miércoles, 03-07-2024
El documento explica los viejos y nuevos temas que el movimiento indígena en América Latina enfrenta en el contexto tanto de gobiernos con políticas neoliberales o progresistas. El eje del análisis de las actuales formas de colonialismo presente en estos dos tipos de gobiernos que refuncionalizan y reinventan modos de explotación, extracción, despojo de territorios, destrucción de recursos e incluso bienes colectivos de poblaciones indígenas u originarias con el objetivo principal de acumular capitales. Ante la situación actual, el movimiento indígena en América Latina, como sujeto político heterogéneo produce nuevas plataformas y estrategias comunes de lucha para minar cada ciclo de opresión en la necesidad de desarrollar la sociedad bajo la condición de minimizar el cambio de la estructura social.
El presente trabajo se coloca en la perspectiva de la sociología política, específicamente dentro de la problemática de los sistemas y regímenes políticos de la región. No se trata, por consiguiente, de una reflexión centrada en ángulos estrictamente económicos, de desarrollo o administración de recursos en el sentido de la noción de governance que promueve el Banco Mundial. No se pretende dar cuenta pormenorizada del estado de la discusión, ni de los diferentes enfoques que la cortan, y mucho menos una tipologización acabada de posturas y enfoques; solo un primer acercamiento a los referentes conceptuales básicos en que se mueve la discusión continental sobre este problema.
“Hace apenas medio siglo en la mayor parte de las universidades latinoamericanas, era rara avis la existencia de una cátedra o equipo de investigación que se dedicara al estudio de las ideas filosóficas de la región o del país en cuestión. En Europa o Norteamérica tampoco era común que existieran, con ese grado de especialización, cátedras sobre la filosofía de sus propios países. No eran muy necesarias, pues era lógico que los profesores se viesen precisados, de una forma u otra, a incluir dentro de sus estudios y lecciones a los representantes de sus respectivas culturas por su condición de clásicos imprescindibles; y hasta los filósofos de menor talla eran nombrados o se les dedicaba alguna que otra atención para demostrar que los gigantes también tenían subalternos y dejaban discípulos mayores y menores…”
Este artículo analiza las relaciones entre cine y televisión en América Latina. A partir de la selección de distintos momentos y prácticas relevantes para los flujos entre ambos medios, el texto evalúa la importancia del cine y la televisión como mediadores y constructores en las identidades nacionales y continentales en Latinoamérica. De este modo, el artículo examina las tensiones e interacciones entre ambos medios desde una perspectiva geopolítica e histórica, en la que se destaca tanto su competencia por atraer a los públicos locales y como sus conexiones y la recepción de influencias de los medios extranjeros (principalmente europeos y estadounidenses). El texto empieza reclamando la importancia de la televisión para la difusión de las políticas y culturas nacionales, tanto a través de las alianzas de las corporaciones mediáticas y los canales televisivos con el poder político de cada país como a partir de la producción de fenómenos audiovisuales serializados como la telenovela, género televisivo por excelencia del continente. A continuación, el artículo analiza distintos ejemplos de cómo los cineastas latinoamericanos han imaginado la televisión. Por último, el texto sintetiza los aspectos educativos e informativos de la televisión en la región y remarca su importancia para la cultura cinematográfica continental.
Este artículo se propone reflexionar sobre los vínculos entre historia, memoria y subjetividad en los documentales Cuchillo de palo (Renate Costa, 2010), Sibila (Teresa Arredondo, 2012) y Os dias com ele (Maria Clara Escobar, 2013), que entablan un diálogo con la memoria colectiva a partir de recuerdos personales e historias de vida, y cuyos puntos de partida son interrogantes sobre largos silencios familiares. La resonancia histórica de los hechos abordados y su innegable relación con el contexto político-social de las dictaduras en Paraguay, Perú y Brasil hacen que esas narraciones trasciendan lo personal/familiar y departan con una trama de relaciones sociales mucho más amplia.
“La expresión «sociedad civil» ha devenido moneda corriente en la dinámica social contemporánea, en los medios de comunicación y en los actores de la política. Con frecuencia asociada, sin más, con la democracia, hay incluso cierto mesianismo implícito en muchos de los usos actuales del término, que recuerdan el papel emancipador asignado alguna vez a la razón, el mercado, el proletariado, el pueblo... La generalización del uso está acompañada por una marcada vaguedad. En algunos casos simple sinónimo de lo social, en otros apuntando a algunos actores específicos, en otros más aludiendo de manera dicotómica a todo lo que no es Estado, a veces como una especie de equivalente más o menos sofisticado de lo que antes se llamaba «opinión pública»…”
“En la actualidad una etnografía muy autoconsciente es contemporánea con una forma de narrativa latinoamericana que yo llamo narrativa-archivo, cuya manifestación más prominente es Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. El Archivo por excelencia es la habitación de Melquíades en el hogar de los Buendía, donde el gitano escribe la historia de la familia y donde Aureliano Babilonia la descifra después, con ayuda de la Enciclopedia y de Las mil y una noches. La narrativa-archivo es un conjunto que todavía intenta encontrar la cifra de la cultura y la identidad latinoamericanas; de ahí que caiga dentro de la mediación que brinda el discurso antropológico…”
“Nosotros, Superiores Provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina y el Caribe, siguiendo el llamado de la Congregación General 34 a profundizar nuestra misión fe-justicia, queremos compartir con todos los que participan de la misión apostólica de la Compañía de Jesús en el continente y todas aquellas personas preocupadas y comprometidas con la suerte de nuestro pueblo, especialmente los más pobres, algunas reflexiones sobre el llamado neo liberalismo en nuestros países. Nos resistimos a aceptar tranquilamente que las medidas económicas aplicadas en los últimos años en todos los países latinoamericanos y el Caribe, sean la única manera posible de orientar la economía y que el empobrecimiento de millones de latinoamericanos sea un costo irremediable de un futuro crecimiento…”
“L a cultura del siglo XX no puede ser pensada ni explicada satisfactoriamente sin tener en cuenta la existencia del cine. A través de él se proyectan imágenes y sonidos que de manera irreversible se han apoderado del ensueño, la información y el imaginario de nuestro tiempo, convirtiéndose en el primer gran proveedor de modelos colectivos. Es el gran seductor. Esto es posible porque, en su mayor parte, las narraciones audiovisuales están caracterizadas por ser géneros de masas por excelencia, que nos hacen vivir en el deslumbramiento, la fascinación y el placer. Uno de estos géneros cinematográficos es el melodrama, el cual hizo su aparición en la primera década de vida del cine, cuando este aún no había culminado la etapa formativa de un lenguaje autónomo…”
Este estudio es parte de un esfuerzo más abarcador por determinar las políticas de la representación visual, y su relación con el discurso, en el contexto de la modernidad; investiga la relación entre el discurso colonial, asociado con la iconografía temprana de las Américas, y las formas contemporáneas de representación de los pueblos indígenas y los mestizos (etnicidad híbrida) en las fotografías noticiosas y los anuncios televisivos de los Estados Unidos. El análisis se concentra en la persistencia y relativa importancia de las prácticas culturales del primitivo período colonial en la perpetuación de las relaciones (neo)coloniales, así como su influencia en la articulación de contradiscursos en un sistema transnacional globalizado.
“El término “cultura de resistencia”, por lo general, no se encuentra claramente definido en los estudios de autores latinoamericanos, sino diluido en los análisis del problema de la identidad, la liberación, la cultura política, etc. Con frecuencia se hace referencia a la resistencia como acción, confundiéndola con momentos de supervivencia. Se valoran aspectos particulares de la resistencia, manifestada en todas las esferas de la vida social (resistencia política, económica, armada, ideológica, etc.); pero se encuentra menos el enfoque que la caracteriza como un esquema de pensamiento, como proceso cultural, aun en formación…”
“En relación con la democracia es donde ha habido cambios más profundos en la izquierda latinoamericana desde el triunfo de la Revolución cubana hasta hoy. Desilusionada de la democracia burguesa o «democracia de los cinco minutos», que reduce la democracia al acto de votar cada equis cantidad de años por un miembro de la clase dominante que debería representar los intereses de los electores, influida por una formación marxista-leninista dogmática y por una lectura simplificada de la Revolución cubana, o movida por una concepción vanguardista del proceso revolucionario, una parte importante de la izquierda marxista-leninista latinoamericana de la década de los 60 y los 70, al denunciar los límites de la democracia representativa burguesa, terminó por dejar en manos de la derecha la bandera de la democracia…”
El símbolo-metáfora Caliban creado por Roberto Fernández Retamar, y dado a conocer en 1971, formó parte de una saga que el intelectual cubano concluyó en 1999. Durante esos veintiocho años las relaciones y las brechas entre el Norte y el Sur variaron, pero el carácter «subdesarrollante» del primero y la condición de subdesarrollado del segundo, debido a la herencia colonial y la hegemonía del modelo capitalista occidental, se mantuvieron (aún lo hacen). En esa dinámica Retamar coloca a Caliban como representación de lo antihegemónico, antisistémico, decolonial y antimperialista. Sin hacerlo explícito en sus ensayos calibánicos, el intelectual cubano dialoga con las llamadas teorías del desarrollo y, ya para finales de los 80, con los paradigmas de desarrollo, que ponen en crisis determinados aspectos de las primeras.
Se desarrolla parte del modelo teórico sobre el futuro de la ciencia en América Latina y el Caribe que ofrecen las principales figuras de las ciencias sociales (y también de las exactas y naturales) a nivel planetario y regional, y el «Proyecto de Declaración final sobre la ciencia y la utilización del saber científico» y el «Borrador de Programa» a la Conferencia Mundial de la Ciencia de la UNESCO. Teniendo en cuenta estos aportes, el texto expresa en qué consiste el principal legado de las ciencias sociales a nivel mundial y regional, los desafíos que enfrentan y sus perspectivas.
“El fin de la Guerra fría ha generado incertidumbres conceptuales y en la forma de definir políticas y concretar acciones de cooperación. Avanzar en la construcción de un nuevo concepto de seguridad internacional significa avanzar en la redefinición de las misiones de las diversas instituciones encargadas de promoverla. Esta es una tarea de gran significación para las Américas. El hemisferio occidental ha contribuido a la estabilidad global en el período de posguerra fría, pero no ha sido capaz, en una década, de generar regímenes internacionales, reglas y normas que definan de manera estable y produzcan certidumbre en este aspecto crucial para el desarrollo nacional, regional y global...”
(Reseña de América clásica: un paisaje con otro sentido, de Rufo Caballero, 2000).
“Con América clásica, Rufo Caballero nos deja un texto bello y lúcido, enérgico y sereno. «Cortesía del filósofo» llamaba Ortega a la claridad, gesto que también nos hace el autor con una profundidad desacostumbradamente legible. Es además un ensayo prudente y audaz; ciertos fragmentos y la mayoría de las notas estallan como truenos en la tranquila inferencia de los razonamientos. Parece el esfuerzo de un autor barroco cuando se empeña en un texto que resulta clásico…”.
“Si los años 60 nos ofrecen un campo literario efervescente y renovado en su confirmación continental, urge reconocer, treinta años después, la labor inconclusa de la certera y entusiasta crítica literaria acompañante de aquella producción, que legitima su condición de «clásica», de corpus ya establecido en la tradición literaria latinoamericana. Buena parte de esa producción crítica, por su incuestionable solidez, también ha ingresado a este corpus; sin embargo, contrariamente al modo en que valoramos las grandes obras literarias producidas entonces, hoy reclamamos de aquel discurso crítico-literario su capacidad de actualización, de continuidad; lo cual sería, más que pedir otro tipo de recepción, la mejor manera de comprobar el alcance que tuvieron, tienen o tendrán todavía muchas de aquellas propuestas analíticas: el reclamo consiste en una lectura actualizadora, que nos permita reciclar las ideas y aportes (conceptuales, teóricos, metodológicos, etc.) con que ese discurso podrá o no insertarse en la actual evaluación del campo literario latinoamericano…”
“Historia, literatura, periodismo, novela, testimonio, fiction y non-fiction, realidad e imaginación, realismo mágico y lo real maravilloso. He ahí el tema y todos los temas, he ahí el estilo y todos los estilos, he ahí los géneros y todos los géneros. Los límites, las fronteras, las oposiciones, se rompieron, se disolvieron en nuestra modernidad, si es que alguna vez existieron en la historia de la creación del hombre. En todo caso postulo que si hay alguna diferencia es de calidad, de penetración, de permanencia…”
“A principios del decenio de los años 90, a medida que el tema de la inmigración hacia los Estados Unidos se politizó, en los medios de difusión, la política y los círculos semiacadémicos comenzaron a difundirse cifras extravagantes. Estas afirmaciones se concentraban en la inmigración ilegal procedente de América Latina (en especial de México y América Central), el Caribe (Haití y República Dominicana) y Asia (China). Tras una exhaustiva investigación de los datos disponibles, un grupo de expertos del Consejo Nacional de Investigaciones (NRC), concluyó, en 1997, que cada año penetran en territorio de los Estados Unidos entre 200 000 y 400 000 nuevos inmigrantes ilegales. El grupo calcula que en la actualidad la población total de inmigrantes ilegales en los Estados Unidos oscila entre dos y cuatro millones de personas…”
“En este artículo definimos el Sistema interamericano como el conjunto de procesos e instituciones multilaterales del continente, conformado por el proceso de las Cumbres de las Américas, el sistema institucional de la OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), así como por una serie de instituciones y foros colaterales de mayor o menor peso. Todo análisis realista de ese sistema deberá partir de un hecho evidente: se trata de un conjunto desequilibrado, dado el papel hegemónico de los Estados Unidos —acentuado durante los años 90—, lo que determina el mantenimiento de su carácter esencial de instrumento de la política exterior norteamericana hacia América Latina y el Caribe.
“A diferencia de otras regiones de Occidente, en América Latina no puede hablarse de renacimiento del pensamiento geopolítico, pues la disciplina fue cultivada activamente desde los años 30, muy especialmente en los círculos militares, con resonancia pública y de manera casi ininterrumpida hasta hoy, aunque experimentando modificaciones significativas y vinculándose a otras proyecciones ideológicas. Si bien presente en varios países del subcontinente, la geopolítica ha tenido su centro principal en Brasil y los países del cono sur, en especial Chile y Argentina, y ha permeado el pensamiento de las élites militares y políticas…”
“En América Latina han incidido algunos de los problemas que aquejan actualmente a la historiografía occidental. Se pueden apreciar manifestaciones miméticas de la tendencia a la fragmentación y a cierto pluralismo metodológico en los estudios históricos. Ello ha abierto la búsqueda de nuevos paradigmas y permitido el repunte de un tipo de historia narrativa, muy diferente a la actual historiografía en su pretensión de alcanzar, sobre la base de la historia económico-social, estructural y objetivista, una visión totalizadora de la sociedad y una más profunda identificación con las comunes raíces de nuestra América…”
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