“Escribir este artículo ha significado para mí un desafío para pensar en puentes entre la historia ambiental y la ecología política, y el vasto campo inexplorado que representa la agroecología. De la misma forma que la ecología política, la agroecología debe mantener una vigilancia reflexiva sobre su propia práctica. No pueden devenir nuevos dispositivos despóticos inapelables. Su herencia plural no debe cristalizarse en un saber «técnico», autorreferente, supuestamente aislado de las demandas y necesidades sociales…”