miércoles, 16-04-2025
Los años 68 se caracterizaron por una multitud de crisis de mayor o menor intensidad y más o menos sectorizadas. Una de las especificidades del 68 francés es su carácter de crisis generalizada y multisectorial. El artículo propone un esbozo de una situación de investigación que pueda dar información desde una perspectiva de lo específico de cada crisis y, al mismo tiempo, desde lo comparativo en una perspectiva no centrada en Occidente, más bien global.
“Raspar la leyenda dorada de las barricadas para acercarse lo más posible a las realidades multiformes de los movimientos de 1968, se convierte en una de las tareas de la historia actual. Esto pasa por la deconstrucción de las imágenes mediatizadas que sirven de marco, soporte y vector de la memoria colectiva, en la medida en que estas caricaturizan a los «rabiosos» del Barrio Latino, denuncian la reclasificación de los revolucionarios de salón en el comercio y la comunicación, como las serigrafías anónimas del Atelier des Beaux-Arts, adoquines visuales ya considerados como piezas de colección…”
“En el contexto neocolonial posterior a la guerra de Argelia y a las independencias africanas, el movimiento estudiantil francés se inspira, en primer lugar, en los temas internacionalistas, particularmente en la oposición a la intervención norteamericana en Vietnam. Los lemas coreados durante las movilizaciones revelan la importancia de este componente internacional en el período que precedió a mayo del 68…”
El presente trabajo se centra en la influencia cultural del internacionalismo cubano en la perspectiva Norte-Sur; en él, utilizo el ejemplo de los movimientos antiautoritarios de Berlín occidental ante la Revolución cubana, y formulo algunas cuestiones preliminares que considero particularmente relevantes para el tema y para comprender la relación de los jóvenes de Berlín con Cuba.
“La imagen del movimiento antibélico en la memoria pública se ha visto profundamente distorsionada y empañada. En los decenios siguientes a la guerra en Vietnam, los activistas que se pronunciaron en su contra han sido falsamente caracterizados como cobardes desertores que desdeñaron y traicionaron a los soldados y veteranos estadounidenses (estereotipados como patrióticos héroes). Ningún candidato presidencial en los Estados Unidos ha ofrecido jamás un tributo pleno a quienes se esforzaron por poner fin a la guerra. No existe sitio o tradición nacional que celebre el movimiento por la paz de los años 60, el más dinámico y diverso de la historia estadounidense …”
“El movimiento chicano de los años 60 y los 70 representó un esfuerzo masivo por parte de la descendencia mexicana en los Estados Unidos para protestar contra la discriminación, la pobreza y la falta de oportunidades educativas. Medio siglo después de sus orígenes, probablemente la memoria se reduce al nombre de César Chávez. El movimiento chicano era cultural, artístico, literario y político. Se focalizó, además, en la tierra, la salud y los derechos de las mujeres, contra la brutalidad policíaca, etc. Notablemente, la manifestación más grande que se produjo durante la existencia del movimiento chicano tuvo lugar en 1970, para protestar contra la guerra en Vietnam…”
El artículo ubica las causas profundas y la dimensión histórico-social de la rebelión juvenil de 1968 en México. El movimiento estudiantil mexicano (MEM) responde a las injusticias del régimen social y —como otras luchas estudiantiles en el mundo de entonces— a las primeras manifestaciones de una crisis histórica de las sociedades contemporáneas. El MEM no enarbola demandas meramente estudiantiles sino de los trabajadores y de otros segmentos oprimidos, y resultó un impulsor principal del movimiento popular en el México actual.
Este artículo explora la Teología de la liberación como una corriente intelectual, pero también como una consecuencia de las formas culturales de los pueblos latinoamericanos, quienes gracias al sincretismo, han desarrollado un cristianismo que integra elementos aparentemente discordantes. La Teología de la liberación es así fruto de una reflexión académica y política que en 1968 tuvo su punto de efervescencia más alto, aunque es también una expresión de una iglesia popular, festiva y que resiste a la hegemonía del poder político y a las represiones de la jerarquía eclesiástica.
Este ensayo está centrado en los objetivos del tricontinentalismo. Sobre la base de fuentes primarias desclasificadas en Cuba, este estudio se propone clarificar los factores políticos y estratégicos de una época, a fin de poder entender las motivaciones, intereses e ideas de los actores involucrados; así como explicar la conducta de Cuba, desde su singular papel en los procesos que condujeron a la Conferencia Tricontinental en La Habana (1966). Por otra parte, utilizando documentos encontrados en los archivos de la RDA y de la República Federal Alemana (RFA), explora algunas interacciones nunca investigadas entre actores del Tercer y Segundo mundos. Estas negociaciones entre los alemanes y Cuba también demuestran la complejidad del movimiento, muy alejada del bipolarismo y el protagonismo individual en la conformación de sus estrategias y tácticas.
“¿Por qué resulta de interés revisitar y evaluar hoy los procesos de lucha armada ocurridos en América Latina y el Caribe durante los años 60? ¿Qué experiencias negativas y positivas de esas historias pueden ser útiles para las faenas y los proyectos de emancipación actuales y futuros en el continente? El ciclo insurgente de los 60 comienza en 1959, y aunque de hecho termina entre 1967 y 1968, ocurre un último intento fallido en Teoponte, Bolivia, en 1970. ¿Por qué fueron derrotadas todas esas tentativas de tomar el poder por la vía armada? ¿Cuáles fueron las causas más comunes de sus adversos desenlaces?...”
En los primeros días de enero de 1968, se desarrolló el Congreso Cultural de La Habana (o Congreso Mundial de la Cultura), en el que se reunió medio millar de intelectuales de distintas tendencias de izquierda del orbe. La coyuntura en la que se realizó este evento fue un momento de muchas tensiones políticas dentro del ámbito de la Guerra Fría y en un país, Cuba, enfrentado a las múltiples agresiones de los gobiernos de los Estados Unidos, con la muerte reciente de Ernesto Che Guevara, como telón de fondo. El Congreso fue la expresión de una posible tercera vía de comunión de las fuerzas revolucionarias mundiales, un nuevo frente internacional, que no llegó a cristalizar. El texto analiza estas circunstancias.
“En 1968, las relaciones entre la Revolución cubana y la Unión Soviética apenas tenían diez años. Se habían iniciado en la segunda mitad de 1958 cuando las fuerzas rebeldes, en busca de armamentos, hicieron los primeros contactos con Europa oriental. En ese breve lapso, dichos vínculos pasaron por diferentes momentos: uno inicial, de sorpresa soviética, que duró hasta finales de 1960, cuando Jruschov se percató de la trascendencia histórica de lo acontecido y decidió jugarse el todo por el todo en apoyo a la joven revolución. Además, Cuba parecía la confirmación de su hipótesis de que, en las nuevas condiciones, los trabajadores de los países capitalistas podían hacer por sí solos sus revoluciones sin ayuda externa. Por si fuera poco, los barbudos de Fidel rememoraban, para los revolucionarios soviéticos, sus propios momentos de gloria…”
“El período 1964-1967 se caracterizó por una consolidación de la actividad productiva y un auge constante de la producción. La tasa de importaciones en 1967 fue 13,1%, mientras que en el anterior quinquenio registró 15,1%. Ello muestra que el crecimiento se apoyó fundamentalmente en las posibilidades internas de la economía Entre 1966 y 1967 hubo gran desarrollo en la economía cubana bajo las nuevas formas sociales de producción y en condiciones de disminución de dependencia externa. Sin embargo, a partir de 1968 se produjo una desaceleración…”
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