“Los estridentes debates y profundos desacuerdos sobre política sanitaria, la maternidad de alquiler (de vientre o de útero), la investigación con fetos, la venta y compra de órganos para trasplantes, etc. constituyen síntomas sensibles de la circunstancia posmoderna, pues reflejan la existencia de concepciones morales arraigadas y contrapuestas y, por ende, la imposibilidad de una moral universal, es decir, compartida y válida para todas las comunidades morales. Se insiste en la necesidad de una bioética para el vínculo entre extraños morales: personas, o más bien comunidades humanas --judíos, católicos, protestantes, marxistas, liberales, budistas, mahometanos, etc.--, que no comparten los mismos valores y principios morales, pero que se han propuesto resolver sus controversias pacíficamente…”