"Hasta hace relativamente poco tiempo, personas que se consideraban bien informadas acerca de la vida espiritual de nuestra sociedad se creían con fundamento para afirmar -sin remordimientos de conciencia de ninguna índole-, que los estudios científico-sociales y su posible impacto en la vida de la comunidad dejaban mucho que desear, si no eran en rigor inexistentes. Estas opiniones, aun siendo prisioneras de una arraigada y sostenida subvaloración institucional y social del lugar y papel de estas ciencias en la vida de la sociedad, no estaban sin embargo, carentes de cierto fundamento..."