lunes, 02-12-2024
¿Cuán eficaz es el trabajo social? Pobreza, marginalidad y desigualdad
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* Panel realizado en la sede de la revista Temas, el 31 de octubre de 2024.
Panelistas:
Belkis Delgado. Máster en Seguridad Social. Directora de prevención social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS).
Rita Machín. Máster en Trabajo Social. Subdirectora de prevención social del MTSS.
Teresa Muñoz. Profesora. Departamento de Sociología. Facultad de Filosofía e Historia. Universidad de La Habana.
Francisco (Paquito) Rodríguez. Periodista. Delegado del Poder Popular en Cojímar, La Habana.
Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.
Rafael Hernández: Esta no es la primera vez que abordamos la problemática de cuán eficaz es el trabajo social. A lo largo de muchos años y números de la revista hemos publicado textos referidos a este tema, y textos, estudios, análisis de los problemas concomitantes, en particular la desigualdad, la pobreza, la marginalidad.
Tenemos un panel muy capaz. Quiero agradecerle al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social por la participación no de una sino de dos de sus especialistas. Lo más difícil en estos paneles es contar con compañeros o compañeras de los organismos involucrados, y que ellas estén con nosotros es un privilegio. Tenemos también a una socióloga, profesora de la UH, y un conocido periodista que esta vez viene en calidad de delegado de una circunscripción del Poder Popular. Además, hemos invitado a que estén presentes en el público, o se conecten a nuestra red, personas que han escrito textos acerca de la problemática del trabajo social o que han tomado parte en los debates que hemos hecho sobre este tema, lo que seguramente enriquecerá los resultados.
El Programa de Trabajadores Sociales, creado hace veinticuatro años, se planteaba actuar sobre las causas que condicionan las desigualdades y las fuentes de malestar —estoy citando casi textualmente documentos de ese programa—; movilizar recursos humanos e institucionales para la satisfacción de necesidades y el bienestar de la población; promover educación social a individuos y grupos, como sujetos de autotransformación; contribuir a la implementación de las políticas y servicios sociales, y al desarrollo comunitario, articulado con las estrategias de desarrollo local.
Aquel programa identificaba problemas de vulnerabilidad, utilizaba ese concepto en familias afectadas por reducción de empleos y subsidios, por aumento de las indisciplinas sociales y los delitos, la situación de los adultos mayores y otros grupos con bajos ingresos, dificultades relacionadas con el estado de la vivienda, etcétera; o sea, la agenda de problemas, de cuestiones asociadas con el contenido del trabajo social era un verdadero desafío, y obviamente lo sigue siendo.
A partir de esa perspectiva, y viendo que no estamos empezando, sino que hace veinticuatro años que empezamos, y sabiendo que estamos en otro momento diferente al del año 2000, la primera pregunta al panel es la siguiente: casi veinticinco años después del inicio de los programas de trabajo social que, por supuesto, no fue el primero en Cuba sino el de la etapa más reciente, ¿en qué medida enfrentan problemas y causas similares a las del año 2000? ¿Qué nuevas circunstancias y causas han surgido?
Teresa Muñoz: Muchas gracias a la revista Temas por esta invitación, además de felicitarla por haber programado este tema que es de las cosas que yo he estudiado siempre y lo que más me gusta, y lo que considero un elemento indispensable para el país.
Tenemos que pensar el trabajo social para Cuba; pero también tenemos que pensar Cuba desde los escenarios actuales con toda la objetividad, el sentimiento y el corazón que lleva trabajar por el difícil perfeccionamiento de la sociedad nuestra; eso, para mí, es una premisa imprescindible. Como trabajo la teoría social, me resulta sumamente importante profundizar en la formación de conceptos alrededor de qué cosa es el trabajo social para Cuba.
Me llamó mucho la atención que formularan esa pregunta y, con todo respeto, pensé: qué instrumental es. No es que yo deseche lo instrumental, pero creo que el trabajo social está bastante afectado por la instrumentalidad. Ese es un primer señalamiento que quiero hacer, porque creo que eso refleja la concepción tradicional que se tiene del trabajo social, y con la que constantemente estamos chocando, posturas tradicionales que fragmentan la idea de la profesión, que lo han sectorializado, por razones históricas, que han hecho que haya un practicismo extremo en el trabajo social, una confusión entre este y el trabajo comunitario. Yo defiendo la necesidad de la profesionalización y la de una formación científica en trabajo social.
Desde el Programa llegamos a tener —me rectificarán las compañeras del Ministerio de Trabajo si me equivoco— cuarenta y ocho mil trabajadores sociales formados. Bueno, en realidad más bien eran promotores sociales, y ahí empieza el primer problema; eran jóvenes que en aquel momento estaban desvinculados del estudio o el trabajo, y se les dieron herramientas básicas para lanzarse a hacer una labor que respeto muchísimo; puede haber tenido las dificultades que tuvo, pero situó al trabajo social en las comunidades con una pertinencia extraordinaria en la crisis de los 90.
Creo que factores exógenos y endógenos de la sociedad cubana actual nos están diciendo que este es un escenario parecido al de los 90, pero mucho más complejo, a mi entender, porque han aparecido nuevos fenómenos en el contexto social: hubo una pandemia, hay una crisis civilizatoria a nivel global que incide sobre nosotros; hay un bloqueo recrudecido; y hay muchos problemas internos que se agravan, que tienen que ver con la situación demográfica, con la economía, con los valores, etc. Por tanto, estamos en una crisis de naturaleza diferente, y en algunas ocasiones más profunda, de la que vivimos en los 90. Esa es una de mis aseveraciones al respecto; es decir, las pautas y quienes enfrentan el trabajo social son similares al año 2000, pero hay un cambio generacional, cultural, que se está produciendo en la sociedad cubana actual, en una lucha ideológica que muchas veces no se identifica, pero que desde el punto de vista del pensamiento creo que está muy presente, que vive con nosotros y no lo identificamos en nuestra familia, en nuestros espacios cotidianos, donde mayor influencia podemos tener. Hay desinterés, hay inercia.
La crisis de los 90 nos dejó, como siempre digo, colgados de la brocha cuando se llevan la escalera, porque económicamente dependíamos del campo socialista, pero hoy por hoy, estamos hablando de un cambio, que no es solo nuestro como país, pero también tenemos una cuestión social que tiene que ver con dificultades propias, y la necesidad del trabajo social estará presente mientras esa cuestión social sea un problema central.
Por tanto, el énfasis en las situaciones de vulnerabilidad y el aumento de los presupuestos de la asistencia, que a veces pasan inadvertidos para la media de la población, es un esfuerzo muy necesario y muy loable que hace el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y otras instituciones, y el Estado en general, pero resultan insuficientes para la situación compleja que tiene la sociedad cubana hoy. Eso nos ha llevado a tener hasta un decreto para atender situaciones de vulnerabilidad, sin embargo, yo nunca reduciría el trabajo social solo a la atención de vulnerabilidades. Para mí, el trabajo social es algo más amplio.
Rafael Hernández: Esa es la segunda pregunta.
Paquito Rodríguez: Es una gran responsabilidad estar entre personas que profesionalmente se dedican a este tema. La profe hablaba de la diferencia entre el trabajo social y el comunitario. Le pido que después me lo explique porque no estoy muy claro en esos temas conceptuales.
Solo puedo trasmitir la experiencia que tengo como delegado de una circunscripción, y también, no menos importante, en la vicepresidencia de la UPEC para atención al periodista, que también es un sector casi vulnerable que tenemos a nivel social. Por tanto, estoy de alguna manera sensibilizado con estos asuntos.
Se pregunta qué nuevas circunstancias existen ahora. Yo listé algunas y las voy a comentar brevemente. Creo que una de las principales es el mayor contraste de desigualdades económicas y sociales en relación con las de hace veinte años; o sea, ahora somos menos iguales y hay menos equidad, hay personas con muchos recursos y otras con muy pocos, lo cual no era la situación social unas décadas atrás.
Hay una que nombré —no es un término técnico, pero sí humano— agravamiento de las soledades. Pienso que hay mucha gente sola en Cuba en estos momentos, incluso personas acompañadas que se sienten solas, pero también mucha gente físicamente solas porque sus hijos, hijas, nietos, nietas, han emigrado, y también jóvenes que están viviendo solos porque sus padres no están. Esta es una situación que no teníamos hace veinte años.
Otra es el agravamiento de las crisis en los servicios básicos; estamos en el medio de una circunstancia que retrata muy bien eso, los problemas que se están presentando por las causas que conocemos: objetivas, del bloqueo y de todas las ineficiencias también. Tenemos crisis con la electricidad, con el agua, con el transporte, con la canasta familiar normada; todo eso aumenta exponencialmente la cantidad de personas que se pueden ver en dificultades y llegar a necesitar una ayuda desde el resto de la sociedad.
También tengo listada la intensificación de problemas emergentes como las adicciones a las drogas, que no teníamos hace veinte años, en nuestros barrios y comunidades, que se va convirtiendo en un serio problema social que atender y solucionar.
Y, por último, se comenta muchas veces, aunque quizás es solo una percepción, que hay más violencia, más situaciones de marginalidad y más pobreza en nuestra sociedad.
En relación con el momento en que surgieron los trabajadores sociales, creo que esas condiciones ponen en una situación mucho más compleja el trabajo de estos profesionales en la actualidad.
Yo veo al menos dos cosas positivas. Una: mayor conciencia social sobre las vulnerabilidades. La gente habla más de eso, se discute más; es que saltan a la vista; por ejemplo, cualquiera que camine por la calle Monte una mañana debe tener convicciones muy sólidas para no perder la fe. Así hay muchos espacios en la sociedad cubana donde a uno se le remueve la conciencia y los sentimientos, por las situaciones tan crudas que puede apreciar; pero por lo menos ya la gente es consciente de eso. Dos: la diversificación de los sujetos que intervienen en el trabajo social o en el comunitario. No sé, profe Teresa, pero veo mucha gente tratando de hacer cosas, no son solo los trabajadores sociales a nivel estatal, sino muchas organizaciones incluso espontáneas, redes comunitarias que se han armado por familiares, por amistades, incluso iniciativas juveniles en estos temas. Creo que eso tampoco lo teníamos así hace veinte años.
Rita Machín: Muy agradecida de estar acá, sobre todo con la profe Teresita, que desde el inicio del Programa de Trabajadores Sociales, del cual soy fundadora, nos estuvo acompañando. Coincido con lo que aquí se ha comentado sobre que tenemos problemas similares a cuando se inició el Programa. Los objetivos siguen siendo los mismos, o sea, identificar causas y condiciones, movilizar recursos, evaluar la implementación de las políticas, de los servicios. También coincido en que cada una de las situaciones de aquel momento hoy está mucho más complicada, y hay una brecha mucho más amplia en el tema de las desigualdades. Pero voy a hablar en positivo de otras circunstancias que creo que hoy son diferentes a lo que teníamos en el año 2000, y que pueden estar ayudando a que el trabajo social que hoy hagamos sea mucho más efectivo.
Primero, estamos mucho más apegados a la academia, a poder decir qué trabajo social hace falta para Cuba, y en función de eso se trabaja desde el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
En segundo lugar, hoy el país tiene mayor robustez en cuanto a las normas jurídicas que se han diseñado no para el trabajo social en específico, pero que le pueden servir de apoyatura para un mejor y mucho más eficaz desempeño; dígase la política de la niñez y las juventudes, el Código de las Familias, y otras. El país ha transitado por ese proceso de organizar y ordenar sus normas jurídicas, y de diseñar y dar la posibilidad a los territorios de que diseñen políticas públicas más atemperadas a los problemas sociales que allí se susciten. Otra cosa que hemos logrado después de veinticinco años es tener una Licenciatura en trabajo social, que se reconozca y que los trabajadores sociales lleguen a ser profesionales, ya no esos primeros cuarenta y ocho mil que llegamos a tener, sino que cada uno sea, y en eso se ha estado trabajando, egresado de un curso técnico superior en trabajo social o de la Licenciatura, que lo va a poner en mejores condiciones para que la labor que realice tenga mayor eficacia y eficiencia. Creo que son circunstancias que diferencian lo que tenemos de lo que teníamos.
Rafael Hernández: La segunda pregunta encadena con el tema de la vulnerabilidad. Oímos hablar más de ese término que de desigualdad, y más de desigualdad y de vulnerabilidad que de pobreza. Documentos fundamentales de la política cubana no usan este último término; los hay que sí refieren vulnerabilidad y desigualdad, pero eso no resuelve la cuestión misma de la pobreza, que definitivamente es algo más que lo que puede aparecer en el espectro de problemas a los cuales se hace referencia cuando se habla de grupos vulnerables. Esa es la segunda pregunta: ¿hasta qué punto la vulnerabilidad sintetiza todos esos problemas?, ¿puede la protección de los grupos vulnerables integrarlos a todos, y si es así, en qué medida, si el objetivo del trabajo social va mucho más allá y tiene que ver con atacar las raíces de la desigualdad, de la pobreza, de la marginalidad?
Teresa Muñoz: El concepto de pobreza, el de vulnerabilidad, de grupos vulnerables, y el de situación de vulnerabilidad —que es el último con que está trabajando el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social— son conceptos que refieren condiciones que duelen mucho a la política cubana, porque es algo muy triste. Si yo, como profesora, muestro la historia de larga duración, podemos ver que alcanzamos algunos espacios de bienestar social y muchos elementos de igualdad hasta la década de los 80, pero después eso empezó a declinar y, como bien plantean los compañeros, se puede hacer un listado de problemas sociales, que son objetivos, y otros de carácter subjetivo, que tienen que ver con lo simbólico, y que en determinados momentos pueden afectar más que no tener pollo en la casa. También se relaciona con la socialización y con los espacios en que nos socializamos, afectados porque aparece eso a lo que yo le tengo mucho temor, que es la inercia, el desinterés. Se prioriza lo individual por encima del proyecto colectivo, que se va desdibujando en muchos espacios. El Estado y las organizaciones de masas tratan de hacer algo en ese sentido, pero es un trabajo arduo.
En cuanto a la pobreza, es un concepto que, efectivamente, no se usa. Creo que se tiene un poco de temor a hablar de ella, pero existe en Cuba, ya lo decía Paquito. Para conformar la idea de situación de vulnerabilidad como concepto —que salió en el Decreto del Ministerio de Trabajo— tuvimos muchos debates y discusiones acerca de incluir la palabra pobreza, y al final no quedó así. La academia era un poco más radical en lo que estaba planteando, porque en Cuba se han hecho estudios, pero oír hablar de pobreza incomoda a muchos oídos. A nosotros, los cubanos, nos es muy triste hablar de pobreza y hemos ido construyendo términos de aproximación, le hemos dado otro nombre. Esa es la explicación que yo me doy.
A veces bajamos los brazos y aceptamos las cosas como son, pero igual tampoco me preocupan mucho la teorización y la conceptualización, porque ahora uno advierte, cuando visita los diferentes espacios, que muchas personas están pensando que realmente las condiciones que tienen muchos grupos sociales son críticas, las migraciones mismas, la soledad que decía Paquito, etc. Sabemos que ese concepto de vulnerabilidad o pobreza es multidimensional, y lo que puede ser para una persona no lo es para otra.
Creo que la protección y la asistencia es lo que más hacemos desde el punto de vista de la atención, se dedican recursos, los presupuestos van creciendo, ¿pero vamos a seguir asistiendo de por vida? Tenemos que producir un cambio, una transformación, los individuos deben ser conscientes, hay que educar, y el trabajador social no puede hacer eso solo, debe tener alianzas que le permitan realmente poder trabajar con los grupos vulnerables. Podríamos hacer otro análisis de estos, si utilizamos otras determinantes sociales. Creo que está muy bien que el Estado seleccione aquellos que tienen una peor situación para ayudarlos, pero a veces, por el afán tradicional de asistenciar, de proteger, de acompañar —que es una vocación de la Revolución, y era una vocación de Fidel—, no sabemos darles instrumentos para el cambio, y entonces puede pasar que ese asistenciado, ese protegido, se molesta si las cosas no son como él espera, y hasta se vuelve contra el que le está tendiendo la mano. Eso se ve mucho en el resultado de los programas sociales en las comunidades, como dice Paquito. Hay alianzas y contradicciones entre el papel de la profesión y el de los profesionales, que actúan con miles de dificultades. Yo me quito el sombrero ante el trabajo que hacen los trabajadores sociales en las comunidades cubanas, pero indiscutiblemente pensamos soluciones que no tienen los resultados que debían tener, y entonces se está reproduciendo un tipo de enganche al sistema que no satisface todas las necesidades, pero se puede construir.
Belkis Delgado: Agradecidísima también por estar aquí. Quiero usar las propias palabras de Teresa, para desde el MTSS poder aclarar un poco de qué está hablando ella cuando se refiere a la conceptualización que le dimos a la vulnerabilidad, también hablando de pobreza, y el trabajo que nosotros pasamos para llegar a una conclusión científica. Este es un acuerdo del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, nosotros hemos hablado de las personas que requieren protección, de las de menos ingresos, de las que tenía que ayudar la asistencia social, y para eso siempre el Ministerio tuvo sus direcciones de trabajo, y también estaba el Programa de Trabajadores Sociales, que los identificaba. Entonces, la protección era desde aquí. Yo también tengo criterios en relación con la atención, la protección y el asistencialismo.
Pero para que pueda ayudar en algo quiero hablar de lo que nosotros pudimos definir científicamente como una situación de vulnerabilidad. No estamos hablando de pobreza, sino de vulnerabilidad, y «situación» quiere decir que es un período, no una condición, no es la vida entera, como se refería la profesora. La situación de vulnerabilidad social es aquella que limita o dificulta la capacidad de una persona, familia, hogar, grupo, comunidad, en interés de anticipar, lidiar, resistir y recuperarse del efecto de una amenaza que puede ser natural. Por ejemplo, puede ser un ciclón, esa es una amenaza; alguien tenía todo, o más o menos todo lo que necesitaba y el huracán arrasó con todo, el techo de su casa y todo lo demás. Esto es un desastre natural, pero puede pasar en cuanto a la salud, puede estar todo el mundo sano en una familia y de pronto la persona que ingresaba el dinero en la casa enfermó, y cambó la dinámica de ese núcleo familiar, y lo hace vulnerable, pone a la familia en una circunstancia de vulnerabilidad, que, repito, no tiene que ser para siempre.
El concepto habla de las oportunidades disponibles en cada territorio, porque no son las mismas situaciones, ni las mismas problemáticas las que tengan todos; habla de qué podemos hacer en cada uno para desarrollar el trabajo social, que no necesariamente tienen que ser las mismas medidas en, por ejemplo, La Habana y en Guantánamo. Hay que ajustarse a eso para poder sobrepasar las situaciones de vulnerabilidad en distintos ámbitos socioeconómicos y en redes de relaciones para garantizar su subsistencia, calidad de vida, bienestar o impedir su deterioro.
Cada vez que hablamos de esto en algún espacio donde, precisamente, quizás estamos entrenando a los propios profesionales, trabajadores sociales, para que entiendan esto y vean qué relación tiene con sus funciones, decimos que, en una misma circunstancia, dos familias podrían reaccionar o tener una solución diferente al mismo problema; por eso estamos hablando de la resiliencia de las personas, de las familias, de los hogares, para resolver un problema que puede ser el mismo. Quizás en Guantánamo se le cayó la casa a alguien, y este tuvo herramientas para resolver ese problema, y le dijeron que solicitara el subsidio, llevara los datos de su centro de trabajo, y le facilitaron los materiales; lo ayudó el vecino, buscó un camión, llevó a sus compañeros de trabajo, y al final resolvió el problema, y a otra familia, por el contrario, tenemos que acompañarla porque la herramienta para resolver ese problema no es la misma, o no la tiene, eso significa estar en una situación de vulnerabilidad, que siempre asociamos con lo económico, y no necesariamente lo sea para una familia, un grupo, una comunidad. Las situaciones de violencia en una familia son una vulnerabilidad, no puede funcionar bien si está afectando a uno o más de sus miembros, y puede o no tener relación con problemas económicos. Hay personas que tienen mucho dinero y consumen drogas; eso también es un problema social que genera vulnerabilidad en la familia y no tiene que ver con lo económico.
Estamos de acuerdo en que hemos ganado con que esos muchachos se hagan profesionales del trabajo social, porque es lo que nos hace falta, como actores principales que son. Sin embargo, no son los únicos. Coincido con Teresita en que la prevención está dispuesta desde arriba hasta abajo para que participen muchos actores de muchos organismos; no es responsabilidad única de un muchacho en una comunidad resolver problemas, ni es el trabajador social el que identifica, que es por donde se lo está viendo. Esa no es la función principal de un trabajador social aunque es parte de su responsabilidad, identificar el problema, trasladar, gestionar, ayudar, acompañar, pero ese no es su más importante trabajo. Lo que he aprendido de trabajo social ha sido con ellos; pero creo que lo más importante es saber transformar, que cambie la situación que generó una situación de vulnerabilidad en una familia o en una comunidad, y cómo se cambia eso.
Hemos tenido resultados. No venimos aquí a exponerlos desde una institución, pero sí los hemos tenido, y los principales han estado basados en incorporar a la gente a la vida económica y laboral del país, porque en casi todos estos núcleos como denominador común tenemos personas desvinculadas del estudio y del trabajo, y eso genera vulnerabilidad. El muchachito que no estudia y está por ahí en cualquier otra cosa, los padres que no trabajan y por supuesto no hay ingresos, aunque sean bajos para todos los que trabajamos, entonces buscan el dinero de otra manera; o sea, la vinculación a la vida social y económica del país es importante para que la gente supere situaciones de vulnerabilidad.
Desde ese concepto es que hemos ido trabajando, y tengo que decir que hemos ido creciendo, primero fue el Programa, después se integró a las direcciones de trabajo que no sabían exactamente cómo se manejaba esto, y hemos ido progresando en la capacitación y en los resultados, y tenemos trabajadores sociales en las comunidades, en grupos de trabajo a nivel de Consejo Popular, ahí es donde se resuelven los problemas, no en el nivel nacional ni en el provincial, es ahí donde están los actores, donde está un médico, un director de escuela, esos son los del grupo de prevención, los que pueden decir y no halar cada cual para su lado, que la integralidad, la intersectorialidad son muy importantes para resolver estos problemas sociales. La intersectorialidad no es solo el trabajador social, ni es solo el maestro, ni el problema de salud es únicamente del médico; se trata de, entre todos, poder transformar la realidad de las personas, cambiarle el proyecto de vida a la gente. Es el criterio que tengo.
Rita Machín: No tengo mucho que aportar a lo que se ha dicho, coincido con prácticamente todo; pero igual me gustaría recalcar que los problemas señalados se sintetizan en esa multidimensionalidad que tienen las situaciones de vulnerabilidad, que pueden ser económicas, de hábitat, sociales, educativas, de salud, y que, por supuesto, al ser multicausal, la atención tiene que ser multifactorial, por lo tanto, a veces se cree que la protección de los grupos vulnerables puede integrar todos los objetivos, yo creo que no, que tiene que necesariamente tiene que haber una articulación, un fortalecimiento del tejido comunitario, un empoderamiento de las familias y de las personas para que se involucren también en la búsqueda de las soluciones; tiene que haber una participación colectiva para que los problemas que hoy tenemos en la sociedad, se puedan solucionar; no basta con que exista un trabajador social en una comunidad, tiene que estar articulado con todos los que de alguna manera tienen responsabilidad en la atención a las problemáticas en cada uno de los lugares. Por lo tanto, hay que perfeccionar todos los mecanismos que tenemos para identificar, focalizar, atender cada una de las situaciones, que cada cual pueda hacer lo que le toca hacer, y podamos también empoderar a las familias para que se involucren positivamente.
Rafael Hernández: El panel ha empezado a contestar la tercera pregunta, que es qué problemas afronta hoy el trabajo social, cuáles son sus principales déficits hoy. Antes de darle la palabra al panel para que profundicen en algunos de esos problemas, más allá de lo que se ha dicho hasta ahora, le voy a dar la palabra al público asistente.
Antes, les voy a decir lo que sesenta y dos personas que fueron encuestadas mediante las redes sociales respondieron acerca de la siguiente pregunta: La eficacia de los programas dirigidos a enfrentar problemas sociales, los grupos vulnerables, la desigualdad, la pobreza, la marginalidad, depende de políticas. ¿Por cuál nivel deben decidirse esas políticas? ¿por el local, por el central, o por ambos de manera equitativa, o por uno de los dos encima del otro? De acuerdo con esa encuesta, 40% eligió ambas instancias, pero hay una que debe predominar, y la que viene detrás es principalmente por los municipios y las comunidades, lo cual no excluye de ninguna manera el nivel central, pero a la pregunta, ¿principalmente a nivel central por los organismos responsables de estas políticas?, menos de 9% cree que a ese nivel le toca resolver el problema. Quizás están contestando no si le toca sino si lo hace, pero es solo mi especulación en la lectura de una encuesta, que siempre está sujeta a como uno la lea. Quería darles esa información antes de que empezaran a hacer las preguntas.
Gisela Arandia Covarrubias: Periodista, después estudié filosofía, hice trabajo comunitario, etcétera. Feliz de ver a Teresita, a Paquito, a otros compañeros aquí. Lo primero que quiero decir es que veo conceptualmente que hay una falla en la mirada de las ciencias sociales, esto lo he dicho en la UNEAC en eventos determinados, lo dije en un evento en que estuvo el compañero Aja, que me dijo que no era así. La ciencia resolvió la vida de muchos cubanos durante la pandemia, por lo que la mayoría estamos muy agradecidos, quizás ya no estuviéramos aquí si no hubiera existido la vacuna; pero no hay una mirada similar a las ciencias sociales que trate de enriquecer este trabajo. Esta no es una crítica, reconozco que las instituciones están haciendo el máximo, pero no hay la articulación adecuada entre los diferentes niveles, porque uno hace una cosa, el otro hace otra, y ese ni siquiera sabe lo que está haciendo el otro. Mi idea es que ha habido una historia muy dolorosa de frustración.
Cuando triunfó la Revolución, pensamos que íbamos a ser los primeros del mundo, que íbamos a ser lo más importante en esto, en aquello, en la ciencia, en el deporte, en la música, y cuando llegaron los 90 vimos que eso no era posible, y cuando llegó el 2000 peor, pero esos temas no se han aclarado, no se hablan, no hay un discurso político donde esté lo que decía Paquito, lo sentimental, donde los medios intenten hablar como personas, no como políticos solamente.
Creo que hay un cambio de paradigma, un cambio de siglo, somos criaturas privilegiadas, porque la gente normalmente muere en el mismo siglo que nace, nosotros seguimos vivos, hemos vivido en el siglo xx y estamos en el siglo xxi, lo cual implica geopolíticamente, astronómicamente, etcétera, que si hay una masa oscura que mueve el planeta, en todos los lugares llueve, en todos los lugares hay ciclón, entonces quiere decir que está pasando algo diferente, aquí estará bien la pregunta, ¿estamos preparados para eso diferente? Yo creo que no.
Hubo un momento en la historia de la Revolución en los años 80 —yo estaba cubriendo ese evento como periodista—, en que se planteó incorporar a los jóvenes, a las personas negras, a las mujeres, y no se cumplió. Para mí fue un momento inolvidable porque todo el mundo me dijo: «Coño, negra, te salvaste», negra, mujer, más o menos joven todavía en ese momento; pero eso no se cumplió, ¿cuál ha sido el costo de que los jóvenes no se incorporaran en ese momento? Ha sido cuantioso, y esto es una teoría de alguien que he querido mucho, Juan Valdés Paz —que esté donde merecía que estuviera—, porque no hubo una transición, lo que se llama en el deporte pasar el batón, del grupo que viene corriendo al otro. No se hizo esto, creo que se usan nombres que no son, y creo que los medios tienen que desempeñar otro papel, tiene que haber un discurso de los medios a personas, tiene que haber algo más amoroso, algo bonito, porque la gente ha perdido la fe, no porque quiso, no por la Revolución, la ha perdido porque en todo el planeta la gente está perdiendo la fe, y esas cosas hay que explicárselas a las personas. Mucha gente dice: «A mí no me importa lo que esté pasando en otro lugar». Perdón, te tiene que importar porque nosotros somos parte del planeta.
Rodolfo Rensoli: Ante todo, gracias a la revista Temas, por tenerme en cuenta nuevamente en un tema que he trabajado desde la comunidad. Fui promotor, empecé en Cojímar, justamente, y ahí observaba que en la reunión de prevención todos los actores que actuaban directamente con la comunidad intervenían en casos específicos, sociales, pero no había una coherencia del discurso de cada cual, no hay un entrenamiento desde la sociología, como lo recibimos nosotros, por ejemplo, en la carrera de conservación del patrimonio, sobre todo los que somos de la especialidad urbana, porque a veces tenemos que intervenir inmuebles y hay que tener una relación dialógica. Lo que decía Gisela es verdad, ahí pasaba lo mismo, el deporte por un lado, la cultura por el otro, y entonces era como una especie de concejillo.
Tampoco está la sociología como centro de esa acción, no sé si me explico. Falta un entrenamiento básico en esa ciencia, que es fundamental. Coincido con lo que dijo la compañera que habló también de instrumentar que la gente se empodere. Eso es parte de la filosofía budista, no es darle pescado al que tiene hambre, sino enseñarle a pescar. Cuando se menciona el empoderamiento la gente piensa solo en lo material; pero existen muchas formas de empoderarse que hacen que la persona vaya saliendo del margen. También de eso se infiere un conocimiento de nuevas manifestaciones en la sociedad. Ocurre mucho en la cultura y a veces en las escuelas. Quien trabaja para la comunidad tiene que estar preparado de alguna manera una vez que la comunidad lo escoge para identificar problemas que se producen en el tiempo que se está viviendo.
En cultura existe el diagnóstico sociocultural y a veces, desafortunadamente, quien va a dirigir, sobre todo cuando llega a un contexto muy diferente al que conoce, acaba con él. Me parece que en el tema sociológico no existe eso. En las comunidades debe existir algo equivalente a un diagnóstico, que ayuda por lo menos a saber cómo son las características del océano donde estamos navegando.
Rita Morúa: Este tema me fascina desde pequeña, no con posterioridad a que me hice médico. Creo que el trabajo social comienza dentro de la familia, no vamos a decir solo por qué la escuela no funcionó, la responsabilidad social se busca íntegra, aunque esta pueda ser mayor en un sector, porque hablamos de igualdad, pero dentro de las igualdades están las diferencias. Por la tradición paternalista que hemos tenido los cubanos, tratamos de buscar siempre un responsable de algo, y realmente todos somos un poco responsables.
Hablamos de pobreza, de desigualdades, pero como expresó el PNUD, somos un país rico con cierto grado de pobreza, y un país pobre con cierto grado de riqueza, y muchas veces no lo sabemos aprovechar, lo sustituimos por cosas banales porque como alguien dijo, que no puedo de momento recordar, en las crisis sale lo más negativo de las personas, y olvidamos esto dentro de una crisis social que incluye todo lo que pudiera ser familiar, lo que pudiera ser social, pero que también es económica.
Alguien también dijo que la economía muchas veces nos ahoga, y en ese ahogamiento no buscamos los mecanismos para poder respirar, cómo podemos respirar. Lo que sucede ahora puede, dialécticamente, cambiar, renovarse, pero nunca dejamos de ser nosotros mismos por mucho que cambiemos. Entonces, lo ideal es que veamos las fortalezas que nos pueden llevar a superar ciertos límites, y no hacer una depresión colectiva. A donde quiera que voy, y a veces lo hago desde el punto de vista social, aunque soy médico, percibo cómo se va creando como una histeria colectiva, una depresión colectiva, y nos perdemos en ese pequeño riachuelo. Las ONG en este momento tienen mucha más importancia que lo que pudiera realizar el gobierno, porque este tiene sus armas desde el punto de vista económico, aunque pudiera tener otras estrategias; pero la solución está en buscarla en nosotros mismos y saber realmente lo que nos puede pertenecer.
Y para terminar, a veces se propone integrar de forma escalonada, pero la integración debe ser horizontal, y encontrar la solución más cercana. Sin embargo, esa horizontalidad se piensa solo «a nivel de la comunidad», y tenemos que tener cuidado en estos tiempos con los facilismos, los oportunismos, y las personas que, por así decirlo, se cambian el rostro. Hay que hacer como hace el trabajo social, viendo lo que es relevantemente positivo o negativo y cómo se le da solución puerta a puerta.
Silvia Martínez: Soy profesora consultante de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Creo que los temas que se tratan en Último Jueves, y en los veinte años de la revista Temas son sitios de aprendizaje y de encuentros, y en este caso para el trabajo social, la sociología, y las ciencias sociales el tema de hoy es fundamental. Yo he aprendido muchísimo sobre cosas que hemos hecho durante todo este tiempo de una manera tan dispersa y separada en muchas ocasiones, que a veces no nos conocemos.
El médico familiar tenía como modelo, como base, ser un agente de cambio social, esa es la base del médico que está en el consultorio, porque para eso tiene la autoridad, el poder y el reconocimiento público. ¿Los usó?, no los usó. ¿Se hizo?, no se hizo. Lo que está es deteriorándose. Todo el mundo lo ve, todo el mundo sabe que su médico no está ahí, que lo sacaron, que se lo llevaron para no sé dónde. Ese es el resultado de que hemos perdido la unidad que se requiere en las ciencias sociales, porque la medicina es una ciencia social. Se ha visto la medicina en el médico, el consultorio, el estetoscopio, y no en lo que significa para la sociedad y para el ser humano, que es un ser social, y si la medicina lo está recuperando está haciendo algo social.
La primera vez que oí la palabra trabajadora social fue dentro del sector de la salud, y digo sector, aunque me molesta mucho, porque estamos tan sectorizados, hay tanta sectorialidad que ya no sabemos ni quiénes somos, ni dónde estamos, ni quiénes son los que están al lado. Pongo de ejemplo el trabajo social que se hacía en Salud Pública: le pregunté a la persona lo que hacía, cuando me la encontré por primera vez estando yo de médico asistencial: «¿Y tú qué haces?», me dice: «busco el balón de oxígeno, la silla de ruedas…». Ese era su trabajo social; además, ella estaba convencida de que ese era el contenido de ese concepto. No tenía otro.
Entonces, de buenas a primeras, me encuentro en un panel donde estamos viendo el trabajo social en una estructura básica, teórica, sociológica, ¿pero entonces qué cosa es la sociología?, y como estaba diciendo la profesora con mucho tino, ¿cuál es la sociología de Cuba?, ¿cuál es la escuela sociológica de este país? El marxismo, no, no, no; ahí empezamos con el asunto, porque eso llevó a que se cerrara la Escuela de Sociología durante quince años, y que, cuando se forma un sociólogo, entonces: «¿Y este qué es, qué cosa hace, y este filósofo atrasado, y esto de dónde lo sacaron?». En mi disciplina específica, la epidemiología, decía —y digo siempre— mi teoría y decía mi filosofía de esa disciplina: hay que ir a buscar los problemas donde ocurren, que no es ni en el ministerio, ni en la provincia, ni en el intermedio. Donde la persona vive, trabaja, nace y se muere, ahí es donde está el problema y donde puede estar la solución.
Sobre la encuesta: en las respuestas al cuestionario que aplicó Rafael, el nivel local apenas se aprecia, aunque es allí donde ocurre el problema. Entonces, no vemos los problemas porque no queremos verlos, porque no hemos aprendido cómo se llega allí. Si se le pregunta a un médico de familia qué hace en sus visitas domiciliarias, puede que conteste: «Toco la puerta, saludo, ¿qué tal, cómo están?, ¿bien?». ¿Ese es su trabajo como agente de cambio social?, ¿tocar la puerta? A veces ni sabe cómo tocar la puerta, porque el trabajo comunitario implica teoría y técnica, hay que tener técnica para encontrar lo que se busca y conocer los problemas que pueda haber.
Tania García: Soy economista jubilada y piensapropista. Me parece que si a alguien le molesta que en Cuba haya pobreza debe de tener algún problema, en primer lugar en la visión, porque hay que reconocer la realidad del país en que vivimos, y lo primero que necesitamos es saber cuál es la magnitud de esa pobreza, cuál es el valor numérico, que lo dan las estadísticas, que para eso existen; porque no es lo mismo una política social, económica y de todo tipo, si hay 5% de pobreza, que si hay 40%. Entonces, hay que hacer estudios de pobreza, pero además socializarlos. A mí eso me parece muy importante.
En segundo lugar, coincido con lo que estaban planteando los compañeros, hay que hacer, como parte de las llamadas estrategias de desarrollo municipal, estudios sociodemográficos y diagnósticos socioculturales de cada territorio, porque los pobres de Haití no se parecen a los pobres de Holanda. En cada lugar, la pobreza se expresa de manera diferente y todas categorías son polisémicas, multidimensionales; por lo tanto, son necesarios esos diagnósticos como parte de las estrategias, porque puede haber cualquier cantidad de medidas, pero si no se tiene un diagnóstico no se sabe para dónde se está tirando. No es lo mismo un Gini de 0,22 que uno de 0,45. ¿Cuál es el de Cuba?: secreto en una gaveta. Hay que socializar los estudios de desigualdad. No estoy diciendo que no existan; alguien los debe tener, alguien los debe saber; estoy diciendo que hay que socializarlos para que sean parte de las formulaciones de políticas que se desarrollen en cada uno de los niveles, entre otras cosas porque, como me enseñaron en el Marinello y en Temas, el asistencialismo no es justicia, y eso hay que tenerlo muy claro, porque con asistencialismo no llegamos al desarrollo del país; llegamos si todas las fuerzas están involucradas en los procesos de desarrollo desde cada uno de los territorios.
En los programas sociales, Cuba ha tenido una calificación de pobreza diferente, todo el mundo lo dice, el mundo, nosotros. Somos pobres, pero no iguales, porque hay un proyecto social que tiene gratuidades, de servicio universal que, por supuesto, compensa y pone una mirada a la pobreza diferente a la de otros países; pero si esos servicios sociales universales, gratuitos y subsidiados están deteriorándose, se incrementan las expresiones de pobreza, de deterioro de toda la sociedad; por lo tanto, lo que es una virtud hay que preservarlo desde las políticas públicas centrales; eso le toca al municipio. Un pequeño dato —todo el mundo sabe que yo vivo con las estadísticas—: al turismo y a los servicios inmobiliarios se les dedicó el triple que a la electricidad, el gas y el agua, en veintiocho años. Son cifras oficiales de la ONEI, para que nadie me vaya a decir que es del enemigo. No estoy hablando del apagón, estoy cumpliendo con la primera condición que puso Rafael, ¿pero si no hay inversión, qué sucede?, que no hay servicios sociales que respalden toda la política social del país. Ahora no tenemos electricidad, ni gas, ni agua, y los hoteles están vacíos. Me parece que estos son elementos que hay que considerar. Yo los miro desde el ámbito económico; sé que son muy técnicos, que son categorías multidimensionales, pero no los puedo dejar de ver desde la especialidad o desde la disciplina en que me he formado.
Hago una recomendación: revisen, revisemos todos, las encuestas nacionales de ocupación de la ONEI, y cuáles son las categorías que justifican el nivel de ocupación en el país. Si no tenemos una política de empleo y una política de trabajo, que no es lo mismo, no podemos fomentar un desarrollo social sostenible dentro del país.
Lázaro Numa: Sociólogo. Estudié en la Unión Soviética en los tiempos en que la sociología estaba un poco restringida en los estudios en la universidad. Cuando terminé la carrera regresé y me dije: «Esa sociología que estudié no me sirve aquí, tengo que hacer sociología de Cuba», y me di cuenta de muchas cosas.
Lo primero que quiero decir es que estamos pagando hoy errores históricos. En este país las ciencias sociales han sido la cenicienta de las ciencias. ¿Se ha superado eso?; creo que no. Ellas han diagnosticado con tiempo muchos de los fenómenos que están sucediendo hoy, ¿y qué ha sucedido?, se han engavetado los estudios. Seguimos igual, ahora mismo la carrera de técnico medio superior hace falta porque necesitamos gente que, primero, esté bien calificada, pero también necesitamos diagnósticos; el sociólogo de buró necesita datos, necesita las estadísticas de que hablaba Tania. Pero al sociólogo, al historiador, al economista, les cuesta trabajo acceder a la información. A veces decimos: Jesús María, un barrio marginal; Los Sitios, un barrio marginal. ¿Por qué marginales?; vamos a analizar, con datos, por qué se les está llamando marginales.
Nos hemos llenado de eufemismos que no resuelven el problema, sino que lo solapan. ¿Qué cosa es vulnerabilidad? Ella camina por indicadores de pobreza; pero cuando Mayra Espina habló por primera vez de pobreza por poquito la lapidan, porque a veces tenemos temor a que afuera digan que en Cuba hay pobreza. En Cuba ha habido pobreza siempre, lo que quizás no ha habido es pobreza extrema, pero hoy sí la hay en algunos sectores. Yo camino la calle Monte todos los días, y allí hay más prostitutas que columnas. El trabajador social no va a resolver ese problema si no hay políticas adecuadas; y no las hay.
Yenia Silva Correa: Editora de la revista Temas, periodista-editora de Prensa Latina. Me quisiera dedicar brevemente a lo paternalistas que somos a la hora de abordar este tema porque, al menos desde mi percepción, son instituciones las que llevan sobre sus hombros la responsabilidad de atender a grupos específicos, de darles posibilidades para que a la hora de insertarse a la sociedad tengan más opciones. Creo que, cíclicamente, el Estado les ha dedicado tareas y proyectos, amparados con recursos humanos y materiales, para mejorar su situación. Pienso en el ejemplo de los 2000, con la municipalización de la enseñanza superior, la cantidad de recursos que se invirtieron en ese proyecto y sus resultados, o sea, cuántos terminaron siendo licenciados pasados cinco años o seis años, que era el tiempo en que ellos tenían para graduarse. Ahora nuevamente el Estado está prestándoles más atención, siempre lo ha hecho desde 1959, a esos grupos para que nadie quede rezagado, por un principio de humanismo, de ser socialistas. Pero siento que hay beneficiarios de estos proyectos, en condiciones de aportar al presupuesto del Estado, que se acomodan a su condición de vulnerables.
Todos esos recursos que destina el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y otros ministerios se sufragan con el presupuesto del Estado, al que esas personas no aportan. No sé si las estadísticas respaldan esa apreciación, pero uno también está en la calle y ve que hay gente que simplemente está en la inercia; y pongo como ejemplo el caso una casa donde nadie trabaja, nadie estudia y no hay ingresos lícitos, pero hay un celular per cápita, un buen televisor, y otros bienes. ¿Quién respalda todo eso? Por eso quiero llamar la atención de esa visión paternalista de la asistencia social, que hay veces que nos hace vulnerables a todos, queriendo proteger a grupos determinados.
Karen Marrero Rivera: Soy socióloga, y más que decir en palabras propias, quiero comentar las de mi colectivo de trabajo, que no está físicamente aquí, pero está, de modo virtual, escuchando lo que está sucediendo en este espacio de debate. Son las profesoras Amanda Rodríguez, Magalys Mulens y María Ofelia Rodríguez. Voy a leer algunas consideraciones de ellas, aunque ya la mayoría se ha tratado aquí.
Dicen que es muy importante señalar que un profesional que, por lo general, se ha invisibilizado es el trabajador social, ya sea el que está en el área del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, o el que está en el Ministerio de Salud Pública. Se ve involucrado en muchos procesos, sin embargo, muchas veces no aparece como uno de los actores.
Los programas de trabajo social en Cuba han enfrentado diversas problemáticas a lo largo del tiempo; actualmente, la profesionalización se está produciendo en un contexto muy diferente al principio, y aunque existen avances significativos desde el año 2000 en ciertos aspectos, algunos desafíos persisten. La adaptación a la nueva realidad y la implementación de políticas efectivas, son cruciales para enfrentar esos desafíos de manera asertiva, además de se que se hace necesario capacitar a los líderes comunitarios y organizaciones locales para que puedan diseñar e implementar soluciones; se debe implementar plataformas digitales para monitorear y evaluar programas en tiempo real; los programas que se diseñen deben abordar múltiples aristas para el bienestar social, ya sea la salud, la educación, el empleo; y las comunidades deben involucrarse en la toma de decisiones para asegurar que las soluciones sean relevantes y sostenibles.
Con respecto al trabajo social, este se enfrenta a un contexto que cambia con rapidez, y que se enfrenta a la sectorialización; a la no existencia de una estructura, organización, o asociación que agrupe a todos los trabajadores sociales, sean del sector que sean, y que evite la falta de coordinación entre diferentes sectores. Los programas existentes no son sostenibles en el tiempo, son emergentes y no abordan las causas que generan los problemas sociales; por ello, fomentar la investigación de las causas se hace estrictamente necesario; es importante contar con el criterio de los trabajadores sociales a la hora de diseñar los programas, ya que la existencia acumulada de sus experiencias aportaría a la toma de decisiones. Por último, la doble dirección metodológica del Ministerio de Trabajo y la Seguridad Social y de la administración de gobiernos municipales, afecta mucho el trabajo.
Rafael Hernández: Gracias, Karen, por comentarnos acerca de ese subdebate que está transcurriendo mientras tenemos este aquí. En esas intervenciones hay un catálogo de respuestas anticipadas a la penúltima pregunta al panel: ¿qué dificultades tienen los programas de trabajo social en relación con los problemas que enfrentan?, ¿qué déficits tienen en relación con los problemas? Además, contesta también la última pregunta: ¿qué hay que hacer, qué acciones implementar?
Entonces, lo que no haya sido mencionado por el público presente y televidente, ¿qué otros problemas tienen los programas de trabajo social que quieran mencionar?
Rita Machín: Creo que muchos ya están mencionados. Estamos hablando de poder enfocarnos mucho más en el basamento científico-social que hoy existe en el país, y pienso que todavía tenemos reservas en la utilización de sus resultados, y de que puedan contribuir al diseño del trabajo social. Tenemos que seguir apostando a eso.
Aquí se ha hablado de cosas que sí existen, como los estudios de pobreza, los diagnósticos sociales. Lo que tenemos que hacer es utilizarlos mejor. A lo mejor no están a la mano o a la vista de toda la población, pero sí están a disposición de las personas que diseñan las políticas, de los que tenemos la responsabilidad de organizar, en todos los niveles, las acciones que tomar. O sea, creo que lo que tenemos que hacer es un mejor uso de esos diagnósticos, de esos resultados, y poder diseñar lo que hacemos teniéndolos en cuenta, porque a veces diseñamos cosas que no recogen todo lo que hay, pero sí hay estudios, sí hay diagnósticos, y también estamos en condiciones de poder hacerlo mejor.
Hay limitaciones económicas, que todo el mundo conoce, y hay limitaciones de recursos humanos, de personas que puedan hacer el trabajo con el conocimiento que hace falta, porque es verdad lo que alguien explicaba, que hay ahora una diversidad de gente que se dedica a hacer cosas en las comunidades, pero no todo el mundo lo hace desde el conocimiento, hay mucho empirismo, quizás también mucho intrusismo profesional, pero hay cosas que hay que hacerlas desde el conocimiento profesional, y eso también es una limitante que hoy tenemos. Hoy están los grupos de prevención, pero no todos sus miembros tienen el conocimiento necesario para ello, y nosotros tenemos la responsabilidad de capacitarlos, acompañarlos y darles todas las herramientas que necesitan para que se haga de la mejor manera lo que se debe hacer. Lo que nos queda, como institución, es trabajar en cada una de esas cosas, seguir trabajando y seguir perfeccionando los mecanismos que hoy tenemos.
Paquito Rodríguez: Yo era un tipo muy feliz cuando empecé como delegado, tenía una trabajadora social, una doctora de la familia y una enfermera, tenía un jefe de sector; pero hoy no tengo nada de eso.
Rafael Hernández: ¿Por qué?
Paquito Rodríguez: Porque no están. La trabajadora social de mi circunscripción está de licencia de maternidad; en Cojímar, de quince trabajadores sociales que debe haber hay cuatro, por tanto, equivale a que no hay trabajo social. Entonces, creo que los principales problemas, los tres que listé, por lo menos desde mi opinión, desde mi modesta práctica allá abajo, es que el alcance del trabajo social ahora es muy parcial y está poco integrado, que hay prácticas burocráticas que afectan la labor sobre el terreno, los trabajadores sociales no visitan a la gente, se dedican a hacer listas, y cosas, y trámites, y los pocos que hay están sobrepasados por la cantidad de problemas, y es más posible que te toque a la puerta un miembro de una iglesia evangélica que un trabajador social, esa es la realidad, no queramos desconocerla, porque tenemos mucha ineficiencia en estos momentos, al menos en el pedacito de Cuba que yo percibo; de hecho, lamentablemente, he tenido que ser casi trabajador social porque los problemas no cesan porque no lo haya. Existen familias que se pelean entre sí, ancianos que mueren en su casa sin que nadie los atienda y después aparecen para reclamar la casa; hay miles de problemáticas que se me han presentado en veinte meses y no he tenido al lado un trabajador o trabajadora social para apoyarme.
Otro es que los recursos humanos son insuficientes y poco motivados. Creo que ha habido una pérdida de la mística de lo que era ser trabajador social, de aquellos que creó Fidel Castro, con todo ese poder de comunicación que tenía para hacer de todo una gran tarea y una gran cosa; a pesar de todos los problemas que tuviéramos y todas las deficiencias y las desviaciones que pudo haber, la gente sabía que había trabajadores sociales.
Yo pienso, y me perdonan las compañeras del Ministerio de Trabajo —se lo he dicho a Martica, y además, no es responsabilidad de la dirección actual del Ministerio—, que con la institucionalización del trabajador social en el Ministerio de Trabajo se perdió mucho de esa mística, se nos perdió en procedimientos y en cosas, y la gente ya no percibe al trabajador social como un protagonista en sus comunidades.
Y el último problema que quisiera mencionar es lo que yo llamo el síndrome de la campaña. Seguimos atacando los problemas sociales por campañas, y nos acordamos de las cosas cuando hay un 11 de julio, por ejemplo. Entonces salimos con un programa de barrios vulnerables, todos los organismos se vincularon a una zona, pero ya nadie se acuerda de eso; no he visto a ningún ministro ni a ninguna ministra, a ningún viceministro ni viceministra metidos en un barrio, o al menos no se ha visto en los medios ese vínculo, que se hizo muy estrecho entre los organismos y los barrios en situación de vulnerabilidad después de la crisis política que tuvimos, porque eso fue una crisis política. Esos son los tres problemas que quería señalar.
Rafael Hernández: Faltan veintidós minutos para terminar el panel, y todavía nos queda una última pregunta. Le doy la palabra a Teresita para que se refiera a ella.
Teresa Muñoz: Tendría que referirme a muchas de las cuestiones que se han planteado aquí, porque, por supuesto, cada uno tiene su percepción en la medida en que está vinculado al espacio de acción y hace cosas en función de eso. Hay matices que realmente no hay tiempo de abordar.
Considero que uno de los problemas centrales es precisamente la comunicación de lo que realmente se hace, pero antes de comunicar hay que saber hacer lo que hay que hacer, y la profesión tiene un déficit de formación muy importante; no es solo un déficit en número. A veces hacemos generalizaciones; en mi circunscripción o en mi municipio, que es el mismo de Paquito, no existen los trabajadores sociales, sin embargo, hay otros lugares donde la visibilidad y el espíritu del trabajo social se respiran.
Ahora bien, lo que me preocupa, y creo que es tan importante como lo otro, es si estamos haciendo las cosas como debemos. Para mí, el trabajador social tiene que dejar de ser la persona que les cae atrás a los problemas, él debe hacerlo, pero tiene que trazar estrategias, no solo él, por supuesto, y poner la prevención en el centro. Nosotros hemos hecho un programa de formación de técnicos, y ahora otro de licenciatura, con una fuerte base sociológica, porque hemos pensado darles instrumentos a los trabajadores sociales para que sean capaces. Para nosotros, el diagnóstico no es suficiente, porque se hace desde hace años, y después tuvimos la información y no hubo manera de procesarla adecuadamente para que fertilizara a la política.
Yo he estudiado la historia del devenir del trabajo social, no completamente, pero tengo algunas ideas y, sobre todo, me he montado en todos los trenes que tienen que ver con esto; he ido a la base, a lo local, he estado en la academia, en el Ministerio, y valoro como muy importante la visibilización que tuvo a partir del Programa, con todos sus defectos, como dice Paquito, y hoy por hoy una de las fortalezas que tenemos en los municipios, en las circunscripciones, son aquellos trabajadores sociales que tienen veintitantos años y que vinieron del Programa. Están sentados en la Licenciatura en La Habana, por ejemplo, pero lo mismo pasa en Santiago de Cuba, aunque algunos no han podido seguir estudiando.
Hay cuestiones que son teóricas, pero que tienen que ser debatidas y consensuadas para tener alianzas, porque es cierto que desaparecimos el Grupo de Prevención, y ahora, por suerte, el Ministerio lo creó nuevamente, pero creo que puede volver a desaparecer, igual que tuvimos una carrera y la cerramos.
Estoy de acuerdo con Gisela en que llevamos muchos años en estos caminos, con la problemática de las ciencias sociales, pero yo percibo que hubo una inercia extraordinaria en el año 2010, a partir de la creación del Programa, que fueron años prácticamente perdidos, hasta el año 19, cuando empezó una voluntad política del Estado en general, y del MTSS y su ministra, que es una persona que escucha lo que se le dice, pero hay un personal, que es ese y no otro, con el que hay que ir a la calle.
Para que se tenga una idea: a los trabajadores sociales que cursaban el Técnico Superior, porque como se trabaja por campañas, los cogían para hacer cualquier cosa. Un día fue —yo me insulté— para llenar libretas en la Oficoda, y no podían ir el sábado a clases por eso. Empezamos a golpear sobre ese tipo de problemas. Imagínense si el irrespeto a la profesión del trabajo social es grande que el primer ministro de la República, a petición de la ministra, tuvo que hacer no sé bien si una carta o una indicación a los gobiernos, para decirles que el trabajador social es un profesional que tiene que ser usado para determinadas cosas, y no para todo. Muchos trabajadores sociales no saben cómo defender su espacio y su lugar, y en eso está trabajando la academia.
¿Qué ha pasado ahora? Querían acelerar los procesos de formación. Dijimos: «No, ¿por qué?», ¿quién les da clases a los trabajadores sociales, quién les da clases a un médico? Hoy por hoy tenemos esa fortaleza en los trabajadores sociales, esa es la realidad de hoy, con esos que vienen del Programa y tienen una experiencia y otros nuevos que han entrado y se han capacitado, pero aún tenemos personas que ven al trabajo social como un salario. Esas no son trabajadores sociales. Es una gran debilidad que tenemos hoy. Empezamos a dar capacitaciones parciales, que no digo que esté mal, pero no es lo mismo.
Hay sectorialización, hay fragmentación de la actividad del trabajador social, hay intrusismo profesional, no solo en las prácticas sino en la formación, que se le puede dar, por ejemplo, a un Pedagógico. Entonces, el trabajo que hay por delante es muy fuerte, y los problemas sociales siguen creciendo.
Hay que abordar la formación desde una mirada integradora. Entre los organismos estatales que emplean al trabajador social, uno no está de acuerdo con la integración, y nosotros estamos planteando que la profesión sea integradora, relacional, la única mirada que se puede tener para poder hacer alianzas, para resolver problemas, no sectorializados, y hay un organismo que está defendiendo su terruño. Se ha discutido a todos los niveles y no se ha solucionado el problema, porque hay poderes que se mueven indiscutiblemente y que tienen mucha más tradición que la del trabajo social.
Hay que sensibilizar a la población con una política comunicativa, como decía, capacitar a los actores involucrados; los trabajadores sociales reconocen que un obstáculo para la labor que ellos realizan es precisamente la relación con las administraciones de los territorios; ahí hay un problema que no se resuelve, eso se le ha dicho personalmente al presidente, y en lo local es donde transita la vida cotidiana de todos nosotros, donde los programas se tienen que concretar; sin embargo, me doy cuenta de que un intendente o un gobernador tiene una cantidad enorme de problemas, pero un trabajador social podría ser un aliado para resolver algunos de la población que es objeto del trabajo y de la dirección de ese municipio o esa circunscripción. Y eso todavía no funciona así.
Por otra parte, hay gente que todavía está lejos de la comprensión de su rol. Yo hablo de un trabajador social y me doy cuenta de que el otro habla de otro; hay que discutir qué cosa es un trabajador social, de qué se ocupa. Y me falta algo que no se ha dicho, y tiene que ver con que este no investiga, y la relación entre la investigación y la intervención es una tarea pendiente todavía, y en lo que se está trabajando. Es lo que yo decía, hacer diagnóstico; sí se hacen, pero ¿cuál es su alcance, para qué se utilizan, qué seguimiento se les da?
Hay muchas cuestiones pendientes que tienen que ver con el proceso de profesionalización y de formación, y estamos insistiendo muchísimo en las capacitaciones. Yo soy un poco alérgica a las capacitaciones porque yo creo que su tiempo ya pasó. Hay que estimular a la gente para que le guste el trabajo social. Hace poco entrevisté a una muchacha de lo más vulnerable que hay en mi circunscripción, y le pregunté si no le interesaría ser trabajadora social. «Ay, qué va, a nadie le interesa ser trabajador social», pero en muchos lugares los trabajadores sociales sí van a las casas de las personas, sí saben qué hacer, o sea, como al médico de la familia, no podemos evaluar a todos por igual, aun cuando hay muchas incomprensiones al respecto.
Rafael Hernández: Última pregunta: ¿qué estrategias y acciones prácticas son recomendables para avanzar a la velocidad requerida, además de las que se han dicho ya, para lograr la articulación entre actores e instancias con un papel principal, para rebasar los enfoques asistencialistas, para lograr que «las personas participen en la transformación de sus vidas»? Eso es fácil de decir, la autotransformación. ¿Basta con ofrecerles un empleo? —¿quieres ser trabajador social, quieres trabajar en la revista Temas? ¿Tú me lo estás diciendo en serio?, ¿tú sabes los problemas?, ¿tú sabes lo que vale un carro?, ¿tú sabes lo que vale una mano de plátanos?, ¿cuánto es el salario que me ofreces?
¿Qué acciones de transformación se requieren para actuar sobre el contexto cultural, y la socialización en la reproducción de estas condiciones de vida? Las intervenciones lo han apuntado, ¿cómo se hace eso para que salga?
Belkis Delgado: Está muy difícil lograrlo con tres medidas ni con cien, porque no hay una fórmula para todo eso que usted ha dicho.
Rafael Hernández: No, no; estas preguntas son ejemplos de dónde aterrizar.
Belkis Delgado: Voy a dar un criterio general y, para ajustarme a tres minutos, decir lo que creo que nos está faltando y que podría acelerar, mejorar y conducir a que tengamos mejores resultados; uno, para mí, es que no hemos logrado hacer prevención, todo el tiempo hemos estado siendo más asistencialistas. Soy defensora del concepto de atención social, nunca me ha gustado hablar de asistencialismo como comúnmente todo el mundo dice. La periodista lo mencionaba y tiene toda la razón en la manera en que lo explicaba; o sea, el acomodamiento de las personas a su situación. Eso es asistencialismo, eso es haber hecho un diagnóstico donde el evaluador se confundió y dio una ayuda a quien no debía, porque evidentemente hay que hacer un buen diagnóstico para saber si se está ayudando a que la persona se transforme cuando le dan la cama para que duerma o sencillamente a los tres días está durmiendo en el mismo saco y la cama la vendió. Ahí, quienes se equivocaron fuimos nosotros, porque no supimos hacer el trabajo para lograr que la persona disfrute durmiendo en una cama; no lo supimos hacer, no supimos preparar el terreno para poder darle a la gente algo que le sea provechoso. La responsabilidad es también nuestra; eso no es hacer prevención, nos hemos autocriticado todo el tiempo, por no haber logrado, desde ningún lado, desde las políticas que hemos pensado, desde el trabajo que hemos hecho en las comunidades, desde lo que hemos tratado de enseñarles, que sabemos que hemos enseñado y capacitado a los trabajadores sociales, y no son ellos solos, repito, los que hacen prevención, es un grupo de profesionales, y es lo que venimos diciendo todo el tiempo, hay que capacitar; nosotros nos pudimos equivocar, la política está bien de alguna manera, puede tener alguna deficiencia, ¿cuál no la tiene?, pero se implementan pensando en la gente en su desarrollo, pensando en ayudar al que menos beneficios tiene y al que más problemas tiene. Todo el mundo sabe que aquí las políticas se implementan con ese principio, pero saber hacerlo es difícil si no lo conoces, y lo haces mal, no podemos echarle la culpa a nada nacional ni a una política; es que lo estamos haciendo mal si no la estudiamos la implementamos de manera incorrecta.
Ese profesional deprimido, y en Cojímar habrá uno o dos, o no hay ninguno y están haciendo listas, porque estamos deprimidos todos, porque tampoco tenemos médicos, o hay menos médicos de los que teníamos, porque tenemos un consultorio atendiendo a las poblaciones de cuatro de ellos, igual tenemos a un trabajador social atendiendo a no sé cuántas personas, y cuando eso pasa nos recargamos, y la lista que teníamos que hacer para entregar el módulo de alimentación que tenemos, y eso es una prioridad, se retrasó. Entonces dejamos de hacer trabajo social, debemos autocriticarnos, es parte de una crisis que está viviendo el país en sentido general, que conduce a esto que está pasando aquí, pero la política pensada, y pensada y enfocada en ayudar a la gente, está, pero no es darle a la gente, para siempre, es para dar la cama, porque defiendo la atención social, la asistencia social. Hay personas que para que se levanten le tienes que dar una cosa que no tienen, porque si alguien no tiene fogón no puedo esperar que trabaje mañana, que cambie su estilo de vida para después tener un fogón. Lo primero que tengo que darle, desde la ciencia social, es quizás un fogón para que cocine la comida de sus hijos, ayudarlo, darle dinero, y después el trabajo, el estudio y lo demás para que camine solo, para que no tengamos que darle todo lo que necesita. Esa es la transformación de que estamos hablando, y a veces es necesaria una ayuda.
La asistencia social tiene un presupuesto alto que se divide en el pago de las prestaciones monetarias, y el otro dinero es para comprar recursos, que le compramos al Estado, al cuentapropista, a las mipymes, una cama para esa persona, un sillón para ese viejito, y las sábanas, y las fundas, y todo lo demás que le damos a la gente cuando no tiene, y que probablemente tampoco yo lo pueda comprar, pero para ellos se los compramos nosotros.
Ahora todo se nos ha complejizado. Tenemos el dinero y no tenemos las cosas que comprar, pero la política está diseñada para poder hacer eso, y que después la persona pueda caminar solo, por eso digo que, en principio, está bien diseñada, pero no prevenimos nada, porque estamos encontrando a la gente cuando ya no tiene fogón, cuando ya no tiene la comida, cuando ya se droga, cuando ya se prostituye, y cuando ya le dio golpes a la mujer, y ahí empieza a activarse el Grupo de Prevención y hacer todas las tareas del mundo. Nunca vimos antes que ese hombre le iba a dar a la mujer, nunca lo detectamos antes, en un diagnóstico que es obligado hacer; eso que ustedes están hablando es obligatorio para nosotros, hacer un levantamiento de la comunidad, qué problemas tiene, el vecino que dice que les gritan a los niños, quien no hace comida, quien maltrata a la mujer. Eso es prevenir, entrar antes de que pase el problema, no después. Eso es lo que estoy diciendo que está mal para nosotros. Otra deficiencia es no estar preparados en el conocimiento de lo que es el trabajo social, científicamente hablando, y en las políticas que debemos implementar.
Me voy a tomar un segundo para comentar una pregunta que habla de la centralización. Para mí es bueno que haya medidas tomadas para toda Cuba sobre cosas que lo precisen. Nosotros no hacemos una política para Pinar del Río, otra para La Habana, etc. Hay políticas de carácter nacional y se van a hacer cumplir por todo el mundo porque son universales, pero en su implementación se descentraliza y se ajusta, y la responsabilidad que tienen los territorios es ajustar las políticas a lo que necesitan. ¿Para qué construir un nuevo círculo infantil en Jatibonico si solo hay cuatro niños?, aquí lo que tenemos que construir en este minuto, porque la población está envejecida, es una casa de abuelos, o espacios para los adultos mayores. Es ajustar a cada territorio la política que se aprueba.
Paquito Rodríguez: Solo voy a decirle a la profe Belkis que no solo me falta el trabajador social, me falta el jefe de sector, el médico, me faltan presidentes de los CDR, no tengo a nadie en la Federación, para que no se crea que es usted sola.
Hice una listica también. Creo que, en ámbito macro, hay que acabar de aterrizar el subsidio a las personas con la mayor precisión posible, se ha hablado mucho de eso, pero sigue siendo una frase de una consigna.
Otro punto, concretar la atención diferenciada a las personas adultas mayores, lo decía un poco la compañera Belkis, eso también se dice, pero cada vez estamos más envejecidos y cada vez tenemos menos condiciones para las ancianas y los ancianos, nada está pensado para ellas y ellos, ni las colas, ni el transporte, ni los servicios médicos, ni las escaleras, nada.
Y ya en el ámbito más pequeño, creo que hay que estimular mucho los liderazgos locales, identificar a las personas que en la comunidad puedan ser factores de cambio, trabajar mucho lo motivacional, al menos esa ha sido mi principal experiencia como delegado en estos veinte meses, tratar de, por lo menos, mostrarle a la gente que no todo es infelicidad y desgracia, sino que se pueden hacer cosas incluso sin recursos, reconocer a este, felicitar al otro, mover y organizar entre todos una ayuda a alguien, esas cosas no cuestan nada y se pueden hacer.
Comunicar lo que se haga y hacer lo que se comunica, eso nos pasa mucho, hacemos cosas que no las decimos y otras que decimos que vamos a hacer y no se hacen.
Y cuarto y último, asimilar y facilitar el trabajo social de otras variantes institucionales y de la sociedad civil; como bien se ha dicho aquí, no solo hacen los trabajadores sociales, ni Prevención, todo el mundo tiene que ver con ese pedacito, y es bueno estimularlo, porque a veces nos ponemos a sospechar: «¿Y por qué este quiere hacer esto y quiere ayudar al otro?». Hace unos días por los bajos de mi casa se apareció un grupo de mujeres de una iglesia repartiéndoles comida a las ancianas vulnerables del edificio; las felicité, les di las gracias, me tiré una foto con ellas y la puse en las redes. Están haciendo lo que no podemos hacer nosotros; entonces, a todo eso hay que darle más espacio. Bueno, espero tener mi trabajadora social después de esto.
Teresa Muñoz: Creo que hay que estudiar la organización del trabajo social en el país; de hecho, el Partido ya dio un paso, pero se ha quedado ahí, que es crear un Grupo de Atención Social. ¿Cómo es eso? ¿Quiénes son los brazos más importantes de la atención social desde el punto de vista de la concepción? Me parece que le hemos dedicado algunos espacios a pensar eso, porque creo que tiene que salir de un ministerio. Tuvimos un Ministerio de Bienestar Social, los países de América Latina tienen Ministerios de Desarrollo Social, y hay otras experiencias. Aquí no tenemos una organización, a mi modo de ver, adecuada para el trabajo social. La fragmentación es tal que no hay una asociación de trabajadores sociales, solamente la de salud, y no deja entrar a nadie que no sea del gremio; no hay colegios de trabajo social, no quiero que se copie a nadie, pero es la mayor organización en el mundo, y tiene dificultades también, pero son espacios para colegiar ese tipo de cosas y no tenerlas que traer aquí con tantas interrogantes.
Rafael Hernández: El objetivo de este panel es distinto al de un programa de televisión, que busca tener respuestas, nosotros buscamos ver los problemas, lo que es más importante que las respuestas. Aquí se han dado un montón de respuestas, pero la riqueza de los problemas que se han puesto sobre la mesa por parte de todos, las y los panelistas y el público, ha sido verdaderamente sorprendente, asombrosa, creo yo, y eso nos importa mucho, porque el propósito no es que este debate se quede aquí, sino que se transcriba y se difunda, se divulgue, y pueda ser útil para gente que trabajan y que se relacionan con este problema fuera de aquí.
Esos matices que se han señalado aquí son muy importantes para caracterizar los problemas, porque lo primero es verlos; a veces creemos que se resuelven de cierta manera, y medimos el resultado por si se logró que pasara esa medida que esperábamos; por ejemplo, que va a haber menos racismo porque haya más negros en posiciones de poder, que va a haber menos subestimación y prejuicios sobre la mujer si hay más mujeres empoderadas, que va a haber nueva mentalidad si hay más jóvenes en posiciones de poder. Quiero informar que, según los datos de la ONEI que cita Tania, hay más negros, más mujeres y más jóvenes en posiciones de poder; miren la edad promedio del gobierno, quiénes dirigen en las provincias, quién es el secretario del Partido, quién es el presidente, quiénes son los gobernadores; miren de qué género son y qué color de piel tienen.
Esperar que el racismo y esos otros problemas que le dan vuelta y que son tan complejos vayan a reducirse a una fórmula de cuotas es inútil. Una vez les dedicamos un panel completo de dos horas a hablar de la eficacia de las cuotas, y yo he oído a abogados de ellas batidos para tratar de cambiar la imagen poniendo más gente de otro color, de otro género, etcétera, en la televisión. De eso hace mucho tiempo, ahora entendemos mejor que eso no es así, que no es tan simple, porque ahí están los resultados, y siguen estando los problemas.
Le quiero agradecer muchísimo a Teresita, porque los profesores están acostumbrados a tener una clase delante y tener dos horas de clase, y le pedimos hacerlo en cinco minutos. Muchísimas gracias a Belkis y a Rita. Si alguien espera que un funcionario de un organismo se comporte de cierta manera y se ponga a justificar en vez de profundizar en los problemas, debe estar muy frustrados con Belkis y con Rita, que han estado aquí, no sé si utilizar la palabra a calzón quitado, porque quizás eso sea machista.
Y finalmente Paquito el de Cuba, que, con esa voz baja, susurrante, y con esa intimidad, nos ha trasmitido ángulos, aristas, colores y matices de este problema. Creo que todos hemos aprendido.
Les agradezco a las nueve personas que intervinieron desde el público, y también les agradezco por escuchar atentamente y sin murmurar y hacer discusiones paralelas a este panel, que ha valido tanto la pena.
Muchísimas gracias a todos por la discusión.
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