“Para los conservadores, el 11 de septiembre brinda un contrapeso imperial al triunfalismo mercantil de la época de Clinton, y una oportunidad para crear una cultura política internacional e interna que signifique algo más que el dinero y los mercados. Pero ese imperio que han vaticinado puede que no brinde tan fácil solución a los retos políticos y culturales que afrontan los Estados Unidos desde que terminó la Guerra fría. Ya el imperio norteamericano venía tropezando con enormes obstáculos en el Medio Oriente, que daban justamente la medida de cuán escurridiza era en verdad la idea que primaba en los nuevos imperialistas: que los Estados Unidos podían regir el curso de los acontecimientos y hacer la historia. Internamente, la renovación política y cultural que muchos esperaron como consecuencia del 11 de septiembre no se está logrando fácilmente, en manos de una ideología de libre mercado que a todas luces no se debilita…”