martes, 03-12-2024
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El acumulado histórico de las luchas populares se fue desvalorizando
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Fragmentos de la intervención de Roberto Regalado, politólogo, investigador especializado en temáticas vinculadas a las relaciones Cuba-América Latina, así como a la proyección internacional de la Revolución cubana, en el panel América Latina y el Caribe en 2024, realizado el 21 de febrero de 2024, en el marco de la Feria Internacional de La Habana.
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ROBERTO REGALADO: La derecha dice: «en río revuelto, ganancia de pescadores», y en etapas de aguda crisis económica y social, a menos que la izquierda sea realmente capaz de capitalizarla a su favor, la ganancia es para la ultraderecha, en particular, para los populismos de derecha tan extendidos en Europa y en los Estados Unidos, y que en Argentina acaban de tener una gran ganancia con Milei.
En las luchas sociales y políticas de signo popular, tal como en la física, hay un efecto de acción y reacción. Esta es la secuencia:
- las pseudodemocracias neoliberales de finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 provocaron la reacción de los pueblos, que entre 1998 y 2009 eligieron, y en varios casos religieron, a gobiernos de izquierda y progresistas;
- la acción, y muchas veces la inacción, de los gobiernos progresistas y de izquierda durante el período 1998-2009, provocó la reacción del imperialismo y la derecha criolla, que desataron contra ellos la guerra mediática, jurídica, y parlamentaria, para derrotarlos o derrocarlos, en gran medida aprovechando los errores de esos mismos gobiernos;
- la acción antipopular y revanchista de la derecha, que logró desplazar al progresismo y a la izquierda del gobierno, provocó como reacción el inicio de una nueva, pero más modesta, tendencia a la ocupación o recuperación del Poder Ejecutivo del Estado, iniciada en 2018;
- la acción de los gobiernos ocupados o recuperados por el progresismo y la izquierda provoca como reacción una nueva escalada reaccionaria, no solo evidente en los países hoy gobernados por la izquierda y el progresismo, sino también contra Cuba; y,
- esa acción requiere de una nueva reacción del progresismo y la izquierda, y también de Cuba, que no pueden comportarse como si el tiempo no pasara, como si fuera posible hacer retroceder las manecillas del reloj de la historia, como si lo que fue bueno y oportuno antes, lo sigue siendo en la actualidad y lo seguirá siendo en el futuro.
¿Qué cambios ocurrieron entre el período que abarca a las décadas de 1980, 1980 y 2000, y el período que se inicia en la década de 2010? Los espacios políticos e institucionales ocupados por la izquierda transformadora y el progresismo reformador en América Latina desde la década de 1980 hasta la de 2000, se deben a: el acumulado histórico de las luchas populares; el rechazo a la represión genocida de las dictaduras militares de «seguridad nacional»; el impulso decisivo que los movimientos populares, entonces en pleno auge, le dieron a la lucha política electoral; y el voto de castigo contra los gobiernos neoliberales.
Sin embargo, en la medida en que el tiempo transcurrió, en que pasaron a primer plano nuevas problemáticas y en que nuevas generaciones se incorporaron a la actividad social y política: el acumulado histórico de las luchas populares libradas entre los años sesenta y los noventa del siglo XX se fue desvalorizando; el imperialismo y la derecha criolla sustituyeron la represión genocida de antaño por las más sofisticadas guerra mediática, guerra jurídica y guerra parlamentaria; del impulso decisivo que los movimientos populares les brindaban a las campañas electorales de la izquierda y el progresismo, el desencanto con las gestiones de gobierno de ambas, los impulsan a optar por la abstención de castigo, para no favorecerlos a ellos, pero tampoco a la derecha; y las mayorías sociales sí optaron por emitir el voto de castigo contra la izquierda y el progresismo.
Un elemento que ya resulta imposible pasar por alto al evaluar a todo proceso de reforma social progresista o de transformación social revolucionaria, es en qué medida ha cumplido o incumplido sus metas históricas. Con otras palabras, ya es evidente que todo proceso reformador o revolucionario está obligado a cumplir sus metas históricas en un plazo no superior al momento en que la sociedad perciba a dicho proceso como una eterna batalla «cuesta arriba». Ni las reformas ni las revoluciones se hacen con un fin en sí mismo. Es cierto que para coronar sus metas históricas deben enfrentar todo tipo de dificultades que las retrasan, una y otra vez, pero a estas alturas ya hay evidencia suficiente de que la «eternización» de esos procesos provoca una creciente desacumulación de fuerza social y política: en Cuba, hace casi 65 años que el pueblo lucha y trabaja en función de llegar a la sociedad socialista desarrollada o la sociedad comunista, meta histórica que se aleja más y más; en Venezuela, hace 25 que el pueblo lucha y trabaja en función de llegar a su propia meta histórica; y en Nicaragua, si se suma lo que el gobierno sandinista llama la primera y la segunda etapas de la Revolución, el pueblo marcha hace 27 años hacia la suya.
Marx y Engels no conocieron una revolución triunfante, una revolución en ejercicio del poder. Lenin sí conoció una revolución triunfante, sí conoció una revolución en ejercicio del poder, a la revolución que él dirigió, pero solo pudo participar en el ejercicio del poder durante cinco breves años, y luego, desde su lecho de enfermo, dedicó sus últimas energías a combatir por escrito contra todas las deficiencias, las desviaciones y los errores que, seis décadas y media después, desembocaron en el derrumbe de la URSS y otros Estados socialistas. Esto implica que resulta imposible nutrirnos de la sabiduría de los clásicos del marxismo para enfrentar ese problema, que en nuestro país está presente en la sociedad y está ausente en el discurso oficial. No sé cuál es la solución a este problema, pero sí sé que ignorarlo no lo es.
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