren. Los dramaturgos, los teatristas tientan nuevos métodos y estilos de hacer teatro. Entre estos se encuentra la intertextualidad. ¿Cuál es su verdadero alcance dentro de nuestra creación teatral? ¿Quiénes, entre nuestros autores, han representado este recurso con mayor éxito u originalidad? ¿Significa esta actitud la disolución, la pérdida definitiva de la autoría? ¿Cuáles han sido las experiencias de nuestros dramaturgos, directores y críticos a la hora de asumir tal fenómeno?...”
Este texto obtuvo Mención en el Premio Temas de Ensayo 1998, en la modalidad de Humanidades. “Con su lógica autonomía, al ritmo del país ha vibrado el teatro. Al mismo tiempo, desde distintos referentes ideológicos, técnicos y estéticos, la escena intenta descubrir el alma y los contornos de la Isla. Frente a ese mar de conflictos en que navega Cuba y su teatro [en los años 90], no se discute la utopía, sino “el camino que conduce al Templo”. Ganado el espacio proyectual de un nuevo concepto de nación cubana, la escena se dedica a validarlo, cuestionarlo y hasta objetarlo. Los jirones dejados en ese tránsito por el hombre cubano son la materia del teatro, el centro de indagación del arte cubano contemporáneo, ahora matizado por la vuelta de la Isla hacia sí misma. La Isla como expansión, como tema y como destino, la cubanidad como salvaguarda.
“Cines de estreno, cabarés, cafeterías, restaurantes, artículos de lujo, alternaban con bancos, agencias de viaje y de automóviles, transnacionales petroleras en la zona de La Rampa, volcada hacia el Malecón, lo que facilitaba el rápido movimiento de los vehículos. Allí estaba el emporio de la radio y después de la televisión. En unas pocas cuadras se concentraba la imagen simbólica de la modernidad, una Nueva York a escala minúscula, dependiente y provinciana. Las demandas del consumo hacían olvidar el sabroso confort de los moribundos cafés de la Habana Vieja. Más allá del cine, el imperio de la visualidad se imponía en las revistas ilustradas a la manera de los seguidores de Cartier-Bresson. A la vuelta de los 50, en la microcosmópolis, en la microzona rosa, irrumpió de repente el teatro…”
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