sábado, 15-02-2025
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Salida por la izquierda: La curiosa jugada de Biden con Cuba
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"...¿por qué se molestaría el gobierno de Biden en tomar medidas tan ineficaces y probablemente efímeras para reducir las sanciones, y por qué el gobierno cubano liberaría a más de quinientos presos en respuesta?...
* Traducido y publicado con autorización de Responsible Statecraft, 18 de enero de 2025.
La eliminación por parte del presidente Joe Biden, el 14 de enero, de las sanciones impuestas a Cuba durante la primera administración Trump podría haber sido un gran paso hacia la reanudación de la política de compromiso de Barack Obama si Biden lo hubiera hecho en su primera semana como presidente en lugar de en la última.
Pero como se han hecho en el último minuto, es poco probable que tengan mucha repercusión. Dos de las tres ni siquiera entrarán en vigor hasta después de la toma de posesión de Trump.
Foto: Washington Examiner.
Altos cargos del equipo de política exterior entrante de Trump, como el secretario de Estado Marco Rubio, el asesor de Seguridad Nacional Mike Waltz y el enviado especial para América Latina Mauricio Claver-Carone, han criticado las acciones de Biden, señalando que pueden ser revertidas rápida y fácilmente por la administración entrante.
"Nadie debería hacerse ilusiones sobre un cambio en la política hacia Cuba", afirmó Waltz.
Sin embargo, pocas horas después del anuncio de la Casa Blanca, el gobierno cubano anunció que, en respuesta a los llamamientos del Vaticano, liberaría gradualmente a 553 presos, muchos de los cuales participaron en las protestas nacionales del 11 de julio de 2021. El acuerdo fue la culminación de tres años de diplomacia itinerante del Vaticano.
El paquete de Biden incluye tres medidas: (1) Rescinde el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional (NSPM) 5 de Trump, del 16 de junio de 2017, el marco básico de la política de cambio de régimen de Trump; (2) suspende el Título III de la Ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática de 1996, que otorga a los ciudadanos estadounidenses, incluidos los cubanoamericanos naturalizados, cuyas propiedades fueron nacionalizadas por el gobierno revolucionario de Cuba el derecho a demandar ante el Tribunal Federal de Estados Unidos a cualquiera que haga uso beneficioso de esa propiedad; y (3) inició la eliminación de Cuba de la lista del Departamento de Estado de Estados patrocinadores del terrorismo internacional.
La NSPM de Trump de 2017 incluía varias sanciones que limitaban los viajes a Cuba y, lo que es más importante, prohibía hacer negocios con empresas cubanas gestionadas por las fuerzas armadas, incluidos muchos de los hoteles en los que se alojaban habitualmente los visitantes estadounidenses. Sin embargo, la rescisión de Biden de la NSPM-5 no reabre esos hoteles a los visitantes estadounidenses porque otra sanción separada, impuesta por Trump en 2020, prohíbe a los visitantes estadounidenses alojarse en cualquier hotel propiedad del gobierno cubano. Esa prohibición sigue vigente.
Una suspensión del Título III de la Ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática solo entra en vigor 15 días después de que el presidente notifique al Congreso su intención de suspenderla, en este caso, el 29 de enero. El presidente Trump podría levantar la suspensión, como hizo en 2019, o simplemente esperar seis meses, momento en el que la suspensión expirará automáticamente a menos que se renueve.
En una comparecencia ante el Congreso el 22 de mayo de 2024, el secretario de Estado Tony Blinken admitió que no existía ninguna base factual para designar a Cuba como Estado patrocinador del terrorismo, y que las razones citadas en el Informe anual sobre terrorismo del Departamento de Estado ya no eran válidas.
Cuando la administración finalmente emprendió una revisión formal de la designación de Cuba, concluyó —como era de esperar— que Cuba debía ser eliminada de la lista.
Pero la retirada de Cuba no entra en vigor hasta dentro de 45 días, lo que da al Congreso y a la administración Trump tiempo de sobra para bloquearla. La mayoría republicana en el Congreso puede votar para anular la acción de Biden o Trump puede simplemente volver a incluir a Cuba en la lista a su discreción, tal y como hizo en enero de 2021.
Además, incluso si las medidas de Biden sobreviven lo suficiente como para entrar en vigor, ninguna empresa, estadounidense o extranjera, va a invertir el tiempo y los recursos necesarios para aprovecharse de la reducción de las sanciones cuando hay más probabilidades de que el presidente Trump las revierta tarde o temprano, al igual que revirtió las de Obama en 2017.
Entonces, ¿por qué se molestaría el gobierno de Biden en tomar medidas tan ineficaces y probablemente efímeras para reducir las sanciones, y por qué el gobierno cubano liberaría a más de quinientos presos en respuesta?
Conseguir la libertad de los prisioneros era obviamente la principal motivación para Biden, pero durante años la administración se mostró reacia a entablar negociaciones con Cuba para liberarlos. Sin embargo, tras la salida de Bob Menéndez del Senado, la derrota de los demócratas en noviembre y el tono rojo rubí [republicano] de la política de Florida, Biden ya no tenía motivos para subordinar la política hacia Cuba a la política interna.
Tal vez las súplicas de los demócratas del Congreso y del Vaticano para que Biden hiciera algo para aliviar la creciente crisis humanitaria en la isla finalmente se hicieron realidad. O tal vez hubo un placer culpable en complicar la próxima política de Trump hacia Cuba —justicia poética hacia Trump por haber puesto a Cuba en la lista de terrorismo como un tiro de despedida, pocos días antes de la toma de posesión de Biden en 2021.
Los funcionarios cubanos se resistieron igualmente a liberar a los manifestantes, cuyas duras penas de prisión sirvieron de advertencia y disuasión contra futuras protestas. Sin embargo, aceptaron, a pesar de las escasas posibilidades de que Cuba obtenga algún alivio económico de las medidas de Biden. Pero incluso en el peor de los casos —que Trump eche por tierra todas las medidas de Biden inmediatamente— Cuba obtendría algún beneficio político. Al liberar a tantos presos políticos —-la mayor cantidad desde la década de 1970—, La Habana aborda un importante punto de fricción en sus relaciones con la Unión Europea, una fuente de ayuda humanitaria que necesita desesperadamente.
La liberación de prisioneros por parte de La Habana demuestra a la comunidad internacional, en general, su voluntad de compromiso y su deseo de reducir el conflicto con Washington. Deja constancia de que el Gobierno de Estados Unidos reconoce que Cuba no es un Estado patrocinador del terrorismo. Y pone a la administración Trump en la incómoda posición de tener que elegir entre dejar en vigor las nuevas medidas o renegar de un acuerdo para liberar a 553 personas de la cárcel.
Los cuatro años del presidente Biden en la Casa Blanca fueron una colosal oportunidad perdida en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba: cuatro años en los que las aspiraciones políticas internas prevalecieron sobre los intereses de la política exterior, sin hacer avanzar ni lo uno ni lo otro. Y el pueblo cubano pagó el precio, ya que Washington se quedó de brazos cruzados mientras su nivel de vida caía en picada, en parte como resultado de las sanciones que Trump impuso y Biden dejó en vigor.
Barack Obama tomó medidas audaces para normalizar las relaciones con Cuba. Donald Trump tomó medidas audaces para desestabilizarlas. Nada de la política de Joe Biden hacia Cuba fue audaz, y no logró nada. Cuba es hoy más pobre y menos abierta que hace cuatro años, la influencia de China y Rusia allí es mayor, un millón más de emigrantes cubanos han huido a Estados Unidos y los demócratas son menos populares políticamente que nunca en Florida.
Ahora que Joe Biden deja la Casa Blanca, hay muchos logros de los que puede estar orgulloso. Cuba no es uno de ellos.
Este artículo forma parte de la NUEVA SERIE DE TEMAS: Cuba-EE.UU. ¿Hacia dónde?
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