miércoles, 03-07-2024
"Existe una imagen convencional de la nueva era hacia la que nos dirigimos y de la promesa que contiene. El asesor para la Seguridad Nacional Anthony Lake, la formuló claramente al presentar en septiembre de 1993 la Doctrina Clinton: «Durante toda la guerra fría, contuvimos una amenaza mundial a las democracias de mercado; ahora debemos procurar extender el alcance de estas». El «mundo nuevo» que se abre ante nosotros «presenta inmensas oportunidades» para avanzar hasta «consolidar la victoria de la democracia y los mercados abiertos», amplió un año después..."
“En relación con la democracia es donde ha habido cambios más profundos en la izquierda latinoamericana desde el triunfo de la Revolución cubana hasta hoy. Desilusionada de la democracia burguesa o «democracia de los cinco minutos», que reduce la democracia al acto de votar cada equis cantidad de años por un miembro de la clase dominante que debería representar los intereses de los electores, influida por una formación marxista-leninista dogmática y por una lectura simplificada de la Revolución cubana, o movida por una concepción vanguardista del proceso revolucionario, una parte importante de la izquierda marxista-leninista latinoamericana de la década de los 60 y los 70, al denunciar los límites de la democracia representativa burguesa, terminó por dejar en manos de la derecha la bandera de la democracia…”
Mención en el Premio Temas de Ensayo 1998, en la modalidad de Ciencias sociales. “Si convenimos en que la tradición democrática progresista no es, precisamente, la que está subsumida en la institucionalidad hoy hegemónica, habría que admitir también que el liberalismo contemporáneo puede abjurar de los momentos progresivos de esa tradición sin perder su capacidad legitimadora, aun en un contexto de abandono de muchas de sus concesiones democráticas. De esta manera, la identificación del liberalismo con una peculiar morfología institucional de la producción y de la política del Estado capitalista obvia las potencialidades ideológicas de una «doctrina-camaleón» capaz de ajustar sus fundamentos a cada evolución histórica del régimen que sustenta…”
Además de las frecuentes protestas populares en la mayoría de los países africanos, el continente ha experimentado en los últimos años una serie de golpes militares. Ambos fenómenos son expresiones de una desilusión generalizada con las democracias electorales africanas, lo que hace temer a gobiernos, organismos donantes externos y activistas por igual que se esté produciendo un período de "retroceso democrático". Más allá de las explicaciones superficiales y simplistas que describen la inestabilidad política de África como una lucha entre democracia y dictadura o entre gobierno civil y militar, este artículo explora los factores subyacentes más profundos que explican la debilidad de las democracias africanas. Estas deficiencias reflejan la naturaleza de los Estados orientados hacia el exterior y estructuralmente limitados heredados de la dominación colonial, las complejidades étnicas y sociales de las sociedades africanas y, lo que es más importante, el carácter de los nuevos sistemas políticos que se instauraron tras las manifestaciones masivas en favor de la democracia de la década de 1990. Las concepciones de democracia de esos sistemas eran estrechas, excluían la toma de decisiones popular y se limitaban principalmente a la organización de elecciones periódicas. El resultado fueron gobiernos marcados por la corrupción, la propensión de los líderes electos a violar o manipular las constituciones para mantenerse en el poder y la incapacidad de satisfacer las necesidades y expectativas básicas de los ciudadanos. Si nos centramos en tres golpes militares (Malí, Guinea y Burkina Faso), veremos cómo la decepción popular con los gobiernos electos de esos países permitió a grupos de oficiales hacerse con el poder con cierto apoyo popular. A pesar de esos golpes y del descontento por las deficiencias de muchos gobiernos electos, las encuestas de opinión pública demuestran que la democracia sigue contando con un fuerte apoyo como sistema general de gobierno. No obstante, los ciudadanos y los activistas presionan para que se preste más atención a los derechos de los ciudadanos, a formas de participación más populares y a una auténtica toma de decisiones nacional sobre cuestiones socioeconómicas, libre de las restricciones neoliberales.
El Tratado de economía marxista de Ernest Mandel, dirigente de la Cuarta Internacional, así como algunos artículos suyos, fueron muy apreciados por Ernesto Che Guevara en 1963, algo que le animaría a invitarlo a Cuba unos meses más tarde. Mandel critica los planteamientos de Stalin con relación con la" ley del valor" y rechaza las relaciones mercantiles entre empresas estatales ; apoya los estímulos morales y la importancia de la democracia socialista. Excepto en este último punto, que no fue abordado por Guevara, sus posiciones coinciden. En su primera visita a La habana en 1964, ambos se reunieron en varias ocasiones y tras su partida continuó manteniendo estrechas relaciones con Cuba. Durante su segundo viaje, en 1967, el encuentro no fue posible, lo que no impidió la publicación de varios artículos suyos en apoyo a la Revolución cubana y la OLAS. Ya en los años 90, prosigue su relación con Cuba denunciando los intentos de Moscú de apropiarse del legado del Che, expresando hasta el final de su vida su solidaridad con el pueblo cubano frente al bloqueo de los Estados Unidos y apoyando el reclamo de Fidel Castro al impago de las deudas ilegítimas.
“Probablemente uno de los puntos en los que existe, en la actualidad, un mayor acuerdo, sea el de que eso que solemos llamar actividad política debe tener lugar en el marco de la democracia. El acuerdo es tan grande como sorprendente. Porque, sin entrar ahora en su análisis, resulta llamativa la constatación, llevada a cabo por reputados científicos sociales, de que en todo el mundo sectores procedentes del autoritarismo conservador más antidemocrático están asumiendo el modelo de la democracia —aunque, eso sí, sin abdicar de su pasado. En cierto modo, pues, podríamos decir que la cuestión política ha terminado, en el mundo de hoy, por identificarse con la cuestión democrática…”
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