“A partir de la Doctrina Monroe (1823) y su corolario (1904), los Estados Unidos diseñaron el desplazamiento de la presencia colonial europea y justificaron su expansión e intervencionismo en el Caribe y América Latina en la lógica de las esferas de influencia. Este «derecho a la expansión» se relacionaba también con una fuerte creencia en la desigualdad entre las personas. El referente era el blanco anglosajón y los otros, los no blancos, no europeos, los bárbaros, los estancados, los indolentes y desordenados, más proclives a ser gobernados que a gobernar. La noción de superioridad racial había estado presente en la vida norteamericana desde la colonia...”