domingo, 24-11-2024
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Hace apenas veinte años, las estaciones de la revolución social latinoamericana se fijaban como derrocamiento de regímenes autoritarios, asalto al poder, nacionalizaciones masivas, partido de vanguardia, guerras civiles, dictadura del proletariado. Hoy los procesos de cambio recorren rutas insospechadas. Iniciados desde plataformas reformistas, la mayoría pronto revela fuertes pugnas entre movimientos políticos por el cambio, y bloques de poder que lo resisten. El discurso renovador no se consuma anunciando una utopía, sino respondiendo a tareas y retos inmediatos: estabilizar la economía nacional, elevar el estándar de vida, combatir la pobreza, modificar las pautas de distribución del ingreso, reducir la desigualdad, afianzar la soberanía nacional, promover el acceso masivo a la salud, la educación, la seguridad social, la vivienda, democratizar el régimen de propiedad. La experiencia de los socialismos históricos enseña que estas conquistas son necesarias, pero no suficientes. El modelo nórdico demuestra que el Estado de bienestar puede proveer políticas sociales avanzadas, sin desprenderse de la lógica capitalista. Una revolución socialista apunta a consolidar nuevas fórmulas de desarrollo más allá de esa lógica estatal paternalista, a subvertir la relación dirigente-dirigido, educador-educando; a crear nuevos espacios de poder para la sociedad civil dentro del Estado; a conmover una cultura política heredada, que fija jerarquías y hábitos de mando entre grupos y clases.
Este número de Temas intenta reunir, como en un caleidoscopio, diversas visiones, casos nacionales, aspectos y dinámicas de algunos procesos en curso, dentro de la vibrante realidad de nuestra región.
Entretemas
Premio Temas de Ensayo 1999, en la modalidad de Humanidades. “Hace más de diez años tuve que redactar para la Historia de la Literatura Cubana un epígrafe sobre un grupo de ensayistas de la época republicana. A esa coyuntura debo mi conocimiento de dos pensadores: Jorge Mañach y Medardo Vitier. ¿Pero cómo era posible que dos obras tan importantes para la cultura cubana hubieran permanecido silenciadas por más de treinta años, incluso en los claustros universitarios y en los medios académicos? La respuesta la sabemos todos: no fueron pensadores marxistas. En el caso de Mañach, su intensa y controvertida actividad política, que lo situó a veces en posiciones de derecha, lo hacían escapar de ciertos esquemas ideológicos que mediaban entonces el análisis cultural, y se le vinculaba directamente con la expresión de un ideario burgués. Razones ninguna de peso suficiente para extirpar de nuestra cultura nacional a dos de sus más lúcidos exponentes..."
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