jueves, 21-11-2024
Factores de la política económica: lo cultural y lo ideológico
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Panel del Último Jueves de la revista Temas realizado el 30 de mayo de 2024.
Puede descargar y escuchar la grabación del panel que hemos publicado en el canal de la revista en Telegram.
Panelistas:
Julio Carranza. Doctor en Ciencias económicas. Investigador y profesor. Asesor del Centro de Estudios de la Economía Cubana, de la Universidad de La Habana.
Marxlenin Pérez. Doctora en Ciencias filosóficas. Conductora y guionista del programa de televisión Cuadrando la caja.
Fidel Vascós. Doctor en Ciencias económicas y políticas. Ministro del Comité Estatal de Estadísticas (1976-1994). Miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País.
Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.
Rafael Hernández: Lo que vamos a discutir hoy nunca lo hemos abordado exactamente desde este punto de vista. Muchísimas veces, tanto en números de la revista como en paneles de Último Jueves, a lo largo de todos estos más de veintidós años hemos tocado diferentes aspectos del funcionamiento de la economía. De hecho, en el mes de julio vamos a volver sobre la problemática económica desde el ángulo de la inflación y la inseguridad, y la cuestión de una reforma económica integral. El panel de hoy se propone mantenerse focalizado no en cómo funciona la economía, sino en cómo los factores culturales e ideológicos influyen en la política económica, que es algo diferente.
Pensábamos tener en este panel cuatro panelistas, tenemos tres. Ellos son: Fidel Vascós, que fue ministro del Comité Estatal de Estadísticas en el largo y diverso período que va desde 1976 hasta 1994, recorrió la economía cubana vista desde arriba; hoy es doctor en Ciencias económicas y miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País. Le agradecemos mucho por estar con nosotros hoy, creo que es la primera vez que está en Último Jueves como panelista. Marxlenin Pérez, doctora en Ciencias Filosóficas, conductora y guionista del programa de televisión Cuadrando la caja. Nos encanta tenerla a ella aquí, le damos las gracias sinceras por venir al panel, en donde está por primera vez. Y Julio Carranza, economista con una larga trayectoria como investigador y profesor, durante un período muy largo con responsabilidades en la UNESCO de América Latina en el área de las Ciencias Sociales en distintos países. Actualmente es asesor en el Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana. Con esa experiencia y con esa participación y visión de los problemas de la realidad cubana, a pesar de su mantenido vínculo con Temas, nunca ha estado tampoco en un panel como este.
También invitamos a un especialista del Ministerio de Economía y Planificación, porque la idea no es simplemente tener unos académicos sentados debatiendo un tema, sino tener las visiones desde las instituciones, incluso desde roles y cargos diferentes. Invitamos asimismo a dos emprendedores, porque la perspectiva de las mipymes es también interesante, y podría contribuir a la riqueza de visiones acerca de esto. Pero ninguno de ellos, lamentablemente, pudo venir. Yo presumo que los panelistas van a tener puntos de vista diferentes sobre algunas cosas, y hubiera querido que tuviéramos empresarios y funcionarios, pero estamos contentos con el panel que tenemos.
La primera pregunta se refiere a cómo definir factores ideológicos y factores culturales en relación con la política económica, y cuáles serían esos factores. Le doy la palabra al profesor Vascós. Lo más odioso de estos paneles es que los panelistas tienen cinco minutos para contestar cada pregunta, y eso hace mi misión aquí altamente represiva con el tiempo; espero que me perdonen.
Foto: Revista Temas.
Fidel Vascós: Muchas gracias a Rafael y a la revista Temas por darme la oportunidad de intercambiar algunas ideas sobre estos temas tan importantes y tan complejos. Yo me tomé una licencia y no voy a responder exactamente lo que se pregunta. Aunque voy a tocar el tema, no voy a alejarme de él, más bien voy a explicar cómo yo concibo la influencia, en la práctica, de la cultura en determinados aspectos sociales.
Entiendo por cultura el imaginario de los pueblos, sus ideas, conceptos y conductas manifiestas en los ámbitos económico y político-social, a su vez, el comportamiento de las sociedades humanas puede rastrearse hacia atrás en su desarrollo histórico y encontrar los antecedentes originales ocurridos años e incluso siglos antes.
Quiero referirme, entonces, al factor político-cultural histórico y su influencia en el socialismo que se construyó en la Unión Soviética, o sea, una cuestión práctica: de cómo la cultura de la historia política de Rusia influyó en la organización del socialismo en la URSS. Determinadas características formadas en la milenaria historia política y cultural de ese país, donde nunca se aplicaron métodos republicanos, tienen su impronta en el modelo soviético de socialismo de Estado altamente centralizado implantado durante la época de Stalin, y que continuó existiendo hasta la desintegración de la URSS en 1991.
Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin subrayaron el carácter democrático y emancipador de la nueva formación económico-social a construir, y que el Estado, una vez en manos de las clases revolucionarias, comenzaba a perder su carácter represivo y extendía la democracia y la libertad a todo el pueblo. A la muerte de Lenin la práctica del ejercicio de poder en la construcción socialista de la URSS tomó otro rumbo. Stalin, junto a sus indiscutibles méritos en la dirección y defensa de la sociedad soviética, exacerbó los métodos represivos para alcanzar sus objetivos, y restringió la democracia y la libertad de los ciudadanos hasta límites insostenibles. Son diversas las causas de este comportamiento, así como de la aceptación en general de estos métodos por sus contemporáneos en la URSS. Entre ellas destaco la cultura del despotismo zarista, cuya impronta incidió decisivamente en los violentos métodos centralizados estalinistas.
El referente del poder omnímodo de los zares no fueron las monarquías occidentales al oeste de las fronteras rusas sino el Estado extremadamente represor que provenía de las estepas del este. Me refiero al imperio mongol fundado por Gengis Khan en 1206, en el cual el Gran Khan personificaba al Estado centralizado. Este modelo de ejercicio estatal fue el que inspiró a los zares en la aplicación de sus sangrientos métodos, el yugo mongol sobre Rusia comenzó en 1237 con la invasión de Batú Khan, nieto de Gengis Khan, y se extendió por unos doscientos sesenta años; el primer zar reconocido como tal fue Iván IV, El Terrible, entronizado en 1547.
Stalin, en forma similar a los zares rusos y los khanes mongoles, suprimió la democracia en el proceso de toma de decisiones y adoptó un método personalista, verticalista y represivo, que determinó el desarrollo de una degeneración burocrática en el Partido y en el Estado, lo cual obstaculizó alcanzar los objetivos socialistas de la sociedad soviética y coadyuvó a su desaparición. A partir de estas referencias históricas, dispuso que el Estado soviético y las organizaciones sociales actuaran subordinados administrativamente al Partido Comunista de la Unión Soviética, y mantuvo el carácter vitalicio en la ocupación de los más altos cargos partidistas y estatales en forma similar a los imperios precedentes. La mayor aberración del imperio estalinista fue la intensa y cruel represión física contra personalidades soviéticas que luego fueron reivindicadas; los fusilados y los fallecidos en los campos de trabajo y las prisiones alcanzarían según investigaciones una cifra aproximada a millón y medio en el período de 1930 a 1953.
En conclusión, la organización y funcionamiento del sistema institucional de la URSS, su restringida democracia, y la conducción de la economía sujeta a un plan central de carácter administrativo que rechazaba el mercado y sus relaciones económico-financieras, recogió la impronta de los regímenes despóticos del imperio mongol y del zarismo.
Rafael Hernández: ¿Esto de que la ideología y la cultura influyen en la política económica es algo que les pasa a los sistemas socialistas nada más? ¿En qué medida las políticas económicas —las que se ejercen, no las que están escritas en los libros— están marcadas por corrientes ideológicas y por la cultura vista en el sentido que señala ahora Vascós en el ejemplo de Rusia? ¿En qué medida la presencia de tendencias autoritarias o no autoritarias presentes en las tradiciones y en las historias en los países marcan la manera en que se dirige la economía o no? ¿En qué medida lo que se cree que es la libertad, conceptos de carácter ideológico como la libertad, como la igualdad, como los derechos de las personas, no están marcados por un contexto cultural heredado y por corrientes ideológicas específicas? Me alegro que Vascós haya aterrizado en el caso concreto de Rusia, pero ¿cómo se separa de lo ideológico en ese sistema estalinista?, ¿son fenómenos culturales que no están ligados a cierta producción ideológica? Son comentarios que me gustaría que cuando lleguemos al debate guardaras.
Vascós tuvo el buen gusto de elegir las dos primeras preguntas, que no eligieron Marxlenin y Carranza, y ahora va a aterrizar en Cuba. ¿Hasta qué punto los factores culturales tienen un peso en la formación de la política económica, y cuáles de esos factores culturales e ideológicos identificarías aquí y ahora?
Fidel Vascós: Déjenme aclararles que el compañero Rafael me presentó con los cargos y las responsabilidades que yo he tenido como economista, pero mi origen en realidad es filosófico. Antes de estudiar la economía, me dedicaba a las ciencias políticas, por eso hago tanto hincapié en las cuestiones de la organización del Estado y todo eso. Nunca abandoné la visión de las ciencias políticas, y por eso mis intervenciones de hoy no van a ser tanto de economía.
En mi respuesta a esta pregunta incursiono en la historia política y cultural de la nación cubana y la influencia de sus características en el desarrollo revolucionario actual. A diferencia de Rusia, donde se instaló y mantuvo el despotismo, en Cuba se luchó por una República constitucional, democrática y popular. El ideario independentista, patriótico y democrático de los cubanos está profundamente arraigado en la cultura popular, fundamentada siempre en un texto constitucional, el respeto a las leyes y el rechazo a los métodos dictatoriales.
Los patriotas cubanos que iniciaron la lucha revolucionaria del siglo xix estaban inspirados en la independencia de las Trece Colonias norteamericanas de 1776, en la Revolución francesa de 1789, y en el movimiento independentista latinoamericano del primer tercio del siglo xix.
Durante la República en Armas se promulgaron cuatro constituciones. En mi opinión resulta muy importante analizar el diferendo entre Martí, Maceo y Gómez en los trabajos de redacción de la Constitución que se preparaba en 1895, evidenciado en la reunión de La Mejorana. Maceo consideraba que el gobierno debería estar constituido por una junta de generales con mando, el presidente de la República sería el general en jefe del Ejército Libertador, y el vicepresidente, su mayor general. Martí proyectó una consideración bien diferente, criticaba la idea de Maceo de querer convertir a la Cámara de Representantes en una secretaría del ejército, cuando debería ser la instancia suprema del poder donde estuviera el país, al decir del Apóstol, con toda su dignidad representado. Esto significa, en mi opinión, que ninguna entidad puede estar por encima del Parlamento cubano.
Como prueba del espíritu republicano y constitucionalista de los cubanos, durante el siglo xx el pueblo desató revoluciones sociales frente a dos violaciones de la ley de leyes: una ocurrió en 1933, cuando el presidente Machado pretendió imponer una prórroga de poderes, y otra en 1952, ante el golpe de Estado de Fulgencio Batista, dos muestras de cómo el pueblo cubano no acepta que se viole la Constitución.
En tiempos de la Revolución cubana se proclamaron dos constituciones: en 1976 y en 2019; en el primer artículo de esta última se define que Cuba es “un Estado socialista de derecho”, concepto que no está presente en las constituciones de otros países socialistas. También hay que señalar que Cuba replicó parte de la organización política y estatal de la URSS, si bien hay que anotar positivas innovaciones de carácter democrático en su aplicación y la ausencia de los crímenes que caracterizaron al régimen estalinista.
En la proyección socialista cubana, considero que se debe trabajar por dejar atrás plenamente los aspectos de extrema centralización registrados en la URSS aún presentes en Cuba, y avanzar hacia un socialismo democrático y de mercado que establezca una democracia directa mediante la cual el pueblo decida con carácter vinculante los asuntos públicos de mayor incidencia en su vida.
En este empeño tengo en cuenta que se mantiene el recrudecido bloqueo que el gobierno de los Estados Unidos ha impuesto a Cuba desde hace más de sesenta años, así como la inclusión de Cuba en la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo, todo lo cual constituye el obstáculo principal para el desarrollo económico y social de la nación.
Nuestro gobierno no puede decidir el levantamiento del bloqueo, pero sí puede remover las trabas internas basadas en el altamente centralizado sistema de dirección y planificación de la economía y la sociedad, los cuales también obstaculiza el desarrollo económico, político y social del país; al respecto, y teniendo en cuenta las características de la historia política y la cultura popular de nuestra nación, considero necesario realizar una reflexión para repensar la construcción del socialismo en Cuba con vistas a promover la ampliación del mercado como regulador de la economía y desarrollar aún más la democracia en la toma de decisiones en las instituciones del país.
Rafael Hernández: Esta intervención tuya también es provocadora respecto a un grupo de cosas que están asociadas a la cultura. ¿Realmente el autoritarismo no es parte de nuestra herencia cultural? ¿Realmente el legado de la política cubana está libre de autoritarismo? ¿El estilo político de los líderes cubanos es una negación del autoritarismo? De la misma manera que luchamos contra el racismo, pero tenemos componentes racistas en la cultura de la gente, se puede luchar contra el autoritarismo y al mismo tiempo incorporar prácticas autoritarias a nuestra conducta, y no me refiero solamente a los que gobiernan o tienen veinte años dirigiendo una institución, sino en la vida cotidiana. ¿Hasta qué punto una sociedad puede tener un gobierno plenamente democrático, no vertical, relacionado con lo que Martí llamaba los hábitos de mando de los opresores? ¿De verdad que el centralismo lo importamos de la Unión Soviética? ¿Cuando rechazábamos el modelo soviético en los años 60, no había ya un esquema centralista en el gobierno cubano, condicionado por factores de seguridad nacional? Ya teníamos una Junta de Planificación Central en los años 60. ¿Empezamos a ser centralistas por la importación del modelo soviético? Son preguntas que también te pido que guardes para la hora de los comentarios.
La pregunta siguiente dice: ¿En qué medida lo ideológico incide en la política económica? ¿Cómo saber cuándo esa incidencia es más de la cuenta? Asumiendo que siempre la ideología y la cultura influyen en las políticas, cuando decimos que la ideología se sobrepasa, se excede, ¿qué quiere decir eso, y en qué manifestaciones concretas lo pudiéramos encontrar en la política económica?
Marxlenin Pérez: Es un placer estar aquí esta tarde para conversar sobre temas que ciertamente son de gran importancia y de gran vigencia para el destino de la nación.
Esta pregunta está dividida en dos, pero yo le voy a agregar una parte. ¿Qué es la ideología? Porque si vamos a hablar de temas como la ideología, la cultura —ya el profesor se adelantaba en tratar de acotar qué cosa es la cultura—¿coincidimos en el concepto de ideología? Lo más probable es que no, entre otras cosas porque el concepto es polisémico, tiene muchos significados, y en esa suerte ha corrido también con la desgracia de haberse convertido en sinónimo de algo negativo, peyorativo.
Entonces si pudiéramos partir de esto como un prejuicio que conocemos y por tanto con lo cual vamos a fajarnos, podríamos decir que la ideología es la transposición de la enajenación, es decir, la enajenación tiene un resultado, y ese resultado es la ideología. La enajenación es distanciamiento; la ideología es la apropiación. El profesor Michel Vovelle, que tiene un libro muy interesante que se llama Ideologías y mentalidades, en el cual adelanta un gran tramo y facilita un poquito el concepto, dice: “La ideología es el estudio de las relaciones entre lo que se produce y lo que se apropia”, que tiene mucha relación con lo que decía Marx, en el sentido de que en ese proceso de producción de la vida de los sujetos sociales, se da esa inversión de la relación sujeto-objeto, y eso es ideología también, en ese mismo sentido se establece lo ideológico. Lo ideológico es complicado porque es inasible, intangible, pero a la vez, como decía Marx, “absolutamente peligroso”, porque está indisolublemente asociado a esa relación de inversión sujeto-objeto, que en nuestro sistema de relaciones sociales se da invertida porque, como decía Marx, es resultado de un mundo que está en sí mismo invertido, es decir, hay una traspolación, hay una deformación de cómo nosotros, productores de la vida material y espiritual, nos relacionamos con esos resultados, con los objetos que estamos produciendo. La ideología es esa mediación, que también está influyendo en cómo nos apropiamos de esa realidad que construimos, en cómo nos apropiamos de nosotros mismos. Su cualidad esencial es como autoenajenación. En ese sentido, Marx era muy claro, y todos los marxistas que trataron de rescatar ese pensamiento, ya vigente en 1844, han tratado de entrar en ese nudo, en el cual —como enajenados que somos de nosotros mismos y de nuestro sistema de relaciones sociales— no somos capaces de percibir una realidad que está invertida, y cómo creemos en ese mismo proceso que sí lo estamos haciendo. La profesora María Pilar Díaz Castañón, en su libro Ideología y revolución es muy clara al adentrarse en esta cosa teórica aplicada a la Revolución cubana, y dice que es muy difícil saber lo que una sociedad tiene que decir sobre sí misma porque no es capaz de percibirse a sí misma tal cual es, porque hay una yuxtaposición de mediaciones entre lo que hereda, lo que construye y lo que destruye. En esa vorágine es muy difícil que una sociedad sepa retratarse a sí misma tal cual es. Nosotros no lo podemos hacer, imagínense ustedes una sociedad. En el medio de todo eso está confluyendo la ideología.
Y entonces vienen filósofos, pensadores de la talla de Louis Althusser, que tratan de hacerle un retrato al concepto y dicen que la ideología es invisible, pero la tratan de acotar de forma que el sujeto sí la pueda ver, y ahí está la política como una de las formas de la ideología; no es la única, sin embargo, es la que más frecuentemente se asocia con lo político. Aquí vienen los famosos aparatos ideológicos del Estado, de Althusser, y hay quien dice que no fue más que un plagio de la sociedad civil de Gramsci. Habría que ver, puede ser. Los aparatos ideológicos del Estado son otras formas en las cuales la ideología se manifiesta: el aparato escuela, el aparato religión, el aparato arte, el aparato cultura… Es decir, distintas formas de apropiación espiritual de la realidad, de producción, del individuo —ya convertido en sujeto, clase social. En ese sentido, los aparatos ideológicos del Estado están influyendo, entre otras cosas, en la construcción de políticas económicas. Si seguimos esta trayectoria que yo escojo —no tiene que ser la de ustedes—, llegamos a la política como una de las formas en las cuales la ideología se manifiesta.
¿En qué medida lo ideológico incide en la política económica? Si tomamos como premisa esta larga exposición que les he hecho, en todas. Porque, además, si somos gramscianos sabremos que con respecto a la hegemonía, con respecto al poder, es imposible hacer una división, a menos que sea extremadamente metodológica, con una intención académica, intelectual, para entender los componentes de un problema. Pero es imposible de modo dialéctico, de modo orgánico, dividir y poner en un lado la política, en otro la economía, en otro la cultura y en otro la ideología, porque en ese poliedro que es la sociedad, no hay una sola cara para analizar. Y si vamos a ser marxianos, está el tema de la totalidad, el de la dialéctica, es decir, cada uno de estos conceptos por separado no dicen nada, hay que ver cómo en su interrelación se está conformando eso que llamamos realidad, y eso que llamamos sociedad, y eso que somos nosotros mismos como sujetos en la construcción de esa sociedad.
¿En qué medida lo ideológico incide en la política económica? En todas. Lo político siempre está incidiendo en la toma de decisiones, porque estas, en sí mismas, son políticas, no hay una distinción. En Gramsci eso está de forma muy clara, revolucionaria y orgánica establecida cuando dice todo poder, que no necesariamente significa que es hegemónico, pues todo poder tiene que entender el poder en su relación con los demás componentes de la sociedad civil. La hegemonía no es más que esa relación orgánica entre la economía y la política.
¿Cómo saber cuándo la política se pasa en la toma de decisiones, en la formación de políticas económicas? Cuando esa política económica no se parece a la sociedad que se quiere y para la cual se creó. Por ejemplo, desde mi perspectiva, ¿qué sociedad yo quiero aquí y ahora? Una socialista. ¿Qué es el socialismo? Otro problema: ideología y socialismo disfrutan de la misma desgracia; en Cuba todo el mundo cree que sabe qué es el socialismo porque participa de ese sistema de relaciones sociales, pero una cosa es saberlo porque lo producen materialmente, y otra cosa es saberlo porque lo producen académicamente, porque lo estudian, porque lo investigan; hay una sutil diferencia. ¿De qué se trata el socialismo de Cuba aquí y ahora? Socialismo es la transición entre una sociedad capitalista y una comunista. ¿Desde cuándo no hablamos en términos de comunismo? Lo dejo ahí entonces para después fajarme con las demás preguntas.
Julio Carranza: Realmente agradezco compartir este panel, que a pesar de que no salió como estaba planificado porque hay dos ausencias, creo que es buena la combinación de una doctora en Ciencias Filosóficas y dos doctores en Ciencias Económicas, con ángulos específicos respecto a la economía.
Cuando Rafael me invitó a este panel, en principio le dije que no es un tema sobre el cual yo he trabajado demasiado, y no me gusta hablar sobre cosas que no he estudiado profundamente, pero después, revisando las cosas que he venido escribiendo, no solamente de la economía, sino de la cultura, y de diferentes temas que, por una razón o por otra, me ha tocado abordar, me di cuenta de que sí, que este tema ha estado permanentemente presente en todas mis reflexiónes.
Primero, yo estoy de acuerdo con lo que han dicho tanto Vascós —con el cual tengo coincidencias históricas, de hecho hemos trabajado varias propuestas para la economía del país juntos, junto con otros colegas—, como Marxlenin, sobre el tema del proceso de construcción de la ideología y de su significado. Al final todo eso aterriza en que todo eso da lugar a un conjunto de ideas basadas en determinados principios, en un objetivo de sociedad compartido por importantes sectores sociales, y se convierten en una forma de expresar una ideología que está también basada en determinadas concepciones de carácter filosófico.
Pero quiero destacar aquí que también la ideología debe estar sujeta a un proceso de evolución y de cambios porque, como bien se ha dicho, impacta en todo, desde las relaciones sociales hasta las familiares. Es una forma de relación social, y la manera que adoptan las relaciones tiene que ver con las condiciones específicas, históricas, nacionales e internacionales, de un determinado país, nación o región, en un momento específico de la historia. Cuando la ideología —y aquí viene la respuesta corta— queda atrapada por concepciones de carácter conservador y ortodoxo, que no quiere decir distanciada de los principios, pero sí de la realidad, se convierte efectivamente en una limitante no solamente para el desarrollo —la pregunta tiene que ver con la economía, con el desarrollo de las políticas económicas que se necesitan en determinado momento—, sino también para algo que va mucho más allá de la política económica, que es una estrategia de desarrollo económico, donde pesan varios factores. No es la única limitante ni la única importante. La ideología es esencial, fundamental, central al proyecto de construcción socialista, pero cuando queda por detrás de las exigencias que el mismo proceso plantea por razones históricas, a las cuales me puedo referir después, entonces sí se convierte en un obstáculo, y hay muchos ejemplos.
Quiero cerrar esto con una anécdota de algo que me pasó una vez, no tiene que ver con la economía, pero es muy ilustrativa. Ustedes recordarán que en los años 80 se redefinió la relación entre la religión y la Revolución. Un pensamiento religioso revolucionario en Cuba, de un sector que realmente asumió el desarrollo de la Teología de la Liberación, hizo que se redefinieran estos conceptos, al extremo de que se llegó a plantear en esa época que las creencias religiosas dejaban de ser una limitante para integrar las filas del Partido Comunista. Cuando eso se planteó en este país, por el propio compañero Fidel Castro, hubo una reacción y una resistencia extraordinariamente fuerte proveniente de la ideología. Respondía a una lógica que parecería implacable, pero obviamente como un problema muy mal planteado. Recuerdo una compañera ingeniera, culta, que me decía: “Yo no estoy de acuerdo con esto, esto no tiene sentido, porque el Partido Comunista de Cuba es marxista-leninista”. Sí, Marx y Lenin decían que la materia antecedía a la conciencia, y que, por lo tanto, la religión era una creación en la historia de los hombres, y los dioses no existían. Entonces ¿cómo un partido de carácter marxista-leninista iba a aceptar en sus filas a personas que tuvieran una creencia contraria? Es decir, que la existencia de todo lo que hay tiene su origen en una idea absoluta, si queremos ir a los grandes filósofos; o en Dios, si queremos ir a las versiones más populares; o sea, una filosofía idealista, por lo tanto —decía ella— este partido dejó de ser marxista-leninista. Y yo le decía: Vamos a ver, ¿qué tiene que ver un partido político con una discusión de carácter filosófico? Un partido político es una organización —por cierto, de carácter temporal, aunque el tiempo pueda ser décadas y décadas— que se crea con el propósito de conseguir un objetivo de carácter político y un determinado modelo de sociedad. Si hay comunión de criterios respecto a cómo trabajar para esa sociedad, la discusión acerca de cómo se creó el mundo se pospone y lo que hay que hacer es ampliar, unir, integrar, y ese partido sigue siendo esencialmente un partido marxista-leninista, aunque en él haya personas que tengan una firme creencia en Dios y una fe, como esa cosa que está más allá de la duda porque nadie puede confirmarla.
Digo esto para demostrar cómo una idea instalada por todas las cosas del ateísmo científico —porque las ideologías también se construyen, tampoco son el resultado espontáneo de la evolución de la historia— pueden dar lugar a posiciones políticas, no digo ya en los que toman decisiones, sino incluso en las personas comunes, que se convierten en una resistencia, en una limitante a decisiones que son en determinado momento políticamente necesarias y fundamentales.
Rafael Hernández: Ahora tiene la palabra el público para una ronda de intervenciones. Faltan dos preguntas que no voy a decir para que ustedes se sientan libres de hacer los comentarios que quieran. Les recuerdo que el tema de este panel no es toda la economía, sino cómo lo ideológico y lo cultural inciden o no en la política económica
Carlos Alzugaray: Cuba no vive en el vacío. Vascós señalaba que, en el primer momento, se siguió el modelo soviético, a partir de una concepción ideológica que tenía el partido soviético. Quiero decir que tenemos que ver lo que pasa en otros países. Mi pregunta va dirigida a eso.
El Partido Comunista Chino fue sometido a tensiones enormes porque la gran Revolución Cultural proletaria fue una lucha interna, que Mao dirigió totalmente contra un grupo de personas a quienes acusó de querer llevar a China al capitalismo. Esa fue una batalla de ideas, una batalla ideológica, que en algunos casos llegó a la violencia y hubo gente que murió en esa contienda. Cuando eso se transformó definitivamente y el Partido chino hizo un giro que lo ha llevado donde está hoy, que no es poca cosa, Deng Xiaoping lanzó una batalla ideológica a partir de un artículo que salió en el Diario del Pueblo, que se tituló “La práctica como criterio de la verdad”. A mí me enseñaron hace mucho tiempo que eso era un principio marxista, no es nuevo, y el marxismo no es el único que lo sostiene, porque es una verdad bastante clara.
Me parece que una de las virtudes que tiene el proceso chino, no para copiarlo, pero sí para tomar en cuenta sus lecciones, es poner delante el criterio de que lo que funciona, funciona, y ahí el factor ideológico pasa a un segundo lugar. He oído discusiones —y esa es la pregunta que le quisiera hacer a Julio, a quien le he oído hablar mucho de esto— sobre el problema de la relación planificación central-mercado. Aparentemente, si se utiliza el mercado se tiene una ideología capitalista, pero si se quiere ser socialista, hay que manejar fundamentalmente la planificación centralizada. Esta forma china de enfocar la construcción del socialismo de alguna manera tiene que ver con lo que nosotros nos proponemos. En los últimos años, definimos que lo que se quería construir para Cuba era un socialismo próspero y sustentable. Me parece que también debería ser justo, equitativo. Eso es un criterio central de lo que queremos hacer, ser no solo marxistas sino martianos, una patria “por todos y por el bien de todos”. Entonces mi pregunta es esta: ¿cómo ven esa ideología china, donde lo que sirve, se usa, y lo que no, se desecha, y puede ser que lo que no sirva tenga una sustentación ideológica imbatible, férrea. Como cuando el Che dijo que no se puede construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo. No me gusta esa famosa frase —a pesar de toda la admiración que le tengo al Che—, primero, porque no sé qué son las armas melladas del capitalismo. ¿El trabajo asalariado es un arma mellada del capitalismo? ¿Cómo se construye el socialismo sin el trabajo asalariado?
Jesús Arboleya: Yo soy de los que piensa que la ideología está en todas partes, en todo momento, porque es, como Marxlenin decía, una interpretación de la realidad que vivimos. Hay unas más elaboradas que otras, pero cualquiera que piense tiene que tener una ideología.
A partir de las definiciones que el panel ha dado, yo pudiera hablar aquí de lo que me dé la gana, pero quiero centrarme en lo que han sido preocupaciones mías a lo largo de estos años, asuntos que he tratado de estudiar y de responderme a mí mismo para fortalecer mi ideología.
La primera es qué cosa es la mentalidad. Estamos escuchando, desde hace varios años, que tenemos que cambiar la mentalidad. Ahora bien, ¿quién tiene que hacerlo?, ¿yo tengo que cambiar mi mentalidad o no?, ¿en qué consiste eso?, ¿de cuál tenemos que renegar, y cuál tenemos que absolver? Eso no dice nada, esa es una ideología vacía; o sea, expresarse de esa manera más que aclarar oscurece porque uno mismo empieza a hacerse preguntas.
Voy a presentar un problema concreto al análisis de ustedes, sobre el cual he estado escribiendo en los últimos días. Tanto el gobierno cubano como el norteamericano tienen una visión de la empresa privada que se sustenta en una interpretación simplista de la teoría de la lucha de clases de Carlos Marx. ¿El simple hecho de que exista una clase la convierte ya en un factor de cambio? Marx pasó un trabajo tremendo tratando de explicar lo que era clase en sí. Para los Estados Unidos ahora, y lo están diciendo incluso en sus documentos, promover los negocios privados en Cuba es el famoso cambio por otros métodos que en su momento planteó Obama. El simple hecho que en Cuba existan negocios privados va a acabar con el socialismo, esa es su conclusión; pero aquí hay mucha gente que piensa lo mismo, y que se convierten en un estorbo para esos proyectos porque asumen el trabajo privado a partir de una ideología que desde mi punto de vista es determinista, simplista, que los marxistas debimos haber criticado siempre y, sin embargo, no lo hemos hecho.
Andrés Dovale: Hace unos años, en un Último Jueves, pregunté a un panel de siete periodistas si en Cuba y en la Unión Soviética había socialismo. Solo uno respondió, era del Canal Habana, y dijo que había socialismo porque la educación y la salud eran gratuitas. Fidel Castro definió lo que él entendía por Revolución, pero no dijo nada sobre qué es el socialismo; y aquí la compañera dice que todo el mundo cree saberlo. Carlos Marx definió el socialismo como un modo de producción en el cual los trabajadores se apropian de los medios de producción y son los dueños directos, no el Estado, que desaparece en el comunismo marxista, eso no hay quien lo niegue. El Estado tiene que desaparecer porque tiene solamente un fin represor. El socialismo es eso si estamos hablando de marxismo, porque hay dieciséis tipos de socialismo en Wikipedia, pero ninguno de ellos es el marxista. Incluso hay marxistas que dicen que la propiedad es del Estado, o sea, mal dicho, jamás el Estado debe desaparecer. Creo que es más marxista este Milei, que quiere desaparecer el Estado, que lo que aquí tenemos, un Estado gigante que todo lo decide, todo lo determina.
Entonces, la base económica que debe sustentar toda la superestructura, según el marxismo, no la hemos desarrollado, más bien la hemos destruido. ¿Dónde está la industria azucarera, dónde están aquellas grandes fábricas de tela, de hilo, de zapatos? En Suiza se compraban zapatos cubanos, allá se podía comprar una cafetera criolla, y las había en todas las cafeterías de Cuba. Hoy no hay ninguna, por supuesto. Entonces, yo quisiera que alguien me definiera qué es el socialismo.
La segunda cosa que quiero decir es que el marxismo-leninismo es una cosa totalmente diferente al marxismo, es una ideología, no es una filosofía, y quien la desarrolló fue Stalin; le querían poner su nombre y él no aceptó y por eso metió a Marx y a Lenin. Yo fui profesor de Marxismo cuando hizo falta porque no había profesores.
Rafael Hernández: Gracias, Dovale. ¡Qué bueno que has vuelto a los debates de Último Jueves, porque la diversidad que introducen tus enfoques es muy interesante! Sé que eres el mejor profesor de Fisiología del Instituto de Ciencias Médicas, según tus alumnos, pero saber que además fuiste profesor de Marxismo me llena de alegría.
Lázaro Mora: (Vicepresidente de la Sociedad Económica de Amigos del País) Quiero hacer algunas precisiones en relación con los planteamientos de Julio relacionados con la religión. Los suscribo completamente, pero quiero decir que esto está basado también en aquel casi catecismo que decía: “La religión es el opio de los pueblos”. Otro es la concepción de que en el socialismo todo tiene que ser propiedad del Estado, o la de que una empresa pública es una empresa socializada. Hay empresas públicas en el capitalismo y se mantienen siempre que sean productivas y rentables, el problema es cómo se distribuyen las ganancias de lo que producen estas empresas.
Nosotros hemos tenido un problema que, en parte, vino de la “ofensiva revolucionaria”, que luego fue reconocido como un grave error, y que ahora, con los trabajadores por cuenta propia y otras formas de propiedad, empezamos a tratar de recuperar. Hay esquemas ideológicos que no se superan hasta que la práctica, que es el criterio de la verdad, nos toca a la puerta, y si no la abrimos, la derrumba. Es así.
Pienso que en la coyuntura actual es importante pensar en el legado de Fidel. En su famoso concepto de Revolución, en 2005, dijo que había que cambiar todo lo que tiene que ser cambiado. El problema es quién decide qué es lo que hay que cambiar, o la gente sale para la calle demandando que cambien estas cosas y las otras. Son problemas que tenemos pendientes y que hay que ver desde el punto de vista de la ideología, de los esquemas que están en la mente de muchas personas, como estos que piensan que abrir la posibilidad primero del trabajo por cuenta propia y después de las pequeñas y medianas empresas, es un retroceso, que estamos abandonando el camino del socialismo. No, no, es que si no buscamos una solución económica se acabó la construcción del socialismo y todo lo demás.
Carina Pino Santos: Soy historiadora del arte, así que me perdonan la pregunta que voy a hacer desde mi especialidad. Yo quisiera que establecieran la relación entre la ideología, la cultura y lo económico, es decir, en un sentido de prevalencia sobre la cultura, es lo que me interesa específicamente.
Denia García Ronda: Yo solamente quiero decir que se ha hablado mucho de la influencia de la ideología en la economía, pero no veo que se hable de la influencia de la cultura, aunque no se puede separar totalmente de la ideología. Tenemos una tradición cultural no siempre positiva en cuanto a cómo enfrentar la economía en términos generales, que viene incluso desde antes de la independencia, y después también, en cuanto al decurso económico del país, que está influyendo hoy mismo en las decisiones económicas que se toman. Es decir, creo que la cultura y la tradición cultural de siglos están funcionando ahora en algunas de las decisiones políticas, y ninguno de los panelistas ha entrado en lo que es específicamente la cultura. Por supuesto, no estoy hablando de cultura artístico-literaria ni mucho menos, sino de la cultura en términos generales. Es una pequeña queja sobre esto.
Rafael Hernández: La pregunta está hecha, Denia, y dice: ¿qué peso tienen los factores culturales en la formación de la política económica? Ellos no abordaron eso, pero está presente.
Quedan dos preguntas. La próxima dice: ¿qué factores políticos distintos a los ideológicos y a los culturales tienen un peso determinante en formación de la política económica? Hay factores que no son ideológicos y que no son culturales tampoco y que están ahí; por ejemplo, la seguridad nacional no es una cuestión política o ideológica, y mucho menos cultural, y tiene una incidencia en cómo se deciden políticas económicas. Entonces les doy la palabra a Marxlenin y a Carranza para que aborden esta pregunta.
Y la última, para cerrar con toda la compañía, es: ¿en qué medida debates públicos sobre política económica tienen alguna utilidad, y en qué medida contribuyen a encaminar la política económica? ¿Por qué?
Estas preguntas —lo confieso— están hechas sobre la base de que política e ideología son campos separados, muy relacionados, pero son prácticas diferentes. Los argumentos ideológicos y los políticos, igual que los culturales, suelen ser muy diferentes. Lo cultural tiene que ver, por ejemplo, con un dirigente que es analfabeto, que no sabe todo lo que tiene que saber, que tiene grandes lagunas culturales en su formación, o con una institución que lleva consigo una cultura organizacional que no es ideológica, que es la que estudian los sociólogos de la organización. Cuando los panelistas que han hablado de lo ideológico, y también los que han intervenido desde el público, dicen “Es la única opción”, están diciendo que la lógica de lo político tiene una preeminencia en una coyuntura como esa, y que no hay que dejarse sujetar por criterios ideológicos. Por supuesto que están interrelacionados, yo no estoy diciendo mi punto de vista en este debate, lo digo nada más para que se entienda esta pregunta.
Marxlenin Pérez: Ahora voy a ser muy breve porque tenía planificado extenderme solo en la primera pregunta para establecer las premisas de las cuales parto para este tipo de análisis. Mi punto de posicionamiento histórico no es el mismo, evidentemente, del que parte Rafael a la hora de formularnos las preguntas.
En mi entendimiento del tema no puede haber una separación esquemática entre política, cultura, economía, ideología. En la sociedad en la que vivimos, en esta, en aquella, en la de enfrente, en la pasada, desde la modernidad hasta la fecha, esa es una separación orgánica, no hay departamentos estancos entre la política, la economía, la ideología, la cultura, sino que se parte de entender que somos personas políticas, culturales en el sentido amplio del término. Por supuesto, con esto podemos polemizar.
Entonces ¿qué factores influyen en la formación de la política económica? Para tratar de ceñirme a la primera pregunta, a pesar de diferenciarme del punto de posicionamiento teórico para responderla, yo pondría en primer lugar al sujeto como clase social, que todo el tiempo se olvida; el sujeto de la construcción de esa política económica, con toda la carga filosófica que tiene el concepto de sujeto. Aquí mismo hemos sido testigos de eso, cuando en la primera ronda conversábamos sobre la realidad olvidando que esta es un resultado de la actividad del sujeto, es decir, que la ideología nunca es ella sola y en sí misma, sino que hay un sujeto portador de esa ideología.
En segundo lugar, y muy relacionado con eso, las clases sociales vistas como pugna entre distintos grupos sociales que tienen intereses diferentes y encontrados, y que, por tanto, están moviendo la sociedad en un sentido o en otro. Todas las sociedades transitan, el socialismo no es el único que lo hace, el capitalismo también transita. Todas las sociedades se mueven. ¿Hacia dónde? Eso es lo que marca la diferencia entre un sistema de relaciones sociales y otro. ¿Hacia dónde queremos nosotros, sujetos de hoy, que la sociedad cubana de este tiempo se mueva? Por tanto, entre los factores pongo el sujeto, y las clases sociales con todo lo de pugna y de contradictoriedad que implica, sobre todo en el socialismo, donde las clases sociales no se han extinguido. Y pongo a la hegemonía y la relación entre hegemonía y dominación, y entre hegemonía y contrahegemonía. En ese mismo resultado de la actividad de sujeto y de ese resultado de lucha de clases antagónicas ¿quién tiene el peso de la hegemonía y quién de la contrahegemonía?, ¿cómo se da esa relación en la formación de políticas económicas? Y, por último, pondría al intelectual orgánico, es decir, un tipo de sujeto, en el entendimiento gramsciano de la cuestión, que se distingue del tradicional y que es capaz de estar insertado en un sistema de relaciones sociales en un lugar determinado, que puede ser un hospital, una fábrica, una escuela, en el gobierno, en el Estado, o la carretilla de la esquina, y que con su actividad está implicando un tipo de reproducción de ese sistema de relaciones sociales, es decir, de esa sociedad que se mueve o para allá o para acá a través de esa actividad de ese sujeto. Yo pondría esos cuatro como provocación.
Julio Carranza: Se han hecho muchas preguntas aquí. Las que hace Rafael también tienen un calado tremendo, y estoy obligado a responderlas en los minutos que me restan. Entonces muchas cosas se me van a quedar, obviamente, no es que no las tenga en la cabeza, es que no hay tiempo para decirlas. Me quiero apoyar, tratando de ser breve y sintético, en una cosa que dijo Lázaro Mora que a mí me parece fundamental, porque yo tengo la impresión de que muchas veces en estas discusiones que hacemos, sin que perdamos nosotros profundidad teórica, estamos a un nivel de abstracción que toca poco con la realidad concreta que tenemos en Cuba.
Rafael hablaba que sobre las políticas económicas también inciden factores que no son ideológicos. Él mencionaba la seguridad nacional; estoy de acuerdo. Voy a decir otro: cuando hay vacíos de concepciones acerca de cómo articular una salida estratégica se dificulta también la toma de decisiones. Y otro: hay intereses creados en los diferentes niveles, incluso del Estado, que se mueven en una zona de confort por beneficio material o mental, que se convierten en un obstáculo para poder mover la realidad más allá de los límites en los cuales se encuentra ahora.
A propósito de la seguridad nacional, quiero decir que uno de sus principales problemas en cualquier país, y en este que se llama Cuba, es la producción de alimentos. Ese sí es un problema de seguridad nacional, y una de las maneras de resolverlo es articular políticas económicas y salidas económicas que garanticen una mayor producción. Por lo tanto, desde el punto de vista de la seguridad debería haber no un límite sino un impulso a las transformaciones que la economía cubana necesita.
Eso de que nadie sabe qué es el socialismo vale para todos. Puede ser un disparate lo que estoy diciendo, pero es un disparate responsable, fundamentado, un disparate que queremos discutir, porque vale para mí, para ti, para todos, y también vale para todos la responsabilidad de discutir a ver si aclaramos cuál es la sociedad que queremos.
En el actual contexto internacional el modelo económico cubano no funciona, y eso no quiere decir que deje de ser socialista. Aquí hay varios que consideramos desde hace tiempo —en mi caso, junto con otros colegas, desde 1995, en un libro publicado en Cuba— que el socialismo en Cuba es irrenunciable, hay que defenderlo, y para eso, obviamente, tenemos que discutir qué es socialismo. No me voy a meter en eso ahora, aunque tengo criterios, porque no quiero ponerme a especular. Lo que sí digo es que ha habido una resistencia no solamente ideológica, sino de muchos tipos, para mover la reforma económica hacia donde va.
Primer punto: la reforma económica hoy día en Cuba tiene que ser integral. Ha avanzado, porque esto tiene una historia que no tengo tiempo para detallar, pero sigue sin la integralidad y sin la secuencialidad necesaria. Sigue dando pasos de avance, pero acompañada también de importantes errores, como por ejemplo el ordenamiento financiero, que ha dado lugar al reforzamiento de un proceso inflacionario, que es también un problema para la seguridad nacional por el impacto que está generando. Todos los que conocen algo de política y de historia de América Latina saben que el principal factor que ha puesto en crisis a muchos gobiernos en el área ha sido una inflación descontrolada. La necesidad de un plan macroeconómico, pero claramente dicho, no solamente anunciado, para poner bajo control la inflación es un factor fundamental de la política económica que se anuncia, pero ni se esclarece y mucho menos se implementa, y si existe, sera escondido, porque público no es.
Segundo: la necesidad de la reforma de la empresa estatal. No para que deje de serlo, porque las empresas estatales deben mantenerse como factor fundamental de una economía que, por las razones que sean, y eso es otro tema, aspiramos a que siga siendo socialista, acompañada de otros actores. Pero lo que no puede ser es ineficiente, y lo es profundamente. Es verdad que hay una cantidad de empresas que han pasado de ser irrentables a ser rentables, pero con niveles de rentabilidad extraordinariamente bajos que les impiden aportar de manera significativa al factor fundamental, que impide que se controle la inflación. El déficit presupuestario está montado en 18% del PIB en estos momentos.
Tercero: además de la reforma de la empresa estatal —insisto para que no haya equivocaciones, no para que deje de ser pública, estatal, sino para que deje de ser ineficiente—, hay que replantearse los mecanismos de la planificación que tienen atrapadas a las empresas en un anillo de hierro que les impide avanzar a través de los procesos conocidos de nuestra realidad.
Y el último factor es una transformación fundamental del subsistema de producción agropecuario. No se trata de un grupo de medidas, sino de una transformación profunda de esa parte de la economía que es la producción agropecuaria, que en las condiciones actuales, demostrado está, no produce alimentos. No se puede olvidar, que estamos bajo un bloqueo genocida, criminal, perverso, más todas las cosas que puedan venir, pero aún en esas condiciones, del lado de acá hay mucho por hacer que no se ha hecho todavía para poder generar una respuesta productiva y una base que, como decía Lázaro, es absolutamente necesaria para poder hablar de cualquier otra abstracción ideológica.
Finalizo diciendo lo siguiente: a propósito de la reciente medida que han tomado los americanos de permitir cuentas bancarias, etc., ha habido una reacción que yo comparto. Me pareció muy adecuada la respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores y también la del presidente, cuando reconoció la necesidad de demostrar que todos somos uno, que todos somos una economía y una sociedad, y que nos quieren dividir. He dicho varias veces y repito aquí, es mi criterio, que no me parece correcto que a la empresa estatal se le llame socialista, porque lo que es socialista o capitalista es el sistema que las integra a todas, no es una empresa en específico. Si se dice que la empresa estatal es socialista, se está diciendo que, por definición, las demás no lo son; por lo tanto, todo el sector no estatal es antisistémico. Lo que garantiza el socialismo no es la hegemonía de la propiedad privada —creo yo, en esta ignorancia del socialismo— es la hegemonía de la propiedad social, de la propiedad pública, un determinado sistema de producción que garantice la justicia social y, en el caso específico de Cuba, la soberanía nacional, que pasa entre otras cosas por la soberanía alimentaria, por eso es importante producir alimentos.
Como dijo Lázaro, en los países capitalistas hay empresas públicas, y no por públicas son socialistas, son las empresas públicas de una sociedad capitalista, igual que en Cuba hay empresas privadas, que son las empresas privadas de un sistema socialista. La integración de todas ellas es importante, con sus características diferentes, y garantizando de manera extraeconómica, y a través de la ley, la prevalencia y la hegemonía de la empresa estatal, pero una que tenga la capacidad de ejercer el liderazgo no a través de decretos sino de su eficiencia. Eso supone serias medidas en su transformación, lo cual ha dado lugar aquí a muchas polémicas y discusiones que yo no tengo tiempo de detallar ahora, pero tendría muchas cosas que decir sobre eso.
Rafael Hernández: El 18 de julio, anótenlo ahí, vamos a hacer un debate sobre la reforma integral de la economía, de manera que están más que invitados a concurrir.
La última cuestión parte también de un prejuicio mío: yo creo que hay más debate hoy en Cuba que nunca, no solamente entre intelectuales o teóricos. (La palabra teórico es horrenda porque se usa siempre para machacar al otro. Hasta se le llama “teórica” a la parte donde hay una discusión sobre quiénes son los mejores músicos cubanos en un evento de música. Fíjense los usos de la palabra en el lenguaje del mundo de la cultura y de las ciencias). Esos debates públicos son hoy más intensos y extensos, y se difunden más que nunca antes, no solo por Internet, e incluyen pensamiento, análisis, reflexión fundamentada, juicio basado en estudio e investigación, y no solamente opiniones. Hay incluso un programa de la televisión dedicado nada más y nada menos que al debate económico. No recuerdo que hubiera algo así antes. También pienso que nunca antes ha habido una receptividad de la dirigencia política en relación con la ciencia como la que existe hoy. Se la convoca para escuchar sobre diferentes campos del conocimiento, todos relacionados entre sí, pero separados, así que no es lo mismo convocarla para hablar de problemas epidemiológicos que de problemas económicos, porque se relacionan, pero son diferentes.
¿En qué medida el debate en torno a los problemas de la política económica están contribuyendo a encaminarla? Seguramente hay argumentos para decir que sí, y otros para decir que no, o sea, la pregunta incluye que me digan por qué.
Fidel Vascós: De todas maneras, yo voy a responder lo que a mí se me ocurra. Yo utilizo tus paneles para expresar mi opinión y divulgarla, si coincide con lo que tú preguntas, mejor.
Rafael Hernández: Adelante. Tú eres doctor en Ciencias económicas y políticas, así que seguramente lo que vas a decir es el significado de la reflexión científica.
Fidel Vascós: La pregunta se quiere constreñir a la cosa económica, pero yo la voy a ampliar a lo político y lo social. Considero que son muy importantes los debates públicos sobre el diseño y control de la política económica en nuestro país. El desenvolvimiento de la economía tiene repercusión directa en el nivel de vida material y espiritual del pueblo, y los ciudadanos deben tener la oportunidad de participar en las decisiones que enrumban el desarrollo económico de la nación.
Un especial referente en este sentido lo encontramos en el pensamiento y la obra del Che Guevara, principal impulsor del ejercicio de la cultura del debate en nuestro país. El Che defendía sus ideas con firmeza, pero respetaba las consideraciones de los demás, aunque discreparan de las suyas. El ejemplo que nos dejó sobre polemizar en las ideas fundamentándolas con argumentos, sin ataques personales contra quien discrepa, y sin convertir la polémica en un torneo literario, tiene gran importancia para la Cuba de hoy.
Los debates públicos en materia económica no pueden concebirse de manera aislada, sino que deben insertarse en un ambiente general franco y libre de intercambio de ideas en otras materias políticas y sociales; las nuevas tecnologías de la información y la comunicación facilitan alcanzar este objetivo.
Mi criterio es que el socialismo está llamado a crear una nueva forma de democracia, directa, donde se reconozca definitivamente y en la práctica que el pueblo es el soberano, no sus representantes electos. La democracia directa se constituye así en una institución superior a la representativa, inaugurada por las revoluciones burguesas de fines del siglo xviii. No basta que la ciudadanía sea consultada por sus representantes para que luego sean estos los que tomen las decisiones finales. La nueva democracia socialista debe caracterizarse por que sea el pueblo quien decida directamente los asuntos públicos, y sus acuerdos sean vinculantes para toda la sociedad.
La transición socialista en la que nos encontramos, y la complejidad del mundo contemporáneo, requieren del concurso de diferentes ideas para encontrar el camino más adecuado para el desarrollo económico y social del país. El debate de ideas y el tratamiento respetuoso en la polémica están a la orden del día en nuestro proceso revolucionario.
Comprendo que no hay consenso acerca del contenido y la forma que puede adoptar la democracia directa. Hay quienes la rechazan por la incompetencia y la falta de responsabilidad cívica de los participantes, que no superan los conocimientos y responsabilidades de los representantes, la influencia de demagogos y populistas, que pueden desviar negativamente la acción de los votantes, sobrecarga y fatiga de los ciudadanos por la cantidad de veces que tienen que acudir a las urnas, y la redacción de las preguntas, que pueden ser manipuladas y engañosas; estas y otras desviaciones pueden ser evitadas con una estricta vigilancia sobre ellas, y sobre todo una labor de preparación y formación política para elevar la conducta cívica de la ciudadanía.
En Cuba ya se aplican varias modalidades de esta nueva democracia socialista. Se destaca el referendo popular, de carácter vinculante, mediante el cual el pueblo aprobó las constituciones del 76 y del 2019, así como el Código de las Familias. Es un ejemplo cubano, para el mundo incluso, la democracia directa electoral en el caso de los delegados municipales del Poder Popular, donde los propios electores no solamente eligen, sino que también postulan los candidatos a incluir en la boleta de votación sin interferencia de otras instancias.
En mi opinión, lo que corresponde a nuestro país es el perfeccionamiento de todas las modalidades de la democracia directa que ya se aplican, pues no todas cumplen plenamente sus objetivos ni son expeditas en su procedimiento, así como avanzar en la aplicación de otras modalidades a nivel nacional y local. Los métodos de la democracia directa no pueden limitarse al ámbito del Estado, y deben abarcar también al partido político único y a las organizaciones sociales.
Marxlenin Pérez: Yo había hecho una relación de las preguntas que hicieron específicamente a mí y en general al resto del panel, pero veo que no habrá tiempo para responder a todas. Voy a aprovecharme entonces de la palabra que me han dado para decirle al compañero Carranza que realmente sí se sabe lo que es el socialismo. El concepto es ciencia constituida —como les gusta decir a los científicos de las ciencias naturales— desde hace tiempo. El problema está en que hay que investigar, estudiar, empaparse, relacionarse, polemizar, debatir con nuestros contemporáneos y con los que se dedicaron a definirlo, pero eso también es fuente de arduas polémicas.
Para poder responder la última pregunta de Rafael, yo quisiera saber a qué llama debates públicos. Por ejemplo, que yo recuerde, en la historia de la Revolución cubana reciente, algo que ha tenido gran impacto en la sociedad y una medida cuantificable de cómo ha impactado en el destino de la nación, fue la creación, en los años 90, de los parlamentos obreros. Esos fueron debates públicos que tuvieron la intención real de mover la nación, la Revolución, el sistema, la economía, en un sentido que estaba marcado, y que tenía un apellido: socialista; desde un entendimiento teórico y práctico del asunto.
¿A qué llamamos debates públicos? ¿Lo que se forma en Facebook y en Twitter? También, pero no solo debemos centrarnos en el peso del debate público sino con qué objetivos se hace, sobre qué se debate, y, sobre todo, qué pasa después. ¿Esto que estamos haciendo hoy, es un debate? Sí, pero ¿qué va a pasar luego?, ¿va a tener algún impacto cualitativo, cuantitativo, en nuestra realidad, en nuestra cotidianidad? Puede que sí y puede que no. Eso es lo que puede dar, de alguna manera, la medida en que un debate público influye en el destino económico, político, social, cultural, material, espiritual, de la realidad cubana. Por eso llamo la atención sobre quiénes están debatiendo, por qué, qué les interesa debatir, y sobre todo cuál es el papel en él de los grupos que tienen conciencia y autoconciencia de para dónde queremos movernos. ¿Es un debate por debatir? No resolvemos nada. ¿Es un debate nominal, burocrático? No se resuelve nada. ¿Para cumplir con un plan? Tampoco. Es decir, hay que asegurarse de que lo que estamos llevando a polémica está teniendo un impacto directo en el destino de nuestro país y del socialismo que queremos, y del que, en las condiciones actuales, podemos hacer.
Julio Carranza: Aquí no solamente me parece fundamental tener en cuenta todos los factores que hemos mencionado, sino también las condiciones actuales del país, y también la historia, en función de responder preguntas prácticas del tipo: ¿cómo llegamos hasta aquí? Hace poco escribí un trabajo, por ahí está por si alguien quiere perder el tiempo en leérselo, que se llama “No hay que renunciar a nada, pero hay que tener los pies puestos en la tierra”, donde trato de explicar cómo fue que llegamos hasta aquí.
¿Cuál era el contexto internacional cuando inevitablemente empezamos a enfrentar la agresión norteamericana en sus diferentes fases, pero siempre feroz? Los Estados Unidos estaban en una crisis política, estaba la lucha por las libertades civiles, contra la guerra de Vietnam, los jóvenes en las calles, el movimiento negro. En el 72, además, Nixon tiene que declarar la inconvertibilidad del dólar en oro, y pierden la guerra de Vietnam. Lo que parecía lógico era que la tendencia era a una caída de la hegemonía americana. El campo socialista se fortalecía y se desarrollaba, esa parecía ser la tendencia. América Latina estaba llena de movimientos revolucionarios, muchos de ellos de inspiración cubana, que llegaron a ser poderes fundamentales y todos esperábamos que algunos de ellos cristalizaran en procesos revolucionarios radicales. Había un proceso de descolonización en África que suponíamos iba a dar lugar a gobiernos que tomarían distancia de los intereses de sus viejas potencias imperialistas anteriores. En Europa se estaban dando procesos como el de Portugal o Grecia, de gobiernos más progresistas, la caída de la dictadura franquista, etc.
Ese era el contexto. Cualquiera con conocimiento y visión hubiera apostado por que esas tendencias se iban a consolidar en el futuro, y, por lo tanto, el contexto internacional para las revoluciones y para el socialismo cubano sería mucho más favorable. De esa historia venimos.
¿Qué sucedió en la práctica? La hegemonía americana no solamente no declinó, sino que se fortaleció. El campo socialista no solamente no siguió ampliándose, sino que desapareció. Los movimientos revolucionarios de América Latina en gran medida fueron derrotados militar, política e ideológicamente; las nuevas repúblicas africanas se convirtieron en clientes dóciles de sus viejas potencias metropolitanas, y el supuesto ascenso del progresismo en Europa terminó contrariamente en un ascenso de las influencias de derecha. El mundo cambió de manera fundamental, por lo tanto, las condicionantes para el desarrollo de una revolución en Cuba cambiaron en una dirección contraria a las que esperábamos, y esos son datos concretos que la política y las propuestas tienen necesariamente que tomar en cuenta.
Declaramos el carácter socialista de la Revolución, y no hay que renunciar a nada. Creo que el socialismo es irrenunciable, pero también hay que discutir qué socialismo estamos entendiendo, porque si nos vamos a poner ortodoxos —en el mejor sentido de la palabra—, Marx hablaba de dos condiciones fundamentales: “países de alto nivel de desarrollo y una economía de carácter mundial”. Esa discusión se da cuando aparece la posibilidad del primer Estado socialista, y muchos decían que Rusia no tenía el suficiente desarrollo como para plantear su opción socialista. Lenin resuelve ese problema con su famoso libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, para decir que a pesar de ser el país más atrasado de Europa tenía suficiente madurez en la mayor parte de su territorio para plantearse una revolución socialista, y además, apostó a la revolución en Europa. Después esta fue derrotada, como todos sabemos, y vino el fascismo y la traición de la socialdemocracia, etc. Stalin resuelve el problema diciendo que van a construir el socialismo en un solo país; todo eso dio lugar a una discusión teórica muy importante, pero ¿en qué país? En el país más grande del mundo en esa época, la Unión Soviética, y con una infinidad de recursos naturales.
Muy bien, traslademos la discusión acá. Estamos en una isla aislada, bloqueada, pobre, sin recursos, sin base económica, agredida, subdesarrollada y aislada, por lo tanto, si nos vamos a atener a las concepciones propuestas por Marx, condiciones más difíciles para el socialismo que las que tenemos aquí serían difíciles de imaginar. Ahora, ¿va a dar lugar eso a una renuncia? No, la historia nos trajo hasta aquí, hay que confirmar, hay que seguir tratando de mantener en Cuba una opción y un horizonte socialistas, pero tenemos que discutir qué es el socialismo, y si seguimos atrapados en la idea de que una sociedad es más socialista mientras menos mercado tiene, de que el socialismo significa la abolición total de la propiedad privada, etc., estamos trabando transformaciones que son fundamentales para poderle dar viabilidad a esta economía. De ahí la necesidad de transformar la economía, de manera profunda, dándole garantías socialistas, pero cambiando las condiciones acerca de lo que entendemos por socialismo. Ese yo creo que es el gran debate, el debate fundamental que debemos tener hoy nosotros.
Rafael tiene razón cuando dice que nunca se ha debatido tanto y con más libertad en Cuba que ahora, pero no en todos los espacios. En los medios de difusión masiva no todas las ideas tienen acceso, esa es una realidad. Es más, me parece bien, no estoy en contra de eso, lo aplaudo, pero que no me vendan lo contrario. La verdad es que este tipo de ideas están en las redes, en la calle, tienen toda la libertad del mundo para expresarse, como lo estamos haciendo aquí, pero ¿qué se está debatiendo en los espacios que realmente tienen una divulgación? Vascós, Humberto Pérez, Joaquín Benavides —tres exministros y uno exmiembro del Buró Político—, Pedro Monreal y yo, hicimos una propuesta de transformación económica profunda, seria, y la mandamos al gobierno sin divulgarla. No recibimos respuesta, ni “gracias”. Después la publicamos. A lo mejor son disparates lo que estamos diciendo, pero esa es nuestra realidad. ¿Qué es lo que ha estado pasando? Una inflación que no cesa, los problemas que tenemos. Entonces hay cosas que hay que discutir profundamente porque son complejas, y hay mucho, mucho potencial en ese debate que Rafael reclama para aportar a estas cosas, no porque nadie tenga la verdad absoluta —que obviamente no la tiene—, sino para que todos —los que están comprometidos con este proceso, claro, no es necesario aclarar eso aquí— estén en igualdad, pero que discutamos todas las ideas y nos pongamos de acuerdo, y las sometamos a la opinión pública, como decía Vascós. Eso, lejos de afectar la seguridad nacional, la fortalece, porque, como decía Lázaro, sin base económica no podemos hablar de un horizonte seguro para el país.
Fidel Vascós: Yo quiero expresar una idea que quizás abarque todo lo que algunos compañeros han planteado. Para mí, el desarrollo económico y social de un país y del mundo como tal es espontáneo, no se puede planificar. Recuerdo una vez que Fidel dijo algo parecido, que el mundo es ingobernable, lo que significa que no podemos planificarlo todo. En la Unión Soviética, en el año 61, el famoso Partido Comunista de la Unión Soviética dijo en un congreso —y nosotros lo aplaudimos— que en 1980 íbamos a vivir en el comunismo en lo fundamental, y en el 91 habían desaparecido completamente.
¿Dónde yo veo —respondiendo a lo que dice Marxlenin— la importancia de los debates públicos, aunque no esté un ministro aquí para tomar decisiones después que nosotros acordemos algo? En esa espontaneidad del desarrollo, el factor decisivo es la masa popular, el pueblo es el que resuelve el problema, y no desde un punto de vista teórico-conceptual. En la medida en que el pueblo es capaz de asimilar todas las ideas que nosotros estamos planteando, cuando llegue el momento el pueblo es el que resuelve el problema. Por eso yo defiendo tanto la democracia directa, para que institucionalmente sea el pueblo el que decida. El Partido puede tomar decisiones, los ministros, los académicos, pero si los trabajadores, si el pueblo en general no recibe, no asimila y no actúa a su favor, no se resuelven los problemas.
Yo estaba en Berlín el día que se cayó el Muro y vi las manifestaciones públicas en la calle, compañeros. Vi la masa de alemanes en la plaza Alexanderplatz, pidiendo que se cayera todo aquello. Eso es imposible de parar, sencillamente, ni el ejército ni nadie puede enfrentarse a eso. Es la masa la que resuelve los problemas y nosotros lo que tenemos que resolver es que la masa con estos debates y demás asimile todo eso y tenga una forma institucional para pronunciarse y decidir, que es a lo que yo llamo democracia socialista directa. Creo que esa es la solución a corto, mediano y largo plazos. No es fácil, hay que ir paso a paso, de acuerdo, pero si el pueblo cubano no logra un camino institucional para pronunciarse, no vamos a salir de los problemas que tenemos. Estas discusiones que tenemos son una de las vías por las cuales influimos en la posibilidad de que el pueblo pueda llegar a ese estadio, pero hace falta la institucionalidad de salida de las ideas de la nación, y hemos dado pasos. Yo mencioné aquí la postulación de los delegados municipales. Déjenme decirles que eso no lo hace nadie en el mundo. Cuba es el país más democrático del mundo en ese aspecto, sin dudas, porque en todo el mundo son los partidos políticos los que proponen, y nosotros no hacemos eso, es la calle la que elige a la gente. Ahora, después vienen otros problemas, no tienen la fuerza, no tienen problemas, llega la Asamblea, en fin… Eso es lo que tenemos que resolver, pero estamos en ese camino, y me parece que el elemento principal es la acción popular.
Julio Carranza: Estoy de acuerdo con Vascós, hay que darle argumentos a la gente, y sobre todo a la juventud, para que defiendan el socialismo, y no solamente hablados sino prácticos. Hay que darles una esperanza de vida, de mejora, de realización, de progreso. No se puede trasladar el mismo pacto de una generación a otra. Una revolución tiene que hacer un pacto nuevo con cada generación, entregarle nuevas banderas a cada una, expectativas, nuevos horizontes. Los problemas de emigración que estamos teniendo son también una alarma que atender.
Por otra parte, creo que entendiendo las dificultades tan grandes en las cuales está Cuba, la lucha tan grande que está haciendo este país, o por lo menos su vanguardia, por sostener una opción socialista, nos debe hacer pensar que sería un absurdo, una ironía, y hasta una injusticia, pedirle a esta islita que resuelva los grandes problemas teóricos que tiene el socialismo, y los que tuvo el socialismo histórico. La historia en su avance resolverá esos problemas allí donde existan las condiciones para hacerlo, pero desde aquí no se puede. Lo que hay que hacer aquí es consolidar una opción socialista en las condiciones concretas de Cuba. Eso significa “cambiar todo lo que debe ser cambiado”; la inteligencia política de Fidel dejó esa frase como un techo para que seamos capaces de avanzar, sin definir qué es lo que hay que cambiar. Corresponde a los que estamos aquí discutir acerca de eso, pero de manera democrática, en el sentido revolucionario de la palabra, y con fundamento, sin renunciar a nada, pero con los pies puestos en la tierra.
Marxlenin Pérez: No queda casi tiempo, pero voy a intentar una síntesis de lo que creo que no debería dejar de mencionar.
Tengo que estar de acuerdo con Julio Carranza en una cosa: el pensamiento marxista no es igual a pensamiento leninista; son dos cosas diferentes y en nuestra sociedad se han confundido por razones históricas. Esa teoría revolucionaria, por supuesto, no está acabada porque no era su intención serlo, sino un punto de partida para lo que uno pueda hacer con ella. El socialismo es plural, es contradicción, es polémica, es guerra, es lucha, porque no es una sociedad terminada, y no necesita serlo porque su objetivo es ser el tránsito hacia una sociedad diferente a la del capitalismo, totalmente opuesta, radical, superior, revolucionaria.
Uno de los compañeros que intervino dijo que le había preguntado a un panel, y nadie sabía lo que era socialismo. Pero todo el mundo habla del socialismo, todos creen saber lo que es, es una polémica que no se puede obviar. Entre los intelectuales orgánicos que se han dedicado a teorizar sobre el socialismo, estaba claro que es polémica, y es diferencia, y que lo que lo distingue es su intención consciente de cómo aglutinar esa polémica en el bienestar del pueblo, que es otra generalización abstracta que se llevaría un debate para él solo.
Sobre el socialismo y el mercado, esa es otra polémica que bien podría ser el tema de gran debate. Solamente quiero decir una idea: el socialismo, en teoría, no tiene ningún problema con el mercado, porque allí todavía existe. El problema que Cuba tiene con respecto al mercado es qué va a poner en él y qué va a quitar, y que en esa transición que yo decía ahorita que todos hacemos como sociedad, hay que ver hacia qué mercado transitamos, qué cosas les van a quitar al pueblo y se van a poner en el mercado, sin traicionar el pacto que se hizo en 1959. O sea, solamente poner esas pautas con respecto al mercado es un tema polémico, y sin dudas necesita que todos nos metamos de lleno en una discusión sobre qué vamos a poner en la Cuba de 2024 en el mercado, porque significa que se lo vamos a quitar al pueblo, o sea, que ya no se lo vamos a poder ofrecer del modo en que se hacía antes como gobierno, como Estado, como socialismo.
Rafael Hernández: Llegamos al final de este panel. Este es el número 216, así que algún sentido debe tener esto que hacemos aquí. El debate no es un coro de opiniones coincidentes. “Como dijo Fulano, como dijo Mengano, yo también quiero decir lo mismo, yo quiero añadir”, eso no es un debate. La idea es que el disentimiento, la diferencia, sea fundamental para penetrar analítica y críticamente un problema, y no simplemente coincidir o descoincidir en las opiniones.
Quiero agradecerles a los participantes en este panel, y también a los que han pedido la palabra, pero sobre todo a los panelistas, que hayan marcado diferencias como esas, porque muchas veces, no siempre, se considera que discrepar de algo que dijo el que está al lado es una especie de falta de respeto, una ruptura de las reglas de la cortesía y de la urbanidad, hay que estar de acuerdo, y cuando en un debate académico alguien dice “yo discrepo” es casi como si insultara al otro. Lamentablemente cultivamos todavía esa cultura de la consonancia, del eco, de apreciar más la armonía que la diferencia; la diferencia no tiene nada que ver con la desunión, la diferencia es fundamental. Cuando Fidel Castro en julio de 1961 sentó a tres organizaciones con tres ideologías diferentes, y construyó un partido, una organización única, sus argumentos fueron todos políticos, y fue posible por circunstancias políticas, no solamente por sus argumentos.
Lo que se ha puesto aquí sobre la mesa, incluso los problemas en los que no hemos podido profundizar, que son muchos, tienen un valor, porque el propósito de estas dos horas de discusión no puede ser profundizar, sino precisamente llamar la atención sobre los problemas y sobre las maneras diferentes de mirarlos.
Una vez, un diplomático canadiense que venía directamente de Ottawa, entró aquí —porque cualquiera puede entrar— y oyó la discusión. Cuando terminó me dijo sorprendido: “Según todo lo que yo he pensado sobre Cuba, este debate es imposible”. Como se trataba de un representante del gobierno canadiense, su ideología acerca del socialismo no se movió ni un milímetro, pero políticamente fue una experiencia de conocimiento para él.
Nosotros no pensamos nunca que estos debates van a convertirse en un referente para la política, y precisamente por eso, en esa libertad, está convocado este encuentro, donde lo que uno dice, lo dice porque lo piensa, lo cree y lo argumenta.
Muchísimas gracias, de veras, por esa diferenciación de puntos de vista y porque con todos los enfoques que han planteado ustedes, han contribuido a enriquecer el problema. Muchísimas gracias a todos, porque a pesar del calor, de que las guaguas están requetemalas, de que hay apagones, ustedes están aquí. Nada más que por eso valdría la pena.
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