“La producción de Severo Sarduy no puede entenderse en la fragmentación de cada uno de sus discursos, como tampoco en el todo, en el cuerpo homogéneo y funcional. Como en una catedral barroca observada desde lo lejos, detener la vista en una voluta es casi un imposible sensorial, tanto como atrapar el conjunto en fuga. Esto —tautología pura— significa que identificar su obra, elaborar una narrativa (una más) de sus procedimientos constructivos o temáticos, de su inserción en la literatura o de su evolución, sistematizar un cuerpo de análisis, es apelar al dibujo armónico de una identidad, y no al «reflejo pulverizado» del logos que pretende el neobarroquismo sarduyano…”