“Es sabido que el marxismo apareció en el siglo XIX, ante todo como una respuesta a la necesidad de conocer y pensar científicamente a la sociedad, descubrir sus estructuras fundamentales, explicar sus causas, leyes y tratar de orientar los esfuerzos para su transformación por medio de la praxis. Marx colocó la cognición de lo social sobre nuevas bases, transformó radicalmente su epistemología y convirtió al socialismo en un proyecto humano realizable, capaz de dar una alternativa y concluir con la irracionalidad capitalista. Pero Marx y Engels, sus creadores, advirtieron que el marxismo no era un conjunto de fórmulas sacralizadas, infalibles, acabadas o incambiables. Sin restarle sentido revolucionario, el «espíritu científico» marxista suponía de consuno la crítica a la actitud antimetafísica del positivismo tanto to como la evitación de tendencias hacia percepciones exageradamente ideologizadas que diluyesen a la sociedad real en razonamientos apriorísticos…”