jueves, 21-11-2024
El blog de la revista Temas
Tres octubres sin Juan Valdés
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"...¿cómo se pararía frente a la realidad cubana actual? ¿Cómo caracterizaría las decisiones de la dirigencia cubana? ¿Qué opciones viables propondría? No podemos saberlo con certeza. Tal vez sirva tomar algunos de los desafíos que ya existían antes de 2021 y que hoy han crecido..."
Juan Valdes Paz murió el 26 de octubre de 2021. Cada vez es más visible el espacio vacío que dejó su ausencia para explicar Cuba. La isla cuya historia y realidad política y social Juan analizó como pocos, la Cuba de grandes avances que describió con precisión y a cuyos absurdos les encontró ciertas razones, esa Cuba ha cambiado en estos tres años. No ha cambiado su poderoso enemigo externo, que Juan nunca soslayó ni subestimó. Pero el país se ha llenado de nuevas preguntas.
Las muchas personas cubanas y de otras tierras que disfrutamos la amistad de Juan, su calidad humana, su humor y su agudeza, con frecuencia tratamos de imaginar cuál sería su posición ahora. Seguramente seguiría al lado de su inseparable Daisy, luciendo su vozarrón, viviendo en La Víbora, militando en el partido. Pero ¿cómo se pararía frente a la realidad cubana actual? ¿Cómo caracterizaría las decisiones de la dirigencia cubana? ¿Qué opciones viables propondría? No podemos saberlo con certeza. Tal vez sirva tomar algunos de los desafíos que ya existían antes de 2021 y que hoy han crecido; y recordar afirmaciones y preguntas que hizo Juan sobre ellos, en distintos momentos. No son necesariamente los desafíos más importantes, son ejemplos que bosquejan una mirada lúcida y comprometida, entrañable, que hoy nos hace falta.
Autogestión, participación social, burocracia
“La transición socialista supone un modelo orientado hacia la autogestión y el autogobierno, es decir, hacia la participación creciente de la ciudadanía en todas las esferas de la gestión social. …La ideología que acompaña al actual orden institucional cubano tiende a identificar al socialismo con sus instituciones estatales y, de hecho, a centrar en ellas todas las relaciones de poder. Los procesos de desestatización iniciados en años recientes, principalmente en el sistema económico, no han alterado ese rasgo del socialismo cubano. Este excesivo peso del Estado no obsta para que se le reconozca como la fundamental institución en la defensa de la nación y el orden revolucionario.”
“En gran medida, el orden institucional muestra una alta centralización en todos los sistemas de la sociedad, lo cual es en parte un efecto de las condiciones en que se desenvuelven —constricciones externas, planificación centralizada, necesidades de la defensa, etc.— y en parte, también, un efecto de su diseño institucional, así como de la alta centralización del poder político. Los avances en la descentralización de facultades, de recursos e información, a favor de sectores no estatales o de instancias locales del Estado, han sido más que insuficientes.”
“El objetivo sistémico de la participación popular en todos sus momentos, y de manera creciente en la toma de decisiones, se ha visto bloqueado por la tendencia burocrática de las instituciones de cada sistema, entendida ésta no tan sólo como un supernumerario de funcionarios y procedimientos, sino como la toma de decisiones sin control democrático. Los avances en la descentralización y racionalización en las instituciones de los sistemas político y económico han sido insuficientes para lograr un mayor retroceso de la burocratización”.[1]
Sobre las formas de propiedad
“Después de una experiencia de estatización abrumadora de casi todas las actividades sociales —puesto que indudablemente, entre todas las experiencias de socialismo real, la nuestra ha sido la más estatizada—, se plantea la necesidad de constituir actores económicos no estatales. Las formas fundamentales en que esto se ha expresado son la demanda de una mayor participación de la gestión privada en la economía y la necesidad de utilizar de una manera más extensa las formas cooperativas de organización económica.”
“…La propiedad más “privada” en Cuba, por decirlo de alguna manera, es la propiedad campesina sobre la tierra, tierra que les entregó la Revolución en la primera Ley de Reforma Agraria. Pero ya desde su nacimiento no era una propiedad romana, sino una propiedad que se entregaba con derechos limitados: no se puede vender la tierra, no puede ser heredada si los herederos no son productores, no se puede hipotecar, no puede hacerse un uso arbitrario del suelo, etcétera; es decir, que esta forma de propiedad nació con un recorte de los derechos domínicos y así ha sucedido con las distintas formas”.
“…El problema histórico a revelar ya no es tanto definir una estructura de propiedad, sino la tendencia que ha tenido el Estado a violentar los derechos domínicos de todas esas formas de propiedad. Hemos admitido la experiencia de formas cooperativas, están reconocidas institucionalmente, están reconocidas en el derecho civil; pero si se observa el entramado real en que se hallan esas cooperativas, de disposiciones legales, normativas ministeriales, decisiones administrativas, etcétera, resulta que los derechos jurídicos no son nada y, en realidad, no tiene mucho sentido hablar de “propiedad cooperativa” en ese caso.” [2]
“El campesino era uno de los sujetos beneficiados por la revolución, la que le dio la tierra, lo reconocía como ciudadano, lo hacía participar de todos los bienes públicos que el socialismo ofrecía: salud, educación, cultura, deporte, etc. ¿Y por qué no iba a querer ser privado y socialista? Ahora, el desafío es que estos sectores pueden no encontrar articulación, incluso llegar a acumular recursos que les permitan financiar su desarticulación, pagar un maestro extra, un deporte extra, un servicio médico extra, una oferta de bienes extra, pueden salirse de la oferta social, que no necesiten nada del sector público.”[3]
Cultura política y diferentes generaciones
“(En los años 60s) la enorme participación social fue la premisa de una nueva cultura política y del contrato entre el poder y la sociedad …El núcleo duro de esta cultura política fue desde entonces la intransigencia en los principios, la unidad del pueblo, la confianza en la fuerza irreductible de las masas y la sostenida voluntad de llevar adelante un proyecto propio de sociedad.”[4]
“El privilegio histórico de un poder revolucionario conquistado y ejercido por jóvenes marcó al proceso con su energía, audacia y creatividad; pero medio siglo después ese poder era ejercido por una generación envejecida, de más de setenta años. Una insuficiente rotación de las élites y el bloqueo a una sucesión generacional ordenada acumularon uno de los mayores problemas del sistema político cubano actual: la subrepresentación de las nuevas generaciones en posiciones de poder.”[5]
“En la sociedad están coexistiendo seis generaciones políticas identificables y probablemente hay una séptima en formación. Las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta igual, y las dos últimas peor; el gap generacional es un hecho. Nosotros tenemos que aculturar a las nuevas generaciones en el socialismo; también a algunos sectores de las viejas, actualmente atravesadas por fuertes sentimientos de frustración, renuncia y cansancio. Esa es la verdadera batalla de ideas.”
“…Hasta el Período Especial, la ideología dominante era que el destino de todos, el mío en particular, el de mi familia, estaba ligado al de la nación; ella era la locomotora, tiraba de todos, si el país progresaba todos progresábamos. …En aquel momento era el proyecto socialista el que permitía realizar a la nación, la que no lograría sobreponerse al adverso entorno internacional ni resistir a la agresión, sin el socialismo. Es decir, éramos socialistas para realizar el proyecto de nación. ¿Qué fue lo que sucedió? Se paró el tren, no se mueve o retrocede. …Un sector importante de la población comenzó a pasar a estrategias individuales. Entonces eran de sobrevivencia, pero ahora son de ascenso social. No obstante, todavía hay un grupo mayoritario de la población que no progresará si el país no lo hace.”[6]
“…Hay que cambiar el discurso hegemónico…Tenemos un problema con las nuevas generaciones, pero no porque sean oposición como querría el enemigo, sino porque tienden a la anomia política. No son oposición, pero no les interesa la política. Por supuesto que hay que educarles para que tengan sensibilidad sobre las conquistas históricas de la revolución…pero también hay que tomar cuenta que esa generación tiene nuevas expectativas.”[7]
La desigualdad
“El crecimiento del patrón de desigualdad de la sociedad cubana impondrá nuevos consensos y disensos. La igualdad es una utopía… En la sociedad real, siempre nos encontramos con un patrón de desigualdad. Lo que hacen las revoluciones es minimizar ese patrón de desigualdad: que haya menos ricos y menos pobres”
“…De hecho, la transición socialista cubana estaría marchando con una notable desigualdad, en parte rectificando cinco décadas de igualitarismo y en parte impuesta por las circunstancias. …Al asumirse un mayor patrón de desigualdad, se modifican las características del modelo de desarrollo económico y social, y por tanto hay que buscar otro discurso que legitime ese nuevo patrón de desigualdad.”
“…Si se hace una política permisiva para que se pueda producir una mayor acumulación de ingresos en ciertos grupos y no se tiene paralelamente una política efectiva de protección a los grupos más vulnerables, si no se atiende con prioridad la lucha contra la pobreza, se estaría permitiendo un patrón de desigualdad que será cada vez mayor, y en el que el término inferior estará cada vez más precarizado. Por otra parte, en el término superior de la desigualdad, los grupos de altos ingresos podrían capitalizar sus ahorros o consumirlos, podrían privatizar sus vidas. Con la acumulación de ingresos y de riqueza —más o menos lícitos, más o menos ilícitos— ellos podrían ganar poder económico y político, así como capacidad de ruptura. Asimismo, podrían crearse unos servicios sociales paralelos porque el excedente que acumulan les permitiría crearse una segunda economía y les permitirá influir políticamente, más tarde o más temprano. ...Los grupos de altos ingresos podrían inventar un país para ellos.”
“Lo anterior nos permite plantear algunas preguntas: ¿podrá el poder revolucionario influir sobre estas tendencias?, ¿podrá reproducirse el compromiso de las nuevas generaciones con los proyectos de nación y de sociedad sin una adecuada representación y participación de los jóvenes en el poder político?, ¿cuál será el patrón de desigualdad compatible con la propuesta socialista cubana?”[8]
El proyecto de nación y el proyecto de sociedad
“Una cuestión central es que, a diferencias del modelo socialista anterior, éste que se promueve ahora conlleva un bloque social menos homogéneo, con intereses reales más contradictorios y con una diversidad ideológica mayor. El consenso requerido sobre el modelo de sociedad se sitúa, más que en las condiciones sociales y expectativas compartidas, aunque también, en la identidad con una comunidad política soberana, más incluyente, igualitaria y participativa, que esté protegida por un Estado de Derecho y acompañada por un desarrollo democrático ininterrumpido. Dicho de otra manera, por el paso de un socialismo de Estado a una República socialista”.
“…Lo que llamamos el “socialismo cubano” prefiero representármelo como la conjunción de dos proyectos diferentes: un proyecto nacional, invariante, de independencia, soberanía y autodeterminación del Estado nación cubano; y un proyecto de sociedad, variable, de inspiración socialista. El proyecto de nación, la prioridad absoluta, ha debido enfrentar la resistencia, mediación y hostilidad de los EEUU como potencia imperial e imperialista… El proyecto de sociedad socialista imaginado se ve enfrentado a nuevas restricciones internas y constricciones externas que le imponen los cambios necesarios para que su poder constitutivo se reproduzca, su desarrollo económico político y social se haga viable y su legitimidad se sostenga. …El proyecto socialista cubano tiene que ser, en el corto y mediano plazo, reformado; y en mediano y largo plazo, repensado y rediseñado”[9].
“… ¿Podrá el actual poder revolucionario asegurar sus proyectos? Podrá si se reproduce, si se socializa más, si prioriza a la nación sobre el proyecto de sociedad, si está invariablemente al servicio de las grandes mayorías, si es legítimo y si hace de la continuidad y el cambio su divisa permanente”.[10]
Nestor Napal, octubre 2024
[1] “La evolución del poder en la revolución cubana, Tomo II” – Fundación Rosa Luxemburgo, 2019
[2] “El espacio y el límite. Estudios sobre el sistema político cubano” - Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2009.
[3] “El socialismo no puede posponer la democracia que ha prometido”, Catalejo, Revista Temas, 15.04.2016
[4] “El espacio y el límite. Estudios sobre el sistema político cubano”, Op. Cit.
[5] “La evolución del poder en la revolución cubana, Tomo II”, Op. Cit.
[6] “El socialismo no puede posponer la democracia que ha prometido”, Op. Cit.
[7] “Entrevista a Juan Valdes Paz”, Vocesenlucha, Diciembre 2019
[8] “La evolución del poder en la revolución cubana, Tomo II”, Op. Cit.
[9] “Del socialismo de Estado a la República socialista – Entrevista con Juan Valdes Paz”, Voces Cubanas, On Cuba, 10.08.2021
[10] “La evolución del poder en la revolución cubana, Tomo II”, Op. Cit.
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