sábado, 23-11-2024
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"Comentaré aquí cómo los miembros del Departamento de Filosofía y de la revista Pensamiento Crítico emprendimos investigaciones sociales concretas sobre la contemporaneidad cubana que vivíamos, entre 1967 y 1971, imbuidos de la filosofía marxista “viva” que aprendimos. Esta experiencia nos sirvió para entender las transformaciones de la población en la transición socialista cubana, identificar ciertos problemas y comprenderlos, así como sugerir soluciones y participar en su implementación..."
"I will comment here how the members of the Department of Philosophy and the journal Pensamiento Crítico undertook concrete social research on the Cuban contemporaneity we were living, between 1967 and 1971, imbued with the "living" Marxist philosophy we learned. This experience helped us to understand the transformations of the population in the Cuban socialist transition, to identify certain problems and understand them, as well as to suggest solutions and participate in their implementation..."
Comentaré aquí cómo los miembros del Departamento de Filosofía y de la revista Pensamiento Crítico emprendimos investigaciones sociales concretas sobre la contemporaneidad cubana que vivíamos entre 1967 y 1971, imbuidos de la filosofía marxista “viva” que aprendimos. Esta experiencia nos sirvió para entender las transformaciones de la población en la transición socialista cubana, identificar ciertos problemas y comprenderlos, así como sugerir soluciones y participar en su implementación.
En sus artículos para esta serie, Marta Pérez Rolo y Elena Díaz explicaron los contenidos de los programas de estudio que nos permitieron aprender sobre los textos originales de los clásicos del marxismo y sus continuadores en el siglo XX, a partir de los momentos históricos concretos que vivieron. Solo así comprendimos lo importante que fue para ellos reflexionar sobre los hechos contemporáneos, así como sus historias, para no solo limitarse a entender el origen de las injusticias, sino a enfrentarlas.
Más de medio siglo después del Departamento, recapacito sobre cuánto nos sirvieron aquellos aprendizajes para realizar los estudios sobre Cuba que nos solicitaba la dirección del país, a través del entonces rector de la Universidad de La Habana (UH), Dr. José Miguel Miyar Barruecos (“Chomi”). Fue la época en que la UH salió de sus murallas para adentrarse en la entrañas de un país en Revolución con mayúscula. Desde entonces se sembraría la semilla del Estudio-Trabajo, que reorganizó la docencia para dedicar semanalmente la mitad del tiempo a las asignaturas impartidas en las aulas y la otra mitad a labores prácticas vinculadas a conocimientos relacionados con ellas.
Aquella práctica generó que profesores y estudiantes indagáramos cuestiones de interés local y nacional. Nos lanzamos a estas pesquisas sin los entrenamientos metodológicos y de procedimientos de las ciencias sociales, inmersos como estábamos en los dilemas que investigábamos, y en las urgencias que requerían sus soluciones.
En el estudio de caso realizado en 1998 sobre la apropiación de Antonio Gramsci por los miembros del Departamento y de Pensamiento Crítico,[1] entre ellos yo misma, les pregunté a algunos de ellos cuánto les había servido el filósofo italiano para entender la sociedad cubana. A continuación, reproduzco varias respuestas.
“La Filosofía marxista debe servir para entender la filosofía común de las personas», “Gramsci entendió el marxismo como ideología y la ideología como una forma de conocer la realidad”, “Gramsci ayudaba a comprender las cuestiones de la cotidianidad que pasaban en Cuba y en América Latina y que no explicaban las versiones dogmáticas el marxismo. Por ejemplo, ¿por qué hay personas que son humildes y no están con la revolución de los humildes, e incluso llegan a luchar contra ella? En aquellos años recién pasábamos la lucha contra bandidos en Cuba. ¿Por qué la mayor parte de la gente no se subleva contra la opresión a que son sometidos?”
Todos los entrevistados mencionaron la función del intelectual orgánico gramsciano “como aquel que contribuye a las acciones del partido revolucionario con sus reflexiones, aunque los resultados de sus razonamientos no se tradujeran en políticas del partido”.
“Gramsci retoma al marxismo como una filosofía que forma parte de la cultura y de la historia”. Aplicado al caso de Cuba se entendía el papel del filósofo dialogando con su cultura, con el partido, con el gobierno.
“En Gramsci hay una enorme riqueza de hechos concretos, sobre todo en Italia. La ingeniosidad de su pensamiento para tratar problemas pequeños sirvió para el quehacer sociológico”.
Metodológicamente, Gramsci permitió pensar las categorías sin anquilosamientos, y ayudó a unir lo teórico y lo práctico.
Este “giro filosófico” permitió realizar muchas investigaciones concretas, en las que habíamos estado implicados todos los entrevistados.[2]
Los de la calle K y su contexto en la UH
¿Quiénes éramos y cuál era el contexto histórico y social concreto de la UH entre 1967 y 1971? Tomando como muestra a los veintitrés miembros del Departamento y de la revista que respondieron mis preguntas en 1998 y en 2013, sus datos sociodemográficos eran los siguientes:
Catorce eran hombres y nueve, mujeres. Nacieron entre 1939 y 1949, excepto una compañera que había nacido antes. Por tanto, al triunfar la Revolución tenían entre 10 y 20 años, mientras que cuando ingresaron al Departamento contaban entre 20 y 31 años. De manera que tenían cercanas las vivencias del capitalismo, un referente empírico importante para interpretar los cambios en los modos de vida de los cubanos, así como para enriquecer y actualizar nuestros debates intelectuales.
La mayoría absoluta era oriunda de La Habana, dos de Las Villas, uno de Holguín y otro de Santiago de Cuba.
Trece de ellos procedían de la pequeña burguesía y dos de la burguesía media alta. El resto venía de familias obreras urbanas. Dieciséis eran blancos; siete, mestizos.
Al entrar al Departamento, catorce no habían concluido sus estudios universitarios; nueve, sí. Procedían de todas las carreras de las entonces facultades de Humanidades, Economía y Ciencias de la UH.
El contexto histórico y social de la UH en aquellos años estaba marcado por la Reforma universitaria de 1962, recién aplicada. Los bisoños docentes del Departamento habían sustituido a los profesores emigrados en los primeros años de la Revolución. Podría afirmar que fuimos los “maestros emergentes” de entonces. El Dr. Miyar Barruecos había asumido como rector en 1966; e inmediatamente vinculó a la UH a la vida del país.
La Universidad experimentó un evento único cuando la institución académica y el Partido Comunista de Cuba (PCC) se unieron en la figura del rector. Así se llevó a cabo la construcción de esta organización en la UH entre 1967 y 1969. En el Departamento y en Pensamiento Crítico nos organizamos por grupos para celebrar las asambleas de balance los fines de semana. Durante decenas de horas, cada quien contó su vida, en un ejercicio de reflexión autocrítica que nos ayudó a conocernos más.
Siendo profesores “emergentes”, teníamos prácticamente las mismas edades de los alumnos de los cursos diurnos. Cuando impartíamos docencia nocturna, los alumnos eran mayores que nosotros y muchos tenían cargos en la dirección del país. Fue una verdadera formación pedagógica “con carburo”.
Convivíamos permanentemente con los alumnos en los trabajos voluntarios de la agricultura, en las escuelas militares y en las investigaciones.
El director del Departamento creó y dirigió la Edición Revolucionaria, donde se publicaron textos de los marxistas clásicos y contemporáneos que utilizamos en la docencia. Los del Departamento publicamos en las antologías preparadas por esa editorial. Además, ayudábamos a preparar los números de la revista Pensamiento Crítico, escribiendo artículos, sirviendo de traductores o enmendando las pruebas de galera que salían de la imprenta.
Era la época en que Fidel visitaba regularmente la entonces Plaza Cadenas, bien entrada la noche, para no interrumpir los cursos nocturnos.
Los estudios sobre Cuba
Luego de este preámbulo para contextualizar nuestras pesquisas de entonces, las explicaré. He preferido no mencionar los nombres de quienes trabajaron en ellas, para no correr el riesgo de omitir a ninguno.
Aquellas fueron las primeras experiencias investigativas para todos, como ya señalé, sin dominar todavía los procedimientos de indagación de las ciencias sociales. Todos los temas fueron solicitados por las máximas instancias de la dirección del país, en su afán por conocer mejor a una Cuba que se transformaba.
Contábamos con diferentes niveles de conocimiento sobre las teorías marxistas de la sociedad. Me refiero a los textos originales fundamentales de los clásicos, y de sus seguidores en el siglo XX, entre quienes estaban Lenin y los pensadores que lo acompañaron en la Revolución de Octubre; así como los que promovieron las revoluciones en Europa occidental entre 1918 y 1919. Leímos a Antonio Gramsci y a José Carlos Mariátegui. También a los filósofos y politólogos de los 60, como Georgy Lukacs, Louis Althusser, Umbert Eco, Michel Foucault, Amílcar Cabral, Franz Fanon, entre otros. Y, por supuesto, bebimos de Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras, así como de Fidel, Che y Osvaldo Dorticós.
Todas las investigaciones las hicimos en medio de tormentas provocadas por la Revolución, con la que estábamos comprometidos hasta la médula, y que vivíamos en carne propia. Esto dificultó que nos pudiéramos distanciar de los problemas que estudiábamos para hacer ciencia; un pecado que cargo hasta ahora, al menos yo, a pesar de mis exorcismos con el compromiso y el distanciamiento.
Comprendimos que los manuales soviéticos de filosofía marxista no servían para entender las realidades cubanas ni las que existían en otros países en revolución. De ahí la urgencia que teníamos de pensar con cabeza propia y de leer mucho, a la vez que criticábamos las ideas dogmáticas.
Los estudios concluían en informes internos para consumo de quienes los solicitaban, en ponencias para presentar en eventos, en artículos publicados o no, y en fuentes de apoyo a la docencia de la Filosofía marxista.
Todos los resultados los discutíamos en el Departamento, que se convirtió en una suerte de “tanque pensante”. En esos debates perdimos el miedo a que nos criticaran lo que habíamos escrito y, así, aprendimos a reescribir varias veces las versiones originales. El ambiente era casi interdisciplinar, porque todos procedíamos de carreras distintas.
En los trabajos de campo, tratábamos de “hacer hablar” a las personas sobre las situaciones que vivían. Evitábamos imponerles nuestras ideas preconcebidas.
Estas indagaciones nos hicieron valorar la relevancia de participar como “intelectuales orgánicos” inspirados en nuestras posiciones ideológicas. Reconocimos los beneficios de comparar lo que sucedía en Cuba con las realidades de otros países.
¿Cuáles fueron algunos de los temas que desarrollamos en estas investigaciones?
En 1967, el Ministerio del Interior solicitó a la UH que analizara las percepciones que sobre la Revolución tenían los presos contrarrevolucionarios internados en la penitenciaría de Ciudad Sandino, en Pinar del Río. Para las entrevistas, colaboramos con la escuela de Ciencias Políticas, que elaboró las guías. Resumo los resultados más relevantes.
Entre los alzados y colaboradores había personas que no provenían de la burguesía, sino eran trabajadores y pequeños propietarios agrícolas del Escambray, que se enfrentaron a las fuerzas de la Lucha contra bandidos. Sus comportamientos estaban enraizados en el odio al comunismo; estimaban que la Revolución no podía “ganarle” a los Estados Unidos; y creían que Fidel les había tronchado sus caminos para hacer dinero. Desgraciadamente para ellos, no iban a ver el fin de la Revolución.
Aunque fue el primer trabajo de campo que hicimos, nos ratificó lo que habíamos aprendido de la Filosofía marxista no dogmática: pertenecer a una clase sojuzgada no genera espontáneamente que los oprimidos piensen y actúen contra sus reales opresores. Estos, al contrario, se habían unido a ellos para combatir con las armas una Revolución que les había dado o les aseguraba en el futuro gozar de una vida digna.
A fines de ese mismo 1967, la dirección revolucionaria solicitó al rector Miyar que enviara a profesores de diferentes facultades para investigar las situaciones sociales, económicas y políticas existentes en Santiago de Cuba, Bayamo y Guantánamo, después de sustituir al Primer Secretario del PCC en la entonces provincia de Oriente.
Estudiamos todas las opiniones sobre las distintas esferas de las vidas de las personas, especialmente los daños que les ocasionó la destituida dirección política provincial. Los entrevistados hablaron sin tapujos sobre las maneras autoritarias de dirigir, alejadas de los intereses de la población y de la Revolución.
Aunque el informe de la investigación no se publicó, sino que se envió a quienes la encargaron, sirvió para redactar artículos, presentar ponencias en el Congreso Cultural de La Habana (enero, 1968) y ante los jóvenes europeos y norteamericanos que trabajaron en el campamento “5 de Mayo” (1969), y se utilizó para enriquecer la docencia.
En la segunda mitad de 1967, un grupo de nuestros profesores se unió a otros de la Facultad de Humanidades para indagar sobre la situación social en las montañas del Escambray.
En 1968 elaboramos una propuesta sobre lo que podría ser el sistema de dirección económica en la transición al comunismo en Cuba. La solicitó el presidente Osvaldo Dorticós, y dirigieron su elaboración Luis Álvarez Rom (ministro de Hacienda) y Miguel Cossío Woodward (director en JUCEPLAN). Los participantes, miembros del Departamento de Filosofía y de la Facultad de Economía de la UH, analizamos críticamente las experiencias históricas y contemporáneas de la transición socialista en la URSS y en los países socialistas de Europa del Este, incluida la de Yugoslavia. Hicimos énfasis en la Nueva Política Económica (NEP) soviética, en los sistemas de cuentas nacionales de la URSS y otros países europeos miembros del CAME, y en la autogestión yugoslava.
Conocimos los debates sobre el socialismo que sostenían los líderes de los partidos comunistas de Europa occidental, especialmente de Francia y de Italia. Consultamos los textos sobre el tema de Louis Althusser, Erich Fromm y los publicados en la revista inglesa New Left Review. Analizamos los trabajos de Paul Baran y Paul M. Sweezy, además de su revista Monthly Review. Leímos sobre la Revolución cultural en China, en particular, los libros de K. S. Karol.
Finalmente, estudiamos los debates cubanos sobre las propuestas para el sistema de dirección de la economía en transición, contenidos en los discursos y trabajos de Fidel, Osvaldo Dorticós, Che, Carlos Rafael Rodríguez, Alberto Mora y otros, muchos de ellos reproducidos en la revista Nuestra Industria Económica del Ministerio de Industria de Cuba.
También consultamos textos sobre las experiencias cubanas en la transición del capitalismo al socialismo, no solo en la economía, sino en el Estado, la ideología y las políticas sociales.
En todo este proceso, los debates fueron los que aportaron más conocimientos para elaborar las propuestas finales. En ellos llevamos nuestras vivencias personales de los cambios ocurridos entre 1959 y 1968. Mencionaré algunas de ellas.
Era imposible trasladar acríticamente a Cuba las experiencias de la URSS y del resto de los países miembros del CAME. La transición no podía limitarse solo a la economía, sino tenía que trascenderla, para tratar la política, la sociedad y la ideología. Siempre se resaltó la necesidad de promover la participación popular para asegurar la identidad entre el gobierno y el pueblo. La transición socialista sería un camino largo, bajo las condiciones del bloqueo de los Estados Unidos.
Los resultados finales se presentaron a la dirección del país y sirvieron de base para varios artículos publicados luego en Lecturas de Filosofía (tomo II).
Desde fines de 1969 hasta mediados de 1970, el Estado mayor de la Zafra de los Diez Millones en Oriente solicitó a los miembros de varias facultades de la UH que laboraran en los centrales azucareros, que indagaran varios asuntos, mientras trabajaban en los cortes de caña. Parte de este grupo fueron los profesores del Departamento. Entre otros aspectos, evaluaron las líneas de dirección y de participación en el central Antonio Guiteras; analizaron las ineficiencias de la zafra y comprobaron cómo cambiaba la vida cotidiana de las familias campesinas y de los obreros en siete centrales del norte de la provincia de Oriente. Como consecuencia, el INRA pidió investigar el funcionamiento de la agricultura cañera y no cañera en esa zona del país.
En el ámbito de la cultura, el Departamento colaboró con el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR, hoy ICRT), sin abandonar su docencia en las aulas universitarias. Igualmente, varios de sus integrantes fueron ponentes en el Congreso Cultural de La Habana de 1968.
En el caso de la primera institución, prácticamente todos participamos en los debates ideológicos en torno a las películas seleccionadas, realizados en las salitas del ICAIC, para después mostrarlas a los estudiantes que cursaban Filosofía Marxista y así apoyar los temas que les impartíamos. Dos profesoras colaboraron en la creación del programa televisivo 24 por Segundo.
A solicitud del comandante Jorge Serguera, presidente del ICR, varios profesores del Departamento colaboraron con la institución. Junto a especialistas de la TV, les tocó analizar los contenidos de varios programas y su grado de aceptación por la teleaudiencia, para sugerir cambios en la programación; así como asesorar programas televisivos.
Un evento trascendental de la época fue el Congreso Cultural de La Habana, celebrado en enero de 1968, a escasos meses del asesinato de Che, con la presencia de intelectuales relevantes de todo el mundo, solidarios con Cuba, aislada diplomáticamente entonces del resto del continente americano, con la excepción de México y Canadá. Profesores del Departamento expusieron sus trabajos sobre juventudes, ideología y mujer, en distintas comisiones, intercambiaron con intelectuales extranjeros y participaron con jóvenes representantes de los Estados Unidos en la creación de la brigada Venceremos.
En todos estos espacios incursionaron miembros de la calle K, mediante estudios sobre la cultura cubana y sus medios, en un intercambio de conocimientos para mejorar las funciones educativas del cine, la TV y las universidades cubanas.
Pero hubo más…
Participantes en el grupo de estudios sobre “Pensamiento revolucionario cubano” aportaron indagaciones sobre documentos y debates acerca de las obras de Martí, Mella, Villena, Guiteras, Che y Fidel. Los resultados culminaron en textos para la docencia y en artículos, publicados o no. Además de recopilar estudios, reflexionaron sobre los momentos históricos concretos en los que vivieron estas figuras, y sus aportes al pensamiento y la cultura nacionales.
Otro miembro del Departamento fue nombrado director de la Biblioteca Nacional José Martí y copresidió el programa de actividades para conmemorar el centenario del inicio de la revolución cubana, el 10 de octubre de 1868.
Otros se dedicaron a indagar sobre la juventud cubana. Además de la ponencia presentada en el Congreso Cultural de La Habana, un profesor publicó “Generaciones y Revolución”, en El Caimán Barbudo, artículo ampliamente debatido en las clases.
Otras dos acciones requirieron cierto grado de investigación sobre la juventud. La primera fue la contribución de profesores que colaboraron con la recién creada Columna Juvenil del Centenario, mediante sus testimonios en el informe “Camagüey Año I”. La segunda fue el “Material de estudio para los círculos políticos de la UJC de la UH”, a petición del Comité de dirección de esta organización.
Por último, a solicitud del Dr. Miyar Barruecos, cuatro jóvenes de la calle K que cursaban postgrados en Santiago de Chile analizaron la imagen de Cuba en la prensa opuesta al presidente Salvador Allende durante su primer año de mandato, en noviembre-diciembre de 1971. Además de su interés académico, este análisis contribuyó a que Fidel, de visita en ese país, tuviera una visión sintética sobre esta oposición.
Experiencias como estas favorecieron, posteriormente, que enrumbáramos nuestros caminos como sociólogos, politólogos, historiadores, economistas y otras ramas de las ciencias. Muchos permanecimos en la UH, mientras otros trabajaron en centros de investigación del Comité Central del PCC, del CITMA y del Ministerio de Cultura.
Esa gran prueba que es la vida demostró cuánto sirvieron nuestras primeras experiencias investigativas para mantenernos como intelectuales orgánicos al estilo cubano.
La Habana, 27 de junio de 2022
[1] “La apropiación de Gramsci en Cuba en los años sesenta: un estudio de caso,” presentada en el Primer Taller cubano-mexicano sobre la vida y obra de Antonio Gramsci, organizado por el Centro Juan Marinello en 1998, y publicada en Hablar de Gramsci (CJM, 2003). Y la ponencia con Ángel Hernández en “Coloquio científico 50 aniversario del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana,” en septiembre de 2013.
[2] Solo resumiré lo que hoy llamaríamos estudios de caso sobre Cuba. Ya Marta Pérez-Rolo y Elena Díaz, en los textos referidos antes, comentaron las indagaciones sobre América Latina llevadas a cabo en esos años, que contribuyeron a entender la historia y la contemporaneidad de la región a la que pertenece Cuba.
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