miércoles, 22-01-2025
Género y poder: ¿la ciudad de las mujeres?
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* Panel realizado en la sede de la revista Temas, el 28 de noviembre de 2024.
Panelistas:
Diarenis Calderón. Curadora de arte y activista social. Coordinadora del Colectivo Afroqueer Nosotrxs.
Marta Núñez Sarmiento. Doctora en Sociología y en Economía. Profesora titular (j) de la Universidad de La Habana.
Farah Salcedo. Jurista. Vicepresidenta del Tribunal Supremo Popular.
Lizette Vila. Cineasta. Directora del Proyecto Palomas.
Lirians Gordillo. Periodista y comunicadora.
Rafael Hernández: Buenas tardes. Para este debate tenemos un muy especial panel. Yo me he aprovechado de este tema para ceder la función de moderador, y se lo pedí especialmente a Lirians Gordillo, periodista, comunicadora, y especialista en temas que tienen que ver con la problemática del género y de sus concomitantes.
No es la primera vez que hacemos un panel sobre asuntos que tienen que ver con el género, y también en la revista hemos publicado estudios sobre esa temática; desde el número 5, en 1996, lo venimos haciendo.
Además de Lirians, están con nosotros una profesora, socióloga, estudiosa de este campo; una curadora de arte, activista, coordinadora de un proyecto comunitario contra las desigualdades sociales; una cineasta muy conocida, que también dirige un proyecto sociocultural enfocado, sobre todo, en la mujer; y una jurista: la vicepresidenta del Tribunal Supremo Popular. Me detengo en ella porque para Temas es muy importante poder contar en estos paneles con personas que vienen de instituciones, que tienen experiencia no como académicas, especialistas o artistas, sino como dirigentes; con una responsabilidad política o institucional. Tratamos de tener su perspectiva, porque la idea de Último Jueves es reunir y debatir enfoques diversos.
Y no digo más; de aquí en adelante le cedo la palabra a Lirians, que es la coordinadora de este panel, la empoderada con la función de moderadora. Muchísimas gracias a todas por estar aquí.
Foto: Nieves Molina/Revista Temas.
Lirians Gordillo: Quiero agradecer a todas las personas que se han tomado la tarde de una semana que está siendo muy cargada y muy cargante, para darse el tiempo para conversar sobre mujer y poder. Es también un acto de fe y un acto de autocuidado. Y como vamos a hablar sobre poder, mujer y feminismo, y las mujeres hemos subvertido muchas veces el orden, quiero también agradecer a quienes me acompañan del lado de acá y aceptaron estar en el panel. Pudieran ser muchas mujeres, desde la academia, las comunidades, las instituciones y de tantos espacios; pero nosotras tenemos hoy el privilegio de poner en la mesa algunas reflexiones.
Vamos a estar conversando sobre preguntas que propuso el comité asesor de la revista Temas; por un acto de coherencia personal tengo que decir que no son las que hubiera hecho yo, y espero poder hacer algún comentario entre pregunta y pregunta. Creo que el título amerita que nos volvamos a reunir para hablar realmente de la ciudad de las mujeres, y por lo tanto de arquitectura y urbanismo feminista, pero también nos convoca y nos provoca a proponer y a abrir otras puertas.
Estamos aquí, tenemos un conocimiento al respecto, están esas estrategias o políticas, o programas de género en el contexto cubano actual, que se aplican en las distintas instituciones cubanas; para ello, les pido a Farah y después a Marta que compartan algunas de sus experiencias y reflexiones.
Farah Salcedo: Muchísimas gracias. Coincido con la moderadora en que esta ha sido una semana muy particular, porque como resultado de todo lo que tuvimos que suspender antes, si habláramos en términos de productividad creo que hemos sobrecumplido; lo que es una muestra de la resistencia que tenemos como pueblo.
Agradezco infinitamente la invitación de Temas, no porque crea que tengo méritos suficientes para integrar el panel, sino, en primer lugar, por la admiración que siempre he tenido como lectora de la revista, y de alguna manera porque en la medida en que han ido transcurriendo los años soy cada vez más consciente de la importancia que tiene lo que represento en términos de avance de la mujer. Soy nacida después del triunfo de la Revolución, y no en La Habana; soy de Santa Clara, y créanme que llama muchísimo la atención a los que nos visitan que una mujer de mi condición y de mi color de piel sea vicepresidenta de un Tribunal Supremo de Justicia. Es algo que habla muy alto del proyecto que hemos tratado de llevar adelante durante todos estos años. Si hablamos de lo que ha hecho la Revolución, después del 59, por las mujeres, vemos que ha sido mucho; y que también son muchos los desafíos y las cosas que nos quedan por lograr. Primero tuvimos eso que resumo en una frase: que somos el resultado de las luchas de Vilma Espín, y que ha hecho que, de alguna manera, las mujeres sintamos que ya lo tenemos logrado todo, o que nos quedan pocas cuestiones pendientes.
El hecho de que se haya aprobado una política de país como el Programa Nacional para el Adelanto de la Mujer (PAM) es uno de los pasos más trascendentales que se han dado en materia de avance de las mujeres, y el hecho de que este programa haya obligado a cada una de las instituciones a trazar sus propias estrategias y protocolos de atención al tema es otro paso importantísimo. La elaboración de sus documentos —que no son solo documentos sino también el reflejo de lo que cada una de las instituciones tiene pendiente— ha obligado a pensar, precisamente, en esos desafíos que aún tenemos por delante.
El Tribunal Supremo cubano forma parte del PAM, mediante un grupo de trabajo creado; desde el año 2022 presentó y fue aprobada su estrategia y su protocolo de atención a estos temas. La nuestra es una institución que se distingue del resto de las cortes del mundo, porque es, fundamentalmente, femenina. Más más de 80% de los jueces cubanos somos mujeres, y eso es algo que se utiliza mucho por nuestras instituciones, como un recurso, y también en la arena política. Del mismo modo, más de 80% de los cuadros, de las directivas, son mujeres. De manera que la justicia en Cuba tiene un rostro femenino, y eso le añade una serie de connotaciones, de ingredientes, y de picantes, a la impartición de justicia. Se habla (y no sé si eso es un estereotipo, pero yo así me lo creo) de que las mujeres tenemos mayor sensibilidad, y yo estoy de acuerdo en que en la impartición de justicia hay que tenerla, y mucha perspicacia para entender los fenómenos, sobre todo en el contexto nacional actual. También se dice que somos más organizadas que los hombres; yo creo que lo más importante es tener mayor capacidad para entender y enfrentar los fenómenos que nos rodean.
No me voy a detener a explicar la estrategia que hemos elaborado y que ha sido aprobada, solamente decirles en dos líneas que no solo va destinada al público interno, es decir, a las mujeres que conforman la institución, sino también a cada uno de los involucrados en los procesos judiciales que nosotros atendemos, fundamentalmente con la figura de las mujeres en un primer plano, y con énfasis en los temas de violencia.
Marta Núñez: También doy muchas gracias por haberme invitado a este panel. Desde la Constitución de 2019 hasta octubre de 2024, en que se dictó el decreto «Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida» he contado nueve documentos legales que actualizan las políticas sociales para no detener el progreso de igualdad y equidad de género, especialmente enfocado en las mujeres; todos sacaron a la luz los obstáculos y los problemas no resueltos y propusieron vías para solucionarlos; abarcaron todas las áreas, y contaron con la participación de académicas, decisores del gobierno y del Partido, y además, se experimentó mucho a través de las investigaciones. Sin embargo, como seguramente veremos a lo largo del panel, hay distancia entre los contenidos e intenciones de estos documentos y la cotidianidad.
De esos nueve documentos, voy a referirme solamente a tres. Farah ya habló del primero, que es el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres, de 2021, aprobado en medio de la pandemia; como también lo fue el nuevo Programa de Educación Sexual, de 2021. El de Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida es de octubre de 2024.
El PAM es tan importante que lo decretó el presidente y lo evalúa permanentemente, desde entonces, la vice primer ministra Inés María Chapman. También participan académicas. En ese sentido quiero mencionar entre ellas a Geydis Fundora, de la Universidad de La Habana. Este documento define estrategias en siete áreas sociales para no frenar el desarrollo de la mujer, actualizó los escollos percibidos en 2021 y propuso soluciones. Esas siete áreas, vistas muy rápidamente, solo para que vean la importancia que tienen, son: empoderamiento económico de la mujer, medios de comunicación masiva, educación, trabajo social, marcos normativos contra todo tipo de discriminación y violencia, salud sexual y reproductiva, y estadísticas e investigaciones. Los obstáculos son bastante grandes, pero de eso vamos a hablar en otro momento.
El último de los documentos citados es el decreto que crea el Sistema Nacional para Cuidado Integral de la Vida, de octubre de 2024. Está dirigido a solucionar el peso de la segunda jornada de las mujeres trabajadoras; de eso es de lo que voy a hablar en todas mis intervenciones, porque mi especialidad es la mujer trabajadora, Hay varias académicas de la Universidad de La Habana y de otras instituciones que han participaron en ese texto; incluso en el proyecto de ley, aparecido en la Gaceta Oficial de octubre del 24, se menciona la Red Cubana de Estudios de Cuidados, que dirige la socióloga Magela Romero, de la Universidad de La Habana. Importante: en ese documento se establece que el Estado tiene que asumir responsabilidades para los cuidados, pero también aboga por que se logre la participación de todos los miembros de la familia, no solo de las mujeres, que somos las que hasta ahora hemos estamos cargando con ello. En este decreto están plasmados y reconocidos los problemas que vamos a tratar aquí.
Y, por último, el Programa Integral de Educación Sexual, redactado también en medio de pandemia, actualizó y mejoró el de 2011. Entre los problemas que tienen que ver con la sexualidad y que se enfrentan en estos momentos, uno muy importante y que está pesando mucho en estos momentos, es el de la maternidad en la adolescente. Este programa no se ha aplicado todavía, y es un hecho que la tasa de fecundidad adolescente creció. Por ejemplo, en 2022, 18% de todas las mujeres embarazadas eran adolescentes, y un año después esa tasa llegó a 20%. Aumentó en dos puntos porcentuales en solo un año; pero hace poco, el Centro de Estudios Demográficos, de la Universidad de La Habana publicó un documento donde, pasado el ciclón Oscar por Guantánamo, reflejó los problemas demográficos que existían en los tres municipios afectados, y uno de ellos era el embarazo en las adolescentes que, siendo de 20% a nivel nacional, en San Antonio del Sur y en Imías la tasa pasaba de 40%.
Sin embargo, este excelente Programa de educación sexual todavía no se ha implementado, no se ha materializado, no se enseña; y quiero decir aquí que en una presentación en la Asamblea Nacional se les preguntó el porqué a funcionarios del Ministerio de Educación, y dijeron que primero «hacen falta experimentos». No estoy de acuerdo. Ya los experimentos se han hecho; se sabe lo que hace falta. Es verdad que no hay papel para imprimir textos sobre educación sexual a fin de introducir esa materia en la enseñanza desde preescolar hasta el grado doce, pero podemos resolver ese problema de otras maneras, por otras vías.
Lirians Gordillo: Muchísimas gracias. Creo que Lizette quiere decir algo sobre este tema.
Lizette Vila: Sí. Buenas tardes. Marta y Farah mencionaban el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres; yo quisiera mencionar también la Estrategia Integral para la Prevención de la Violencia de Género en el escenario familiar; y el Código de las Familias, que es de avanzada; pero la Constitución de la República no es un libro de cabecera. Su artículo 42, dice: «La violación del principio de igualdad está proscrita y es sancionada por la ley». Yo digo, ¿cuántas personas saben eso? Ya Marta mencionó la Ley Integral de Cuidados por lo que no hace falta referirme a ella.
Realmente, tenemos una estructura legal impresionante, porque el PAM, ese Decreto presidencial es una joya, yo lo digo en todas partes, y aquí está Yudieth, está Mayda, está Lirians. Hasta se lo he dicho al presidente de la República, pero no vibra, no vibra. Ninguna de estas leyes, que son hermosísimas, importantísimas, definitorias para las vidas concretas de las cubanas y los cubanos, acaba de vibrar.
Cuando llegamos a instituciones, incluso a ministerios, y preguntamos «¿Ustedes saben lo que es el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres?». No lo saben. Hasta la vice primera ministra ha dicho que llega a los lugares y pregunta, y las mujeres no lo conocen. Estoy hablando de mujeres con cargos de dirección, decisoras. Creo que ahí empieza ese gran vacío que hay que llenar, y empiezan también esas deudas sociales que quedan, y empiezan también esas desigualdades.
Yo no sé, debe ser por los años que tengo, pero siento un dolor tan grande que tengamos todo eso y que no se use, no lo conocemos. Estoy hablando de las mujeres y de los hombres, porque esto no es solamente asunto de la mujer.
Lirians Gordillo: Muchas gracias, Lizette. Sobre ese tema, qué bueno que está presente Georgina Alfonso, del grupo GALFISA (Grupo América Latina Filosofía social y axiología), porque sé que tiene una investigación reciente sobre el PAM en las comunidades, porque, efectivamente, por la concepción que tenemos las mujeres, desde el feminismo del poder, del mundo de las instituciones cuando nos apropiamos de esa concepción comprendemos que las estructuras, las relaciones, los espacios, están diseñados desde una concepción patriarcal. Y que, aunque las leyes sean de avanzada, y hemos podido tener nueve en los últimos años, ¿cuántas acumularíamos desde 1959? Voy a hacer mi análisis personal: aquellas que cambian la vida cotidiana de las mujeres son las que propician su transformación. Me voy a referir nada más a cuando, en 1961, las trabajadoras tuvieron dónde dejar a sus hijas e hijos de manera segura. Eso cambió la vida y el rostro de este país. O sea, hasta que las políticas no cambien algo concreto de la vida cotidiana, como un círculo infantil, o un seminternado, de ocho de la mañana a cinco de la tarde, podemos tener muchos programas, pero hasta la transformación van unos cuantos esfuerzos y voluntades.
Claro que esos programas hablan del país que somos, de las mentes brillantes que tenemos, de la capacidad de análisis crítico sobre la sociedad real; así que espero que cuando tengamos tiempo de conversar sobre GALFISA puedan contarnos qué han encontrado en las comunidades sobre el PAM. Me alegro que Lizette haya mencionado la Estrategia para Prevenir y Atender las Violencias, porque es otro problema que sería muy bueno que se trajera a un panel de Temas.
A pesar de todas esas políticas, y de que muchos espacios de poder están ocupados por mujeres, como la mayoría de los profesionales en los tribunales, que son logros de justicia y de equidad de género, si lo llevamos a un análisis constatamos diferencias en el uso de los recursos del periodismo, de las ciencias cubanas y de los análisis de las estadísticas, y vemos que no son casuales; por ejemplo, en la actual legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, las mujeres son mayoría (55,7%); son mayoría de los graduados universitarios, y también en el sector público, en especial en la educación. ¿Eso qué significa en una estructura patriarcal? Seguimos siendo las cuidadoras. No somos mayoría en los sectores que empoderan, que son los económicos, de mayor ingreso. Por ejemplo, las mujeres representan menos de 25% de quienes lideran las actuales mipymes, y sabemos el peso económico que actualmente tienen estas figuras económicas, y el peso político que puedan tener mañana.
Viene otra pregunta para el panel: teniendo esos escenarios favorables, históricos, de programas para la inclusión de las mujeres y su participación, ¿dónde están los frenos y obstáculos que siguen limitando que estén, por ejemplo, en la dirección de universidades? En la Universidad de La Habana hay muchas vicedecanas, menos decanas y una rectora. A nivel de país, en un análisis de las universidades tendríamos a las mujeres en tantos vicedecanatos, pero menos en las rectorías. ¿Cuántas están al frente de empresas? ¿En fin, cuáles serían esos obstáculos que se han identificado desde las ciencias, para que ellas puedan acceder a puestos de dirección?
Lizette Vila: Déjenme decir algo. La viceministra de Economía, Johana Odriozola, una mujer extraordinaria, dice que de cada dos cubanas una no tiene empleo, es desempleada en este momento. Estoy hablando de una cifra de hace un mes.
Yo no creo, Lirians, que esos documentos estén estructurados, pensados, desde un pensamiento patriarcal; ahí participaron muchas mujeres, incluso feministas. ¿Que pueden haber reproducido eso? No lo sé, pero no lo creo.
Lirians Gordillo: No me referí a los documentos; puede que me haya enredado.
Lizette Vila: Sí, conozco tus enredos. En lo que sí estoy de acuerdo y quiero compartirlo es que Geydis Fundora, una de las protagonistas del documental Todos los días son 8 de marzo, piensa, como socióloga, que esos macro programas no están diseñados para que latan desde abajo, sino desde arriba; o sea, sigue la verticalidad, y yo creo que eso es tremendo.
Lo de las cifras, la paridad, me complacía mucho, porque decía cuántas mujeres eran delegadas del Poder Popular, y el costo de serlo para la mayoría (conozco a algunas) es tremendo, es un sacrificio, no tienen vida familiar, no tienen vida privada, tampoco tienen ninguna estructura para ejercer determinadas cosas.
Algunas feministas y otras que no lo son nos hacíamos a veces una pregunta. Cada vez hay más mujeres dirigentes; ahora mismo, en la Unión de Escritores y Artistas, esa organización tan machista y tan patriarcal, de sus cinco asociaciones cuatro tienen presidentas, y por primera vez hay una presidenta y una vicepresidenta primera de toda la UNEAC. Entonces, la pregunta que está latiendo es ¿dónde están los hombres?
Lirians Gordillo: ¿En los espacios de poder?
Lizette Vila: ¿Qué pasa con los hombres en esos espacios de poder? Yo he hablado muchísimo con Julio Carranza, con Ileana Díaz sobre eso. ¿Dónde estamos las mujeres? Ahí. ¿Dónde están los hombres? Pienso que en espacios favorecidos económicamente; se dice que en no sé cuántas, veintipico por ciento, de las mipymes. Ese todavía no es un dato validado, porque también se ha conocido que hay hombres que tienen dos negocios y ponen en uno a la esposa, o a la amante, o a la hermana.
Lirians Gordillo: Ese veintipico por ciento es muy bajo para la realidad.
Lizette Vila: Es mucho más bajo. Entonces sería buenísimo, en algún momento, un tema para Temas: ¿dónde están los varones cubanos? A mí me encantaría saberlo.
Lirians Gordillo: Masculinidades.
Lizette Vila: Masculinidades. Ese es otro tema.
Lirians Gordillo: Volviendo a los obstáculos, Lizette hablaba de los costos para las delegadas del Poder Popular, para las académicas, para las mujeres que están en el sector público, para las que están en las organizaciones. ¿Qué desafíos, qué obstáculos todavía percibimos en ese espacio público para el empoderamiento de las mujeres?
Marta Núñez: Voy a referirme, como siempre, al acceso al poder en el empleo femenino, que es lo que conozco. Las posiciones de poder las defino en dos niveles, el institucional, que es el que plantea acceso a posiciones de poder en el gobierno o en el Partido, y a los puestos directivos en el empleo; y está el caso del poder cotidiano, que es el que más se refleja en la familia.
Antes de hablar de los obstáculos, quiero dar dos datos sobre el acceso de las mujeres al poder en el empleo, entre las directivas y las profesionales y técnicas. Me refiero a estas últimas porque, aunque pueden no tener un cargo como directoras en el calificador de ocupaciones, sin embargo, están empoderadas porque toman decisiones que ayudan al desarrollo del país. Solo me voy a referir a ello de 2019 hasta 2023, que es el período del que tengo datos.
En el caso de las directivas, del total de directivos del país en 2019 las mujeres representaban 38%; en 2023, llegamos a 41%. Nunca antes había sido así. Ahora bien, una hipótesis mía es que su aumento en los cargos de dirección en los empleos posiblemente se debe a que sustituyeron a hombres que pasaron al sector privado o que emigraron.
Del total de profesionales y técnicos del país, y este es un dato triste, en 2019 las mujeres representamos 66%; en 2023, solo 47%. Esto ha sido un descalabro inmenso. A ello me voy a referir más adelante, pero es realmente triste.
Entre los obstáculos, ante todo admito el impacto que tienen las sanciones de los Estados Unidos, pero no se pueden negar los errores internos que hemos estado cometiendo durante años, y a los que hay que reconocer para poder solucionarlos.
Hay dos grandes problemas generales, la policrisis de Cuba —de la que Mayra Espina ha hablado— que engloba crisis económica, energética, alimentaria, migratoria y social, y que provoca deterioro en la calidad de vida de la mayoría de los cubanos, y mayores desigualdades económicas y sociales. Incluso emergen una clase media alta, y hasta una alta, que no existían antes.
El segundo gran obstáculo es que hemos trabajado de manera lenta y a veces no coordinada en las políticas estratégicas y estructurales para resolver los problemas. Desde la Constitución de 2019 ha sido muy importante «traducir» los contenidos de la Constitución en todos los documentos legales, sobre todo en el caso de la mujer, pero ha habido más lentitud en hacerlo en las estrategias económicas y sociales.
¿Cómo se manifiestan estos dos grandes obstáculos en la realidad de las mujeres trabajadoras? Provocan que vuelquen sus capacidades decisoras en hacer reproducir la vida en sus familias, o sea, nos dedicamos más a cómo vivir en familia, y a cómo hacer que sobreviva, que a las cuestiones decisoras en los empleos.
Mencionaré solo tres obstáculos ejemplares: en 2023, 82% de las mujeres ocupadas en el sector público lo hacían en actividades económicas con salarios por debajo del promedio mensual, el cual, en 2022, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), era de 4 684 CUP en el sector público, muy lejos del costo de la canasta básica real, que Mayra, citando a varios autores, dice que estaba entre 13 000 y 32 000 pesos cubanos.
Otro es el problema de la educación de los hijos, que fuera un logro inmenso de la Revolución; sin embargo, hoy los círculos infantiles son inexistentes, y las llamadas casitas infantiles, con toda la buena voluntad, no resuelven esa carencia. Hay que buscar la manera de hacer renacer los círculos infantiles, o incluso aquella alternativa que se llamaba Jardín de infancia.
Es una realidad que en las escuelas, desde el nivel prescolar hasta el grado doce, hay falta de maestros; por lo tanto, son las mujeres, muchas de ellas trabajadoras, las que generalmente tienen que contratar los servicios de repasadores para poder mantener el nivel de educación que requieren esos niños, lo que antes no era necesario.
Por último, está el problema del cuidado de niños, ancianos o enfermos, y que al principio de la Revolución no era tan complejo, pero ahora sí, y recarga, sobre todo, a la mujer dentro de la comunidad familiar. Por ejemplo, los cuidadores profesionales son casi inexistentes. En el país hay alrededor de cinco mil trabajadores sociales, para una población cuyo 24% es de sesenta años o más. No alcanzan. Las Casas de Abuelos son magníficas, pero no hay suficientes y, por otra parte, las pensiones de los jubilados y de los beneficiarios de la asistencia social son muy bajas.
¿Soluciones a estos obstáculos? Voy a repetir lo que dijo la doctora Belinda Sánchez, del Centro de Inmunología Molecular, con su lenguaje de microbióloga: «Hace falta revivir la marca COVID para reestructurar la economía y la sociedad». Esto es, las estrategias para enfrentar la pandemia, que nos salvaron la vida, y hasta se crearon vacunas en dos años, hay que adaptarlas y aplicarlas para salvar esos obstáculos.
Farah Salcedo: Escuchando a las expertas, en mi intervención primera hablaba de las mujeres en la perspectiva de que avanzamos gradualmente. No utilicé la palabra empoderamiento, porque para nosotros, visto desde los análisis que hemos hecho en nuestra institución, es algo diferente; no basta estar, sino que ese poder tiene que ser real y efectivo.
Desde mi punto de vista les asiste la razón a las que piensan que hay documentos estructurados desde un pensamiento patriarcal; las instituciones están organizadas desde la perspectiva de los hombres, y entonces se genera una suerte de mujeres que terminamos siendo superhombres, asumimos las cargas de ellos y las de nosotras, y eso tiene sus costos en el plano personal y familiar, y termina siendo como un modelo de mujer, o sea, se termina por validar ese modelo entre las propias mujeres. Es difícil cambiar esa mentalidad, porque nos hemos formado en una sociedad patriarcal, en un hogar patriarcal; como pasa cuando impartimos justicia: tenemos la ley, la hemos estudiado, pero hay todo un lastre de siglos, que es de la manera de entender la vida, de cómo se organiza la familia. Es muy difícil deshacerse de esos esquemas; terminamos por aceptar, hay una especie de rendición ante estos fenómenos, y ciertamente hoy todavía en las instituciones las mujeres cargamos con muchos estigmas.
No creo que en la Cuba de 2024 sea un estigma, per se, ser mujer, pero sí lo es por la edad, por tener hijos, por tener a nuestro cargo el cuidado de ancianos o enfermos; de manera que cuando una mujer procura acceder a un empleo, desde la primera entrevista uno usualmente escucha conversaciones de este tenor: «Está capacitada para el puesto, lo que pasa es que está en edad fértil, y ahorita tiene que parir», o «Lo malo es que tiene dos viejitos a su cuidado». Todas esas cosas funcionan en los organismos.
Hay algo que se ha dicho mucho y que es una realidad en nuestro país, el poco desarrollo de las instituciones de apoyo. Es muy común, por ejemplo, ver niños en los tribunales de justicia; algo que está prohibido, por todas las características del lugar, por temas de seguridad, pero si renunciáramos a que entraran en la etapa vacacional, no se impartiera justicia en Cuba en julio y agosto. De buenas a primeras, una madre le dice a su hijo: «Corre, corre, que viene el jefe», porque las mamás tenemos esa necesidad de llevar a los niños, y terminan siendo de lo más burocráticos y de lo más atildados. Es la manera en que los estamos educando. Igual o parecido pasa con los ancianos. Nos faltan esas instituciones de apoyo, porque también eso forma parte de la organización de la sociedad, en la que todavía las mujeres tenemos la mayor carga y la mayor responsabilidad. Es muy raro encontrar a un hombre que esté a cargo de sus padres; los hay, pero en menor representación que las mujeres.
Creo que esos son los obstáculos principales, pero si tuviera que jerarquizarlos, yo diría que el primer obstáculo está en el pensamiento.
Lirians Gordillo: Lizette, ¿usted quisiera agregar algo?
Lizette Vila: Sí, quiero decir que entre esos «espacios de decisión», con comillas y todo, está el tema del reemplazo de esos cuadros de dirección a edades en que muchas mujeres que están muy calificadas, que tienen experiencia, cuando las hemos propuesto nos dicen: «No; porque tiene sesenta años, y solo puede reemplazar a un cuadro hasta los cincuenta», o «Tiene demasiada edad para que pueda asumir el cargo». Eso nos ha pasado. Creo que en el caso del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social —donde tenemos una ministra super comprensiva, brillante, y de una gran sororidad—, eso hay que cambiarlo. Siempre se habla de los jóvenes que están emigrando, ¿entonces, quiénes nos quedamos? Pienso no en los que se fueron, sino en los que nos quedamos, y qué posibilidad hay para nosotros. A mí están locos por jubilarme, y yo digo: «No me quiero jubilar todavía; ¿qué voy a hacer, criar palomas?», Denme una oportunidad.
Yo sé que hay que cambiar eso también, porque es otra Cuba, otro dibujo demográfico, y para las personas viejas como nosotras no sé cuál pueda ser el final, y también cuál puede ser el final para la nación.
Lirians Gordillo: Quisiera reflexionar un poco, empoderándome en el rol de moderadora, sobre los obstáculos que tienen las mujeres para llegar a puestos de decisión, al empleo, y los análisis que hemos compartido, además de la edad. Comparto con ustedes que no es un estigma ser mujer, ¿pero qué mujer?, ¿de cuáles mujeres estamos hablando? No soy tan buena con las estadísticas como ustedes, pero pensé en las mujeres rurales, y busqué un reciente trabajo que está en OnCuba, que habla de que son aproximadamente 46,3% de la población; sin embargo, solo 26,1% de la fuerza laboral empleada, y mucho menos de las que trabajan la tierra. Cuando abrimos ese diapasón a la diversidad de las mujeres en Cuba, cuando pensamos en las que viven fuera de las ciudades, las campesinas, lesbianas, trans, mujeres negras, mujeres que viven en zonas empobrecidas —no sé si ese sea el término más justo para esos espacios urbanos—, esos obstáculos toman otros matices; son otros, pasan por cosas que nosotras no vivimos; como una muchacha trans que hoy es oftalmóloga, es una mujer empoderada que ha bregado porque en su solapín pueda tener su nombre femenino y le digan doctora y no doctor.
Cuando abrimos esa mirada a la pluralidad y a la complejidad de las mujeres cubanas de hoy, creo que si bien la academia tiene el mérito de su compromiso con la equidad y con la justicia social, hay que agradecérselo principalmente al activismo, e introducir y reclamar que la academia piense también —y nos debemos esas estadísticas— en esas mujeres de fincas que son lesbianas. En el oriente cubano hay una a quien entrevistaron para un libro. Yo creo que los obstáculos ahora mismo nos están mostrando otros modelos de género diferentes al de mujeres heterosexuales, blancas, urbanas. Yo también vengo de una familia tradicional. Mi mamá fue la primera universitaria de su familia, que era de Sancti Spíritus; no soy una mujer negra ni soy lesbiana, y aunque pude avanzar, el patriarcado también me golpeó; y no dejo de pensar que a esas mujeres los obstáculos se les acrecientan mucho más.
La pregunta que sigue habla de un obstáculo que fue, paradójicamente una gran oportunidad: la pandemia por la COVID-19, porque nos demostró muchas de las fortalezas que tiene la nación acumuladas, porque si no hubiéramos llegado con ese acumulado no hubiéramos salido de ahí; pero también nos puso en muchas crisis, y ha acrecentado las desigualdades, sobre todo las que viven las mujeres. No sé si quisieran agregar a lo que ya hemos dicho.
Diarenis Calderón Tartabull: Buenas tardes; encantada de estar acá, gracias a la invitación de la revista Temas; también gracias a Lirians, que siempre me convida. Formo parte del colectivo Nosotrxs, nosotrxs. Hablamos de inclusión y diversidad sexuales, de la identidad de género. Desde los obstáculos hemos levantado, durante muchísimo tiempo, nuestro proyecto, formando parte del activismo antirracista cubano, de las comunidades afro queer y de mujeres lesbianas o bisexuales. Hemos saltado obstáculos, como quién me valida, y por qué me quiere validar, cuánto de la comunidad me valida y cuánto me denigra.
Voy a hablar del activismo, de los movimientos antirracistas, de los religiosos y también de las comunidades afro queer, porque son las comunidades donde convivo y participo; además, soy una mujer periférica del sureste de La Habana, vivo en San Miguel del Padrón.
Para nadie es desconocido que uno de los mayores obstáculos que tenemos las personas que vivimos en ese municipio es que en los medios de difusión masiva nos asemejan constantemente con ladrones o delincuentes. Ese estigma hay que romperlo porque no todas las personas que viven allí son personas denigrantes que no tienen ningún mérito. En mi escuela primaria, en mi secundaria, en la Universidad de La Habana, incluso en la Lenin, tienen profesores de San Miguel del Padrón, muchísimos músicos son de San Miguel del Padrón, tiene muchísimos artistas y activistas en todas las esferas sociales, que han contribuido al desarrollo y al empoderamiento de este país. ¿Entonces, qué nación somos?, ¿a quiénes estamos dejando fuera?, ¿quiénes son las personas que nos validan, y qué cosa, en ese momento de validación, nos exigen?, ¿hasta dónde es la sobrecarga por vivir siendo mujer, negra, lesbiana, madre; ser partícipe de una contemporaneidad abrupta, que te exige muchísimo más por vivir en la periferia? Tienes que llegar a la universidad y ser bien comportada y agradar, y además ser inteligente, y olvidarte de que eres negra, para cuando tu profesor o tu compañero racista te diga el chiste más mediocre de la vida, pasarlo por alto y decir: «No pasa nada, esta es la Universidad de La Habana».
Creo que es justo retomar las escenas comunitarias. Vengo de un feminismo comunitario, y hoy agradezco estar aquí gracias a esas mujeres, a las activistas trans, a las comunitarias, a las personas de mi barrio, a Antonia Eiriz, pero también a esas mujeres negras que están en la esquina arreando carretillas. Y creo que el mayor compromiso que tenemos como personas de esta Cuba de hoy es reconocer esos lugares, reconocer de dónde venimos, reconocer nuestras fortalezas.
Uno de los mayores obstáculos que tenemos es que vivimos en un municipio donde hay carencia habitacional, eso no lo puede negar nadie. Del año 90 para acá se ha desmoronado una economía que estaba a flor de piel; teníamos más de cincuenta fábricas, ¿cuántas quedan en pie en San Miguel del Padrón?, ¿cuántos de las mujeres y hombres negros del barrio trabajaban en el puerto de La Habana, en la fábrica Plásticos Habana, en la de latas?, ¿cuántas fábricas de envases metálicos quedan, y cuántas personas trabajan allí? Casi nadie.
Otro un obstáculo muy fuerte es el constante vertimiento de sólidos y de aguas albañales. Si acostumbras a pasar la infancia en un entorno que no es agradable, tu imaginario, como decía la compañera Farah, crece creyendo que no eres bueno, que no mereces un lugar digno, un lugar mejor, porque alrededor tuyo todo es basura; entonces, muchas de las personas que están allí están imaginando de que eso es lo que se merecen; y, además, la televisión, la radio, el periódico, la revista, legitima que ese es el lugar que te corresponde y que por eso eres una persona que, supuestamente vas a delinquir. ¿Cuántas personas nos hemos cuestionado quiénes corren delante de la patrulla en los programas policiacos de la televisión cubana? Cuando hablamos del black face, ¿cuántas veces nos hemos cuestionado que una mujer blanca se ponga un turbante y se haga una foto? No es que no le pertenezca parte de la historia, pero es una historia que nos pertenece. Respétame.
Farah Salcedo: Bueno, pero la acción penal es mayoritariamente blanca en lugar de negra.
Diarenis Calderón Tartabull: Estamos haciendo la descripción social porque eso muchos no lo saben; es tal el desconocimiento que tenemos que asumen que las personas negras no sólo son las que más delinquen sino las que más están en prisión. ¿Qué pasa con una mujer negra de San Miguel del Padrón dueña de una carretilla? Constantemente es víctima de la violencia que ejercen los inspectores e inspectoras, porque es una mujer negra de la Virgen del Camino o de La Cuevita. ¿Cuántas voces hay por ahí diciendo peyorativamente: «La Cuevita»?; pero todo el mundo va allí a cargar, a acaparar, a almacenar. ¿Y qué pasa con la gentrificación?, ¿nos hemos puesto a pensar qué está pasando con ese entorno de la Virgen del Camino cuando hay ahora un montón de mipymes que se están apoderando del espacio? ¿Qué está pasando con las naves que hasta ayer estaban cerradas y hoy aparecen abiertas con un montón de cosas?, ¿quiénes son los empleados y las empleadas allí? O sea, que hay que reorganizar cuál es el tránsito del empoderamiento femenino sobre todo cuando eres una persona negra, lesbiana, transexual, intersexual; cuando eres una persona que vives en la periferia de la ciudad, o peor, cuando vives fuera de la provincia. No queremos darnos cuenta de que San Miguel es un municipio que recibe muchísima gente que viene de otras provincias. La migración interna que tenemos y que vive en San Miguel del Padrón es también victima de esas amenazas y de esa violencia.
Lizette Vila: Me encanta oír a Diarenis. Pero quiero referirme, porque siempre me llama la atención, a cómo se ha enquistado el tema de la intersexualidad y todo eso que ella estaba comentando sobre la sexualidad. Se habla de esas personas no binarias, y también de las mujeres que siguen siendo bisexuales porque quieren seguir siéndolo, o sea, no transitaron, y también en esos trans hombres, que su identidad era femenina, y que se embarazan. Creo que este tema está tan complicado en el análisis, que me gustaría que se abordara; porque yo le tengo temor a veces a las modas y a los lenguajes, y no pensamos en la propia gente que estamos identificando. Hay muchas personas que trabajan en eso.
Yo creo que no se ha hablado, aunque sí se ha mencionado, de todas estas mujeres en situación de discapacidad, o que tienen hijos o hijas con diferentes discapacidades, que cuando cumplen dieciocho años no saben qué hacer para su cuidado, y tienen que dejar de trabajar. Hay una científica, que va a testimoniar en el documental que estamos haciendo, que tuvo que quedarse con su hijo de dieciocho años. Ahora ella llegó a ser auxiliar de cocina, pero dice llorando: «Lo tuve que dejar todo, porque ¿qué iba a hacer con mi hijo?».
Entonces, creo que hay un grupo de deudas, que es un concepto que en Cuba tiene que ver con lo económico, lo político, lo social, lo cultural, porque lo empujan. Me gustaría tanto que esto culminara en ese sentido democrático, realmente plural, y pienso en tantas personas, que no están aquí, porque están trabajando en el Centro de Estudios de la Mujer, en la Editorial de la Mujer, el CELA, el CIPS, y otros espacios; mujeres académicas como Geydis, que habla abiertamente de las mujeres que están en situación de pobreza. Así hay que decirlo, sin ninguna pena y sin miedo. Creo que reflejar esas verdades que nos va a liberar mucho, nos va a emancipar.
Lo último que quiero decir es que no quiero ningún poder, quiero derechos. Yo me quiero ir de este mundo con derechos.
Lirians Gordillo: Lizette nos provoca; no quiere poder, quiere derechos, y precisamente vamos a hablar ahora de qué entendemos por el poder desde una perspectiva feminista.
Yo recuerdo que a mi llegada al Centro Memorial Martin Luther King, Jr. (CMLK), para el primer taller sobre educación popular, también estaba muy conflictuada con eso del poder, porque lo identificábamos casi siempre como el poder público, institucional, jerárquico. Ahora entiendo que tengo poder, y reconozco que lo ejerzo. Lo ejercí de manera vertical, y hay momentos en que con mis hijos lo ejerzo aún de esa manera. Acercarme al feminismo desde una mirada política y ética, desde la interseccionalidad, no como una etiqueta, me ha ayudado mucho a entenderlo desde otro ángulo. Coincido y le agradezco a Lizette que lo haya traído a debate, porque las etiquetas suelen ser trigo para la instrumentalización de la vida de las mujeres; ahora esta es una agenda que se usa, pero cuando empezaron los estudios de género, los estudios sobre las mujeres en Cuba, sirvió para la lucha que hubo para impulsar esa mirada.
Volviendo al cambio sobre el poder, desde el feminismo hablamos y construimos otro poder, que va con los principios de justicia social que se ha prometido este país durante siglos, porque si miramos atrás, estamos buscándola desde hace muchos años. En la siguiente pregunta quisiera vincular ese poder feminista con el empoderamiento, para dar también conversación y debate al público. Antes, conoceremos la perspectiva y la visión de Diarenis, Marta y Lizette, que pidieron comentar sobre esto. ¿Qué es y qué propone el poder desde la perspectiva feminista?
Diarenis Calderón Tartabull: Desde mi perspectiva feminista, considero que el poder viene desde adentro, desde creer y confiar en quién soy, identificarme, pero, además, reconocerme en la otra persona que es mujer igual que yo, o que tiene otras maneras de asumirse y que también tiene poder.
Yo también pasé por el CMLK, y cuando llegué allí estaba muy conflictuada con el poder, porque crecí oyendo que quien tiene poder lo ejerce de manera negativa, pero allí descubrí que no es necesariamente negativo, es algo que nos hace crecer, pero que además hace que nos reconozcamos, nos hace hallar hechos comunes con las otras personas. Está en los familiares, en tu herencia, en lo que le estás legando a la nueva generación, en tu responsabilidad, en tu compromiso, en tu autocuidado.
Pienso también que el poder tiene una relación directa con reconocer nuestros errores, en qué nos equivocamos, en nuestras expectativas, y en no dejar fuera las de los demás, pero tampoco concederle permiso a la culpa, ni a la victimización ni a la revictimización que quiere hacer, en este caso, la sociedad patriarcal, el machismo machanguero, como yo digo a diario, que te dice a cada rato: «No es por ahí donde tú vas», porque sabemos que entre nosotras y nosotrxs existe algo que te limita a seguir hacia adelante, y es el condicionamiento mental de no poder logralo, pero no podemos obviar que hay que hurgar en lo que nos hace comunidad con otras mujeres. Como mujer feminista hay muchas cosas que me suman, pero también como mujer afrofeminista y queer paso también por la doloridad; históricamente pasamos por un concepto histórico, por un proceso forzoso traído a las Américas, y América es un término colonial, y todavía estamos repitiéndonos decoloniales, nos estamos sumando a las modas de las que Lirians y Lizette hablaban, ¿a cuántas personas escuchamos decir que el feminismo es decolonial? ¿El feminismo decolonial puede darse el lujo de decir que solo va a trabajar en la academia, puede darse el lujo de decir lo que quiera sobre mujeres blancas, solo decir que estamos dejando fuera a otras voces como las mujeres rurales? Habría muchas cosas que revisar, pero dentro del poder feminista creo que hay que concederles una importancia vital, desde mi punto de vista, a nuestras mayoras, a nuestras ancestras, si no, no estuviéramos acá. Aprovecho este minuto para agradecer a cuantas feministas y activistas han pasado por aquí o no, a cuantas están vivas o no, a cuantas están presentes dentro de nuestra espiritualidad, y a cuantas nos acompañan.
Vamos a imaginar que queremos trasmitir un criterio, un aprendizaje, ¿cómo lo vamos a hacer si no sabemos de dónde venimos, si no sabemos con quién vamos a dialogar? Es importante hablar de las infancias, retomar el cuidado y la educación; educar es vital, ¿pero bajo qué concepciones? Creo que la educación popular es la puerta abierta quizás, no masificar, porque tenemos la tendencia a masificarlo todo, sino una puerta abierta para educar, para transformar las comunidades.
Y hablaba desde el dolor, que asumimos con el término doloridad, determinado por Vilma Piedade, una brasileña afro en 2017. ¿Cómo voy a transformar una sociedad que me tiene enclosada, ridiculizada, que se burla constantemente de mí porque no soy suficiente para esa tarea? Cuando te das cuenta de que estás en el límite de lo aceptable, tienes que transformarlo, y la única manera es recibiendo y aceptando que el poder es un regalo de la vida, que somos personas poderosas y podemos tocar cualquier puerta y tomar cualquier oportunidad; muchas veces, sobre todo las mujeres, no tomamos las oportunidades que nos pasan por el lado, como dice el cuento: «Te mandé el barco y no lo cogiste», por la sencilla razón de que no creemos merecerlas. Sí las merecemos, las mujeres podemos tener poder, y no tenemos que tenerle miedo, y debemos juntar ese poder con los derechos.
Es importante que en esta mesa estemos hablando tantas voces diversas, pero también que estemos hablando desde la legalidad. Es importante para el feminismo que nos proponemos, y hablo desde la voz de las afrofeministas, validar los feminismos comunitarios para educar en la diversidad, luchar contra los feminicidios y los femicidios, denunciar las guerras que inician los hombres tanto a nivel comunitario, como nacional o internacional, hablar de los procesos migratorios, no solo el que está habiendo en Cuba tanto hacia afuera como internamente, sino también de los que tiene Haití con República Dominicana; hablar de la guerra contra Palestina. ¿Cuántas veces nos levantamos pensando en que no tenemos el poder para pronunciarnos contra el genocidio en Palestina o contra la discriminación de los haitianos en República Dominicana? Otra cosa vital es estimular el conocimiento y el aprendizaje creativos. La creatividad está muy relacionada con el poder.
Marta Núñez: En Cuba, feminista fue una mala palabra, las que somos más viejas lo recordamos; no se podía hablar de feminismo. Mayda debe recordar cómo se empezó a aceptar aquí el feminismo. Fue en el 84, en una reunión preparatoria del Congreso Internacional de Mujeres, de las Naciones Unidas; las feministas latinoamericanas, que tenían una concepción muy similar a lo que Diarenis estaba planteando, le dijeron a Fidel: «Pero si tú eres más feminista que nadie», y entonces se le quitó el sambenito; pero todavía hay personas que no aceptan el término ni el concepto. Yo escuchaba de esas mujeres que se han retirado del empleo por la cantidad de cargas que tienen en la casa, desde profesionales hasta las que no lo son, que empiezan a poner puestos chiquiticos, yendo a La Cuevita a comprar cosas que luego venden en el frente de su casa, y pensaba: ya esas mujeres están empoderadas, ya son feministas.
Ese tipo de poder lo hemos ganado con la Revolución, si no hubiera sido por ella no hubiéramos sido lo que somos en estos momentos. Esta diversidad de la que hemos hablado aquí, y después las preguntas que se nos hagan en los debates, van a demostrar que el problema de género, no solamente el de la mujer, ha sido introducido en Cuba para quedarse, y no solo en un discurso, sino para operacionalizarlo, como decimos las sociólogas, en la realidad de cada día, y lo estamos haciendo con muchas dificultades, pero se está haciendo.
Lizette Vila: Coincido con muchas feministas, quizás desde ese dolor. Todavía yo recibo muchos palos por serlo, lo que pasa es que a mí no me importa, pero sí los recibo. No hace mucho éramos mujeres muy estigmatizadas. Recuerdo la primera vez que lo dije por la televisión; fue por los años 80. No pueden imaginarse cómo terminó aquello, fue en una entrevista que me hizo Arleen Rodríguez Derivet; después me quería matar porque no pensaba que yo iba a decir eso.
Marcela Lagarde y otras feministas han pensado en lo que significa el poder para nosotras, que no solamente es desde adentro, sino desde nuestros propios cuerpos. Yo trabajo mucho, pero —lo he dicho y lo sigo diciendo— mi primer espacio político no es el Partido, ni el gobierno, ni los programas, ni los decretos; es mi cuerpo, y aquí no manda nadie, ahí está mi poder, pero yo creo profundamente que hay que pensar en los derechos, porque si no, estaríamos viviendo, como se dice ahora, en mundos paralelos que no nos dejan avanzar, que no nos dejan crecer. Marta, ¿tú conociste a Isabel Larguía?
Marta Núñez: ¡Cómo no!
Lizette Vila: Isabel Larguía fue una guerrillera feminista argentina, residente en Cuba desde 1961 hasta 1988. Rafael sí la debe recordar. Ahora salió a la luz, porque hace poco se cumplieron cincuenta años del término «trabajo invisible», que creó en Cuba.
Marta Núñez: Con John Dumoulin.
Lizette Vila: Con John Dumoulin, que era su esposo, científico en la Academia de Ciencias, pero ella fue la que investigó y publicó sobre las trabajadoras domésticas. Al final se tuvo que ir de Cuba, pero ¿dónde gestó Isabel Larguía el concepto de trabajo invisible de que tanto hablan aquí en Cuba, ¿y quién habla de Isabel Larguía? Yo me paso la vida hablando de ella y nadie me hace caso. ¿Tú la conociste, Mayda?
Marta Núñez: Ella es más joven.
Lizette Vila: Verdad que sí, es que yo creo que todo el mundo está en mi territorio. Sobre poder y derechos, no puedo ver el poder sin derechos, y como fui una mujer que me creí que tenía poder en un lugar tan patriarcal, que en ese momento no lo reconocía, y tan machista, que sí lo reconocía, que son dos cosas diferentes, no supe defenderme desde los derechos. Entonces no tuve ningún poder, quiero significar eso, que no se pueden separar esas dos cosas, compañera operadora del derecho.
Farah Salcedo: Bueno, creo que me sentaron en este lugar por aquello de que yo soy la jueza en el panel, pero se darán cuenta de que yo estoy aquí arrobada con las intervenciones de mis compañeras. Aquí me viene a la mente el verso de la canción de Pablo Milanés: «Si el poeta eres tú, qué puedo yo cantarte...». Pero a mí me pasa, y no es una cuestión semántica, no sé si sobre los mismos presupuestos que a Lizette, que le hago una suerte de resistencia al término empoderamiento, y sé las justificaciones que tiene, y de dónde surge, y la desventaja histórica de las mujeres, pero me gustaría asumirlo como que las mujeres nacemos con poder, lo que pasa es que no siempre somos conscientes de que lo tenemos, y sucede lo que dice Lizette, que no lo sabemos utilizar y no sabemos hacer valer nuestros derechos. Nos falta esa cultura que alguien ahorita mencionaba.
Este país, y es bueno que se diga en todos los espacios que sea posible, se ha dotado de un aparato de protección, de garantías y derechos, que compite con los ordenamientos jurídicos de las naciones más avanzadas en este tema. Eso hay que instrumentarlo, que implementarlo; hay que lograr que sea carne y esencia de las personas en este país; pero sí tenemos leyes para eso.
Me gustaría que acerca del poder, además de tenerlo y sentirlo conscientemente, también tener sabiduría para utilizarlo, y para no equivocarnos, y pediría también mesura. Siempre recuerdo que Lizette, cuando más entusiasmadas estamos hablando de las mujeres, nos recuerda que también hay hombres, porque a las mujeres de vez en cuando se nos va la mano. Me gusta ese término que para los jueces es vital: equilibrio; que es tan difícil de lograr en las cosas de la vida, pero creo que en materia de reconocer, y consolidar, y afianzar el poder de las mujeres, también nos hace falta.
Lirians Gordillo: Muchísimas gracias. Quisiera reunir un poco las reflexiones de ustedes porque terminar hablando sobre qué es el poder desde el feminismo recalca que la lucha feminista ha sido por los derechos de las mujeres en una sociedad patriarcal. Estamos en un punto de darnos cuenta, y las cubanas sabemos de eso, de que no es solamente luchar por nuestros derechos y establecer un marco de igualdad y de equidad para las personas; es que necesitamos transformar la estructura social, porque mientras las instituciones se establezcan de una manera jerárquica, mientras existan esas estructuras de poder desiguales, patriarcales, vamos a tener unas más, otras menos.
En el público hay personas que saben de ética, filosofía y política feminista, que pueden hablarnos de cómo los feminismos están abordando no solo el tema del lugar de las mujeres en la sociedad, sino cómo nos relacionamos los seres humanos, cómo cuidamos la naturaleza. Estamos pensando de otra filosofía, de cómo cuidamos la vida, de eso también habla la política, que es ética, que es pensamiento, que es creatividad, que, como pensamiento y movimiento humanos, es compleja, inacabada, que siempre nos plantea nuevos retos y nuevas preguntas. Les agradezco que hayan tenido la paciencia de escucharnos, y ahora tienen ustedes la palabra.
Patricia Arenas: Trabajo en el CIPS, después de haberme jubilado sigo allí, en el grupo Cambio Humano, en el que venimos trabajando desde los años 90, y me interesa muchísimo el tema porque desde el año 2007 nosotros, como grupo de trabajo, estamos haciendo talleres anuales de empoderamiento, que no se circunscribe solo al de la mujer, sino que va hacia cómo en la sociedad todos nos hacemos poderosos y poderosas, y en la medida en que hemos venido haciendo esos talleres y traemos personas de diferentes organizaciones, ellas comienzan a buscarse a sí mismas, a revisar su autoestima, la importancia de la confianza, y cómo, a su vez, se necesitan atmósferas de empoderamiento, y cómo en la medida en que se contribuye a hacer poderosas a quienes están alrededor también la persona se hace poderosa. Desde nuestro punto de vista, para que se hable de empoderamiento hay que hablar de un poder que se retribuya socialmente, que se comparta con el resto de las personas. Nosotros utilizamos métodos de desarrollo organizacional, y yo debí empezar como se empieza siempre, agradeciendo mucho todas las presentaciones. Honestamente, yo creo que hay que ver cómo todo eso se lleva a la transformación, porque podemos seguir investigando y seguir hablando, y cada vez encontrar más cuestiones, pero si no se utilizan, primero que todo, métodos de desarrollo organizacional, no hemos adelantado mucho. Por ejemplo, con todo esto que me han dicho yo haría un mapa de esta situación, que me permita visualizar cuáles son los puntos de apalancamiento que se deben dar. Como se decía, qué bueno, desde el punto de vista jurídico ya hay una serie de medidas, pero el empoderamiento, el cambio de mentalidad no se hacen por decreto, se tienen que establecer formas para que se pueda ir propugnando, y yo creo que las academias tienen que salirse de la manera tan trillada de hacer nuestros artículos, presentarlos, discutirlos, y buscar los dispositivos que nos ayuden a hacer transformaciones.
Por otra parte, creo que en las estadísticas las mujeres están muy bien, pero el aparato de gobierno es básicamente masculino, y los métodos que se utilizan, como se ve por la televisión, indican grupos con caras serias, callados, sin hablar. Si eso no se cambia, si no se cambian las estructuras de interacción, podemos seguir hablando por gusto.
Georgina Alfonso: Quiero agradecer a la revista Temas que cierre el año con este ilustrísimo panel, y con los temas que se han desarrollado. Soy Georgina Alfonso, directora del Instituto de Filosofía, coordinadora de la Red Feminista Berta Cáceres, del grupo GALFISA.
A partir de la provocación de Lirians sobre el trabajo que estamos haciendo desde GALFISA es cómo hacer que estas políticas públicas, que han sido resultado de las luchas feministas actuales en Cuba, del activismo y del papel de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y del empoderamiento que hemos logrado al llevar a mujeres a puestos decisorios, es posible que hayamos llegado a esas nuevas políticas públicas. Ahora la cuestión está en la forma en que se validen las políticas públicas; primero, que se atiendan los problemas de la mujer, es el principal criterio de tres que voy a nombrar. Los otros dos son: disminuir las desigualdades de género por orientación sexual, por género, por territorialidad, como ustedes han planteado, y por color de la piel, y empoderamiento económico; y por último, cómo se va recuperando nuestra memoria histórica de luchas y resistencias de las mujeres cubanas. En ese sentido, ese trabajo, que no es tan difícil, lo que hemos hecho es ayudar a las mujeres a entender las políticas, porque están escritas en términos técnicos y hay que traducir. Hemos trabajado en espacios socioproductivos, en cooperativas urbanas y rurales, y que en ellos esas mujeres puedan construir sus propios indicadores y puedan ir viendo cómo se va transformando este proceso.
¿Por qué hacemos eso?, ¿para qué? Quiero llamar la atención sobre dos cuestiones: primera, la crisis que estamos atravesando hoy en Cuba, que también es resultado de la crisis mundial, la llevan esencialmente las mujeres en sus hombros, la alimentación familiar, el cuidado, el problema energético…
Lizette Vila: El agua.
Georgina Alfonso: Exacto, el agua, ¿quién acarrea la leña, quién pone el plato de comida en la mesa? No son los que siembran, los que están en la tierra; eso es una parte de la alimentación, pero hasta que la comida no esté en la mesa nadie se está alimentando. Las que garantizamos la nutrición somos las mujeres; por tanto, cuando no atendemos ese hecho y no entendemos que la salida de la crisis está sobre los hombros de las mujeres cubanas, y hablamos en otros términos, las inmovilizamos políticamente. Por eso es importante que, con la validación de esas nuevas políticas públicas, sean instrumentos de movilización.
Lo segundo es que hoy el mundo se está recomponiendo con un fortalecimiento político-ideológico del patriarcado, y por tanto hay lo que ya algunas están llamando «la venganza de los machos». Está armándose una cofradía entre los empresarios, la religión y las instituciones políticas, y aparece, con mucha fuerza, la clase burguesa empoderando, empoderando. ¿Esto, en Cuba, no nos afecta? Voy a dar este ejemplo: ¿por qué las mujeres tenemos redes de emprendedurismo y los hombres tienen empresarios? Las mujeres negras están en las redes de emprendedoras, y las blancas en grupos de empresarias. Yo también creo que tenemos que cambiar el lenguaje sexista; miremos nuestra realidad, hemos llegado aquí porque hemos construido un poder revolucionario y feminista.
En Cuba siempre ha habido movimientos feministas, aunque no les hayamos llamado así, y esas últimas leyes son resultado de un activismo feminista que ha acompañado a la Revolución cubana, y si hoy hay un activismo juvenil que avanza, llamándose sin prejuicios feminista, es el legado del trabajo anterior, y tenemos que vivir contentas de que jóvenes, en diferentes espacios, quieran ser feministas.
Voy a terminar con una idea de Haydée Santamaría recogida en un libro que publicó Casa de las Américas. Cuando le preguntaron por qué las mujeres se volvían revolucionarias si no había en Cuba debate ni movimiento feminista, contestó: «Porque cuando uno va a una familia, a una mujer, y le dice: “Su hijo va estudiar, su hijo va a tener salud, su hijo va a tener derecho a vestirse, a estudiar, a trabajar, no había que darle muchas explicaciones del feminismo, esa mujer se hacía revolucionaria”».
Yohanka Valdés Jiménez: Gracias al panel y gracias a Temas por esta convocatoria que desde el título me resultó muy sugerente. Trabajo ahora mismo en un proyecto de prevención y atención a la violencia contra las mujeres con la FMC, el grupo GALFISA, el CMLK, la Editorial de la Mujer, y la Unión de Juristas de Cuba; un grupo de organizaciones que está abordando esa temática en seis territorios del país.
Quiero responder un poquito a la pregunta de Lizette sobre dónde están los hombres. Evidentemente no se sienten convocados para este espacio porque casi todas las personas presentes somos mujeres. Pensaba en el título —la ciudad de las mujeres— y me decía que también podría ser «las ciudades de las mujeres», porque están estructuradas desde lógicas machistas y patriarcales, que determinan los espacios y los lugares a los que las mujeres podemos acceder, y en los desafíos a los que estamos expuestas. Estoy pensando en las violencias, en el acoso, en la violación sexual en ciudades oscuras, y en los otros territorios de las mujeres también están afectados por la crisis energética, en ciudades y pueblos que han vivido los desastres de las últimas semanas, y evidentemente ese concepto —desastre— sabemos que se incrementa en violencias contra las mujeres.
Entonces, son lecturas de las ciudades que nos invitan a pensar en cómo romper eso que decía Lirians de la estructura patriarcal, que también nos sitúa y muchas veces nos arrincona en determinados espacios, y cuando vamos por la calle cruzamos a la otra acera para evadir el acoso de los hombres. ¿Entonces, está bien estructurada la ciudad en la que vivimos y en la que estamos?
Pensaba también colocar el tema de los fundamentalismos que están en nuestros territorios, y que hoy solo se habla de los religiosos, pero que también tienen que ver con las narrativas que nos colocan y nos excluyen no solo desde el punto de vista territorial sino también desde las lógicas que estamos posicionando.
Me gusta mucho la idea de delimitar también cómo llegamos a todas estas políticas y programas sociales; evidentemente hay una voluntad política, pero también hay una voluntad del activismo feminista de haberse mantenido muchos años empujando esas políticas, y ahora haciendo un monitoreo de cómo se implementan, y de las rendiciones de cuenta sobre las estrategias de violencia, sobre el PAM. Todo eso debería ser parte del trabajo comunitario que se hace con las mujeres, porque, desde lo local, tenemos mucho que aportar a las evaluaciones de estas políticas ya sea desde el conocimiento, o de cómo se están implementando, porque abemos que se instrumentaliza en muchas de las estrategias de desarrollo local que hoy están en el país.
Quiero también llamar la atención sobre el activismo juvenil, las jóvenes feministas, y reivindicar el trabajo que está haciendo la Red Feminista de la Universidad de La Habana, que se ha colocado no solo en el espacio académico, institucional, sino también en las comunidades más allá de La Habana, y eso también es pintar de otro color los territorios de las mujeres.
Creo que para un próximo espacio como este valdría la pena, como indicaba Lirians, invitar a urbanistas feministas. Hay muchas que están dando otro color a la carrera de arquitectura, y que están hablando hoy de que los hombres están construyendo los espacios de las mujeres, muchas veces sin capital, sin recursos. ¿Cuáles son las casas que construimos las mujeres, con qué recursos? Eso también es hablar de los territorios de las mujeres.
Katia Arias: Soy historiadora, investigo temas de la negritud y la mujer en la industria cinematográfica cubana. Trabajo en la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, pero no voy a hablar de cine, sino de lo que han tratado aquí, en especial de derechos y poder. Cuando se debatía el proyecto de Constitución, en mi cuadra muchas veces se hablaba solo de derechos, y yo creo que sin poder y sin deber no existen, porque no podemos tener acceso o disfrutar de nuestros derechos si las instituciones de poder no están obligadas a cumplir sus deberes; o sea, hay una relación entre derechos, deberes y poder de la que no se puede prescindir, y en eso el activismo es fundamental, porque el poder lo ejercen personas, muchas de ellas hombres, y a menos que nosotras como activistas, como mujeres, como negros, no nos impongamos al poder. El poder no se entrega, para acceder a nuestros derechos obligatoriamente hay que tomarlo.
Vine aquí como historiadora y amante de la historia de Cuba y de la Revolución cubana en particular. Me parece que las soluciones para las dificultades que tiene ahora pasarían obligatoriamente por una radicalización de estas cuestiones que estamos tratando. Tiene que llevar a que las mujeres y los negros —a mí me encanta decir negros, lo de afrodescendientes no me gusta mucho— entremos al poder; o sea, hacer un rediseño del país. Las mujeres podemos ser muy revolucionarias y adorar la Revolución, pero esta tiene que radicalizarse en ese sentido, y eso depende del activismo de nosotras.
Y ahora voy a lo salarial. Como historiadora, me apoyo en la teoría marxista y siempre todo lo llevo al plano de las relaciones económicas, de la base y la superestructura, por eso creo que un empoderamiento de las mujeres pasa por la función salarial, y me digo que el patriarcado a nosotras, como mujeres, no debe salarialmente. Las mujeres partimos de una desventaja, porque a resguardo de una posición social histórica, en la cual nos ha costado más acceder a la universidad, si una vez llegadas a un puesto laboral, digamos, hemos tenido que seguir cumpliendo con los roles de madre o cuidadora, y ser más supermujeres y además superhombres en las tareas que eran hasta ayer de los varones, como trabajadoras tenemos más capacidades.
Lirians Gordillo: Competencias.
Katia Arias: Capacidades; competencias tengo más, y eso tiene que estar reflejado en mi escala salarial. En el mismo puesto, una mujer no puede cobrar lo mismo que un hombre.
Es muy bueno que desde 1959 se haya dado el paso de que no habrá discriminación por sexo, por raza, y demás; pero sesenta y cinco años después, ese proceso social tiene que radicalizarse, no puede ser igual, o sea, no hay equidad si tenemos los mismos salarios, imposible; y mirándolo incluso desde el feminismo, está mal visto. A veces me burlo un poco del marxismo y de los feminismos, yo digo que el marxismo tiene algunas ventajas para las mujeres, pero, por ejemplo, no profundiza en el sexismo al que estamos sometidas las mujeres a la hora de acceder a un puesto laboral. Una tiene que cumplir determinados patrones estéticos para acceder a determinados puestos, y eso no debiera ser así, pero ahora mismo esa es una realidad. Entonces, aún en el socialismo, teniendo en cuenta ese sexismo patriarcal, laboral y salarialmente, me deben.
Mayda Álvarez: Investigadora del Centro de Estudios de la Mujer; fui durante algunos años su directora. En primer lugar, sobre el tema del feminismo que estaba llegando a Cuba, según la historia que he podido conocer, era sobre todo el de los Estados Unidos. Las mujeres excluían a los hombres, se quitaban los ajustadores, pero hay que tener en cuenta que desde que se constituyó la FMC, Vilma llamó como asesoras a mujeres feministas, que incluso ocuparon cargos en el Comité Nacional y en el secretariado de la Federación, como Mariblanca Sabas Alomá. Posiblemente otras personas que tienen más historia que yo puedan hablar de otras personas. Lo que escribió Vilma sobre el feminismo fue que estaba de acuerdo con cualquier movimiento que luchara por los derechos de las personas. Muchas veces la gente se pregunta por qué la Federación no dice explícitamente qué es feminista. Muchas sí lo decimos, otras no, porque no entienden todavía, porque hay muchas situaciones con eso, mucho prejuicio; pero la organización tomó partido por no excluir sino incluir, y que aquella persona que no tenía claro el feminismo o tenía prejuicios contra él no se excluiría. O sea, la razón que hubo en ese momento para no llamarla feminista fue tratar de incluir a cualquier mujer.
Sobre el tema que estamos tratando: el poder tiene mucho que ver con la autonomía; los panelistas no utilizaron la palabra, pero de una manera u otra lo dijeron. Esa autonomía física del cuerpo, que mencionaron, es poder. Para poder tener autonomía hay que tener poder de decisión, ante todo, de la propia vida, de su sentido, de hacia dónde dirigirla, y tener las herramientas para tomar decisiones acertadas, responsables, etc. Eso es lo primero.
Quiero reconocer también, como Gina, el lugar que siempre le ha dado la revista Temas al tema de género. Rafael mencionó números de los años 90, donde varias feministas publicamos. Yo tuve el honor de publicar en el primer número, de 1995, que trató sobre qué se pensaba en Cuba en aquellos años. Y recuerdo que otro número abordaba el tema de mujer y poder. ¿Por qué quiero retomar eso?; porque ya entonces se enfocaban los obstáculos de la mujer para desarrollarse. Lo que estaba analizando en el artículo que publiqué en ese número era su acceso a puestos de dirección. Esta vez voy a plantear tres limitaciones para eso, como un reto actual. La primera: problemas de carácter objetivo, material, de vida, sobrecargas, etc. Analicemos en qué medida la situación que estamos viviendo está influyendo en el acceso de la mujer a puestos de dirección; la segunda, elementos subjetivos. Los panelistas se refirieron a todos ellos, cómo todavía hay preconcepciones que limitan a la mujer. Sobre todo la compañera jurista se refirió a eso en este sentido, y se ha dicho justamente que hay que cambiar la mentalidad, y siempre hemos hablado de la necesidad de cambios en la subjetividad, que son más lentos. A la tercera la llamaban en aquellos años un estilo masculino de dirección, que no se ha acabado y no es solo de las personas: es que las estructuras están organizadas sobre esa base, y ese estilo masculino da poca posibilidad a que se considere muchas veces a una mujer para ciertos cargos, o que pueda permanecer, o que si accede la dejamos sola, batiéndose con malanga y el puesto de viandas. Esa es la situación. Diarenis decía algo interesante, y me gustó mucho cómo lo dijo: el poder es creatividad, su base, el estilo. Hay veces que las instituciones, como se organizan, como funcionan, como gestionan, no dan muchas posibilidades a la creatividad; aunque se quiera, aunque se promueva desde las políticas, etcétera, se siguen usando métodos formales de gestión, y eso impide muchas cosas, hasta que lleguen las cosas a las comunidades como tienen que llegar.
Marta, en otro momento voy a contar quiénes trabajaron en el Programa Nacional para el Adelanto de la Mujer, que fue una obra colectiva de tres años o más, pero ahora no hay tiempo para hablar de eso.
Rafael Hernández: Estoy muy feliz de no ser el moderador de esta mesa, en primer lugar, porque las preguntas no las hice yo, de manera que ahora voy a hacer las que yo quiera; solamente pido que me midan el tiempo, ya que tengo que hacerlo en tres minutos, porque lo democrático es que todo el mundo tenga el mismo tiempo, si de democracia y de igualdad estamos hablando.
Yo traje tres números de Temas dedicados al género; no sé si han tenido oportunidad de leerlos. En uno de ellos hay un ensayo sobre masculinidades, escrito por un hombre. Si esta sala estuviera llena de personas negras para hablar de racismo, quizás ustedes, si lo estuvieran viendo por la televisión, dirían: «Se están cocinando en su propia salsa». ¿Cómo el movimiento LGTB, siendo una minoría, más minoría que las mujeres en Cuba, logró hacer que la gran mayoría de la gente se identificara con sus problemas? Porque si así no hubiera sido, no se hubiera podido aprobar el Código de las Familias.
En esta sala hemos discutido sobre el Código de las Familias, sobre urbanismo y los problemas de la ciudad, acerca de las desigualdades, sobre las expresiones religiosas, sobre el racismo, y tenemos un lleno de mujeres. No es que este espacio no convoca a mujeres, es que aquí ahora para discutir sobre este tema hay cuatro tipos, uno de ellos yo, y uno conectado por aquí, cinco.
El panel ha sido excelente, ¿quiénes lo han oído? Yo llevo décadas oyendo lamentaciones, reclamos, anécdotas de «lo que me pasó en la escuela con un compañero, un jefe que me tocó, etc.». ¿Cuál es la medida del progreso?, ¿que lo podamos hacer una vez, y otra vez, indefinidamente, sin lograr sensibilizar, sin lograr imponerle, como decía una de las compañeras que habló, al resto de la sociedad, que es más o menos la mitad, que este es un tema central y que hay que tomarlo en serio? Así uno lo está diciendo aquí: imponerlo; de otra manera un debate tan interesante como este es inútil en sus efectos, porque el poder de la mujer no tiene que ver tanto con lo que la Constitución reconoce, sino con la capacidad para ejercerlo.
No escuché, ya se dijo, que el gobierno está disparejo, 18,6% del Buró Político son mujeres, 20% del Consejo de Ministros son mujeres, más que nunca antes, ¿pero ven el porcentaje?, ¿dónde está el poder y dónde está nuestra capacidad para generar un cambio? Porque se trata de cambios y, aunque no subestimo la importancia de la expresión pública, no solamente lamentarse y crear conciencia, a través de la lamentación, entre un grupo que ya tiene conciencia de esto, es simplemente reafirmar y regular sobre lo mismo.
Lizette Vila: Lirians, quiero decir algo más; primero, que esa sororidad de que hablas es un pacto político, no nos vayamos a equivocar. Y lo otro que no puedo dejar de mencionar y creo que es de justicia, es la pluralidad de mujeres religiosas. En Cuba hay mil ochocientas expresiones distintas, refrendadas por el Ministerio de Justicia, y la mayoría son mujeres y, claro, la mayoría de los que lideran todas estas expresiones son varones, no podía dejar de mencionarlo. Cuando puedan, vean el documental Mujeres de fe. Señales de lealtad.
Diarenis Calderón Tartabull: Yo también quiero retomar la palabra brevemente, porque creo que es importante recordar que hay un discurso que tiene un código machista, que nos transversaliza de una manera increíble. Y creo que es importante decir acá, como decía Lizette, qué cosa es definirnos o empoderarnos políticamente. Para mí, estar en esta sala hoy es una cuestión de empoderamiento político, pero sobre todo de visibilizar con quiénes andamos. Yo no estoy aquí sola, en mi cuerpa, en mi territorio, que es el primero que libero, hay un montón de cuerpas, de mentes y de voces, y en cada uno de nosotros y nosotrxs. Entonces, no podemos irnos creyendo que Rafael nos regañó, ni de que no vamos a volver a estar en Temas, pero tampoco invisibilizando nuestro terreno.
Lirians Gordillo: Bueno, estoy segura de que quedan muchos temas que ameritan discutirse. Rafael no nos ha regañado, no nos ha dicho que nos estamos quejando, sino que estamos enfocando una revolución que han hecho las mujeres todos los días en la vida cotidiana, como ha dicho Gina, desde las que acarrean la leña hasta las del Tribunal Supremo, porque son las que sostienen la vida de este país, y las mujeres tenemos una práctica en Cuba que no es una etiqueta, que es la sororidad. Por eso la sala está llena de mujeres, porque nos interesan los problemas de las otras, y creo que eso es algo que aprendí y aún estoy por aprender, que es reconocer lo que hacen las ancestras, como lo hacen mucho las feministas negras cubanas.
Entonces, agradezco mucho el espacio, porque sí creo en el poder de la palabra, y no por gusto la revista Temas también tiene ese capital simbólico y político que ha adquirido a través de la palabra, a través de la reflexión académica y de la reflexión política; y lo que tenemos que hacer las mujeres es unir palabra-academia con cuerpo, con placer, con dolores, con emociones y con sentimientos. Eso nos hace más humanas y es ganancia también para este país.
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