martes, 19-11-2024
¿Desaparecerá la industria azucarera?
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Oscar Zanetti (moderador): Debo comenzar haciendo una aclaración. A mí me ha correspondido organizar este panel, pero su realización es resultado de una propuesta en la cual coincidimos Armando Nova y yo en el Consejo Asesor de la revista. De hecho, fue Nova quien dio los primeros pasos en su organización, interrumpida por su lamentable fallecimiento que nos obligó a reprogramar la sesión. Quiero, por tanto, que la realización de este Último Jueves sea también un homenaje a tan apreciado colaborador, quizás el más reconocido de nuestros economistas agrarios.
Cuando dimos a nuestra propuesta el título “¿Desaparecerá la industria azucarera?” nos cuestionamos si resultaría demasiado tremendista. Sin embargo, si miramos a nuestros contornos vemos que, en Puerto Rico, donde el azúcar desempeñó por décadas un rol tan importante como en Cuba, la industria azucarera ha desaparecido; de hecho, el ron puertorriqueño hoy se elabora con mieles importadas. En otros países del Caribe, la producción ha disminuido notablemente, como en República Dominicana que hoy solo produce el azúcar destinado a satisfacer el consumo interno y cubrir la cuota del mercado estadounidense, con una industria notablemente reducida. Si observamos nuestra propia experiencia, en Cuba, después de producir algo más de ocho millones de toneladas en 1989, la producción descendió al iniciarse el Período especial hasta promediar solo cuatro millones durante la última década del siglo xx y, al comenzar el actual, con el llamado redimensionamiento de la industria, se cerraron casi dos tercios de los centrales del país —todos bastante descapitalizados— con el proyecto de tratar de producir en los restantes los cuatro millones de toneladas que ya se habían alcanzado como promedio en la década anterior. Esto, como todos sabemos, no se cumplió; la producción de inmediato cayó a la mitad, luego siguió descendiendo, regresó a los dos millones a mediados de la década pasada, pero desde 2019 hemos tenido una caída muy acusada, al punto de que el año pasado se realizó la zafra más pequeña desde el año 1900. Por lo tanto, lo que vamos a debatir no es solamente esta situación y sus causas, sino también qué perspectivas hay de superarla.
Para eso hemos reunido un panel compuesto por conocedores de distintos aspectos del fenómeno azucarero. Contamos, en primer lugar, con la maestra en Ciencias Mariela Gallardo Capote, ingeniera industrial y por muchos años investigadora del Instituto Cubano de Investigaciones de los Derivados de la Caña de Azúcar, que llegó a dirigir, y que en la actualidad es vicepresidenta del grupo empresarial Azcuba.
El licenciado Liobel Pérez Hernández, quien fuera comunicador del sector azucarero, primero con el MINAZ y después con el grupo Azcuba, y que actualmente preside la Comisión Nacional de Patrimonio Azucarero y trabaja como investigador.
Lázaro Peña Castellanos, doctor en Ciencias Económicas, coautor de un libro que, a mi juicio, es quizás el estudio más completo realizado sobre la industria azucarera a finales del siglo pasado, cuando ya empezaban a perfilarse situaciones de las que vamos a hablar hoy. Él es el director del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional de la Universidad de La Habana y, por tanto, ha tenido que mudarse a otros temas, pero sin abandonar su interés por el azúcar.
Y, de manera telemática, tenemos con nosotros a Federico Sulroca, un azucarero con una trayectoria muy larga y además un tanto sorprendente. Se graduó primero de geógrafo, después se hizo ingeniero agrónomo, y es doctor en Ciencias Económicas. Después de ocupar varios cargos y realizar distintas funciones en el sector del azúcar sobre todo en la época del Ministerio del Azúcar, hoy es profesor titular de la Universidad de La Habana, en la cual dirigió por mucho tiempo la Cátedra Álvaro Reinoso, dedicada a los problemas azucareros.
Como pueden ver, hay distintos acercamientos al problema y, por tanto, distintos ángulos desde el cual este será tratado. Lo vamos a hacer a partir de cinco preguntas, la primera de ellas en realidad es una batería de preguntas sobre un mismo asunto: ¿cómo los diversos factores que intervienen en la economía azucarera han incidido en su decadencia productiva?, ¿qué peso ha tenido la escasez de materias primas, de fuerza de trabajo, de tierra, el deterioro de la industria cañera, de la agricultura cañera, su baja prioridad en la política de inversiones, la declinación de la investigación y desarrollo?
Foto: Pedro Pablo Chaviano/Revista Temas.
Liobel Pérez Hernández: En intercambios con personas que trabajan en el sector azucarero, muchas veces les pregunto cuál es, para ellos, el factor fundamental de la situación actual, y las respuestas son disímiles, en dependencia de la experiencia personal. El que trabaja en la caña ve el problema de la caña, el que investiga ve los de la investigación, y así sucesivamente. No obstante, a partir de mi investigación y mi criterio personal, el factor determinante ha sido la pérdida del mercado natural o preferencial, rentable, sostenido en el tiempo y seguro, del azúcar cubano. Cuba, durante ciento setenta años (1790-1960), se favoreció de un mercado natural. Cuando triunfó la Revolución, disfrutó durante treinta años de un mercado con precios preferenciales para su azúcar. Cuando hay mercado rentable, sostenible en el tiempo y seguro, aparecen los recursos financieros, los materiales y los humanos. A este país se trajo más de un millón de esclavos, se trajeron cien mil chinos, se trajeron yucatecos, españoles, a trabajar como braceros en diferentes momentos, cuando hizo falta la fuerza de trabajo; y se trajeron las tecnologías y el dinero siempre que hubo, repito, ese mercado natural o preferencial.
Cuando se habla de las condiciones que favorecieron el desarrollo azucarero todo el mundo menciona la toma de La Habana por los ingleses, la liberación del comercio en Cuba, y la caída de la producción azucarera de Haití, y eso es verdad, pero muchas veces no se profundiza en la condición natural y geográfica de Cuba. En la época en que Cuba emergió como protagonista de la producción azucarera, a partir de 1790, se producía azúcar solamente en el trópico por sus condiciones naturales y geográficas, pues no había maduradores, algo que ha permitido hoy extenderla a cualquier zona o clima. La producción de azúcar tenía que ser en islas, porque se transportaba por tracción animal, bueyes y caballos en el caso de Cuba, y esta transportación no podía sobrepasar los cuarenta o cincuenta kilómetros porque no sería rentable, y los ingenios tenían que estar cerca de los puertos y de las costas. Esa condición la tenía Cuba, que es una isla alargada y estrecha, y Haití, pero Haití arruinó su industria azucarera.
En ese momento, los grandes consumidores de azúcar eran los Estados Unidos y Europa. América estaba prácticamente despoblada y no producía azúcar, África y Asia tampoco. La producción de las islas de Indonesia y del Pacífico —como Java, que también una isla alargada y estrecha del trópico norte—, tenía que venir por el sur de África porque el canal de Suez no existía. ¿Quién podía competir en distancia y logística con nosotros? Nadie.
Ramiro Guerra dice que la producción azucarera cubana era nacional, criolla, y utiliza la palabra endógena, a partir de la inteligencia, el ingenio y el esfuerzo de los cubanos. ¿Pero, entonces, los cubanos de antes de 1790 no eran ingeniosos, no había ímpetu endógeno? ¿Y ahora no hay ingeniosidad en los cubanos, no hay desarrollo endógeno cubano? No, es la misma Cuba, lo que pasa es que antes de la toma de La Habana por los ingleses, la Isla solo comerciaba con el puerto de Cádiz, y no tenía el comercio liberado, por lo tanto, no tenía a quién venderle azúcar, solamente al mercado de España, que, además, era muy limitado. Las grandes productoras de azúcar del mundo eran las colonias francesas e inglesas, que tenían el mercado libre, y entonces, cuando cambian las circunstancias, cuando irrumpe Napoleón en la política europea, y además, los ingleses ocupan La Habana, se libera el comercio aquí y Cuba empieza comercializar su azúcar, aparecen los mercados. Y, repito, ningún otro territorio productor de azúcar en el mundo estaba más cerca de Europa y los Estados Unidos, eran su mercado natural.
Lázaro Peña Castellanos: Muchas gracias, me siento realmente muy entusiasmado por estar en este panel. Y como tengo pocos minutos voy a ir directo al problema. Creo que entre los múltiples factores que pudieron influir en el decurso de la industria agroazucarera cubana, en este último período, uno básico fue la debilidad en los procesos de elaboración de pronósticos, y lo que sucedió después.
A inicios de siglo teníamos precios bajos del azúcar, oscilaban entre cinco centavos y diez centavos más o menos, y así estaban incluso desde finales de los años 90. Eran precios relativamente bajos. Relativamente porque a mediados de los 80 eran más bajos, y a mediados de los 60 lo eran todavía más. Pero se pronosticó que los precios se iban a mantener bajos, y también que los edulcorantes o endulzantes, sobre todo los artificiales, iban a copar el mercado mundial. A partir de esos pronósticos, hubo una estrategia respecto a la agroindustria azucarera que obviamente incidió en muchos aspectos, pero sobre todo en la inversión dedicada al sector. Esto trajo consigo un deterioro, a corto, mediano y largo plazos, de la industria azucarera cubana.
Es interesante este asunto de los pronósticos porque, si bien estos precios bajos se mantuvieron durante un período, a partir de 2008, comenzaron a subir, y desde entonces hasta ahora siempre han sido de dos dígitos, o sea, nunca regresaron por debajo de esos 10 centavos. El año pasado el promedio anual estuvo en los 24 centavos, un precio muy elevado. En este enero está en 22, más o menos. Por tanto, yo creo que lo de esos pronósticos fue una debilidad, porque no se cumplió. Por supuesto que hacer pronósticos no es nada sencillo, hay que tener en cuenta un cúmulo de problemas que están incidiendo, sobre todo en situaciones donde hay mucha escasez de recursos, y sobre todo de divisas, y hay que pensar dónde ponerlas para promover un desarrollo y un crecimiento, o sea, no es ver las cosas simplemente.
Tampoco se puede decir que los pronósticos vinieron de una sola área, en aquellas discusiones que participamos algunos, sobre todo Armando Nova —estoy aquí más bien para rendirle un homenaje—, quien trabajó sus últimos años en el CIEI. Una parte de la academia también creyó en esos pronósticos, no fue solamente el sector vinculado al MINAZ, y las discusiones fueron muy complicadas en aquel momento. Nova estuvo inconforme, y me queda el orgullo de que lo acompañé y que tampoco coincidí con esos pronósticos, pero la realidad es esta, y en mi opinión ese es uno de los problemas básicos a la hora de analizar el decurso de la agroindustria.
Es muy fácil decirlo desde ahora, pero la realidad, en mi opinión, es que los pronósticos llevaron a una visión de lo que iba a ser la agroindustria y el mercado del azúcar, que luego no se comportó así.
La otra previsión, la de los endulzantes artificiales, tampoco se ha cumplido, porque aproximadamente 80% del mercado de endulzantes sigue siendo del azúcar, y actualmente hay una crítica muy fuerte a la utilización de edulcorantes artificiales por los problemas de la salud, etc., y de hecho los nuevos estándares de calidad obligan a poner en las etiquetas de los productos que tienen endulzantes, si son naturales o no.
Sobre el mercado preferencial que mencionaba Liobel, quiero decir que, en este momento, Brasil tiene un nivel de exportación muy elevado, aproximadamente 44% de su producción, y no tiene, que yo conozca, ningún mercado preferencial, y que a inicios de los 2000, cuando comenzó, Brasil no era un exportador relevante en la competencia.
Oscar Zanetti: Ahora le damos la palabra a Federico Sulroca, que quizás destaque otros ángulos del problema.
Federico Sulroca: En relación a cómo fue el proceso que dio lugar la situación actual de la agroindustria, estoy de acuerdo con las cosas que han planteado mis antecesores, pero creo que hay un problema principal que hay que analizar y destacar: no hay agroindustria si no hay caña, o sea, la relación de la agroindustria con la producción de azúcar, el desarrollo de los derivados, de la bioenergía, depende de que exista caña.
¿Qué pasó después de la Tarea Álvaro Reinoso? Prácticamente se abandonó la atención a la producción cañera con la fuerza que existía antes de ese momento. Otro problema que afectó mucho fue la falta de insumos. Para producir caña hacen falta tres cosas que no pueden fallar: combustible para la maquinaria, tanto en el proceso de siembra, las atenciones para cultivarla, como para la cosecha; los fertilizantes y los herbicidas porque en Cuba nosotros necesitamos como mínimo aplicar nitrógeno para lograr un adecuado crecimiento de los retoños, y los herbicidas, porque nadie controla las hierbas o las malezas en este país, en el período de mayo a junio, cuando hay alta temperatura y humedad usted no tiene otro medio eficaz de control que no sea a través de esos productos.
A partir de la Tarea Álvaro Reinoso decayó mucho la producción, se fue avanzando y creciendo hasta el año 2017, más o menos fluctuaba. De las 900 mil hectáreas aproximadamente que hay para producir caña, se alcanzaban unas 700 mil; o sea, se mantenía un gran volumen de áreas vacías. Desde 2017, la falta de fertilizantes y de herbicidas, la irregularidad en los suministros de combustible, provocó el deterioro acelerado de los retoños, con rendimientos que no valía la pena cosecharlos, o sea, con menos de veinte toneladas por hectárea. Los planes de siembra tampoco se cumplían por diferentes causas y empezó a crecer el área vacía hasta llegar a la situación actual, donde más de la tercera parte del área de caña está vacía, unas 320 mil hectáreas. Hoy, 30% de las empresas tienen más de la mitad de sus áreas vacías. Por tanto, si no tienen caña no hay producción, para poder lograr que un ingenio muela de manera estable y eficiente, se necesita el suministro de caña.
La caña también fue afectada por otro fenómeno, porque a pesar de ser un producto muy importante para la agroindustria por ser su materia prima básica, su precio se puso a competir en el mercado agropecuario, un mercado con un déficit de suministro de alimentos, con precios especulativos sumamente altos para los agricultores. Sin embargo, a la caña se le mantuvo un precio que no era proporcional al ingreso que podía generar la agroindustria en divisas, y eso dio como resultado que muchos agricultores no estaban motivados a producir caña, era mejor producir boniato u otras cosas, obtenían dos o tres veces más utilidades que si se dedicaban a la producción de caña. Este problema se ha discutido mucho, se ha llevado a muchos niveles, se han hecho cambios, se han ido aproximando, pero realmente ese es un tema que todavía no está totalmente despejado, y es una de las cosas que hace falta poder recuperar para la agroindustria.
Existe un factor también muy importante que no podemos negar: con la Tarea Álvaro Reinoso y la paralización de los centrales por no tener caña, se va desplazando la fuerza de trabajo. La gente tiene que buscar otros lugares donde poder trabajar, y se han ido despoblando muchos lugares. Sumado al envejecimiento poblacional, tenemos en estos momentos grandes limitaciones. Entonces, para poder recuperar la agroindustria hay que ir a nuevas tecnologías para elevar la productividad y a la automatización con la agricultura de precisión. Este aspecto es totalmente realizable, y se trabaja, pero no al nivel necesario.
El financiamiento es un problema también importante. El esquema de financiamiento actual para la agroindustria es centralizado nacionalmente, pero esta, en realidad, no administra los propios recursos que ella genera. Este tema también hay que llevarlo a la discusión, porque está a expensas de lo que le pueden dar las finanzas del país, ella puede generar muchas divisas, pero esas divisas pasan a concentrarse al gobierno, que es quien las administra, y no retornan a la industria para poder emplearse en su economía.
Producir algo requiere garantizar un costo de producción que incluye un costo de materiales. Nosotros calculamos, durante el último mes, más o menos, cuánto costaría, en dólares norteamericanos, producir una tonelada de caña con el mínimo de recursos de divisas directas y la mayor eficiencia necesaria. Ese dinero no se está garantizando; es fundamentalmente el que se destina a combustible, fertilizantes, herbicidas, y quizás algunas piezas de repuesto. Entonces, ahí tenemos otro problema, el mecanismo del sistema de financiamiento realmente lo considero arcaico. Funcionó en una etapa, cuando pertenecíamos al CAME, al campo socialista, pero hoy se demanda adoptar mayor independencia desde el punto de vista de las empresas agroindustriales y lograr que una parte de las utilidades en divisas se deje como reserva, para poder continuar y hacer el ciclo productivo. La agricultura cañera está en una crisis profunda, y si desaparece, también lo hará la agroindustria, esa es su importancia.
Oscar Zanetti: El segundo bloque de preguntas es: ¿En qué medida la decadencia del cultivo de la caña de azúcar ha tenido consecuencias beneficiosas para el medioambiente, la preservación de los suelos, el desarrollo de otros cultivos, la contaminación?, ¿cuáles son las evidencias de esos beneficios?, ¿permiten compensar los costos?
Mariela Gallardo Capote: La decadencia del cultivo de la caña no ha tenido efectos beneficiosos para el medioambiente, y no lo digo yo, sino la opinión un poquito más autorizada del Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar (INICA), que tiene estudios muy concretos al respecto. El tema medioambiental tiene dos aristas: una tiene que ver con la afectación al suelo y otra con el cambio climático. Una de las razones más importantes que afectan los suelos es la compactación, el trabajo de la maquinaria pesada, el monocultivo, no rotar los cultivos, pero tenerlo vacío no significa que en corto tiempo ese suelo se va a recuperar, porque ese es un proceso largo, que depende del tipo de suelo, y no va a dar un beneficio directo. Un área vacía también implica que el CO2 que está en el suelo se escapa y tiene más propensión a ir al medioambiente; la caña de azúcar es un cultivo que atrapa CO2 incluso más que los bosques tropicales, proporcionalmente. Hoy la relación entre el área vacía que permite escapar y lo que deja de atrapar la masa forestal es negativa, por tanto, en realidad la disminución de la caña es perjudicial para el medioambiente en ambas aristas. Hay suficientes estudios, el INICA ha estudiado incluso zafras como las que aquí se mencionaban de los años 80, que fueron importantes, donde los incrementos de captura de CO2 eran elevados en todo el país, y cómo se comportó en las zafras hasta el año 21, que fueron mucho más pequeñas, y la captura de CO2 es mucho menor. En resumen, al tener mayor cantidad de áreas vacías, no hay compensación de costos; respecto a los efectos en el medioambiente es mucho más beneficioso sembrar más caña e incrementar la producción cañera.
Oscar Zanetti: Es el turno de Sulroca, que trabaja en el INICA, precisamente.
Mariela Gallardo Capote: Es una opinión más autorizada que la mía, por supuesto, al respecto.
Federico Sulroca: Yo coincido totalmente con lo que dijo la compañera Mariela, pero voy a aportar algunos datos. En el INICA investigamos para una hectárea de caña —trabajo que se hizo con la empresa Jesús Rabí— e hicimos también cierto monitoreo para la agricultura de precisión. Se concluyó que la caña es capaz de fijar, en una hectárea cultivada, alrededor de sesenta toneladas anuales de bióxido de carbono de la atmosfera. Pero se considera que en las labores mecanizadas se emiten alrededor de 18 toneladas anuales, por lo que se puede decir que una hectárea de caña fija más o menos 42 toneladas, algo similar a un bosque de latitudes medias, contribuyendo a mitigar el calentamiento global.
Otra ventaja que yo encuentro importante es que el sistema radicular de la caña, como es bastante difuso, evita la erosión y retiene bastante el suelo evitando su pérdida, y al mismo tiempo aporta materia orgánica, sobre todo cada vez que se cosecha y se dejan cantidades significativas de residuos que se transforman en materia orgánica para los suelos. Tanto es así, que áreas que se han cultivado durante tres siglos no han perdido prácticamente su fertilidad y estructura en comparación con otras no cultivadas; es un cultivo que no esquilma sino que protege el suelo. La reducción de las áreas cañeras revela que ha habido una disminución de la carga contaminante, fundamentalmente de los metales pesados que aportan los fertilizantes nitrogenados y otras sustancias toxicas de los herbicidas, pero visto integralmente, lo que se ha dejado de incorporar de materia orgánica a los suelos, lo que puede afectar al medioambiente la reducción en la emisión de oxígeno a la atmosfera, o la reducción de la fijación del CO2 y todos los demás factores de lucha contra la erosión, etc., evidencian lo que representa la caña. El saldo no es positivo, era mucho mejor haber tenido la cobertura de caña y estar produciendo, que lo que ha podido significar la disminución de la carga contaminante por la disminución de la producción y del área cultivada,
Oscar Zanetti: Ahora vamos a pasar al costo social del proceso: ¿hasta qué punto el costo social y cultural de la declinación azucarera puede compararse con su efecto económico?, ¿qué peso tiene ese déficit como factor social y cultural, tanto desde el punto de vista técnico y laboral como de la cultura azucarera para la recuperación del sector?, ¿es posible y viable una recuperación social y cultural del azúcar?
Liobel Pérez Hernández: El costo económico es lamentable, pero el social y cultural, en mi criterio ha sido muy alto, porque tiene que ver con las personas. Hay muchas comunidades y bateyes que han desaparecido como consecuencia de la declinación de la producción de caña de azúcar, y hay muchas otras en riesgo por la misma causa. Hoy 72 bateyes y 784 comunidades dependen de la producción de caña y de azúcar, en 93 municipios y 13 provincias; es decir, es un impacto social muy grande en la nación cubana.
La cultura, la identidad y la historia nacional están vinculadas estrechamente al sector agroindustrial azucarero. Si Cuba dejara de producir caña y azúcar, sería muy difícil de explicar a las nuevas generaciones. Por ejemplo, en estos días estamos conmemorando los sucesos del Teatro Villanueva, ¿cómo les explicaremos a los niños que connotación tuvo aquella frase de: “¡Viva la tierra que produce la caña!”? ¿O por qué decimos: “Fulano vive como Carmelina”, o “Anoche chifló el mono”, o “No lo salva ni el médico chino”? O “El que tiene un amigo tiene un central” o “esto vale cinco cañas”, etc. Son frases que de una manera u otra tienen relación con el sector azucarero; es infinito el lenguaje popular cubano y su relación con el azúcar.
Si hablamos de música, el punto cubano —Patrimonio Inmaterial de la Humanidad— y el repentismo — Patrimonio Cultural de la Nación— nacieron en los bateyes azucareros; la rumba —también Patrimonio Inmaterial de la Humanidad—, nació en los bateyes azucareros. Es imposible hablar de la literatura y la poesía cubanas sin la industria azucarera; grandes escritores como Fernando Ortiz y Ramiro Guerra, el propio Zanetti y otros muchos han escrito sobre el sector; el libro más famoso publicado en el siglo xix en Iberoamérica fue Los ingenios, de Eduardo Laplante y Justo Germán Cantero. En la pintura, tenemos los cuadros de Wifredo Lam, La jungla o La carreta, y de otros muchos pintores que han reflejado la industria azucarera. Las artes plásticas, la arquitectura y otras artes visuales en Cuba están marcadas por esta industria. El beisbol, el deporte nacional, nació en los bateyes azucareros. Más de la mitad de los monumentos nacionales de este país están relacionados con la caña. Y también personalidades como Álvaro Reinoso, Francisco de Arango y Parreño, Carlos Manuel de Céspedes —el Padre de la Patria—, Fidel Castro y el Che Guevara. De otras se conoce poco su vínculo con el azúcar, pero, por ejemplo, Benny Moré, Barbarito Diez y Polo Montañez fueron trabajadores azucareros; nuestros campeones Teófilo Stevenson y José Antonio Huelga nacieron en familias que trabajaban en la industria azucarera. Es decir, en el deporte, en la ciencia, en cualquier rama hay grandes personalidades de la nación vinculadas al sector azucarero. El machete es el símbolo de rebeldía de la nación, ¿y de dónde salió el machete si no del corte de caña en los cañaverales?
Podemos poner los ejemplos del orquideario de Soroa, o de la Biblioteca Nacional, o del Jardín Botánico de Cienfuegos, o del Parque Josone, en Matanzas, o del Museo Napoleónico; todas de una manera u otra tienen una relación o nacieron vinculadas con la industria azucarera. A veces en nuestra cotidianeidad tenemos que ir a los orígenes de las cosas, porque cuando usted busca y busca, por ahí anda el azúcar.
Ahora bien, ¿es posible y viable la recuperación cultural, identitaria e histórica de la caña y del azúcar en la nación y en la cultura nacional? Yo creo que sí, y no solamente desde los trabajadores del sector azucarero sino desde las instituciones de la cultura y de todas las demás. Por ejemplo, en el último semestre del año pasado en el Parque Josone, un centro recreativo creado por José F. Iturrioz, dueño del antiguo central Progreso (hoy Jesús Rabí), y uno de los directivos de la Arechabala de Cárdenas, del ron Bacardí, del ron Havana Club, se hizo un festival de rumba. La rumba nació en los bateyes azucareros, y allí no había ningún invitado azucarero, ni se mencionó la palabra azucarero.
Oscar Zanetti: Aquí vamos a hacer un cambio un tanto excepcional. Le vamos a ceder la palabra a alguien que hubiéramos querido que estuviera en el panel porque ha dedicado años de esfuerzo al estudio de esta problemática: la doctora Ana Vera, que nos acompaña desde el público.
Ana Vera: Gracias por esta oportunidad. Casi iba a empezar con un responso, después de escuchar hablar de problemas de economía, de tecnología, de suelos, de caña, y de cosas inmateriales que no tienen nada que ver con el ser humano que trabaja en ese sector. Para evitarme ese mal rato con los que quizás no son culpables del enfoque, estuvo la intervención de Liobel, que trae a la palestra el asunto del ser humano y de su cultura, y de la sociedad y de la cultura colectiva. Eso es el ser humano en su espiritualidad, pero lo es también en su experiencia de trabajo, en su experiencia de vida, y el recorte de la industria azucarera tiene que ver con el cambio del sistema cultural en que vivía todo ese universo de productores asociados al sistema antiguo, que venía desde la época colonial y que de alguna manera se reprodujo, con algunos cortes para modernizar algunas industrias, pero se mantenía, sobre todo desde finales del siglo xviii.
No voy a hacer una apología del sistema de vida de los azucareros de la época colonial, pero sí es importante recordar que para recuperar la producción azucarera —esa pregunta dramática que nos plantea este Último Jueves— habría que pensar en términos de una reconstrucción de industrias, ni siquiera de una recuperación, habría que ir a un re-pensamiento sobre cómo proyectar la industria sobre la base de poner al hombre en el centro del proyecto.
Estoy de acuerdo con Liobel en que no la vamos a perder porque forma parte de nuestra memoria, A mi modo de ver, no soy economista, no es muy práctico poner delante el carretón y el caballo detrás. El caballo en este caso es el trabajador, las necesidades de los trabajadores, sus necesidades de sociabilidad, sus reclamos, y el sistema de trasmisión de conocimientos. Ya este es otro tema, pero en la forma antigua de producción azucarera esa trasmisión se hacía por vía comunitaria y familiar, porque en los bateyes azucareros se conjugaba el trabajo con el placer o la pérdida, es decir, el no cumplimiento de las metas de producción, con una mayor o menor intensidad de jolgorio social cuando se terminaba la zafra, había todo un clima social asociado a un esquema de trabajo, y para mí el éxito del sistema y la larga vida de la producción azucarera en Cuba tiene que ver con el mantenimiento de ese régimen antiguo de producción.
¿Qué pasa hoy? Para recuperar la industria hay que montarse en un sistema económico y de comercio mundial, que tiene que ver con otros niveles de desarrollo económico que en este momento Cuba no tiene. Entonces no queda de otra, desde mi punto de vista, que pensarlo en términos muy pequeños y en producciones muy especializadas, pero empezando por formar los trabajadores que podíamos haber tenido si el tránsito no hubiera sido tan brutal.
Yo me dediqué a entrevistar a trabajadores azucareros en el momento del cierre masivo de los centrales, cuando se redujo la industria a 50% o 30%. Desde entonces se hablaba de no dejar a los trabajadores desamparados, ni a sus familias, y, efectivamente, así fue. Pero, primero, los más viejos, los de mayor experiencia murieron desencantados porque habían tenido que contribuir a la demolición de lo que antes habían construido; los que venían detrás, los que se formaron con la Revolución, que se habían convertido en técnicos e ingenieros azucareros, en ingenieros agrónomos, que habían adquirido competencias para atender las necesidades de la industria y de su desarrollo, fueron en busca de mejor mercado laboral, emigraron a otros sectores o al extranjero, y se perdió el saber hacer, el know how; y la tercera generación, esa que en otros tiempos veía a sus padres y a sus abuelos haciendo los trabajos del azúcar, y participaban de las fiestas o de las tristezas que producía el azúcar, de pronto como que ya no tiene ni memoria.
Estoy hablando de una cultura azucarera que forma parte de la memoria social cubana, como efectivamente señala Liobel, forma parte de nuestras tradiciones. Pero ese es un enfoque pasatista, hay que pensar en términos de incorporar el pasado, en términos de —y ahí estoy en una polémica pendiente con la doctora María del Carmen Barcia— abandonar desde la historia la reconstrucción del pasado, de la memoria del pasado, para ver si eso nos sirve de alguna manera para proyectar el futuro, eso es historia cultural. Hay que pensar en términos del sistema cultural, hay que pensar que la industria azucarera implica personas, que todo parte de la persona, y depende de ella, y no solo de la tierra, de la caña. También de todo eso, por supuesto, pero si no hay un ser humano que trabaje ¿de qué reconstrucción de la industria azucarera estamos hablando?
No quiero ser derrotista para nada, soy optimista; tenemos comisiones para hacerlo, pero hay que enfocarlo desde las pequeñas dimensiones, desde las pequeñas localidades, desde los pequeños núcleos, donde se hagan grandes inversiones, y los pongamos a vivir como si fueran los antiguos enclaves norteamericanos de inicios del siglo xx, hiper desarrollo en pequeñas comunidades, nada similar a lo que lamentablemente tenemos en el resto de la sociedad. Esa sería mi reflexión, con mucho gusto respondería alguna pregunta si alguien la tiene.
Oscar Zanetti: Yo también quería acotar un detalle en esta cuestión del punto de vista humano y en esta perspectiva que Ana presentaba, y es que si pensamos en una reconstrucción de la industria y en una nueva generación asumiendo sus realidades y sus actividades, tenemos que tener en cuenta que los muchachos adolescentes que están en un parque entretenidos con un celular, no ven ninguna perspectiva en trabajar con una guataca; la única forma de que la fuerza de trabajo se sienta incentivada es cuando ve las posibilidades de su aplicación en el desarrollo técnico.
Ahora vamos a dar una primera vuelta para las intervenciones del público.
Josefina Martínez Calvo: (Médico). Los brillantes panelistas que han hablado no han dicho tres palabras que yo sí voy a decir: sentido de pertenencia. Eso es lo que tenía la gente del central. Yo nací a un kilómetro y medio de un central, y lo que había era sentido de pertenencia, aparte del capitalismo, aparte de todo lo demás, tenían eso. Desde la casa que se les entregaba para que viviera toda la familia durante generaciones, hasta la fiesta o el llanto. Cuando eso desapareció yo todavía estaba en Madruga y fue un golpe, porque los trabajadores eran del pueblo, nacidos en los alrededores. Ojalá, como dice ella, que nos sirva el pasado para el presente. Muchas gracias.
Luis A. Montero: (Universidad de La Habana). Estoy seguro de que alguien sabe más que yo de esto, pero tengo literatura que afirma que no hay planta comercial que produzca más biomasa por unidad de aire en un año que la caña, y que también es capaz de producir su propio nitrógeno, o al menos una parte importante.
Conversando con especialistas y con gente del campo, supe que las atenciones culturales de la caña son infinitamente menores que las de muchos otros cultivos, cosa muy adecuada sobre todo para uno que tiene que crecer en el verano cubano —todos hemos estado en el campo como estudiantes y sabemos que no es igual a estar en cualquier otro lugar del mundo en verano. Por tanto, en términos de producción de biomasa, de producción de nitrógeno, de no necesidad de demasiados aditivos, porque es una planta muy rústica, muy adaptable al clima que tenemos, es difícil pensar que no tenga un futuro económico positivo. Es difícil pensar que con una transformación verdaderamente científico-técnica de su concepción, como sí han hecho los brasileños, la caña no tenga futuro en Cuba.
Aquí hay un factor económico decisivo. Por ejemplo, en este país nadie sabe cuánto vale el dinero, porque tenemos tres cambios posibles. Los economistas sacan cuentas, ¿es económico o no es económico? ¿Y con qué moneda las sacaron, con el peso cubano de veinticuatro pesos, con el de ciento veinte, o el de doscientos ochenta? Es un ejemplo actual, pero en su momento fue la misma historia con el peso convertible (CUC), porque era una especie de encubrimiento de esa situación inflacionaria que tenemos en estos momentos. Recuerdo que asistí a una reunión de análisis de este asunto y todo el mundo estaba muy claro de lo que había que hacer con la caña, y se apareció un funcionario de un ministerio que dijo que había que pagar la caña al precio 1 x 24, y entonces, imagínense, con esa cifra mató a la industria azucarera, porque si se pone a competir una hectárea de caña con un cordel de cebolla. es león contra mono y el mono amarrado; evidentemente el campesino va a producir cebolla, porque la caña le da muchísimo menos que ese cordel de cebolla.
Jorge Lodos: (Instituto Cubano de Investigaciones de los Derivados de la Caña de Azúcar, ICIDCA). Quiero decir que la industria azucarera salvó este país. En el Período Especial todos sus ingresos fueron para salvar el país, inclusive el capital de trabajo. La descapitalización que tenemos hoy comenzó en aquel momento y se mantuvo durante todos estos años, o sea, no olvidemos de que salvamos el país a nuestra costa.
Lo siguiente que quiero explicar es cómo sobrevive la industria azucarera cañera en nuestras cercanías. En Brasil y México: gran mercado local + alto precio local. A México no le conviene exportar, los azucareros mexicanos cuando tienen exceso de producción sufren porque el precio del mercado mundial, si no logran exportar a los Estados Unidos con precios preferenciales, es menor que el local. No es el caso de Cuba, que no tiene ni alto consumo, ni alto precio. ¿Cómo sobreviven? Como se dijo con mucha certeza, cuando hay un mercado preferencial. Guatemala es pequeña, pero exporta a los Estados Unidos cien mil toneladas; República Dominicana, la misma situación, un precio local alto, un consumo local un poquitico menor que Cuba, pero exporta a los Estados Unidos unas seis mil toneladas (el precio que pagan los Estados Unidos hoy es dos veces y media el del mercado mundial). Cuba no tiene nada de eso ya, o sea, no puede exportar. Yo escucho oigo a cada rato: “Recuperar para exportar”. En mi opinión eso hay que borrarlo de la mente; no se puede exportar, excepto que haya un mercado preferencial, quizás en China o algo así.
Y, por último, la caña se siembra una vez y se cosecha cinco, seis, siete veces, la atención cultural que requiere la caña no tiene comparación; es mucho menor que la de la cebolla, el ajo, el boniato. Esas son ventajas, pero si el precio no compite con el de esos productos, no hay caña. O sea, si al cañero le dan una cantidad de fertilizante, un poquito lo coge para la caña, para que se vea, pero el resto va para la cebolla, el ajo y el boniato; si le dan combustible para la caña tiene que demostrar que está usando algo, pero el combustible es para el tractor y para lo que haga falta de la cebolla, el ajo y el boniato. Tiene que haber un precio para la caña que le permita competir con el resto de los productos que están hoy disponibles en el mercado, y entonces su ventaja de que se siembra una vez y se cosecha cinco o siete veces, se hará evidente.
Augusto César Vega: Aquí se ha planteado un problema que, para mí, no es de opinión sino de análisis y estudio. Se hablaba del precio del mercado mundial, y de la imposibilidad de tener un mercado que no sea preferencial. No sé si está hecho ese estudio, con documentos, argumentos. Aquí no podemos debatir sin ese estudio en la mano, y en Cuba hay suficiente conocimiento para hacerlo. Ese es un problema de la ciencia, y se lo debe al país. Entonces, lo que se habló en la Mesa Redonda para mí es un eufemismo.
Vine aquí pensando que había un negocio posible con la industria azucarera, y ahora me han dicho que no. Yo venía preparado para hablar de una industria que podía levantarse, basado en algo que dijo el profesor Zanetti, en las capacidades científicas, contemporáneas, la tecnología, la posibilidad de una agricultura de puntería, una serie de cosas que necesitan inversiones, pero para invertir hay que hacer negocios, y para hacer negocios hay miles de posibilidades. Los norteamericanos, en la época del boom financiero, inventaron millones de productos financieros y vendieron hasta basura, ¿cómo no vamos a ser nosotros capaces de vender algo?
Ha habido dos intervenciones que me recuerdan algo: una, cuando se habló de la base de cálculo, un ministro dijo que era 24 x 1 y punto; y otra que hablaba del financiamiento en divisas. Así no se puede. Si la industria azucarera tiene el respaldo económico y tiene ese valor social para el país, necesita una forma de dirección, de ejercicio de la propiedad extraordinaria, un grupo gubernamental que tome todas las decisiones, como las tomó Fidel cuando quisieron reconstruir y conservar La Habana Vieja, cuando hizo el decreto entre él y Eusebio Leal solos y no quiso que participara más nadie, o cuando le dieron el poder al GAE para que dirigiera la industria militar. Sin esas capacidades para ejercer el poder al margen de toda la tonga de ministerios y de cosas que no son más que entidades administrativas, por naturaleza burocráticas, tampoco habrá industria azucarera.
Antonio Raudilio Martín Sánchez: Mis conocimientos de la industria azucarera son empíricos y personales, nací en el campo; la familia Sánchez, la familia Cabrera y la familia Martín todos tenían fincas y cultivaban caña. Escuché que no hay futuro porque no hay exportación. Y me pregunto: ¿los chinos no se quedaron esperando los cuatro millones de toneladas de nosotros? Era lo que se decía hace veinte años. ¿Hay o no hay mercado?
Oscar Zanetti: Regresamos al panel y después haremos otra ronda de intervenciones del público. Vamos al cuarto bloque: ¿qué posibilidades reales de financiamiento permitirían superar la descapitalización y obsolescencia tecnológica del sector cañero-azucarero? ¿Dada la situación actual y perspectivas de los mercados y la economía azucarera internacional, es factible ese financiamiento? ¿En qué modalidades podría concretarse?
Mariela Gallardo Capote: No me voy a referir a la etapa de la Tarea Álvaro Reinoso porque no me acuerdo muy bien, era muy jovencita, pero en los últimos años, hasta 2019 más o menos, en Azcuba todavía se usaba el esquema cerrado de financiamiento. Estaban los tradings azucareros —que no era lo óptimo—, que compraban o pre-financiaban parte de los insumos del azúcar para producir azúcar, y por esa vía entraba sobre todo para capital de trabajo, y también había algunas líneas de crédito que permitían financiar, en alguna medida. Esto se perdió a partir de 2020, entre otras cosas por el recrudecimiento del bloqueo, a veces no queremos hablar de eso, que hizo que todos esos tradings se fueran de Cuba, y se perdió esa línea de pre-financiamiento para el azúcar. Desde entonces, se ha trabajado con alrededor de 20% del financiamiento que requiere la industria para poder llegar, al menos, a los niveles que se tenían en 2017, cuando, aunque no se logró lo que se había proyectado, como decía Zanetti, se obtuvieron cerca de dos millones de toneladas de azúcar. Eso no tiene que ver con lo que estamos hablando hoy ni con la última zafra que se comentó.
El financiamiento tiene dos vías: una para capital de trabajo y otra para inversiones. Hasta ahora, todo lo que se producía para consumo interno, fuera quien fuera el destinatario, se hacía sin cobro de divisas, porque el financiamiento de la industria, y del sector en general, venía por la vía de la exportación. Al bajar los niveles productivos porque se dejó de tener ese pre-financiamiento, también se redujo la exportación, todo en la última zafra, y el consumo interno seguía sin recuperar divisas. En la situación que tiene la economía, el país, como decía Sulroca al inicio, no tiene manera de financiar los recursos que lleva hacer una zafra, en lo que respecta a divisas.
Para la zafra de 2025 se está proyectando, a partir del nuevo modelo de negocios anunciado por el presidente en la Mesa Redonda, que el consumo interno —no el que se destina a la canasta básica, sino el de las empresas mixtas o exportadoras— se cubra con divisas de esas empresas. Incluso se propone suplir la demanda de las mipymes que hoy están importando azúcar, erogando divisas que salen del país. Hoy, el alcohol que se le vende a Cuba Ron o a las empresas alimentarias mixtas se cobra en divisa, y eso garantiza 84% del financiamiento que requiere el sector para empezar a incrementar los esquemas productivos hasta tanto se pueda llegar a la exportación.
En efecto, hay una posibilidad de exportación, pero no en los mercados que quisiéramos, no hay un mercado preferencial, como aquí se comentó. Pero hay, por ejemplo, una deuda con China de una cantidad de azúcar, y que, por la reducción de los niveles productivos, no se ha podido cubrir. O sea, es un círculo que se debe empezar a cerrar, a partir de estas primeras decisiones, para poder parar el decrecimiento y empezar a incrementar las exportaciones.
Hay otro inevitable, que es el esquema del financiamiento para la inversión, que es super necesario, porque la industria ha llegado a un nivel de obsolescencia, de deterioro tecnológico, innegable, y ese financiamiento hay que buscarlo por la vía de la inversión extranjera, o la colaboración internacional. Se está trabajando fuertemente en los temas medioambientales, porque, aunque la caña, como se dijo aquí, es un factor beneficioso para el medioambiente, la industria azucarera es muy contaminante, y entonces la vía medioambiental también permite hacer reinversiones. Existen fondos internacionales, muy fuertes, sobre los cuales no había cultura en el sector, y se está tratando de acceder a ellos para diversificar las vías de inversión.
Se puede hablar de incrementos en la producción de azúcar, que hoy es una de las deudas, pero hay que pensar también en inversión para la producción de caña, pues las maquinarias se ponen viejas, y hoy no hay suficiente gente en el campo para cosechar. Además de combustible, hay que tener maquinarias para poder hacer esos incrementos productivos de los que estamos hablando. Entonces las vías de financiamiento pueden ser posibles. Tenemos identificada una primera vía inmediata, se está trabajando fuertemente en la inversión extranjera para recapitalizar a la industria, para buscar incluso nuevos mercados preferenciales donde la recuperación de la inversión sea a partir de la venta de azúcar, dejando la producción de derivados como un ingreso adicional por la vía de las empresas mixtas y las empresas exportadoras del país, que sí ingresan divisas y es una manera de reaprovisionar el sector.
Claro que las exportaciones serían una posibilidad, en la medida en que se incrementen los niveles productivos, y también la posibilidad de créditos a corto plazo, pagaderos con azúcar, que era un esquema que se usó en una época y que se debe tratar de recuperar. Yo digo que no es un círculo vicioso, sino como una espiral, para ir al incremento.
En mi opinión, el punto de partida más importante es el financiamiento. En los últimos años, aunque no fuera óptimo, el esquema financiero se truncó. El decrecimiento vertiginoso del sector tiene mucho que ver con la pérdida del esquema financiero que tenía y la imposibilidad de reaprovisionar lo que requiere la industria y la caña. Independientemente de que se produzca poco cuando se siembra con mala calidad, que detrás haya problemas organizativos, de motivación, de amor al sector, pérdida de fuerza de trabajo, todo eso que sabemos, tener 20% del financiamiento, lleva necesariamente a un decrecimiento. Sin dinero, nadie, ni Brasil ni ningún país, ha podido trabajar ni crecer.
Lázaro Peña Castellanos: Este es un tema realmente interesante, muy polémico, de muchas aristas. Me voy a centrar, primero, en las posibilidades de financiamiento externo. No debemos perder de vista que estamos hablando de un mercado altamente competitivo, o sea, la producción mundial puede estar en 175-180 millones de toneladas anuales; Brasil fabrica 40 millones de toneladas, pero los niveles de exportación giran más o menos entre 60-65 millones anuales, lo que representa 44% del total, y eso es relativamente estable. Por tanto, para entrar —Cuba ahora mismo no está—, hay que desplazar a alguien y, repito, es un mercado competitivo que está bastante copado. Teniendo esto en mente, que a mí me parece importante, entonces las posibilidades de financiamiento, vengan de donde vengan, tienen en sí mismas una perspectiva respecto a la competitividad del actor a quien se va a financiar.
Y aquí, en mi opinión, hay dos niveles que analizar. Una tiene que ver con acudir a los convenios de colaboración económica que tiene Cuba con terceros. Hay colaboración, digamos, con China, que en este momento está produciendo unos siete millones y consume doce, tiene un rango que ya está cubierto, pero ahí hay una posibilidad de entrar. También está caso de Rusia, que produce unos seis millones más o menos, pero de una manera ineficiente; ahí pudiera enfocarse un criterio, por vía de colaboración, sería tratar de promover inversión, teniendo en cuenta esos factores. En mi opinión, eso es a mediano o largo plazo. Y aquí tampoco se debe perder de vista que hay un problema de deuda de Cuba con algunos de ellos, y esto va a influir, obviamente, pero, como una posibilidad, está ahí.
El otro es un segundo ámbito y mucho más complicado. Es, propiamente, la perspectiva y la capacidad competitiva de la agroindustria en el mercado global. Esto es otra cosa, es entrar competitivamente al mercado global —aprovecho para insistir en que sí, el mercado de los Estados Unidos es preferente, pero ellos importan solo 1,8 millones, y estamos hablando de exportaciones de 70 millones o más. Y, por otra parte, las cifras que se dan como precios de mercado son de referencia, nunca son los precios exactos; o sea, siempre hay un porcentual, que se utiliza para hacer negociaciones, para tener perspectivas. Hay que tener eso también en cuenta.
El mercado global está copado por seis firmas que controlan el 75% de ese mercado, de esta actividad, tanto lo que tiene que ver con las cadenas globales, o sea, la posibilidad de tener azúcar para insertarse en otra producción y otros sectores, como la de lograr una inserción realmente competitiva, tener capacidad para estar ahí. Además de la calidad del azúcar, hay que ser estable en esa cadena, y eso está bastante restringido para la situación en este momento. Tener la capacidad de insertar nuestra agroindustria en este mercado, visto como una estructura de funcionamiento global, es algo que demanda una serie de factores competitivos, de estructuras, y realmente es difícil pensar en el corto plazo que haya una inversión para subirnos a ese nivel.
Hay que darse cuenta de que estas seis cadenas globales tienen un montón de ofertantes que están a niveles competitivos. No se trata de un producto que, de pronto, es muy escaso; no, siempre está ahí. Entonces es complicado asumirlo, no estoy diciendo que sea imposible, pero demanda una perspectiva de irse metiendo paulatinamente en el mercado. Además, estas grandes transnacionales son altamente vulnerables a las presiones políticas, y este momento no es precisamente el mejor, dados los problemas de reforzamiento del bloqueo contra Cuba.
Volviendo a la pregunta, visto a nivel global, me parece que las posibilidades de financiamiento externo estarían más bien vinculadas en el primer rango, pero con cuidado, porque no es nada automático ni inmediato.
Sobre la rentabilidad hay discusiones de larga data, siempre se polemizó sobre cómo medirla. Yo soy de la opinión de que la competitividad no es únicamente un problema técnico, sino también de los niveles del modelo de desarrollo global, de la cadena global de valor, y a eso me refiero cuando digo rango competitivo.
La incidencia particular de la agroindustria y cómo se medía antes, es histórica. Había muchos costos que se le achacaban a la agroindustria azucarera y, efectivamente, sobre esa base los análisis arrojan que había muchos factores metidos en ese marco. O sea, no es fácil llegar, y ni siquiera ahora es simple. Lo que quiero decir es que no es únicamente un problema monetario, o de tasas de cambio; hay muchos factores que incidieron en ese momento, y todavía, en cierta medida, siguen incidiendo. Estoy de acuerdo con Lodos cuando dice que esa descapitalización fue por utilizar las inversiones en otra parte, sobre otra perspectiva, en base a un pronóstico que se tenía. Y efectivamente, fueron los recursos que se destinaban a la agroindustria azucarera lo que salvó al país. Por eso los factores son muy complicados, es una discusión en que nos vamos a enredar mucho.
Respecto a la pregunta en sí misma, o sea, sobre las perspectivas de encontrar financiamiento externo, a mí me parece que el segundo nivel es la cadena global, que es la competitiva —no me refiero a los mercados que están cerrados, que van a la cuota de los Estados Unidos—, que tiene que ver con la inserción en otras industrias. Eso es lo básico, más la entrada a los mercados finales que, aunque sean de consumo están controlados por estas transnacionales, de una u otra manera. Entonces volvemos a lo mismo, al criterio de que la competitividad en el presente está en un mercado global, que se llama cadenas globales de valor, y hay que medirlo, entenderlo, evaluarlo, y eso es muy complicado en las actuales condiciones de nuestro país.
Oscar Zanetti: Voy a tratar de conectar la última pregunta con algunas de las cosas que se han estado abordando. Si vamos a proponernos cubrir solo con azúcar todos los costos que se van produciendo a lo largo de la cadena productiva, desde la preparación de la tierra hasta los embarques, difícilmente se logre rentabilidad. Si podemos aprovechar los subproductos que se van obteniendo, como bagazo para producir energía, o para producir papel, o las mieles como combustible, o incluso medios químicos de alto valor añadido, todo eso va sumándose al ingreso que el azúcar reporta para cubrir los costos. Por eso es importante esta última pregunta: ¿es posible y viable la renovación de la economía cañero-azucarera sobre nuevas bases?, ¿se ha avanzado en la diversificación y desarrollo de los derivados de la caña?, ¿qué resultados permiten medir ese potencial?, ¿podría por sí misma esa renovación hacerla rentable y sostenible?, ¿cuáles son los obstáculos para avanzar en esta dirección?
Mariela Gallardo Capote: Aquí sí valdría la pena comentar mi origen en el ICIDCA, por supuesto. Hubo una época en los años 80 —y no me dejarán mentir Lodos y Sabadí, que llevan más tiempo allí—, en la que quien más hablaba de diversificación era Cuba, en todos los mercados, y creo que existe un saber hacer de la diversificación.
Yo comenté en la pregunta anterior que se estaba hablando de que 84% del financiamiento se iba a lograr a través de las empresas mixtas y la venta a otras entidades exportadoras, y que una buena parte de ellas está asociada a la producción de alcohol y aguardiente, encadenado con la industria ronera, con Havana Club y con la exportación de los rones cubanos, que tienen su origen en la miel, por supuesto, y que no pueden hacerse en otro lado porque tienen la famosa denominación de origen, que hoy es la base del mercado del ron cubano. Entonces la insignia de la diversificación sigue siendo el alcohol, que ha sido lo que ha perdurado en el tiempo, pero ya hay una experiencia muy rica en la generación eléctrica usando bagazo y paja. Quizás se había abandonado en estos últimos tres años con las bajas producciones de azúcar. Y uno piensa que si no hay azúcar no hay nada más, que si no hay caña no hay nada más, pero después que hay caña, es preciso trabajar dentro de la cadena completa del central. Por eso se habla, desde el año pasado, del nuevo modelo de negocios, que consiste en no pensar solo en el plan de azúcar —aunque este es muy importante para poder garantizar el consumo interno—, sino en la cadena completa. Ese es un camino que se volvió a retomar, que fue muy importante en los 80, y uno de los mayores desarrollos: las once destilerías, todas las plantas de alimento animal, las plantas de tableros de bagazo, las cuatro fábricas de torula, etc. Por la misma presión del azúcar, y por la obsolescencia de esa industria, se dejó hasta de pensar en ella. De esa manera se está concibiendo rescatar el sector, partiendo de la producción de caña, que es la base de todo. Coincido en eso con Sulroca, pero no se puede perder de vista hoy que, además del azúcar, hay que trabajar en el completo. Hace poco, en un lugar donde también estaba Sabadí, dije: “No vamos a hablar más de subproductos de la caña, sino de coproductos”, vamos a darle desde el lenguaje el valor que tiene todo eso, que no es solo el azúcar sino todo lo que tiene asociado.
Hoy estamos pensando que uno de los ingresos importantes. aunque no decisivo, puede venir no solo de la venta de alcohol y aguardiente a las empresas mixtas, sino de la propia producción de ron dentro del sector, buscando incrementar algunos niveles de exportación. Y también la producción de energía eléctrica no solo en etapa de zafra sino fuera de ella. Ya se está buscando rescatar tecnologías, y hay una estrategia asociada a repensar y retomar esa diversificación en la cual fuimos pioneros, y que casi que se nos estaba olvidando, y volverle a dar su lugar. Yo creo que sola no lo hace, debemos partir de lo que hablábamos antes, las inversiones y la producción de caña, pero, por supuesto, aquí también hay obsolescencia, las destilerías tienen atraso, las plantas de tableros son de los años 80. Todo eso lleva financiamiento y renovación, pero sí puede ser un camino para completar la producción de azúcar y llegar a nuevos productos exportables, a nuevos mercados, no solo al mercado azucarero —aunque el de ron es tan difícil como este—, pero si uno encuentra los caminos, como se encontró con Havana Club, puede haber una perspectiva y se revaloriza la miel que hoy es un desecho y que puede dar un camino.
Alguien me preguntaba, ¿por qué no hay más producción de carne de puerco en Cuba? Porque no hay miel. La producción de alimento animal está basada en la industria azucarera. Entonces es hora de que a todos estos derivados les demos valor y los pongamos como parte de la cadena, que es lo que se ha hecho ahora con el alcohol. Y si el ron Havana Club es un renglón exportable del país, si es la imagen del país, el alcohol o el aguardiente con que se produce, y la miel con la que se hace el aguardiente, también forma parte de esa cadena de valor, y ese es el enfoque nuevo que se le está dando a la diversificación.
Liobel Pérez Hernández: Yo creo que es totalmente viable la renovación de la economía cañera, pero recordemos que ningún país azucarero basa hoy su sostenibilidad en los precios del mercado mundial, el mayor porciento es para el consumo interno. Como decía Lázaro, más de 50% del azúcar de Brasil se consume en el país. Y estamos hablando de azúcar, pero no de la caña, porque Brasil también produce, en grado superlativo alcoholes, es decir, biocombustibles, además de la generación de energía y todo lo demás que se ha estado hablando aquí. También en la India, Tailandia, Australia, México, el mayor porcentaje de la producción es para consumo interno, y los excedentes son los que se exportan en el mercado internacional, o se destinan para acuerdos preferenciales, y muchas veces hasta se guardan para cuando haya buenos precios.
El único país del mundo que consumía menos de 10% de su producción era Cuba, el resto se exportaba. Hasta 2019 más de 60% del azúcar era exportable, y no puede ser sobre la base de los precios del crudo, que son resbalantes para arriba y para abajo indistintamente. Incluso el azúcar que le vendimos a China, esas cuatrocientas mil toneladas, no tenían un precio preferencial, a pesar de que está al otro lado del mundo y la logística de aquí a China es muy compleja. En una caja se pueden enviar millones de pastillas, pero toneladas de azúcar tienen que ir en barcos de gran capacidad. Además, esa cantidad la producen dos centrales en Cuba; con lo que paga China por ella no se pueden sostener cincuenta y seis centrales y setecientas mil hectáreas de caña.
Pero sí creo en la viabilidad de la producción de azúcar en Cuba, sobre todo pensando en el mercado interno. El país pudo subsidiar durante toda su historia la producción y el consumo nacional; hasta el alcohol de los rones que se exportaban se subsidiaba, las mieles, los tableros, la energía. A los centrales les pagan un precio por la energía, y después la empresa eléctrica cuando consumen un kilowatt les cobra tres, cuatro y cinco veces por encima. ¿Cómo es posible? Es la misma energía, y además, debiera ser más cara porque es renovable y es limpia.
Entonces, repito, el azúcar más barata que pueda comprar un cubano, el alcohol, los tableros de bagazo, los caramelos, y todos los derivados, los más baratos que se puedan consumir en Cuba se pueden producir aquí. Nunca nos hemos abierto a ver el potencial del consumo interno, y a lo que puede aportar la industria azucarera al desarrollo económico y social por todos los encadenamientos productivos que genera, incluido el ron, cuya demanda es infinita. Hay que ser más agresivos en la búsqueda de mercados para el ron cubano. Si se cayera el bloqueo, no tenemos capacidad para abastecer el mercado de los Estados Unidos.
Entonces creo que la industria azucarera sí es viable. Fuimos el mayor productor y exportador de azúcar del mundo durante siglos y todavía despachamos el azúcar a granel, con una cuchara, en la bodega, pero nunca pensamos en el mercado interno, porque, además, da pérdidas. En el mundo, un kilogramo de azúcar está por encima de un dólar o un euro, y en Cuba se pagan ocho pesos por una libra; saquen cuentas a cualquier conversión, a 24, 120 o a 270, la que ustedes quieran.
Por último, ¿cuáles son los obstáculos para avanzar en esa dirección? En mi criterio, la resistencia al cambio de mentalidad.
Oscar Zanetti: Sulroca, ante este público efervescente, te toca a ti ser el último de los panelistas en intervenir.
Federico Sulroca: Esa pregunta es muy interesante. Hoy tenemos que pensar que la producción de caña es la fuente principal de la agroindustria de la caña de azúcar, no solo de la industria azucarera. Vamos a hablar de todo lo que sale de la caña de azúcar; solo una parte es el azúcar, en la que ya tenemos bastante experiencia, y otra son los derivados o subproductos, como la cogeneración eléctrica con el bagazo y residuos de cosecha.
Pero tenemos que resolver en los centrales el problema más crítico que hay con las calderas, por lo tanto tenemos que ver si aumentamos la presión por lo menos para poder tener cogeneraciones superiores de 80 a 100 kw por tonelada de caña. Hay que estudiar otras fuentes energéticas como el biogás a partir de residuales de la caña, que también tiene que ver con la producción de alcohol, de la que hasta ahora no hemos hablado. A veces tenemos crisis con la gasolina, pero en el mundo entero, está probada la mezcla de un 10% de la gasolina con etanol y los carros con motores Flex. En Brasil, toda su industria está preparada para decidir dónde y cuándo se puede utilizar mejor los jugos en producción de etanol para mezcla con gasolina o para producir azúcar, algo que en Cuba no se valora en función del precio internacional. Son cosas que hay que tener en cuenta en el caso de la energía, o sea, la industria puede trabajar en el campo de la bioenergía con variantes y alternativas.
Por otra parte, Cuba fabrica subproductos derivados de la caña para la alimentación animal, como los residuos de cosecha, los piensos, las levaduras, etc. Por eso, donde quiera que hay un central, hay residuales, hay mieles y hay producción de piensos. El INICA ha desarrollado bastante todas las variantes para alimentación de las especies de bovinos, porcinos, aves, pero falta voluntad para la solución. Esos subproductos no compiten en nada con el azúcar ni con el alcohol, ni compite nada con la miel, todo es a partir de la caña, por lo tanto, podemos reconvertir la agroindustria para que produzca azúcar, alimento animal, energía, ya sea en base al bagazo, o el tratamiento de sus residuales, o a partir del biogás. Esos son valores agregados que se están incorporando a la producción, que permitirían, en la medida en que se incrementen, facilitar préstamos y que, poco a poco, cada cual, dentro de sus condiciones y posibilidades, vaya ampliando estos valores agregados y le dé solución al problema de los costos de la caña. Muchas veces se puede financiar porque la libra de azúcar tiene un precio como el actual, que hace rentable producir el azúcar y la caña en la agroindustria. Se requiere estar al tanto de eso y los pronósticos están dando que el cambio climático y otros aspectos están afectando a los principales exportadores de azúcar del mundo, una variante oportuna, pero tenemos que prepararnos y seguir desarrollando la agroindustria.
El otro problema tiene que ver con el grado de obsolescencia tecnológica que tenemos en la industria. Además, para resolver el problema de la escasez de fuerza de trabajo, en la agricultura es indispensable desarrollar e introducir las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones, la automatización de las labores y poder suplir el déficit de fuerza de trabajo buscando incrementar la productividad con la introducción de la agricultura de precisión y una serie de herramientas y medios. Lo mismo en la industria; esto tiene que ver con introducción de los avances que brinda la industria 4.0 y avanzar hacia una agricultura 4.0 a mayor plazo.
Tenemos que seguir avanzando con las investigaciones de agricultura de precisión. Para que tengan idea del impacto, en la actualidad, la Empresa Agroindustrial Jesús Rabí, redujo en 70% su fuerza de trabajo, con respecto a 2009, cuando se iniciaron las experiencias. Esa fuerza de trabajo no es que se perdió, fue la que contribuyó a las cooperativas para incrementar el rendimiento de la caña de 40 a 80 toneladas por hectárea, o sea, se duplicó la producción, pero los costos disminuyeron y hubo un gran impacto en los ingresos que tiene la agricultura.
Hay que reconocer, cuando se habla del desarrollo, el efecto multiplicador de la agroindustria, su papel como renovador de la economía local, cuando crea nuevas producciones y servicios. Cuando un trabajador azucarero gana más dinero, no va a atesorarlo en su casa, va a gastarlo, y le da vida a otro en su comunidad, que a su vez incrementara su ingreso, y así hay un crecimiento. Es un proceso de multiplicación y encadenamiento con otras actividades. La reproducción simple del dinero se va dando a partir de que se incrementa la circulación monetaria, se va observando un aumento de cinco veces o más en la oferta de bienes y servicios y un mayor grado de desarrollo local. Eso se debe a la introducción de la agricultura de precisión y las nuevas tecnologías.
Cuando empezamos todas estas investigaciones en Amarillas (Matanzas), con sus cooperativas, aquello era un pueblecito de mala muerte. Hoy sigue siendo un pueblo sin grandes inversiones constructivas, sin embargo, tiene una diversidad de nuevos servicios, se reparan celulares, la gente tiene computadoras, andan con sus laptops. Al mismo tiempo, ya tienen nuevas cafeterías, puntos de venta de helados, viandas y otras cosas, con instalaciones rústicas, pero empezó la multiplicación del ingreso y se reprodujo por el incremento de la productividad y la presencia de nuevos actores económicos no estatales. Son hechos que tenemos que tener presentes para poder salir de la crisis y proyectar el futuro.
Se puede —y no es un secreto que nosotros sabemos qué hacer perfectamente— tener una recuperación a partir de los reclamos de los productores. Hay una experiencia muy importante que debemos utilizar: los brasileños no se casaron con una industria productora solo de azúcar; si los precios del azúcar no son buenos, van a la producción de etanol como sustituto de los combustibles fósiles; si son bajos, llegan hasta un nivel de precios y de mezcla con el etanol para el consumo interno, que cubra con sus ventas el costo mínimo de producción de la agroindustria, por lo cual no importa el precio del azúcar que se exporta. Este esquema se conoce como el modelo de GANAR/GANAR.
Los asiáticos, por su parte, no hablan de cosas grandes; dicen que muchas cosas pequeñas hacen una cosa grande. Según esta filosofía, se requiere de un tamaño de central, y que ese central se financie con sus propios recursos e ingresos del mercado interno.
Otra cosa importante: si nosotros no podemos recuperar un central por la grave crisis económica y alguien que vive, por ejemplo, en África u otra región donde no dispone de condiciones favorables para el cultivo de la caña y quiere desarrollarlo con un central en Cuba y comercializar la producción en su país, ¿qué nos impide hacerlo y evitar su desaparición? Daría empleo e ingresos a esos productores paralizados. Hay que mirar también los negocios desde otros ángulos.
Oscar Zanetti: Everleny quedó pendiente en la ronda anterior y a mí no se me ha olvidado.
Omar Everleny Pérez: (Economista). Lo que iba a decir, ella me lo contestó. No hay que ser adivino para saber que la industria y la economía azucarera cubana es un desastre, y eso en un solo indicador, la producción de azúcar, ya de ahí sobra lo demás.
El gran problema es qué hacer, porque el pasado es historia. Para mí hay que cambiarlo todo, todo, desde la forma de tratar la inversión extranjera. No se aprovecharon las oportunidades. El primer grupo azucarero del mundo es cubano, los Fanjul, y vinieron en la época de Obama. Los llevaron a los centrales azucareros, y los marearon. Yo estaba en ese grupo durante toda la visita y nunca pudieron materializar nada. Ellos dijeron que iban a entrar en la industria de los rones, y Rolando Anillo, que era su abogado, estuvo con Josefina Vidal viniendo todos los meses y nunca pudo concretar el primer negocio. No lo estaban haciendo por Estados Unidos debido al bloqueo, sino por Dominicana, porque ellos son nacionalizados dominicanos también. No se hizo nada, porque no querían que hubiera inversión extranjera en la industria azucarera.
Si no vienen capitales externos, olvídense. Lo interno va a ser para 2032 por lo menos; ya Mariela dijo “la zafra del 25”, y seguimos mareándonos. ¿Entonces cómo hacer? Las mipymes están comprando el azúcar en Dominicana; si se la vendieran en Cuba a menor precio, la comprarían aquí; pero no, le queremos poner 240% por encima.
Hay que cambiarlo todo. No quiero hacer catarsis, pero Cuba no es el mundo, no me comparen a Cuba con el mundo, porque en Brasil con lo que se vende en reales, se puede comprar después una cortadora de caña en reales. En Cuba lo que se vende en moneda nacional no es convertible, y habiendo tantas monedas, no se sabes qué es rentable o no. Que alguien, alguna vez, me demuestre que hay un producto cubano rentable, cuando tienes todas las monedas, los salarios bajos, y todo lo demás. Lo que menos uno imaginó ha pasado en Cuba, que ni siquiera alcanzara el azúcar para abastecer el mercado interno; ya eso para mí es una cosa absurda.
Pero de que hay que exportar, hay que exportar. Es la única fuente de ingreso que vamos a tener, pero hay que cumplir los compromisos, porque muchos inversores extranjeros invirtieron en Cuba durante mucho tiempo y no los engañaron, pero no les han pagado. Las deudas más grandes que hay en Cuba tienen que ver con todos los negocios que se hicieron hace quince, veinte años. China puede comprar no cuatrocientos, sino un millón, pero no le pagaste, no cumpliste, y con China no importa que te pague, con lo que se está trayendo de China, como insumos para la industria farmacéutica, etc., era suficiente. Entonces, para mí, hay que cambiarlo todo.
Y, por último, ¿cómo un central azucarero va a ser una Unidad Empresarial de Base (UEB)? Eso es una barbaridad, porque un central azucarero era una industria con todas las de la ley, tenía de todo, pero la convirtieron en una UEB. Por ahí todo está mal; no se puede tener un grupo sobre un grupo, y un ministerio sobre un ministerio; la estructura organizativa no favorece la producción de Cuba.
Juan Carlos Albizu Campos: (Economista y demógrafo). Quiero acotar una serie de cosas. Primero, cuando se habla de financiamiento, enseguida pienso en inversión extranjera directa, y en que la moneda de Cuba no es canjeable. Por tanto, se le está pidiendo al extranjero que invierta en dólares y que después entre en los mecanismos de transmisión monetaria para que recupere su inversión, no en dos años, sino en seis. Esos no son los ritmos de recuperación de inversión, por ejemplo, en República Dominicana. Entonces el primer problema es que estamos hablando acá de financiamiento, de inversiones, pero todavía la Ley de inversión extranjera directa, que estaba penando por dos mil quinientos millones de dólares al año, no llega ni a uno para todo el país, porque nadie quiere invertir dólares, euros, o cualquier otra moneda, para recuperar pesos cubanos —o lo que se les haya ocurrido.
Por otro lado, aquí no se ha hablado del costo de la exportación; que no es automática, no es que se meta un papel en un fax y salga por el otro lado, no. La exportación es una actividad muy concreta, que tiene un costo, y para eso tiene que estar conectada con las cadenas globales de valor.
Aquí nadie ha demostrado que Estados Unidos está penando porque no tiene los coproductos azucareros cubanos. El mercado norteamericano está saturado de coproductos azucareros de todo tipo, así que el día que se caiga el bloqueo, eso no va a garantizar automáticamente que vamos a poder exportar para allá, porque además, como ha dicho muy bien Lázaro, Cuba no está conectada con ninguna cadena global de creación de valor en esta actividad que estamos hablando.
Y luego, se habla de que se va a recuperar una industria, y que va a ser posible, pero nadie ha mencionado un fenómeno que se llama vaciamiento demográfico rural, que no tiene nada que ver con lo que se dijo aquí del envejecimiento de la población, que no es cierto. Lo que ha ocurrido en Cuba es un éxodo rural, y ha llevado la proporción de población rural cubana a casi 20% exclusivamente, siendo un país que está en plena crisis alimentaria. Entonces, para hablar de cultura y de historia, primero hay que hablar de los seres humanos. Las personas se fueron del área rural, así que entre los elementos que hay que empezar a pensar para una posible recuperación, no solo de la industria azucarera sino de cualquier otra, en el ámbito rural en Cuba, es cómo resolver el problema que plantea hoy la erosión que ha experimentado el tejido demográfico de la zona, que no fue una caída de fecundidad en el área rural —por ejemplo, el envejecimiento sería el resultado de una caída de fecundidad—, fue el éxodo masivo rural que se experimentó.
Oscar Zanetti: Voy ahora a darle la palabra a dos personas que nos la han pedido por vía telemática. Debo decir que la audiencia por Telegram ha sido realmente alta en el día de hoy.
Yordan Roche: (Licenciado en Historia). Saludos a los presentes y a aquellas personas que están escuchando. A lo mejor mi forma de pensar está errada, pero quiero puntualizar en cuanto a la inversión extranjera. Sé los problemas que hay con el bloqueo económico, con el cambio de las divisas, pero pienso que para poder traer inversión extranjera a este sector de la industria cubana, hay que darle facilidades, en el sentido de la recuperación de su inversión económica. No es mentira que tenemos una moneda que no está en el Banco Mundial, y que nuestra economía se basa prácticamente en lo que pueda obtener de otras monedas extranjeras, pero mucho de ese capital puede entrar a Cuba si se le ofrecen muchas facilidades para la inversión. No soy economista, no sé bien de qué manera se pueda hacer para atraer, que sea algo jugoso para las grandes empresas. Tampoco vamos a vender ni a regalar el país, ni nuestras tierras, que son bastante fértiles, pero sí tratar de atraer esta inversión de capital con el objetivo de modernizar principalmente nuestra industria azucarera, que está obsoleta.
Por otra parte, quiero hablar del caso de mi provincia, Matanzas. Con la Tarea Álvaro Reinoso se desarticularon la mayor parte de los centrales de la provincia, pero los que funcionan todos están al sur. ¿Ustedes saben lo que cuesta trasladar la caña, la materia prima, desde Pedro Betancourt y Jovellanos, hasta los centrales que están en la otra punta de la provincia? ¿Cómo lo hacen? Con rastras. ¿Por qué se hizo eso?, ¿cuántos litros de petróleo diarios gasta un Scania al trasladar la caña? No se tuvo en cuenta las condiciones de la provincia, ni el lugar en que está cada uno de los centrales, y lo único que hacen es aumentar el costo de la producción del azúcar, por el problema energético que tiene el país, con el precio que tiene el combustible, que va subir a partir de febrero. Para mí, era innecesario haber destruido muchos de los centrales claves de la provincia, pero debieron dejar los que están cerca de la carretera y ayudar a que la producción sea menos costosa para el país, buscar los campos más cerca de los centrales, no trasladar la materia prima desde una punta de la provincia hasta la otra para poder hacer azúcar. Así no podemos ni podremos nunca elevar nuestra producción azucarera.
Además, pienso que la inversión extranjera, primero deben ir a esos centrales que están funcionando para tratar de modernizarlos y que ellos puedan superar la producción actual que está en crisis. Tengo algún conocimiento de unos cuantos centrales de Matanzas que están siendo llevados al límite.
Pedro Chaviano: (Ingeniero). No trabajo en el sector del azúcar, pero sí tengo vínculos familiares en él. Me llamó mucho la atención, al oír al panel, la parte de los biocombustibles. En Cuba siempre se trató con mala cara el tema de los alimentos como combustibles y, sin embargo, ahora no hay ni combustibles ni azúcar. En ese sentido, tenemos el ejemplo de Brasil, donde el azúcar perdió mucho valor, pero su industria evolucionó hacia los biocombustibles, y yo quisiera saber si en algún momento se ha pensado hacer cosas como esa para la industria azucarera cubana.
Jorge Lodos: Hay muchos matices en todo lo que se ha estado planteando acá, y a mí me gusta más decir cosas firmes, independientemente que pueda haber, por supuesto, alternativas. No hay posibilidades de exportar azúcar, excepto que haya un mercado con precios preferenciales. ¿Puede haber negocios con capital extranjero? No directamente en la producción de azúcar, pero sí en derivados, y eso puede transferirse luego a la producción de azúcar. Por ejemplo, si una empresa mixta productora de alcoholes y rones, necesita mieles, puede financiar la producción de azúcar y de miel para garantizar su materia prima.
Aquí se dijo —ustedes lo oyeron— que se producen, en números redondos, 180 millones de toneladas de azúcar de caña y de remolacha, pero solo se exportan menos de 40 millones. El resto se lo come la gente en sus países, y el bloqueo tiene garras que llegan a los lugares menos imaginados por ustedes. Esas seis o siete grandes compañías que mencionó Lázaro compran la mayor parte de esa azúcar, pero en el mercado se venden en cientos de millones, porque los papeles se comercializan en la Bolsa de Nueva York. El “contrato de Nueva York no. 11” —ahora tiene otro nombre— es el contrato típico de venta de azúcar crudo a granel en un puerto del Caribe. Cuba no tiene derecho a vender en la Bolsa de Nueva York y, por lo tanto, cuando alguna de esas siete compañías nos compraba el azúcar, nos hacía un descuento de unos veinte dólares porque no podían negociar el papel. Cuando le compran azúcar a Dominicana, ese papel lo llevan a la Bolsa y lo vendían una, dos, diez veces más. Todo eso se suma en contra de la exportación, excepto que haya un precio preferencial.
Oscar Zanetti: Pedro, lo que tú planteas es interesante, pero no pierdas de vista que Brasil tiene veinte veces más población que Cuba, y veinte veces más territorio, una moneda canjeable y una economía capaz de autosustentarse; es decir, en las comparaciones hay que buscar ciertas bases para ver si funcionan.
Hay varias personas que desde Telegram nos están pidiendo la palabra, pero ya hemos consumido todo el tiempo de esta sesión, que ha sido muy productiva. Les pido disculpas y quiero decirles cuando este debate se coloque en la red, pueden introducir todos los comentarios que consideren convenientes y, por tanto, la posibilidad está abierta, aunque no hayamos podido darle espacio directamente en esta sesión.
No queda otra cosa que agradecer, en primer término a los panelistas, después a todos ustedes, por habernos acompañado esta tarde en un tema que ha despertado bastante interés, y que no sé hasta qué punto nos iremos esperanzados. Creo que las sensaciones son diversas, pero se han tocado, a mi juicio, las aristas fundamentales, lo que nos permite salir con ideas un poco más claras sobre este asunto.
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