“Mundialmente se observa la disminución del interés por la lectura, y del número real de lectores y el aumento, más que perceptible, de los públicos televidentes y de los asistentes a las salas de cine. ¿Habrá sonado, pues, la hora de la muerte de la lectura? Afirmamos que no. No se trata de menospreciar los méritos de la imagen visual, ni siquiera de no reconocer abundantes usos y utilidad de la televisión. Pero empecemos con la convicción de que la palabra sobrevivirá, por derecho propio, si sabe rebasar el peligro y soportar enhiesta su agónico combate con ese temible contrincante que es la imagen visual. La palabra lo logrará, creo, si tiene la audacia de apoyarse en su virtud intrínseca…”