sábado, 23-11-2024
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Rafael Hernández: Este tema del envejecimiento lo hemos tratado antes varias veces. Le hemos dedicado incluso un número completo de la revista (#100-101, 2020). Hoy vamos a tratar cuestiones que tienen que ver específicamente con la relación entre la economía, en la que todos estamos insertados, y las personas mayores en una perspectiva múltiple, en una perspectiva que no es solamente cómo los mayores de edad se jubilan y cuál es su situación económica —que es de lo que se habla constantemente—, sino también los aspectos que tienen que ver con la presencia de personas mayores en actividades económicas diversas.
Para eso tenemos un panel excepcionalmente bueno y con perspectivas diferentes. Siempre decimos que los Último Jueves no son una discusión entre académicos, sino entre personas con experiencias y perspectivas distintas. La mayor parte de los que están sentados aquí no investigan el tema del envejecimiento, pero tienen una experiencia del tema, y de eso es de lo que se trata el Último Jueves. El que quiera profundizar en aspectos del envejecimiento le recomiendo que lea el número 100-101 de la revista Temas. Este es un panel para debatir esas diferentes perspectivas, enriquecer el tema desde ellas, ese es el propósito y para eso ustedes están aquí, no solamente sentados sino conectados por el grupo de Telegram. Esperamos sus preguntas y sus comentarios.
Nosotros invitamos a este panel al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, y también al programa Vivir del cuento, cuyo protagonista es un viejo. Los dos nos dieron exactamente la misma respuesta: “Tenemos otras tareas y no podemos estar con ustedes”. Hubiéramos querido tener la visión de artistas, y de la institución del Estado que se ocupa directamente del tema de la seguridad social, las jubilaciones, etc., pero los tenemos a todos ustedes aquí.
Bueno, antes de empezar con las preguntas, queremos compartir con ustedes una encuesta que hicimos en las redes. Ahora Belsis, que estuvo en la preparación y en la aplicación de la encuesta, les va a decir cuál es el resultado.
Belsis Rodríguez: En la revista Temas solemos hacer una encuesta cuando se acerca el debate del Último Jueves, y esta vez la pregunta fue: ¿Dónde es mayor la presencia de personas de más de 60 o 65 años de edad? Las opciones eran: 1) entre los que poseen mayores cuentas de banco; 2) entre los propietarios de tierras; 3) entre los médicos especialistas; 4) entre los científicos más destacados; 5) entre los emigrados con capital; 6) entre los que se repatrian; 7) en los países desarrollados; 8) en los países pobres; 9) entre los dueños de empresas; 10) entre los profesores universitarios; 11) en los más altos cargos militares; y 12) en los más altos puestos del gobierno. Como se puede ver en la gráfica, los votos se concentraron en las opciones 11, 7 y 12.
Rafael Hernández: La última pregunta que yo le hice al panel —que espero que haya tiempo para que la comenten, porque muchos me dijeron que querían responderla—, era cuáles son los estereotipos acerca de las personas mayores. Esta encuesta lo que está diciendo es que las personas creen que los adultos mayores abundan entre los altos oficiales de las fuerzas armadas, los altos puestos del gobierno y los profesores universitarios, y no en los demás grupos. Esto también se relaciona con el tema de los estereotipos.
La primera pregunta es quiénes son los viejos, quiénes son en cuanto a su perfil socioeconómico y ocupacional Abel fue el voluntario para contestarla.
Abel Tablada: Gracias a Rafael por la invitación, y por especificar en la presentación que no éramos expertos, yo creo que el resto del panel sí, pero en mi caso, específicamente, soy profesor universitario que no me dedico al tema del envejecimiento, aunque sí soy crítico de la realidad que me rodea, y quisiera entonces hablar tanto de los aspectos relacionados con la ciudad, el urbanismo y el envejecimiento, como también mi experiencia personal como miembro de un claustro de profesores, que refleja uno de los resultados de la encuesta, el alto número de docentes profesores que son jubilados y re-contratados, donde se han unido a nuestra facultad tanto por la carencia grande de profesores que tenemos, como por su propio interés de sentirse activos. Son profesores de la misma generación que mis padres, están entre los 70 y 80 años.
Es una generación que estuvo muy implicada en todo el proceso revolucionario, participó en todas las tareas, poniendo por delante el interés colectivo de la sociedad sobre el individual, y es por eso por lo que se unen como parte del claustro o continúan trabajando como parte de este, y es ciertamente muy meritorio porque muchos de ellos presentan problemas, pero en la segunda pregunta es que vamos a caracterizar la situación económica como tal.
Ellos dan un gran aporte a la sociedad. Ya sea, por su nivel de experiencia, no necesariamente tienen que impartir una cantidad enorme de horas de clase, sino que actúan en todo lo que tiene que ver con el asesoramiento del proceso docente metodológico, participan como parte de jurados de premios, o como parte de tribunales de tesis de grado, maestrías y doctorados, además de impartir cursos optativos. Entonces, esa es la caracterización que yo veo desde el punto de vista de los profesores universitarios. Una generación muy comprometida, que ahora se siente un poco defraudada, pues dieron todo en su vida por una sociedad más justa, una sociedad que tuviera un mayor bienestar con mayores oportunidades, más equidad social para todos, y desgraciadamente, por factores externos e internos que todos conocemos: el bloqueo y nuestras propias deficiencias, no se ha logrado ese sueño por el cual lucharon desde que tenían doce, trece, catorce años, cuando triunfó la Revolución.
Ellos muchas veces se solidarizan cuando yo escribo de forma muy crítica sobre los temas de nuestra realidad, y me dicen: “Estoy muy de acuerdo contigo, lo siento, porque yo fui parte de todo ese proceso”. Saben que hicieron lo mejor por esa sociedad, hasta los dirigentes hicieron lo mejor por alcanzarla, pero a la misma vez no se sienten culpables porque ellos no tenían el poder total para cambiarla, aun cuando tuvieron posiciones altas y responsabilidades a nivel de facultad o universidad. Hubo momentos en que ellos, por muy críticos que fueran, no les era posible cambiarla, entonces, a pesar de que pertenecen a otra generación, se identifican con los criterios de una un poco más joven, en este caso la mía.
Rafael Hernández: Yo preguntaba entre las opciones si los dueños de tierras en Cuba, si los pequeños agricultores, la mayor parte de los que tienen títulos de propiedad pudieran incluir a una proporción no escasa de personas mayores de 60 años, esa es una investigación por hacer; si los médicos especialistas en Cuba, que son los que dentro de la profesión médica tienen los salarios más altos, también incluye a una alta proporción de gente mayor de 60 y 65 años. Una investigación que no está hecha es la de cuántos propietarios de empresas privadas, cuántos de los que dirigen empresas estatales, cuántos dirigentes, a todos los niveles, pueden tener 60 años o más. Si pensamos en todos esos diferentes sectores y pensamos también en artistas famosos —de los que como son muy famosos y populares pueden tener también altos ingresos— que tienen esas edades y cuáles son sus experiencias en relación con esos problemas que mencionaba Abel, los que tienen que ver con haberlo entregado, pero seguir activos en esa entrega.
La segunda pregunta aterriza más en esto, y es específicamente cuál es la presencia de los mayores de 60 o 65 años en la fuerza de trabajo activa, por qué permanecen más allá de la edad de jubilación, por qué no se jubilan cuando llegan a esa edad, y en qué sectores laborales eso puede ser más visible, más patente. Abel mencionaba a los profesores universitarios, la encuesta apunta a los jefes militares, a los altos dirigentes. ¿Cuáles son los factores que inciden en esa prolongación de la actividad laboral y en qué sectores en particular? Voy a preguntarle esto a Iliana Benítez, quien ha hecho, creo, una muy reciente indagación de los datos actuales.
Iliana Benítez: Como acaba de decir Rafael, este no es un tema de investigación en el que yo me había adentrado; por tanto, fue un reto buscar la información en la Oficina Nacional de Estadísticas e Información sobre la Encuesta Nacional de Ocupación en Cuba.
La población de adultos mayores que sobrepasa la edad laboral —más de 60 en las mujeres y más de 65 en los hombres—, es 2 138 979; de ellos, están empleados 200 994; eso representa 9,78% de esa población. Es decir, que muchos adultos mayores sobrepasan la edad laboral y continúan trabajando.
Teniendo en cuenta las ocupaciones en las que están empleados, tenemos que decir que la clasificación oficial que utiliza la ONEI no coincide con la de la encuesta de Temas sobre dónde se encuentran ubicados.
¿Cómo se distribuyen esos adultos mayores en estas ocupaciones? (Tabla 2) La mayor cantidad se concentra en trabajadores de los servicios y vendedores de comercios y mercados, que representan 18,27% del total de empleados. La categoría “trabajadores de los servicios” incluye también el sector privado, pero esta es una clasificación en la ocupación, y existe otra con respecto a la tenencia del empleo, que precisa si es empleado, propietario de la tierra, trabajador por cuenta propia o dueño de una mipyme. Estos trabajadores son los que representan el mayor porcentaje, seguidos de “ocupaciones elementales”, que son 17,45%. En tercer lugar, con 15,07%, están los profesionales y científicos; y luego los oficiales, operarios, artesanos de artes mecánicas y de otros oficios, y, por último, los agricultores. Las demás ocupaciones aparecen en mucho menor porcentaje, por eso hago referencia a las de mayor participación.
Ahora bien, esto tiene una diferencia por sexos. En los hombres se comporta más o menos similar esa distribución, pero cuando vemos en qué se están empleando las mujeres mayores de 60 años, la mayor parte está concentrada en las profesionales, científicos e intelectuales. A estas le siguen las trabajadoras de los servicios y vendedoras —que para ambos sexos está en primer lugar—, y por último están las ocupaciones elementales. Es importante resaltar que en estas edades son muchos más los empleados hombres que las mujeres, aun cuando ellas ocupan una mayor parte de la población. Es decir, que a partir de los 60 años de edad, los hombres permanecen más en la actividad laboral que las mujeres. Debemos hacer la salvedad de que en estas cifras se recoge la cantidad de hombres mayores de 60 años que se encuentran vinculados al empleo porque no han llegado a la edad de jubilación (65 años). De ahí también la mayor presencia. Sin embargo, aun teniendo en cuenta este elemento se puede hablar de mayor presencia relativa masculina si se toma en consideración que la población total de hombres en estas edades es menor que la de las mujeres.
En cuanto a la forma de tenencia de empleo (Tabla 3), prevalecen los trabajadores adultos mayores en el sector por cuenta propia como titular y sin trabajadores contratados, con 41 809 empleados. A estos les siguen los pequeños agricultores —una de las clasificaciones que se utilizó en la encuesta— con 21 117, asociados o no a cooperativas de créditos y servicios; seguidamente están los miembros de cooperativas agropecuarias (UBPC, CPA); les siguen los empleados por cuentapropistas, es decir, no como dueños de negocios, y finalmente los contratados por otros privados o por hogares.
Igualmente, aquí encontramos diferencias en el comportamiento por sexo, pero la más importante está en que las mujeres de 60 años y más no aparecen entre el sector de pequeño agricultor, asociado o no a cooperativas de créditos y servicios. A diferencia de los hombres, las mujeres se mantienen ocupadas mayormente como trabajadoras por cuenta propia (sin trabajadores contratados) y en mucho menor medida, contratadas por cuentapropistas u otros privados.
Pero veamos un dato más interesante: dónde menos se emplean los adultos mayores: en firmas extranjeras, en asociaciones económicas internacionales, y en micro, pequeñas y medianas empresas, y en cooperativas de producción no agropecuarias, aunque, como vimos, sí predominan en las agropecuarias. Del total de formas de participación por tenencia de empleo, aunque pudieran aportar experiencias en estos empleos, es donde menos se están aprovechando.
Muchos espacios importantes para la economía no tienen la participación activa de adultos mayores que pudieran continuar contribuyendo. Entonces, la diferencia estriba en lo que podemos ver en el entorno donde nos movemos —que quizás nos hace notar muchos adultos mayores empleados—, porque estamos en el espacio universitario que también lo facilita para que continúen, y otra cosa son esos espacios que no están a la vista, que tienen muy poca o ninguna participación de adultos mayores que pudieran aportar.
Rafael Hernández: Mayra, desde tu perspectiva privilegiada como asesora del sector privado en materia de contabilidad cuál es tu impresión de la presencia ahí de los adultos mayores.
Mayra Estrada Sevilla: Como ya se comentó, no soy investigadora del tema, sino de otras ramas, y voy a hablar desde mi apreciación.
Hay un fenómeno muy curioso con la incorporación de las personas de mayor edad al empleo, que tiene que ver con la modalidad en que se está desarrollado el sector vinculado a las tecnologías de la información por una parte, y por otra, a problemáticas para llegar al empleo: transporte, accesibilidad física a los locales, etc., por lo que muchos dueños de empresas están abogando por gente joven: se mueven rápido, usan las redes, tienen ímpetu para comercializar.
Lo que estoy describiendo no lo comparto; la edad promedio de mi empresa es de 50 años. Nosotros preferimos buscar ese equilibrio, y ahora voy a comentar por qué: en dependencia de las actividades de los negocios, se requiere un perfil del personal u otro. En los servicios profesionales, como es el caso de nuestra empresa que, además, tiene una base tecnológica, o sea, brindamos servicios de contabilidad, pero comercializamos aplicaciones contables y les damos soporte tecnológico y de asistencia técnica, tenemos una combinación en la empresa, donde la parte tecnológica la llevan jóvenes, que son alrededor del 2% de la empresa, y la infraestructura de los servicios líderes los llevan personas de mi edad. Yo cumplo 60 años el año que viene y les puedo asegurar que ni por casualidad siento que tengo esa edad. ¡Para nada! Y del buró iré para el cementerio de Colón; ¡para la casa, no! Lo que no quita que trabaje dieciocho horas diarias, que me levante a las cinco y media de la mañana y me vaya a las ocho de la noche de la empresa. Estamos reproduciendo esquemas de trabajo de la generación anterior a la mía. Eso fue lo que aprendimos, y no hay diferencia entre lo que hicimos en el sector estatal y lo que hacemos en los dos años que tiene ya la empresa en el sector privado.
Yo creo que el tema del empleo en Cuba merece un acápite especial, no solo con la tercera edad. Hay un fenómeno que se está produciendo a nivel de la sociedad que no lo vamos a revertir, en mi modesta opinión, si no lo atendemos a tiempo y son esas fuerzas que se van, que emigran… ¿Quiénes van a producir, y quiénes van a desarrollar los oficios cuando esta tercera edad no esté activa?
El sector privado tiene hoy una gran ventaja, que es la independencia para decidir. O sea, yo soy la propietaria de mi empresa, y decido cómo se organiza, cómo funciona; atendiendo a lo que dice la legislación decido lo que se le paga a la gente, pero el empleo está asociado a un fenómeno que tiene que ver con la estructura económica del país, o sea, los que están en el sector privado son revendedores en mayoría. Si usted mira los objetos sociales —no sé en qué porcentaje porque no soy estudiosa de eso—, la mayoría de las empresas importan cosas, y revenden. Eso no está generando para el país el fortalecimiento de las profesiones ni experiencia en esos oficios, porque para eso no se necesita ser graduado ni tener experiencia en algo, por eso es que están queriendo contratar jóvenes, porque lo que se quiere es vender lo que se importó. Ese fenómeno no contribuye al desarrollo del país, pero hoy tiene cierta representatividad y eso, inevitablemente, tiene una influencia en el empleo y a quiénes se contrata para desempeñarlo.
En el tema del sector privado hay algo que me preocupa, y es la actividad gastronómica en particular, que tiene unas distorsiones importantes, porque se prefiere como dependiente a una muchachita que puede que no sepa hablar, pero que tenga un short cortico y “buena presencia”. Eso va por un camino que no es el de los paradigmas que construimos como país con la liberación de la mujer, con la incorporación de la mujer al empleo. Estamos viendo distorsiones aún más grandes en ese sector. Yo me he encontrado un cirujano de dependiente de un bar; ese no va a ser médico nunca más, eso es una derrota para nuestro país, porque hay un nivel de especialización en determinadas carreras, y en algún momento, si no está sucediendo ya, habrá una discontinuidad generacional de lo que se formó como fuerza de trabajo y en qué van a trabajar esas personas. Voy a poner el ejemplo de mi profesión, yo soy contadora, y ya no hay contadores. A veces, jocosamente, digo que se murieron en la pandemia o se fueron del país, pero luego me encuentro a la gente que estudió conmigo y me dicen: “Yo estoy de comercial en una mipyme”; “yo estoy en una CNA, de no sé qué”, no están ejerciendo la profesión.
Entonces, para nosotros como empresa, construir el equipo que tenemos y conservarlo cuidadito así, que no se nos desarme, requiere de personas con estabilidad. Tenemos personas que saben lo que quieren, que aman ejercer la profesión, que no están pensando en el despacho como la fuente del dinero, sino que quieren vivir de lo que saben hacer. Fíjense, el dinero es una consecuencia de lo otro. A mí mañana me dicen que me van a pagar cualquier cantidad por ser dependiente en un bar y yo le digo: “No me interesa, yo quiero ser contadora”. Entonces, estas personas, tienen autocontrol emocional, formación de carácter, disciplina, subordinación, responsabilidad, y algo no menos importante, ya sus niños están grandes. Mucho de lo que afecta la contratación de gente joven es que muchas veces vienen con niños. No tienen círculo, no hay quién se los cuide, hay que llevarlos a la escuela, y una dice: “¿Cómo respaldo un contrato con eso?”, o vienen después con certificados médicos, que es otra variante. Eso no sucede en el sector privado, si algún día lo estudian verán que el que está en el sector privado nunca presenta un certificado médico. La previsión de la seguridad social está ahí intacta porque nadie presenta un certificado. Entonces, yo creo que el fenómeno es tan serio que el Ministerio de Trabajo debería involucrarse en el asunto. Nos preocupa muchísimo lo que está pasando, los valores de las personas en relación con el empleo.
Solo decir una última cosa, yo tengo una triple condición: mujer, impedida física y tercera edad. Yo creo que nada es barrera y el tema de la edad está en el espíritu. Si usted se siente viejo, usted va a ser viejo; si usted es una persona con creatividad, con innovación, con deseos de hacer, no tiene edad.
Abel Tablada: Yo regresé de Singapur en 2019, me incorporé inmediatamente a la Facultad de Arquitectura y me di cuenta del alto número de profesores adultos mayores que fueron profesores míos cuando yo estudié, y me preguntaba: “¿Por qué están aquí, cómo se mantienen?”. Poco a poco me he dado cuenta de que ser profesor universitario, hoy en día, no es que sea una necesidad, es casi un lujo, porque con el salario que recibimos —que no es el mismo que el de antes, cuando a un profesor universitario le alcanzaba para vivir un mes, si no holgadamente—, hoy en día no alcanza para nada. Entonces, sin hacer una encuesta oficial en mi facultad, me he dado cuenta de que la mayoría de los profesores reciben remesas. Al menos uno o dos de sus hijos emigraron, y esas remesas es lo que les permite, de cierta forma, que ellos puedan ser profesores universitarios. Es un fenómeno muy extraño, pero es así.
Entonces traté de hacer una clasificación —que es una hipótesis, no es que sea una representación de la realidad—, y más o menos lo subdividí en tres grupos. El primero es el de un profesor que recibe dinero de sus hijos y le alcanza o le sobra, pero como se sienten partícipes de la sociedad no quieren quedarse en su casa, no tienen nietos a quienes cuidar, no tienen a los hijos, se resguardan en la profesión, en dar clases, la interacción con los estudiantes, esa retroalimentación, que te llena mucho, y se mantienen como profesores. Esa es una primera categoría, que no creo que sea la de mayor cantidad de profesores.
En la segunda categoría estarían los profesores que reciben remesas, pero que de todas maneras no son suficientes para poder cubrir todos sus gastos, y entonces hay una combinación, les hace falta un poco más de dinero, y a la vez tienen intereses profesionales que los hacen volver a las aulas y tener ese espíritu de sentirse activos y de aportar a la sociedad.
Y un último grupo, que no sé si existe o no, que serían los profesores que no reciben ningún tipo de remesas, ninguna ayuda de otro ingreso adicional, con una pensión de dos mil pesos, y se sienten obligados entonces a trabajar y volver a la universidad para, al menos, aumentar esa parte que les sigue siendo insuficiente, pero de todas maneras es mejor que vivir con dos mil pesos, y esa categoría creo que es la menor.
La del medio, donde se combinan los tres factores, creo que es la que predomina en el sector universitario —repito, sin haber hecho una investigación.
Rafael Hernández: Los que levantaron la mano primero para contestar la tercera pregunta fueron Benavides y Menéndez. Es sobre el sistema de seguridad social y jubilación, al que Abel se refería al final de su intervención. ¿Qué problemas hay en ese sistema, y cuáles son las claves para transformarlo? ¿Cuáles son las debilidades del modelo que existe? ¿Cómo alcanzar eficiencia y reducir costos? ¿Recortar el presupuesto para gastos sociales es una alternativa?, ¿minimizar el despilfarro?, ¿ampliar el acceso a nuevas tecnologías? ¿Se trata de un problema político, o eminentemente económico o de mentalidad? ¿Cuál es el fondo del problema que tiene que ver con la insuficiencia del apoyo de la seguridad social? Benavides, él eligió la más dura.
Joaquín Benavides: Gracias. Tengo ochenta y siete años, no he dejado de trabajar, laboro con un empresario extranjero, y entre dos compañeros —octogenarios también, que están por ahí sentados— y yo, tenemos una pequeña empresa. Esa es mi presentación laboral. Yo fui, hasta 1957, estudiante de Medicina. La Revolución me hizo salir de ahí, y diez años después fue que estudié y me hice economista, o sea, que tengo una vivencia bastante amplia de todos estos problemas. Como hace casi cuarenta años que no me ocupo del tema laboral, escribí mis ideas sobre esto y las voy a expresar.
La principal debilidad del actual modelo de seguridad social y jubilaciones radica, en mi opinión, en que no le garantiza al jubilado sus ingresos mínimos para vivir. La economía socialista debe garantizarle al trabajador, que dedicó toda su vida a crear riquezas, que el nivel de ingresos que logre al momento de jubilarse no se le deteriore en el tiempo. La jubilación es un seguro social que lo crea el propio trabajador con su trabajo, no se lo regala el Estado. La obligación del Estado, que administra la economía, es que si ese monto de seguro social alcanzado por cada trabajador se deteriora, restituirlo.
En mi opinión también, el asistencialismo no resuelve el problema, el asistencialismo lo esconde. La asistencia social no debe ser para el trabajador que se ha pasado toda la vida trabajando, debe ser para el que no ha trabajado porque el Estado no le ha facilitado trabajar, y por esa causa necesita un apoyo del Estado para subsistir. La asistencia social es un remedio ante la incapacidad del Estado de ofrecer trabajo. La responsabilidad de este es crear fuentes de trabajo, ya sea con reinversión estatal o facilitando la inversión privada y también extranjera. No hay responsabilidad más importante para el Estado socialista que crear trabajo; de ahí surgen todas las riquezas y las fuentes para los grandes gastos de educación y salud.
Recortar el presupuesto para gastos sociales sin enfrentar la solución del problema de fondo, que es que a la gente no le alcanza para comer, sería un error gravísimo. La solución sería dedicar ese dinero para dar trabajo. Se dice más fácil que lo que se puede hacer, pero la verdadera solución sería esa, y que la gente gane sus ingresos para vivir. Esa es, en mi opinión, la verdadera seguridad social del socialismo. El asistencialismo es una medida que sirve para las crisis, pero no es socialista; la socialista es procurar trabajo para todo el que pueda trabajar. Esconder el desempleo con asistencia social no es socialista, la verdadera y única solución es el desarrollo de la economía y de la productividad del trabajo social, y el Estado socialista no tiene responsabilidad más importante que crear fuentes de trabajo para sus ciudadanos. La cuestión es de concepto, un Estado para que pueda ser llamado socialista tiene que tener como responsabilidad principal que sus hombres y mujeres puedan trabajar y crear riquezas para la sociedad. Sin eso, distribuir educación y salud gratuitamente para todos, es una utopía. Los recursos para ello salen del trabajo, y mientras más productivo sea el trabajo mejor.
Jesús Menéndez: Hablar detrás de alguien que estuvo en la cumbre del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, es difícil. Hablar sobre seguridad social y pensiones, sin ser especialista en el tema, es un reto.
Yo también me jubilé de lo que hice toda la vida, que fue ser médico. Me costó trabajo dejar de hacer lo que había hecho hasta ese momento, y lo hice por determinadas cuestiones muy particulares. Sigo en el mismo tren, pero cambié de vagón, me uní ahora a mi hijo, quien es mi empleador en una mipyme. Lo más a lo que estoy haciendo es lo que se llamaba “control interno”, que tiene otro nombre ahora, fiscalización y control; que sí conozco algunas cositas de cuando yo trabajé en el Estado. Entonces es lo que estoy haciendo para tratar de que no se salga mucho del carril con respecto a las leyes.
¿Qué problemas, y cuáles son las claves del cambio de la seguridad social y la jubilación? Las dos grandes áreas a las que se enfrentan los países con el envejecimiento son los sistemas de salud y los sistemas de pensiones. Voy a hablar aquí de este último.
Esta área de envejecimiento y economía tiene dos grandes facetas: una, que es la que estamos tratando aquí, que es la cosa personal, del dinero de bolsillo, de llegar a fin de mes. Esto es lo que se conoce como silver economy, o economía plateada, que es ya más de macroeconomía, más de país, de establecer consumo, estamos hablando de la personal, la que nos toca a todos nosotros de alguna manera.
El financiamiento del sistema de pensiones en cualquier lugar es la combinación de tres fuentes: el empleador, el empleado y el presupuesto del Estado. También tiene tres fuentes principales de dificultades en cualquier país del mundo: el aumento de la cuantía de las pensiones, es decir, las pensiones van en aumento en todos los países —todo esto hay que aterrizarlo después en las condiciones particulares de Cuba, las que estamos viviendo en los últimos años—; otra es el aumento de los pensionados, cada vez hay más personas pensionadas; y la última es la mayor permanencia de los pensionados dentro del sistema de pensiones, porque aumenta la esperanza de vida y están más tiempo jubilados.
El dinero de las pensiones, normalmente, va perdiendo poder adquisitivo. En otros países eso se resuelve porque las pensiones van aumentando en la medida que lo hace el costo de la vida. Nunca alcanza, pero va aumentando.
Otro problema es la disminución de las personas que están trabajando, es decir, hay una disminución de la masa laboral porque entran menos personas a la edad de jubilación de las que salen, porque nacen menos, sin contar emigración y otro grupo de aspectos. Entonces, cada vez son menos personas las que trabajan para pagar a los que no trabajan. Yo, durante cuarenta años, estuve pagando mi jubilación, pero si hubiera cobrado ahora lo que acumulé, no me alcanzaría ni para la mitad de lo que me alcanza ahora, posiblemente.
Después de 1959, el sistema de jubilación fue universal, accesible para todo el mundo, y creo que, sin que se abandonen esos principios, hay que hacer reformas. Yo nunca privatizaría el sistema de pensiones, es decir, no creo que esa sea la solución, lo cual no quita que haya necesidad de hacer un grupo de cambios. No soy economista, repito, estas son ideas, algunas pueden ser más locas que otras, de una persona que está sufriendo o disfrutando el sistema de pensiones, pero sin saber los intríngulis, muchas veces, de lo que hay detrás de eso.
Hay que aclarar que el aumento de los impuestos, el de la edad laboral, y el del presupuesto estatal tiene límites. Cuba es uno de los países que más diferencia tiene entre la edad de jubilación de la mujer y la del hombre. En muchos países es prácticamente la misma edad, sin embargo, en Cuba la mujer se jubila cinco años antes, pero eso tiene límites. Hay quien llegó a plantear que hay que vincular la edad de jubilación a la esperanza de vida de los países; entonces, mientras más esperanza de vida haya, más tú vas a vivir, pero eso tiene límites. La mayoría de Europa ya está montada en 67 años. En Francia hubo revueltas cuando se habló de aumentar la edad límite de jubilación, al final lo aprobaron. Y aquí estamos en 65, pero no me queda ninguna duda de que eso va a venir, tiene que venir, aunque repito, tiene límites, porque uno no va estar trabajando hasta el día antes de morir de viejo.
Creo que también se debe tratar de facilitar —y sobre eso abundaré después— que las personas mayores puedan permanecer laborando, produciendo. Eso tiene su pro y su contra, porque por un lado si están más tiempo trabajando, aportan más al sistema de pensiones, pero a la vez las pensiones van a ser más altas porque trabajaron más. En eso también hay que buscar un equilibrio.
¿Se pudieran utilizar los fondos de inversiones como fuente de inversión productiva? En otros países se hace. Eso también ha tenido escenarios muy negros donde la gente ha perdido lo que acumuló durante toda la vida por una mala inversión, por ladrones, pero habiendo una contraloría —no la nuestra—, habiendo un control, una transparencia, una supervisión externa de esto, no sería desacertado que alguien jugara, en el buen sentido de la palabra, pusiera a producir el dinero que yo estoy dando para mi futura jubilación, y al final, si sale bien, en vez de tener diez voy a tener quince porque puse el dinero en un banco.
En algún momento habrá que pensar en un impuesto de discapacidad. La vejez no es cara, lo caro es la discapacidad y la dependencia. Hablar de impuestos en estos tiempos es muy duro, pero son cosas para pensar. Hay países, como Costa Rica que financia parte de su sistema de cuidados, que es uno de los grandes consumidores de las pensiones, con la lotería. Al inicio de la Revolución, parte de los edificios “de Pastorita” se financiaron con la Lotería nacional. El deporte está siendo rentado nuevamente, los estadios se cobran, se están contratando deportistas, ¿quién iba a decir eso hace diez años? Entonces yo lo pongo ahí.
Y lo otro que pongo ahí es la inmigración. Cuba, evidentemente, no tiene absolutamente ninguna condición para ser un país inmigrante, pero a la vuelta de diez, quince, veinte años, es probable que se pudiera trabajar para convertirla, porque tiene salud, educación y un grupo de atractivos que no poseen otros países del sur. Entonces, lo dejo ahí también como una cosa que ahora es muy loca, pero que después, en un futuro, quizás pudiera valorarse.
Rafael Hernández: Se acabó la primera hora, nos queda una y yo le voy a dar la palabra a los que quieran hablar, recordándoles que son tres minutos. Levanten la mano los que quieran intervenir.
Omar Everleny Pérez: (Economista). Realmente se han dicho muchas cosas interesantes, pero la principal de todas es que el entorno es fundamental para cualquier cosa social que se hable. En un país donde la tasa de crecimiento sea tan baja en los últimos años, que hay un déficit fiscal, todo va a ser resultado de eso, porque un médico cirujano no se quiere ir de un hospital para trabajar en un bar, no le gustaría, pero mientras le sigan pagando seis mil pesos seguramente lo hará, pero no se le puede pagar mucho más porque la economía no tiene sustento. Es un círculo vicioso.
Las mipymes eran la primera reforma que había que haber implementado en Cuba hace diez, quince años, cuando se aprobaron, pero se hizo en septiembre de 2021, el peor momento.
Aquí se dijo algo que no corresponde y quiero precisarlo. Nadie puede quedarse en ninguna asociación económica internacional, ni en organismos financieros internacionales, ni en ninguna de esas instituciones, porque tienen un límite: los mayores de 62 años, aunque quieran trabajar, no pueden. Evidentemente la cuenta no va a dar, no hay viejos allí porque no pueden estar.
Abel, eso mismo que pasa en la CUJAE ocurre en la Universidad de La Habana. Los que reciben remesas, los que tienen tres trabajos, los que escriben artículos, por eso se mantienen, porque ningún profesor con seis mil pesos cubanos se puede mantener para ir a la Universidad, porque solo en transporte se gastan cuatro mil pesos. Los que se han mantenido tienen otras fuentes de ingresos, porque si no, no da.
¿Entonces, realmente, para qué se cogieron los fondos de jubilación? Todo se mezcla en el Estado. No se concentró un fondo de jubilación a futuro, ni se hicieron inversiones, ni se prestó ese dinero. Entonces, si se sigue teniendo un déficit fiscal de 11% por año —11,1% en 2022, 11,7% en 2021—, ¿qué esperan?, ¿mantener todas estas cosas?
Todavía hay limitaciones para emplear las MiPymes. Todavía, a pesar de que el Estado en las últimas dos semanas ha retomado el tema —el artículo de Cubadebate de antier estuvo muy bueno, y la intervención de Díaz-Canel, también—, porque ya había críticas para el 10%, que es lo único que tienen las mipymes, y ya se hablaba de que esa era una política neoliberal. Y no es que sean importadoras, el mercado se ajusta. Lo son porque no lo pueden comprar en el mercado nacional. Mi sobrino tiene una de las más grandes de Cuba, y tiene que traerlo todo de afuera. Si él pudiera comprar la harina y la leche aquí, no tendría que importarla. Y volvemos a la primera pregunta, el entorno económico favorece todas estas distorsiones, que es el efecto, entonces sí que la economía no se levanta. No puede ser que un país, con ciento cincuenta y cuatro centrales funcionando en pleno Período Especial, ahora vaya a moler en esta zafra con dieciocho.
Rafael Hernández: La campana sonó cuando entraste en la industria azucarera, que es el tema del primer Último Jueves de 2024, no dejes de venir. Doy ahora la palabra a Blandine Destremau, una antropóloga francesa que ha estudiado a los viejos en su país, y también aquí.
Blandine Destremau: Lo que quisiera compartir con ustedes es si es deseable y viable que las personas mayores sigan trabajando. Solo para atestiguar que en Francia tuvimos, ustedes lo saben, me parece, muchas manifestaciones contra las reformas de las jubilaciones que tuvieron lugar el año pasado, para alargar la vida activa legal, la barrera de edad legal. La edad mínima para jubilarse legalmente en Francia es 62 años, y querían alargarla hasta 64 para que la gente pudiera trabajar más. Hay quienes estuvieron de acuerdo y hay quienes no, pero lo que también se discutió es que a la edad de jubilarse en Francia, ya la mitad de las personas mayores se encuentran fuera de la fuerza de trabajo por razones diversas, personales, pero más que todo para cuidar también, aunque menos que en Cuba, porque tenemos un sistema de cuidados más performativo. En Francia hubo una política de retirar a las personas mayores para dejar el lugar a los jóvenes, para luchar contra el desempleo juvenil. Fue una visión muy mala que tuvo efectos dramáticos y que generó una cultura, una construcción cultural de discriminación contra lo que llamamos “señor”. El señor en Francia tiene ya 50 o 55 años, y tiene la posibilidad de semi retirarse a los 53 o 55, y así esperar, con un ingreso un poco reducido, hasta la edad oficial de retirarse. Esa política generó una discriminación mayor en el mercado de empleo, al punto de que la mitad de los mayores en edad de jubilarse ya no trabajan y se encuentran fuera del empleo, con, por supuesto, consecuencias dramáticas sobre el monto de sus jubilaciones. Muchas gracias.
Rafael Hernández: Yo hablaba la semana pasada con una japonesa que llegó al momento de su vida en que se tiene que retirar obligatoriamente a los 60 años, y no porque la pensión a partir de ese momento le va a cubrir lo que le cubría su salario, o sea, hay distintas modalidades relacionadas con el tema de la edad en distintos países. Me alegra mucho que Blandine nos haya recordado que existe Francia, puesto que en estos debates muchas veces tratamos de que en el panel estén personas de otros países para compartir la experiencia, no para consolarnos, sino para ver el problema más claramente.
Juan Carlos Albizu-Campos: (Economista y demógrafo). Hay otro problema metodológico —además del que ya Everleny mencionó— que es que la mujer se jubila más temprano que el hombre, por tanto, el nivel de ocupación se hace más diferencial por sexo —no por género, porque las encuestas no miden género—, y si la mujer se retira más temprano, por supuesto que su tasa de actividad cae más rápidamente. A la hora de analizar los porcentajes hay que tener mucho cuidado y hay que aclararlos bien.
Lo otro es que cuando hablamos de seis mil pesos de salario de un profesor universitario, estamos hablando de un Titular que tiene que ser doctor. Un funcionario de prisiones, con noveno grado de escolaridad, gana exactamente lo mismo, ¿entonces, cuál es el atractivo para quedarse?
Como calculó Everleny, los ingresos necesarios per cápita para tener una vida digna, si se han leído el artículo, son treinta y seis mil pesos cubanos, y si se toma la línea de pobreza que está usando Naciones Unidas en el Reporte de desarrollo humano, que es de 3,1 dólares diarios, eso significaría 95 dólares mensuales como mínimo. Si lo multiplicamos por 250 pesos, que es lo que vale el dólar extraoficialmente en Cuba, tendríamos un salario mínimo de 23 750 pesos. ¿Qué trabajador estatal gana eso? Y estamos hablando de pensiones de dos mil, que es menos del 10% de esa cifra, que no se ajusta por inflación. Las personas se jubilan, les dan una jubilación y salen para su casa, y lo que pasa con la inflación no es problema del Estado. Cuba no tiene necesariamente escasez de fuerza de trabajo, tiene 7,6 millones de personas de 15 a 65 años, y se dijo que los empleos estatales iban a bajar de 4,7 a 4,6, entonces hay un margen ahí de tres millones de personas. ¿Dónde están? Todos sabemos dónde están, hay una escasez estructural del modelo, que no absorbe la fuerza de trabajo de la que dispone, y por eso se encuentra a profesionales ejerciendo oficios que les permiten una retribución incluso mucho mayor que la que podrían obtener ejerciendo su profesión.
Entonces, ¿qué es economía del envejecimiento?, ¿economía para que las personas que deberían estar descansando porque se lo ganaron con su trabajo se incorporen, o la economía de plata que Menéndez mencionaba? Son dos cosas diferentes, dos definiciones diferentes, una es modificar el modelo económico para eso, y la otra es decirles a las personas mayores que sigan trabajando.
Leandro Hernández: (Físico) Yo he estado viviendo muchos años fuera de Cuba, ha habido cambios legales, parece que ahora se puede participar económicamente a través de las mipymes y otras formas de gestión. Mi comentario tiene que ver con eso.
Creo que en muchos de estos debates podría ser muy instructivo que ya sean los ponentes o los que venimos aquí a preguntar pudiéramos presentar un gráfico. Un gráfico puede contener mucha información, y entonces quiero saber si está disponible. Si estuviera, yo puedo buscarla. ¿Alguien conoce si existe un gráfico, por ejemplo, que muestre cómo se anticipa que va a ser la carga sobre la gente que se quede aquí y que esté económicamente activa y los que se van jubilando? Me imagino que si la tasa de reproducción es baja y la gente se va, ese número tiene una tendencia preocupante. Si se pudiera graficar, simultáneamente, porque eso en la misma gráfica es donde tendría sentido para poder saber estas tendencias. Por ejemplo, si hay algún estimado de elasticidad de la ocupación, digamos, hay gente que por la edad son improductivos, no por la edad realmente, sino porque a esa edad pasan cosas que los hace improductivos, ahí puede haber una reserva de eficiencia que en una mipyme podría aprovecharse, sobre todo si es local. El transporte es uno de los problemas básicos. Una persona no puede hacer ciertas cosas si tiene que ir a un kilómetro, que sí podría hacer si son dos cuadras, o tres, o cinco. Si pongo cinco kilómetros, se queda fuera todo el mundo, y si es viejo, más todavía. Las mipymes se asocian mucho con la gente joven, tiene lógica; pero hay áreas donde una persona mayor todavía puede producir. Cuando se habla de nuevas tecnologías, muchos se ubican en el tema de la programación, que se favorece con la gente joven, pero hay otras cosas, que si existiera una interfase adecuada, se pudieran generar trabajos aptos para una persona que esté en una silla de ruedas, por ejemplo.
Denia García Ronda: (Filóloga, editora y escritora) Voy a cumplir 85 años a inicios de 2024. Y creo que las personas deben trabajar mientras quieran y puedan, no solamente en esos casos digamos intelectuales, sino en otras tareas siempre que puedan, porque hemos visto que los mejores albañiles, los mejores plomeros, son personas mayores, por lo menos en mi experiencia.
Quiero felicitarlos a todos, me parece excelente lo que están haciendo, y hacer una pregunta a la compañera Iliana. ¿En esas estadísticas se cuentan nada más que los trabajadores registrados, digamos, oficiales?, ¿o incluye otro tipo de empleos informales? Me parece que son bastantes, incluso personas que ni siquiera dicen que están empleadas, como mujeres que limpian casas particulares, o cuidadores. Me estoy refiriendo a ese tipo de labor que no está registrada en ningún lado. ¿Cómo resuelven ese problema, que cada día va siendo mayor?
Ana Sofía Domínguez Rodríguez: Yo soy estudiante de la Secundaria Básica “Rafael Carini” y me interesa este tema porque tengo una abuelita de 91 años y me relaciono bastante con los ancianos de la zona, ya que mi casa está muy cerca de la Casa de los Abuelos. Entonces, le hice una entrevista a la profesora de Historia y formación ciudadana de mi escuela. Su nombre es Noemí Moreno Brizuela, tiene 64 años de edad, y lleva cuatro trabajando luego de su jubilación. Esto fue lo que me dijo:
“Pienso que las personas mayores no deberían seguir trabajando, pero las necesidades del mundo actual, porque no es Cuba nada más, es decir, la subida de precios, la crisis económica que existe, hace que los adultos mayores sigamos trabajando. Todavía el que está fuerte, que no tiene esos grandes problemas de salud, puede hacerlo. Por otra parte, creo que debe revisarse, debe estudiarse la remuneración que reciben los jubilados.
“Para mí los viejos son aquellos adultos mayores que no ven la vida con optimismo, piensan que se les está acabando la vida y que como están viejos ya deben morirse. Porque personas mayores que piensen con optimismo, que vean la vida de otra manera, que sean alegres, que le pongan vida a los años, esos no son viejos”.
Pedro Mauricio Katz: Soy de Tucumán, Argentina, de la Casa de la Amistad con Cuba y la Patria Grande, y quería comentarles que yo estuve en La Habana, hace unos años, en un congreso sobre longevidad satisfactoria, y un tema que me parece muy interesante tratar es el hecho de que transitar para los adultos mayores implica riesgos, porque si usan ropa oscura en las noches, eso no les permite a los conductores visualizarlo al adulto mayor. Estos deben usar ropa clara en las noches porque caminan lentamente para cruzar las avenidas, las calles. Les felicito porque es un tema muy interesante.
Andy Luis: (Profesor de la Facultad de Psicología y la Cátedra universitaria del adulto mayor). En principio me parece que es bueno poner en debate si realmente la cuestión de la edad está asociada a si uno se siente o no se siente viejo. Pareciera que solo es un problema de mentalidad, y que los problemas asociados al envejecimiento se solucionan únicamente con cambios de mentalidad.
Obviamente, en torno a las subjetividades, la mentalidad es puesta en juego respecto al envejecimiento. Entiéndase, los estereotipos y los prejuicios tienen un impacto en las condiciones materiales de existencia de las personas. O sea, hay estudios que avalan que los estereotipos basados en la edad están teniendo un impacto negativo con el tema de bienestar, y básicamente si no hay bienestar no hay calidad de vida, no hay prolongación de la vida humana, y todos sabemos que la cuestión, además de sobrevivir años y ganarle años a la vida, es hacerlo con calidad. Yo diría que más allá de esta cuestión, tenemos que poner énfasis en el aspecto material desde esa lógica de que las condiciones materiales de vida condicionan nuestras maneras de pensar. El hombre piensa como vive, y no necesariamente en un sentido inverso. Entonces creo que hace falta fortalecer mucho las políticas públicas, retomar debates, y qué malo que los representantes del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social hayan tenido otros compromisos porque son, entre otras cosas, decisores que debieran ser partícipes de estos espacios, para que sea más que un debate académico y que se puedan, quizá, mover algunos hilos para generar algunas cuestiones de cambios.
En alguna medida está el vacío de protección al trabajador que se genera, por ejemplo, en los espacios privados, mipymes, etc., donde se habla de contextos de discriminación por motivo de edad, como no hay otros marcos protectores en otras dimensiones, como puede ser la cuestión de género, o por qué se contrata. Hay trabajos donde solo se contratan mujeres, por ejemplo, entre dieciocho y veinticinco años. Creo que es importante hacer más en términos de políticas públicas, trabajar también más allá de nuestros propios imaginarios dándole voz y la posibilidad de participar, y que las personas mayores, que van a ser beneficiadas —en los casos en los que sea posible determinados beneficios—, se les consulte directamente. Pongamos un ejemplo aleatorio, se diseña un programa de intervención para mejorar la cuestión de la alfabetización digital, que es tan necesaria en una sociedad que envejece, en un círculo de abuelos, pero qué sentido podría tener desarrollar las competencias infocomunicativas de las personas adultas mayores si no hay una colcha para taparse ahora cuando viene la época de frío, o si no hay huevo frito para comer. Son cuestiones muy cotidianas, pero que tienen una repercusión muy importante. Entonces también hay que consultarles directamente, porque si los recursos son pocos, hay que verlos en favor de la persona, que siempre tiene que ser el centro de análisis en cualquier tipo de proceso de condición de vida.
Armando Seuc: (Matemático) Cumplo 70 años en los primeros días de noviembre y yo también quisiera mantenerme activo mucho tiempo. Estuve seis años trabajando en la OMS como matemático estadístico, me jubilé —porque hay que jubilarse y porque viene otra gente a reemplazarnos— a principios de 2010, a los 62. Desde finales de 2015 he estado viviendo un tiempo fuera.
Lo que quiero comentar es que la mala economía, o la economía con problemas, afecta la calidad de mi envejecimiento y el de muchas otras personas. El Estado tiene que ocuparse no solo de la distribución, sino, como se ha mencionado mucho aquí, de la producción, eso es fundamental. Cuando nuestras empresas tienen unas reglas del juego donde todo el mundo gana lo mismo, independientemente de cómo haga su trabajo, pasa lo que seguro todos hemos sufrido, por ejemplo en un supermercado: hay diez cajas y solo dos cajeros, que están hablando y entonces se para toda la cola. Fuera de Cuba también hay que hacer colas, pero en ese momento todas las cajas tienen cajeros, hay dos controladores dando vueltas, por si hay un problema. Entonces uno en la cola ve eso y se le quita la molestia. Mi conclusión es que conocemos los incentivos para aumentar la producción, sabemos cuáles son, pero tenemos que implementarlos.
Rafael Hernández: Gracias a todos. Mi cuarta pregunta no es fácil de responder en el tiempo que nos queda: ¿es deseable y viable que los mayores sigan trabajando? Adelante.
Abel Tablada: Otra vez me voy a referir a mi sector, el universitario. Por supuesto que es muy deseable, es necesario por lo que puede aportar en cuanto a la experiencia, y repito, no tienen que hacer el mismo trabajo de los más jóvenes, a ellos les corresponde una labor más de asesoramiento, de pertenecer a comisiones especializadas, de guías, donde se puedan trazar las líneas de lo que es la educación, los planes de estudio, etc., pero para que ese aporte sea lo más eficiente y productivo posible, como han dicho varios colegas y participantes, tiene que haber algunos cambios en la infraestructura. Primero tiene que haber una economía que sustente todo, y tiene que haber un cambio en la infraestructura del país donde ese profesional no tenga que ir un día al mes o dos días al mes a comprar su medicina porque si no va ese día específico se acaba, y al otro día el módulo porque si no va ese día se acaba el pollo, y al otro día perder dos horas esperando el P-9, que no pasó para la CUJAE. Me relataba un profesor, arquitecto renombrado, que para asistir a una actividad y desplazarse desde la periferia al Vedado, entre ida y vuelta gastó casi mil pesos, y su pensión es de dos mil. Es decir, habría que hacer grandes cambios en la infraestructura urbana como un sistema de transporte funcional y asequible, y a todas las escalas, una mejor accesibilidad para todas las personas desde las aceras seguras hasta rampas y elevadores dentro de edificios. Este es el concepto de Acceso Universal que en realidad tiene muchas más aristas, en el cual tanto niños, adolescentes, adultos jóvenes y ancianos, como personas con alguna capacidad disminuida, ya sea temporal o permanente puedan trasladarse y realizar sus actividades de forma efectiva y con la menor cantidad de obstáculos posibles.
Entonces quiero volver a referirme a mi experiencia en Singapur. Yo trabajé más de siete años en la Universidad de Singapur, y es uno de los países del mundo que mejor funciona desde todos los puntos de vista. Se puede decir que, con su independencia en 1965, los singapurenses inventaron un nuevo país y trataron de ser lo más pragmáticos posible, tomando elementos del socialismo y del capitalismo. Fue un pragmatismo real donde vieron qué es lo que mejor funciona, qué es lo que no funciona y quiénes son, como país, en este mundo. Un país del tamaño de La Habana que no tiene grandes recursos, solo la posición geográfica y el valor humano. Cuba hizo algo parecido, pero desgraciadamente no hemos sabido contrarrestar las agresiones, las políticas internacionales, y nos ha faltado inteligencia para adaptarnos a nuestra situación, y debemos cambiar la filosofía. No es necesariamente la ideología lo que hay que cambiar, sino la filosofía de cómo enfrentar los problemas, porque si no, ni el problema del envejecimiento poblacional, ni la salud, ni los salarios dignos se podrán resolver. Se debe analizar como un todo.
Iliana Benítez: Mi respuesta es que sí es importante la participación de los adultos mayores en el empleo. Lo es desde la perspectiva del envejecimiento laboral activo, que implica que el adulto mayor pueda continuar realizando alguna actividad laboral, pero desde la visión del bienestar y de la calidad de vida. Eso es lo que recoge el concepto de envejecimiento laboral activo, no precisamente porque no le alcance la pensión y necesite trabajar. Por tanto, ahí hay un reto muy importante.
Coincido totalmente con lo que decía el doctor Albizu-Campos, de que hay una reserva en la población en edad laboral, y está en la productividad del trabajo de cada persona, y eso tiene que ver con relaciones sociales del trabajo, con mecanismos económicos, etc. Que se hagan más productivas nuestras empresas, del tipo que sean, para que puedan aportar entonces a esa seguridad y asistencia social.
Tenemos un gran reto también porque la mayor parte de las personas que reciben asistencia social son adultos mayores, más del 60% (Tabla 4). Eso nos está encendiendo un bombillo, porque son adultos mayores que deberían tener una pensión por haber estar vinculado a la actividad laboral formal, y por tanto, si están recibiendo asistencia es porque no lo hicieron, y hoy requieren de ese apoyo del Estado. Eso nos habla de la necesidad de la formalidad del empleo y la contribución a la Asistencia Social para garantizar las pensiones, llegada la edad de jubilación.
En cuanto a las cifras, que algunos cuestionaron, les decía desde el inicio que hay muchas cosas que pueden ser interpretadas de muchas maneras. En algunos momentos utilicé las cifras de personas en edad poslaboral que están empleadas, viendo la diferencia entre hombres y mujeres; en otros casos, me referí a personas mayores de 60 años empleadas, siempre en cifras absolutas, lo cual tiene mucho todavía por interpretar, análisis por tasas, por ejemplo, porque en puestos de trabajo que son muy escasos, por supuesto que tiene que haber mucha menos participación. Entonces todas esas cifras pueden ser reinterpretadas, pueden hacerse cálculos más específicos que nos puedan brindar mucha más información, pero la esencia es que siguen siendo adultos mayores participando en actividades laborales. Con eso también quisiera tratar de responder a la otra pregunta, una alta cifra de adultos mayores sigue estando en actividades que muchas veces son informales. Aquí les daba el dato de que una de las ocupaciones, las llamadas elementales, era en las que más presencia tenían los adultos mayores, lo cual se recoge a través de la Encuesta Nacional de Ocupación; es la fuente que utilizo para aportar todos estos datos. Esto nos dice que es un tema que se debe seguir profundizando, pero sobre todo, que dichos datos deben hacerse más accesibles para darles toda la interpretación que merecen.
Mayra Estrada Sevilla: Yo voy a hacer un análisis desde el punto de vista de los empleadores. A mí me parece que la limitación al empleo no la pone el empleador, sino quien quiere acceder al empleo. Existen puestos que se requieren en una estructura para hacer funcionar la empresa, y tienen requisitos, y las personas tienen los requisitos o no los tienen, no importa la edad que tengan. Otra cosa es cuando hay una predisposición del empleador para, sin mirar de verdad las capacidades como trabajador, simplemente limitarlos porque sea impedido, porque sea mujer, porque tenga niños, pero yo creo que las limitaciones nos las ponemos nosotros mismos.
Algunas tienen que ver con la adopción de posturas inflexibles de las personas de la tercera edad. Se les explica que la empresa funciona de tal manera, y estos son los mecanismos que dan soporte al funcionamiento, y estos son los requisitos, y la persona dice: “Yo nunca lo he hecho así, y llevo cuarenta años trabajando”, y quiere imponer su manera de hacer. Pero aprendimos que las personas adoptan las filosofías de la cultura de trabajo que se está construyendo en un lugar, y usted lo que tiene es que poner sus capacidades en función de sumar a lo que se está construyendo. Muchas veces se convierte en una batalla campal en que a usted no le queda de otra que tratar de deshacerse de la persona porque parece que a esta no hay manera de encontrarle un espacio en la empresa, aunque usted quiera darle la oportunidad, aunque usted valore su currículum, lo que sabe hacer, sencillamente se convierte en un conflicto de roles dentro de la empresa en el marco de la interacción con otras personas de la misma. Ese es un enfoque.
Quiero comentar otro ahora, no sé si será un factor cultural, y es como si en la sociedad la tercera edad estuviera predeterminada para ir a hacer los mandados, llevar los niños al círculo, chapear el jardín —creo que en la literatura se llama generación silenciosa—, y yo las personas se convierten en instrumentos de la familia. Hay una multiplicidad de causas para analizar un fenómeno tan complejo. Y creo que —y me vuelvo a poner de ejemplo— uno tiene que saber lo que quiere, hasta dónde uno puede, y uno tiene que ir a por eso. Yo he recibido de mis hijos un: “No vayas más para el trabajo con las muletas”, “dirigiendo una empresa a estas alturas”, y yo les digo: “Para la casa, ni muerta”. Me niego a convertirme en la persona que va para la casa a hacer las labores domésticas.
Hacer las cosas de la casa forma parte de la combinación de lo que a uno le toca en el marco de la familia, pero ese no es el centro de la vida, o sea, esas son responsabilidades que uno tiene que compartir con la familia. Yo soy cabeza de familia, y no me quiero convertir en mi mamá, que también vive sola. A los 50 años dijo: “No voy a trabajar más”, y se fue para la casa, y tiene una chequera de 1 518 pesos, y yo tengo que trabajar para mi casa y para la de ella, porque ella dice que no quiere trabajar.
Quiero ser una persona independiente, quiero ser una persona que si mis hijos me ayudan es algo más, pero quiero tener el control de mi vida, eso lo aprendí con la Revolución. Quiero ser la persona que soy, capaz de mantenerme. Ya hice mi carrera universitaria, un diplomado internacional, una maestría, estoy en mi segunda maestría, escribo libros, y todo eso lo hice de madrugada porque tenía que atender a mis hijos, tenía que mantener mi casa, además de mis responsabilidades. Entonces solo quería poner esos ejemplos porque hay tantas aristas de análisis para este tema, y creo que a nivel macro, a nivel global, del país, hay una preocupación inmensa en lo que tiene que ver con el envejecimiento de la población, la disminución de la natalidad, con la emigración de la juventud, y en algún momento, ¿quiénes son los que van a trabajar cuando ya nosotros no podamos?
Joaquín Benavides: Pienso que el modelo cubano está liquidado, que no funciona, y que una buena parte de los problemas que estamos hablando tienen que ver con cambiar el modelo cubano. Yo soy partidario de un modelo socialista donde funcione el mercado.
En mi opinión, no es solo deseable sino viable y necesario que las personas mayores sigan trabajando. No se trata de sustituir al viejo por un joven. Los jóvenes son portadores de su energía y nuevos conocimientos tecnológicos, pero carecen de experiencia y del sentido de la disciplina, aunque estos se logran trabajando.
Las personas mayores, hombres y mujeres que han alcanzado la edad suficiente para ser acreedores de un seguro social que merecieron con su trabajo desde sus años de juventud, deben tener el derecho de cobrar su seguro y seguir trabajando en la misma ocupación o en otra que ellos elijan, y ser aceptados laboralmente. La ley, lejos de impedirlo, debe facilitarlo porque todo trabajo crea riquezas, sea estatal, en el sector privado o con un inversionista extranjero. El proceso de empleo depende de que el empleador y el trabajador se pongan de acuerdo, no que otro se meta por el medio —como sugirió Everleny—, que el trabajador que quiera trabajar en el sector de inversión extranjera tiene que aprobarlo alguien, que el que quiera trabajar en otro sector que no sea estatal tiene que aprobarlo alguien, eso no puede ser, eso traba el empleo. Las leyes laborales no deben limitar ni prohibir ese proceso. Deben, en todos los casos, consistir en un acuerdo entre el empleador y el trabajador. Mientras el trabajador labore con la eficiencia que necesite su empleador, y para lo cual le paga un salario, todos ganan. El trabajador, con su salario, paga el seguro social que le corresponde por el trabajo realizado y también lo paga el empleador. Si la tecnología del nuevo trabajo lo requiere, el trabajador tendrá que re-entrenarse si quiere conservar u obtener el nuevo empleo. Todo debe ser bajo acuerdo entre empleador y trabajador, las leyes laborales solo deben facilitarlo. Si al empleador le interesa introducir nuevas tecnologías, al trabajador le debe interesar entrenarse, conservar su trabajo y mejorar sus ingresos.
En mi concepción, las leyes de un Estado que aspira a ser socialista deben facilitar, además del libre empleo, que todas las personas, hombres y mujeres, puedan trabajar mientras la salud se los permita. La limitación debe ser la salud del trabajador y el interés y aceptación de quien lo emplea, no de las leyes. No importa que el trabajador lo haga en un centro de trabajo, en su vivienda o utilizando las ventajas que ofrecen los medios digitales, lo decisivo es que el hombre y la mujer, con independencia de su edad, trabajen y contribuyan a la creación de riquezas y obtengan un salario para ellos y su familia, esa sería la más importante innovación que pudiera hacer nuestro Estado. El desempleo y el subempleo, aunque esté subsidiado por la asistencia social, nunca será socialista.
Jesús Menéndez: A las supuestas medidas que yo mencioné hace unos minutos, que pueden parecer cosas a picotazos, eso no puede ser un medio estanco, eso tiene que estar relacionado con todo lo que dijo Everleny, es decir, el contexto es el que puede propiciar o no medidas concretas. Yo puse ejemplos de algunas, pero por sí solas no pueden resolver el problema si no hay un medio, una economía, un grupo de cosas que las favorezcan.
Con respecto a la pregunta específicamente —Mayra lo dijo muy claro—: uno, creo que la gente puede seguir trabajando si quiere, si puede, y bueno, si lo necesita; dos, en ningún país del mundo una persona jubilada puede mantener el mismo nivel de gastos que tenía cuando estaba trabajando, es decir, o adapta sus gastos o busca otra forma de ingresar dinero si quiere mantener el nivel que tenía previamente. Ahora, ¿cuán viable es eso aquí en Cuba? En estos momentos es relativamente poco viable, aunque muy necesario. Se ha hablado de la accesibilidad, la ciudad amigable con las personas mayores, es decir, hay un grupo de cosas que dista mucho de lo que tenemos ahora, pero yo creo que filosóficamente tenemos que tenerlo en el colimador de alguna manera.
Hay que adaptar los puestos de trabajo a las necesidades especiales de las personas mayores, hay que estrechar la brecha, de alguna manera, entre la tecnología y la capacidad que tenga la persona mayor para acceder a esa tecnología, que de por sí debe facilitar el trabajo.
Para terminar, antes las personas trabajaban, se jubilaban y tenían ocio. Actualmente no es así, esa linealidad está cambiando. Ahora trabajan, paran, hacen un sabático, descansan, estudian, se recontratan, vuelven, viran para atrás, entonces eso también hay que tenerlo en cuenta para aumentar la presencia de las personas mayores en el mercado laboral.
Rafael Hernández: Aterrizando todavía más en relación con el tema de la economía del envejecimiento, la última pregunta tiene que ver con el peso que tienen las percepciones, las imágenes preconcebidas que circulan acerca de las personas mayores. Dos minutos para comentar esto.
Iliana Benítez: Pienso que se mantienen todavía muchos prejuicios acerca de la participación laboral de adultos mayores, en cuanto a capacidad, habilidades, rapidez, etc., pero también falta de sensibilidad con la oportunidad que se les pueda otorgar de seguir aportando, desde las condiciones en que se encuentre y con la capacidad que tenga. Por eso, independientemente de que legalmente tenga toda la posibilidad de hacerlo —porque no hay nada que impida que continúe el adulto mayor vinculado a la actividad laboral—, la política de atención a la dinámica demográfica aprobada en el país tiene, entre uno de sus objetivos, la atención al adulto mayor, y está, dentro de esos objetivos también, la posibilidad del aprovechamiento de los recursos laborales, de todas las personas con capacidad para emplearse. Asimismo, tiene que haber también lo que se llama políticas de acción positiva, facilitar al adulto mayor la participación en diferentes espacios. ¿Tenemos barreras arquitectónicas en centros de trabajo?, ¿facilitamos algunas atenciones o espacios, muebles ergonómicos para ellos? Entonces no se trata solo de la política, de lo que está establecido, sino de la sensibilidad de las personas que dirigen para que propicien la participación de los adultos mayores, insisto, desde el envejecimiento laboral activo. No solamente para aprovechar el conocimiento, la experticia que puedan tener en diferentes puestos de trabajo, sino también para propiciar al adulto mayor participación social y bienestar.
Mayra Estrada Sevilla: Voy a ser un poquito cruda: la percepción, en general, tanto en la población como en los empleadores, no es positiva. Hay una cierta interpretación de que después que uno llega a viejo se convierte en un estorbo dentro de la casa, un estorbo dentro de la familia, para heredar la vivienda, los bienes de la casa. Solo no es así si el viejo se ocupa de cosas para que los demás puedan seguir trabajando, como son los mandados y ciertas tareas del hogar. A los efectos de los empleadores, tal vez hay una percepción de que retarda el avance de la empresa, porque hay que llevarlos a otro paso. Yo creo que hay mucho por hacer, y vuelvo a decir, está en el corazón y en la mente, está en las cosas que uno cree, en las cosas que uno construye.
¿Que son personas valiosas? Lo son, especialmente en los temas técnicos, o sea, la experiencia, los conocimientos que tienen. Yo no veo la novela, a esa hora todavía estoy en el tránsito de salir del trabajo, entonces la percepción es que uno debiera estar ya incorporado a esa parte del barrio, donde la gente socializa en la cola, en la farmacia. Si no estás en ese círculo, simplemente la gente se asombra de que estés activo y de que estés aportando, y no solo aportando, sino dirigiendo una empresa, y yo creo que hay mucho por hacer, pero creo que la percepción en general es negativa y que se ha convertido, de alguna manera, en una construcción a nivel de la sociedad, no sé si la palabra es cultural, y que hay mucho por hacer.
Joaquín Benavides: Voy a entrar en política. Yo digo que las percepciones y los estereotipos los imponen las políticas y los políticos. Las nomenclaturas y las políticas de cuadros y de personal aplicadas con concepciones que priorizan la unanimidad política y la edad por encima de otras consideraciones han llevado a que un hombre o mujer con más de 65 años, en un país con una esperanza de vida de casi 80, haya que pensar en jubilarlo. Si la persona es un poco atravesada y políticamente difícil, a causa posiblemente de los años de experiencias que ha vivido, se crea la tendencia en muchos de sacarla del juego empleando el expediente de la jubilación, en vez de facilitarle otra ocupación y puesto de trabajo donde su experiencia y conocimientos se puedan utilizar durante más tiempo, durante el tiempo en que su salud se lo permita.
En nuestro país, con miles de trabajadores con un nivel de enseñanza superior, con decenas de años de experiencia de trabajo en las peores circunstancias, enviarlos para sus casas jubilados es un derroche enorme de inteligencia y de experiencia. Ni siquiera en épocas de crisis se les toma en cuenta. Refleja autosuficiencia y una especie de complejo tener en cuenta la experiencia de los viejos. La situación de las personas mayores en nuestro país es material, pero también moral; la material se puede enfrentar con facilidades de trabajo, seguridad social y subsidios para la alimentación; la moral supone otras acciones. La historia de la humanidad nos enseña que ninguna civilización ha prescindido de sus viejos y de su experiencia. Ni siquiera los gobiernos inteligentes, que quieren perdurar, ignoran la opinión de las personas mayores que no piensan igual acerca de la política y las acciones que están siguiendo. En cualquier rama del saber y la economía, y también de la política, sería muy conveniente oír la opinión de los que no piensan igual o no coinciden en la forma en que se resuelven los problemas que los afectan a él o a toda la sociedad; nadie podría considerar que eso fuera una señal de debilidad, sino de fortaleza y de confianza en los que discrepan.
Cualquier ciudadano, mientras esté vivo y consciente, no importa su edad, debe sentir que puede ser escuchado y contribuir a la solución de las crisis que enfrenta su país. Eso tiene repercusión no solo en la persona no escuchada, sino en los que se sienten ignorados igual que él, y una repercusión importante en el resto de la sociedad y en los jóvenes en particular, que piensan, y así lo manifiestan, que no quieren que su futuro sea como el de sus mayores; ni siquiera la prensa sirve en nuestra realidad para eso. Ninguna sociedad ni civilización, menos el socialismo, puede trascender si ignora la experiencia y opiniones de sus mayores, y para ello los que ostentan el poder tienen que aprender a oír con atención, paciencia y humildad.
Jesús Menéndez: La pregunta hace referencia a los estereotipos. Los estereotipos son prejuicios, habitualmente son ideas exageradas, poco reales, y hay tres grandes tipos: los institucionales, que son en los que más abundó el profesor Benavides, los entre las personas, y los autoinfligidos.
En la historia de los derechos humanos, cuando se empezaron después a focalizar estos derechos en grupos, primero fueron los niños, después las mujeres, y ahora están los viejos, es decir, en ese orden. En época de crisis existe lo que se conoce como el síndrome del Titanic, “salven a las mujeres y a los niños”, y los demás, que naden. Históricamente esto se ha visto como un prejuicio negativo. A tal punto tienen importancia las personas mayores, que tienen un nombre especial los estereotipos que las afectan, es el edadismo o edaísmo, y ya hay libros publicados por la Organización Mundial de la Salud donde esto viene muy explicado. Todo esto tiene un impacto muy negativo en la calidad de vida, autoestima, esperanza de vida, depresión, aislamiento social de las personas, más allá de que nos lo merezcamos o no por lo que pudimos haber hecho. La concreta es que todos esos estereotipos van en contra de la persona como viejo, en contra de su salud física, mental, social, etcétera.
Rafael Hernández: Muchísimas gracias. No sé cómo hicieron para contestar las cinco preguntas y todas las que dispararon desde el público. El propósito de este debate no es lograr responder, hasta el fondo, todas las preguntas con todos los datos, con todas las tablas y con todos los gráficos, como diría un científico, sino intercambiar puntos de vista, y aquí hemos intercambiado un montón porque esa es una de las maneras de entender qué cosa es lo que nos está pasando. Yo creo que ha sido una contribución muy grande.
Si estuviéramos discutiendo la participación en el sistema político, las cifras de envejecimiento serían muchísimo más altas, porque 40% de los electores, en las últimas elecciones, tienen más de 60 años. De manera que, en la medida en que la participación tiene algo que ver con el cambio, y que el cambio no siempre tiene que ver con el conjunto sino con partes del sistema que pueden ir cambiando, porque nada cambia salvo en una revolución, globalmente pueden desencadenarse cambios por partes.
En este año, que ya casi termina, hemos discutido la participación política y la representación política en un Último Jueves completo; dedicamos dos horas a discutir acerca de la economía política de la vida cotidiana; hemos debatido acerca del turismo y los hoteles. Uno de los desafíos de estos debates es poder enfocarnos en las partes en lugar de hablar de la totalidad. Muchísimas gracias por ayudarnos a pensar en la totalidad del problema de la economía del envejecimiento desde perspectivas no convencionales. Gracias a todos.
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