El artículo asume el compromiso por la justicia climática desde una sociología de las desigualdades y la política social, a partir de una máxima extraída de las reflexiones de Edward Said sobre el papel público de los intelectuales: la necesidad de discernir sobre las opciones para la intervención activa, considerando que siempre es posible identificar dialécticamente un problema que no es exclusivo de un grupo, sino comprender que otros grupos tienen algo similar en juego y pueden trabajar en un proyecto común.