jueves, 21-11-2024
El blog de la revista Temas
Sobre el tempo agrícola
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Estimado equipo de Temas:
Ante todo, quiero expresarles mi agradecimiento por la invitación a aportar algunas ideas al debate sobre la industria azucarera el pasado 25 de enero. Aunque me perdí los minutos finales, me hubiese interesado conocer si el peligro de que se reproduzca el modelo de la economía insular de Barbados,[1] donde el azúcar y su entorno son apenas una reliquia museográfica, es verdadero. En realidad, casi salí dejando una zapatilla por temor a perder el gascar[2] (¿existe el término o es mi desmemoria?), que no me hubiera esperado para regresar aquella tarde a mi casa. Me fui, sin embargo, con el propósito de escribir un comentario, para intentar resumir mejor que en mi intervención, las ideas elaboradas para esa ocasión y que después decidí no tener en cuenta.
Pero la cotidianidad en nuestro país es muy fuerte y luchar contra ella en ocasiones resulta una tarea para Tántalo. Pasaron los días y me decidí con tristeza a pasar la hoja sobre necesidades perentorias de escritura, como tantas veces sucede, cuando tropecé con un viejo apunte de lectura del geógrafo y demógrafo francés Pierre George (1909-2006). Fue su inesperada reaparición en mi horizonte inmediato la que me dio un nuevo aliento para retomar la idea.
Escribía Pierre George, a principios de los 50, que el tempo[3] agrícola es más lento que el industrial:
Sea cual fuere el tipo de país considerado, las transformaciones no se efectúan siguiendo procesos simples y mecánicos, sociedad y economía rural presentan múltiples caracteres de inercia, y las reacciones […] son muy variadas. La observación de múltiples casos particulares demuestra que los ritmos de transformación de las actividades agrícolas son mucho más lentos que los de la evolución industrial. El resultado es que el campo conserva los arcaísmos durante más tiempo […] En distancias relativamente cortas se pueden observar formas muy diferentes de trabajo y muy distintas relaciones económicas y sociales.[4]
Sugiero prestar atención al asunto de las relaciones sociales, que enlaza la idea del tempo con la pregunta que define el tema principal del debate: “¿Desaparecerá la industria azucarera?”. Pero leamos un poco más:
La primera explicación posible de esta circunstancia reside en el hecho de que, mientras la evolución de la producción industrial exige transformaciones radicales de la estructura de la empresa y de la sociedad, la producción agrícola puede acomodarse, durante un plazo más o menos largo, a la persistencia de formas antiguas de explotación y de relaciones sociales….
Una segunda razón consiste en la conservación, al margen de la producción destinada a los mercados de la economía industrial, de formas de economía familiar con un amplio sector de autoconsumo, las cuales prolongan, con variantes más o menos sensibles, las formas de producción preindustriales. [5]
La existencia de una continuidad demostrada entre diferentes momentos de la Historia es el terreno de la historia de las mentalidades, una corriente historiográfica que, aunque ya un tanto pasada de moda, continúa emitiendo resonancias para los historiadores culturales, por su interés en las ideas de largo plazo instaladas en todas las sociedades, según la interpretación de Fernand Braudel. A este respecto PG agrega que:
En cada circunstancia, a los factores materiales de la producción agrícola se añaden factores psicológicos que proceden del carácter ancestral y de la larga continuidad de la agricultura en un determinado medio. Tradiciones y ritos ocupan un lugar importante en las sociedades y en la economía agrícola, que no tienen parangón posible dentro del cuadro de la economía y de la sociedad industrial.[6]
Según pude entender de la lectura del capítulo, y traduciendo sus palabras a un lenguaje más cercano al debate cultural, infiero que en las costumbres domésticas de los campesinos o las personas asentadas en lugares rurales y semi rurales, perviven prácticas productivas no controladas por el mercado, sino por la cultura, lo cual me pareció una idea fecunda para pensar la cultura azucarera en términos de sistema cultural y de su sobrevivencia o posible reproducción. Y esto está íntimamente relacionado con la pregunta invocada.
Lo que está sucediendo en estos días en los alrededores de París y otras ciudades del primer mundo —esas manadas de tractores que quieren acercarse a las capitales y no los dejan, porque reclaman su derecho a manifestar desacuerdo con los términos del mercado global actual— me hace pensar en los excesos a los que el hipertrofiado capitalismo ha llegado, al punto de haber logrado alentar hasta una rebelión simbólica de productores particularmente apreciados y respaldados por las economías más desarrolladas hasta el siglo XX. Es un hecho que también trae a mi memoria aquella parábola que Fidel nos regaló en el 59 cuando mandó a parquear centenares de tractores en la Plaza de la Revolución, una imagen arrolladora que Reinaldo Funes eligió para la portada de un libro que acabo de reseñar.[7]
Pero volvamos al propósito principal que me anima: poner en orden algunos criterios para intentar dar respuesta a la pregunta central del panel del Último Jueves, cuyas ideas centrales me atrevo a reseñar aquí sin ánimo de capitalizar, sino de resumir un conjunto de aspectos tomados al vuelo durante las intervenciones de los panelistas.
Sobre los problemas y posibles causas de deterioro que asedian a la industria azucarera cubana se mencionaron sin solución de continuidad: la pérdida de un mercado seguro (primero Estados Unidos, luego la URSS), los malos pronósticos sobre el comportamiento de los precios, la ruptura de la intensidad productiva provocada por la TAR,[8] el bajo precio asignado a la producción de caña hoy, si se compara con los de otros productos del agro, directamente comercializables, el desplazamiento de fuerza de trabajo, el vaciamiento del campo, el esquema de financiamiento obsoleto, entre otros factores. Todos ellos de signo negativo para el desarrollo azucarero al que se aspira en el futuro inmediato y mediato.
En términos más propiamente financieros, se habló también de la descapitalización que se produjo en los 90, de la ruda realidad competitiva de las cadenas globales de valor que manejan el mercado internacional en la actualidad, rigen la competencia y constituyen un verdadero freno para lograr un desarrollo integral de la industria, de acuerdo al esquema estratégico vigente; esas cadenas imponen la búsqueda de soluciones más modestas a través de proyectos puntuales bien diseñados y adecuadamente gestionados y apoyados desde la base; otros factores mencionados son las fluctuaciones en el pago de las deudas con los inversionistas, la necesidad de garantizar condiciones óptimas para el desarrollo de algunos territorios, y sobre todo la recomendación de olvidar por inaplicable en las actuales condiciones del mercado y del consumo internacional de azúcar, la aspiración a apostar por volver a contar con una industria totalmente centrada en producir azúcar suficiente para garantizar el consumo nacional y vender el resto en el mercado internacional, cuando en realidad lo que se requiere ahora es que proyectos puntuales miren hacia territorios y necesidades concretas, garanticen el pago de las deudas, la generación eléctrica y, además de azúcar, se complementen con co-productos (interesante propuesta conceptual) para hacer más flexible la idea tradicional que todos tenemos de lo que debe ser un buen desarrollo azucarero, derivada de un pensamiento ya hoy inoperante.
Por lo que escuché, las nuevas condiciones exigen descentralizar, ganar en autonomía, financiar por tramos productivos, desarrollar la rica gama de industrias de derivados, y pensar en exportaciones puntuales de azúcar a buen precio, según demanda. Sobre todo, pensar en términos no solo de azúcar, sino de LO azucarero como un universo de potencialidades a nuestro alcance si logramos dinamitar mentalidades pasatistas, en suma, pensar en pequeño y no en grande e inasible, nuestras potencialidades de lograr un relanzamiento azucarero que responda a las necesidades y posibilidades actuales.
Hasta aquí, muy sintetizadas, algunas ideas centrales del rico debate que tuvo lugar, reproducidas con el interés de acercar la comprensión de estos problemas complejos a todos aquellos lectores que no hayan tenido la suerte que he tenido de haberme familiarizado bastante con los problemas del debate azucarero para permitirme “traducir” para ellos algo de lo que entendí.
Pero deseo insistir en los criterios que me propuse transmitir en la intervención durante el debate, donde amablemente un colega del panel me cedió su turno de palabra.
La idea es bastante sencilla, obvia, y no dejó de mencionarse. Está fecundada por numerosas lecturas de las cuales se derivan conceptos que perfectamente podrían aplicarse a un análisis sociocultural de la cuestión como: reproducción, enfoque sistémico, experiencia social y otros. De la ampliación de la perspectiva teórica —incluyendo lo sociocultural— se deriva sobre todo la importancia de reconocer, aceptar, incorporar la centralidad del ser humano en todo proceso productivo. Si no resaltamos el valor del factor humano y sus circunstancias concretas en microproyectos para el desarrollo, en los cuales se cuente con todos los recursos necesarios, correremos el riesgo —como apuntó el economista Lázaro Peña en su intervención— de caer en “malos pronósticos” y en resultados inestables e ineficientes, por la aparición de situaciones imprevistas. Cualquier proyecto de desarrollo azucarero y en general agrícola o agropecuario, debe partir de los recursos humanos, sus aspiraciones y la disponibilidad de integrarse en algo que involucra al ser humano en lo personal y lo familiar, al igual que al ambiente natural. Y el “tempo” es una categoría que permite tomar en cuenta la dinámica de las relaciones sociales y sus resultados.
Deseo agregar, ya para terminar, una idea metodológica. Se refiere al pedigrí de las ideas que, en el caso de este breve artículo, alude a hechos aparentemente desconectados que finalmente se interfecundaron en la memoria activa de quien escribe. De no haber sido porque, en los años 60, Juan Pérez de la Riva despertó mi sensibilidad sobre los significados del espacio geográfico que nos acoge; en los 70, Rafael Hernández me mostró las posibilidades infinitas de la expresión escrita del pensamiento; en los 80, Manuel Moreno Fraginals me ilustró sobre la condición de las ideas, más hijas de su tiempo que de sus padres, como los niños; y, en los 2000, Oscar Zanetti llamó mi atención acerca de las implicaciones histórico-culturales de la TAR, quizás mi pensamiento no hubiera dado todas las volteretas necesarias para enlazar tantas ideas dispersas y desembocar en una visión sentida del mundo de los guajiros azucareros.[9]
Termino con unas breves constataciones: el tempo (movimiento y sobre todo ritmo) de la Historia es el demiurgo que rige todas las confluencias, el desempeño social y profesional de las personas es el resultado de las interacciones sociales en un espacio y en un tiempo histórico, aunque la mayor parte del camino vayamos a ciegas. Y donde hubo vida laboriosa pero no quedaron testigos ni matrices fecundables, será preciso empezar todo de cero, sabiendo que las condiciones del mercado nunca serán las mismas. Se precisa desarrollar un pensamiento colectivo flexible, contar con muchos recursos benevolentes y con el co-trabajo de toda la experiencia posible.
Muchas gracias por esta segunda oportunidad.
12 de febrero 2024
[3] Tempo: término del lenguaje musical que ha sido incorporado a los estudios literarios para referirse al ritmo que un creador atribuye al desarrollo de una acción novelística o cinematográfica. Diccionario Petit Robert, Paris, 1972.
[4] George, P. (1964), Compendio de geografía económica, La Habana: Editorial Nacional de Cuba, p. 274.
[5] Ídem.
[6] Ibídem, 275.
[7] Funes, R. (2019) Nuestro viaje a la luna. La idea de la transformación de la naturaleza de Cuba durante la Guerra Fría, La Habana: Casa de las Américas.
[8] TAR: Tarea Alvaro Reynoso, nombre por el que se conoce el proceso de compactación de los efectivos de la industria azucarera, puesto en marcha a principios de este siglo. Al respecto ver, de mi autoría, “El cierre de centrales azucareros en el 2002 desde la perspectiva de los trabajadores”, publicado en Massón, C. (comp.) (2017) Cultura: debate y reflexión. Anuario Instituto Cubano de Investigación Cultural, La Habana: ICID, 101-21.
[9] Clara alusión a mi ensayo Guajiros del siglo XXI (La Habana: Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2012).
Foto de portada: Pedro Pablo Chaviano/Revista Temas.
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