sábado, 27-09-2025
El agua por todas partes: sustentabilidad y políticas del clima
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* Panel realizado en la Tribuna Antimperialista José Martí, el 26 de junio de 2025.
Panelistas:
Julio Baisre. Consultor. Comisión de Pesca. Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL).
Grisel Barranco. Geógrafa e investigadora. Instituto de Geografía Tropical. Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Celia Cabrera. Comunicadora social. Vicepresidenta de Nufor S.U.R.L.
Alexander Sierra. Investigador. Centro de Desarrollo Local y Comunitario (CEDEL-CITMA).
Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.
Rafael Hernández: Para el tema que desarrollaremos hoy no encontramos un lugar más acogedor que esta Tribuna Antimperialista, cerca del mar, del «agua por todas partes», que amablemente nos recibe para tener aquí nuestro debate, dedicado a este asunto de capital importancia, al cual, como parte de las problemáticas del medioambiente, de la contaminación, del clima, le hemos dedicado números de la revista Temas, así como sesiones de debate de Último Jueves, una y otra vez. Muchas gracias a los responsables de la Tribuna y muchas gracias también a los asistentes por haber llegado hasta aquí bajo este sol de junio.
Tenemos un panel especialmente dotado para este debate, también nos acompañan en el auditorio personas que conocen muy bien aspectos de esta temática. Están en la mesa dos investigadores del CITMA, o sea, una geógrafa y un investigador sobre desarrollo local. Les damos gracias especiales porque de las cosas que resultan claves en un panel como este, y en todos nuestros paneles, es que haya personas que vengan de instituciones, de organismos. Aunque su punto de vista no sea el oficial de estos —no lo entendemos así de ninguna manera— sí recoge la experiencia del trabajo y la lógica de los problemas vistos desde esa perspectiva.
Otro panelista forma parte, como consultor sobre la pesca, de otro organismo, en este caso el Ministerio de la Industria Alimentaria. Por último, tenemos una vicepresidenta de una mipyme que se ocupa de problemas relacionados con la protección de las costas, y con la problemática del clima.
Quiero aprovechar la presencia de Celia Cabrera en este panel (pues de ella se trata) para reiterar públicamente lo que ya les he expresado a ella y a Lemar, el presidente de esta mipyme: mi petición de disculpas acerca de la interrupción que hice, y el tono inadecuado con que la expresé, en el panel de Último Jueves del mes pasado. Lamento esto y le confirmo que sus intervenciones, las que tenía preparadas para aquella oportunidad, están circulando íntegramente como parte del contenido de ese panel.
La primera pregunta que, como solemos hacer, intenta ubicar el tema que estamos discutiendo es: ¿qué consecuencias —ambientales, económicas, sociales, culturales— favorables y desfavorables se derivan de la condición insular de Cuba? ¿Qué impacto tiene el hecho de estar rodeada de agua por todas partes?
Grisel Barranco: Socializar estas ideas es algo bien retador, pero agradezco mucho estar acá. Cuando uno se enfoca en el concepto de isla, inmediatamente le parece algo muy simple: es un espacio terrestre que está rodeado de agua, pero cuando reflexiona el alcance y las articulaciones que ello puede tener ve que está mucho más allá, y que ciertamente hay una trazabilidad que pasa por la presencia del hombre y la realización de su vida, y que su dimensión asociada a lo económico, lo social, a todas las articulaciones que conforman el medioambiente, y que tiene que ver con la cultura, la identidad, entonces, indudablemente, isla es un concepto complejo, no es tan simple.
También tiene articulación entre factores de la vida humana, entre manejos territoriales, y esto le da una connotación sistémica; pero, repensando sobre estas ideas, más allá del hecho físico, conectar fluidos, conectar tierra firme, estamos hablando de que el hombre se coloca en una posición dual, simultáneamente está mirando la parte terrestre con las potencialidades para su desarrollo, la cobertura de sus necesidades, su realización personal, y al mismo tiempo tiene que mirar al exterior, a ese entorno hídrico que le da conectividad, alimentos, comercio. Entonces, estas interrelaciones se van haciendo más densas, por eso resulta muy complejo hablar de lo favorable o desfavorable, porque son caminos que van conectándose, articulándose.
Algo que para mí es claro es el hecho de que la condición insular, para el caso de Cuba, tiene un conjunto de bondades, desde la propia superficie a que estamos aludiendo. Cuba es una de las mayores islas a nivel mundial, y hay otra cuestión que a juicio mío tiene mucha importancia, que está en el mar Caribe, pero también en el Atlántico y a la entrada del Golfo de México, mares de características diferentes; tiene, por ello, muchas diversidades que se asocian con ese entorno, las conexiones con la Isla son diversas, muchas de las cosas que pasan al norte no son iguales a las del sur. Además, como tiene que ver con el ser humano, no es lo mismo tampoco el este que en el oeste. Estamos hablando de muchas complejidades.
Pero una de las bondades que pienso que tiene esa posición de Cuba es que le da, por una parte, esa articulación con todos los territorios que tiene en su entorno; pero por otra su distanciamiento relativo le evita muchas de las complejas relaciones territoriales que se producen a nivel continental: litigios fronterizos, confrontaciones; por el contrario, nuestra isla puede relacionarse con mucha facilidad porque tiene conectividad, pero también una distancia relativa, por su insularidad.
Ahora bien, hay una cuestión que sí tiene que ver con esta articulación mar-tierra, y es acerca del medioambiente, porque muchas de las cosas que se producen en la tierra firme pasan al mar, y como nuestra isla es tan estrecha a veces los procesos metabólicos que en materia ambiental se pueden producir tienen muy corta estadía. Por otra parte, las disponibilidades de recursos para enfrentar este y otros problemas son complejas.
Rafael Hernández: La respuesta de Grisel ayuda mucho a colocar la segunda pregunta y también las del resto. La de ahora es: ¿qué problemas específicos, concretos, caracterizan el estado actual de nuestros recursos marinos? Es un asunto que hemos escuchado a lo largo del tiempo. Aterrizándolos en el presente, ¿cuáles son las causas de esos problemas?, ¿de qué se deriva la situación de los recursos marinos?
Julio Baisre: Yo también agradezco la invitación a este importante panel. Hay dos indicadores que caracterizan los problemas de los recursos marinos: una marcada tendencia a la disminución progresiva de todas las especies principales y una disminución de la biodiversidad. Desde hace dos décadas se está observando el declive de la abundancia de todas las especies comerciales. Actualmente las capturas son inferiores a las que se obtenían en la década de los 50, en una cifra muy alta. También se observa un deterioro de los principales hábitats marinos, los estuarios, los manglares, las zonas de pastos marinos, y los arrecifes de coral.
Hay un alto nivel de consenso en que hay cuatro causas fundamentales que amenazan directamente a todos los ecosistemas, tanto terrestres como acuáticos, tanto en islas como en continentes, y tanto a nivel de país como de región y de planeta; se trata de la pérdida y fragmentación de los hábitats, la sobreexplotación de los recursos, la contaminación, y las especies exóticas invasoras; por la magnitud de sus impactos han sido denominadas Los cuatro jinetes, en referencia a los del Apocalipsis. En la actualidad se habla de un quinto jinete, representado por una amenaza mucho más reciente: el cambio climático global.
En el caso de Cuba, el desarrollo del sector pesquero desde 1950 hasta finales de la década de los 80, gracias a un grupo de medidas como el mejoramiento de la vida de los pescadores; la construcción y motorización de cientos de embarcaciones de madera, plástico y luego ferrocemento; la incorporación y perfeccionamiento de los métodos y artes de pesca; la creación de facilidades para el acopio, beneficio y procesamiento del pescado, como fábricas de hielo, frigoríficos; así como la construcción de un grupo de grandes combinados, intensificaron la producción pesquera del país. Lamentablemente, junto con ello, la supresión de las vedas y el empleo de artes de pesca poco selectivos, que daban mucho volumen, pero de baja calidad, también desempeñaron un papel importante en la sobreexplotación de varias especies muy valiosas para la economía del país. Desde 1990, otras amenazas, provenientes de tierra en este caso, aceleraron el deterioro de los recursos marinos y sus hábitats hasta llegar a la crítica situación en que nos encontramos en estos momentos.
Voy a tratar de ilustrar esto con dos ejemplos, el caso de las pesquerías de biajaiba y las de camarones. La biajaiba es una especie de pargo, y el pez de mayor importancia en la economía pesquera de Cuba; se explota desde que los aborígenes comenzaron a poblar nuestras islas, y desde hace siglo y medio se establecieron regulaciones para su pesca. En 1968, se suprimió la veda y se comenzaron a realizar gigantescas operaciones de pesca en el Golfo de Batabanó utilizando chinchorros de arrastre y tranques durante las migraciones reproductivas de esta especie; el resultado de todas estas prácticas fue la sobreexplotación del recurso en 1978. Desde ese año hasta el 2024, el recurso ha experimentado alzas, caídas y alzas según se hayan restablecido o no las vedas o regulado los sistemas de pesca. Actualmente, la pesquería está sobreexplotada pero no se encuentra aún colapsada. Ciento cincuenta años de una relativa barbarie en cuanto a su explotación y, sin embargo, no ha colapsado.
Los camarones representan la segunda pesquería en importancia en Cuba, después de la langosta; es mucho más joven que la de la biajaiba, su auge comenzó en el 1956 con la introducción del sistema de pesca con redes arrastradas por un barco, pero el incremento del número de barcos y la potencia de sus motores, junto con el aumento del tamaño de las redes, aceleraron rápidamente la pesca intensiva de este recurso y culminaron con su sobreexplotación en 1974.
Luego de un grupo de medidas que se adoptaron para disminuir el número de barcos, proteger las áreas de cría y disminuir la pesca del camarón chico, la pesca de camarones tuvo cierta estabilidad desde 1983 hasta 1989, período en que las medidas fueron muy drásticas; sin embargo, ya desde 1990 hasta el presente esta pesquería ha crecido de forma notable, y hoy el recurso camarón se encuentra colapsado, el incremento de los volúmenes de agua represada, la drástica caída en el consumo de fertilizantes, y un episodio prolongado de sequía, afectaron de manera sensible las áreas de crianza de esta especie, y muchas lagunas costeras asociadas a los ríos Zaza y Cauto han desaparecido por completo.
La principal lección aprendida a partir de estos dos casos de sobreexplotación es que cualquier recurso puede recuperarse siempre que cesen las causas que provocan su deterioro; pero cuando se pierde o fragmenta un hábitat crítico, como ocurrió en el caso del camarón, se puede producir un colapso cuyas consecuencias pueden ser irreversibles o la recuperación del recurso tardar muchos años.
Aunque las costas de Cuba han sido divididas en tramos costeros de acuerdo con sus características geomorfológicas, de navegación, etcétera, para los efectos prácticos y el análisis de los impactos, podemos distinguir dos tipos de zonas costeras, las costas bajas y cenagosas, que son las más comunes en todo el país, y las altas y acantiladas, que son menos frecuentes, ocupan menos extensión, pero son también muy importantes.
Los asentamientos costeros que más sufren los impactos son evidentemente los de las zonas más bajas porque son más susceptibles a las inundaciones, a la erosión costera, a los fenómenos de intrusión salina; desde luego, en toda esta zona es donde se encuentra la mayor parte de las pesquerías, y por lo tanto, también son más susceptibles a los fenómenos de sobreexplotación de los recursos, tienen problemas con el suministro de agua potable muchas veces porque son bajas, ya los ríos ahí no corren, a los efectos de la contaminación, y en resumen, son menos resilientes a los impactos del cambio climático.
Voy a ilustrar esto otra vez con un ejemplo de una zona costera extensa, la que se extiende entre Punta Hicacos y Nuevitas. Es un área, porque esto tiene mucho que ver con la capacidad de sufrir impactos y de recuperarse de estos impactos. Esta se trata de un área muy extensa, de una plataforma submarina muy poco profunda, es una de las menos profundas de toda Cuba, que se encuentra casi cerrada a la comunicación con los mares abiertos, con las aguas oceánicas, por una cantidad de cayos que forman el archipiélago Sabana-Camagüey, también conocido históricamente como Jardines del Rey. Esta cuenca ha sido muy modificada, por los impactos de tierra firme, que por demás, cuando se mira el área de la cuenca de captación que impacta a la receptora, que es la cuenca marina, estamos hablando de más de diez mil kilómetros cuadrados la zona marítima y unos veintitantos mil kilómetros cuadrados del área terrestre; ahora, esa zona ha tenido el represado de los principales ríos, Sagua la Grande, Sagua la Chica, se han construido varios pedraplenes, que normalmente son en dirección norte-sur, e impiden el flujo del agua, de las corrientes, que en Cuba casi todas son impulsadas por los vientos de este a oeste, o sea, están interrumpiendo el flujo del mar. Además, muchas construcciones, miles de habitaciones para el turismo, como ya se ha dicho, han ocasionado la muerte de manglares, de pastos marinos, y la zona de pesca ha sido adicionalmente impactada por una extracción indiscriminada utilizando chinchorros de arrastre.
Todo esto afecta los ecosistemas y las comunidades, pero puse este ejemplo para insistir en que no todas las comunidades costeras nuestras están afectadas, sino que en estos sitios, con todos estos impactos, tanto los que se producen por efecto de la sobreexplotación como por la pérdida de hábitats asociados a otras influencias, afectan sensiblemente las comunidades costeras.
Celia Cabrera: Muchas gracias, Rafael y al equipo, por sus palabras iniciales. Soy una participante no especialista en el tema, solo daré mi visión y mis criterios. Espero con eso contribuir al panel.
Es conocido que el estado actual de nuestros recursos marinos es bastante diverso, teniendo en cuenta las distintas zonas de Cuba, y en dependencia de la conservación que se tenga de cada una de las áreas. En mi experiencia desde la mipyme Nufor puedo decir que hemos hecho mucho voluntariado en las zonas costeras de La Habana, unidos a otros grupos de voluntarios, en especial en la zona de La Puntilla [desembocadura del río Almendares]; la última vez que nos sumergimos allí nos dimos cuenta de que no había ninguna barrera coralina, no había nada; al contrario de cuando, siendo niña, me bañaba ahí. Las condiciones eran distintas.
Conversando con pescadores de Playa Baracoa he sabido sobre la disminución de algunas de las especies que existen allí, y sobre las malas condiciones que tienen ellos para realizar su trabajo; eso, cuando son pescadores con licencia.
Creo que las causas son múltiples; la del cambio climático es evidente, pero hay muchas de las que, como sociedad, tenemos la responsabilidad directa. Hay mucha contaminación que se está generando y mucha que está llegando, malas prácticas que se realizan desde las comunidades y desde formas de gestión empresarial y de manera general. Creo que esto exige aumentar la capacitación y los incentivos para generar buenas prácticas en este sentido.
Conozco el modelo IDELSA, que es bastante interesante. Lleva varios años ejecutándose, pero en estos momentos está un poco detenido, y es una pena. Me gustaría que los gobiernos municipales tomaran este modelo como iniciativa, como una manera de articular y de hacer acciones para eliminar, o al menos disminuir, la contaminación en las costas. La causa de que haya un daño evidente no es netamente de las zonas costeras, más bien es de río arriba, y de las zonas de las comunidades agrícolas también; o sea, por el río contaminamos al mar, y si desde arriba no tomamos conciencia de eso, nada va a pasar, y todo el trabajo que se haga en las zonas costeras, y todo el trabajo que hagan los investigadores, van a tener eso en contra.
Esta ha sido una respuesta muy general, pero es hasta donde puedo sumergirme en la pregunta.
Quiero informar, o hacer recordar, que recientemente la Universidad de La Habana abrió una carrera sobre gestión de residuos; es una carrera técnica-universitaria, y en estos momentos solamente tiene cuatro estudiantes. Creo que tiene muy poca divulgación. Eso es bien triste, porque son estudios muy importantes y necesarios.
Rafael Hernández: Gracias, Celia. Yo recuerdo cuando en la bodega de mi barrio vendían calamar por la libre, y daban cualquier cantidad de merluza. A muchos cubanos no les gusta el calamar, mi hija lo come porque lo comió desde chiquita. Ese es uno de los recuerdos más nostálgicos que tengo de los años 70, los calamares y las merluzas de la bodega.
Si uno, que no es especialista, nada en la costa de Miramar y mira el fondo del mar, verá el estado en que está; en aquellos años estaba lleno no solo de peces, también de erizos y hasta de cangrejos; había todo tipo de fauna; ahora verá su deterioro, y eso que esa no es una zona de explotación marina, ni siquiera de contaminación petrolera o de otro tipo, ahí no desaguan las aguas negras, ni nada por el estilo; no hay desagües ahí, lo que hay es mucha basura. Lamentablemente, es obvio el estado de esa plataforma. La tercera pregunta tiene que ver con las comunidades costeras, con el deterioro, con la erosión y con el impacto que el mar está teniendo sobre ellas. En una isla larga y estrecha como la que describía la doctora Grisel, donde no hay ningún punto que esté a más de cien kilómetros del mar, donde no hay nada que esté absolutamente ajeno de su presencia, la situación de las comunidades que están enclavadas en la costa ha sido y es particularmente crítica y problemática. Queremos saber cuál es su situación hoy.
Grisel Barranco: De diferentes formas, ya se ha enfocado un poco este deterioro; pero necesariamente hay que hablar, por una parte, del cambio climático, que en efecto desde los años 70 ha dejado sus huellas en la zona costera. Cuando uno se acerca a Playa Bayanigua (yo lo he hecho en distintos momentos, por mi trabajo), ve la progresión tremenda del mar hacia la tierra, con esa expansión que está experimentando; lo mismo se puede decir de Playa Rosario o Playa Mayabeque, todas en el sur de Cuba. Es muy ostensible ese deterioro, que se explica por el cambio climático, pero también, sobre todo, por cómo se han venido manejando los recursos en esos territorios, y esto tiene que ver con la forma en que se maneja la explotación de la tierra, con los usos que se le ha dado al agua, el proceso de embalse, que es un mal necesario porque le quita sedimentos a la costa, y esto la afecta.
Yo diría que hay una tercera causa, que es de tipo proteccionista. Queriendo evitar que se afecten los pobladores de las costas, hay políticas para alejarlos de ellas, lo cual es muy complejo porque la gente tiene una simbiosis con el espacio que habita, una identidad con él, y a veces sacan a los vecinos y vuelven, y se establecen en condiciones peores. Incluso, en este ir y venir de sus moradores se han eliminado algunos servicios básicos, de educación, de salud, y los pobladores costeros han quedado expuestos a un conjunto de carencias, faltan fuerza y puestos de trabajo; la pesca, en virtud de esta misma situación que tiene toda la plataforma, se hace más compleja, y necesariamente ese efecto se expresa en los asentamientos, pero también en el hombre. Cuando uno visita algunos poblados —tenemos de ejemplo a Playa Caimito, que de modo frecuente visitamos—, ve que están casi a merced de la naturaleza, no luchan siquiera, tampoco tienen suficiente información ni una proyección clara y precisa de futuro, con esperanza de mejorar su situación.
En realidad, es una situación difícil, que necesita mucha atención; en algunos espacios se ha batallado incluso porque se preserven asentamientos costeros por lo que tienen de cultura e identidad, que se valoricen desde las posibilidades que ofrecen los bienes y servicios ecosistémicos, la repoblación del bosque, un conjunto de cosas que pueden reforzar la vida en las costas.
Rafael Hernández: Gracias, doctora. Un tópico que no estaba presente hace treinta años o cuarenta años, pero que ahora sí lo está, es el efecto de la interacción del turismo con la problemática del medioambiente, sobre todo en las zonas costeras, o sea, el turismo de sol y playa. ¿Cuál es el efecto que está teniendo el turismo en el medio marino y sobre las comunidades costeras?
Alexander Sierra: Saludos, muchas gracias por la invitación; es un placer, y un honor, por demás, haber escogido este lugar tan simbólico para todos.
La pregunta enfoca el turismo de sol y playa, por lo tanto, me obliga un poco a hablar de la vocación principal del destino Cuba, que es la que más me gusta en lo particular porque vengo de allí; es mi vocación, la que prefiero porque, sin chovinismo, tenemos de las mejores playas del mundo; por las dos costas tenemos playas de calidad, pero la norte es espectacular, por la amplia zona Sabana-Camagüey y los cayos, pero Varadero no se puede dejar de mencionar.
Se ha venido desarrollando desde el esquema de desarrollo del Plan de Ordenamiento Territorial, Urbanístico y Ambiental, herencia de la época de Osmany Cienfuegos, quien vio un potencial turístico de cuatrocientas veintiún mil habitaciones. Es lo estimado ahora con el ordenamiento territorial, pero hoy tenemos ochenta y cuatro mil, 75% en sol y playa, y si contamos algunas instalaciones que están en la zona del litoral estamos hablando de 82% de lo que está hoy en explotación. Todo eso se encuentra, digamos, en zona de exposición, en cuanto a los peligros del cambio climático y los riesgos, y también de las vulnerabilidades.
Pero hablando del medio marino, más que al de sol y playa, siempre hemos vinculado este tema de los fondos marinos con el de la náutica turística como una opción en estos momentos, porque lamentablemente no hemos llegado a desarrollarla como una oferta de producto principal a un mercado especializado, aunque tenemos algunos buenos ejemplos de lo contrario.
Como solo tengo cinco minutos voy a exponer el que para nosotros es en el tótem mundial, un producto posicionado con cinco estrellas, que es Jardines de la Reina, un parque nacional por el cual hemos tenido reconocimientos internacionales. Traigo como ejemplo que una vez me topé allí al «Hombre de los océanos», que había ido a los cayos setenta y dos veces. De esto pudiéramos hablar, porque de ahí hay muchas enseñanzas. Después vino el bojeo a Cuba; con todo ello me he relacionado y he aprendido mucho, por ejemplo que como Cuba no se ha podido desarrollar en todo su potencial, tiene, comparando con otros destinos, en este caso los del área cercana, algunas ventajas en la conservación de las especies: rayas, tiburones, guasas, mantas, y fundamentalmente de los corales.
A veces no sabemos la riqueza que tenemos; imagínense si hemos estado de espaldas al mar, con algunas prohibiciones, que no tenemos cómo hacer la navegación naturalista, embarcar con la familia o unas amistades, hacer pesca deportiva, etc. porque incluso una de las políticas que se fueron trazando para el enfrentamiento, y derivó después en la Ley de Pesca, llegó hasta en el decomiso. Antes era poner algunas multas y demás, pero con esa ley lo que se buscaba era, en esencia, incentivar modalidades como con la náutica turística, para sustituir, desde el punto de vista económico, la actividad extractiva. Incluso se regularon los medios y avíos de pesca, para promover la variante contemplativa, y así generar ingresos económicos, como con la modalidad de «captura y libera», que además, es más rápida y más ecológica. Puedo poner para el mismo caso el de Jardines de la Reina; con esa modalidad el índice de supervivencia de las especies, por ejemplo el del macabí, subiría. Eso está estudiado incluso con ese mismo mercado y estas mismas personas. En la Florida, el ciclo de vida de un macabí genera siete mil dólares de ingresos. Aquí lo capturamos, lo procesamos, y después esperamos a ver qué tiempo se demora el retorno, según lo que cueste exportarlo y después tener la retención del dinero en efectivo. Eso traía también como política que había que ir sustituyendo las embarcaciones deterioradas.
En la plataforma marina también se fueron aplicando regulaciones especiales, no solo desde el punto de vista de la dimensión ambiental, también en la económica. Clasifica como zona económica especial, que es vinculante con la infraestructura, con el hormigón y el cemento, pero en la dimensión ambiental es área marina protegida, zona costera, etc., y lo que lleva es conservación y protección, porque en 5% o 10% de área pública en una zona protegida —un parque nacional, por ejemplo—, una actividad noble puede ayudar a hacer sustentable y sostenible económicamente la actividad turística porque precisamente es contemplativa, es de esparcimiento, no extractiva. En ese sentido se ha venido caminando, al punto de que en los últimos años se declararon trece zonas con regulaciones especiales para limitar las capturas de algunas especies en una época determinada, como prohibir la pesca extractiva y que se pueda ir conservando, llevando a la protección.
Puedo garantizar que una de las principales acciones en las que el turismo ha ayudado es el enfrentamiento a la pesca furtiva, a las violaciones de normas, etc. Es también el control más allá de la regulación; porque a veces se nos va de las posibilidades mantener el seguimiento, la custodia, la vigilancia, más allá de la protección y la conservación de especies que también tienen sus planes de manejo. Eso lleva una logística; pero desde el punto de vista del control y el enfrentamiento es lo que hemos podido observar. Hay cosas que han conspirado contra nosotros mismos.
Hoy por hoy tenemos tremenda oportunidad; lamentablemente para la competencia, el sargazo pelágico está golpeando algunos destinos y están vuelto locos, no hallan qué hacer, y a nosotros, por suerte de las corrientes marinas si no las afecta el cambio climático, no nos está haciendo daño hasta ahora. Por lo menos en la costa norte, nuestras playas no tienen sargazos. A eso hay que darle promoción, para poder aprovechar ese cliente que prefiere el sol y la playa, y que antes de la pandemia significaba siete de cada diez turistas. Es verdad que habrá que hacer cosas, que sensibilizar, que profundizar la cultura climática, pero tenemos que reconocer esa bendición de estar como Llave del Golfo, rodeados de un escenario espectacular, que tenemos hasta pecios declarados. Cuba es uno de los cincuenta y un países signatarios del patrimonio sumergido más allá de lo natural; también somos signatarios de la riqueza de los pecios, de las especies de flora y fauna y de los corales.
Somos ricos y no lo sabemos; debemos tener un poquito más de aprecio, de cariño, de amor, a ese recurso natural y a esa plataforma insular que tenemos.
Rafael Hernández: Alexander entró en la segunda parte de las preguntas, o sea, qué hacer, qué acciones, qué políticas, qué medios utilizar para enfrentar la afectación de los fondos del mar, de las comunidades costeras, de la articulación armónica, real, en las condiciones actuales, que no son las de hace cuarenta años, ni treinta, ni veinticinco años, para que ese vínculo entre el impacto humano, incluido el turismo, y la naturaleza, no sea negativo. Antes de dar paso a esas preguntas específicas al panel, le daré la palabra al auditorio.
Manuel Iturralde: Realmente es muy difícil tener una visión general de qué tenemos que hacer, es muy complejo; a veces, queriendo tener una vista larga a todo, es peor. La diversidad de opiniones y de acciones para mí es extremadamente importante, y creo que eso viene acompañado de cultura, es decir, si no tenemos cultura tenemos un gran problema, porque el tercer mundo está aquí adentro, no en el entorno.
Yo he tenido oportunidad de recorrer bastantes lugares, me mantengo bastante a tanto de todo lo que está pasando en Cuba, alrededor de Cuba y por debajo de Cuba, y les puedo decir que a Cuba hay que verla como un sistema abierto; dependemos de elementos externos; es decir, que somos como una transición entre el agua que entra y el agua que entregamos al mar, esa es la realidad, y tenemos que verlo así, como un sistema que está abierto, y eso tiene su pro y su contra.
Silvia Martínez: He aprendido con lo que se ha dicho aquí en relación con el agua, la geografía, la economía, y enseguida me vino a la mente, ¿vivimos en una isla saludable?, porque en realidad 80% del cuerpo es agua, y a pesar del cambio climático, de la afectación de los mares y de los ríos, sin agua no vivimos. A veces estamos hablado del agua y se nos olvida, por ejemplo, que tenemos oropouche porque es en el agua donde se multiplica el vector, tenemos hepatitis porque hay agua mal manipulada. El agua es vida y me parece que en un panel como este hablar de la vida y el agua es importante, la calidad del agua, que se menciona muchísimo por parte de Salud Pública, pero hay poca gente que se fija en eso. ¿Qué cosa es la calidad del agua? Se mide teniendo en cuenta el mantenimiento saludable de la persona. Me hace pensar en eso hasta desde el punto de vista geográfico; por ejemplo, geográficamente nos afectan los huracanes, pero ¿qué sucede con la persona y su salud después que pasó el huracán?, ¿y con el polvo que viene del Sahara?, ¿cuál es el riesgo de estar en la playa para la salud? Cuando se dice la palabra agua desde el punto de vista de la salud, el pensar es múltiple, preocupante. Pensemos todos en la primera pregunta que hice, ¿vivimos en una isla saludable?, ¿el agua que consumimos tiene calidad como para mantener la vida?, ¿es un riesgo tomar el agua de Cuba o no? Me parece que en un panel como este es importante valorar estas cosas.
El alimento proveniente del mar, que no es tan frecuente, es para la vida, y hasta nos lo da gratis, aunque tampoco lo tenemos con tal libre acceso, entonces me parece que no habría panel sin abordar la salud; el agua es vida, y para que lo sea debe tener calidad, para sostenernos vivos.
Hablamos del cambio climático, de las playas, de los mares, pero nada de eso interesaría si no estuviera relacionado con nuestra salud y nuestra vida.
Arsenio Areces: Buenas tardes, voy a tratar de resumir rápidamente alguna información para dar pie a una pregunta importantísima, pero dificilísima de responder: ¿qué hacer? En primer lugar, la plataforma insular cubana aún es un espacio que está poco intervenido a pesar de todo, eso tiene grandes implicaciones porque los usos que se aplican en él tampoco son cuantiosos; hay dieciséis usos reconocidos para el medio marino, nosotros tenemos, a lo sumo, cuatro o cinco.
En la plataforma están incidiendo problemas objetivos y subjetivos de la conciencia social; los objetivos son simples, la sobrepesca es un problema en la plataforma, el represamiento de los ríos, que ha sido intenso para resolver problemas agrícolas y necesidades en zonas urbanizadas. Ello ha provocado que, en el mejor de los casos, no llegue agua a la plataforma porque simplemente no se concibió los servicios ecosistémicos de drenaje. Ese es otro de los problemas.
El tercer problema es la construcción de pedraplenes, que inicialmente no fueron bien concebidos para regular el proceso de mezcla-intercambio de sus aguas, y en algún caso provocaron grandes problemas, por ejemplo, en la Bahía del Perro, del norte de Ciego de Ávila, fue una situación catastrófica, la más grande que generó el viaducto de Cayo Coco, hasta que se remedió. Son acciones que inciden en este espacio, que a pesar de eso está poco intervenido.
Pienso, en cuanto a la respuesta que tenemos que dar a qué hacer, que hay una situación subjetiva que está incidiendo mucho, y es que Cuba no es una isla, sino un archipiélago con más de cuatro mil islas y cayos, pero no tenemos conciencia de nuestra condición de navegantes, de marinos, vivimos ajenos a nuestra plataforma y a las riquezas que tiene, como dijo Sierra, y hemos permitido, subjetivamente, que ocurran situaciones como el deterioro de instituciones científicas que han tenido tremendo valor, y que están en estos momentos casi degradadas por pérdida de personal, por falta de recursos, porque las investigaciones marinas requieren financiamiento.
Esos son factores que han incidido; hemos vivido siempre de espaldas al mar, y en esta situación tenemos que contemplar realmente ese factor para ver qué hacemos.
Luis Enrique Ramos: Soy coordinador de la Comisión de Historia de la Meteorología, de nuestro servicio meteorológico. Tengo dos comentarios para ser más breve, y saludo este ajuste al tiempo que muchos nos ayuda, las voy a leer a partir de las mismas intervenciones de los ponentes.
Primero, la condición insular ha traído aparejadas históricamente innúmeras ventajas para Cuba, también ha traído peligros, el primero es el concepto reduccionista de «pequeña», que fue rebatido por José Martí en su Vindicación de Cuba, y que desafortunadamente ha trascendido a la cultura popular e incluso a la enseñanza. Muchas personas califican a Cuba de pequeña simplemente por su tamaño geográfico, comparado con otros sitios, y, como toda comparación, es subjetiva.
La posición de Cuba en el límite del trópico y la zona templada boreal, como explicó la doctora Grisel, trae aparejados peligros, además de muchas ventajas. Peligros, como el transporte transfronterizo de contaminantes que nos llegan del continente americano sin que los percibamos; recordemos los accidentes de supertanqueros ocurridos en aguas de alrededor de Cuba, o el de la plataforma Deep Water Horizon, en 2010, que puso en serio peligro todo el litoral septentrional de la Isla.
Respecto a la meteorología, se identifican dieciséis localidades costeras donde han ocurrido al menos dos inundaciones por mareas de tormentas en el último siglo, dos en cada una, y son dieciséis. El riesgo se incrementará notablemente según los pronósticos que ofrecen los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo, para los próximos años, 2050 y sobre todo 2100.
El sesgo de las modelaciones matemáticas sobre la vasta información histórica acumulada en cien años es una gran herramienta, pero tiene un peligro, mucha de esa data está producida con anterioridad al cambio climático; esta es la explicación por la cual muchos cambios ocurren con mayor velocidad y mayor gravedad de las que previeron las modelaciones.
Juan Triana: Realmente, yo no puedo aportar qué hacer, lo que traigo es una pregunta y solamente un razonamiento. Es cierto que Cuba es un territorio rodeado de agua por todas partes, pero no está en cualquier lugar del mar ni es un territorio circular, sino largo y estrecho, y en términos de economía eso tiene determinada significación, o sea, tenemos un clima parejo, o sea, no hay diversidad climática; por lo que no hay manera de abordar diferentes cultivos con diferentes temperaturas, ese es un problema; por otra parte, como estamos rodeados de agua, no tenemos trenes para comunicarnos con los territorios vecinos, se hace por aire o por mar; por lo tanto, nuestra economía cuesta más que la de otros países. Esas son de las cosas que no diría que son negativas, pero sí que cargan un poco más la mano a la hora de pensar en la economía.
Lo otro es, más que todo, una pregunta implícita. Hace unos días me espanté de lo que vi en el reparto Flores, donde, en una edificación, hay una tarja que dice: Instituto de Oceanología. Esa institución no existe allí, y parece como si hubieran bombardeado el edificio y la gente se hubiera ido corriendo. Este país, que está rodeado de agua de mar, tiene una instalación para su investigación bombardeada por alguien, por «alguienes», y abandonada en un corre-corre total, al extremo de que hay tesis de doctorado en el piso, cajas de probetas, microscopios, todo absolutamente abandonado. Como yo tengo una cierta relación con el agua desde que soy chiquito porque me enseñaron a nadar de pequeño y me gusta el mar, me quedé asombrado de que en un país que está rodeado de agua, una institución que debería aportar tanto a la estrategia de su desarrollo desde el mar y sus recursos esté en ruinas y abandonada. Es una de esas cosas a las que aludió alguien que me precedió: estamos dentro del mar, pero de espaldas; no tenemos ese espíritu.
Antes de que el cronómetro me mande a callar, quiero decir que una de las cosas maravillosas que ha producido el hecho de estar rodeados por el mar es que somos isleños, y los isleños tenemos una manera especial de pensar y de ser.
Juan Alejandro Triana: Solo quiero destacar que es importante conocer que el ser humano es un ser terrestre, el mar es un medio ajeno a su condición, por lo tanto, con independencia de que seamos isleños, la relación con él necesariamente tiene que pasar por la educación y por políticas proactivas hacia esto.
Las condiciones de las zonas costeras en Cuba, hoy tan deterioradas y precarias —lo cual agrava mucho más el problema— comenzó antes de 1959; por lo tanto, lo que tenemos que preguntarnos es qué hemos hecho en últimos los sesenta y cinco años de Revolución respecto a esto. En su política pesquera, cuando existía el Ministerio de la Pesca, el país tuvo acciones extractivas muy fuertes y dañinas a la plataforma insular, a las aguas someras. Incluso el poeta Silvio Rodríguez hablaba de esto, con su estilo inconfundible, en Canciones del mar. Esa fue la dinámica hacia los años 90 en Cuba.
Es importante conocer que a veces hay problemas y condiciones socioeconómicas muy urgentes que hay que resolver, y el país obvia esas investigaciones, esas tesis doctorales y otras cosas que se pueden hacer de la mejor manera posible. Preguntémonos: esos contratos que tienen el Ministerio de Turismo, el G.A.E.; esas asociaciones económicas, ese 80% de las ochenta y cinco mil habitaciones que tienen en el litoral del país, ¿dónde está la responsabilidad social de esas empresas, tanto cubanas como extranjeras, hacia las comunidades? Porque las personas que viven en esos lugares donde se ubican los hoteles, incluso más allá de Varadero, han sido desplazadas, y porque además los fenómenos del transporte, de las condiciones de vida que tienen esas comunidades no han sido mejoradas por la existencia de esos hoteles. El efecto derrame que deben tener hacia las comunidades en esos territorios no es una cosa que estamos viendo hoy y que no hemos visto en muchísimos años. Un ejemplo clásico es el del mencionado de Jardines de la Reina; pregúntese al Ministerio de Turismo cuántos cubanos pueden acceder a sus instalaciones, hacer actividades de snorkel, de buceo, de ecoturismo; pregúntense cuál es el precio. Hay una compañía italiana en Vida World que cobra cuatro mil dólares por persona para poder acceder ahí.
Entonces, esos son asuntos que complejizan muchísimo más la interacción que tenemos los cubanos con el mar, además de otros problemas.
Mario González: Primero que todo voy a hacer una anécdota. Casi después de treinta años nos volvemos a reunir, gracias a Temas, en un panel como aquel memorable de los años 90, que tuvo que ver con la gestión ambiental en Cuba y cómo la íbamos a hacer, y creo que una de las cosas por las que estamos aquí hoy es precisamente porque durante estos treinta años se avanzó mucho en la Tarea Vida, que fue algo único, pienso que incluso a nivel continental y un poco más allá; pero ocasionó muchas de estas cosas que han señalado los que me han antecedido como contradicciones de esto que estamos haciendo, y que una de las principales es que la Tarea Vida, en estos momentos, ha llegado a hacer pensar a algunos que cosas que están ahí para defendernos de los riesgos que tenemos y para combatir las vulnerabilidades que nos van a traer, entran en contradicción con la posibilidad de desarrollo de nuestro país, de nuestro territorio. En esto tiene que ver lo que se hablaba de las oportunidades. Todo esto lo digo como persona que nació en el mar, que vive muy cerca del mar, y en función del mar.
Quiero referirme al concepto de isla y a algo que es fundamental. Estoy de acuerdo con quien dijo una vez que Cuba tenía condiciones similares a las de Inglaterra y a las de Japón, y creo que no estaba muy errado, aunque nos falta el concepto de ruta. Inglaterra está al lado del Canal de la Mancha, y Japón está en el mar septentrional de China; eso no es por gusto. Cuba está en la Corriente del Golfo; de hecho, la historia nuestra está marcada por eso, la ubicación de La Habana, por ejemplo, empezó por el sur, pero no habían pasado diez años cuando los colonizadores se dieron cuenta de que había que ponerla en un lugar del norte donde había un accidente geográfico que les permitía enlazarse con el mundo.
El desarrollo de Cuba hasta buena parte del siglo xx dependió precisamente de su relación con el mar, de la ruta, que es otro concepto que no podemos olvidar. Puede haber islas en medio del Pacífico que nadie conoce, porque no hay ninguna ruta que pase por ahí aún hoy, cuando hay aviones, Internet, etc. Nosotros estamos en el centro de una de las rutas más importantes del comercio mundial.
Hace aproximadamente veinte años se realizó, por el Grupo de Desarrollo de la Ciudad, un encuentro que propició el arquitecto Mario Coyula. En él empezamos a hablar por primera vez de los valores de la bahía de La Habana y de la necesidad de transformarla; analizamos en aquel momento la necesidad de que se recuperara la ruta.
Al final hemos visto todo lo que se alcanzó con el Mariel, al margen de las dificultades que todos conocemos, pero era una de las cosas que había que transformar. Estamos viviendo en estos momentos a nivel mundial todo lo que tiene que ver con los temas de rutas; la situación del Canal de Panamá, lo que acabamos de ver sobre el estrecho de Ormuz, etc. No podemos perder de vista que Cuba es una isla, pero tampoco que está en la Corriente del Golfo.
Lo otro tiene que ver con la cultura nuestra es la relación del cubano con el mar; efectivamente, como decía Areces, hemos perdido eso, pero ha sido en los últimos años, porque una de las primeras políticas que estableció la Revolución fue crear el Instituto de Oceanografía, recuperar el Instituto de Investigaciones Pesqueras, fundar escuelas de pesca —hubo una en la Ciénaga de Zapata en los años 60 para capacitar a muchachos en esa labor. ¿Dónde lo perdimos? Rafael decía, y es verdad, que comíamos calamares y merluza, pero no los pescábamos aquí, los íbamos a pescar a Terranova y a África, con la Flota Cubana de Pesca. Cuando las condiciones mundiales cambiaron habíamos abandonado todo lo que teníamos que hacer y todo lo que nos propusimos como país en los años 60; se derrumbó todo, desapareció hasta el Ministerio de la Pesca, y desafortunadamente uno de los potenciales más grandes que tenemos para este país es el desarrollo coherente, integral, de todas las potencialidades que tiene en esa ruta.
Con el turismo, efectivamente, se pudiera contar, pero con una condición muy importante, mientras no esté apegado a lo que seamos capaces de hacer en esas comunidades costeras, incluyendo La Habana, que es una comunidad costera, estamos perdidos. En el año 89, cuando la inauguración del primer hotel con capital extranjero en Varadero, creo que era el Meliá, Fidel dijo que para que tuviéramos un turismo que nos pudiera poner económicamente al nivel de países desarrollados teníamos que recibir diez millones de turistas al año, pero para eso tenemos que asegurarles la comida a los diez millones de cubanos que van a recibir a esos turistas; o sea, que teníamos que tener una economía en el país que nos permitiera atender a veinte millones de personas.
Yo tuve la oportunidad, en el año 2023, de ir a República Dominicana, e incluso fuimos a trabajar en una comunidad que está cerca de Punta Cana. En estos momentos, ese país está recibiendo once millones de turistas. A mediados de este año, compartí con un artesano de esa comunidad que está a casi cien kilómetros de Punta Cana, y me dijo que ya estaban recibiendo los beneficios de su turismo, porque están integrados a su desarrollo. Hasta que no volvamos a recuperar la cultura marinera que tuvo siempre Cuba no vamos a resolver ninguno de estos problemas comentados.
Caridad Cruz: Yo trabajo con comunidades, costeras y no costeras, urbanas, rurales, y Mayito dijo algo, y Grisel también lo había comentado, sobre la necesidad que tienen esas comunidades que están muy deterioradas y tienen un vínculo con el mar que no quieren perder; o sea, que no se quieren ir de ahí aunque están super afectadas, pero en realidad tiene que haber una transformación, pero ellas no tienen poder, no son las que deciden, son los institutos, los técnicos, los dirigentes, los funcionarios, pero no la gente de las comunidades, y así no van a querer aportarle a su propia comunidad todo lo que pueden. Estamos hablando de la Tarea Vida y de todos estos lugares que se han identificado, pero la mayoría de ellos tienen un vínculo con el turismo, pero hay muchas otras comunidades que también podrían tenerlos, pero ellas no lo perciben porque se ven deterioradas. Esto tiene mucho que ver con el desarrollo. Estamos hablando de muchos manglares que se han perdido, los técnicos y los especialistas saben más que yo de eso, por el mismo desarrollo muy poco integral; pudiéramos decir que hay un desarrollo casi de monocultivo, para poderlo expresar de alguna manera, porque no tiene integralidad; entonces tiene tremendos impactos en las comunidades, por ejemplo: tenemos pescadores que se benefician, hacen una cooperativa pesquera, venden el pescado, se les hacen casitas, cobran buen salario, poseen más cosas, pero todos los excedentes de esa cooperativa van a acabar con los manglares, y seguimos así. Tiene que haber integralidad en ese desarrollo, que no lo tiene lo estamos viendo todo el tiempo, y muchísimas otras cosas de las que no vamos a hablar y que tienen que ver con el agua y con la tierra, y con el aire, y con todo.
Carlos Alzugaray: Mi intervención-pregunta va en la misma dirección que la del compañero Mario. La comparación no debe ser con Gran Bretaña ni con Japón; Singapur es más chiquito que Cuba, tiene menos recursos, pero tiene una posición similar a la de Cuba, pero yo diría que menos importante.
Reflexionemos sobre lo siguiente: Cuba está en el centro de la cuenca del Caribe, 30% de la masa territorial de sus islas está en Cuba porque es la más grande, tiene media docena de bahías de bolsa, y además estamos en la encrucijada geográfica más importante del mundo; si es fundamental la Corriente del Golfo en relación con Europa, su posición a la entrada del Golfo de México lo es para toda América. A los norteamericanos no les interesaba Cuba por simpática, sino por su posición estratégica que además de servirles para la dominación del continente, les facilitaba la comunicación entre las costas este y oeste de su propio territorio. La gran ventaja que tiene Singapur con respecto a nosotros es que está habitada por chinos fundamentalmente, y estos están vinculados con la República Popular China, que es el mercado más grande para ellos. Nosotros tenemos que pensar en eso, creo yo.
También pienso en algo que recién acaba de decir Cary, que es la cuestión de la descentralización, de que las comunidades tienen que ser capaces y tener la posibilidad de administrar sus recursos para poder utilizarlos mejor. Nadie en La Habana le va a decir a alguien en Gibara, por ejemplo, cómo administrar los recursos de aquel territorio, que tiene magníficas condiciones para desarrollarse.
Elizabeth Grillo: Voy a cumplir cincuenta años de vivir en Cojímar. Estoy aquí como productora, como permacultora, y también hace poco terminé un diplomado del Proyecto Adapta Habana, entonces me voy a referir a mi modesta experiencia en el transcurso de este tiempo trabajando en Cojímar.
Desde el inicio, comenzamos con un huerto adaptado, usando medidas técnicas de permacultura, agroecología, que protegieran el lugar, porque estamos a menos de veinticinco metros de la línea de playa en El Cachón, Cojímar, cerca de la base de pesca Hemingway; ahí producimos alimentos. Ahorita una compañera decía: tenemos vida, y yo puedo decir lo mismo, en ese lugar, y tampoco de manera chovinista, los alimentos que se producen son sanos; hace unos días regalamos unos mangos y los que los recibieron me decían: «¿Ustedes riegan con agua de azúcar?». Al jugo de mango que hago no le echo ni una gota de azúcar, y queda tan dulce como si le hubiera echado una libra. Llevamos a los niños al huerto a ver cómo se produce, a que aprendan la relación que hay entre el mar y la tierra; incluso hace unos años, creo que fue en 2017, se representó por niños, en un evento, el cuento «Sardinita y Naranjo», la Sardinita no quería no vivir en el mar por las condiciones de este, y el naranjo tampoco quería vivir en la tierra por las condiciones que había en la tierra. Finalmente llegan a un consenso y pueden vivir cada uno en su hábitat.
En relación con el Proyecto Adapta Habana, estamos trabajando con las escuelas de la comunidad, multiplicando lo que hemos aprendido, y han sido increíbles, hasta cierto punto, las experiencias con el trabajo de los estudiantes, el acercamiento y el apoyo que hemos tenido de los centros de educación en ese sentido, incluso experiencias que nos han trasmitido ellos.
En cuanto a la permacultura, por el año 2010 hubo un mecánico vecino que chapeaba, barría el patio de su casa, y el agua la botaba, no quería ir al curso o al taller de permacultura; finalmente fue y en su diseño de permacultura preparó una planta ecológica de fregado de autos, utiliza el agua de lluvia, después la recicla por un sistema de filtros de diferentes grados, de diferente granulometría, y al final esa agua se usa para regar los cultivos, porque tiene un sistema de terrazas además, y esa agua la utiliza para regar; recoge sus grasas en una trampa y la dona a la empresa Pesca Caribe que radica allí. Pienso que no estamos todavía al máximo, pero estamos haciendo algo. Esa es mi modesta experiencia.
Lemar Hurtado: Como Celia estaba diciendo, el modelo IDELSA, que tiene que ver con el Grupo de Trabajo para la Bahía de La Habana, y que se relaciona con lo que mencionaba la compañera de El Cachón, en Cojímar, nos parece muy acertado. Estoy de acuerdo en que se debe gestionar río arriba todos los residuos que se generan, porque más que recogerlos en las playas debe buscarse la causa y no tanto el efecto. Los que hacemos esas limpiezas ambientales buscamos el componente básico que puede ayudar a evitar las causas, que es el educativo. Tenemos que llegar a muchas más personas, a que se cree mucha mayor conciencia en un período muy corto. Tenemos tiempo limitado para eso.
También quiero exhortar a todo el que pueda contribuir a que otras personas se interesen o lleguen a ser parte de la carrera de recolección de residuos, a conocer un poco más de este tema. Es una carrera de solo dos años, y para distintas empresas y aun para los gobiernos municipales puede ser algo importante. La persona que se gradúa puede desarrollar un proyecto de la institución a la cual pertenezca, e incluso sale con una formación de emprendedor, o sea, puede llegar a montar su propio modelo de negocios a partir de las materias que se imparten allí.
Para terminar, quiero manifestar mi apoyo a los comentarios de los panelistas acerca de que el turismo debe estar apegado a las comunidades costeras, y además mencionar en este punto a la economía azul, que es una forma de implementar esto de manera responsable con el medioambiente. El turismo es una de las estrategias que tiene que lograr el impulso que se necesita para que se cuide al medioambiente a la par que se genera economía y se trabaja en la sociedad.
Rafael Hernández: Vamos a regresar al panel. La pregunta siguiente recoge, en buena medida, las inquietudes y preocupaciones expresadas por las once personas que intervinieron desde el público. ¿Qué medidas resultan viables, no ideales, para disminuir los efectos adversos a la protección de las costas y reducir sus vulnerabilidades? De paso, espero que hagan referencia a algunas de las preguntas que se hayan hecho por parte del público.
Julio Baisre: La pregunta es de ampanga, porque debo confesar que estamos ante una situación muy, muy peligrosa; los recursos pesqueros de Cuba hoy están al límite inferior de lo que Cuba pescaba en los años 50.
Creo que casi todas las medidas pudiera sintetizarlas en una: tenemos que aplicar en nuestro desarrollo si queremos que sea sostenible, incluso muchas personas en el mundo piensan que eso es una utopía, pero lo que sí está bien claro es que ese desarrollo sostenible tiene que basarse en un pilar económico, ambiental, y social; lamentablemente ese es el principal problema que hemos tenido: una economía desarrollista desde el año 1959 prácticamente, hasta más o menos 1990, miles de tractores en la agricultura, cientos de miles de toneladas de fertilizantes, destrucción de la cobertura vegetal, erosión de los suelos, problemas con el agua, sobreutilización de la subterránea; todos esos problemas. Aclaro que mi especialidad no es esta, sino lo relacionado con los temas marinos, pero todo repercute en una isla larga y estrecha, como han dicho aquí, que tiene cuatro cazuelas, que son cuatro plataformas alrededor de Cuba, más las bahías, de las que tanto se ha hablado hoy aquí, y todas han recibido fuertes impactos desde tierra: contaminación, exceso de nutrientes, sobrepesca.
El modelo desarrollista nos hizo avanzar muy rápidamente, pero ya desde los 90 yo diría que una gran parte de los recursos del agua está en peligro. Hoy Cuba tiene represado casi 30% de lluvia, pero esas presas son trampas de nutrientes, de sedimentos; junto con eso hemos hecho caminos, carreteras, interrumpiendo flujos naturales. Hay un grupo de presiones actuales sobre los ecosistemas que la única manera de aliviarlas es verlas integralmente. La Tarea Vida pudiera ser una respuesta a esto, pero no puede enfocarse sectorialmente, y ese es uno de los problemas principales que creo que tenemos. Por ejemplo, el agua en Cuba la administra el Instituto de Recursos Hidráulicos, no quiero hacer una crítica a ese organismo ni mucho menos, pero sí quiero enfatizar que su preocupación central es el agua para la población, las conductoras, los trasvases, y ahora se sobreimponen el cambio climático, episodios de sequía, y otras cosas que están haciendo que lejos de encontrar soluciones estamos incrementando los problemas en relación con el uso del agua, de la tierra.
Nuestros suelos están altamente degradados, la intrusión salina está presente. Voy a poner un ejemplo, desde un punto de vista práctico, de esto que estoy diciendo: sorpresivamente para mí, cuando se hizo una evaluación de toda la intrusión salina en Cuba en el año 2023, resultó que los dos lugares más salinizados de Cuba son la cuenca del Cauto y la Ciénaga de Zapata, el río más caudaloso de Cuba y el humedal más grande de todo el Caribe. La causa de ese resultado son las acciones humanas no bien pensadas o no compatibilizadas con todos los factores; por ejemplo, en la Ciénaga de Zapata se construyó una autopista, se estableció un plan de cítricos, y no hay agua que entre, entonces la Ciénaga se está secando, es un «humedal» en donde prácticamente hay más incendios en Cuba. Dentro de poco no vamos a poder llamarlo así. Entonces empezamos a echarles la culpa a las especies exóticas, a las invasoras, cuando el problema esencial es la falta de agua. Este es solo un ejemplo práctico de acciones que no están integradas en un plan.
Voy a hablar ahora del río Cauto porque la intrusión salina en su entorno hace que hoy a las personas que viven en su cuenca, en Guamo Embarcadero, haya que llevarles el agua potable en barcazas, viviendo al lado de un río, porque desde la desembocadura hasta Guamo Embarcadero, el agua es salada, hay hasta peces marinos. Eso, además, se va infiltrando por la cuenca, dejándonos sin terrenos; por eso hablo de la necesidad de un enfoque integral. No podemos pensar en resolver solo el problema de la intrusión salina o el de la erosión costera, o el de las inundaciones de las que se ha hablado aquí. Muchas de las inundaciones se producen porque talamos el mangle o porque interrumpimos los flujos de agua que alimentaban el manglar y se está secando. ¿Entonces vamos a restaurar manglares? Sí, correcto, pero si no garantizamos un suministro de agua estable es sembrar para que se mueran.
Celia Cabrera: Estoy muy de acuerdo con lo que ha dicho el profesor; pienso que antes de atacar un problema hay que tener una visión holística y saber que todo es multicausal. A la hora de intervenir es importante ver todas las áreas, qué aporta la ciencia, qué aportan las comunidades desde su observación, y cuál es el enfoque estratégico que se va a tomar desde los gobiernos a todas las escalas, según donde toque la acción.
En cuanto a medidas, creo que no sería la persona apropiada para proponerlas, pero sí pienso que todas las vivencias y todos los saberes deben ser atendidos y aprovechados. Muchas de las malas decisiones o prácticas que suceden es por falta de conocimiento. Mi mayor experiencia es en zonas de reserva, de conservación de la biodiversidad agrícola, en zonas montañosas, y cuando yo llegaba con mi equipo multidisciplinario íbamos con una idea de trabajo porque la zona estaba dañada por equis razón, cuestiones de recursos fitogenéticos perdidos y tal, y al final nos dábamos cuenta de que los propios pobladores tenían la respuesta, y que solamente era escucharlos y poderles dar entonces una visión macro y de buenas prácticas para que ellos supieran encadenarse entre sí mismos y lograr esas cadenas de valor importantes, o sea, no verse como algo chiquito, sino que forman parte de algo más. Seguramente esto sucede también en las zonas costeras. He hablado con pobladores, como comentaba anteriormente, de Playa Baracoa, y me llamaba mucho la atención de que pescan para intermediarios, que después venden la captura a restaurantes. Los pescadores tienen su venta programada para el año, y muchas veces su dieta no es de pescado.
Creo que todos tenemos algo que aportar y que hay mucha investigación hecha que podemos llevarles a esos pobladores, incluso con información que se ha obtenido de ellos mismos, y darles las herramientas. Estuve hablando con un investigador del Centro de Investigaciones Pesqueras y me comentaba sobre la ostiocultura, y después hablé con Pepe Menéndez, que tiene mucha vinculación y ha desarrollado mucho el tema del mangle, y él sostiene que sí, que puede ser útil el cultivo de ostras en ese medio, pero la calidad del agua es la que define que estén aptas para ser comestibles. Me explicó que cuando se hace una práctica inadecuada y se extraen esas ostras con machetes dañan el mangle. Entonces yo digo, si estas personas tuviesen el conocimiento y la guía, pudieran desarrollar un buen modelo de negocio en sus comunidades, ser ese derrame hacia otras áreas de su comunidad, poder aportar valor, incluso proteger una especie, porque si se necesita el mangle rojo para obtener las larvas para la ostiocultura es preciso conservarlo. Todo va en un circuito.
Hay modelos de negocios en maricultura y medidas y manejos que se pueden hacer, pero hace falta saber cómo; muchas personas quieren hacer pero no saben cómo armar su empresa, cuáles son las prácticas que deben seguir, qué trabajadores deben tener, ni cuál es el mejor manejo para que ese producto llegue al consumidor, además de cuestiones de higiene y más. El Centro de Investigaciones Pesqueras (CIP) da servicio científico-técnico; está interesado en hacer un paquete que les pueda funcionar a estos productores, pero esto se debe divulgar porque ellos no se enteran, y tampoco el CIP tiene suficiente financiamiento para llegar a todos los lugares. Entonces, creo que lo que tenemos que hacer es darnos la mano para poder mirar holísticamente, porque creo que todo puede ser aprovechable, lo importante es el equilibrio, saber el valor que tenemos y saber cómo podemos articularlo.
Grisel Barranco: Aprecié que en muchas de las intervenciones del público hubo también proposiciones de medidas y había también respuestas. Se han hecho muchas cosas, pero una buena parte de ellas están en el campo del atrincheramiento institucional, muchas cosas que desconectan la ciencia de la base que sustenta el propio desarrollo, que es el territorio, los asentamientos, en este caso en particular los costeros. Entonces hay que crear una línea de descentralización del conocimiento y de la toma de decisiones; estas tienen que ser tomadas en un sentido diferente, digo yo, las grandes ideas como política general, pero tiene que ser adecuada y conducida hasta la base, y que esta se empodere y cree sus propias respuestas a esas líneas de desarrollo; dejar que los valores que se crean se puedan expandir desde la base y coadyuvar con conocimiento, con una base científica, a que esas cosas se lleven por mejor cauce, puedan florecer y puedan de verdad trascender en el tiempo.
Según mi juicio, de las cosas que están ayudando son, sobre todo, las investigaciones que se vienen realizando en el campo del cambio climático, un programa que toca todos los sectores económicos de la sociedad, desde el sector primario, pero sobre todo esa sensibilidad de la gente, que tiene que ganar conocimiento sobre estos temas, sobre la economía y empoderarse para poder generar autodesarrollo; no puede ser desde arriba, de tomar decisiones generalizadoras, porque todo el territorio nacional no es igual, cada cual tiene sus propios saberes, sus propia idiosincrasia, y hay que entonces llegar de verdad al hombre.
Uno de los procesos interesantes que se vienen desarrollando es llevar el ordenamiento ambiental a los municipios, y esto, sin omitir los valores que han tenido siempre el ordenamiento y la planificación física, crea saberes en la base, y sobre todo un empoderamiento de los decisores para que miren de manera diferente su espacio físico, sepan qué tienen y cómo lo pueden usar. En el territorio cubano se han hecho unos treinta ordenamientos ambientales, y creo que a futuro esto es una línea que hace que el saber científico se articule con los asentamientos, con los proyectos de desarrollo, y en definitiva con el mejoramiento ambiental.
Hay que hacer cambios, pienso yo, que de verdad lleven coherencia, sistematicidad, porque a veces buenos proyectos se descontinúan, se desatienden en el tiempo, y se pierden los valores. El mismo caso del Instituto de Oceanología es un ejemplo de cómo se descontinúan las cosas.
Creo que tenemos todo un camino construido que nos puede ayudar a futuro, pero la coherencia y la sistematicidad tienen que formar parte del mejoramiento ambiental y de los procesos de desarrollo.
Rafael Hernández: La siguiente pregunta es ¿qué políticas y otras acciones de actores sociales pueden contribuir al aprovechamiento del mar como fuente de desarrollo?, ¿es viable el maricultivo?, ¿qué acciones pueden contribuir?, y ya de una vez, ¿qué hacer dentro de las actuales limitaciones para facilitar un mejor acoplamiento del turismo de sol y playa y la protección de los recursos marinos?
Alexander Sierra: Me viene a la mente que el profesor Manuel Iturralde me llamó en 2015 y me dio una batería de sugerencias que parten, más que de la mitigación, de la adaptación al cambio climático, que hoy, cuando se ve lo que se nos viene encima, es para no dormir, y yo lo lamento como cubano, porque a nosotros, en el turismo, se nos fue el tren, lamentablemente. República Dominicana, como dijo el profe, es menos de la mitad de Cuba, con Oriente nada más tenemos para competir con ellos. No voy a entrar en ese canal porque me tomaría todo el tiempo que nos queda, solo voy a decir que el mundo ya está a 1% de recuperación del turismo en relación con 2019; República Dominicana ha recuperado 60% de su turismo y el Caribe en general, 13%. En cambio, Cuba está a -48%, o sea, no ha recuperado, sino incluso perdido el turismo que recibía en 2019. Esto está complicado, porque tenemos también la turismofobia incorporada, y coincido, por ejemplo, en el efecto de las prohibiciones para embarcaciones con motor y hacer buceo, la pesca y demás, y que eso nos limita hasta en la mente.
Pero hablando de adaptación al cambio climático y que alguien mencionó los pedraplenes, el doctor, preocupado y ocupado dando sugerencias, porque con el ascenso del nivel del mar, no hay que esperar a 2100, ni a 2029, se han hecho investigaciones, y ahora los números van creciendo, dicen que ya será 29 cm en 2050. El promedio para Cuba es 95 cm, y la máxima es un metro; pero ya la data está actualizada porque me están dando algunas señales de la actualización 2025, y cada vez que hay una actualización es peor, es menos tiempo.
Yo digo, y estas cosas que nos regaló la naturaleza y que por voluntad política del Comandante en Jefe, en pleno Período Especial, que tuvo la luz de hacer esos pedraplenes, de hacer esos desarrollos en esos lugares paradisíacos que hoy tenemos, y hoy para mí, comparando este período especial con aquel, es subjetivo lo que hay que hacer, que es darle promoción, darlo a conocer para aprovecharlo ahora y recuperar todo lo que se ha invertido. En aquel momento era «tiren piedras sin mirar para alante», y se construyó, y ya todo eso existe, pero está en un riesgo que si yo les digo los números, que los tengo, y actualizados, se van a alarmar. De eso estoy investigando.
Para comentar un poco sobre el tema de la calidad del agua, quiero decir que las que están en zonas especiales son, precisamente, las cuencas hidrográficas. Tuve la oportunidad de estar en varias comisiones sobre este tema y pienso que es lamentable lo que está pasando. Ahora ECIMAR es quien se encarga de eso, pero está lejos de la costa, porque ese lugar estaba peligrando con esa inundación de Oceanología que mencionaron. Esos laboratorios que se crearon en distintos municipios para hacer análisis de las aguas en las playas, en las piscinas, para saber cómo están y si cumplen las disposiciones establecidas, se utilizaron para las investigaciones y control de la COVID y no todos han vuelto a su labor original. En el turismo internacional se debe publicar cómo está el pH de las piscinas todos los días, y hay disposiciones para las playas; la que está certificada recibe «bandera azul» —aquí la llamamos playa ambiental—, pero nosotros no podemos llegar ahí porque si para cumplir con las normas cubanas nos cuesta, imagínense con las internacionales.
En cuanto al tema del desplazamiento de las poblaciones costeras, no coincido a plenitud con lo expresado aquí. Sí tengo científicamente estudiado, porque son de las cosas que aplico, el ciclo de vida de los destinos turísticos, y puedo decir que los resultados de las encuestas con las poblaciones están desactualizados, desincronizados; pero no quita que se han hecho más de diez mil viviendas en muchas comunidades que, si hace falta, puedo mencionar cuáles son. Yo mismo vengo de una de ellas, fui beneficiado con una vivienda, en una zona rural y de playa. Lo primero que se hizo fue un estudio social demográfico a veintidós comunidades que hoy disfrutan de mayor calidad de vida. Igual que se hizo cuando la reorganización de la industria azucarera y los bateyes, se trató de hacer, más o menos, con el turismo.
Lo de las limitaciones para que los cubanos residentes podamos disfrutar de actividades náuticas, es verdad. No está prohibido, pero está «prohibido», aunque no esté escrito en un documento, pero, como cubano, usted no se puede montar en una embarcación de recreo, eso es verdad.
Yo estuve diecisiete años en el Ministerio de Turismo, y siete más en la base, o sea, que vengo de la base de la actividad de turismo, esa es mi especialidad, y ahora estoy en el Centro de Desarrollo Local para ver cómo puedo ayudar a que las políticas se descentralicen, si las acaban de descentralizar, y cómo ayudar desde la base en el tema comunitario.
Ya para terminar mi intervención quiero decir que aquí están también dos compañeras de El Vedado y el historiador de La Habana del Este. Somos promotores climáticos, que nos estamos capacitando, y les puedo asegurar que en las estrategias de desarrollo local, el tema del cambio climático —como línea de investigación, como lo llaman, o programa, como debe ser— todavía está en estrategias, no acaba de aterrizar en programas y proyectos. De los más avanzados en Cuba es el municipio La Habana del Este, como expuso la compañera de Cojímar, que habló de ejemplos concretos; allí están haciendo mucho, pero todavía los resultados son minúsculos comparados con el fenómeno que se nos viene encima y su dimensión.
Elizabeth Grillo: Hace veinte años que se está haciendo ese trabajo.
Alexander Sierra: Sí, la pongo de ejemplo, porque la conocí en el proyecto. Les digo, vengo del turismo y estoy ahora en desarrollo local. Si se busca «turismo» en las estrategias de desarrollo municipales, para ver si hay algún programa que se proponga aprovechar lo endógeno y lo que se pueda ir haciendo, teniendo en cuenta el cambio climático, yo les digo que no se va a encontrar. De hecho, ahora se está terminando una encuesta, se está tabulando, para ver cómo está genéricamente el tema de las estrategias de desarrollo local. Cuando la terminen se la voy a proponer a Rafael para Temas. que, revisar más allá de todas las partes el tema turismo y el tema este de adaptación al cambio climático.
Les voy a decir que hay un proyecto internacional del Fondo Verde de las Naciones Unidas que se llama Adapta Habana, está en los seis municipios costeros de la capital, de hecho, somos fundadores porque estamos capacitándonos en ese proyecto, que es el ejemplo que Elizabeth ponía, porque lo que ha demostrado está en el campo de la psicología, así que esto es uno de los problemas sociales de la ciencia.
Nos van a coger las calendas griegas porque seguimos mirando el turismo como un gremio, sigue siendo un apartheid, un sector, y en el mundo eso es todo incluido, es decir, todos tienen posibilidades no solo de disfrutarlo sino también de ejercerlo. A partir de la experiencia que logré hace dos años en República Dominicana y en Cancún, a mi modo de ver, ellos tienen unas ventajas logísticas grandes comparado con nosotros, que tenemos limitaciones, además el bloqueo. Todo el mundo allí tiene el turismo como algo positivo, del cual obtienen beneficios y al cual tributan, y yo, que ya cumplí cincuenta años, que entré al Ministerio de Turismo tratando de hacer ver que sí tenemos un potencial inmenso, pero no lo aprovechamos, sigo en lo mismo. Quizás la situación actual tenga que ver con algunos errores que se han cometido, cuando el cubano no puede ir a una instalación, cuando todavía no se puede montar en una lancha, cuando no puede hacer un negocio teniendo posibilidades de hacerlo y demás. Hay que abrir el turismo, hay que descentralizarlo para que todo el mundo se sienta parte. Ese es mi criterio después de unos cuantos años de vuelo.
Rafael Hernández: Comentarios sobre la última pregunta.
Celia Cabrera: Intentaré ser breve. Trato de pensar desde lo pequeño, cuando uno quiere que algo funcione bien tiene que intentarlo desde uno mismo, desde dentro, y después en lo que está más cerca, y después poniendo aros y aros, e integrando.
Pienso que de las medidas y las políticas que se deben tomar, y como decía alguien ahorita, es que todas las empresas deben tener responsabilidad social, tanto privadas como estatales. Muchas veces las empresas y las instituciones son intrusas dentro de determinadas comunidades; como empresas, debemos interactuar con nuestro entorno. Si, por ejemplo, estamos cerca de la línea costera o en municipios que tocan el mar, llevar este tema del panel a la comunidad. También es muy importante que se visibilicen las estrategias que tienen los gobiernos municipales, porque los que estamos fuera de ellos necesitamos saber cómo integrarnos y cómo también decir: «Ahora lo que toca es esto y no esto otro», o «me integro aquí o no».
Lo otro es la sensibilización; si no se tiene sentido de pertenencia hacia la comunidad donde uno vive, así sea de manera temporal, no se va a hacer nada, y lo que pasa en la esquina no le va a importar, y lo que pasa en el mar no le va a importar. A veces es por desconocimiento, pero si no somos parte no hacemos nada.
En resumen, responsabilidad social empresarial, que exista una evaluación sobre eso, pero también desde el gobierno local, el que organiza las estructuras, que planifica. Es importante que haya esa comunicación. En nuestra empresa tenemos una plataforma para la gestión de desechos y estamos conversando con el gobierno municipal de Playa, que tiene muchos problemas de contaminación y una proliferación de emprendimientos que generan muchos desperdicios, para que estos no lleguen al mar.
Pienso que es importante conectarnos más y no vivir tanto en nuestro pedacito, sentir que somos parte.
Rafael Hernández: Creo que hemos aprovechado muy bien el tiempo, y que el panel se ha proyectado de manera diversa; cada cual ha defendido ideas que no siempre son coincidentes con las de otros. Esa es la naturaleza de un debate de Último Jueves.
Le agradezco a Alexander por ofrecer argumentos contra lo que él llama la turismofobia; recordaré ese término, recordaré también que somos una isla como las demás, como Australia, como Groenlandia, y que no sé por qué no tenemos lo mismo que ellas; será porque por aquí no pasan, tenemos problemas políticos en relación con eso.
Y le agradezco, muchísimo a la doctora Grisel Barranco por estar con nosotros, por ajustarse al tiempo y por haber presentado un enfoque desde la perspectiva de la investigación, que siempre es un elemento clave en nuestros paneles.
Les agradezco a Celia por haber estado aquí, por tener a Nufor de nuevo en nuestro panel, y haber presentado también las perspectivas de una empresa privada que se articula con el desarrollo del país y con las instituciones públicas.
Y finalmente a Julio Baisre, que a pesar de que llegó tarde por culpa del transporte, pudimos contar con la riqueza de su perspectiva.
A todos los presentes de nuevo les reitero nuestra gratitud, y a la Tribuna Antimperialista por acogernos.
Le quiero agradecer muy especialmente a Mario González, por recordarnos que no existe la maldición del agua por todas partes, que es un verso de Virgilio Piñera muy bueno, extraordinariamente sonoro, pero que eso no es explicativo de la historia del desarrollo de la sociedad, de la política, y sobre todo de la cultura de este país.
Muchísimas gracias a todos.
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