“Durante un siglo, Argentina fue una sociedad que avanzó en la integración de sectores crecientemente amplios de su población, creando la ilusión de una «sociedad abierta», que generaba amplias oportunidades de progreso, tanto para los individuos como para el conjunto social. En cambio, a lo largo de las últimas tres décadas, inauguró una tendencia contraria, señalada por la creciente des-ciudadanización de grupos sociales cada vez más numerosos. Ello no puede dejar de tener consecuencias de gran impacto sobre el modo de articularse las relaciones entre Estado y sociedad, y de construir legitimidad desde el Estado, que ya no puede apelar ni a la promesa de movilidad social ascendente, ni a los beneficios de una versión «pobre», pero eficaz, del Estado de bienestar…”