miércoles, 03-07-2024
Para entender lo que ocurre con la izquierda mexicana en el sexenio presidencial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) resulta esclarecedor contrastar el momento actual con dos circunstancias: una, a mediados de los años 30, a la sombra de un gobierno que impulsó profundas reformas sociales mientras institucionalizaba y disciplinaba los movimientos obrero y campesino; segundo, en la coyuntura de 1988-89 cuando, al calor de las protestas por el fraude electoral en contra de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, las principales organizaciones socialistas mexicanas se disolvieron en el seno del Partido de Revolución Democrática (PRD). Se trata de evidenciar, por analogía, un trazo grueso y fundamental que demuestre un acontecimiento recurrente en la historia mexicana.
“Apenas unos meses después de la victoria de Fidel Castro se produjo un acercamiento a África, el continente que estaba empezando a recobrar su libertad. Che Guevara y Raúl Castro viajaron a El Cairo en junio de 1959 y julio de 1960, respectivamente, y Fidel Castro pronunció un discurso en Naciones Unidas en septiembre de 1960, en el que trató elocuentemente los problemas africanos. Se establecieron cordiales relaciones con unos cuantos países africanos, sobre todo Egipto, Ghana y Guinea; y especialmente con Argelia, que fue el primer amor de Cuba en África. Cuba le brindó ayuda tanto militar como civil, desde antes de que venciera el Frente Argelino de Liberación Nacional (FLN). La historia de la relación de Cuba con Argelia rompe con el estereotipo sobre la política exterior cubana que prevalece en los Estados Unidos y en muchas capitales europeas…”
“Para algunos especialistas el «pesimismo» y «confusión» reinantes a principios de este siglo en Cuba condujo a numerosos malentendidos; a pesar de ello, «independentistas» y «anexionistas» han figurado en la historiografía como bandos escindidos e identificables, portadores de programas nítidos y radicalmente desiguales. Sin embargo, textos referidos al curso sociopolítico de la nación, compuestos por la intelectualidad entre 1902 y 1930, estuvieron cargados de medias tintas, lo que hace pensar en la preminencia de un discurso oscilante, desprovisto de esa bipolaridad que se le confiere…”
“Este trabajo tiene dos motivaciones diferentes entre sí, y quizás complementarias. La primera es vivencial: mis recuerdos de niño y adolescente acerca de lo que podría llamarse el arsenal simbólico del nacionalismo. Nuestra educación cívica se forjaba con ayuda de la narración y la exaltación de las luchas revolucionarias por la independencia. Mi otra fuente de motivación es el enorme avance de los estudios historiográficos en las últimas décadas. A su luz, la cuestión de la evolución histórica del nacionalismo cubano se tornó un tema favorecido y hoy es tema de aportes variados y, por fortuna, de debates. Mi pretensión es analizar dos libros escritos durante aquel período, aunque sumamente distantes uno del otro, y hacer algunos comentarios sobre el contenido y las funciones, las incongruencias, tensiones y contradicciones afrontadas por el nacionalismo para ser eficaz como cemento de la construcción nacional en el momento histórico más cercano a aquella: la primera República cubana…”
“¿Cómo puede evitar la puesta en práctica del multiculturalismo operar al nivel de la representación estética de los muchos rostros de la nación? ¿Cómo puede la práctica del multiculturalismo evitar su dispersión e inclusión en la función socializadora de la escuela, que ha permanecido inmutable en su misión de engendrar «el tipo correcto de orgullo nacional?». Según la lógica del multiculturalismo, ¿quién sentiría este «orgullo nacional», habida cuenta de que, en sus respectivas culturas, individuos y grupos diferentes tienen versiones diferentes de la nación? Estas son algunas de las cuestiones que serán abordadas en este ensayo. Sin querer que parezca que me estoy pronunciando contra los objetivos del multiculturalismo en cuanto al otorgamiento de derechos políticos, examinaré los proyectos de dos de sus más influyentes propugnadores norteamericanos…”
“Probablemente uno de los puntos en los que existe, en la actualidad, un mayor acuerdo, sea el de que eso que solemos llamar actividad política debe tener lugar en el marco de la democracia. El acuerdo es tan grande como sorprendente. Porque, sin entrar ahora en su análisis, resulta llamativa la constatación, llevada a cabo por reputados científicos sociales, de que en todo el mundo sectores procedentes del autoritarismo conservador más antidemocrático están asumiendo el modelo de la democracia —aunque, eso sí, sin abdicar de su pasado. En cierto modo, pues, podríamos decir que la cuestión política ha terminado, en el mundo de hoy, por identificarse con la cuestión democrática…”
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