viernes, 11-10-2024
El artículo reconstruye el proceso de radicalización de la derecha ecuatoriana como legado histórico de un ciclo estatal hegemonizado por la izquierda populista entre 2007-2017. El análisis se detiene en dos momentos: las dinámicas de antagonismo político entre las fuerzas neoliberales y el gobierno posneoliberal de Rafael Correa (2010-2016); la captura del poder (2017-2020) y el ejercicio gubernativo de la derecha criolla bajo la presidencia de Guillermo Lasso (2021). Tal perspectiva procesual permite observar que: a) la confrontación al «populismo neodesarrollista» no siempre asumió formas extremas; y b) la radicalización se despliega de modo escalonado en diversas arenas sociales y políticas, pero tiende a acelerarse una vez que desemboca en el control del poder político.
En el presente, hablar de izquierdas y derechas en Cuba apunta a una cuestión de creciente relevancia: la representación política. Quizás su mejor expresión sea la disociación entre poder y proyecto revolucionario. Se trata de un disenso que ha ganado fuerza tras la crisis y reajuste de los años 90, y que ha hallado suelo fértil en una sociedad cada vez más desigual y diferenciada. Ante el desgaste de las estructuras y mecanismos de participación, la desintegración del sistema soviético agudizó la crisis del modelo socialista y propició diversas perspectivas sobre el proyecto social. Un espacio público menos sujeto al control estatal sobre la reproducción de ideas coexiste hoy con una comunidad y un entorno digital y social transnacionalizados.
“La historia política y de las ideas cubana de los últimos 70 años registra una extraordinaria paradoja en lo tocante al tema de la izquierda. Los sentimientos e ideas de izquierda se arraigaron durante la Revolución del 30; después, la gran revolución que triunfó en 1959 legitimó y multiplicó esas ideas y sentimientos, y los ligó a innumerables aspectos de la vida de las personas y del país. Pero esa larga historia ha sido responsable, a la vez, del ensombrecimiento del tema de la izquierda, que comenzó desde el fin de la Revolución del 30. La gran revolución que promovió avances inmensos de la cultura política cubana --signados todos por la pertenencia de izquierda terminó por agudizar al extremo esa paradoja…”
“En relación con la democracia es donde ha habido cambios más profundos en la izquierda latinoamericana desde el triunfo de la Revolución cubana hasta hoy. Desilusionada de la democracia burguesa o «democracia de los cinco minutos», que reduce la democracia al acto de votar cada equis cantidad de años por un miembro de la clase dominante que debería representar los intereses de los electores, influida por una formación marxista-leninista dogmática y por una lectura simplificada de la Revolución cubana, o movida por una concepción vanguardista del proceso revolucionario, una parte importante de la izquierda marxista-leninista latinoamericana de la década de los 60 y los 70, al denunciar los límites de la democracia representativa burguesa, terminó por dejar en manos de la derecha la bandera de la democracia…”
“He decidido poner en el centro del análisis las más notables vacuidades y falsificaciones que se han tejido sobre la democracia y sobre otro concepto extraordinariamente rico y también vulgarizado: el de república. Es sorprendente comprobar cómo incluso políticos, politólogos y juristas que se califican de izquierdistas son víctimas de las manipulaciones y adulteraciones establecidas al respecto. Creo que en las condiciones del mundo de hoy, y en medio de la todavía imperante desorientación de las izquierdas, es un esfuerzo que vale la pena. Es justo empezar a descorrer los telones y evitar que se siga llamando democracia a un verdadero desmedro de la voluntad popular, como está ocurriendo en la práctica y en el pensamiento político del mundo occidental…”
“El concepto de “movimientos sociales” originado en los años 60 y los 70, incluye desde los movimientos contra la opresión de la mujer, los negros, las lesbianas, los gays, hasta los relacionados con la ecología, el desarme y otros. La idea de que solo quienes sufren una forma específica de opresión son capaces de definirla o de luchar contra ella, es medular en esta estrategia para el cambio social, que recientemente ha sido llevada a sus últimas consecuencias mediante el desarrollo del concepto de «política de identidad». Según este razonamiento, se deduce que cada grupo de oprimidos debería poseer un movimiento propio, inequívoco y separado que, por tanto, tiende a organizarse sobre bases de «autonomía» e independencia, entre ellos mismos y respecto al movimiento socialista. También manifiestan la tendencia a organizarse con independencia de las diferencias de clase. Pero esta lógica es errónea…”
“Hoy las izquierdas latinoamericanas reconstruyen sus propuestas políticas a tenor de las exigencias sociales y morales que caracterizan a un continente donde la desigualdad y la pobreza alcanzan magnitudes intolerables, que retan los límites de la paciencia popular. Con esto, al cabo de una larga experiencia cabe preguntarse, ¿cuántos de los temas tradicionalmente discutidos y de los instrumentos en que antes nos hemos apoyado justificaron la atención dispensada, y cuántos todavía influyen en la organización de nuestras prácticas? ¿Cómo esto incide sobre la actual decantación de las perspectivas latinoamericanas de izquierda?”
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