“Antes del apogeo espectacular de un término que ha producido un verdadero frenesí de actualización en la crítica literaria y artística, un crítico latinoamericano de reconocidos méritos afirmó: «Y nosotros, moradores de regiones periféricas, espectadores de segunda fila ante una representación en la que muy pocas veces participamos, vemos de pronto, cambiado el libreto. No terminamos aún de ser modernos —tanto esfuerzo que nos ha costado— y ya debemos ser posmodernos». Más allá del tono hiperbólico de esta afirmación —remedo del desconcierto que en mayor o menor medida ha provocado la irrupción del posmodernismo— una verdad sutil se esconde tras esta paródica teatralización de la recepción latinoamericana de lo posmoderno…”