jueves, 21-11-2024
Las personas negras han participado, de modo creciente, en las luchas anticapitalistas de Latinoamérica y el Caribe durante las dos primeras décadas del siglo XXI. Artículos periodísticos, publicaciones digitales de los movimientos afrodescendientes y documentos de trabajo de organismos internacionales constituyen las fuentes principales de este ensayo, cuyo propósito es caracterizar la composición social, objetivos, reivindicaciones, logros y principales desafíos de los movimientos sociales afrolatinoamericanos.
Este artículo tiene como objetivo analizar en el contexto cubano contemporáneo la presencia y desafíos del tratamiento a las relaciones raciales en dos aspectos esenciales. En primer lugar, en una dimensión valorativa de cómo las políticas educativas contemplan la inclusión de las personas negras/mestizas en el acceso a la universidad. Como segundo elemento se problematiza las ausencias de la temática racial, las personas negras y sus saberes en el ámbito curricular y la preparación de los docentes en temas relacionados.
“A partir de la Doctrina Monroe (1823) y su corolario (1904), los Estados Unidos diseñaron el desplazamiento de la presencia colonial europea y justificaron su expansión e intervencionismo en el Caribe y América Latina en la lógica de las esferas de influencia. Este «derecho a la expansión» se relacionaba también con una fuerte creencia en la desigualdad entre las personas. El referente era el blanco anglosajón y los otros, los no blancos, no europeos, los bárbaros, los estancados, los indolentes y desordenados, más proclives a ser gobernados que a gobernar. La noción de superioridad racial había estado presente en la vida norteamericana desde la colonia...”
La oleada de protestas masivas de 2011-12 conocida como la "Primavera Árabe" ha tenido tantos procesos y resultados diferentes como países la experimentaron. En Túnez, donde comenzó el movimiento, surgieron nuevas conversaciones en torno a la democratización, la ciudadanía, los derechos de las minorías y la identidad, que antes estaban reprimidas, eran tabú o tenían un espacio limitado para el debate. Al posicionar la visibilidad y las experiencias vividas del racismo al que se han enfrentado los tunecinos negros, los activistas contra el racismo impusieron conversaciones sobre la pertenencia a grupos, las identidades culturales y la naturaleza excluyente del Estado posterior a la independencia. Se trata de un debate que ha estado ausente durante mucho tiempo debido a las políticas homogeneizadoras del Estado. La visibilidad de las activistas negras significó que no solo el racismo formaba parte de la conversación, sino también una perspectiva alternativa al feminismo en su(s) forma(s) institucional(es) y dominante(s) de izquierdas/secular(es). Las formas organizadas de resistencia no son las únicas que merecen nuestra atención. Las mujeres negras comunes llevan mucho tiempo (re)negociando su posición de género y raza en sus comunidades y en la sociedad en general.
El activismo académico antirracista plantea preguntas urgentes sobre el papel de las universidades contemporáneas y los académicos que trabajan en ellas. Mientras profundas crisis sociorraciales chocan con movilizaciones antirracistas masivas, este libro se centra en las prácticas de académicos que trabajan dentro y en contra de sus instituciones en pos de la justicia social antirracista. En medio de una dura crítica del carácter neoliberal e imperial de la universidad, Joseph-Salisbury y Connelly sitúan la universidad como un espacio en disputa, lleno de contradicciones y tensiones. Basándose en datos empíricos originales, el libro considera cómo los activistas académicos antirracistas sortean barreras y reacciones negativas para aprovechar las oportunidades y recursos de la universidad al servicio de las comunidades de resistencia. Al mostrar que las prácticas del activismo académico antirracista son complejas, diversas y multifacéticas, y prestar especial atención a cómo los activistas académicos lidian con sus propias complicidades en los daños perpetrados y perpetuados por las instituciones de educación superior, este libro, y el manifiesto representado en el último capítulo, es un llamado a las armas para los académicos que están, o quieren estar, comprometidos con la justicia social.
Este ensayo analiza cuatro cortos de la serie animada cubana El Negrito Cimarrón, creada por Tulio Raggi en la década de los 70. Se propone que, a través de la representación del cimarronaje en Cuba y su contexto socioeconómico, Raggi insertó en la televisión cubana para infantes una imagen decolonial y crítica de los orígenes de la nación. Esto es coherente con el resto de su obra, la cual abarca más de sesenta títulos como director, codirector o guionista y un interés sistemático en los temas de dinámica social y divulgación científica. Se lee el contenido de estos cortos en diálogo con textos historiográficos como El Ingenio de Moreno Fraginals y de producciones de ficción histórica interesadas en la resistencia a la esclavitud en América Latina, como La última cena y Queimada.
“El mestizaje en América Latina exalta la mezcla racial y cultural como vía para forjar una imagen nacional unificada y homogénea, al tiempo que reafirma la supremacía de la raza y la civilización europeas por la vía de favorecer el blanqueamiento. Mediante el concepto de blanqueamiento, inherente al de mestizaje, la aceptación de las normas blancas eurocéntricas se convirtió en un criterio para la inserción en la sociedad blanca-mestiza dominante y en una manera de desarrollar una cultura nacional homogénea…”
“La Revolución cubana emprendió el camino de profundas transformaciones, en las que el racismo y sus bases socioeconómicas y culturales quedaron muy maltrechas. Aunque la eliminación de la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción, su nacionalización y socialización requiere un análisis más cuidadoso y detallado para develar su relación con la eliminación de las bases económicas y sociales del racismo y la discriminación, en tanto prácticas e ideologías, podemos afirmar que dio lugar a algunos cambios fundamentales. Como parte y resultado de dicho proceso, desaparecieron del panorama social las élites económicas, históricamente constituidas, en las que predominaban los blancos. Por su historia y posición socioeconómica, estos grupos eran mucho más susceptibles de sustentar y apropiarse de las ideologías racistas, y ponerlas al servicio de su dominación…”
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