“«Trabajadores de Antillana de Acero solicitamos intervención». Como forastero, me sorprendió ver, en La Habana, a principios de los años 60, lemas como este colgados en diferentes centros de trabajo. No atiné a comprender en qué consistía esa «intervención» ni por qué los trabajadores la solicitaban, en lugar de otra cosa. Pude saber que la pedían al gobierno revolucionario, en el cual confiaban. Confundí la intervención con la expropiación: se me aclaró que era la administración temporal de una empresa privada, por el gobierno, de acuerdo con una ley que existía antes del triunfo de la Revolución. Cuando, unos meses más tarde, de hecho llegó la expropiación, y me dijeron que en el pasado quienes mandaban en el país eran los ricos y los Estados Unidos, se me hizo todavía más difícil entender la aprobación de una medida tan peculiar como la intervención. Develar ese misterio me costó estudiar la compleja trayectoria del Estado cubano y su relación con las luchas populares del país…”