jueves, 21-11-2024
“El primer centenario de los memorables acontecimientos ocurridos en 1898, en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, ha convocado la atención de los más diversos círculos tanto en el espacio caribeño como en la península ibérica y la vecina potencia norteamericana. El énfasis que suele ponerse en el recuento y análisis de tales hechos está, desde luego, justificado. Mas, acaso, resultaría útil advertir el carácter un tanto unilateral de ese enfoque. Convendría recordar que aquel año 98 estuvo también signado por acontecimientos ocurridos en otros escenarios en el continente africano y en el asiático…”
Cuba fue probablemente uno de los primeros países hispanoamericanos, y de lo que hoy llamamos Tercer mundo, en establecer un vínculo identificador de la modernidad con el modelo social estadounidense, al extremo de que las modernas sociedades europeas apenas fueron tomadas como los ejemplos por seguir. Estos apuntes constituyen una primera y parcial reflexión acerca de los proyectos cubanos en torno a la modernidad hasta el presente, cuando no solo es imprescindible para asumirnos como nación en el mundo globalizado de hoy, sino cuando es asunto clave para el futuro del país.
“El centenario del 98 compete, con mayor o menor trascendencia, a todos los continentes. Pocas veces en la historia de la humanidad una simple fecha actúa de manera tan poderosa como divisoria entre dos siglos, o, al menos, como inicio de lógica sustitución. Traído y llevado, estudiado con afán o utilizado en función de proyecciones políticas contemporáneas, este año ha merecido una atención totalmente fuera de lo común, máxime si se tiene en cuenta que hoy por hoy la Historia, en tanto disciplina, no es muy dada a la magnificación de sus fechas. Componente de un metarrelato español, de otro norteamericano y, por supuesto, de un tercero cubano, el 98 se impone, con fuerza brutal y apasionamiento interpretativo, a los historiadores…”
¿En qué medida los acontecimientos de 1898 tuvieron una significación trascendente para nuestra sociedad o fueron simplemente sucesos políticos que no cambiaron, en lo fundamental, el proceso que se venía produciendo? Esta pregunta solo encontrará respuesta en la medida en que se analice la historia profunda de la sociedad cubana durante los años precedentes. Este trabajo abordará algunos aspectos del contexto social a finales del siglo XIX cubano. No pretende arribar a versiones terminadas, sino solo mostrar algunas de las múltiples complejidades por las que esa sociedad debió atravesar.
“El año 1898 --decisivo en el destino de Cuba-- y 1998 no están desvinculados. Un hilo histórico los une y peculiares coyunturas los aproximan. Lo que sucedió y podrá suceder en un año y en el otro, pero más aún las respectivas épocas, sus momentos precedentes y posteriores, tienen un signo común marcando los hechos. La expresa intencionalidad del vecino poderoso, los Estados Unidos, de incidir en el curso sociopolítico cubano con la anuencia de anexionistas --conscientes o ingenuos, de entonces y ahora--, centra los riesgos de ambas épocas. Estas realidades tienen una lectura en el campo religioso, e inciden en su comportamiento. Examinarlo desde una perspectiva dialéctica, como aquí se pretende, contribuye a una mejor comprensión de los acontecimientos pasados y presentes…”
Fragmento de la obra del autor, Cuba: la forja de una nación, publicada en 1998 por la Editorial de Ciencias Sociales. “Las intenciones norteamericanas de lograr cuanto antes el desmembramiento del ejército cubano se basaban en que era la institución a la cual se debía temer al ocupar militarmente la Isla, porque posiblemente calculaban que las demás entidades revolucionarias se descompondrían solas o con un poco de maña que emplearan. Por razones obvias, los estadounidenses recelaban de que las fuerzas mambisas, en caso de que esa ocupación se volviera permanente, tomaran las armas contra ellos…”
“Una consecuencia esencial de la intervención de 1898 fue la definitiva instauración de un régimen de comercio preferencial entre Cuba y los Estados Unidos. Con el Tratado de Reciprocidad Comercial concertado en 1902, vendrían a consolidarse ciertas tendencias exhibidas por el comercio exterior cubano en las décadas finales del siglo XIX, principalmente la concentración de la actividad exportadora en el mercado norteamericano. Sin embargo, también se abrirían paso otras, como el creciente control de las importaciones de Cuba por abastecedores estadounidenses, que se habían visto obstruidas por el régimen de comercio colonial de España, e incluso por la superior competitividad que demostraban los productos de otras naciones en el mercado cubano en condiciones normales de concurrencia. Ahora, el trato preferencial establecido bajo la reciprocidad estrecharía la dependencia mercantil de Cuba respecto a los Estados Unidos y contribuiría a modelar una peculiar estructura económica, a la vez que imprimiría su sello distintivo en el proceso de modernización de la sociedad cubana…”
“La derrota española de 1998 frente a la naciente potencia norteamericana sirvió de detonante y generó el pesimismo y el dramatismo que se reflejó en la literatura de la época. El regeneracionismo se convirtió en la fórmula para cambiar la sociedad. Autores contemporáneos señalan que fueron los hombres del 98 los que «inventaron España». La conmemoración del Centenario de 1898 ha suscitado en estos años una serie de valoraciones, opiniones, reproducción de obras de la época, etc., que llevan a una nueva valoración del «desastre», visto a la distancia de cien años. Todos coinciden en que el 98 fue el momento central de la crisis política y social que se venía gestando desde años atrás. A la derrota de la guerra contra los Estados Unidos, por la cual España perdió los restos de su imperio colonial, se le concedió, en su momento, una magnitud muy alta. «¡Más se perdió en Cuba!» fue la frase acuñada que ha perdurado hasta nuestros días…”
(Mención en el Premio Temas de Ensayo 1998, en la categoría Ciencias sociales).
Los análisis historiográficos sobre la última década del siglo XIX cubano privilegian el estudio de las contradicciones entre Cuba y España y las existentes entre esta y los Estados Unidos, pero obvian analizar el contexto caribeño de la Guerra Hispano-cubano-norteamericana. Este ensayo atiende la necesidad de analizar la cuenca del Caribe, su génesis, evolución y peculiaridades; los elementos que la caracterizaron, así como su repercusión espacio-temporal en los acontecimientos del 98, y muestra los diversos grados y formas que adoptó la transición efectuada en esta área geográfica y los rasgos de la nueva época que se inició.
“En 1900, el Congreso de los Estados Unidos promulgó la Ley Foraker y estableció oficialmente el gobierno colonial en Puerto Rico. Con arreglo a esta ley, se le asignó a un Consejo Ejecutivo la tarea de organizar la revisión completa de las instituciones políticas y judiciales del país, promover el desarrollo capitalista e implantar un nuevo constructo ideológico, que los funcionarios estadounidenses llamarían «norteamericanización»…”
“Las conmemoraciones del centenario de la última guerra de independencia (1895-1898) y el fin de la dominación colonial española en Cuba se han convertido en un factor estimulante para el adelanto de algunas apreciaciones sobre el pensamiento de los intelectuales cubanos, que constituye una opción contestataria a las aspiraciones panhispanistas promovidas por los intelectuales liberales españoles (sobre todo después de la «catástrofe» de 1898). Estas valoraciones también pertenecen a un proyecto investigativo más amplio y complejo, en el cual se intentará una reconstrucción de las problemáticas en que se vincularon los intelectuales cubanos y españoles entre 1860 y 1939…”
La conmoción causada por la intervención norteamericana, en 1898, y las características de la república que surgió de ese hecho, terminarían por desplazar a Cuba de la posición jerarquizada que había logrado durante las últimas décadas del siglo XIX en el contexto cultural iberoamericano, y serían factores determinantes de la base ideotemática de muchas de sus manifestaciones artístico-literarias. Aunque en casi todas ellas se puede rastrear la impronta de esos acontecimientos, en este texto la autora se propone exponer algunos criterios sobre cómo se manifiestan en la literatura, tanto reflexiva como de creación, durante el período de 1898 a 1920; y el carácter de la respuesta de los escritores a la nueva situación social.
“Las consecuencias del complejo status que se instaura en la Isla a partir de 1898, influyen sobre la expresión lírica de la nación. Una de las cuestiones que, un siglo después, se hace necesario valorar, es el problema de si las consecuencias políticas, económicas y demográficas del 98, tuvieron una resonancia semejante y directa en todos los restantes dominios de la vida sociocultural cubana. Con cierta insistencia, se ha subrayado que el período que va de 1898 a 1913 resulta una especie de nulidad creativa y una negación de valores estéticos del país...”
Si en un aspecto tienen consenso españoles e hispanoamericanos, es en la importancia que se le concede a 1898 como una fecha límite, indicativa de virajes y nuevos derroteros. Como se ve en este ensayo, también 1898 es un punto de reflexión y cambio en cuanto a la lengua, los modelos que se le trazan en su progreso, y los ideales al respecto.
(Capítulo del libro The Cuban Image (BFI Publishing, Londres e Indiana University Press, Bloomington, Indiana)).
“Casi al principio de Viva la República, filme dirigido por Pastor Vega, vemos escenas de la guerra hispano-cubana-norteamericana filmadas por la Compañía Edison. En una aparecen los Rough Riders de Teddy Roosevelt desembarcando en la Isla. Fueron de las primeras imágenes rodadas en Cuba. Con todo lo breves y primitivos que son, estos fragmentos no deben subestimarse. Por mínimos que sean como imágenes, fueron capaces de satisfacer la demanda de los espectadores. Se realizaron no para el público cubano, sino para el norteamericano, de la era de los «potentados ladrones», cuyos intereses habían sido cuidadosamente conformados por la nueva prensa masiva de la época, sobre todo por las dos principales cadenas de diarios propiedad de Pulitzer y de Hearst…”
“A partir de la Doctrina Monroe (1823) y su corolario (1904), los Estados Unidos diseñaron el desplazamiento de la presencia colonial europea y justificaron su expansión e intervencionismo en el Caribe y América Latina en la lógica de las esferas de influencia. Este «derecho a la expansión» se relacionaba también con una fuerte creencia en la desigualdad entre las personas. El referente era el blanco anglosajón y los otros, los no blancos, no europeos, los bárbaros, los estancados, los indolentes y desordenados, más proclives a ser gobernados que a gobernar. La noción de superioridad racial había estado presente en la vida norteamericana desde la colonia...”
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