La oleada de protestas masivas de 2011-12 conocida como la "Primavera Árabe" ha tenido tantos procesos y resultados diferentes como países la experimentaron. En Túnez, donde comenzó el movimiento, surgieron nuevas conversaciones en torno a la democratización, la ciudadanía, los derechos de las minorías y la identidad, que antes estaban reprimidas, eran tabú o tenían un espacio limitado para el debate. Al posicionar la visibilidad y las experiencias vividas del racismo al que se han enfrentado los tunecinos negros, los activistas contra el racismo impusieron conversaciones sobre la pertenencia a grupos, las identidades culturales y la naturaleza excluyente del Estado posterior a la independencia. Se trata de un debate que ha estado ausente durante mucho tiempo debido a las políticas homogeneizadoras del Estado. La visibilidad de las activistas negras significó que no solo el racismo formaba parte de la conversación, sino también una perspectiva alternativa al feminismo en su(s) forma(s) institucional(es) y dominante(s) de izquierdas/secular(es). Las formas organizadas de resistencia no son las únicas que merecen nuestra atención. Las mujeres negras comunes llevan mucho tiempo (re)negociando su posición de género y raza en sus comunidades y en la sociedad en general.