jueves, 21-11-2024
¿Nuevo orden mundial o nueva guerra fría?
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Rafael Hernández: Como ocurre en tantas otras cosas de la vida, utilizamos palabras, conceptos, que no necesariamente tienen que estar teórica, filosófica y críticamente definidos. Se le llama “guerra fría” a un período que va desde 1947 a 1991, que es el período de enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en relación con el monopolio y luego el poderío del arma nuclear. Se llamó “fría” porque esos países no se estaban entrando a cañonazos, pero el mundo estuvo lleno de guerras calientes, entonces el nombre no cubre la problemática que va de 1947 a 1991 de ninguna manera. Por su parte, el término “nuevo orden mundial” fue creado a partir del derrumbe del campo socialista en Europa del Este, acuñado por la administración Bush, pero se refiere a ese mundo que emergió después de la Guerra fría, que tampoco es un mundo pacífico ni donde la amenaza nuclear dejó de existir, ni la proliferación nuclear cesó, ni se restablecieron los términos de un orden estable. Pero estamos usando esos términos provisoriamente porque si no, no podemos referirnos a muchísimas cosas de la problemática contemporánea.
El propósito de este panel, entonces, es tratar de comparar el sistema internacional que nació de la Segunda Guerra Mundial, de los acuerdos entre las grandes potencias y de las luchas de liberación en África, en Asia y América Latina —Cuba incluida—, y el período que se inició de los años 90 para acá, que seguramente que tiene etapas dentro de él. Con todas esas salvedades, vamos a debatir en qué se parecen y en qué se diferencian ese período conocido como Guerra fría y este orden existente, que algunos califican como desorden, y que, por supuesto, no está exento de conflictos y de amenazas. Para hacerlo tenemos a un trío de especialistas que, desde ángulos diferentes, han estudiado esta problemática y tienen una experiencia de ese sistema internacional, tanto del de la Guerra fría como del posterior.
Ellos son José Raúl Viera Linares, que ha sido entre otras cosas, pero sobre todo, y por eso está aquí invitado, diplomático, ha tenido altas responsabilidades en el Ministerio de Relaciones Exteriores, fue viceministro durante cinco años y viceministro primero durante ocho años en el MINREX, y su experiencia y su vínculo además con los debates de la revista Temas, a los que ha solido venir desde que los empezamos hace más de veinte años, justifican y le dan sentido, por supuesto, a que lo hallamos invitado, y que él ha tenido la amabilidad de aceptar estar aquí con nosotros para discutir acerca de estas preguntas.
Al su lado está Lourdes Regueiro, economista, investigadora del Centro de Investigaciones de Política Internacional. Como académica ha estudiado distintas dimensiones de las relaciones económicas internacionales y lo que eso significa para caracterizar el sistema, puesto que no es posible separar las relaciones económicas, y las relaciones políticas, y los problemas estratégicos y militares, todos están interconectados
Y finalmente Juan Sánchez Monroe, que ha estado en actividades organizadas por Temas, especialmente uno que hicimos acerca del año 1968, en el que nos explicó cómo era la Unión Soviética y sus relaciones con Cuba, cosa que conoció de primera mano porque era diplomático en la dirección que tenía que ver en Relaciones Exteriores con la Unión Soviética, o sea, sabe lo que pasó en esa parte de la historia tan importante que es la intrahistoria, y tiene una experiencia larga, además de ser actualmente profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales.
La primera pregunta es la siguiente: el orden mundial de la Guerra fría estuvo marcado por el eje del conflicto bipolar Estados Unidos-Unión Soviética, ¿existe un conflicto principal, equivalente, o sea, un eje en torno al cual se articule el actual orden?; es decir, ¿existe una bipolaridad en este nuevo orden? Si es así, ¿en qué términos se formula ese orden bipolar, o quizás tripolar?
José Raúl Viera Linares: Hay una constante en los tres períodos que se han mencionado —la Guerra fría, el derrumbe del campo socialista, y el momento en que nos encontramos—: la voluntad de los Estados Unidos de ejercer una hegemonía sobre el orden mundial. Frente a eso, y a otros elementos, desde luego, actúa el Tercer mundo. Esa es, a mi juicio, la principal acción que hace girar las relaciones internacionales.
El 20 de octubre, el presidente Joe Biden expresó: “Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia”, e informó que estaba enviando al Congreso una solicitud de ayuda a Ucrania e Israel, argumentando que se trataba de una inversión inteligente, agregando que el liderazgo americano es lo que mantiene al mundo unido, y aclaró: “No buscamos que las tropas estadounidenses luchen contra Rusia”. En las dos guerras que estremecen al mundo en este momento, que Biden llama de inflexión, los Estados Unidos procuran preservar su liderazgo a bajo costo. Un punto de inflexión quiere decir que Washington comprende que el llamado orden internacional existente está agotado, y que nos encontramos en una transición hacia un nuevo orden o un gran desorden.
Como resultado de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos emergieron como la más poderosa potencia del conocido como mundo occidental, pero veían amenazada su potencial hegemonía por el ascenso y prestigio con el que emergieron de la contienda la Unión Soviética y las fuerzas progresistas. Fue Washington quien precipitó el inicio de la Guerra fría, cuyo eje central lo constituía el conflicto con la Unión Soviética y el enfrentamiento entre dos grandes tratados militares, el Pacto de Varsovia y la OTAN, que era, al mismo tiempo, la competencia entre dos ideologías. Su preeminencia en Occidente se acrecentó con la carrera armamentista que desataron, y en lo económico con la formación de un orden financiero internacional, paulatinamente dominado por el dólar, y en el que juegan un papel fundamental el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
En 1989, los gobiernos de los países del este europeo cayeron, y en 1991 dejó de existir la Unión Soviética. El Pacto de Varsovia llegó a su fin en marzo de 1991. Quedó una sola superpotencia, los Estados Unidos, y un mundo unipolar. Para preservar su hegemonía y dominación, la OTAN, lejos de desaparecer, continuó expandiéndose, y hoy la integran trentiún Estados. Perviven, además, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), aunque con sus características propias, y el Tratado de Seguridad Australia-Nueva Zelandia-Estados Unidos (ANZUS). Este año, además, se constituyó el AUKUS, que vincula defensivamente a los Estados Unidos, el Reino Unido y Australia.
Estados Unidos jugó a gobernar el mundo, no solo dominándolo con su poderío militar y financiero, sino además imponiendo su cultura y estilo de vida, y procurando soluciones a problemas globales como el medio ambiente y el cambio climático que no afectaran sus intereses, pero, como predijo Fidel, el mundo es ingobernable e inevitablemente se revuelve frente la hegemonía.
Las exitosas reformas del sistema chino, sus crecientes vínculos económicos con el mundo, y mutuamente beneficiosas además con los Estados Unidos y sus aliados, convirtieron a China en la segunda economía mundial, y la globalización llegó a la formación de encadenamientos productivos imposibles de destruir sin graves afectaciones para todas las partes.
La Federación de Rusia, a quien Occidente procura desmembrar, reaccionó frente a las amenazas existenciales que suponía la expansión de la OTAN, y no han logrado aislarla internacionalmente ni derrotarla con sanciones económicas y el apoyo a Ucrania, mientras que Europa occidental sufre la pérdida de los suministros de gas y petróleo y del mercado ruso.
Los Estados Unidos procuran nuevamente mantener su hegemonía, pero en esta oportunidad no pueden cortar su vinculación económica ni la de sus aliados con el adversario, y por ello se proponen, y cito: “Competir de manera eficaz con la República Popular China”, a quien reconocen como un competidor capaz de redefinir el orden internacional, y tratan, además, de contener a una “Rusia peligrosa”, según sus palabras.
El fortalecimiento de la soberanía de los países de aquel llamado Tercer mundo, hoy definido como el Sur global, la capacidad de maniobra que le brindan sus vínculos económicos con China, se expresa en su reclamo a una reforma de las Naciones Unidas, y surgen agrupaciones de nuevos países como el BRICS, que impide la pretensión de aislar a China o Rusia.
Frente al intento de estructurar nuevos bloques antagónicos, los competidores de los Estados Unidos se basan en el multilateralismo y las relaciones de beneficio mutuo, el respeto a la soberanía política, económica y cultural, y la solución de los problemas globales con respeto a la igualdad sin hegemonía.
El camino para reimponer las prácticas de la Guerra fría se hace muy difícil. Basta recordar que después de tratar de desacreditar durante diez años la exitosa iniciativa de la Ruta de la Seda, lanzada por China, los Estados Unidos se han visto obligados a competir, lanzando la iniciativa del Build Back Better World, un elemento fundamental del cual es el corredor económico India-Medio Oriente y Europa.
Se multiplicarán las guerras locales con la actuación y el impulso de los propios Estados Unidos, pero no regresaremos a un período semejante al de la Guerra fría, la nueva confrontación tendrá características diferentes.
Rafael Hernández: Yo debía haber empezado por dar los resultados de una encuesta que hicimos en el canal de la revista Temas en Telegram, como en otras oportunidades, y a la que respondieron noventa personas. En esta ocasión, la única pregunta era cómo ha cambiado el sistema internacional después de la Guerra fría de 1947 a 1991, y proponíamos seis posibles respuestas. Donde hubo mayor consenso, por lo menos la mayor confluencia, es que después del fin de la Guerra fría hay más inestabilidad y más conflictos regionales, respuesta marcada por 71% de los que respondieron.
Lourdes M. Regueiro: El tema y las preguntas que formula Rafael, incisivo como siempre, invitan a una reflexión y debate que es imposible agotar en este espacio; en primer lugar, estamos hablando de procesos en desarrollo cuyo curso se ha visto acelerado por eventos como la pandemia y la guerra en Ucrania. En este contexto no me siento en capacidad plantear una posición definitiva, la conjunción de determinados factores o la ocurrencia de uno solo de gran impacto, cuya probabilidad de concretarse en este momento es considerada baja poco, puede convertirse en un detonador que acelere o ralentice ciertas tendencias en curso. Hace cuatro años el debate académico se inclinaba a negar que el mundo avanzara hacia un contexto de Guerra fría, hoy creo que, con diferencias del proceso que se desarrolló entre 1947 y 1991, se acepta la existencia de señales que apuntan a la reedición de ciertas características de aquel período histórico.
El proceso de reconfiguración del actual orden internacional se caracteriza por:
-la crisis de la gobernanza multilateral en su actual configuración;
-el declive hegemónico de Estados Unidos;
-el tránsito de un orden unipolar a otro por definir; (tanto la pandemia como la OME de Rusia han actuado como aceleradores de los ajustes en el proceso de globalización y en el rediseño de alineamientos, alianzas y asociaciones; lealtades flexibles y difusas (crisis de confianza incluso entre aliados y socios).
-la consolidación de nuevas potencias globales;
-la tensión entre un poder económico que no tiene su correlato en lo relacional;
-los nacionalismos y proteccionismos de potencias tradicionales frente a las emergentes que disputan su liderazgo en los ajustes de la globalización;
-la emergencia de nuevas alianzas/asociaciones asentadas más en conveniencias geopolíticas y/o geoeconómicas que en adhesiones a un proyecto político o modelo económico predefinido.
El argentino Bernal-Meza sintetiza algunas de las ideas expresadas de la siguiente manera: en los períodos de transición o de crisis del orden internacional instituido, las normas, los estándares, así como las instituciones que lo tipifican dejan de ser funcionales a la nueva distribución del poder que está forjándose en el sistema internacional. Mientras, las potencias que emergen aún no cuentan con un sistema de normas, estándares e instituciones reconocidas por el concierto internacional que den cuenta de su nuevo papel en el mapa de poder mundial, situación que van gestionando a través de la creación de nuevas instituciones, agrupaciones, megaproyectos, etc. que, sin desplazar a las del viejo orden, ofrecen espacios alternativos/complementarios.
Por tal motivo, en un escenario como el que se ha descrito, más que decantarme por una posición rígida, me gustaría referirme a las perspectivas de los internacionalistas de las potencias que protagonizan la disputa global (Estados Unidos, China y Rusia) sobre los posibles desenlaces de una reconfiguración que tocará los cimientos del mapa del poder global y que no son del todo coincidentes.
Si bien la narrativa más común plantea que estamos en el tránsito de un orden unipolar a uno multipolar, y coincido con lo planteado por Rafael de que en la práctica se están perfilando, una serie de ejes e hipótesis de conflicto que apuntan más a alineamientos, aunque diferentes a los que sucedieron durante la Guerra fría en el debate sobre el orden que debe emerger es posible identificar tres posiciones: i) la posibilidad de preservar el orden internacional liberal basado en reglas; ii) la que sustenta la tendencia a la multipolaridad; y iii) una vertiente que cobra fuerza después de la OME de Rusia aunque estaba presente en el debate antes-, que acepta la perspectiva de que el mundo avanza hacia un orden bipolar aunque con características diferentes a la bipolaridad que caracterizó la Guerra fría. Me gustaría precisar que los rusos -con independencia de su evaluación acerca del orden que sustituirá al orden liberal internacional (unipolar)- suscriben más el término de policéntrico o multicéntrico que el de multipolar, lo que implica matices desde el punto de vista conceptual.
En los círculos estadounidenses se identifican posiciones que sostienen la posibilidad de preservar el orden liberal internacional apostando a una renovación tecnológica, a hacer mayores inversiones en la esfera de la tecnología generando más inversiones, y para esto se han planteado un mayor financiamiento, provenientes tanto del sector público como del privado, en tecnológicas críticas clave que conforman el sustento del poder y de la expansión de la influencia.
Otra vía a la que recurre Estados Unidos para recuperar o preservar su hegemonía es a rescatar y profundizar las alianzas con países occidentales (aliados y sus socios), que resultaron muy dañadas durante la administración de Donald Trump. Estas alianzas para revertir la crisis del orden liberal internacional incluyen la adhesión a la adopción conjunta de medidas de coerción, sanciones, que han tenido un resultado contradictorio al acelerar la asociación chino-rusa, es decir la consolidación del otro polo, en este caso China en primer lugar, como adversario estratégico, y Rusia.
Aunque resulta común atribuir el desafío del orden liberal a China resulta importante aclarar, que ese orden también ha sido desafiado por la emergencia de movimientos de derecha y de ultraderecha —nacionalistas, populistas— que han alcanzado presencia gubernamental en países de Occidente, cuyos preceptos y principios van en contra de ese orden. Es decir, que ha habido un desafío también a lo interno.
Tampoco respondería al curso real de los procesos inculpar a China de la previsible implosión de ese orden internacional en tanto su actual desempeño y desarrollo es un resultado de él. Wang Yi, el canciller chino, en una entrevista con Richard Haass, el presidente del Council on Foreign Relations, le decía que China no tenía ningún interés en desestabilizar el orden liberal internacional basado en reglas, pero que no estaban de acuerdo con que solo el 12% de la población mundial fuera quien estableciera las reglas.
Para los expertos estadounidenses el tema central es la necesidad de preservar en lo posible un orden internacional que asegure ventajas para Estados Unidos, pero existen matices y diferencias en la forma de lograrlo: si bajo un formato de bipolaridad, multipolaridad o unipolaridad; o si el multilateralismo sigue siendo o no funcional a ese objetivo. Aunque existe un espectro amplio de enfoques sobre cómo enfrentar el desafío si conteniendo o cooperando con China el núcleo duro garantizar el papel protagónico de Estados Unidos.
Algunos expertos en Relaciones Internacionales rusos desde fines del siglo XX llamaron la atención sobre la conveniencia y predeterminación a la multipolaridad, así Primakov (excanciller ruso) en 1996 anunció la transición hacia un mundo multipolar como una de las principales tendencias en el desarrollo de las relaciones internacionales. Esta idea fue compartida por los líderes y expertos chinos, como Qian Qichen (excanciller de ese país). Pero en la academia rusa la idea de la multipolaridad no es compartida por todos. Existen diferentes enfoques, parar citar algunos de los más relevantes puede mencionarse el de Iván Timofeev que alega la no existencia de la multipolaridad, sino de una multipolaridad político-militar que no tiene correlato en lo económico, pues Estados Unidos tiene una capacidad superior de utilizar la economía como instrumento de coerción y poder político, y fundamentan que aunque los gobiernos no se sumen a la aplicación de sanciones extraterritoriales, el sector empresarial teme perder el mercado estadounidense, ser multados o privado de realizar transacciones en dólares. Otros como, el neorrealista Sergey Karaganov argumenta que se avanza hacia un mundo multipolar en el que el relato hegemónico occidental tendrá que coexistir con varios relatos alternativos, y que Occidente está intentando conducir la situación hacia un nuevo bipolarismo.
Otra corriente de pensamiento está representada por Andréi Kortunov quien plantea que la multipolaridad expresa más un deseo que una realidad, que no existen, ni son deseables zonas exclusivas de influencia y apunta a que en lugar de la multipolaridad se evoluciona hacia la bipolaridad.
Hasta no hace mucho los internacionalistas chinos evitaban el término de bipolaridad, pero después de la OME existe una mayor aceptación sobre ese posible desenlace para el orden internacional. Yo diría que se trata de una bipolaridad 2.0. Hasta ahora hemos casado, asociado, bipolaridad con guerra fría, pero no necesariamente un mundo bipolar lleva a las características de la Guerra fría. Yo defino a esta como un caso radical, extremo, de bipolaridad, porque ahí sí estaban perfectamente definidos los polos.
Estoy aceptando que estamos ante un mundo bipolar, que difiere de la Guerra fría, primero, en que los niveles de interdependencia entre los actuales contendientes (los Estados Unidos, sus socios y aliados, por una parte, y China y Rusia por la otra, así como de estos con el resto del mundo) hoy son mucho más altos. Durante la Guerra fría el bloque soviético estaba económicamente aislado de Occidente, y ninguno de los polos dependía del otro.
En segundo lugar, el sustrato del conflicto estaba en el enfrentamiento de dos sistemas. Esto no es lo que tenemos hoy, no es el cuestionamiento al capitalismo como sistema lo que está en la base de esa bipolaridad, sino la gobernanza global, la confrontación entre occidente y occidente, entre democracias liberales y autocracias liberales, entre atlantismo y euroasianismo. Supongo que el profesor Juan Sánchez hará referencia al tema civilizatorio, que está también hoy en el debate en relación con estos temas.
Kortunov identifica tres tipos de bipolaridad: política, estructural -referida a los términos económicos de las diferencias en el desarrollo económico y tecnológico-, y de valores. Cuando prevalece la bipolaridad de valores que es la que intentan impulsar los Estados Unidos, la bipolaridad deviene confrontacional.
Una tercera diferencia es que muchas de las amenazas que enfrenta el mundo hoy no provienen de actores estatales, como era el caso en la Guerra fría, sino de grupos irregulares, de otro tipo de organizaciones, del crimen organizado transnacional, etc. Un cuarto elemento que diferencia a la Guerra fría de la bipolaridad actual es que antes las áreas de influencia eran exclusivas, se estaba con el bloque soviético o con el occidental; hoy ese tipo de alineamiento es mucho más flexible, pragmático, y yo diría que modular, en dependencia del tema de que se trate.
Otra diferencia sería que la relación triangular entre los Estados Unidos, Rusia y China, que se utilizó contra la URSS en aquel momento para provocar la caída del campo socialista, no se parece en nada a la que tenemos hoy; por el contrario, la doble contención de los Estados Unidos hacia estos dos polos ha consolidado el polo contendiente.
Por último, creo que entre los ejes en torno a los cuales se organiza hoy el conflicto entre estos polos, está la existencia de un polo de poder tecnológico en el cual gravita el mundo hoy: China. Según un tracker tecnológico de un centro de pensamiento australiano (Australian Strategic Policy Institute, ASPI) de cuarenta y cuatro áreas de tecnología de frontera, China aventaja a los Estados Unidos en treinta y siete. Otros son las disputas por áreas de influencia; Taiwán, territorios con infraestructuras críticas para las comunicaciones o para cualquier otro; y el sistema monetario financiero internacional. Y un eje, no de conflicto, pero donde se desarrolla esta bipolaridad es la competencia por la cooperación internacional, que veremos en otra pregunta.
Estados Unidos no parece estar dispuesto a aceptar una bipolaridad o multipolaridad “cooperativa”. Toda la política de ese país estará en función de recuperar el mundo unipolar.
Occidente, enfatiza la dimensión valorativa de la bipolaridad. De acuerdo con este enfoque la bipolaridad será conflictiva debido a la brecha de valores existente entre los principales actores del sistema internacional.
China propone el concepto de un nuevo tipo de relación entre grandes potencias, opuesto a la “trampa de Tucídides”, que asume la naturaleza inevitablemente confrontacional de la bipolaridad. Según esa concepción país fuerte irremediablemente buscará la hegemonía y luchará contra los valores alternativos. El pensamiento chino, considera que un país fuerte no necesariamente adopta el unilateralismo y avanza hacia la hegemonía. No obstante, la buena voluntad de China no es suficiente, Zhao Huasheng reconoce explícitamente que el estatus de China en la estructura mundial no es algo que China pueda elegir.
Aunque en Moscú todavía se hace referencia a la noción de un mundo multipolar o policéntrico, hay una creciente disposición a aceptar la nueva realidad bipolar con Estados Unidos y China como centros de gravedad de esta nueva polarización del mundo.
Juan Sánchez Monroe: A la pregunta de si tendremos guerra fría o nuevo orden, digo que, desgraciadamente, veo más posibilidades de que tengamos una guerra caliente. Las razones de ello están, en primer lugar, en la esencia de las contradicciones del momento, que a diferencia de las que existieron cuando la Guerra fría, son menos geopolíticas y más civilizatorias. Cuando se habla de que se está desplazando el centro hacia el oriente, quiere decir que hay un desplazamiento civilizatorio.
La tarea emprendida por Fidel en los últimos años de su gobierno quedó trunca a su muerte. La dirección del país, encabezada por el compañero Raúl, le supo dar continuidad, coronándola con el encuentro en La Habana del Papa Francisco y el Patriarca Kiril, novecientos sesenta y dos años después del cisma que dividió el cristianismo entre católico y ortodoxo. Estratégicamente, la obra quedó huérfana del gigante que previó el peligro y que tenía la inmensa autoridad para conjurarlo. Hoy católicos y ortodoxos se masacran mutuamente en una contienda fratricida provocada por las ambiciones geopolíticas de una potencia extracontinental, y que no es más que la punta visible de un iceberg, rodeado por otros no menos peligrosos en el mar de China, en la península coreana, en el Medio Oriente, en el Caribe, y en la revuelta generalizada de los pueblos africanos, que cada día arrancan un pedazo a la herencia civilizatoria que el colonialismo les impuso.
Hoy de lo que se trata es de la pugna por desplazar a Occidente de la posición dominante que su civilización impuso en el mundo, y ese cambio está conduciendo a una lucha feroz, de la que no podemos excluir eventos apocalípticos.
Rafael Hernández: Mi segunda pregunta tiene que ver con que la Guerra fría no solamente estaba atravesada por un eje este-oeste, sino por uno norte-sur, y las guerras calientes fueron en el eje norte-sur sobre todo. Ese componente de esa etapa, entre los cuales estuvo Cuba, es parte estructural del viejo orden. ¿En qué medida eso ha cambiado?, ¿cómo se puede entender el significado, la participación y la actuación de los países de ese sur que no se alinea, dentro de la política internacional actual, y cómo se compara con la Guerra fría?
José Raúl Viera Linares: Sin duda las condiciones internacionales han cambiado desde que en 1947, en 1952, obtuvieron la independencia países como Indonesia, India, se constituyó la República Popular China, la revolución en Egipto puso fin a la presencia británica, y la Conferencia de Bandung comenzó a configurar políticamente lo que se llamaría Tercer mundo. En 1957 fue Ghana la primera que accedió a la independencia después del colonialismo en África.
Se trató, durante un gran período de la Guerra fría, de la lucha por poner fin al colonialismo, expresado en los términos de control y posesión colonial por las grandes potencias europeas, principalmente Francia y el Reino Unido, y en menor medida, bueno, no tan menor, Portugal y Bélgica, y tras el acceso a la independencia, cómo consolidar esa independencia.
En aquel momento, el mundo se encontraba dominado por la confrontación entre las dos grandes agrupaciones militares y las dos superpotencias existentes, y una expresión de la independencia del Tercer mundo fue el no alineamiento. Los Estados Unidos buscaban formar tratados militares y vincular a los países a su égida. Tan es así que John Fuster Dulles, como secretario de Estado norteamericano, calificó al no alineamiento de inmoral, porque consideraba que los “buenos” eran los occidentales y los “malos”, la Unión Soviética, y quien no quisiera alinearse con ellos estaba con los malos.
La necesidad de fortalecer la independencia planteó inmediatamente la cuestión económica, cómo desarrollarse, porque sin base material, sin creación de recursos materiales, no se sustenta la independencia de un país. Por eso los países no alineados no solo abordaron temas políticos, sino que muy pronto incluyeron en sus declaraciones los económicos. Además, en el marco de la primera Conferencia de Naciones Unidas para Comercio y Desarrollo surgió el Grupo de los 77, cuya presidencia, por cierto, Cuba acaba de desempeñar de manera, a mi juicio, brillante.
Ese esfuerzo por mantener la independencia ha continuado, en la misma medida en que continuó la política imperial de hegemonía occidental sobre el Tercer mundo. Ahora con nuevos aspectos, porque ya no se trata solo de la economía, del control económico, de la exigencia del pago de la deuda externa, de la explotación de los recursos del Tercer mundo, de la disputa que se avecina cada vez más por el agua y otros recursos naturales; se trata, además, de la imposición de patrones culturales ajenos a los países del Tercer mundo. Como decía Juan, es un choque de civilizaciones y la imposición de una civilización sobre la otra. Tanta importancia tiene hoy, en algunos de los países del Tercer mundo, el rechazo al modelo occidental cultural que le tratan de imponer, como el fomento de su desarrollo económico.
En la transición hacia un nuevo orden internacional se modifica inevitablemente la composición, la forma de actuar de los países del Sur global. Puede que un movimiento mundial, como lo fue el de los No Alineados, no tenga las mismas características en el futuro, pero, sin dudas, las agrupaciones regionales se multiplican. Hoy tenemos a la CELAC en América Latina, la Liga Árabe, la Liga de la Conferencia Islámica, la Unión Africana, la Organización de los Países del Caribe, y cada uno de estos foros permite a los países del Tercer mundo coordinar y defender con mayor libertad sus posiciones; es mucho más fácil para un país pequeño o débil expresarse a través de un ente colectivo regional o global, que hacerlo significándose a sí mismo en los foros internacionales. Es por ello que en la nueva situación internacional que va surgiendo tiene y tendrá un papel el Movimiento de los Países No Alineados (NOAL), el Grupo de los 77 + China, y las agrupaciones regionales que ellos mismos integran. Estos países, además, defienden necesariamente el multilateralismo con base en las Naciones Unidas, y la reforma de esta institución es un clamor de todo ellos.
Por otra parte, nuevamente vemos, bajo diversas formas, los intentos de la OTAN de expandirse en relaciones especiales con Estados del sur, como lo fue el intento de establecer una relación especial con Colombia o con Corea del Sur. Por ello, y pese a la diversidad política y cultural del Sur, sus agrupaciones buscarán nuevas formas de expresión y organización para influir de acuerdo a sus prioridades e intereses en la conformación de ese nuevo orden internacional.
Rafael Hernández: En realidad, la pregunta no era nada más en relación con la época de la Guerra fría, y la relación con los países del Norte desarrollado occidental, sino también con las potencias del este. Era Tercer mundo porque había un “primer mundo” capitalista desarrollado, y había un “segundo mundo”, que tenía una relación particular de competencia, de los años 60 para acá, en relación con lograr que se acercaran los no alineados a cada una de ellas. Esta red de correlaciones es mucho más complicada, y esa otra dimensión también sería interesante considerarla ahora: ¿en qué medida los países que hoy están más cerca de China o de Rusia, ya lo estaban en la época de la Guerra fría?
Lourdes M. Regueiro: En esta pregunta seré mucho más concreta. El conflicto Norte-Sur persiste, incluso se profundiza. En relación con otras transiciones hegemónicas quien está en la senda de convertirse en una potencia global y disputar el lugar a la primera potencia mundial no es otra potencia del llamado primer mundo, sino una del Sur global; esto es un hecho inédito y que tiene un peso en el mundo que se conforma. La posición privilegiada de las potencias globales se rompería si otras naciones intentaran unirse a su grupo selecto y desafiaran su autoridad normativa, el dominio monetario y la superioridad tecnológica.
El ascenso económico de China en las últimas décadas ha roto el orden mundial de centro-periferia de posguerra, socavando la posición privilegiada de los países occidentales tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. En 2022, China representó, el 19% del producto interno bruto mundial medido por la paridad del poder adquisitivo, mientras que el de Estados Unidos representó el 16%. El peso económico forma parte de la construcción de poder, pero detrás de los Estados Unidos viene India, con 8% del PIB mundial, y en esa lista de los que tienen mayor peso en el PIB mundial también están Indonesia, Rusia y Brasil. Es decir, estamos en un mundo en que el peso económico del Sur global es muy diferente. Si en 1980 los países desarrollados representaban 75% del PIB mundial, en 2021, esa participación había caído a 57,8%. El PIB combinado de los países de los BRICS más Turquía, Corea del Sur e Indonesia, en términos de paridad del poder adquisitivo, pasó de 21% de la economía mundial en 1992 a 37% en 2021, mientras que la participación combinada del G-7 se redujo de 45,8% a 30,7%. Estos son datos duros, que hablan del peso que alcanzan los países del Sur, donde se evidencia un polo de desarrollo en las tecnologías de frontera, que en el período de Guerra fría eran exclusivas del norte global y en algunos sectores, en especial el militar
El PIB combinado de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) más Turquía, Corea del Sur e Indonesia, en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), pasó del 21% de la economía mundial en 1992 al 37,7% en 2021, mientras que la participación combinada de los países del G7 se redujo del 45,8% al 30,7% en el mismo.
Estos son datos duros. Al igual que hoy en el Sur global se evidencia un polo del desarrollo en las tecnologías de frontera que en el período de la Guerra fría eran exclusivas del Norte.
Desde el Sur global es impulsada la emergencia de una institucionalidad paralela a la del orden liberal en los ámbitos económico comercial como RCEP, en el financiero como el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) con una estrategia hacia el 2025 de que el 30% de sus proyectos se financien en monedas locales, la creación de dos sistemas de mensajería alternativos al SWIFT, uno chino y otro ruso, la OCS con foco o en la seguridad, los BRICS plus como una voz del Sur en el G20, políticas deliberadas entre estos países dirigidas a la desdolarización de los intercambios. Otra diferencia es la existencia de una modularidad y flexibilidad de asociaciones con socios y aliados tradicionales de Occidente que no era lo que caracterizaba la Guerra fría. El hecho de que Arabia Saudita integre hoy los BRICS al tiempo que es un aliado de los Estados Unidos, es un hecho trascendente, pero sí hay un elemento en común con aquélla y es que el Sur global deviene espacio de la disputa estratégica, ya anteriormente dije que una diferencia con la Guerra fría era la no existencia de áreas de influencia exclusivas.
Lo mencionado son datos duros de un nuevo sur que está disputando espacios a ese norte global.
Pero sí hay un elemento común con aquella, y es que el Sur global deviene espacio de la disputa estratégica. Antes dije que en la Guerra fría no existían áreas de influencia exclusivas, pero eso no quita la existencia de disputas por ese Sur global.
En resumen, yo diría que los países del Sur global ya no son solo demandantes, como cuando exigían un nuevo orden económico internacional; hoy tenemos un Sur más asertivo, proactivo y propositivo, sin obviar que es hoy mucho más heterogéneo y asimétrico que el que existía antes.
Juan Sánchez Monroe: Muy interesante. Efectivamente, la Guerra fría no fue solo un fenómeno este-oeste, como machaconamente nos ha expresado siempre la politología occidental. El componente norte-sur fue de extraordinaria importancia durante ese período.
Voy a mencionar nada más algunos elementos que no solo marcan la etapa de la Guerra fría, sino que además precondicionan la que estamos viviendo hoy. El primero de ellos es la lucha de liberación nacional en el Tercer mundo y los cambios que provocó, que dieron al traste con el dominio colonial de las potencias europeas. El segundo, la crisis petrolera que siguió a la guerra del Yom Kippur en el año 1973, que propició cambios trascendentales tanto en la economía capitalista como en la socialista. A partir de ella comienza el proceso de transnacionalización del capital, muy detalladamente analizado por Fidel en su libro La crisis económica y social del mundo; pero, además, precisamente a partir de ese momento comienza el declive en la economía soviética, con una tendencia a alejarse cada vez más de los índices de desarrollo de la norteamericana, porque no fue capaz de adaptarse a las nuevas exigencias que se planteaban ante el mundo.
Un elemento importante que casi nunca se menciona de esta etapa es el triunfo de las tropas cubano-angolanas en la guerra contra Sudáfrica, que no solo contribuyó a la liberación final del continente africano, sino que condujo al único caso de desarme nuclear voluntario que conoce la historia. No sé qué sería el mundo de hoy con una Sudáfrica racista armada de armas nucleares; en su lugar tenemos un África batallando por soltar el lastre que le dejó el colonialismo.
En la Guerra fría, como ya mencionó Viera, se realizó la Conferencia de Bandung, donde por primera vez los países recién liberados presentaron su aspiración a un mundo regido por la coexistencia pacífica y la igualdad soberana de todos los estados; nació el Movimiento de los No Alineados y el Grupo de los 77, que consensuaron conceptos e ideas que hoy están puestas sobre la mesa.
Tras la desaparición de la URSS, el NOAL quedó un tanto desorientado, sin saber cómo adaptarse al dominio unipolar de los Estados Unidos. Lentamente sus propuestas pasaron del desarme y la coexistencia pacífica a la reforma de Naciones Unidas, los desequilibrios económicos norte-sur, el fortalecimiento de la colaboración sur-sur, y la gestión de los problemas globales, de manera que desde la segunda cumbre de La Habana (2006) podemos hablar de un movimiento renovado que gana prestigio internacional, como lo demuestra la reciente propuesta del presidente ruso para que su representante ocupe un puesto en el Consejo de Seguridad de unas futuras Naciones Unidas reformadas.
El grueso de los integrantes de las nuevas estructuras internacionales surgidas en la posguerra fría, como el G-20, los BRICS, la Organización de Shanghái, por solo citar algunas, son miembros del NOAL y del Grupo de los 77 + China, a ellos se refieren cuando se habla del Sur global, que la geopolítica no puede seguir considerando solo como un espacio de lucha entre las grandes potencias.
Rafael Hernández: Bueno, como dicen en Naciones Unidas, the floor is yours. ¿Quién quiere decir o preguntar algo?
Carlos Alzugaray: Más que una pregunta yo quiero hacer dos o tres comentarios con una interpretación un poco distinta a las de mis queridos amigos y colegas. Creo que estamos en una época de transición, con grandes movimientos tectónicos en la geopolítica mundial, donde hay muchas cosas sucediendo al mismo tiempo, a veces difíciles de asimilar. Pero hay un elemento de conflictividad muy importante, porque estos procesos se producen en un mundo donde los Estados Unidos tratan desesperadamente de que no le arrebaten la hegemonía que ellos creen que tienen. Soy muy partidario de la interpretación que le dio Charles Krauthammer al fin de la Guerra fría, cuando habló del momento unipolar; fue un momento, pero fue desapareciendo en la medida que fueron produciéndose una serie de elementos.
Creo que no hay un nuevo orden mundial actual, sino un proceso de grandes ajustes geopolíticos, en el cual, por supuesto, el problema del orden tiene un papel importante. La Carta de las Naciones Unidas es un modelo de orden que hay que respetar, pero el primero que no lo respeta es Estados Unidos. Es evidente, por ejemplo, en el caso de nuestro país.
Aquí llamo la atención sobre que el presidente Obama, cuando vino a Cuba, dijo que venía a poner fin al último conflicto de la Guerra fría, y uno se pregunta, ¿y cuándo terminó? Porque para Cuba no terminó, y los Estados Unidos siguieron usando todo el instrumental de Guerra fría, y aquí es donde voy al segundo punto conceptual. Hay quienes piensan que está bien definir aceptar la concepción historiográfica de la Guerra fría como un período histórico cuyas fechas están muy bien definidas: desde 1947, cuando Truman pronuncia su famoso discurso, hasta 1991, cuando desaparece la Unión Soviética. Eso tiene una gran ventaja.
Pero hay otra posible interpretación —y que me corrijan los compañeros que están aquí, que saben más de eso—: los soviéticos, en su época, no utilizaron el término Guerra fría para calificar ese período histórico, lo aceptaron, pero realmente eso fue un invento, casi todas las conceptualizaciones vinieron de Norteamérica. Hay que poner a Georges Orwell entre los primeros que usó el término, pero realmente, para mí, mientras más lo estudio, más lo veo más como una caja de herramientas que los Estados Unidos utilizaron para tratar los conflictos con sus adversarios sin llegar a la guerra caliente, y ahí nacieron las sanciones económicas, el no reconocimiento de la legitimidad de otros, práctica que empezó con la Unión Soviética, que siguió con China, con Cuba. Entonces, como yo lo veo, la Guerra fría nunca desapareció porque Estados Unidos siempre la tuvo en su caja de instrumentos, al que no les conviene, le aplican sanciones económicas, no reconocimiento, subversión política, guerra psicológica, ahora guerra cognitiva, etc. Entonces, creo que el momento actual está definido, y que sí podemos hablar de guerra fría en el sentido de que los Estados Unidos la está conduciendo a otro punto para mantener su hegemonía.
Por último, habría toda una especulación sobre el orden liberal mundial. Yo creo que es otro invento, porque el primero que no cumple el orden liberal es Estados Unidos, cuando apoya a las dictaduras que les convienen.
Estas son las ideas con las que yo vengo trabajando ahora, con toda esa conceptualización de la Guerra fría, y su posible interpretación politológica, como una construcción ideológica también para imponer que determinadas prácticas son normales porque son la guerra fría y no llegamos a la guerra caliente, pero no son normales, el bloqueo contra Cuba no es normal, y eso es guerra fría contra Cuba.
Jorge Casals: Yo llegué con la idea de que lo que se había planteado en el título de este panel era una dicotomía falsa, porque en definitiva una parte supone a la otra. Recordé a Marx con aquello de que la historia se repite una vez como tragedia y otra como comedia. Ahora estamos viviendo la comedia, que también es tragedia, porque en definitiva está pasando lo que pasó antes, solo que antes era la Unión Soviética y el campo socialista contra el mundo libre, y ahora que ya no hay campo socialista, ¿qué estamos viviendo?, ¿a China?, no; ¿al Sur global?, no. Tenemos, de una parte, a una entelequia llamada Occidente, que ya no son los Estados Unidos, y de la otra, al resto del mundo que se le opone, que tampoco nadie sabe qué cosa es. Evidentemente nos acercamos a una guerra que siempre fue fría, pero ahora cada vez más uno de los contendientes está tratando de impulsar al otro, y eso puede terminar muy mal, todos lo sabemos. Es decir, con esta dicotomía falsa llegamos a la conclusión de que estamos peor que antes, porque el hegemón no lo es en el orden económico, ni en el financiero, ni en el militar, y sigue haciendo lo que hace porque sabe que estamos al borde del holocausto, y el resto del mundo no quiere ir al holocausto. El otrora hegemón, que cuando mejor se trata de identificar se le llama relativo, cuando de relativo no tiene absolutamente nada, pero como Chomsky lo dijo hace unos diez años atrás, seguimos utilizando el concepto de decadencia relativa del hegemón global.
Rafael Hernández: Gracias. No creo que se trata de un problema nominal, de una cuestión puramente discursiva, sino de un problema relacionado con los problemas que identificamos. Rusia y sobre todo China tienen mayor presencia en América Latina y África que durante la Guerra fría. Esto se suma a la lista larga de diferencias que dijo Lourdes, y que no son diferencias de etapas y de períodos, sino de características del orden. No hay que entender el orden tampoco como algo estable, algo definido; los biólogos y los físicos le llaman sistema a algo que cambia, no a una cosa que está ahí fija y quieta, y el orden, por supuesto, no es el orden jurídico o el constitucional. Si yo dijera “el orden social cubano”, refiriéndome a la sociedad cubana, que es una cosa cambiante, nadie pensaría que el orden es la Constitución, sino la sociedad que está allá afuera, y como es real cambia, muta, tiene nuevas contradicciones, a no ser que creamos que las de los años 60 son las mismas que las de ahora, en cuyo caso tendríamos dos visiones completamente diferentes del tema.
Como decía, ahora vemos que Rusia y China tienen una presencia en África que no tenían; no es que no tuvieran relaciones con países africanos y movimientos de liberación en los años 60 y 70, sino que la presencia que tienen ahora es absolutamente descomunal, en un espacio geopolítico y geoeconómico —a no ser que pensemos que la economía es una cosa separada y que no tiene nada que ver con la geopolítica— que se llama África. También en América Latina, Rusia tiene relaciones de suministro de armas con ocho países —que no son Cuba— que durante la Guerra fría era algo muy excepcional en determinados gobiernos. Ahí hay una diferencia. ¿Qué retos les plantea este cambio, si es que coincidimos en que hay un cambio, a los Estados Unidos y sus aliados en términos geopolíticos? Digo sus aliados porque en África el hegemón eran varios, e igual le podemos llamar Francia, Portugal, Bélgica, el Reino Unido, eran los que tenían la mayor influencia y la mayor presencia, también los Estados Unidos, pero sobre todo estos otros, era un actor múltiple, diverso. Los Estados Unidos no están operando en el vacío, sino frente a un mundo que tiene delante, y que no es el de sus grandes aliados, europeos sobre todo.
Esta pregunta la va a contestar Lourdes, no porque ella sea mi preferida, sino porque fue la única que eligió contestarla.
Lourdes M. Regueiro: Antes voy a comentar las reflexiones de Alzugaray y Casals. En líneas generales coincido con ellos. No tengo argumentos duros para contrarrestar lo que están diciendo. Estos matices nuevos que hay en el orden internacional conforman un orden diferente, si le llamamos de guerra fría o no, lo cierto es que es de guerra, porque destruye también al que no participa. Entonces creo que hay un enfoque en ese sentido.
Para mí la Guerra fría era entre un bloque socialista y uno que estaba por el capitalismo. Eso no existe hoy. Casals lo decía, el resto del mundo que no es el norte global, ¿ese Sur global qué cosa es? No es lo mismo Singapur o Turquía, que China, que Cuba. Es un sur mucho más heterogéneo, con muchas más contradicciones internas que tiene que gestionar el G-77 + China, pero que también tienen que gestionar los BRICS. Hoy los BRICS simbolizan la voz de un Sur global emergente, pero al interior del grupo existen contradicciones que no deben ser subestimadas, India tiene nexos importantes con Rusia, pero las contradicciones y los conflictos que tiene con China son sustanciales.
Entre China y Rusia existen intereses diferentes. ¿Le interesa a China una moneda común como trata de impulsar Rusia en los BRICS? China aspira a la internacionalización del yuan. ¿A la India le interesa una moneda común? Tampoco; le interesa la internacionalización de la rupia. ¿En ese caso, a quién le interesa? A Rusia, porque está sancionada, los rublos están condenados en el comercio internacional, no caminan, entonces hay contradicciones. Desde el punto de vista energético, China es el abanderado de producción de energías alternativas, Rusia es un país exportador de petróleo, hay conflictos de intereses importantes. En el triángulo China-Rusia-Estados Unidos no está planteado que se repita lo ocurrido durante la Guerra fría, pero ahora India puede ser quien juegue el papel que antes jugó China, convirtiéndose en un portavoz de intereses ajenos a los del grupo. Yo creo que nos hacemos un mal favor cuando tenemos expectativas en que un proceso complejo como alcanzar una moneda común ocurrirá en el corto y mediano plazo en ese grupo.
Casals, yo no estoy de acuerdo con que el declive sea absoluto —esa es una vieja discusión—; la mayor cantidad de transacciones en el mundo, y las reservas internacionales, se tienen en dólares, no se puede tapar el sol con un dedo en ese sentido. Hay una tendencia importante de comercio en moneda locales, y en eso Rusia ha dado un salto, ya el por ciento de transacciones rusas en yuanes con terceros países se ha elevado extraordinariamente. Entonces, sí, estoy de acuerdo en que el comercio con terceros donde se utilizan yuanes remueve los cimientos del poder estadounidense, pero de ahí a que sea absoluto, no lo creo.
Ahora paso entonces a la pregunta de Rafael, y algo que quedó de una pregunta anterior sobre las relaciones de Rusia y China con los países del Sur global. China está planteando una concepción de tres anillos: el primero es Asia Central, Asia del Este y Medio Oriente, porque le interesa el petróleo de esa zona para sostener la energía de su país. El segundo, lo que queda de Asía, más África y América Latina, y el tercero, los países desarrollados, porque no renuncia a la cooperación, cuando sea necesaria, con el norte global incluidos los Estados Unidos. Esa teoría ha sido desarrollada por Chen Ya Wen, profesor de instituciones militares en China. ¿Por qué entró Arabia Saudita en los BRICS?, ¿por qué se fortalece tanto Medio Oriente? Hasta donde conozco, no se han revelado todas las discusiones de cómo se entra, no se ha llegado todavía a una definición pública de cuál es el criterio para ingresar a los BRICS. Antes había que ser miembro del G-20, pero ahora vemos que Etiopía no es miembro del G-20, y vienen más propuestas que rompen normas; India en ejercicio de la presidencia del G20 propuso la incorporación de la Unión Africana y fue aceptado. Esto abre la puerta a que pudieran entrar otras organizaciones regionales, pero no todas estas propuestas inclusivas juegan a favor del Sur, un experto de un think tank estadounidense ha planteado que por América Latina podría entrar la OEA, perversa la propuesta. Estos pasos avizoran que una reestructuración del G20 se está poniendo en agenda.
Sobre los retos que plantea a Estados Unidos y sus aliados en términos geopolíticos, yo pienso que los lleva a reconsiderar la política, y lo está haciendo, aquí hay una competencia de iniciativas. Cuando China sacó la iniciativa de la Ruta y la Franja, los Estados Unidos bajo la administración de Trump lanzó África Crece y América Crece —donde nada creció—; luego, en época de Donald Trump, las tres B, Build Back Better World, que tampoco ha aterrizado. Pero ahora han convocado a los aliados europeos, y ya hay algunas iniciativas para competir en términos de cooperación. No sé cómo irá luego el financiamiento, pero en términos de cooperación con los países del sur, en el caso de África, tienen iniciativas, y en América Latina por lo menos hay dos vigentes, la Alianza Económica para la Prosperidad, y en el Caribe la alianza relativa a la adaptación al cambio climático 2030, que implica la erogación de algunos recursos.
Pero también los Estados Unidos están reconociendo entidades que no reconocían antes. Por ejemplo, el hecho de que Chris Dodd, asesor especial del presidente Biden para América, asistiera a la Cumbre de la CELAC —nunca reconocida por ellos— en Buenos Aires, es una señal de cambio, de que tienen que pegar el oído con América Latina porque no es la misma. O que en la Cumbre CELAC-Unión Europea se aceptara o se reconociera el tema de las reparaciones por la esclavitud es un hecho trascendente.
También hay iniciativas con las que compite la Unión Europea, como la Global Gateway, todas destinadas a contener a China. Sin embargo, lamentablemente desde las grandes potencias del sur no hay entidades de cooperación. En el marco de los BRICS, existen algunas señales de que Rusia impulsará el tema de cómo avanzar en mecanismos propios cooperación internacional, porque la cooperación deviene campo de la competencia y de la disputa estratégica.
La competencia entre iniciativas teóricamente pudiera ser la vía para los países del Sur acceder a más recursos, pero no puede ignorarse que las sanciones y las medidas coercitivas son instrumentos cuyo uso se ha extendido y sofisticado con los cuales Estados Unidos puede provocar, dividir y fragmentar más al Sur global. En esta misma línea, incentivar las tensiones entre China y Taiwán, provocar que China adopte posiciones más duras también es una carta con la que Estados Unidos juega para generar rechazo a China, pues si bien son muy pocos los países del Sur global que no reconocen a la República Popular China, eso no significa que estén de acuerdo con una opción dura por parte de China para solucionar el tema de Taiwán.
Entonces, tenemos dos líneas de acción. En el caso de los países del Caribe, los Estados Unidos tenían embajadas solo en los más grandes —al contrario de China, que da un tratamiento con independencia del tamaño del país, y tiene representación diplomática en los países más pequeñitos, con los que tienen relaciones diplomáticas—, y ahora está abriendo más embajadas. Ese reconocimiento importa a la gente de esos países, y en varios sentidos hay una mayor afinidad con los Estados Unidos que la que puede haber con China, pero aquí los países del Sur sacan una cuenta clara de costos-beneficios, cuánto reciben de beneficio por un lado y cuáles son los costos de sanciones y amenazas por el otro. El resultado final dependerá de la capacidad que muestre el país norteño para responder en cantidad, calidad y rapidez, a las emergencias que tienen los del Sur global, que es lo que China parece estar dispuesta a hacer.
Rafael Hernández: Mi última pregunta tiene que ver con las tendencias de cambio, porque como todos los sistemas —ponía el ejemplo de los de la Biología, los de la Física— se mueven, lo característico de la realidad es moverse, ¿de dónde a dónde se está moviendo el orden que prevaleció o que ha prevalecido?, ¿qué tendencias marcan una transición hacia un nuevo orden, o quizás a ustedes les parezca que no va a haber un nuevo orden y que no hay una transición, sino que va a ser más de lo mismo?, ¿estamos viviendo una transición eterna?, ¿qué caracteriza este otro momento?, ¿la hegemonía de Estados Unidos retrocede?
Como se ha mencionado aquí, donde renacen los nacionalismos, no quiere decir que estaban muertos, sino que antes estaban ahí, en un estado latente o dormido, y ahora, de pronto, aparecen con mayor fuerza, con mayor visibilidad. Una pregunta que yo había propuesto al panel y que ninguno “le pasó el bate”, como se diría en beisbol, es cómo se han reestructurado las alianzas en torno a los Estados Unidos ante la emergencia de nuevas alianzas internacionales, y algo que Lourdes mencionó al principio de su intervención, pero que no ha aparecido en ninguna otra, son los actores no estatales y los movimientos sociales, que son parte de la realidad del mundo, del orden mundial, pero de otra manera, en comparación con el mundo de los años 50, 60, 70, 80. ¿Cómo ha cambiado y hacia dónde se está moviendo esto que tenemos, llámese como se le llame hoy?
José Raúl Viera Linares: En mi primera respuesta me referí a lo que yo considero una tendencia permanente durante todo el período de la posguerra hasta el presente: los intentos de los Estados Unidos por lograr la hegemonía internacional, extenderla cada vez más y fortalecerla, y eso provoca reacciones en el marco internacional. Una segunda, que nació también en los procesos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, es el movimiento de los países hacia mayor independencia y soberanía, a afirmar los intereses nacionales, sean cuales sean sus gobiernos.
En la contienda que se libró en la llamada Guerra fría había un choque ideológico, pero ahora hay una sola potencia, los Estados Unidos, que tienen una ideología definida que busca imponer el liberalismo democrático y su modelo cultural, y es otro factor presente en las relaciones internacionales en este momento.
Por primera vez, a aquellos que les hacen competencia, los Estados Unidos los ve como sus potenciales contendientes. China, en primer lugar, y Rusia, en segundo, progresan económicamente, se vinculan con el resto del mundo. Juan mencionó que la Unión Soviética no logró transformar su economía, pero China sí, y Rusia ahora busca hacerlo, y eso le da un nuevo carácter a sus relaciones con el resto de los países, porque ya no es simplemente que están allí por un interés ideológico, son por intereses económicos mutuos. Por consiguiente, sí estamos abandonando el orden que existía, sí entró en quiebra, y sí estamos avanzando hacia una nueva situación internacional, que tendrá mecanismos para lograr la coordinación entre los Estados, para lograr mantener la paz, para no avanzar hacia el caos, y a eso le llamaremos orden, aunque no siempre sea ordenado.
La hegemonía norteamericana retrocede, en primer lugar frente a hechos que comenzaron en el orden que desaparece. No ha logrado derrocar al gobierno cubano, no ha logrado provocar el caos en Cuba, no pudo sacar a Al-Ásad del gobierno de Siria, no ha logrado cambiar a Irán, su poderío tiene claras limitaciones frente a actores como Venezuela y Nicaragua, y todo ello crea más espacio de independencia al resto de los países. Así que los Estados Unidos retroceden, sin poder tratar a los que ve como sus competidores como contendientes, busca mantener sus alianzas, y hasta ahora sus principales alianzas militares no se encuentran en crisis; por el contrario, algunas se han fortalecido, en primer lugar el grupo de países anglosajones, el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá; le sigue Europa occidental, donde sí se pueden producir realineamientos de las alianzas, de hecho una de sus principales preocupaciones permanentes es con Alemania, y la situación de Alemania y Francia actuando independientemente en el mundo internacional.
Puede producirse la reestructuración de las alianzas, pero en este momento solo está ocurriendo en relación con los países del Sur global, porque el TIAR, por ejemplo, que fue el primero que nació en la Guerra fría y que sirvió de modelo para la OTAN, ya no es el mismo de ninguna manera, porque América Latina no es la misma que era en 1947.
Ahora tenemos una situación interesante cuando hablamos de que hay una desideologización, no son choques de ideologías, pero sí tenemos intereses ideológicos en el interior de los Estados, y temas prioritarios para el mundo y para la humanidad, como el cambio climático, las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, la capacidad a través de las redes sociales de crear verdades falsas, del mundo que han llamado de la posverdad —la verdad que nos crean los medios sociales.
Durante un año y medio estuve en Jamaica aislado por la COVID, me leía diariamente el The New York Times y otros periódicos, incluyendo los nuestros, sobre todo para seguir la lucha contra la pandemia en Cuba y en el resto del mundo. The New York Times por más de trescientos días publicó una lista de cómo marchaban las nuevas vacunas. Incluía las cubanas, pero de todas era la única que decía que se estaban desarrollando por un interés económico. Es la ironía más grande del mundo, porque era todo lo contrario, pero ese periódico no dejaba de decirlo ni un solo día. Si vemos la relación entre China y Taiwán, no hay una sola vez que los grandes medios occidentales digan que constituyen un solo Estado, nunca se refieren a eso, dicen que “el gobierno comunista de China nunca tuvo el control de Taiwán”, y siembran ese elemento. Para prepararme para esta reunión yo leí sobre los No Alineados, y Wikipedia no menciona que Cuba fue sede de una Conferencia Cumbre en La Habana. Sobre Angola, decía que Cuba fue a ese país como instrumento de la Unión Soviética, a ayudar al movimiento comunista angolano, no hablaba para nada de que fuimos que combatir el apartheid, y que todo parece indicar que la Unión Soviética se enteró después que los cubanos habían decidido estar en Angola, que fueron los Bristol Britannia los que se utilizaban para ir a Angola para no tocar durante mucho tiempo a los aviones soviéticos.
Así que, a mi juicio, la presencia de los movimientos sociales y los actores no estatales, es fundamental para articular las ideas que nos son esenciales, por ejemplo, a los revolucionarios cubanos; primero, para defender aquellas posiciones que confrontan el mundo con los peligros que se avecinan para la humanidad; en segundo lugar, porque no necesariamente gobiernos que actúen adecuadamente, inclusive en el mantenimiento de la paz internacional, van a procurar la justicia social internamente en sus países.
Juan Sánchez Monroe: Ustedes saben que toda construcción comienza por la destrucción de lo que haya existido en el lugar de la nueva obra. Si no destruyes lo que está no tienes dónde construir. Creo que ese es el fenómeno que caracteriza el momento actual en el sistema internacional, ya queda poco del andamiaje creado para la reducción y el control de los armamentos, muy poco, todo se ha ido, avanza el proceso de demolición del sistema financiero asentado en el dólar norteamericano, cada vez es más cuestionable la imparcialidad que debe primar en el sistema internacional de justicia, muchos Estados tienen serias objeciones hacia organismos del sistema de Naciones Unidas, incluido su órgano superior para las cuestiones de la paz y la seguridad, es decir, el Consejo de Seguridad, cuya ineficacia ha sido corroborada por recientes acontecimientos internacionales.
De manera que el terreno parece casi listo para recibir las nuevas obras, pero ello no se podrá acometer hasta que no se defina qué se va a construir y quiénes serán los arquitectos e ingenieros jefes de la obra; la licitación para ocupar esos puestos está en estos momentos en Ucrania, del desenlace de ese conflicto dependerá el futuro de Europa, y como siempre ha sucedido en la historia, del destino del Europa dependerá la suerte del mundo.
La transición hacia un nuevo orden ha comenzado con la creación y consolidación de un mecanismo como los BRICS, donde el principio aglutinador no parece ser la comunidad geográfica, ni ideológica, ni política, sino la unidad de contrarios; Rusia y China no son aliados en el sentido clásico, no se puede esperar una alianza ruso-china actuando como aliados, incluso ellos mismos se cuidan mucho de utilizar el término alianza en sus relaciones, son lo que yo llamaría socios contrarios. Igual denominación cabría para las relaciones entre China e India y entre los futuros miembros del BRICS Irán y Arabia Saudita, y podrían buscarse más ejemplos. Esta unidad entre socios contrarios es la que se aviene a la concepción china de ganar-ganar, donde la contraparte no se ve como un enemigo, semejante filosofía es opuesta a la prevaleciente en Occidente, donde la igualdad no puede manifestarse porque a priori debe haber un ganador y un perdedor, y consecuentemente un jefe y un subordinado, y quien no está conmigo está contra mí. El principio de unidad de contrarios se ha extendido también a la Organización de Cooperación de Shanghái, donde junto a los anteriores conviven India y Pakistán.
Si el mundo ha de ser mejor, el principio de unidad de contrarios ha de sobreponerse al de la lucha por el poder entre intereses nacionales, porque solo así los poderosos dejarán de avasallar a los más débiles.
Desde hace tiempo Rusia ha venido abogando por la construcción de un mundo multipolar, y hace unos días el presidente Biden dijo que ya el mundo lo era. Al menos en eso hay un acuerdo, y es que la salida a la situación actual está en la multipolaridad. Ahora la lucha se centra en definir su contenido, no será una tarea fácil ni mucho menos breve, porque en ella va implícita el desplazamiento de la civilización occidental.
Se plantea en la pregunta el tema de los nacionalismos. Este no es un fenómeno nuevo, fue la respuesta, en mi opinión, a la transnacionalización del capital. Lo primero que hizo el capital transnacionalizado cuando se posesionó del mundo fue comenzar a destruir Estados, los yugoslavos, los soviéticos, y otros, saltando por los aires, creando pequeños Estados manejables.
Entre las grandes contradicciones que están hoy en la palestra internacional están aquellas que surgen por la defensa de determinados valores, de determinados patrimonios —un río o un lago, por ejemplo— y eso lleva al incremento de las luchas locales. Nos encontramos con países poderosos que hasta hace unos años nadie pensaba que podían sentirse totalmente zarandeados por el nacionalismo, como es el caso de España, o Reino Unido. Bélgica no se ha desintegrado porque allí están las sedes de la OTAN y de la Unión Europea, si no, hace rato que sus provincias se hubiesen convertirse en Estados soberanos. Sin hablar ya de la situación que hay más al este, que los deseos de separación en Checoslovaquia no terminaron con la independencia de Eslovaquia, ahí están los moravos, que no quieren ser tratados como checos. De manera que va a seguir habiendo brotes de nacionalismos, sobre todo en aquellos viejos Estados donde unos pueblos se han impuesto a otros, particularmente en Europa.
En buena medida, a lo que está sucediendo en África no se le dice nacionalismo porque allí no hay naciones, pero tiene que ver con el mismo fenómeno. Yo digo que a los africanos les han puesto un traje que no les sirve, que no es de ellos, y no les han dejado otra alternativa que romperlo, y es lo que están haciendo. Si miramos las estadísticas, en veinte años en África ha habido más de cuarenta golpes de Estado. ¿Qué significa eso? Se está remodelando el contenido de ese continente, porque África no era así cuando los colonizadores llegaron, ellos la transformaron a su imagen y semejanza, y ese traje no les sirvió.
Rafael Hernández: Realmente estoy impresionado por la cantidad de elementos de juicio que han puesto los tres panelistas. Siempre les sugiero a los invitados que tomen en consideración que en los debates de Último Jueves se vale estar en desacuerdo. Cuando lean la transcripción de este, verán que ellos tres no han dicho lo mismo. Por cierto, Casals y Alzugaray han coincidido más en sus intervenciones, lo que agradezco mucho, porque es lo que ha movido y le da sentido a estos debates, cuestionar el propio sentido de lo que estamos haciendo en el debate. Muchísimas gracias por esa crítica coincidente de ustedes dos, y por el aporte que cada uno de ustedes desde su propia experiencia, desde su propio ángulo, han hecho.
Les agradezco mucho a todos por estar aquí y por haber contribuido a una reflexión tan interesante como esta.
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