jueves, 21-11-2024
Las personas negras han participado, de modo creciente, en las luchas anticapitalistas de Latinoamérica y el Caribe durante las dos primeras décadas del siglo XXI. Artículos periodísticos, publicaciones digitales de los movimientos afrodescendientes y documentos de trabajo de organismos internacionales constituyen las fuentes principales de este ensayo, cuyo propósito es caracterizar la composición social, objetivos, reivindicaciones, logros y principales desafíos de los movimientos sociales afrolatinoamericanos.
“Entre el decenio de los años 20 y principios de los 40, las presiones combinadas de la movilización de masas, la revolución, la crisis económica y la amenaza de intervención de los Estados Unidos obligaron a los políticos cubanos, de todo el espectro ideológico, a aceptar a las clases populares como un factor en la política nacional e internacional. En 1920, una pequeña y poderosa oligarquía tenía una gran ascendencia sobre la política nacional, y la idea de que el Estado pudiera ser «popular» constituía una maldición para los grupos hegemónicos. Sin embargo, a principios del decenio de los 30, la protesta social de las clases populares se hizo tan general que los mecanismos de control político y social establecidos dejaron de funcionar. En aquel momento, la forma de incorporar a «las masas» al proceso político, en modo alguno resultaba evidente. Una cosa era que las élites políticas reconocieran que los sectores populares constituían una fuerza que era menester tomar en cuenta, y otra muy distinta crear instituciones políticas y discursos nuevos capaces de utilizar esa energía…”
“El concepto de “movimientos sociales” originado en los años 60 y los 70, incluye desde los movimientos contra la opresión de la mujer, los negros, las lesbianas, los gays, hasta los relacionados con la ecología, el desarme y otros. La idea de que solo quienes sufren una forma específica de opresión son capaces de definirla o de luchar contra ella, es medular en esta estrategia para el cambio social, que recientemente ha sido llevada a sus últimas consecuencias mediante el desarrollo del concepto de «política de identidad». Según este razonamiento, se deduce que cada grupo de oprimidos debería poseer un movimiento propio, inequívoco y separado que, por tanto, tiende a organizarse sobre bases de «autonomía» e independencia, entre ellos mismos y respecto al movimiento socialista. También manifiestan la tendencia a organizarse con independencia de las diferencias de clase. Pero esta lógica es errónea…”
“Son muchos los aspectos que el tema del aborto acarrea, tales como los derechos humanos, los sociopolíticos; los bioéticos, médicos, morales, filosóficos, legales, las perspectivas feministas y las «pro-vida». Aunque este artículo no pretende entrar en el debate de si el aborto es o no moralmente justificable o si es o no justo en ciertos casos, sí desea tratar estos temas desde la perspectiva argentina. No obstante el hecho de que su autora es feminista y apoya el derecho al aborto para toda mujer que lo decide, por la razón que sea, la información aquí presentada proviene de varios estudios llevados a cabo con absoluto rigor. Por consiguiente, no será una perorata a favor del aborto, sino un cuadro de la realidad que viven las mujeres argentinas”.
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