“El advenimiento de una nueva estructura socioeconómica, de radicales cambios, no podía dejar de tener incidencias, también notorias, en el festejo popular capitalino por excelencia. La primera etapa del carnaval revolucionario (de 1959 a 1966) fue la más rica y genuina en el devenir histórico del festejo, teniendo en cuenta la amplia participación mancomunada de todos los componentes sociales de entonces: intelectuales, artistas, obreros, empleados, militares, niños, etc.; y en su condición de detonante por excelencia contra los prejuicios raciales heredados del período colonial. En la década de los 70 se van introduciendo cambios que laceran las tradiciones carnavalescas, al modificar elementos que habían permanecido durante mucho tiempo en el imaginario popular. Algunas de estas distorsiones estuvieron muy vinculadas con la propia instauración del modelo socialista, en un período de radicalización que marcó todos los aspectos de la vida en el país…”