“Que la coyuntura del cambio de siglo tenga o no tenga lugar bajo su pontificado, será un hecho secundario. La realidad es que el Papa con el cual culminan los acontecimientos que marcan las realizaciones y fracasos del siglo, y las expectativas del que da inicio al próximo milenio, es incuestionablemente Juan Pablo II, quien cumplirá en 1998 dos décadas al timón de la nave de Pedro. Como es normal al tratarse de una personalidad religiosa, lo que sobre él se escribe puede quedar localizado entre dos extremos: de un lado, el apologético, que desde las posiciones de la fe católica magnifica su vida y sus actos, y deja poco o ningún espacio a una reflexión desacralizada que contextualice no solamente lo político, sino todo el espectro de la motivación terrenal; de otro, se encuentra una visión crítica, orientada a menudo a satanizar en un laberinto de compromisos seculares la conducta de los papas…”