martes, 03-12-2024
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Rafael Hernández: Buenas tardes, bienvenidos a Último Jueves, panel de discusión de la revista Temas. Aunque no soy el moderador de este panel, sino Carlos Alzugaray —a quien le voy a pasar la batuta inmediatamente— quiero mencionar que en el pasado hemos dedicado otros paneles al debate sobre la burocracia; en 2009, por ejemplo, hicimos uno que luego publicamos en DVD y en la revista Temas, en donde han aparecido, a lo largo de los años, numerosos ensayos, escritos por autores cubanos y también por extranjeros, que abordan la cuestión.
También quiero referirme al título «El totí de las reformas». Hace referencia a una vieja frase campesina, que es: «Todos los pájaros comen arroz, pero la culpa de todo la tiene el totí». Este refrán, como muchos otros, tiene un antecedente español: «Todos los pájaros comen trigo, pero la culpa de todo la carga el gorrión». Como ven, son dos pajaritos de dos colores diferentes, en dos países diferentes, pero ambos aluden a un mismo asunto: se culpabiliza a un actor determinado de la acción de muchos.
El propósito de este panel es discutir en qué medida la burocracia es la que determina las deficiencias, las limitaciones, el ritmo y las decisiones buenas y no buenas que tienen que ver con el proceso de las reformas.
Habiendo hecho esa aclaración sobre el título y sobre los antecedentes que tiene la discusión de este tema en nuestros espacios y en la propia revista Temas, le dejo la batuta a Carlos Alzugaray, quien, como miembro de nuestro Consejo Asesor, fue el que lo propuso.
Carlos Alzugaray: Gracias, Rafael. Voy a empezar con una alerta. Cuando hablamos de burocracia casi siempre usamos un tono peyorativo. Alguna vez, Raúl Roa aclaraba que no es lo mismo burocracia que burocratismo, que es la distorsión de la actividad burocrática. Esta última es lícita, y forma parte de la vida, queramos o no. Acudí a la Real Academia de la Lengua para ver su definición, y no pisar terreno falso, y da cuatro distintas acepciones de burocracia; la primera, organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios; segunda, conjunto de servidores públicos; tercera, influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos (ya aquí estamos viendo una distorsión del trabajo burocrático); y cuarta, administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas. Probablemente este sea el significado que más se adopte en la cotidianidad, pero no es el que vamos a utilizar aquí, sino el primero, es decir, la organización regulada por normas.
Antes de pasar a las preguntas, le cedo la palabra a Disamis Arcia para que informe de los resultados de una encuesta que se hizo, a nombre de la revista.
Disamis Arcia: Desde el canal de Telegram de la revista hicimos una encuesta virtual y pusimos esas acepciones de la Real Academia que Alzugaray compartió, y de 101 personas que participaron, la que más votos tuvo (71) fue precisamente que la burocracia es «la administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y la superficialidad». En segundo lugar estuvo la acepción en la que está centrado el debate de hoy: «la organización regulada por normas para la gestión de diversos asuntos». Vimos la diferencia abismal entre las percepciones de ambos conceptos.
Convocamos a esta encuesta en algunos grupos de Telegram, cubanos principalmente, donde hay debates sociales, y también en el grupo de la revista Temas. Así que, más o menos, vemos cómo es asumida la burocracia por una parte de la comunidad, virtual al menos, relacionada con el concepto.
Carlos Alzugaray: Efectivamente, se confirma lo que suponíamos. Ahora le voy a dar la palabra a los panelistas para que comencemos el debate. ¿Qué papel, según ustedes, le toca a ese conjunto de servidores públicos designados en el proceso de aplicación de las políticas de reformas? Estamos en un país que está en medio de importantes cambios muy discutidos, ¿son esos servidores solo implementadores, o deben ser asesores, reguladores, o una combinación de las tres funciones?, ¿en qué medida cada una de ellas incide en las políticas aplicadas?, ¿cómo se controla la efectividad de la burocracia en la implementación de las reformas?
Silvio Calves: Quiero comenzar diciendo que hay un contrapunteo entre burocracia y gobernanza, como lo hay entre el pensamiento lógico y el creativo; ambos son necesarios, pero tiene que haber un resultado único. La gobernanza busca el mejoramiento de las condiciones de vida, de la eficiencia de la sociedad, y la burocracia es el ordenamiento, la reglamentación. En ella hay tres factores importantes; uno de ellos son los servidores públicos. Me pregunto cómo se seleccionan en Cuba, o cómo se han seleccionado. En muchos países de América Latina —y he tenido la posibilidad de recibir varios cursos de estos temas en algunos de ellos—, para aspirar a un cargo de servicio público hay que prepararse para un examen donde se demuestre saber toda la legislación, toda la reglamentación. Aquí seleccionamos a los servidores públicos por sus condiciones humanas, sin estar preparados, los ponemos en el cargo; por tanto, quien sufre en ese tiempo de su aprendizaje es el ciudadano.
Otro elemento que está presente en la burocracia es el diseño de los procedimientos para la administración pública, que a veces se hace desde un buró lejano a las realidades. Por ejemplo, tengo que ir a la oficina de Trabajo para llenar un documento, y ahí me dicen que no, que primero tengo que ir a la ONAT, después al bufete de abogados, y así. O sea, el que diseñó el procedimiento está convirtiendo al ciudadano en mensajero del gobierno, pero es este el que tiene que hacer los trámites establecidos por él mismo: trasladar todo eso y darle una respuesta única al ciudadano. Bajo ningún concepto puede convertirlo en su mensajero.
El tercer elemento es, precisamente, la ciudadanía, que también debe tener la capacidad y el entendimiento de luchar contra todos esos métodos burocráticos. He escuchado a personas con un alto nivel de conformidad ante cualquier desastre de ese tipo decir: «Qué bueno, nada más tuve que ir a dos lugares», cuando debieron haber tenido que ir a uno solo.
Por otra parte, uno de los problemas básicos que tiene que resolver la administración pública es la accesibilidad, y a veces ponen la oficina de trámites en un cuarto piso sin ascensor, sin pensar en los ancianos y los minusválidos; o una parada de guagua que está a ocho kilómetros de donde está la oficina, y las personas tienen que ir, a veces bajo la lluvia, hasta allí. Y si hablamos de la accesibilidad digital, es apabullante el problema. Los que hayan intentado entrar a la plataforma Ticket para coger un turno en una gasolinera lo saben.
Estoy poniendo estos ejemplos para ambientar los elementos que creo que debemos discutir para mejorar nuestra administración pública, la gestión de la burocracia y llegar a tener una gobernanza eficiente, creíble, de avanzada.
José Alejandro Rodríguez: Tengo que agradecer que me hayan invitado a este panel, con estas personas que respeto mucho, porque en materia académica posiblemente esté ocupando un pupitre en cualquier aula; pero como periodista tengo la experiencia vivencial, y de alguna forma sensorial, del lado oscuro de la burocracia, el burocratismo. Creo que el tema es muy oportuno en medio de los cambios que se están registrando, porque tiene que ver con la posibilidad o no de hacer prevalecer el socialismo; con problemas de la democracia en el país; con el diseño de la cadena de mando, que la vida está demostrando que hay que acortarla, y que no sea nada más que una vía de arriba hacia abajo. Todos estos grandes temas que nos están pisando los talones, y que las personas que estamos preocupadas porque el socialismo cubano logre su plenitud y deje atrás los atavismos que nos han acompañado por equis razones, hay que abordarlos.
Ahora no vamos a buscar la razón primigenia; pero discutir el tema de la burocracia hoy es, por lo menos, lanzar un SOS por los problemas que afectan a nuestra sociedad, y que como participantes, como ciudadanos, como gente preocupada por el futuro de nuestro país, tenemos que resolver entre todos.
En las políticas de la reforma, las funciones del servidor público designado no se aclaran bien: es de todo un poco, sobre todo implementador, pero no debe ser un simple repetidor de lo que escucha arriba. Creo que tiene que ser un implementador creativo, proactivo, una persona que de alguna forma haya que aguantar en vez de empujarlo o ningunearlo. Pienso que hay que rescatar el papel de la administración pública no como un ente acabado e inflexible, sino como un segmento director que necesita estar constantemente en la dinámica de la sociedad, incorporando, creando.
Muchas políticas están siendo reformadas; por eso se está cambiando la legislación. Hasta ahora, mucho de lo que es legal es demasiado prohibitivo y poco incentivador. Prohibirlo todo genera pasto fácil para la burocracia y para la corrupción, y ahí es donde vemos cómo todo se convierte en difícil. No siempre todo lo legal es lógico, no siempre es cumplible, incluso no siempre es humanamente justo; y eso ha traído que el ciudadano busque salidas, que ya se están convirtiendo en redes en nuestra sociedad.
Los casos que atiendo en mi sección periodística «Acuse de recibo», me dejan ver que muchas personas que tienen cargos de dirección están muy alejadas de los dilemas, las alertas, que parten de la base social, y ni siquiera de los asuntos que se están dirimiendo para que este país pueda desarrollar un socialismo más democrático, más efectivo, más eficaz.
Miguel Hernández: Debemos pensar el tema de la burocracia en dos aspectos esenciales, las personas y los procesos. Las personas como organismo bio-psicosocial —en este caso los servidores públicos—, ¿quiénes son, qué características tienen?, ¿cuál es su enfoque: cumplir tareas o tener resultados?, ¿las reuniones se convierten en procesos de generación de más burocracia o de buscar, facilitar, viabilizar soluciones? El control no es malo; es su exceso lo perjudicial, y está arraigado por temores, mentalidad arcaica, miedos, que se puedan heredar como parte de la educación generacional que se ha incorporado durante la vida política.
Lo otro es el aspecto de los procesos a partir de lo que algunos han catalogado como el espíritu del legislador. ¿Las políticas públicas están encaminadas a viabilizar o a restringir, a entorpecer o a facilitar? En el año 2011 hubo una apertura al trabajo por cuenta propia, al emprendimiento; y en 2013, un incentivo, de manera experimental, a las cooperativas no agropecuarias; pero no habían pasado seis meses y entonces, por temores, por miedos, aparecieron orientaciones que lo que hicieron fue obstaculizar e impedir que el proceso se gestionara; empezaron a entorpecer la gestión de estos actores económicos. Si comparamos la que se hizo a partir del año 2013 con la incubación o puesta en marcha de manera experimental de las primeras cooperativas no agropecuarias, con la apertura, en septiembre de 2021, de la Plataforma de Actores Económicos, dirigida y coordinada por el Ministerio de Economía y Planificación, vemos que entonces era todo un desafío identificar cómo se hacía el proceso de tramitación, incubación y solicitud. Tenemos amargas experiencias en eso, y todo era, digamos, cuestión de criterios y teocráticamente decidiendo, y que había vacíos legales. Ya se ha avanzado un poco; ya hay casi diez años de diferencia y se ha avanzado en ese proceso, aunque no es perfecto.
¿Qué queda del tema de los servidores públicos? Primero, la selección, no tanto por el currículum, sino por la actitud que tienen las personas pensadas para un cargo, cuáles son las metas que proponen, cuáles son sus sueños, y entonces identificar las que pueden ser servidores públicos. Recuerdo que el Papa Francisco, en su visita pastoral a Cuba dijo: «El que no nace para servir no sirve para vivir»; o sea, tiene que haber algo desde los sentimientos, los pensamientos, la actitud de servir. No se está ocupando un cargo para cumplir tareas y recibir una remuneración; y los procesos tienen que estar encaminados a viabilizar trámites, con un componente de control, pero enfocados a resultados, donde las personas vean que estos servidores públicos les facilitan la vida, y no que se vuelva angustiosa una legalización, digamos, de una vivienda, o la solicitud de un certificado de nacimiento. La burocracia en exceso convierte una necesidad de trámites en una desgracia.
Carlos Alzugaray: Miguel, quiero hacerte una pregunta concreta: ¿notas si hay un cambio en los últimos meses en cuanto a la actitud de los empleados públicos que se ocupan de estos temas?, ¿que de ser más retranca que otra cosa han pasado a ser facilitadores de los procesos de cambio?
Miguel Hernández: No tengo la cifra exacta, pero ya debemos andar por la tercera visita de gobierno a Guantánamo, y cuatro del Comité Central (ya empezó otra por Baracoa), pero no se ven los resultados de ellas en los territorios. Y entonces viene una pregunta: ¿las visitas son para controlar documentos? Recuerdo que en su segunda visita a Camagüey, el Presidente y demás personas que lo acompañaban elogiaron la estrategia de desarrollo territorial, pero eso es un documento que dice el cómo, pero no se evalúan los resultados ni hay indicadores para medirlos, quiénes son los responsables y cuál es la fecha de cumplimiento. Si no tenemos ese seguimiento, que es una verdadera estrategia, solamente se va a estar valorando el punto de vista académico, un documento que debe servir de guía para la gobernanza de los servidores públicos, y nos vamos a quedar en el discurso mientras que el pueblo lo que requiere son resultados para que pueda mejorar su calidad y nivel de vida.
Antoni Kapcia: Quiero declarar, para identificarme un poquito, que soy historiador, no politólogo; entonces, lo que me interesa siempre son los procesos pasados que han creado algún problema, algún fenómeno actual. Soy también extranjero, y eso es importante, porque mi enfoque de la burocracia depende de lo que veo durante mis muchas visitas de investigación a Cuba, pero no la vivo como la viven ustedes, por eso es posible que tenga errores en mi perspectiva.
Sí conozco bien la burocracia en otros países; en Inglaterra ha crecido enormemente en los dos o tres años pasados como resultado, aparte de la pandemia, del trabajo en-línea. Este es un problema. Tengo también bastante conocimiento de lo que pasó en Polonia, donde tengo familia. Me refiero a la Polonia de los 60, los 70, los 80, y es perfecta para comparar con el caso cubano.
A manera de introducción, hago un comentario al paso, respondiendo en parte a lo que dijeron los otros panelistas, y también al sondeo. No me sorprendió que la mayoría de los que respondieron escogiera la idea de la falta de eficiencia de los servidores públicos, y es interesante que, como dijo Carlos al principio, es una palabra peyorativa, totalmente negativa, nadie dice con orgullo: soy burócrata; entonces, claro que es una crítica, pero yo me pregunto a veces, por qué la comparan también con la palabra funcionario, que fuera de Cuba puede ser usada para los llamados «oficialistas», dentro del sistema, y para demostrar desprecio los califican de funcionarios. Para la gente de Miami, por ejemplo, Retamar fue un funcionario cultural. No lo era, por supuesto; pero es una forma de desprecio, se le hace un administrador, no un servidor público; pero también si no hace lo que se quiere es un burócrata, es un problema. Lo interesante es el uso de la palabra burócrata para combinar efectivamente las cuatro definiciones.
Empiezo también por decir, y en eso termino este punto, que cada infraestructura humana, que es necesaria para cualquier reforma, cualquier ley, cualquier administración, tiene la capacidad de convertirse en burocracia, en el sentido de gobierno, o de los burócratas. Este es un problema enorme no solo en Cuba, pero en ella tal vez más que en otros países, por la cantidad de instituciones creadas a lo largo de los años, y también por el miedo, en general, al crecimiento del burocratismo, que muchas veces se ve cuando no existe.
Carlos Alzugaray: Vamos a pasar la palabra al público, por si alguien quiere comentar o hacer una pregunta sobre esto.
Carlos García Pleyán: Aparte de venir a Temas, ahora me dedico a escribir; estoy jubilado, ya no me atrevo a decir que soy sociólogo. Quiero tocar un punto que me parece importante: que exista la burocracia me parece relativamente aceptable, normal; cuando las sociedades se van desarrollando y complicando tienen que generar estructuras burocráticas, que implican selección de servidores públicos, fijar reglas, normas, procedimientos, para poder funcionar. Ahora bien, como señalaban al principio, hay una diferencia entre burocracia y burocratismo. La primera, históricamente, tiende a generar ciertas «enfermedades», como podría ser la discrecionalidad, es decir, cuando en ese campo el funcionario o el servidor se adjudica una cuota de poder que no le han dado empieza a funcionar de forma autónoma, ni él mismo hace caso ya de los procedimientos, toma decisiones por su cuenta, etc. También me parece que es bastante inevitable que se creen esas deformaciones y esas enfermedades. Todo eso me lleva al punto que quería tocar: ¿cuáles serían los antídotos, por llamarlos de alguna forma, cuáles son los controles que puede y debe haber en una sociedad que pretenda luchar contra la burocracia? ¿Deben ser políticos?, ¿controlar a los funcionarios desde el Partido? ¿Deben ser técnicos, propios, internos de la propia burocracia, que se autovigila?
¿Hasta qué punto no es necesario el control popular, en el sentido más amplio de la palabra; es decir, control obrero, de la comunidad, etc.? Creo que esos mecanismos se nos han debilitado enormemente, y hay poca reflexión sobre cómo revitalizarlos y ponerlos en marcha de forma que realmente controlen y no sean litúrgicos, por ponerle algún adjetivo.
Jesús Menéndez: (Médico jubilado y empresario). Felicito a Temas por el tema (valga la redundancia), de total vigencia y muy oportuno. Etimológicamente, burocracia significa el poder del buró; cómo se ejerce ese poder es otra historia. Me parece que es de lo que estamos hablando aquí. Creo también que se trata de la del gobierno fundamentalmente, formada por funcionarios que se convierten en servidores públicos de alguna manera.
Quiero que el panel comente sobre dos frases: la primera es «La burocracia puede ser lenta e ineficiente porque no gana trabajando mejor, ni sufre trabajando peor»; la segunda, en este caso una pregunta: «¿qué haría falta para que los funcionarios públicos que integran la burocracia gubernamental lleven con orgullo su camiseta»?
Gilberto Valdés: (Sociólogo). Quiero proponer otro enfoque, pero de alguna manera está vinculado a todo lo que han dicho los compañeros. Es lo siguiente: alguien se pudiera preguntar cómo es posible que si el presidente Miguel Díaz-Canel constantemente llama a todos los sectores de nuestra sociedad a aplastar la actitud burocrática y la insensibilidad, cada vez se reproduce o se metamorfosean más estas actitudes, que son obstáculos que frenan el desarrollo de nuestra estrategia económica.
Creo que una de las causas esenciales de esto las definió Rafael Hernández hace unos años, en un estudio que me pareció muy revelador, muy pionero, cuando decía que hay una reacción bífida a las reformas que están contenidas en este proceso que se llama Actualización; porque, por una parte, hay una reacción del propio pueblo, acostumbrado a una lógica diferente, vinculada al modelo de estatalización extrema en lo económico, lo político, lo social y lo cultural; y, por otra, de alguna manera esto sigue estando presente hoy en muchos de los cuadros porque fueron formados bajo esa lógica del ordeno y mando y de la subordinación absoluta, sin margen para la autonomía, y además, se reproduce entre los que la heredan. Habría que ir a esa causa que Rafael reveló pioneramente, las reacciones ante las reformas y, sobre todo a esa lógica de los cuadros formados al calor de ese modelo de estatalización extrema.
Otro aspecto que no quería dejar de plantear es lo siguiente. Eduardo Galeano, un hombre de una agudeza extraordinaria, decía que en Cuba había un problema para cada solución. Creo que no se puede rebajar la crítica a la burocracia, pero me llama la atención que, de un tiempo a esta parte, la condena abstracta, a priori, ha devenido una especie de actitud gourmet, que de alguna manera da un pase expedito para el selecto club de la intelectualidad crítica no oficialista. A veces también hay cierto lugar común en esa crítica abstracta a la burocracia como causante, por definición, de todos los males que nos aquejan. Pienso que hay que profundizar siempre en todas las coordenadas, en todas las condiciones que están incidiendo en los frenos, en los obstáculos de tipo político, ético y epistémico que tenemos, para que avance el proceso de actualización, y sobre todo la estrategia económica y social.
Sin dudas, se ha superado muchos prejuicios y muchos estereotipos; recordemos que la propiedad y la gestión no estatal se demonizaban como algo no socialista o como transitorio, por eso fue muy importante que, al inicio de este proceso, Raúl Castro dijera: «No hay marcha atrás», en relación con estos cambios.
Carlos Alzugaray: Vamos a cerrar esta ronda con el público y volver a los panelistas. Me atrevería a pedirle a Silvio que le respondiera a Carlos García Pleyán, y después, aunque la segunda pregunta prácticamente ya la contestó Miguel, tanto él como José Alejandro y Antoni, si quieren, pueden comentar cualquiera de esos planteamientos.
Silvio Calves: Déjame aclarar que mi vocación participativa y la formación que tengo no son de dar respuestas a cuestiones que se plantean; es dejar que todo el mundo dé su opinión, su punto de vista. Incluso si me comentan algo sobre lo que escribo, aunque esté en contra, lo agradezco; o sea, no soy de ese estilo de responder cuestiones.
Creo que hay varias cosas que debemos tener en cuenta acerca de la burocracia; una es el peligro de lo que un procedimiento burocrático mal diseñado, mal operado, hace sobre la confianza de los ciudadanos en las instituciones; si hay algo que la destruye es la burocracia. Uno de los más graves elementos de disgusto es el costo en tiempo para los trámites y el trabajo. Hay países que a eso le han dado una connotación económica; por ejemplo, en los Estados Unidos han estudiado cuánto es el tiempo perdido por un ciudadano. En mis clases hablamos de lo que llamamos estudio o teoría de las colas. Son modelos matemáticos que se estudian en todas las universidades, en las carreras de ingeniería industrial y de economía. Preparándome para una clase sobre teoría de las colas, descubrí que en los Estados Unidos un ciudadano promedio pierde cinco años de su vida en fenómenos de espera, que incluyen el tiempo en la guagua, en el ascensor, en trámites, etc. En Argentina pierde veintiocho días al año. Eso es algo que pudiéramos estudiar, porque en Cuba tiene un impacto económico enorme. Quien está en una cola o se está demorando en un trámite no está generando valor social ni económico, es una forma de comerse el dinero. Por eso se dice que con las colas se pierde la energía de la economía.
Y otra cosa que producen las colas y las demoras, aparte de la corrupción, por el pago a algún funcionario público que se deja sobornar para que facilite el trámite, es el problema de los valores. Recuerdo que hace años, estaba yo estudiando ingeniería, y trajimos a un profesor, Arnold Kaufman, una lumbrera en investigación de operaciones en aquella época, y un día, paseándolo por El Vedado, pasamos por la pizzería Milán y había una cola respetable, y nos dijo: «Tengan cuidado con las colas porque eso baja el civismo», y es porque introduce la corrupción, el pago para agilizar el trámite, y lo peor que puede pasar, y que pasa no solo en la sociedad cubana, es que los ciudadanos ante la complejidad cotidiana y antes de convertirse en mensajeros del gobierno por las diferentes oficinas que tienen que circular sus trámites, renuncien a hacer el trámite posible, con una lógica reacción de disgusto y desconfianza.
José Alejandro Rodríguez: Yo quisiera insistir en un fenómeno: la hipertrofia desmedida del aparato burocrático; ese es un problema no resuelto en la sociedad cubana. En cada empresa hay una larga cadena de mando con una cantidad de personal que no produce —ojalá produjera ideas de avanzada—, que está justificando esa cadena, y que está mediando. Siempre hablamos de los intermediarios en términos agrícolas, pero nunca de los de la cadena de mando, que es muy larga, y esa hipertrofia fomenta el espíritu burocrático.
Además, la política de cuadros no siempre promueve a las personas idóneas. He llegado a pensar que ojalá se pudiera hacer casting para dirigir; no todo puede ser designado, y además, las excesivas designaciones crean una especie de grupo vitalicio que salta de aquí para allá, lo volvemos a encontrar después de demostraciones fallidas en la dirección, porque no es liderazgo, es dirección impuesta, designada, y no siempre es el más capaz, el más agudo, y el más humano. No intento generalizar, pero no siempre el designado es la persona que domina técnicamente la actividad, ni la comunicación entre los seres humanos. Hemos visto gente que salta de la agricultura para atender una casa de cultura.
Otro problema de la política de cuadros es no buscar personas con criterio, sino muy obedientes; tan obedientes que rayan en lo enfermizo. Eso es muy peligroso porque nunca le van a decir al jefe que no está de acuerdo con alguna decisión, o traerle otra propuesta; que es lo que tiene que hacer un cuadro a lo Ernesto Guevara, que bastante filosofó y conceptualizó sobre el cuadro, y lo llamó «columna vertebral de la Revolución».
Esos dos problemas son muy serios. He visto a demasiada gente «sinflictiva» ascender, y mucha gente honesta, transparente, revolucionaria, quedarse abajo porque son «conflictivos», porque dicen lo que piensan. No podemos obviar eso, tenemos que ser sinceros y transparentes acerca de ese fenómeno que se desarrolló en nuestra sociedad y está haciendo mucho daño. ¿A quién tuvo que ir a buscar el Che cuando fue a resolver el problema de la planta de níquel de Moa? Al técnico de los oligarcas, el ingeniero Demetrio Presilla, que no era revolucionario pero salvó la planta.
En resumen, creo que la política de cuadros no siempre ha priorizado los aspectos más importantes, y muchas veces jerarquiza la confiabilidad política, que es necesaria sí, pero se hiperboliza, y se subestima otras virtudes que son muy importantes para dirigir un colectivo, una empresa, un ministerio.
Carlos Alzugaray: Le doy la palabra a las personas del público que la están solicitando.
Rafael Hernández: (Politólogo). Quisiera volver a un tema que trató uno de los panelistas en relación con la primera pregunta —que es a la única que hemos podido llegar. Se trata del control, precisamente. El control lo ejerce la burocracia porque alguien le dio ese poder. Controlar es una tarea, una actividad, una función social clave, y las circunstancias hacen que los modos de control que antes funcionaron ya no funcionen cuando la sociedad cambia, y hay que buscar otros modos, si estos son burocráticos, y si se le dan a la burocracia todos los poderes omnímodos que puede llegar a tener.
Si hacemos una distinción entre poder político y burocracia entonces tendríamos que considerar que por una crítica o una burla —la historia de los chistes sobre la burocracia es infinita—, podemos hacer catarsis durante días. Maiakovski escribió tres o cuatro de sus grandes obras de teatro burlándose de ella, y después ella y el poder político acabaron con él. Volviendo al tema de cuál es el grado de responsabilidad que puede tener la burocracia en el cambio, la primera cuestión es cómo ejerce la cuota de poder que tiene, y a qué mecanismos —que no son hacia arriba, sino hacia abajo— no está expuesta.
¿Cuáles son los controles sobre la burocracia que no son los del poder político, sino los desde abajo? Si ahí hay un vacío es político, no burocrático. Entonces la burocracia es el chivo expiatorio perfecto. Es muy fácil decir que es la culpable, porque eso la convierte en la responsable de errores que ella no formuló, sino los encargados de la política, y eso está presente en algunas de las preguntas de Carlos. En las otras, espero que podamos abordarlas en el tiempo que nos queda, porque son muy ricas, y tienen que ver con ese poder y su ejercicio omnímodo, en relación con cambios que fueron acordados al más alto nivel y avalados a nivel del pueblo, cómo es que hay un estamento intermedio que es el responsable de que eso no pase. O sea, estoy tratando de definir, desde mi punto de vista, el perfil del problema que estamos debatiendo en esta mesa, que no es todo lo que se quiere saber sobre la burocracia.
Carlos Alzugaray: Muchas gracias, Rafael; yo tengo una percepción un poco distinta, pero para eso estamos aquí.
Omar Everleny Pérez: (Economista). Hay muchas cosas interesantes en este tema. Yo creo que la burocracia parte desde el propio diseño de las instituciones. La institución más grande que hay en Cuba, y la que menos resultados productivos tiene, es el Ministerio de la Agricultura, y sigue con los mismos departamentos de antes del año 90, con las mismas estructuras, con la misma Dirección de Sanidad. Hay el doble de trabajadores improductivos que productivos, hay 60% de dirigentes, jefes de no sé qué. Esas son cifras oficiales.
Cuando se creó el Ministerio de Turismo, empezó con cincuenta funcionarios, y estaban todas las cadenas y funcionaban a la perfección. Vayan a ver la cantidad de trabajadores que hay hoy en las oficinas de ese Ministerio, habiendo tantas empresas que pueden gestionarse por sí mismas. Vayan a BioCubaFarma, que empezó con menos de cien trabajadores, pregunten cuántos trabajadores hay hoy, y que reciben más estímulo que los que están inventando las vacunas.
Entonces, el propio diseño va llevando a esa burocracia. Eso se discute hoy en las redes sociales. ¿Por qué tienen que tener esos grupos? ¿Por qué tiene que haber tantas estructuras? Nos dedicamos a reunirnos para el futuro: La Ley de Empresas, la primera que tenía que haber salido hace cinco años, va por la versión veinticinco y todavía hoy estaba oyendo que no puede haber una sola porque en Cuba hay muchas instituciones diferentes, y ya quieren hacer una para la empresa estatal, y después se hará otra para lo otro. Todas esas variantes se están discutiendo.
Silvio, ¿cuántos años estuvimos dándoles clases a los cuadros de este país? Se decía «ahora sí», Escuela Superior de Cuadros: quince días trancados, con todas las técnicas habidas y por haber, ¿y dónde están esos cuadros? Entonces nuestros cuadros son los aprobados políticamente, no necesariamente los más preparados, y cuando alguien lo es, como el ex ministro de Comunicaciones, enseguida lo quitan. Ese muchacho hablaba con una formalidad y una técnica porque sabía, era un ingeniero acabado de graduar, y como brilla tanto, va para otra actividad, ¿y a quién deja?
Ese es un problema que tenemos, ¿quién elige a los servidores públicos?, no necesariamente al cuadro más preparado, sino por su viabilidad política. No significa que no sea fiel políticamente, pero lo primero que buscan es de dónde es, si estuvo en el Colegio de Defensa Nacional (CODEN), si estuvo aquí, si estuvo allá; no en la cantera de ingenieros, por ejemplo.
Y por último, voy a decir lo que tengo en el pecho hace tiempo: ninguna de las dos instituciones de la economía concreta de este país es dirigida por economistas. La Facultad de Economía formando economistas desde el año 62, y que no haya un ministro de Economía que sea economista y un ministro de Finanzas que sea economista. ¡Por favor!
José Raúl Viera: (Diplomático jubilado). Cuando hablamos de burocracia en Cuba nos referimos tanto a la administración pública como al empresariado, a los administradores de todos los niveles; es decir, todo es una sola burocracia, tiene las mismas características, o es tal la interrelación o el intercambio que no se puede hacer distinción. Es una sola masa en la administración pública, brindándole servicio al pueblo, porque quien expide un certificado de nacimiento es parte de la burocracia, de la administración pública, de los que están dando un servicio; pero el que preside Cupet, ¿es un burócrata igual al de la administración pública?, o deben existir dos categorías distintas? Hago la pregunta porque no tengo conocimientos académicos en este sentido.
La segunda tiene que ver con una que hizo Carlos: ¿la burocracia está contribuyendo a las nuevas medidas o las está deteniendo? Si logro hacer una imagen, como consumidor de bienes y servicios, que conversa con quien se los presta, y le pregunta si se le están facilitando las cosas, mi percepción es que la burocracia que tienen encima esas personas no está contribuyendo a las nuevas medidas; y, sobre todo, que no produce ideas para una transformación positiva, sino más bien busca que nadie mueva demasiado el bote y que no se produzcan demasiadas olas.
Cecilia Benítez: (Diplomática jubilada). Hay un término, replicado en este panel, que me molesta muchísimo: pobladores. Casi siempre que hay reuniones en pueblos pequeños, en aldeítas, y van visitas, se habla de pobladores; ¿esas personas no son ciudadanos como los demás? Me da la impresión de que es una palabra que disminuye el papel de esas personas como ciudadanos, porque viven en una casita modesta en un lugar de campo, en una cooperativa, etcétera.
Carlos Alzugaray: Me gustaría que alguien enfocara el tema del control que Carlos planteó. Y les pido a Antoni y a Miguel que no se vayan de Telegram para que puedan intervenir después.
Silvio Calves: Para fertilizar una idea que se ha venido hablando. En la prensa se habla mucho de que hay que optimizar la estructura macroeconómica, la microeconómica, la estructura de gobierno, etc. Tenemos un gobierno super dimensionado; el segundo país de América Latina que más ministerios tiene es Cuba (el primero es Venezuela). Hay países que tienen dieciséis ministerios, dieciocho, nosotros tenemos veinticuatro; de ellos, tres relacionados con la producción de alimentos, Agricultura, Azcuba, y el de la Industria Alimentaria, y todos con estructuras, oficinas, carros, combustible.
Estando de visita en una cooperativa en la provincia Artemisa —todo el mundo sabe que trabajo en la agricultura, y soy agricultor—, un productor me dice que tiene un problema en su mini industria: tenía tomate en abundancia, la maquinaria, el equipo, pero no tenía los envases. Otra empresa sí contaba con ellos, pero no se los podía dar porque pertenecía al sector de la agricultura, y él era de la Industria Alimenticia. Parece que el empresario no se había dado cuenta de que las cooperativas no son de ningún ministerio, sino de sus asambleas de cooperativistas. Hubo que llamar al ministro de la Industria Alimenticia, que rápidamente autorizó. O sea, son mecanismos y líneas de mando verticales. En la ganadería pasa eso mismo, uno es el productor de la leche y otro el que fabrica el queso; no están unidos, es un contrato que nadie cumple. El problema de la estructura de gobierno incide en la economía, y eso hay que revisarlo.
Antoni Kapcia: Gracias a Rafael por la intervención, que nos recordó la importancia del poder. Me parece que el debate está mezclando tres significados de burocracia: como actitud, mentalidad, cultura; como sistema, el conjunto de todos los administradores; y también como élite; pero realmente cuando, por ejemplo, las personas de la calle se refieren al burocratismo, piensan en el o la burócrata que dijo que no, que respondió tarde, que no estuvo, que no contestó al teléfono, etc. Entonces, el contacto que tiene cada cual es con los burócratas individuales; pero son la misma cosa realmente.
Como ha dicho Everleny, la creación de muchos ministerios, o un gran ministerio, significa que hay tendencia hacia la inercia, el no decidir sobre el problema, porque cada burócrata tiene la capacidad, y tal vez el deseo, de crear de su propio puesto, el que ocupa, su espacio, su autonomía; por miedo tal vez, pero también porque le dan cierto poder, cierta autonomía en el sistema, pero el conjunto de todos estos puede resistir.
Regresando a lo que dijo Rafael en cuanto a las reformas, las burocracias no reforman nada realmente porque tienen actitud hacia la inercia, porque es lo que conocen, es la base de su poder individual y colectivo.
Me interesó muchísimo lo de los veinticuatro ministerios; para mí lo importante no es la cantidad de ministerios, sino el tamaño y qué producen, no si es uno nuevo o uno viejo, porque una burocracia no se desmantela nunca; por ejemplo, crean un nuevo ministerio y antes ya había uno más o menos igual. Quizás serán los mismos administradores, porque no van a formar nuevos, que van a mantener sus mentalidades, su cultura, su experiencia, y por eso cualquier reforma propuesta por los políticos tiene que efectuarse, realizarse, por gente cuya actitud natural puede ser la misma. Yo conozco este sistema, no conozco ninguno nuevo, ninguna idea nueva. Es un problema enorme. Gracias Rafael por darnos la importancia de eso.
Carlos Alzugaray: La próxima pregunta tiene que ver con la vieja mentalidad. Muchas veces, Raúl Castro, Díaz-Canel, el propio primer ministro Manuel Marrero Cruz, han dicho, de alguna manera, que es la vieja mentalidad la que impide que se avance más en todas las cosas, y que hay que superarla. ¿Está la vieja mentalidad en la burocracia nada más, o también en otras zonas de la sociedad? Voy a poner un ejemplo personal. En el programa televisivo Mesa Redonda, una compañera, responsable de organizar las festividades del verano en La Habana, explicaba lo que ellos habían preparado para la población. Me sentí tratado como un niño, no cuentan con mis gustos vacacionales y me dicen población, cuando esa palabra indica otro concepto. Este es un ejemplo de la vieja mentalidad, del Estado paternalista que les tiene que resolver todo a los ciudadanos como si fueran niños. ¿Existe esa mentalidad solo en la burocracia?
Miguel Hernández: Mi punto de vista es el siguiente: cuando hablamos de mentalidad se trata de personas, ¿quiénes son las que la tienen vieja o nueva? Siempre hay que tener en cuenta sus intereses, motivaciones, necesidades, y en qué entorno nacieron, se desarrollaron y están ejerciendo sus funciones, y si es ya un fenómeno cultural impregnado. En el libro La dirección estratégica de la empresa, Martina Menguzzato dice que para cambiar la cultura empresarial —que podemos extrapolar a la cultura social, política, de gobierno—, hacen falta al menos diez años saliendo de la zona de confort. No podemos dejar atrás la vieja o antigua mentalidad por una nueva dentro de esa zona; habría que salir, pero ello implica actuar de manera diferente, pero centrados en hacia dónde vamos, hacia qué metas, cuáles serían los resultados que queremos lograr. No todo el mundo desea salir de esa zona de confort. También está el miedo a ser recriminado o reprendido, donde, digamos, un funcionario, un servidor público o un director si sale con algo para quitar una traba, ser proactivo, tener resistencia creativa, puede ser mal visto, o no autorizado, o sancionado. Las personas, por tanto, mantienen una postura conservadora: esto siempre se ha hecho así, para qué cambiarlo, eso pondría en peligro mi zona de confort, los beneficios que recibo, mi estatus o mi desarrollo profesional, que me garantizan el sustento familiar. Es un conjunto de cuestiones sociales, psicológicas, culturales y de creencias y hábitos que influyen en esa mentalidad.
Hay una cuestión relacionada con las reformas que me vino a la mente. Me gradué de economista en el año 2009, y en 2010 se inicia el proceso el proceso de Actualización del modelo económico cubano, que después tuvo como resultado un informe donde se plasmaron los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, Participé como economista por el distrito Ignacio Agramonte, de Camagüey; allí pude percibir que cuando hay participación ciudadana muchas personas hacen propuestas e ideas novedosas; pero desde ahí ya había actitudes de censura, demostraciones de vieja mentalidad. Las nuevas propuestas, que eran planteamientos ciudadanos, a veces eran mal vistas o liquidadas, o se decía que cambiaban el status quo, para lo cual las personas no estaban preparadas cultural ni mentalmente, o porque no querían.
Hubo una frase que quedó grabada en mí: «Se van a hacer las reformas sin prisa pero sin pausa»; pero sí tiene que haber prisa porque tenemos problemas estructurales, tenemos una economía enferma, y debemos reformarla más centrada en la persona, más humana. Los cubanos necesitan ver que esas reformas, esos cambios, esa mentalidad, generen un mejoramiento de la calidad y del nivel de vida, para poder sostenerse y vivir, no subsistir o sobrevivir como Dios quiera.
Hay un requerimiento importante de cambiar esa mentalidad, pero no todos están dispuestos a hacerlo, y cuando se proponen nuevos cambios estos pueden ser estigmatizados.
Carlos Alzugaray: La siguiente pregunta tiene que ver con algo que Kapcia tocó, que es el entrenamiento, la formación de los burócratas, una de las cosas en que se ha puesto énfasis en otros procesos de reformas, como los de Vietnam y China. Incluso han tenido un papel muy importante los centros de formación por los cuales ha pasado casi toda la burocracia. En Cuba está la Escuela Superior de Cuadros del Estado y del Gobierno. ¿Necesitan los burócratas actuales hacer ese reciclaje para utilizar otros mecanismos, otros instrumentos, otras herramientas, para fomentar las reformas? ¿cómo se maneja eso?, ¿cómo se puede resolver el problema de la formación actualizada?
Antoni Kapcia: Como dije antes, soy historiador, no técnico; pero es interesante eso. Hasta cierto punto, soy pesimista; creo que cualquier burocracia no se elimina nunca, y hay ciertas tendencias naturales —terribles pero naturales— hacia la inercia, hacia no tomar decisiones. Les doy un ejemplo horrible de lo que pasó en Inglaterra, para comparar, y también dar un aviso a ustedes si se introducen reformas económicas. Margaret Thatcher abolió varias burocracias cuando privatizó las instituciones grandes del sistema: la industria del acero, la de los ferrocarriles, etc.; que se convirtieron en empresas privadas, y los administradores, servidores públicos antes, se volvieron funcionarios de las nuevas empresas, pero trajeron la misma actitud en cuanto a su puesto, que consideraban su defensa, su autonomía, su espacio; pero en este caso tenían un nuevo miedo: al despido, a perder su trabajo; ese miedo les creó cierta cautela en su actitud y no decidir nada, También tienen miedo a la mala evaluación del cliente, porque si se compra un billete de ferrocarril, por ejemplo, preguntan automáticamente la evaluación. Tienen miedo pero es diferente al de antes,
En mi experiencia, hay otros miedos en la burocracia cubana. He visto, por ejemplo, miedo de cometer un error por interpretar mal la política o no saber cuál es la actual de la institución, etc. En este sentido, el miedo es horrible, porque produce inercia. Si no tengo seguridad, si no estoy seguro de cuál es la respuesta correcta, no hago nada, no decido nada; y eso pasó claramente en varios casos.
El problema es que soy pesimista, como dije, y es muy difícil cambiar estas actitudes solo por crear, tal vez, una nueva institución. Tener estos veinticuatro ministerios puede ser mejor que cinco, porque es posible que tuvieran la posibilidad de crear una nueva mentalidad, por reclutar mejor o lo que sea. No sé si es una respuesta a la pregunta de Carlos; pero es un comentario sobre lo comparativo; las burocracias existen en todos los sistemas, pero se distinguen en su forma de pensar o su forma de actuar.
José Alejandro Rodríguez: El concepto de vieja mentalidad es un poco ambiguo para mí, porque hay ideas que llevan años y todavía tienen el poder de la insurgencia. Nuevo no siempre quiere decir renovador, y viejo no siempre quiere decir estancado, obsoleto. Yo diría mentalidad ortodoxa; me gusta más esa palabra, no inclusiva, que no propende al cambio. No solo está en la burocracia, sino también en otros estamentos en la sociedad. En el Partido en que yo milito está esa mentalidad; en él hay personas con determinados cargos que tienen esa actitud de freno al cambio. Son burócratas y administran el pensamiento, y hay que cuidar mucho que el socialismo cubano no caiga, como cayó en otras copias, en las latitudes nevadas. No caigamos ahora, que ya estamos transitando, por eso tiene que ser irreversible el proceso de cambios del socialismo cubano, porque no podemos virar para atrás.
Considero que sí está diseminada en la sociedad una resistencia a los cambios para fortalecer el socialismo en su diversidad, en su inclusividad, en su humanismo ante todo; pero ese fenómeno existe en la sociedad y en la administración pública. Existe, sobre todo, en un territorio, cuando un presidente de gobierno municipal o un gobernador es una persona aferrada, cerrada, empieza a crear una imagen, que entorpece los cambios, entorpece la comprensión de lo que se está dirimiendo en el país.
Yo diría que el control popular, que se ha mencionado aquí, todavía está en las palabras de nuestro gobierno. Siento como una especie de ansiedad porque eso sobrevenga, como tiene que sobrevenir, porque es la única manera de que las bases de la sociedad sean un verdadero contrapeso de la administración pública, un contrapeso revolucionario, al cual haya que rendirle cuentas. Podría hablar de muchos fenómenos que se mencionan sobre la rendición de cuentas; muchas son puras formalidades; yo he visto a un ministro rendir cuentas ante la Asamblea Nacional, y luego la comisión correspondiente, que debería ser la contraparte del ministro, prácticamente converger en casi todo. No podemos darnos ese lujo. Estoy hablando más en el sentido de la democracia, de la necesidad de utilizar todas las potencialidades y los mecanismos de la democracia socialista, que hoy están perturbados y obstruidos muchas veces por la mentalidad de «zona de confort», «yo no rindo cuentas», «yo no voy al barrio».
En mi barrio no hubo «rebelión en la granja», pero sí todo el mundo plantó y dijo: «Hasta que no venga la presidenta del gobierno no se da la rendición de cuentas». Entrevisté a un señor que estuvo aquí mismo el mes pasado, el presidente del Consejo Popular Rampa, Pedro Lizardo; me quedé frío con ese personaje. Es una avanzada de lo que debe ser el control popular, no le tiene miedo a nadie, y ha cogido piñazos y todo; acabó con los problemas que había en la distribución de combustible en el servicentro El Tángana. Pero cuando le pregunté: «Como representante del Poder Popular, del soberano, ¿cuál es la preocupación más grande que tiene del momento que estamos viviendo?», me contestó: «La distancia, a veces, entre las palabras y las realidades». Es peligroso, porque en la medida en que las palabras no se hagan carne y sangre, no se plasmen, la gente empieza a desconfiar de las palabras. Ese es un pensamiento estratégico políticamente para el socialismo cubano, y eso está muchas veces impedido aquí, allá y acullá, porque cuando el lugar es chiquito las cosas se evidencian con más fuerza, pero también en la capital sucede.
Silvio Calves: Creo que el problema de la vieja mentalidad también está influenciado por el bajo nivel de educación general e integral que tienen muchos estamentos de dirección en este país. Muchas veces llegas a un municipio y es difícil establecer una conversación inteligente sobre determinados temas porque no hay cultura. Creo que ha habido un daño a la formación de la gente, al desarrollo cultural general, y no estoy diciendo que sepa de pintura, de escultura, de las bellas artes, sino de cultura general, del enfoque moderno del pensamiento, de hacia dónde va el mundo, de estar actualizados, que estén mirando el contexto internacional y nacional, porque eso también afecta al municipio. Hay una falta de cultura tremenda, que se puede asociar a que nuestra educación, en sentido general, ha perdido ese ritmo. Yo he tenido en el aula, en los últimos meses, a doscientos cuadros jóvenes, entre veinticinco y treinta y cinco años, y cualquiera se da cuenta de la falta de cultura general que tienen, porque no conocían de cosas elementales; no sabían qué era la Sociedad Económica de Amigos del País en Cuba, algunos no conocían los Versos sencillos. Para ponérsela difícil, un día, como lo que imparto son técnicas y métodos de dirección, hablé de El príncipe, de Maquiavelo, y me decían: «Profe, ¿y eso qué es?». Antes, cualquier muchacho de bachillerato sabía eso, no había que ir a la universidad, no había que estudiar ingeniería ni estudiar historia. Pienso que también la educación tiene que ayudar a cambiar la mentalidad, y cuando digo la educación digo toda ella, porque tenemos dos ministerios, más bien tres, porque hay uno que se ocupa de la ciencia, trabajando en eso.
¿Y del control qué quiero decir? Cuidado con él, porque nos ponemos muy contentos cuando llega una visita de control a una provincia, y cuando hablamos del concepto de efectividad, o sea, de lograr el objetivo, la efectividad de un control es inversamente proporcional al nivel que la realiza, mientras más alto es el nivel que controla, menos efectivo es, más se pierde. El que no deja perder efectividad es el que está haciendo la cosa; o sea, hay que estimular y permitir que cada cual controle su trabajo y esté estimulado para eso.
Carlos Alzugaray: Nos queda una pregunta y está dirigida, fundamentalmente, a José Alejandro, porque es sobre el problema de la transparencia y de la comunicación. ¿Es la burocracia reacia a abrirse, a permitir que sus métodos, sus procedimientos, sean objeto de comunicación, que la gente los conozca, que sepa cómo se mueve el proceso burocrático, o hay quien embaraja, y mientras pueda va escapando y no dice todo lo que tiene que decir? Silvio, Antoni y Miguel están convocados también.
José Alejandro Rodríguez: No es fortuito que la Ley de Comunicación Social haya tenido treinta y tres versiones, pero además, detrás de bambalinas todo el mundo sabe que se fue aplazando, porque entraña un desafío para la sociedad cubana. No es solo lo que puede, y debe, hacer la institución, sino lo que la ciudadanía gana si se aplica con todas las de la ley, valga la redundancia, con todo rigor, porque está dirimiendo un gran tema del socialismo: el ocultismo, que empezó por aquello de que «reflejando los problemas se le hace el juego al enemigo». Eso me lo han dicho personas respetables. No; se le hace el juego con el silencio, con la ilusión. Esas prácticas están ancladas en nuestra vida social y hay que desterrarlas, porque no tenemos tanto tiempo. Hay que desterrarlas y hay que transparentar.
Creo que, en general, mucha gente cuida que no le arañen la pintura. En la sección que llevo desde 1997 —veinticinco años cumplió la sección «Acuse de recibo», de Juventud Rebelde, y desde que salió, el director, que entonces era Rogelio Polanco, me dijo: «Tú vas a ser el titular, pero nadie te puede llamar a su despacho cuando haya quejas, quien sea tiene que venir a reunirse conmigo y contigo». Eso fue un paso de avance en la comunicación, y hubo gente que fue al periódico, con el cuchillo en la boca, a acusarme de cualquier cosa, de todo hubo, todo tipo de funcionarios iban, y siempre se les trataba con mucho respeto pero el director —porque para esto también hacen falta directores con todos los atributos puestos— les decía: «¿Es verdad o es mentira?», y se hizo una dramaturgia para esas reuniones, porque eran cuatro y cinco veces a la semana. Eran personas que llegaban prepotentes y con esa dramaturgia terminaban chiquiticos; después, el director me dejaba hablar, y yo invocaba mi derecho a la información; pero eso costó mucho trabajo. Siempre digo que el periodista es un ser que nada en los mares procelosos de la información, a veces impulsado por las brisas y las corrientes, pero a veces a contracorriente hacia un horizonte al que nunca llega. Es una metáfora, pero lo cierto es que la Ley de Comunicación va a tener resistencias porque hay articulados en ella que, en mi criterio personal, no precisan las obligaciones totalmente, y las consecuencias de la elusión en la información las estamos viendo ahora, cuando ha avanzado la capacidad de respuesta ante las situaciones adversas, pero todavía hay gente que espera que la plana mayor del país le diga: «Tienes que hablar». Están empezando a hablar, pero no con toda la propiedad y con toda la capacidad de llegar hasta lo mínimo. Eso se ve en las respuestas que recibo en la sección, hay respuestas elusivas, justificativas, totalitarias, que ofenden al ciudadano.
Creo que la burocracia no es homogénea, hay una burocracia buena, y hay burócratas que cumplen. También los hay que frenan y entorpecen. La gente dice, en el sector periodístico: «Vamos a ver si de verdad que a alguien, por negarle información a la sociedad, no solo a la prensa, le pasa algo», porque también estamos en busca de funcionarios capaces, hábiles, intuitivos, sensibles, humanísimos, y que se adelanten a los hechos, que prevean; siempre ir con la carreta detrás de los bueyes, como debe ser. Es lo que puedo decir.
Antoni Kapcia: Me parece fácil la respuesta a esta última pregunta. Por supuesto que hay que tener más transparencia, mejor comunicación, pero también hay que tener confianza en la información que se recibe; si no es fidedigna o no crea confianza entre los lectores o los auditores, nadie la va a creer. El problema es enorme; para mí es deprimente ver cuántos jóvenes no tienen ninguna confianza en lo que leen, siempre piensan que les están mintiendo u ocultando cosas. La mala información, no fidedigna, produce teorías de conspiración muy fácilmente, y la única forma, me parece, de combatirlas es producir lo que es posible creer. Es muy fácil decirlo, pero muy difícil asegurar que pase; es el gran problema.
Tengo comentarios sobre el sistema cubano porque lo he estudiado bastante para saber que tiene un aspecto que me parece único, y es que produce decisiones muy lentas, por lo que no es eficiente, pero puede ser eficaz. Me refiero a lo que llamo la matriz de sistemas, instituciones verticales, ministerios, etc.; pero también, cruzados todos por procesos horizontales de consulta entre cada una de estas estructuras, teóricamente te da la posibilidad de consultar a todos los actores, a todos los grupos. Esto es en teoría.
Y siguiendo lo que se dijo en la última intervención, hay que tener confianza en lo que se está haciendo y en lo que se dice. Es un aspecto con un enorme potencial.
Miguel Hernández: En cuestiones de la comunicación relacionadas con los servidores públicos, o la gestión empresarial, creo que es fundamental ver si lo que se está comunicando es real, y qué beneficios está generando para la persona receptora; si no, se vuelve texto o contenido que al final no dice nada; son vacíos informativos que otras personas aprovechan, y los consumidores de ese contenido lo desechan, ya sea en la prensa escrita, digital o televisiva, y buscan otras fuentes donde vean reflejada su realidad o que les describan cuestiones específicas de sus intereses. Creo que es un reto infinito. Yo tengo, como referencia a Pepe Alejandro, a Katia Siberia, con sus escritos sobre el acontecer económico, artículos de opinión muy interesantes. Es una deuda que va quedando entre los comunicadores, para no hablar solamente de prensa y periodismo, en visualizar cuestiones y buscar más allá, porque a veces, vivimos la experiencia de, por ejemplo, el rey del queso, en Artemisa o Mayabeque, no recuerdo exactamente, que primero fue estigmatizado y calumniado y, después, el medio de prensa provincial tuvo que desmentir lo que se había informado. Esto es importante porque no solamente tiene que ver con la ley de Comunicación, también hay que determinar la responsabilidad con respecto al Código Civil, de no crear daños económicos y morales a la persona de la cual se está informando.
Silvio Calves: Uno de los problemas más importantes que tenemos que abordar es que la comunicación y la información generen credibilidad en los ciudadanos. A menudo vemos informaciones en la prensa sobre grandes operaciones y grandes resultados médicos y científicos, y, sin embargo, la gente en el barrio sabe que no hay Enalapril en la farmacia. A veces se habla de determinadas graduaciones de doctores en ciencias, y tenemos muchachos con grandes déficits de conocimientos, o aulas y maestros que no están a la altura de lo que siempre ha sido la docencia cubana y la historia del magisterio en Cuba. La información de la administración pública hay que hacerla creíble, aterrizada en la realidad, y que la gente vea que el gobierno sabe y ve lo que está sucediendo. Eso es importante en todo tipo de comunicación, y tener una retroalimentación constante del impacto y de los efectos de todas esas informaciones en las personas, porque es la forma de ir conduciendo la actividad gubernamental.
José Alejandro Rodríguez: Quiero añadir que no puede ignorarse que la prensa es un factor esencial para que la Ley de la Comunicación no se engavete, pero que, en general, la comunicación transversaliza la sociedad, por lo que la aplicación de la ley tiene que lograrse con todos, con la burocracia, con los periodistas, con las entidades, las instituciones y con la ciudadanía. Hay que darles más voz a los ciudadanos en muchas cosas, pero nosotros, los de la prensa —siempre lo he dicho en los Congresos de la UPEC—, no podemos dejar que problematicen otros; los periodistas de la prensa revolucionaria cubana no nos podemos quitar los espacios, no nos podemos quitar la palabra democracia, no nos podemos quitar la palabra participación. Todos los vacíos que dejemos, otros nos los van a llenar siempre, y nos los están llenando, porque realmente hay una generación joven que no está leyendo los medios tradicionales; cuando entran en la cajita acristalada se van, están fuera del país o en los medios que todo el mundo sabe que nos están haciendo la guerra mediática.
Pero, al final, lo que quería era agradecer a la revista Temas, porque —y Rafael sabe que no lo voy a decir por congraciarme con él— está demostrando, en materia de comunicación, hace mucho tiempo, su eficacia. Habrá que darle algún premio importante en este país, porque, además, está transitando por el filo de hasta dónde puede llegar una publicación para abordar las complejidades y los problemas de la sociedad cubana, y lo ha hecho con tremenda maestría, con tremendo equilibrio, con tremenda elegancia, y con tremenda hondura. Yo quería decir eso hoy aquí, no porque me hayan invitado; quiero decir que de las cosas que más respeto en el área de la comunicación en Cuba y que debería ser un precedente para muchos, es lo que hace la revista Temas.
Carlos Alzugaray: Coincido con tus apreciaciones sobre Temas y su importancia. Les agradezco, además, a los panelistas por el excelente panel que nos han brindado, y a los demás participantes en el debate. Muchas gracias.
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