martes, 03-12-2024
La profunda y prolongada experiencia de desarrollo capitalista neoliberal chilena produce un cambio drástico en la estructura social, así como en las modalidades de explotación, lo que conduce a nuevos patrones de conflicto que se expresan en forma gravitante en la revuelta popular reciente. Este panorama se acompaña de profundos cambios en la cultura política, lo cual, junto a lo anterior, plantea desafíos de actualización a los idearios de emancipación de la izquierda.
El artículo reconstruye el proceso de radicalización de la derecha ecuatoriana como legado histórico de un ciclo estatal hegemonizado por la izquierda populista entre 2007-2017. El análisis se detiene en dos momentos: las dinámicas de antagonismo político entre las fuerzas neoliberales y el gobierno posneoliberal de Rafael Correa (2010-2016); la captura del poder (2017-2020) y el ejercicio gubernativo de la derecha criolla bajo la presidencia de Guillermo Lasso (2021). Tal perspectiva procesual permite observar que: a) la confrontación al «populismo neodesarrollista» no siempre asumió formas extremas; y b) la radicalización se despliega de modo escalonado en diversas arenas sociales y políticas, pero tiende a acelerarse una vez que desemboca en el control del poder político.
¿A qué fenómeno de la actualidad se alude bajo el término de globalización?; ¿cuál sería su carácter?; ¿bajo qué criterios podríamos caracterizarla en los medios académicos y en términos políticos?, ¿cómo ocurre en el centro y en la periferia?, ¿qué relación guarda con las políticas neoliberales?
“Nosotros, Superiores Provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina y el Caribe, siguiendo el llamado de la Congregación General 34 a profundizar nuestra misión fe-justicia, queremos compartir con todos los que participan de la misión apostólica de la Compañía de Jesús en el continente y todas aquellas personas preocupadas y comprometidas con la suerte de nuestro pueblo, especialmente los más pobres, algunas reflexiones sobre el llamado neo liberalismo en nuestros países. Nos resistimos a aceptar tranquilamente que las medidas económicas aplicadas en los últimos años en todos los países latinoamericanos y el Caribe, sean la única manera posible de orientar la economía y que el empobrecimiento de millones de latinoamericanos sea un costo irremediable de un futuro crecimiento…”
El activismo académico antirracista plantea preguntas urgentes sobre el papel de las universidades contemporáneas y los académicos que trabajan en ellas. Mientras profundas crisis sociorraciales chocan con movilizaciones antirracistas masivas, este libro se centra en las prácticas de académicos que trabajan dentro y en contra de sus instituciones en pos de la justicia social antirracista. En medio de una dura crítica del carácter neoliberal e imperial de la universidad, Joseph-Salisbury y Connelly sitúan la universidad como un espacio en disputa, lleno de contradicciones y tensiones. Basándose en datos empíricos originales, el libro considera cómo los activistas académicos antirracistas sortean barreras y reacciones negativas para aprovechar las oportunidades y recursos de la universidad al servicio de las comunidades de resistencia. Al mostrar que las prácticas del activismo académico antirracista son complejas, diversas y multifacéticas, y prestar especial atención a cómo los activistas académicos lidian con sus propias complicidades en los daños perpetrados y perpetuados por las instituciones de educación superior, este libro, y el manifiesto representado en el último capítulo, es un llamado a las armas para los académicos que están, o quieren estar, comprometidos con la justicia social.
“La diversidad en sí misma puede ser fundamento tanto de una genuina unidad de acción desde lo local, de construcción de la alternativa desde abajo, como base de conflictos en la vida cotidiana que se diriman negativamente en favor de la dispersión y la atomización. En consecuencia, surge la necesidad de pensar cómo promover prácticas que permitan visibilizar y concientizar la diversidad, a la vez que se fortalezca, sobre dicho reconocimiento, la ética de la articulación entre los diversos actores, el principio de integración táctico y estratégico, y la unidad sociopolítica consensuada, necesaria al proyecto de emancipación social y dignificación personal, en capacidad de desafiar al orden neoliberal mundializado…”
“A lo largo de los años 80, se produjo un cuadro claramente favorable para el nuevo sindicalismo en Brasil (como movimiento social laborista, con fuerte carácter clasista), que avanzaba en dirección contraria al marco de crisis sindical, ya presente en varios países capitalistas desarrollados. Ya en los últimos años de esa década comenzaban a despuntar las tendencias económicas, políticas e ideológicas causantes de que el sindicalismo brasileño se insertara en la onda regresiva, lo cual fue resultado tanto de la restructuración productiva del capital, que estaba en curso a escala global, como de la emergencia del neoliberalismo y la nueva división internacional del trabajo, que pasó a exigir, con mayor fuerza, cambios significativos a Brasil…”
“Mundialización designa la fase neoliberal del capitalismo, que extiende la ley del valor al conjunto de las poblaciones del globo terráqueo. Al liberalizar los bienes y servicios a escala planetaria, bajo condiciones de enormes desigualdades, este sistema económico amplía las fronteras de la explotación de los recursos naturales y del trabajo hacia los confines del universo y afecta el destino de los pueblos autóctonos…”
“En toda América Latina (como en cualquier parte del Tercer mundo) la globalización contemporánea ha sido asociada con políticas económicas neoliberales y programas de ajuste estructural, y con el abandono de las políticas proteccionistas, populistas y redistributivas de mediados del siglo XX. La globalización ha representado un énfasis en la integración a la economía mundial, al acoger favorablemente las inversiones extrajeras, aumentar las exportaciones y reducir los programas de bienestar social que dependen del Estado…”
La crisis estructural que vive la economía europea es resultado de la subversión de los valores de paz y solidaridad que alumbraron su nacimiento. La subordinación a los intereses imperialistas de la OTAN (especialmente tras los atentados del 11-S) y la crisis de identidad de las organizaciones obreras tras la desaparición del Socialismo Real, han allanado el terreno a políticas neoliberales (“Consenso de Washington”) que han contribuido a recrudecer la crisis y reducir drásticamente los estándares de vida europeos. Con ello se retroalimenta un proceso de creciente desafección ciudadana ante el sueño europeo primigenio de paz, amplias libertades y prosperidad.
“En 1994, Suecia ingresó en la Unión Europea. La socialdemocracia en el poder avanzó en la implementación de la agenda neoliberal con recortes y desregulaciones en el sistema de bienestar, mientras la derecha cambiaba de táctica y se aseguraba las elecciones de 2006 como defensora de aquel modelo de sociedad. En aquellos comicios, los socialdemócratas registraron los niveles de popularidad más bajos desde la década de los años 20. Desde entonces, gobierna una derecha que, sin mucha resistencia popular, ha logrado desvirtuar las metas de igualdad y solidaridad que habían caracterizado al «modelo sueco» a mediados de la década de los 70…”
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