martes, 01-04-2025
Reconfiguraciones geopolíticas y conflictos internacionales
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* Panel realizado en la sede de la revista Temas, el 27 de febrero de 2025.
Panelistas:
Alberto Coll. Profesor de Derecho. Universidad DePaul, Chicago.
Hal Klepak. Profesor Emérito del Royal Military College, Canadá.
José Oriol Marrero. Investigador del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI).
Eberhard Schultz. Jurista, experto en políticas y derechos sociales. Alemania.
Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.
Foto: Pedro Pablo Chaviano/Revista Temas.
Rafael Hernández: Hace diez años exactamente hicimos un debate sobre geopolítica y cambios en el sistema internacional. En ese otro panel, estuvieron presentes el profesor Hal Klepak, del Colegio Militar Real de Canadá; el teniente coronel Juan Carlos Garnier, del Colegio Nacional de la Defensa, y alguien que lamentablemente no nos acompaña ya, que es Ricardo Alarcón de Quesada, quien tuvo una destacada trayectoria en la política cubana, y en particular en las relaciones internacionales.
Para hablar de este tema y no volver sobre los mismos tópicos, quisimos traer a uno de esos panelistas, al profesor Hal Klepak, que es un colaborador asiduo de la revista Temas; a Alberto Coll, que antes de ser profesor en DePaul dirigió el Departamento de Estudios Estratégicos de la Academia Naval de Annapolis, en los Estados Unidos. Alberto es estadounidense, pero es descendiente de cubanos, y estamos muy contentos de tenerlo con nosotros desde Chicago, donde hace más frío que aquí, lo que son condiciones geopolíticas diferentes.
Nos acompañan aquí físicamente, por primera vez, el investigador José Oriol Marrero, del CIPI, y el jurista alemán Eberhard Schultz, que está de visita en Cuba, experto en políticas y derechos sociales. Esa perspectiva de las corrientes políticas y sociales no es ajena a la problemática de la geopolítica sino al revés, y no íbamos a perder la oportunidad de tener a un alemán sentado en un panel sobre geopolítica. Les agradecemos mucho a todos que estén aquí hoy.
Estamos pensando en una geopolítica que cada vez se hace más compleja en el contexto actual. En aquel panel de hace diez años, le dedicamos un tiempo a discutir qué es la geopolítica; aquí partimos de asumir un cruce de redes, de intereses que definen la problemática de la geopolítica en el momento actual, y en ese marco es que hemos formulado las preguntas al panel.
Estas redes son las de los espacios geográficos, las territoriales, las de vías y accesos de transporte, que siguen estando ahí. Las redes y las asimetrías de poder militar, las comerciales y financieras, las de recursos naturales. El mapa de esos recursos naturales del mundo contemporáneo, que no son los mismos del siglo XIX, cuando se empezó a pensar en términos de geopolítica. Las redes de la comunicación, que ahora se han transformado con la revolución tecnológica, y para muchos el espacio geopolítico pierde significado porque la alta tecnología y lo digital lo disuelve todo. Parte de nuestra discusión es esa: en qué medida lo digital deja intactos muchos de los problemas de la geopolítica. Las concentraciones de masas de población y de flujos, que siempre han formado parte también de los equilibrios y desequilibrios del sistema internacional asociados con la geopolítica; las corrientes étnicas y religiosas, y finalmente las ideológicas, porque es imposible dejar fuera las corrientes ideológicas como parte de los flujos que complican la geopolítica.
De manera que dando por sentado que en esas redes de redes están emergiendo nuevas configuraciones, ¿cuáles son esas reconfiguraciones geopolíticas en curso actualmente?
José Oriol Marrero: Buenas tardes. Agradezco a Temas, en especial al profesor Rafael Hernández, por su invitación.
Inequívocamente, en el mundo tiene lugar una reconfiguración de los actores del poder político-militar y económico global. Se habla de transición, de fin de un orden mundial y surgimiento de otro, de punto de inflexión histórica, de cambio de época. Son flechas del mismo arco. La esencia aquí radica en que la emergencia de nuevos actores es un proceso histórico objetivo y una tendencia del desarrollo universal.
Algunas visiones dicen que la transición se mueve en favor del multilateralismo; que se asiste al final de una era geopolítica que termina con el orden de 1945, cuyo centro de gravedad se traslada a la zona del estrecho de Malaca donde vive el 65% de la población mundial y se produce el 62% del PIB mundial; y donde se destaca el papel que juegan los BRICS como constelación de poder que exige nuevas reglas para regir las relaciones internacionales.
Según otras visiones “la transición ya ha concluido”, han surgido actores no occidentales. Hoy se identifica la existencia de dos bloques principales: uno euroatlántico encabezado por los Estados Unidos, y uno euroasiático en curso de configuración, liderado por China y Rusia. También aparecen enfoques según los cuales, más allá de la retórica política y desde el punto de vista puramente científico, aún no existe una teoría plena y completa de un mundo multipolar.
La multipolaridad, vista como una emergencia de la reconfiguración de actores durante el primer cuarto del siglo xxi, se podría insertar en el marco interpretativo de la solución de la contradicción fundamental de nuestra época, que según algunas visiones radica en que el mundo unipolar hegemónico occidental ha finalizado, y Occidente ya no está en capacidad de dirigir a la humanidad, pero tampoco lo quiere la mayoría de los pueblos. La situación, en determinada medida, es revolucionaria, dicen. “Los de arriba no pueden y los de abajo, no quieren”, según las palabras de los clásicos. El viejo orden mundial ha desaparecido y ahora mismo hay una lucha por uno nuevo, pues el mundo se mueve a lo polifónico. Visto así, sostenemos que la multipolaridad se asocia con la solución de la contradicción fundamental de nuestra época, como un proceso histórico objetivo.
Un rasgo de la etapa de reconfiguración es el incremento de los gastos militares de los Estados Unidos, que entre 1991 y 2025 crecieron 3,9 veces. La velocidad con que opera la reconfiguración del orden mundial constituye otro rasgo. Después de 2014 y sobre todo de 2022, los acontecimientos políticos mundiales se precipitan a un ritmo acelerado. Otro rasgo es que está cambiando la naturaleza de las relaciones entre polos, ciertas visiones ancladas. Esto es fruto del reconocimiento al carácter objetivo e irreversible de la reconfiguración. Algunos autores incluso consideran que la Operación Militar Especial rusa constituye una prueba del comienzo de un nuevo orden mundial. Aquí subrayamos la relevancia de la figura del Estado nacional poderoso frente a alianzas y bloques, hecho que juega y jugará un papel central en la conformación del multipolarismo y constituye otra tendencia objetiva que deseo destacar.
Hoy el centro de gravedad de la relación multipolar se focaliza, temporal y coyunturalmente, en dos polos que están redefiniendo su actitud entre sí; se dirime cómo serán las relaciones multipolares. Rusia y los Estados Unidos se encuentran inmersos en una etapa que han denominado como de: “restablecimiento de la confianza mutua”, un proceso comprensiblemente complejo.
La multipolaridad es una condición habilitante para el despliegue de una multilateralidad eficaz. Unipolaridad y multilateralidad son conceptos autoexcluyentes, contrapuestos. Esta última florecerá solo sobre la base de un ejercicio de multipolaridad responsable, sin hegemonismos reales o simbólicos, un principio que sostiene la utopía salvadora del siglo XXI.
Rafael Hernández: Gracias, Oriol. Le doy la palabra al profesor Eberhard Schultz.
Eberhard Schultz: Buenas tardes a todos y todas, gracias a Rafael por la invitación, estoy muy feliz y agradecido de que me permitan hablarles, y espero que podamos tener un diálogo agradable, ameno y bueno, fructífero.
Antes de iniciar la parte más importante de mi presentación me gustaría agregar dos datos importantes sobre mi persona. Yo no soy solamente abogado de derechos humanos en Berlín, también ejerzo esta profesión a nivel internacional, y también lo he hecho para los cinco héroes cubanos que ustedes conocen; soy parte de ese grupo de abogados internacionales que incluyó colegas tanto cubanos como estadounidenses.
Desde el año 1963 he trabajado en el movimiento por la paz en Alemania. Soy miembro del Consejo de la Liga Internacional de Derechos Humanos, que forma parte de la Federación Internacional de los Derechos Humanos. Junto con mi esposa hemos fundado una organización que se enfoca en defender los derechos humanos incluso de las personas, individualmente, y hemos participado en conferencias internacionales acerca de los problemas con los derechos humanos en los países ricos, como por ejemplo Alemania.
Mi respuesta a la primera pregunta es muy corta: sí, claramente hay una nueva reconfiguración geopolítica global. En primer lugar, el sistema capitalista mundial está sumido en una profunda crisis económica y financiera, como no se ha visto desde la última crisis de 2008. ¿Pero cómo pudo salvarse en ese momento? Fue la República Popular China la que acudió, con enormes sumas de dinero, en ayuda del sistema que se derrumbaba. Esto ya no sucederá más. China ha declarado claramente que no está disponible para rescatarlo de la crisis esta vez.
En segundo lugar, estamos asistiendo actualmente a una mayor desintegración del sistema capitalista mundial, que se ha basado, entre otras cosas, en la explotación colonial y neocolonial del Sur global (especialmente África y América Latina, así como Australia y Nueva Zelanda) y del Este (desde Asia Occidental hasta Japón, India y Corea del Sur). Estos estados, y especialmente los pueblos oprimidos, están hartos de la explotación constante y están empezando a contraatacar: no solo las potencias nucleares como Irán o Corea del Norte, sino también muchos estados con nuevos acuerdos internacionales como los BRICS. Esto también supone una diferencia significativa con la situación después de la Guerra Fría: en aquel entonces, solo había estados individuales y comunidades o pueblos oprimidos que se atrevían a rebelarse y, en algunos casos armados y con medios cada vez mayores, a actuar contra la explotación y la opresión del sistema capitalista, con Sudáfrica o Cuba como ejemplos brillantes.
Rafael Hernández: Alberto Coll, from Chicago, please. Bienvenido.
Alberto Coll: Muchísimas gracias por su gentil invitación a este evento y saludos a todos los nuevos colegas y amigos en el panel. Yo quiero aclarar algo de lo cual me siento orgulloso: no solo soy descendiente de cubanos, yo soy cubano, nací en San Antonio de los Baños, y viví muchos años en Guanabo, y me fui de Cuba a los trece años, en el año 1968. Me siento muy cubano igual que me siento muy estadounidense.
La primera pregunta que nuestro colega Rafael nos pidió discutir es el tema de la reconfiguración geopolítica, y, por supuesto, estoy de acuerdo en que se está desarrollando. Yo hablaría de un mundo multipolar, pero no de un mundo multilateral. En realidad, el multilateralismo, esta idea de las instituciones multilaterales como el principal mecanismo para llegar a acuerdos, es algo que en realidad no le veo mucho de factible.
Los grandes problemas del mundo los traen a la mesa y los conversan las grandes potencias. Por eso hablamos de mundo multipolar, en el cual por supuesto los Estados Unidos, China, Rusia, juegan un papel importantísimo, y no hemos mencionado otro actor que es sumamente importante: la India. Yo diría que hoy en día esencialmente hay cinco grandes potencias: China, Rusia, los Estados Unidos, India, y yo agregaría a Europa, aunque a Europa la veo un poquito atrasada en ciertos temas. El problema de Europa es que se creyó el cuento de Francis Fukuyama en 1989 de que la historia había terminado, y se dedicaron en los últimos veinte años a construir los Estados de bienestar social más efectivos del mundo entero.
Ahí discrepo de mi querido colega alemán; los estados de bienestar social en Europa son los más avanzados, mucho más que el que pueda tener China, o Rusia, o los Estados Unidos. Como recordó Angela Merkel, los europeos son el 5 % de la población mundial, pero el 50 % del gasto social en el mundo lo hace Europa. Europa ha sido muy buena en el poder suave, pero no ha sabido, no ha estado consciente de que en el mundo hace falta también poder duro, y se han descuidado mucho en sus fuerzas militares, han dependido hasta el momento de los Estados Unidos. Hoy se dan cuenta de que eso tiene que cambiar, y efectivamente, yo creo que va a cambiar. Recordemos que la Unión Europea más el Reino Unido tienen una economía doce veces más grande que la de Rusia. Entonces, potencialmente, si Europa se enfoca en reconstruir sus defensas militares, puede jugar el papel que en realidad le corresponde por su población de quinientos millones de personas y su poderío económico, que todavía es aproximadamente 17% o 19% del PIB global.
Nuestro colega del CIPI mencionó que en este mundo multipolar hay dos polos, y yo concuerdo; pero yo también señalaría que esos dos polos tienen sus ambigüedades. Por ejemplo, hoy en día uno diría que está el polo occidental, pero el presidente Trump está muy agresivo en su política de empujar a los europeos a que gasten más en defensa y que asuman la defensa de Ucrania respecto a la invasión de Rusia. Existen esas tensiones entre los Estados Unidos y Europa. Al final los intereses comunes de los Estados Unidos y Europa van a reinsertarse de nuevo, si no en esta Administración, en la próxima.
Pero también tenemos que mencionar, por ejemplo, a otras potencias, que se consideran parte de Occidente pero que, en realidad, no son ni europeas ni norteamericanas, estoy pensando en Japón, Australia, Corea, estas potencias tienen un gran poderío industrial, económico y militar.
En el otro polo yo pondría una alianza informal, pero estratégica. El presidente Putin y el presidente Xi Jinping lo han destacado: la asociación entre China y Rusia. Y le agregaría también a Irán y a Corea del Norte. Recordemos que hay decenas de miles de soldados de Corea del Norte en territorio ruso peleando contra Ucrania.
Además de ese otro polo, también está la India. ¿Dónde la ponemos, dónde la encajamos? Aunque India es parte de los BRICS y tradicionalmente ejerció una política muy neutral entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, durante la Guerra Fría, la realidad es que le preocupa mucho hoy en día la expansión económica y geopolítica de China. No olvidemos que ha habido conflicto militar entre China y la India no hace mucho tiempo, en el cual murieron soldados indios y chinos. En mi opinión, la India aún se proyecta como un factor que no es parte de ninguno de los dos polos, pero que está sumamente preocupada por el crecimiento del poder de China, algo que le afecta en su área geopolítica, que incluye el océano Índico. También, por supuesto, India tiene lazos muy estrechos con el Estado de Israel, para ella este es muy importante como fuente de tecnología avanzada, de hecho han puesto en el tapete la idea de un corredor geopolítico que se extienda desde la India a través de los estados del Golfo, que incluya a Jordania, Arabia Saudí e Israel. India también ha participado en ejercicios navales y militares en el Pacífico con las fuerzas navales de Japón, de los Estados Unidos, de Australia, de Corea y del Reino Unido. Durante la Guerra Fría le compraba casi todo su armamento a Rusia, pero hemos visto que gran parte de los equipos militares rusos han tenido una desastrosa rendición durante la operación en Ucrania, y la India recientemente ha firmado grandes contratos para comprar armamento a Corea del Sur, e interesantemente también a Francia y a los Estados Unidos, para diversificar sus proveedores. Entonces existen esas ambigüedades, esas sutilezas que definen la relación entre las grandes potencias.
La cuestión es hasta qué punto los Estados Unidos y Rusia van a poder llegar a un acuerdo sobre la guerra en Ucrania. Obviamente el presidente Trump y el presidente Putin han expresado su deseo de, como dijo el colega cubano, aumentar la confianza, pero una cosa es la voluntad y otra los obstáculos que puedan estar en el camino.
Hay varios finales que se pueden anticipar, pero uno de ellos es que a pesar de los mejores esfuerzos del presidente Putin y del presidente Trump, va a ser muy difícil pulir y armonizar estas diferencias, una de las cuales fundamentalmente tiene que ver con la arquitectura de seguridad de Europa. Obviamente no estamos en 1986, y creo que sería muy difícil llegar a un acuerdo en el cual Ucrania en esencia pierda su soberanía como actor independiente y renuncie a sus deseos de unirse a la Unión Europea. Eso va a ser siempre un factor de fricción, en parte porque los estados de Europa del Este, como Polonia por ejemplo, no quieren que el poder de Rusia retorne a las fronteras de 1990. Vimos que el presidente polaco vino a Washington el fin de semana pasado y se reunió con Trump y básicamente le dijo: “Polonia es vital y nuestra defensa es vital”. Por supuesto, hay una historia muy larga, de siglos, de esfuerzos por parte de Rusia, como gran potencia europea, para controlar a Polonia, y hoy en día Polonia está gastando casi 5% de su producto interno bruto en armamentos, precisamente para contribuir a disuadir una futura amenaza rusa, que aumentaría si al final el presidente Putin alcanza su objetivo de recuperar la esfera de influencia rusa sobre Ucrania. El proyecto del presidente Putin es entendible, o sea, yo veo sus raíces en la Rusia histórica, la de los zares, y la de la Unión Soviética y Stalin, que insistían en una amplia esfera de influencia y en el control de las tierras que Rusia llama históricamente rusas. El problema es que hay cuarenta y tres millones de ucranianos que ven las cosas un poquito diferentes, y creo que va a ser muy difícil para Trump y Putin borrar todas estas acciones, sobre todo cuando hay estados como Polonia, que va a ver esto como un obstáculo serio.
Por ejemplo, una de las demandas del presidente Putin antes de lanzar la invasión de Ucrania fue que la OTAN se retirara de todas las posiciones que había adquirido después de 1991, o sea, que regresara a lo que era antes del colapso del muro de Berlín. Para Polonia eso sería inaceptable. Hoy en día hay diez mil tropas estadounidenses, como parte de la OTAN, en Polonia y el presidente polaco le recordó a Trump que esas tropas tienen que quedarse ahí, y que si se van va a haber una fricción muy seria en términos de la seguridad de Polonia.
Vamos a ver cómo va el curso de negociaciones, pero recuperar la confianza es un tema muy, muy complicado.
Mientras tanto, por supuesto, existen otras tensiones muy grandes entre las grandes potencias. Yo señalaría, por ejemplo, la tensión entre China y los Estados Unidos, y Japón también, sobre el futuro estatus de Taiwán. Desgraciadamente, yo veo eso como algo mucho más riesgoso para la paz mundial que lo que está ocurriendo en Ucrania. Una crisis en Taiwán llevaría a un enfrentamiento directo entre dos potencias nucleares, mientras que en el ámbito de Ucrania hasta ahora, tanto el presidente Biden como el presidente Trump, insistieron en que jamás habría tropas estadounidenses en Ucrania y, por lo tanto, no habría un enfrentamiento directo entre las dos potencias nucleares, Rusia y los Estados Unidos.
Voy a parar aquí porque ya creo que me he excedido de los cinco minutos.
Rafael Hernández: Gracias, Alberto. Ahora que sé que naciste aquí, que te fuiste de Cuba a los trece años, en el año 68, un año tan intenso, ya empiezo a pensar diferente (risas).
La segunda pregunta —que contestará enseguida Hal Klepak, espero que podamos escucharlo sin problemas— decidimos hacérsela al público en forma de encuesta. Indagamos de qué factores se derivan principalmente las nuevas reconfiguraciones geopolíticas y ofrecimos varias opciones.
La mayoría de los que contestaron la encuesta (77%) consideró que lo más importante en las reconfiguraciones geopolíticas es el acceso a recursos estratégicos; casi la misma cantidad, los enfrentamientos de intereses económicos en pugna; luego, más de la mitad, la dinámica de las potencias emergentes, de las potencias emergentes en el escenario mundial; también más de la mitad, no solamente los nuevos conflictos sino los viejos conflictos que se arrastran; 36% consideró que las nuevas alianzas entre estados eran un factor fundamental también en la reconfiguración. Curiosamente, solamente 19% piensa que la fuerza militar, su recomposición, variabilidad y escala, es un factor importante en la reconfiguración; y hay una muy pequeña cantidad (7%) que piensa que las armas nucleares juegan un papel en esto; pero 15% aprecia que los nuevos actores sociales y políticos, y las nuevas corrientes ideológicas y religiosas tienen un impacto en la reconfiguración geopolítica. Esas dos respuestas resultan curiosas, pienso yo, debido a lo que algunos pensamos todavía desde el 11 de septiembre de 2001 para acá.
La pregunta es: ¿cuáles factores nuevos y cuáles tradicionales determinan la reconfiguración? Adelante, Hal.
Hal Klepak: En primer lugar, muchas gracias también por la invitación, y me gustaría saludar al público y a los panelistas, sobre todo a Alberto, que no he visto en mucho tiempo, y siempre me ha impresionado, como acaba de hacer con este sobrevuelo que ha hecho tan completo del contexto.
Rafael, usted mencionó que hace diez años estuvimos hablando del contexto estratégico internacional, y era bastante más fácil hablar de eso en ese momento que ahora por razones que dan luz a este evento. Siendo historiador, no estoy muy acostumbrado a hablar de cuestiones del futuro, sino más bien del pasado, así que espero poder encontrar algo que sea útil para el público.
Pero tengo una queja. Y es que de esa lista de factores, yo creo que todos, los diez, van a tener un papel potencialmente muy importante en lo que va a pasar, van a determinar el proceso de reconfiguración que estamos conociendo. Así que estoy muy en contra de pensar que el elemento nuclear no es importante, en lo que yo veo como un sálvese quien pueda en muchos sentidos del contexto actual.
Estoy completamente seguro de que la invasión a Ucrania causó muchísimo cambio dentro del sistema internacional, y creo que es casi nada —no quiero exagerar— comparado con el “terremoto” de las últimas cinco semanas y media. Gracias a Alberto no tengo que mencionar por primera vez en este panel el nombre de cierto presidente de un país al sur de Canadá (ahora estoy en Inglaterra, pero soy canadiense), y estamos preocupados, evidentemente, con la posibilidad de una anexión o de una guerra económica que nos llevaría a ser el estado 51, algo completamente inaceptable, pero que forma parte de una lista muy larga que todos los oyentes y el público presente ahí conocen muy bien.
Cuando miro la lista de los factores que usted acaba de mencionar, Rafael, veo que todos probablemente tendrán un papel importante porque se entrelazan de una manera tan extraordinaria que es muy difícil dividirlos. Las cuestiones sociales impactan sobre el contexto de la toma de decisiones de los políticos, las cuestiones de los medios también, la cuestión militar evidentemente también, y así sigue.
En una cosa estoy muy de acuerdo: no se puede ser reduccionista con esta serie de problemas que nos enfrentan. Estaría mal para servir al público y a la paz mundial. La transición, que todos han mencionado, está ahí, no cabe dudas. En ese sentido no voy a ser reduccionista de ninguna manera, sino simplemente a mencionar que, para mí, las cuestiones militares, nucleares y económicas, se entrelazan de forma absolutamente extraordinaria y muy preocupante.
En primer lugar, a mi juicio, la fuerza o prestigio del ejército soviético y después del ejército ruso eran cosas que agregaron a la paz. Vivimos una situación de disuasión muy incómoda, pero de disuasión y de paz, no obstante, con el resto. Eso ha sido destruido en los últimos tres años, el ejército y las fuerzas armadas rusas en esos tres años han mostrado, desde lo que hicieron en Chechenia y en Georgia, que no son lo que eran. Son muchos años de paz, muchos años sin una guerra seria, y muchos elementos hacen que no estén al nivel anterior, y eso regresa a una tradición rusa de mucho tiempo. Invadir un Estado después de mucho tiempo de paz nunca ha sido fácil para Rusia, nunca es fácil para nadie, pero Rusia tiene otro tipo de prestigio. Entonces está enfrentando a un país que no tiene poder económico, no tiene poder ideológico y no tiene poder militar, ¿entonces qué tiene? No tiene fuerzas nucleares. Y como lo ha demostrado desde tres días después de la invasión, está dispuesto a usar expresiones contra la paz asegurada por la disuasión, aún cuando esto amenaza una paz mucho más general que la paz en Europa oriental.
Yo creo que lo que estamos viendo es un sálvese quien pueda —no quiero exagerar con esa frase—, pero en el sentido que Alberto ya mencionó, que la India, miembro leal y fiel de los BRICS, ha mostrado que entiende que debe hacer algo con este nuevo gobierno en Washington, lo que posiblemente no hubiera sido su primera opción, su preferencia. Hemos visto a América Latina en algunos momentos mostrando un poco de fuerza, sobre todo la presidenta de México, pero la mayor parte de los países está tratando de buscar la paz allí y de evitar una situación panameña, una situación canadiense, una situación danesa (de Groenlandia), etc.
Felicito a Alberto por ese optimismo, pero es un optimismo que se refiere a la siguiente administración. Él conoce diez mil veces mejor que yo a los Estados Unidos. Pero yo no tengo la impresión de que esta administración tenga mucho interés en cambiar algún día. Posiblemente exagero, pero es mi preocupación, y creo que tenemos que pensar en esta nueva situación como algo que puede perdurar.
Es verdad que no sabemos cuál es la táctica de negociación exactamente del actual presidente de los Estados Unidos. Sabemos lo que parece, pero no estamos seguros, y es muy riesgoso imaginar que tenemos todas las respuestas. Lo que sí es evidente es que él se cree un buen negociador, y que es el mejor para hacer eso, y de ahí sus propuestas para muchos lados del mundo, incluso para Gaza.
Regreso a mi punto sobre la cuestión militar. Para que un mundo pueda ser verdaderamente multipolar, esos otros polos, ya sean uno, dos, tres, cuatro, deben tener varios elementos: el económico —en eso tenemos una China absolutamente extraordinaria—; también alguna capacidad cultural en el sentido amplio; y una potencia militar, en el sentido de capacidad de actuar, de hacer cosas. China, hasta ahora, tiene una fuerza defensiva muy grande, pero no tiene soldados aguerridos; tuvo un pequeño enfrentamiento con la India, y hace muchos años ya una derrota frente a Vietnam. Pero al fin y al cabo, no conocemos la verdadera capacidad china, excepto que imaginamos su potencial nuclear. Entonces todos los países, a mi juicio, están buscando cómo reorganizar, cómo transitar exitosamente hacia una nueva relación con los Estados Unidos y con el resto del mundo, Europa, con todas las dificultades que Alberto ha mencionado.
Es muy interesante cómo el primer panelista —al que no conozco, pero espero tener esa oportunidad— ha mencionado que hay muchos cambios también en otros lugares. Miren el voto en la ONU, hace dos días, tenemos un bloque serio de países africanos que votan probablemente contra Francia, no tanto contra los Estados Unidos sino contra Occidente, sin dudas, y al lado de Rusia, eso sí es nuevo. A la vez, no vemos la misma cosa en América Latina y en otras partes del mundo. Entonces repito que estamos en transición, pero una transición que, en muchos sentidos, me parece a mí un sálvese quien pueda, frente a un único país que tiene capacidad económica, ideológica, cultural y militar, que tiene ese enorme peligro —yo diría irracionalidad—, puede ser, como con Hitler, una ventaja, pero solo en el corto plazo.
Entonces termino diciendo que lo que estamos enfrentando son los diez elementos que se mencionaron, desde lo militar y económico hasta la ideología, la religión, que no hemos mencionado hasta ahora. Estamos enfrentando un mundo, en gran medida en crisis, con grandes desafíos para mantener la paz, porque —y regreso por un segundo a la cuestión nuclear— normalmente los países pasan a considerar esa opción cuando ven inseguridad para ellos mismos y no encuentran una manera de asegurar su influencia en el mundo y su capacidad de disuadir ataques por otras vías. Así que debo terminar diciendo que estoy un poco preocupado.
Alberto Coll: Factores tradicionales y de poder “duro” por parte de las grandes potencias —el poderío militar, vigor económico-tecnológico y financiero, y la voluntad política de proyectar ese poder— continúan jugando el papel más decisivo en el actual proceso de reconfiguración geopolítica. En los casos de los Estados Unidos y China es obvio que las tres diferentes dimensiones de poder “duro” (militar, económico-tecnológico, y voluntad política de proyectarlos) explican su proyección global. En el caso de Rusia, la fuerte voluntad política de Vladimir Putin explica cómo, a pesar de las debilidades de Rusia en los ámbitos económicos (su economía produce una décima parte del PIB de la Unión Europea) y militar-convencional (después de tres años de persistentes esfuerzos, sus fuerzas armadas convencionales no han logrado destruir la independencia política de Ucrania), Rusia sigue jugando un papel clave en la geopolítica global.
En las dos primeras décadas del siglo xxi que precedieron a la invasión de Ucrania se puso muy de moda, en círculos académicos de ciencias sociales, argumentar que las relaciones internacionales gradualmente serían menos regidas por las interacciones de las grandes potencias y sus proyecciones de poder duro a favor de “nuevas tendencias” y “nuevos actores” como el cambio climático, el crecimiento del fundamentalismo religioso, nuevas ideologías de “liberación” racial y de género, el “poder suave”, y el papel de actores no-estatales transnacionales como las ONG y las grandes empresas multinacionales.
Los acontecimientos desde febrero de 2022 demuestran la obvia falsedad de esta prematura predicción. Sin quitarle peso al obvio impacto que las “nuevas tendencias” y los “nuevos actores” tienen, los factores tradicionales siguen siendo los claves en determinar el futuro de la geopolítica y las grandes cuestiones de la guerra y la paz. Es una conclusión que para nada hubiera sorprendido al gran historiador alemán Leopold von Ranke, autor del clásico Las grandes potencias (1833).
Para que Europa pueda recuperar y jugar un papel clave en las actuales reconfiguraciones geopolíticas va a tener que abandonar varias falsas premisas a las que se apegó al final de la Guerra Fría, esbozadas en su famoso ensayo El fin de la historia (1989) por Francis Fukuyama, que la llevaron a reducir su poderío militar casi a la insignificancia a favor de la proyección del “poder suave” e inversiones masivas en la “agenda verde’ para combatir el cambio climático. En las últimas semanas, Europa se ha dado cuenta de que, para no quedarse rezagada en un mundo dominado por los Estados Unidos, China, y Rusia, va a tener que emprender un serio esfuerzo de rearme militar, dejar a un lado sus obsesiones con el cambio climático, y acometer un programa masivo de reformas económicas —como lo ha propuesto Mario Draghi— para hacer crecer su economía y recuperar su liderazgo tecnológico. Ni la Historia ha llegado a un fin, ni el “poder suave” ha conseguido suplantar las formas clásicas de poder en las relaciones internacionales. Si hay que escoger entre los dos, es mucho más acertado para los estadistas escoger a Tucídides que a Joseph Nye.
Rafael Hernández: Estamos pegados a las tres de la tarde y le voy a dar la palabra a Oriol, con quien he hecho un pacto de sangre respecto al uso del tiempo.
José Oriol Marrero: Yo describiría cuatro factores tradicionales (Complejo Militar Industrial, carrera armamentista, OTAN y China) y tres nuevos (Rusia, tecnología y reimpulso del “Gran Garrote”).
Si no se entiende el negocio de las armas no se entiende la política mundial, ni la economía. Tal vez ninguna otra industria económica impacta tanto en las decisiones políticas como el Complejo Militar Industrial (CMI). De modo que, ciertas grandes potencias han sido devoradas por su CMI. La guerra se ha convertido, de facto, en una actividad económica a ciclo cerrado, en una suerte de continuidad de la economía por otras vías y medios. El CMI ha secuestrado la política exterior de ciertas potencias. Los sucesos que desembocaron en la crisis de 2014-2022-2025 en Europa reconfirman esta tesis. De allí que, un rasgo de la época sea que el CMI pone el precio a las relaciones internacionales. La agenda político-militar domina sobre otras agendas. Guerra es economía. Dronomacia sobre diplomacia.
Se asiste a la reinstalación de la carrera armamentista. Crece la militarización sistémica de las sociedades. Alemania y Japón se rearman, hecho real y además simbólico, de ruptura. Todas las potencias globales, regionales y países, incrementan notablemente sus gastos militares. Es difícil encontrar excepciones. La matriz del rearme tiene rasgos inéditos.
La no disolución de la OTAN, como sí se disolvió el Pacto de Varsovia (1954-1991), augura la continuidad de la llamada “contención” en Europa y el mundo. El 50% de la expansión de la OTAN (EE. UU.) tuvo lugar durante la pos-Guerra Fría. Si durante la Guerra Fría la OTAN tomó Europa Occidental y Meridional, Mediterráneo, Estrecho de Gibraltar, acceso al canal de Suez, mares Adriático, Jónico, Egeo, parte del mar Negro, estrechos de Bósforo y Dardanelos; durante la pos-Guerra Fría tomó gran parte de Europa Oriental y Central, parte de los Balcanes y el Báltico; Escandinavia, el Mar del Norte, el de Barents, y ciertos accesos al Ártico: dieciséis nuevos países, de los cuales al menos cinco tienen fronteras terrestres con la Federación de Rusia.
Si hasta mediados del año 2023 cuatro aliados de la OTAN tenían 1 145,7 km de fronteras con Rusia, hacia marzo de 2024 esta cifra creció hasta los 2 486 km. Si ingresara el país que hoy dirime su aceptación (1 576 km de fronteras), la frontera terrestre directa OTAN-Rusia tendría más de 4 mil km.
Por otro lado está el ascenso de China. En 2000, China solo representaba 3% del PIB mundial. Hoy representa alrededor de 18,5%. No generaba ni el 1% de las patentes internacionales, hoy posee la mitad. Huawei es la empresa que más patentes internacionales presenta. El 98% de los modelos de utilidad del mundo son chinos. Cuando los Estados Unidos se durmieron en los laureles y se desmovilizaron con el “fin de la historia” y el “nosotros hemos vencido”, China continuó su ruta ascendente. Biden expresó una gráfica idea sobre cómo se ve este asunto desde los Estados Unidos: “Tenemos que entender que los chinos nos comieron la merienda”.
Como novedad, tenemos el ascenso de Rusia. Como Esparta, Rusia no es, en general, una potencia económica. Representa solo el 7% del PIB estadounidense. Se convierte poco a poco en un competidor económico; pero sí es una potencia económica en renglones estratégicos (uranio, enriquecimiento de uranio, producción de gas, petróleo, otros).
Además, según Pedro Baños, vivimos una aceleración evidente y cuatro revoluciones: la tecnológica, con la robotización; la digital (la más potente de todas; según Tom Freeman, “si se hubiesen aplicado a la industria del automóvil los proyectos que se han dado en la industria del microprocesador, el Volkswagen Escarabajo viajaría a tres mil km/h; gastaría un galón por cada 300 mil kilómetros, y costaría tres centavos”); la revolución del gen (la más reciente); y la de la demografía.
Y por último, el reimpulso de la política del Gran Garrote en el siglo xxi: una híbrida, militar, arancelaria; la filosofía de negociarlo todo desde posiciones de fuerza, palo y zanahoria. En este dominio, un factor es la psicología decimonónica; el stock de variables decimonónicas está sobre la mesa. Vendrán otros pasos en cascada.
Rafael Hernández: Gracias, Oriol. Bueno, tiene la palabra el camarada público. Yo les recuerdo la odiosa norma de los tres minutos, que en una sesión tan populosa como esta no nos queda otro remedio que aplicar.
Jorge I. Domínguez: Muchas gracias por la posibilidad de participar en este tan interesante panel, para tratar de sugerir una distinción que, por lo menos para mí, es útil, entre un cambio estructural y una reconfiguración de las relaciones internacionales.
Creo que observamos, como ya se ha dicho aquí, una reconfiguración importante en la relación personal en primera instancia entre el presidente Putin y el presidente Trump. Además, hay otra reconfiguración que ha sido sugerida en el panel, pero quiero decirla descarnadamente: entre el presidente Trump por una parte y la Unión Europea por la otra, y quizás entre el presidente Trump y México y Canadá. Todo esto es la historia del presente, que puede cambiar, y de alguna manera está cambiando día a día, es una reconfiguración por el momento inestable, y esa inestabilidad me lleva a la tercera reconfiguración, que es la pérdida de confianza en los Estados Unidos, una pérdida de confianza a corto plazo con la presidencia de Trump, que no está dispuesto a reconocer ni siquiera el acuerdo con México y Canadá que él impulsó durante su primera presidencia.
Más importante, ya a mediano y largo plazo, es la pérdida de confianza que cualquier persona racional, que cualquier Estado en otra parte del mundo debe tener en los Estados Unidos, ya que las posibilidades de cambios dramáticos de una presidencia a otra, y de un electorado que está dispuesto a elegir a un presidente como Trump, indican que este país ya no es confiable, no solamente en el seno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, sino, por lo general, en sus relaciones internacionales. Así que la cuestión es cómo transar, cómo lograr una ventaja a corto plazo.
Antes de agotar mi tiempo, paso a comentar la posibilidad de un cambio estructural. Los cambios estructurales suelen ser bruscos, la derrota de Napoleón, el fin de la Segunda Guerra Mundial, el derrumbe de la Unión Soviética, y quizás estamos observando otro que es la parálisis del Estado en los Estados Unidos: las políticas del presidente Trump de todo tipo, de distintas posibilidades contra el Pentágono, contra el FBI, contra la AID, contra las distintas posibilidades de actuar en el marco internacional. Esa parálisis es nueva. Si se prolongara, no lo sé, las dudas son la duración y la profundidad, pero, evidentemente, es algo que vale la pena tomar en cuenta, y eso es un cambio estructural, no una mera reconfiguración.
En el campo militar coincido con lo que acabo de escuchar. Solo señalaría lo siguiente. La cuestión militar es importante no solamente cuando se compran armas o se poseen armas, sino cuando se usan, y el uso de las armas más notable en los últimos años ha sido en la guerra entre Rusia y Ucrania, que arranca con la invasión rusa a Ucrania. Ese primer momento demostró la ineptitud de las fuerzas armadas rusas, que fueron detenidas por un ejército evidentemente mucho más débil y por un liderazgo que no se había probado por ninguna parte, ese es el primer punto. El segundo es que las fuerzas armadas rusas demostraron su capacidad de recuperarse, de reorganizarse y de llegar a una guerra de trincheras en un empate, pero esa palabra, empate, de nuevo señala la extraordinaria importancia militar de lo logrado por Ucrania con sus tropas de infantería, con su innovación tecnológica sobre el terreno, y en estos momentos, en términos del uso de la fuerza militar, los dos grandes ejércitos son el de Rusia y Ucrania, no el de los Estados Unidos, no el de China, ni el de otros países. Eso para mí es notable.
Jorge Casals: (ISRI). Voy a ser muy breve. Solo voy a hacer una solicitud, porque el momento que vivimos no lo veo como época de cambios, sino como un cambio de época. Y quiero pedir a la revista Temas que tengamos un debate como este, donde discutamos dónde quedamos los cubanos, sobre cómo nos vemos en ese reordenamiento que se está produciendo. Eso me preocupa porque, evidentemente, en este cambio de época lo que prima son los intereses que tienen que ver mucho con el ordenamiento geopolítico global, y nosotros estamos en un hemisferio que tiene mucho que ver con el cambio de época.
Rafael Hernández: La última pregunta a este panel es esa precisamente. Espero que podamos llegar por lo menos a iniciar la reflexión sobre el tema, visto dentro del contexto global, en vez de un problema separado, en sí mismo.
Raynier Pellón: Quiero felicitar al panel por sus excelentes intervenciones, y lo que se ha suscitado a partir de esa presentación en el debate hasta el momento.
Siguiendo la línea de lo que mencionaba Jorge Domínguez sobre temas estructurales y más geopolíticos, probablemente más coyunturales, quisiera destacar dos elementos estructurales que entiendo que son de más largo plazo y que indican un declive importante de Occidente en los asuntos mundiales y el inicio de una nueva era, que se ha mencionado de alguna manera: una nueva era post-occidental, en importante medida post-europea, para iniciar lo que algunos académicos han llamado el inicio de una era asiática.
Y entre esos elementos estructurales, apenas se ha mencionado uno de largo alcance que probablemente no cambie en el corto, mediano o largo plazo, que es el poblacional. Si hace un siglo atrás Europa era alrededor del 20-25% de la población mundial actualmente no pasa del 9%. Si unimos todo lo que consideramos, el Occidente histórico con los Estados Unidos, Canadá, Europa, no pasarían de 16%; mientras hoy ese mundo asiático representa el 60%, y seguirá aumentando en lo adelante.
Hay otro elemento estructural que también ha cambiado considerablemente, y es que Occidente ha dejado de tener el monopolio de la tecnociencia. Si antiguamente o hace unos años atrás podíamos decir que monopolizaban la iniciativa en ese campo, hoy podemos ver que países de Asia, particularmente China, tienen posiciones de vanguardia en el ámbito de la tecnociencia, la biotecnología, las comunicaciones, el transporte. Ese es un elemento estructural que ha cambiado significativamente e indica el inicio de esa nueva época a largo plazo.
Quiero referirme también a un asunto más vinculado con el espacio europeo, del cual recurrentemente hemos hablado. La Unión Europea es un actor sobre el que vale la pena interrogarnos si está en un momento de declive sin regreso dentro de su posición como actor global, internacional; en un momento de estancamiento, como tantos otros que ha experimentado en su proceso de integración; o, como algunos vaticinan hace mucho tiempo, de disolución, de desaparición de la Unión Europea, incluso de vulnerabilidades esenciales en el marco de las relaciones trasatlánticas.
Hay una verdad a todas luces que se ha visibilizado con mayor claridad, sobre todo después de la guerra en Ucrania: la Unión Europea ha sido el gran perdedor, es decir, ha sufrido impactos negativos en su competitividad, en el peso de su producto interno bruto a escala mundial, también en temas tecnológicos, y en definitiva en los asuntos mundiales. Se ha debilitado, sobre todo, su autonomía estratégica y su dependencia ante los asuntos de seguridad de los Estados Unidos. Por tanto, de los actores que hemos hablado en términos geoestratégicos, es uno de los que valdría la pena continuar estudiando su evolución.
Y por último, yo también tengo la inquietud de saber dónde se coloca Cuba, en su inserción internacional, a partir de estos cambios geopolíticos.
Lourdes Regueiro: (CIPI). Me extrañó mucho que en las consideraciones del público sobre los factores no se mencionara el tema tecnológico como un factor fundamental que empodera a otros actores. Uno de los elementos que tiene China en su empoderamiento no es solo el papel y presencia económica en el mundo, sino el aumento de influencia a partir del desarrollo tecnológico.
Ahora quiero hacer tres consideraciones. Una no es mía, sino del académico argentino Claudio Katz. Él plantea cómo la estrategia actual de los Estados Unidos —y lo relaciono con lo que hablaba Klepak— tiene que ver con la intención de construir un Estado continental. De ahí su interés en Canadá, en Groenlandia, y con Australia. Entonces quisiera oír la reflexión del panel.
En segundo lugar, una preocupación académica: ¿pueden los Estados Unidos sobrevivir como potencia, con el poder que han tenido hasta el momento, sin el apoyo de Europa? ¿Va a ser Rusia su nuevo aliado? No lo parece ser un aliado confiable para los Estados Unidos. Pero la contradicción con Europa se está dando. ¿Cuál será la respuesta de Europa frente al proceso de eurovasallaje que está viviendo? Sobre ese tema me gustaría oír una reflexión.
Por último, aunque raras veces coincido con Casals, esta vez me sumo a su pregunta. También quiero saber qué importancia estratégica tiene hoy Cuba para las potencias globales, para Rusia, Estados Unidos y cuál, si tiene alguna, para China. Creo que el factor tecnológico también cambia la importancia estratégica que tuvieron determinadas regiones y países.
Rafael Hernández: Una pregunta que le propuse a este egregio cuarteto y ninguno eligió es esa: ¿hasta qué punto las tecnologías digitales disminuyen o modifican el calibre político de los conflictos y su desarrollo?
En cuanto a Cuba, la pregunta cinco dice —si llegamos a ella—: “¿cómo las reconfiguraciones geopolíticas afectan las llamadas áreas de influencia regionales de las potencias establecidas? ¿Cómo se manifiesta este efecto en el caso de nuestro hemisferio?” Ese sería un escalón para llegar a Cuba, porque verla al margen del hemisferio sería un poco extraño, en un debate geopolítico como este, en cualquier caso.
Pável Alemán: Primero, quizás una pequeña diferencia con el tema de las temporalidades. 2007 y 2008 marcan, para mí, un punto de inflexión muy importante; 2007, la Cumbre de Seguridad de Múnich, donde Putin traza sus famosas líneas rojas al resto de los participantes; 2008, Alan Greenspan aparece diciendo que estamos viviendo una era de turbulencias; 2008, Richard Haass dice que estamos viviendo una era de no polaridad, Fíjense que hemos pasado de un mundo bipolar a uno unipolar —que ahora Marco Rubio dice que es una anomalía histórica—, a una no polaridad, a la pretensión de ser multipolares.
Hay en el fondo de todo esto un cuestionamiento esencial al orden internacional de la segunda posguerra mundial. Hemos hablado por mucho tiempo acerca del declive hegemónico de los Estados Unidos. Yo pretendo ver la hegemonía más como algo del sistema capitalista, y no entraría a discutir eso. Sin embargo, sí vería el declive del liderazgo de los Estados Unidos en el concierto de potencias a escala global. Hemos discutido entonces si ese liderazgo está declinando de manera ralentizada, y pareciera ser ahora más acelerada. Algo de eso tiene que ver con lo que decía Raynier sobre la cuestión demográfica. Es decir, no es lo mismo la visión de Paul Kennedy del auge y declive de las potencias, que la visión de Emmanuel Todd sobre el peso que tiene la demografía en el declive de las potencias.
Ahora, hay un serio desafío por parte de potencias emergentes y algunas que se están confirmando como potencias de primer orden, incluidos algunos actores subnacionales. Resulta bueno recordarlo porque hemos vivido en este último año y algo la incursión de Hamas, Hezbolá y los hutíes en el uso de tecnología militar que solamente tenían algunas primeras potencias. Me estoy refiriendo al empleo de vehículos no tripulados, tecnología hipersónica en el sector balístico, lo que cuestiona, por cierto, lo que estaba concebido como el equilibrio de terror, o destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés). Y además, el uso o la adquisición de tecnología nuclear satelital y nanotecnología. Incluyo en esto el tema de las tecnologías de la informática y las comunicaciones, y en última instancia el acceso a la inteligencia artificial. Todo eso ha transformado considerablemente el equilibrio de poderes existente.
En segundo lugar, debemos considerar cómo están impactando los problemas globales en toda esta reconfiguración de poderes, los asociados al cambio climático y a las energías, sobre todo en lo que tiene que ver con el acceso a recursos estratégicos como el agua, pero también los energéticos.
Creo que se está reconfigurando la arquitectura de poder, pero en una nueva versión de la división del mundo en áreas de influencia. Es lógico pensar que los Estados Unidos han revitalizado la Doctrina Monroe con el asunto de Canadá, el de Groenlandia, el del acceso a la Antártida, y el peso que tiene que Milei haya decidido no otorgarle facilidades navales a la República Popular China y sí dárselas a los Estados Unidos.
Por otro lado, está el tema de cómo Rusia reclama el espacio postsoviético. Hay un artículo de Alexander Dugin, de hace apenas una semana o un poquito más, donde se habla de todo el espacio postsoviético y, además, de Europa del Este, porque va un poco más allá. Y también la presencia de la República Popular China en África subsahariana. Ya no solamente estoy hablando de la Franja y la Ruta de la Seda, sino de cómo reemplaza, por ejemplo, a Francia como potencia poscolonial, pero que ha seguido como potencia dominante en África occidental.
Y bueno, todo esto tiene en última instancia un impacto en Cuba, pero se me acabó el tiempo. Gracias.
Carlos Alzugaray: Quiero detenerme en algo de lo que no se ha hablado: la correlación entre los factores objetivos y subjetivos en los procesos geopolíticos. Por ejemplo, que China eventualmente se convirtiera en una gran potencia era casi inevitable, una vez que tuvieran una política económica lógica para despegar; por supuesto, tuvo que irse Mao y entrar Deng Xiaoping y cambiar todo aquello. Entonces creo que depende mucho de esa correlación.
Hay un factor muy importante que es la contradicción esencial de los procesos que están teniendo lugar. Aquí discrepo un poco de Jorge Domínguez, cuando dice que las rupturas son rápidas. La caída de la Unión Soviética pasó en cinco años, pero el auge de China es un proceso mucho más largo, y sin embargo, es un proceso impactante.
Esa contradicción está en el mismo problema de que habló Paul Kennedy: el sobredimensionamiento imperial. Y aquí entra el factor subjetivo. Es sobredimensionamiento imperial, en el caso de los Estados Unidos, porque aspiran a un orden hegemónico ordenado por ellos. El orden liberal es el que ha fracasado, entonces tienen que recuperar eso. Los dos últimos presidentes norteamericanos han tenido consignas de recuperación. Make America Great Again y America is Back (el de Biden) son, en mi opinión, una quimera. Ya los Estados Unidos no van a poder volver a tener esa hegemonía de trazar el orden mundial, de un mundo regido por reglas que ellos imponían, y además, quebraban cuando les daba la gana. Entonces, el problema es qué va a pasar con este mundo donde los Estados Unidos pretenden llevar a cabo todo eso que ha planteado Trump, algunas cosas descabelladas, como la transformación de Gaza en una Riviera, son poco probables. Anexarse a Canadá, por Dios, eso no tiene ni sentido.
Es muy importante el factor subjetivo. Ahora mismo Trump está metido en este lío del fin de la guerra en Ucrania y ha ido muy lejos, en el sentido de que ya está planteada la ruptura con la Unión Europea. Cuando Vance va a Múnich y les dice a los europeos: “La amenaza de ustedes es interna”, ¿qué les está diciendo? “Ustedes tienen que cambiar su sistema y venir para el nuestro”. ¿Y eso lo van a aceptar los europeos? A mí me parece que no.
En cuanto a la situación china. Lo primero es que se trata de un caso excepcional por su envergadura pero también por su proyección política socialista. También por su poca dependencia de otros centros de poder; su grado de influencia en el Sur Global; y su fortaleza en materia militar y de seguridad.
Respecto a Rusia, resulta sorprendente su resiliencia. Saldrá muy fortalecida de la guerra. Así como la ejecutoria muy efectiva de Putin. Tampoco cederá en su alianza con China.
La problemática europea está caracterizada por sus errores estratégicos europeos, en particular, la expansión desaforada hacia el este. Así como haber mantenido la dependencia de la OTAN y Estados Unidos, y no haber priorizado la búsqueda de un arreglo con Rusia.
Finalmente, están los BRICS. Representan todo un mundo nuevo, con la virtud de que varios de sus miembros son líderes del Sur Global. Aunque está en sus inicios, tiene el potencial de incorporar grupos de países con escaso poder que unidos pueden tener influencia, sobre todo si son liberados por una gran potencia (China) y tres potencias medias dentro de ese Sur Global: Brasil, Sudáfrica e India.
Luis Suárez Salazar: Todas las cosas discutidas aquí vamos a tener que seguir discutiéndolas mucho tiempo, porque estamos ante lo que podríamos llamar un blanco móvil. Estamos en un momento que alguien más inteligente que yo definió como: “Lo viejo no ha muerto y lo nuevo no ha terminado de nacer”, o sea, en eso que Gramsci definía como crisis. En un momento de crisis en el orden mundial de la pos-Guerra Fría, como señalaba Schultz. ¿Cuándo empezó esta crisis? Es difícil de establecer. Pero el orden mundial que pretendió imponer Occidente, Estados Unidos, o lo que se llamó en cierto momento la Tríada del Poder Mundial (Estados Unidos-Unión Europea-Japón) no funciona. Esa tríada ya no tiene fuerzas para enfrentar la opción de un mundo no triádico, porque en ese mundo no cabía Rusia, ni China, ni la India, ni otros actores internacionales que aquí se han mencionado.
Nos tenemos que plantear la pregunta, desde aquí y de todas partes: ya que lo viejo está muerto, de qué es lo que queremos que nazca o qué es lo va a nacer. No sabemos, pero tenemos hipótesis, deseos, queremos que ocurran ciertas cosas en el mundo. Desde Cuba, tenemos muchos deseos, por supuesto, de que ocurran nuevas cosas en el mundo que nos permitan vivir “tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, como diría un mexicano.
Se trata de algo que tenemos que seguir discutiendo, en lo que tenemos que seguir trabajando, porque hay mucho en juego, con una implicación enorme para todo el mundo, pues aquí sí estamos en una crisis global. Es en ese sentido que Casals sugería que en algún momento Temas debería organizar una mesa sobre las implicaciones de todo esto para nosotros mismos, que está naciendo pero no sabemos bien qué será, y también las que tiene para América Latina y el Caribe.
Rafael Hernández: Gracias, Luis. Tengo una pregunta de Marta Rosín, que está aquí, pero tiene miedo escénico: “¿Cómo explicar la configuración multipolar en el mercado internacional y el fortalecimiento de las nuevas derechas y ultraderechas en Europa y Latinoamérica? ¿Crisis o triunfo del capitalismo actual?”
María Elena Álvarez: Mientras ustedes hablaban, me han surgido más preguntas que respuestas. Reconfiguración geopolítica, cambios estructurales, transición intersistémica, ¿cuál es la esencia que une a todos esos nombres que le damos a un proceso que vemos ahora en la práctica, pero que ya se había iniciado desde mucho antes? Algunos autores plantean que estamos en un proceso de multipolaridad tripolar, que es una de las más inestables que puede existir. Ya que vemos a Rusia hablando con los Estados Unidos, y también con Xi Jinping.
Mi otra pregunta es cómo impacta eso en el mundo. Ucrania fue un cambio, por lo que hizo Rusia, no por otra cosa. Esa operación militar fue una forma de responder diferente de lo que hasta entonces había hecho Rusia, aunque sí otros países. Entonces, ¿cuál es el papel y lugar de esos actores a nivel regional? ¿En esa tripolaridad, cómo se ven las contradicciones? ¿Qué papel tienen las potencias regionales? Cuando miro el mapa, veo a Rusia hablando con los Estados Unidos, pero también la veo en una alianza estratégica con Irán, y a la vez con China y con Corea del Norte. Eso me hacía acordarme de McKinley: “El que gobierne la isla-mundo gobierna al mundo”. ¿Hasta qué punto la Unión Europea se ha debilitado o no? Esto, hasta cierto punto, lleva a que el sistema capitalista esté en crisis, pues la ultraderecha es la que está llegando. Y ni hablar de Trump.
Las potencias regionales son muy importantes. Irán, Arabia Saudita, por ejemplo, el papel que tienen en el petróleo, las nuevas estructuras que están surgiendo. ¿Qué cosa es la Organización de Cooperación de Shanghái, donde se sienta Irán con Arabia Saudita, que son potencias regionales, que pueden tener un impacto significativo y que todo el mundo quiere llevarse bien con ellos? ¿Qué cosa es el BRICS? ¿Hasta qué punto China juega a las dos manos con la OCS y el BRICS?, ¿Qué peculiaridad tiene el nuevo acercamiento asiático? Se habla de la era asiática, porque China está acabando en África, aunque no ha desarrollado una guerra todavía. Entonces por qué China pudo entrar en América Latina —en América del Sur es el primero o el segundo socio comercial.
Se me acaba el tiempo, pero quiero decir que somos unos privilegiados porque nos tocó una época espectacular, pero también terrible, porque todo esto en el subsuelo lo que tiene es mucha violencia. El que está perdiendo es el que más patalea, en este caso Estados Unidos. Esperemos que Trump no empiece una guerra.
Rafael Hernández: Gracias a todos. Le doy la palabra ahora a Eberhard Schultz y a Hal Klepak para que comenten sobre en qué medida el conflicto entre los Estados Unidos y China es el nuevo eje a nivel global. ¿Resulta comparable al bipolar de la Guerra Fría? ¿Cómo ese nuevo eje, si existe, define alianzas y conflictos?
Eberhard Schultz: No se puede subestimar la importancia que le da Estados Unidos a China en este nuevo conflicto. Quiero ilustrar esto con un episodio breve y significativo: hace más de un año, una integrante del Parlamento alemán por el partido La Izquierda fue invitada a los Estados Unidos, por la Cámara de Representantes, entre varios miembros de partidos políticos y organizaciones internacionales y gubernamentales. El tema oficial del evento de tres días era la relación entre los Estados Unidos y Rusia. El primer día, para sorpresa de muchos invitados, los expertos y representantes de partidos e instituciones políticas estadounidenses hablaron exclusivamente sobre los problemas con China. Cuando al comienzo del segundo día, se presentaron los temas de las presentaciones y nuevamente la discusión fue solo sobre China, la diputada alemana preguntó: ¿por qué la discusión es solo sobre China, cuando el tema de este evento es la relación entre los EE. UU. y Rusia? Los representantes en el podio se miraron, se rieron y, tras un breve intercambio, el orador anunció con expresión seria: "Es cierto, pero nuestro problema ya no es Rusia, sino China". Eso ocurrió en una época en la que Biden todavía era presidente, mucho antes de la nueva era Trump.
Mi relación personal con China en materia política y de derechos humanos también ha sido muy positiva desde los años 1960. Protestamos contra la guerra de Vietnam en el movimiento estudiantil de Berlín Occidental y, desde 1967-68, junto con el movimiento de protesta internacional, comenzamos a admirar la postura de China. Y luego, políticamente, en la disputa entre la Unión Soviética y China en la llamada polémica sobre la línea general, después de una intensa lectura y discusiones con representantes de ambos lados, me puse del lado de China.
Más tarde, no me sorprendió particularmente cuando el presidente de Cuba, después del colapso de la Unión Soviética a principios de los años 1990, anunció públicamente que Cuba socialista no había sido suficientemente incluida por la parte soviética en las conversaciones entre la Unión Soviética y el liderazgo de los Estados Unidos, cuando la supervivencia de Cuba socialista también estaba en juego.
Personalmente, he tenido el placer especial de conocer China no solo a través de estos debates políticos internacionales, sino también en varias visitas durante los últimos veinte años, con mi esposa Azize Tank. Un distrito de Berlín es una ciudad llamada gemela de un distrito de Pekín, con visitas mutuas anuales. No solo conocimos la parte oficial china, que estaba muy interesada en nosotros, sino también a otras personas y también a la alta superioridad técnica de los sistemas de planificación urbana y de transporte chinos.
El hecho de que hace unos años la llamada nueva Ruta de la Seda se extendiera desde China, atravesando Oriente Medio y Europa, hasta Alemania Occidental, no me sorprendió especialmente. Ya había observado en años anteriores que el liderazgo y la ciencia chinos habían impulsado proyectos económicos y sociales en África, pero no de la manera impositiva en que lo hacen los Estados Unidos cuando les dictan a esos países cómo deben actuar y qué deben hacer, a partir de sus relaciones; no para explotar los recursos naturales y obtener prestigio corporativo, sino para organizar intercambios y proyectos de beneficio mutuo junto con los representantes de los estados y pueblos sobre el terreno, e implementarlos en consecuencia.
Sin embargo, casi no se encuentra información al respecto en los medios alemanes, especialmente en los llamados medios de comunicación líderes (mainstream). Por el contrario, según esos medios, el Partido Comunista está convirtiendo a China en una dictadura sobre el pueblo y las minorías nacionales y la está alimentando con nuevos cuentos de las Mil y una noches. Y descubrieron otras minorías que supuestamente estaban oprimidas. Así pues, señalan que un grupo terrorista uigur ha asesinado a cientos de civiles completamente inocentes en ataques terroristas indiscriminados. Contrariamente a la propaganda de los grandes medios de comunicación, los uigures, como grupo cultural, no están en absoluto bajo presión, ni su lengua ni su cultura en general, al contrario: tienen derecho no solo a vivirla, sino que además su lengua se enseña oficialmente en las escuelas.
La verdadera razón de esto: un grupo terrorista de personas a las que no se les condenó a la muerte o la cadena perpetua como en otros países, sino que se intentó trabajar con ellos y lograr exactamente lo que se llama humanización en nuestras democracias occidentales, a diferencia, por ejemplo, de las leyes laborales de China, con las que los sindicatos y los trabajadores de Alemania solo pueden soñar.
Mi amigo y colega por décadas, el Prof. Dr. Wolfgang Däubler, experto en derecho laboral, afiliado a los sindicatos más importantes de Alemania, fue invitado a China, a principios de siglo, para impartir conferencias sobre derecho laboral internacional. Luego trabajó con representantes de asociaciones empresariales chinas, sindicatos, universidades y el Partido Comunista para desarrollar una nueva ley laboral para China. La legislación laboral china no solo es la mejor del mundo en el papel, sino también en la práctica. Däubler lo ilustra con un ejemplo concreto: lo que le sucede a un empresario que viola las regulaciones y atenta contra los derechos de los trabajadores. La primera vez le advierten y la segunda va a la cárcel, algo que en Alemania es prácticamente imposible incluso en casos de infracciones graves.
Para finalizar me gustaría comentar algo que he notado nuevamente durante mis diversos viajes a Cuba, golpeada por el embargo estadounidense en las últimas semanas. Me complace ver que se están dando pasos importantes hacia el suministro de energía solar al país. China es líder mundial en este campo. Y con los coches eléctricos, que tienen un futuro prometedor, otra imagen terrible desaparecería de las calles cubanas. Me refiero a las colas a veces interminables delante de las gasolineras para conseguir unas gotas de gasolina…
Mi conclusión sería que en el establecimiento de este nuevo orden mundial tienen mucho protagonismo estados como China, las nuevas alianzas regionales junto con los países del BRICS y lo que conocemos como el Oriente Medio, sin necesidad de que aspiren a obtener ganancias a partir de todo el proceso que desarrollan por ese nuevo orden mundial.
Hal Klepak: Sobre en qué medida el conflicto de Estados Unidos-China es el nuevo eje, debo decir que, desde mi punto de vista, no lo sabemos todavía. Un eje normalmente representa dos ruedas o dos cosas más o menos similares o por lo menos parecidas, y yo no veo, hasta ahora, que China esté en situación de conformar un eje así. Pero, en la realidad, si el otro lado del eje te considera como tal, existe un eje. En ese sentido, parece que los Estados Unidos consideran a China cada vez más como el otro lado de un eje.
Ahora, ¿es comparable a la situación bipolar de la Guerra Fría? Yo no lo veo así, porque entonces había ejes basados en ideología, economía hasta cierto punto, mucho en lo militar y político y también hay que decir, nuclear. En este del cual hablamos ahora, sí hay competencia económica y hasta cierto punto militar, pero lo político es muy distinto y, claro, no hay un elemento ideológico de ninguna manera.
Eso es un elemento importante para ver las diferencias, pero en lo que tiene que ver con las alianzas y conflictos, habrá un gran peligro de confrontación; excepto que, hasta ahora, y creo que para el futuro también, un conflicto militar en vez de uno meramente político y económico no sería del agrado de ninguno de los dos lados.
Un poco sí es comparable a la Guerra Fría, en el sentido de que los dos son potencias nucleares. Aunque China no lo es en lo convencional, al nivel norteamericano. Pero sí tenemos una situación en que la búsqueda de alianzas será evidente, será importante y siempre habrá otro lado un poco más difícil que en la Guerra Fría. En cuanto a las esferas de influencia, no son tan claras; lo que nos lleva a la pregunta número cinco, que es hasta qué punto podemos hablar todavía de esferas de influencia.
Rafael Hernández: Oriol, ¿qué otros conflictos principales atraviesan el orden global y cuál es su naturaleza? ¿Son de carácter geopolítico? ¿En qué medida repercuten a nivel global?
José Oriol Marrero: Resulta tan importante visibilizar los principales conflictos, como prever el proceso de gestación de nuevos, los “conflictos en vientre”. Entre otros, la competencia estratégica en lugar de la cooperación entre bloques como foco de conflictos; las guerras comerciales como potenciales focos de conflictos militares; la amenaza del avance de la ultraderecha conservadora, el fascismo, el nacionalismo en Europa; los temas biomilitares, los conflictos potenciales en puntos geoestratégicos, y el agotamiento geoestratégico global.
Desde el “Oráculo de Davos” (20-24 de enero de 2025), la presidenta de la Comisión Europea advirtió: “el mundo se fractura”; opera un cambio radical en los asuntos mundiales; el orden mundial imaginado no se ha hecho realidad, ha comenzado una era de dura competencia estratégica. “El mundo ha comenzado a fracturarse a lo largo de nuevas líneas de división. Es importante que encontremos un equilibrio entre la necesidad de salvaguardar nuestra seguridad y la oportunidad de innovar y mejorar nuestra prosperidad. Tendremos que trabajar juntos para evitar una carrera mundial a la baja”.
La concepción aislacionista de ver la seguridad del mundo a través de su propia seguridad, subordinar la política a los intereses del negocio, ha provocado consecuencias también en la historia reciente. Hasta junio de 2024, los Estados Unidos habían aplicado 35 000 sanciones, el 61% de ellas a Rusia. La propuesta estratégica “Excediendo y desequilibrando a Rusia” (2019) también fue escuchada.
En Europa se fortalece la ultraderecha conservadora, el fascismo, el nacionalismo. El llamado Viejo Continente puede ser objeto de un golpe ultraconservador de abajo a arriba (que ya avanza). El golpe principal en este conflicto podría venir a mediano-largo plazo, desde la política. Ni militar, ni económico. La mayor amenaza de una ruptura europea proviene la política y de la injerencia política externa, que apoya la ofensiva ultraconservadora interna.
Los temas biomilitares son capaces de generar situaciones complejas en el mundo; soberanía biológica; terrorismo nuclear; agudo tema migratorio; demográfico; el irrespeto a las tradiciones, lenguas, culturas, civilizaciones, las llamadas fobias de todo signo; el predominio de la tecnología y los intereses sobre la ética.
En los estrechos, pasos, rutas y canales hay conflictos potenciales que esperan. Helena de Troya sigue siendo la misma —no la que cuenta Homero—: los intereses hegemónicos, el control de la navegación de larga distancia. El mensaje publicado por el (entonces aún no) presidente estadounidense sobre el control de un Canal interoceánico en Centroamérica despejó toda duda, e introdujo inquietud. Además, se caldean ciertos conflictos, sobre todo político-militares entre algunos de los 152 Estados ribereños. Es creciente la tensión en torno al Báltico, mar Blanco, el mar de China, mar del Norte, y otros.
Un ejemplo concreto de la fragilidad del asunto es el accidental y relativamente breve atasco, en marzo de 2021, de un solo buque (Ever Given) en el Canal de Suez, que incrementó un 6% el precio del petróleo en el mercado mundial. Quedaron atascados buques con más de 10 millones de barriles de petróleo. El 26% provenía de Rusia. El costo del cargamento ruso atascado en el Canal de Suez se estimó en 160 millones de dólares.
Es de destacar que uno de los asuntos puestos sobre la mesa por el secretario de Estado Marco Rubio, en su reciente visita a América Latina y el Caribe, fue la posibilidad de construir un canal seco alternativo en un país de la región. Por su parte, Turquía ha manifestado más de una vez la intención de construir un canal “turco” paralelo y alternativo a Bósforo y Dardanelos.
Con “agotamiento geoestratégico global” me refiero a que se han agotado —casi extinguido— las regiones geográficas susceptibles de nuevas colonizaciones humanas para explotar los recursos naturales, y se avanza ahora hacia las grandes reservas disponibles: las zonas heladas del planeta (Ártico y Antártida). La conquista en gran escala de “los hielos” tiene poderosas implicaciones para la economía global y la navegación mundial de larga distancia, sobre todo a partir de la apertura y explotación de la Ruta del Mar del Norte (RMN) y del Corredor Norte-Sur. Si no cambia el interés geoestratégico imperial y la actitud de ciertos polos de poder hacia esta realidad continúa siendo de confrontación, el potencial para una trayectoria de colisión de las grandes potencias puede ser elevado.
Rafael Hernández: Hal, ¿cómo las reconfiguraciones geopolíticas afectan las llamadas áreas de influencia regionales de las potencias establecidas? ¿Cómo se manifiesta este efecto en el caso de nuestro hemisferio?
Hal Klepak: Bueno, en un sentido, ya lo tenemos desde 2008 en el contexto ruso, en la doctrina Medvedev, que se aplica evidentemente, no solo en el caso de Georgia y hasta cierto punto podríamos decir en Chechenia, sino también en el contexto de Crimea y después en Ucrania. Es decir, justificado o no, Rusia considera que tiene una esfera de influencia y que dentro de ella, los otros países no tienen automáticamente permiso para entrar en otras alianzas, ni siquiera económicas, para no hablar de políticas y militares, y que tiene el derecho de intervenir para proteger los intereses de rusoparlantes en otros países. Una situación que nos hace pensar, evidentemente, en los años 30 y 40.
En los Estados Unidos tenemos de nuevo la realidad de una doctrina Monroe. Evidentemente, mutatis mutandis, pero una doctrina que casi usa el nombre de nuevo, tanto en Panamá como hacia México, y ahora es la misma doctrina incluyendo a los Estados Unidos. ¿Por qué? Bueno, porque en estas cuestiones de nuevos peligros para los países involucrados, necesariamente se busca un elemento geopolítico favorable a uno mismo, en su zona, para garantizar la seguridad, el acceso a productos estratégicos importantes y, finalmente, control político. Entonces, en ese sentido creo que estamos viendo un refuerzo de la tendencia hacia las zonas de influencia.
El problema probablemente es para China, porque para ella es mucho más difícil; no está rodeada como los Estados Unidos por potencias pequeñas ni como Rusia, que es numéricamente más importante, pero también tiene vecinos débiles. China, por el contrario, tiene a Corea, a Japón, Taiwán, India y tiene a Rusia también. Así que es un contexto en el que la geopolítica juega un papel distinto que para las otras potencias. Eso es lo que diría al respecto y espero que eso ayude al debate. Muchas gracias.
Eberhard Schultz: Respecto a los otros conflictos globales que considero particularmente importantes, trataré sobre todo de mencionar el israelí-palestino y la participación ilegal de Alemania en el genocidio y los procedimientos en curso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya contra Israel y Alemania (!), que afortunadamente son ampliamente conocidos en Cuba.
Me gustaría referirme brevemente al proceso que sigo llevando a cabo en nombre de una estudiante palestina contra importantes medios de comunicación de Alemania, porque los tribunales han dictaminado hasta ahora que, incluso si las acusaciones de apoyo a una organización terrorista son difamatorias y completamente inexactas, esto está sujeto a la llamada libertad de expresión de los medios de comunicación en Alemania. Los derechos fundamentales de los afectados, como la dignidad humana, los derechos personales, la salud, etc., pueden ser atacados por los medios de comunicación porque su libertad pesa más que ellos. Por ello, hemos hecho un llamamiento y solicitado apoyo para adoptar nuevas medidas jurídicas, incluidas denuncias en materia de derechos humanos, en particular ante el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial (ICERD).
Otro conflicto importante de trascendencia mundial es el embargo estadounidense contra Cuba, que viola el derecho internacional y que no es necesario describir en detalle aquí. Nosotros, la Liga Internacional de los Derechos Humanos, también hemos hecho un llamamiento sobre este tema: con esta declaración de la Liga Internacional de los Derechos Humanos, en la que condenamos el embargo norteamericano contra Cuba socialista, que viola el derecho internacional. Denunciamos públicamente la grave violación de los derechos humanos allí expresada. Quisiera presentarlo aquí y adjuntarlo como anexo para su posterior tramitación.
Espero que con estas observaciones haya hecho una contribución actual al debate sobre el importante tema de nuestro panel y estoy deseando que surjan preguntas y se celebre un debate al respecto.
Alberto Coll. Es muy posible que las relaciones internacionales están evolucionando en la dirección de un mundo dominado por la competencia estratégica entre un pequeño número de grandes potencias. En este escenario, como parte de un acuerdo implícito o explicito entre las grandes potencias para mantener un equilibrio estratégico entre ellas, se puede visualizar cómo cada una intentaría ejercer un rol hegemónico en sus respectivas “esferas de influencia.”
Lo vemos en el caso de China, con sus esfuerzos bajo el Presidente Xi Jinping para convertir el Mar del Sur de China - que bajo el derecho internacional constituye aguas internacionales – en aguas territoriales chinas, donde China ejerce su poderío naval para crear arbitrariamente islas artificiales en las cuales establece bases militares, y desde ahí reclama control sobre todos los recursos económicos del Mar (sobre todo, reservas de petróleo y gas) aun contra las enérgicas protestas de países vecinos como Vietnam, Filipinas, y Malasia, que carecen de la capacidad militar para resistir estos esfuerzos.
Lo hemos visto también notablemente con Rusia y los esfuerzos del Presidente Putin de recrear el área de control de la Union Soviética y el antiguo Imperio Ruso, negándole a Ucrania, en su famoso ensayo de 2021, “Sobre la unidad histórica entre los rusos y los ucranianos”, cualquier grado de legitimidad como una entidad nacional con derecho a su propia independencia. Sobre la base de esas ideas, e ignorando al famoso Memorando de Budapest de 1994, donde Rusia formalmente se comprometió a “respetar la soberanía e integridad territorial de Ucrania” - a cambio de Ucrania entregarle todas las armas nucleares que quedaban en su territorio desde la época de la URSS - el presidente ruso lanzó una invasión contra ella en 2022, con el propósito de unirla definitivamente a la “esfera de influencia” rusa.
En el caso de los Estados Unidos, el Presidente Trump demuestra similares tendencias en su pensamiento. Su paradigma parece ser el sistema de relaciones internacionales bajo la presidencia de William McKinley (1897-1901) – autor de la declaración de guerra en 1898 contra España que desató la eventual ocupación militar de Cuba hasta 1902 - aunque Trump, al menos retóricamente, pretende en algunos aspectos ir más allá de donde McKinley fue. En repetidas ocasiones, Trump le ha exigido al inofensivo vecino y fiel aliado en dos guerras mundiales Canadá que se una a los Estados Unidos como el “Quincuagésimo primer Estado”. También ha reclamado que Groenlandia, parte de la corona Danesa (Dinamarca es un aliado de los Estados Unidos dentro de la OTAN), debe ser parte de los Estados Unidos – y esto a pesar de que desde 1951 los Estados Unidos tienen una base militar en la enorme isla.
Argumentando que la empresa china CK Hutchinson controla puertos a ambas entradas del Canal de Panamá, Trump ha declarado que el Canal debe ser “devuelto” a los Estados Unidos, en obvia contravención del tratado de 1977 a través del cual los Estados Unidos acordó entregarle la soberanía sobre el Canal a Panamá, que Panamá lleva ejerciendo desde 1999. Hace unos días, bajo las presiones de Trump y el propio gobierno panameño la CK Hutchison acordó venderle su participación en los puertos panameños a un conglomerado liderado por la poderosa entidad estadounidense BlackRock, suavizando de esta forma las tensiones entre USA y Panamá. Al contrario de China o Rusia, los Estados Unidos no han movilizado fuerzas navales o militares para llevar a cabo estas amenazas regionales de Trump, y es muy poco probable que lo hagan, aunque esto no hace menos alarmante le retórica desmedida y neo-imperialista del mandatario estadounidense.
Interesantemente, Trump no ha mencionado a Cuba como posible objeto de una política estadounidense de “esferas de influencia.” La ausencia de Cuba en la visión de Trump es notable. No sería sorprendente que bajo su administración las sanciones contra Cuba se fortalezcan, como ya ha ocurrido con respecto a la reinserción de Cuba en la “Lista de países que apoyan el terrorismo.” Pero la ausencia de actividades militares rusas o chinas en Cuba, y la difícil crisis económica que atraviesa el país han creado una situación en la que Cuba parece carecer de interés geopolítico para Trump. Tal indiferencia estratégica sugiere la improbabilidad de cualquier futura intervención militar estadounidense en la Isla bajo la administración de Trump.
Rafael Hernández: Muchísimas gracias a todos los que han participado en el panel. Me alegra mucho que se haya suscitado una problemática tan rica y tantas intervenciones, haya tantas personas aquí presentes, y ver a algunas que hace mucho tiempo no venían a los debates de la revista Temas.
Para cerrar, solo quiero apuntar que, a lo largo de la Guerra fría, a la Unión Soviética la representaban como un oso en los libros de caricaturas, y a Rusia la siguen representando como un oso; la China de Mao era un dragón, mientras que la China de Xi, tan diferente en tantas cosas, también es un dragón. De cierta forma es como si Rusia siguiera siendo la Unión Soviética y esta China fuera aquella China. Cosa que no es de ninguna manera, y si se trata de pensarla desde el sur, menos todavía. Esa asunción pudiera requerir una revisión de la distancia que estamos tomando del hecho. Si preguntáramos: ¿tenemos en Cuba una relación con China o con Rusia como la que teníamos con la Unión Soviética y con aquella China? Seguramente la respuesta fuera: “Claro que no”. Pero cuando avanzamos en juzgar la conducta de esta China y de esta Rusia inconscientemente, insensiblemente, se empiezan a ver elementos de juicio y atribuciones como las que se asocian con la presencia en nuestra memoria y en la memoria de muchos, para mal o para bien, de esa Unión Soviética y de aquella China.
Naturalmente, la respuesta a la pregunta suscitada aquí varias veces de “qué va a pasar con nosotros” lo primero sería tener claro que no estamos en aquel sino en este momento, y aunque sea muy obvio que las relaciones no son las mismas, podemos caer en la tentación de tener expectativas similares. Por consiguiente, es muy importante que, para poder abordar en un debate futuro cuál es la circunstancia geopolítica que incide sobre nosotros, entendamos de qué se trata, en primer lugar, esta dinámica global, la emergencia de nuevos centros de poder, de nuevos problemas, que no son exactamente los que estaban ahí, y que son las circunstancias en las cuales nosotros, quiero decir Cuba y América Latina, nos movemos.
Quiero darles las gracias a ustedes porque, a pesar de las dificultades que hemos tenido de conexión —eso forma parte también de la circunstancia en la que estamos—, por la disposición y la buena voluntad de los panelistas nos hemos enriquecido con sus reflexiones. Gracias a ellos, y a ustedes por estar aquí, y ojalá que nos vamos a volver a ver a finales del próximo mes para otro debate de Último Jueves.
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