viernes, 11-10-2024
Rebotes de la crisis en la psicología social
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Consuelo Martín: Les doy la bienvenida a todos. Contamos hoy con un panel de lujo, muy diverso, con el que vamos a intentar debatir de manera dinámica, sobre los rebotes de la crisis en la psicología social.
Habitualmente, los panelistas responden a cuestiones que previamente les hacemos llegar, y luego el público interviene con opiniones y preguntas. En este caso, hemos invertido ese orden: primero la audiencia va a tener la palabra para comentar sobre el tema que nos convoca en este Último Jueves.
Rafael Betancourt: Haré una pregunta que ya va siendo habitual en Temas: ¿si ustedes tuvieran que explicarle a un extraterrestre qué cosa es la crisis, cómo lo harían?
María Milagros Febles Elejalde: (Facultad de Psicología, Universidad de La Habana). Me llamó la atención el título de esta sesión porque no entendía muy bien si la crisis era de la psicología social o era la del país; entonces me puse a elucubrar y a darme respuestas a mí misma. Aunque no soy psicóloga social trabajo la ambiental, y en medio de esta crisis que estamos viviendo he tenido muchos rebotes, en el sentido de rechazo, de instancias gubernamentales a la hora de hacer una investigación y, desde la psicología, tratar de transformar algo, de dar a conocer algo con más profundidad. A lo mejor no tiene que ver con el tema planteado, pero a mí me preocupa la participación de la psicología, en general, en todo esto. Pienso que debe tener un protagonismo mayor en la crisis que está viviendo el país, que no se le ha dado; y tampoco a lo largo de la historia. Soy psicóloga, y me ha pasado que instancias gubernamentales parece como que no nos quieren. Sería bueno hacer una investigación de cuántos psicólogos hay en provincias y municipios trabajando para intervenir y transformar lo que hace falta.
José Moya: (Representante en Cuba de la OPS/OMS). Soy médico epidemiólogo, y me pasó lo mismo que a la profesora, quería entender a qué crisis se referían, porque desde hace tres años la única crisis que estoy siguiendo es la de la pandemia, la cual, para los que nos dedicamos a la salud pública es la peor de lo que imaginábamos, por la dimensión que tiene, que todos conocemos bastante bien.
Entonces, dentro de la crisis que significa la pandemia en medio de otras en nuestra región, y también en este país, me gustaría que reflexionen sobre este tema, sobre todo sobre el impacto en la salud mental, que los psicólogos seguramente están investigando.
Jany Bárcenas: (Facultad de Psicología, Universidad de La Habana). Cuando vi el tema de este Último Jueves, me dije: ¡qué bueno!, porque trabajamos mucho la crisis, sobre todo en la época de la pandemia, con el trabajo que hicimos con los Psicogrupos WhatsApp, y se relaciona mucho con lo que se hablaba anteriormente, o sea, el impacto de la crisis; pero yo siento que esa fue como la primera gran fase de ella, y que la crisis no ha desaparecido, sino que se ha ido transformando. Entonces hablar de la crisis en general, más allá de la sanitaria por la pandemia, también es algo que veo mucho en la actualidad, como joven, como profesional. Sobrevivimos a esa gran crisis, y seguimos sobreviviendo a muchas otras. En ese sentido, mi pregunta al panel es cómo la gente lo afronta, cómo puede sobreponerse, cómo saca recursos de donde no creía que los tenía; de qué estrategias echa mano para sobrevivir, y afrontar estas situaciones límites.
Carlos García Pleyán: (Arquitecto). A mí me ocurrió lo mismo que a varios de los compañeros que han hablado. Cuando vi el planteamiento del tema, me desconcertó un poco, me sonó como cuando decimos que hablamos de «la cosa» en Cuba, y todo el mundo sabe de qué se trata, pero nadie es capaz de definirla. En este caso, es más o menos lo mismo. Podemos hablar de la crisis, pero es casi infinita la cantidad de las que están dentro de ella; hay crisis económica, y dentro de esta hay varias otras también: financiera, agroalimentaria, industrial, energética, de transporte, etc.; hay crisis social, que también podemos seguir abriéndola en varias dimensiones: demográfica, familiar, comunitaria… La sanitaria es obvia y evidente, su impacto fue fuerte y todavía se siente. Aun podemos seguir: crisis política, de credibilidad, de confianza, de valores. Lo peor de todo es que todas se retroalimentan unas a otras. Entonces, ya el asunto adquiere una dimensión muy compleja. Yo les agradecería que, la medida de lo posible, cuando hablen de la crisis, especifiquen un poco a cuál de ellas se refieren, para poder entender mejor el mensaje.
Rafael Hernández: (Politólogo. Director de Temas). Estoy de acuerdo en que habría que decir qué estamos entendiendo por crisis, porque cada uno de los que interviene en este panel puede hacerlo de una u otra manera. Creo que es un acto de la razón separar el aspecto económico, el social, el moral, el vivencial, el ambiental, de una situación de crisis; pero pienso que no están separados, que forman parte de un mismo fenómeno. No puede haber una crisis económica profunda que no repercuta en el resto, ni en la mente de la gente.
Lo que quiero preguntar es en qué medida hay un impacto, provocado por esa crisis multidimensional, en las instituciones establecidas. Yo presumo que afecta su funcionamiento, que disminuye sus recursos disponibles, que disminuye los incentivos que pueden proveer a sus miembros, que reduce la confianza en su efectividad, etcétera.
Por otro lado, también presumo —quisiera que los panelistas me corrigieran si estoy equivocado— que el peso de las redes sociales —y no me refiero a las digitales, como Facebook, Twitter, Instagram, sino a las que se trenzan entre las personas— se fortalece en una circunstancia de crisis; que los grupos informales, las relaciones de parentesco, entre vecinos, entre amigos, se robustecen, en contraste con lo que pasa con las instituciones.
Lo que quiero preguntarle al panel es si esto es así; o sea, en qué medida las crisis refuerzan el sentido que el grupo le otorga a las acciones de sus miembros y, por consiguiente, a la imitación de comportamientos. ¿El contagio, el actuar por imitación de los otros miembros de la red social, de la familia, de los amigos, es un fenómeno que se agudiza o que se multiplica en una situación de crisis? ¿En qué medida se intensifica ese coeficiente, digamos, de contagio, en las conductas de los miembros de estos grupos?
Consuelo Martín: Gracias a todos. Pasemos ahora al panel. Yo he recogido algunas preguntas y, si las logro combinar con las que traemos, podemos comenzar. La primera coincide con la que hizo Betancourt: ¿A qué llamamos crisis?, ¿cómo se la explicaríamos a un extraterrestre?
Mario Santucho: Es un gustazo estar aquí en este evento que varias veces he leído en las redes. Siempre me ha parecido un espacio muy interesante; de hecho, de alguna manera lo estamos replicando en mi país últimamente.
Soy de Argentina, y hacemos la revista Crisis; dejo el último número a nuestros hermanos y hermanas de la revista Temas. Acá hay una peña de argentinas y argentinos, que sería bueno que participaran para que me ayuden a responder algunas de las preguntas que surjan. Una de las cosas que charlábamos cuando veníamos era lo difícil que sería para alguien como yo participar de un debate donde el eje, el tema, y lo que se quiere conversar es sobre la crisis en Cuba. Yo no vivo en Cuba; hace más o menos un mes que estamos acá, más bien de vacaciones, recorriendo el país; y por lo tanto no podría, con propiedad, opinar demasiado sobre lo que está sucediendo. De todas maneras, pensé algunas cosas que, refiriéndome a la realidad argentina —porque voy a hablar más bien de mi país— quizás resuenen.
Hay algo que me parece que hermana, entre otras tantas cosas, a Argentina y Cuba, que es la permanencia e intensidad de la crisis. Un compañero que intervino dijo que hace tiempo que siente que se está en crisis; bueno, Argentina también es un país donde es recurrente la crisis, donde es parte constitutiva de la existencia subjetiva; y se evidencia en muchas situaciones. Una muy clara, muy concreta, es el apego de la gente al dólar. Cuando ahorra y tiene unos pesos de más siempre busca el dólar, precisamente porque la crisis económica es recurrente, a cada rato viene, y todo el tiempo está el recuerdo de la pérdida de sus ahorros; porque esa crisis se manifiesta, sobre todo, en la devaluación de la moneda, cosa que acá también está pasando. Quiero decir que es algo muy constitutivo, algo que está muy presente en la vida cotidiana de la población en mi país.
Además, Argentina —y esto marca una clara diferencia con Cuba; pero quizás haya resonancias o analogías— es un país capitalista, y para los que de alguna manera nos sentimos parte de una tradición y de una sensibilidad anticapitalistas, la crisis pasa a tener un sentido, en cierto modo, no solamente negativo. Por supuesto que siempre es un problema, porque la pasamos mal, hay penurias económicas, etc.; pero también es cierto que una mínima perspectiva crítica nos tiene que poner en juego la idea de que la normalidad en el capitalismo tampoco es algo añorable, que quisiéramos defender particularmente. Esa especie de estabilidad o de normalidad, a la cual la crisis afecta, no es defendible por los que somos parte de una tradición crítica. Para este pensamiento, aparece como crisis del capitalismo, y también como un momento, en cierto modo, de oportunidad y de emergencia de otro tipo de posibilidades. Esto es lo que sucede en el capitalismo. Bueno, sí, qué problema —qué cagada, decimos allá—, que estamos en crisis; pero, a su vez, la normalidad que propone el capitalismo, supuestamente para el bienestar de todas las personas, esa idea del capitalismo estable, que viene a ofrecer progreso, sabemos que no es así, y las crisis lo demuestran.
En resumen, la crisis es algo esperable y no excepcional; es algo bastante natural en países, además, subdesarrollados, que forman parte del Tercer mundo, como Argentina, que permanentemente se encuentran frente a estos dilemas, que tienen que ver con su inserción en el mercado mundial y todo lo que sabemos. Esta es una primera reflexión: no pensar en la crisis solo como algo malo de por sí, ni como excepcional; sino como algo consustancial a la vida, por lo menos en el capitalismo. La pregunta es si en el socialismo también empieza a pasar algo así, o no tanto.
Un segundo punto que me gustaría decir es que la crisis, para el capitalismo, es un arma permanente de dominación; o sea, está utilizada por el poder, en muchos momentos, para desestabilizar formas de sociabilidad que generan inclusión, estabilidad, integración, afecto, comunidad y demás. Es utilizada política e intencionalmente para desarmar eso; y, por lo tanto, para aumentar los grados de dominación sobre las poblaciones, las comunidades y demás grupos sociales. No se habla de la famosa frase de Marx, sobre la acumulación originaria, y cómo el capitalismo destruyó formas previas de producción para producir al obrero, por ejemplo, que antes era un siervo, y entonces hay una gran cantidad de mano de obra desocupada. Esa idea originaria del capitalismo como producción de dominación se repite todo el tiempo, no es algo que quedó en el pasado, sino que lo vemos todavía en nuestros países, cuando, por ejemplo, «se liberan» territorios campesinos, se ocupan territorios desplazando a los labradores, para imponer nuevas formas de producción, ligadas a la exportación, o a la minería.
Hay una gran cantidad de frases: «destrucción creativa», «doctrina del shock». Todas son formas que tiene el capitalismo para producir crisis intencionalmente; frente a eso, la gran pregunta para nosotros es qué hacemos frente a esa idea de la crisis. Bueno, una cosa que está pasando mucho hoy en Argentina, y creo que, en muchos lugares, es la insistencia en que necesitamos orden, estabilidad; y la izquierda, que siempre tuvo una tradición muy fuerte de cuestionamiento, de disrupción, de ruptura, empieza a aparecer más bien como garante de estabilidad, aunque no sea de bienestar para todos y todas. Ante esta idea de la crisis como destrucción pura de la sociedad y de la comunidad, esa es una posibilidad, y es lo que está pasando en gran medida hoy en Argentina.
La pregunta que dejo planteada es si frente a la crisis tenemos que recuperar, desde la izquierda y desde los sectores críticos también, una audacia de no simplemente temer, o repeler, o tener una especie de nostalgia del orden, sino también saber que la crisis es un momento de oportunidades, de apertura; un momento en el cual también se anuncia algo de un porvenir que todavía no sabemos cómo será, pero que puede ser más interesante que lo que tenemos.
Consuelo Martín: Tal vez el extraterrestre esté empezando a comprender la complejidad de la crisis, desde una parte de este planeta, y acercándonos a Cuba, quizás Paquito también quiera explicarle qué entendemos por ella.
Paquito Rodríguez Cruz: No soy psicólogo, ni investigador social, por lo que no he hecho estudios con muestras representativas; es decir, que la opinión que voy a darles es casi intrascendente y no apta para mesas redondas; o sea, no me citen, por favor.
Rafael hizo una metodología, nos mandó muchísimas preguntas y nos dijo: «Escojan las que quieran». Yo, de generoso, le dije: «Que escojan las demás personas y las que queden me las das a mí»; pero a mí me gustaba mucho la del extraterrestre, que conste, porque yo le diría: «Camarada, compañero extraterrestre, las crisis es la manera en que los seres humanos nos desarrollamos, es la manera en que hemos vivido y hemos evolucionado como especie; lo que pasa que hemos llegado a un momento de ese desarrollo en que hay países que viven más en crisis que otros; y hay crisis y crisis. Y lamentablemente, estamos en un país que por el hecho de querer apostar por otro tipo de modelo económico y social nos han condenado a muchas crisis, y hemos tenido que aprender a convivir con ellas, que son cada vez más difíciles, y cada vez más duraderas. Esto afecta mucho, compañero extraterrestre, nos hace mucho daño, nos hace sufrir mucho. Hay muchas personas que están verdaderamente en situación límite, como resultado de toda esta confluencia de crisis que después quizás podamos desarrollar más.
También le diría al camarada extraterrestre que no se preocupara, que en Cuba tenemos una resistencia especial a las crisis, y que somos capaces de sacar de donde no hay para enfrentarlas, siempre con la incertidumbre de si podrá ser siempre así, o si en algún momento la crisis nos doblegará y nos hará renunciar a nuestros sueños. Yo pienso que no, soy de los optimistas, y me quedo con que nos ayude a ser mejores, compañero, camada extraterrestre.
Consuelo Martín: Me gusta mucho eso, y lo comparto, de decirle compañero y camarada al extraterrestre. Es una postura de comprensión de que en la Tierra podemos seguir siendo compañeros aun en la crisis, y gracias a ella también. Entonces, voy a combinar esta pregunta con la siguiente, que atraviesa un poquito las que se han hecho desde el público. Estamos hablando de la crisis en la vida cotidiana, ¿es solo lo material?, ¿es espiritual?, ¿se pueden separar? Esa sería una segunda interrogante que también nos ayuda a entender de qué crisis estamos hablando, cómo es, si sobrevivimos, si no, ¿pero está existe esa dicotomía entre lo material y lo psicológico? ¿Cómo ves esto, Roberto?
Roberto Corral: Creo que estoy aquí más por un afecto de amistad que por méritos propios, y eso es importante. Yo hago historia, y sin historia no se puede entender el presente, y nosotros llevamos sesenta años de guerra. Eso no se lo voy a decir a un extraterrestre, se lo digo a las personas que no viven en Cuba y no lo saben. Se puede llamar bloqueo, embargo, lo que quieran, pero es una guerra feroz, brutal, que está destinada a que pasemos hambre, a que no aguantemos más y nos rindamos. Eso es real; el resto de los países no vive esto, tienen las crisis periódicas, tienen las razones del capitalismo que Santucho decía, todo lo demás, pero nosotros tenemos, además, una guerra que empezó en el año 59. Por lo tanto, si no se entiende que este país vive en una guerra, no se puede entender nada.
Esta no es la primera crisis material que vivimos en sesenta años; hemos vivido varias, y me atrevería a decir que algunas han sido peores que esta. En el Período especial, a principios de los 90, nos quedamos completamente «colgados de la brocha», sin base, sin pie, no sabíamos ni para dónde ir; y fuimos y seguimos acá. Creo que estamos casi acostumbrados a este tipo de crisis.
Ahora bien, esta tiene dos caras: la primera es la carencia material, que es muy fuerte, pero no en los niveles de pobreza que se vive en América Latina, porque tenemos educación y atención de salud gratuitas; podrán estar dañadas, pero las tenemos; así como seguridad social, protección para la gente vulnerable. Eso no se ve en muchos lugares. He estado en América Latina, y conozco una buena cantidad de países, y no es pobreza, es miseria lo que he visto.
Ahora estamos viviendo una crisis, y quiero hablar un poco de la de la pandemia, que es una crisis para todo el mundo, pero nosotros estábamos blindados. De alguna manera, nuestro sistema social logró superarla. Nos costó muy caro, no en muertos, pero sí en que todos los pocos recursos que nos quedaban tuvimos que emplearlos en eso, y cuando salimos de la pandemia nos encontramos sin recursos. No teníamos con qué hacer ni cómo hacer; no teníamos crédito, ni insumos, ni nada. Ni siquiera teníamos jeringuillas en los hospitales. Alguien puede decir que no se debió haber invertido todo en la pandemia, pero era una cuestión de orgullo nacional, teníamos que salir de esa, y salimos; pero nos quedamos en una situación de crisis, tanto material como a nivel de sistema social, que es muy cerrado, muy rígido, y se ha debilitado, aunque se mueve. Tal vez tenga que moverse más, pero se mueve.
En las personas concretas ocurren dos grupos de acciones psicológicas: la depresión, la desesperanza, que es la peor de las reacciones, no la incertidumbre, con la que llevamos sesenta años viviendo. Es aquello de sentir que no hay salida, que no se puede esperar una solución a sus problemas. Recuerdo que en el Período Especial la gente se preguntaba primero: «¿Qué va a pasar aquí?», y después: «¿Qué me va a pasar a mí?», marcando una distancia, una diferencia, una inversión con lo que pasa ahora.
El otro tipo de efecto es la rabia, que obliga a culpar a alguien de lo que está pasando, y la gente se violenta, pierde los controles, explota. Eso lo estamos viviendo desde hace dos años. Después volveré a hablar de cómo los cubamos enfrentamos esto.
Consuelo Martín: Marcia, ¿quisieras comentar sobre la crisis material, espiritual?
Marcia Galán Torres: Somos seres sociales, y las carencias materiales influyen, por supuesto, en el pensamiento y los sentimientos. En el caso de Cuba, la pandemia también afectó a la educación. Fueron casi dos años de perder lo que se llama socialización: los niños tenían que estar en casa, las clases las recibían por televisión, los maestros no podían interactuar con ellos por su seguridad; no todos los padres tienen el mismo nivel ni el mismo conocimiento para poder monitorear las clases con el niño, ni todos controlaron que sus hijos recibieran las teleclases; no en todas las viviendas había el mismo poder adquisitivo ni las mismas condiciones para un ambiente de estudio.
Después de la pandemia, cuando se reabrieron las escuelas, por el trato directo con los estudiantes, y por los estudios de los profesores de psicología y los psicopedagogos, nos dimos cuenta de que están afectadas la memoria mediata y la motricidad fina de los niños al no escribir, al no tener una actividad diaria presencial con un maestro, con un programa de vida, con un horario controlado, la escucha, la atención ahora es totalmente distráctil. Hay mucha inmadurez en la primaria, alumnos desfasados con respecto a la edad porque hubo una parte que no aprovechó el curso por televisión.
Todo esto nos ha llevado a aplicar nuevas estrategias, Por suerte, los maestros estábamos en perfeccionamiento, y más que perfeccionar nuestros métodos tuvimos que reinventarnos, rediseñarnos, crear. Y es lo que estamos llevando a cabo ahora.
Yo llevo muchos años trabajando en El Fanguito, uno de los dos barrios vulnerables de El Vedado —el otro es La Timba—, y allí, en medio de esta crisis, el gobierno hizo un rediseño de estrategias: comenzó un proyecto de instalación hidráulica y eléctrica en las casas que no siempre las tuvieron; se les dio la posibilidad de adquirir televisor, teléfono, y otras comodidades. La educación y atención de salud sí las tenían, gratuitas; pero les faltaba lo básico, y se mejoró su situación.
Por ejemplo, las casas que están a cincuenta metros del Almendares se inundan cuando abren las compuertas río arriba, o hay lluvia, y el barrio se hace intransitable. Todas esas casas están siendo demolidas para construir otras, de estilo venezolano, en espacios vacíos, y en parte de la Escuela secundaria, que ya no se utilizaba, al haber menos estudiantes en las instituciones por la disminución demográfica de la población cubana. Se han entregado treinta y ocho casas, quedan ciento veinticinco por hacer. Se priorizó a las personas que trabajan en Educación, y a otras del barrio. Ya todo El Fanguito tiene calles, luz, agua, panadería, Wi-Fi; se rediseñaron las bodegas. Esto, por supuesto, ha sido una inversión muy grande del Estado.
En otras zonas de El Vedado, los vecinos tenemos que hacer cola en las grandes tiendas para adquirir los productos que necesitamos; ellos no; se organizaron desde el inicio de la pandemia, a partir de la estructura de los CDR, y continúan así. Les llevan los productos que no salen por la bodega: picadillo, pollo, refrescos, jugos, cigarros, entre otros. El gobierno está haciendo ese rediseño.
Como dije antes, Educación se tuvo que rediseñar, que reinventar. Todas las escuelas primarias tienen televisores planos, híbridos, y todo el sistema educacional creó lo que se llama polimedias, apoyadas por documentales, series y programas que también se producen en México, España, Argentina, Brasil.
En el caso de El Fanguito, se nos han acercado varias instituciones. Hay un proyecto internacional que se llama Mapa Verde, que enseña a cada país a conocer sus comunidades: qué tiene, cómo lo tiene, de qué carece, qué se puede hacer y cómo; y a partir de ese conocimiento de la comunidad, se puede empezar a rediseñar un sistema.
En Cuba están los delegados, los presidentes de los CDR y todas las instituciones que conforman cada comunidad; en el caso de nosotros, Mapa Verde se hizo conjuntamente con un proyecto que se llama Barrio Adentro, que trabaja sobre las comunidades con carencias y déficits con respecto a la provincia y a otros municipios, y dentro de eso está el proyecto Acompáñame.
Se creó el CDR infantil, que ha sido algo maravilloso para los niños; ellos tienen su presidente, sus tareas; funcionan como el de los adultos, y eso los hace sentirse importantes, que tienen una función social en la comunidad. Dentro de Mapa Verde está el estudio de las plantas, de las viviendas, cómo atender a las personas mayores, sobre todo si viven solos, o se trata de una pareja de ancianos. Los niños salen con nosotros y conversan con los ancianos con simpatía y respeto, y ellos les enseñan a conocer de la historia, porque ¿quiénes son mejores para contar la historia y los procesos que ocurren que las personas mayores?
Se abrieron las casas-biblioteca, eso le brinda más cultura a una comunidad que nada más tenía la Primaria y la Secundaria; ahora tiene un Palacio de Pioneros y un Joven Club; incluso, se crearon grupos de WhatsApp —porque todos los niños tienen teléfono móvil y dominan la tecnología—, y a través de esos grupos se hacen concursos, intercambios, se convenia actividades con ellos, se organizan escuelas para los padres y familiares adultos, sobre la crianza de sus hijos y su participación en la sociedad. Les ayudamos a entender qué le pasa al niño, cómo lo puede apoyar, cómo evitar la disfuncionalidad del hogar. Se ha instaurado un programa de puertas abiertas a la comunidad, donde una vez al mes se expone lo que han realizado los alumnos en la escuela, ya sea algo de teatro, de poesía, proyectos sociales, actividades en círculos de interés, etcétera.
Eso también ayuda a que la comunidad se sienta partícipe de lo que están haciendo los niños, a vincularla con ellos, aunque no sean sus hijos. En las semanas de receso docente se hacen actividades conveniadas con Cultura, viene La Colmenita, los payasos, y otras agrupaciones artísticas.
Todas estas cosas se han realizado dentro de la crisis, que también nos ha obligado, como decía, a rediseñarnos, a reinventarnos. Por supuesto, todo no sale como queremos, todo está comenzando, y debe ir mejorando; pero crea esperanza en los seres humanos. En la comunidad de El Fanguito, el impacto de la crisis no puede ser como en otras, pero también indica que Cuba se sigue desarrollando, se sigue reinventando, buscando soluciones asequibles, con los recursos que tenemos.
Consuelo Martín: Gracias, Marcia, muy interesante la experiencia de vida de un barrio vulnerable dentro de esto que llamamos crisis, donde vemos lo material y lo espiritual en unas articulaciones diferentes, no tan conocidas, aunque forman parte de nuestra realidad cercana.
En esta cuestión de si, por las crisis, se fortalecen o se debilitan las relaciones humanas en la comunidad, en los espacios, en las familias, ¿qué nos comentas, Paquito?
Paquito Rodríguez Cruz: Antes de responder a tu pregunta, quisiera referirme un poco a la idea que lanzaba el profesor Corral, sobre la comparación entre determinados períodos de crisis.
Creo que la situación que estamos viviendo en Cuba hoy tiene una particularidad en relación con otros momentos críticos que hemos tenido. Es de una naturaleza diferente, en un contexto inédito, tanto en lo social como en lo político. La crisis de los 90 fue tan dura que, en mis recuerdos, me parece que, en lo material, fue mucho más cruda; pero éramos otra generación, con otros valores, con otra formación, y con otra visión de cómo superarla.
Para ello se apeló a un modelo que ya no era tan igualitario como hasta entonces, porque no podía serlo. Era más auténtico, pero mucho más desigual en la manera de distribución de las riquezas, del acceso a las ventajas sociales de la comunidad. Ahora, la manera de salir, de construir nuestro propio modelo, coincide con la pandemia de Covid-19. Ha sido un momento complicadísimo, con otros procesos políticos, el cambio de la generación histórica, el auge de la globalización —no la neoliberal, sino la neo-comunicacional—, o sea, se cambia de paradigma en cuanto a la manera de relacionarse las personas desde el punto de vista de los medios comunicativos. Eso ha tenido, y está teniendo, un impacto en la actual crisis; incluso en la maduración de aquella vieja aspiración del imperialismo norteamericano de «la fruta madura», que supone que ahora sí Cuba está lista para entrar en sus dominios; y eso hace que este momento sea mucho más difícil de sortear.
Pensando en los efectos psicológicos de la crisis, me he acordado de un verso de ese soneto tan conocido que es «Lo fatal», de Rubén Darío, que dice: «Y no saber a dónde vamos ni de dónde venimos». Ahora se aplica a que muchas personas tienen la incertidumbre de no saber a dónde vamos, y se está haciendo una guerra contra Cuba para que nos olvidemos de dónde venimos, e incluso para desacreditar esa historia. Tal combinación pone en riesgo el proyecto social cubano, y tenemos que ser conscientes de que esa situación es muy sensible.
En lo personal, entre los efectos negativos que más me hieren está la vulgaridad, casi convertida en norma social. Es un asunto muy perceptible, a partir del deterioro de valores que, por cierto, es mucho más difícil de recuperar que nuestras penurias económicas. La vulgaridad es muy evidente en el tratamiento cotidiano entre las personas, y será difícil de eliminar.
Otro efecto negativo es la resignación ante los problemas colectivos. Muchas veces, la gente piensa que esto no tiene solución, y entonces aflora el individualismo en la búsqueda de soluciones; o sea, la persona solo busca vías para salvarse, y salvar a su familia. Claro que en eso hay paradojas; al mismo tiempo que el creciente individualismo, aparecen las reacciones solidarias ante fenómenos trágicos, como la misma pandemia, la explosión en el Hotel Saratoga, el incendio en la base de supertanqueros en Matanzas, o el huracán Ian.
¿Cómo entender que un mismo pueblo sea capaz de acciones tan sublimes de solidaridad colectiva, y reaccionar, a veces, con actitudes individualistas y hasta egoístas? Bueno, en eso consisten las crisis.
Consuelo Martín: Creo que hemos visto un poquito de los efectos de la crisis en la mente de las personas. Como rebote de la psicología social, pienso que estamos hablando de un sustrato donde se desestructura la vida cotidiana, precisamente porque los esquemas referenciales de convivencia ya no sirven. Las personas saben cómo pueden actuar, y de pronto llega una crisis económica en donde no tienen recursos, cambian los precios, cambia la moneda, y hay que volver a aprender cómo actuar en la vida cotidiana; y peor aún: llega una pandemia donde es invisible lo que ataca, y lo único que podemos hacer es escondernos, con miedo, del que salimos con las vacunas. Ahora estamos en la reconstrucción de proyectos vitales concretos en los barrios vulnerables y en muchos otros; pero, como también hemos hablado, están las afectaciones desde el punto de vista subjetivo.
Propongo comentar sobre los efectos de la crisis que pueden calificarse como positivos. Todo el mundo sufre, naturalmente, los negativos; pero vamos a pensar cuáles pueden ser las ganancias sobre los vínculos familiares, vecinales, comunitarios. Repensemos un poco más acerca de si las personas pueden mejorar, pueden crecerse, en medio de una situación de crisis. Conecto esto con una de las preguntas: ¿cuáles son las estrategias para afrontar la crisis?, ¿hay elementos que podamos decir que son efectos positivos en la subjetividad cotidiana, en la psicología social? Me parece que Roberto quiere retomar la palabra, y puntualizar un poco más su opinión.
Roberto Corral: La historia de Cuba, desde los indios hasta ahora, es un poquito complicada; incluso hay una frase —no me acuerdo quién la dijo, creo que fue un antropólogo— que dice que Cuba es una isla de corcho, porque por mucho que se hunda sale a flote. Y, efectivamente, muchas veces nos han hundido y hemos salido a flote. ¿Cómo?; eso es parte de la idiosincrasia del cubano, y es probable que también del Caribe. Nosotros tenemos recursos para eso.
Uno es básico, fundamental: el choteo. Es burlarse de todo, este es un país que se ríe hasta de sus desgracias. Ha aprendido a reírse, a bailar, a cantar. Tenemos problemas materiales y, sin embargo, seguimos bailando, cantando, riéndonos. Es algo interesante. He visto lugares fuera de Cuba donde los niños no ríen, y los nuestros ríen por cualquier cosa.
Hay otros recursos; la religión, por ejemplo. Ha habido una explosión de cultos religiosos en estos últimos meses; es una manera de buscar certidumbre en medio de la incertidumbre, pero cuando el país se encuentra en un estado más tranquilo, muchos abandonan su práctica.
Como decía Consuelo, hay cosas positivas que quedan y hasta crecen. Una es la solidaridad, que no se ha perdido. Ese es, tal vez, el vínculo más fuerte que hay entre nosotros: ayudar al que no tiene, al que no puede, al más vulnerable. Eso se mantiene, y creo que se va a mantener, porque es parte de nuestra propia idiosincrasia.
¿Qué otras cosas? En Psicología se está hablando de resiliencia —que es un término traído del mundo de los metales—, que se refiere a que podemos recuperar la normalidad después de algún percance, pero en el área de la psicología social eso no es tan fácil, nunca nos recuperamos totalmente, nunca volvemos a ser lo que fuimos. Tal vez hay un elemento de incertidumbre, pero es también un momento de oportunidad. Tenemos que cambiar muchas cosas, y creo que esta crisis nos lo está enseñando. Debemos trabajar en cambios que tienen que ver con nuestra propia espiritualidad como individuos, y también con los imaginarios sociales que manejamos. Esto es fundamental, y pienso que hay una cierta conciencia de ello; las personas empiezan a plantearse nuevas vías, que no es la emigración, que es otro tema; pero hay transformar la forma en que nos hemos acostumbrado a vivir, porque la seguridad que teníamos ya no está, se perdió. Hay que empezar a pensar en otras formas de seguridad, que tenemos que construir entre todos.
Consuelo Martín: Pensando en esos efectos positivos de la crisis, ¿podrías comentarnos, Santucho?
Mario Santucho: Estoy de acuerdo con lo que ha dicho Corral, y también un poco con lo que decía Rafael sobre lo que significa, en momentos de crisis, la presencia de recursos que habitualmente no aparecen en la mayoría de las personas, como son los de la solidaridad inmediata, la reconstrucción de lazos afectivos, que son los que permiten atravesar momentos críticos. Pero más allá de esto, me gustaría centrarlo, más bien, en lo que se decía acerca de que en las crisis hay cosas malas y hay cosas buenas, como en casi todo. Después hay que ver cuál es la característica de cada crisis, compararla con otros momentos históricos, ver cuáles son sus particularidades. En todo caso, se podrá hacer un balance de si las cosas negativas son mayores que las cuestiones creativas que aparecen. Yo fortalecería esa idea de que no hay una normalidad a la cual volver. Habitualmente, lo que te hace la crisis es propiciar un momento de oportunidades de pensar y de replantear las cosas, como decía Roberto. Para mí, la gran pregunta es eminentemente política: ¿cuál es el desenlace de la crisis?, ¿cómo salimos? ¿cuál solución aparece? Creo que las respuestas dependen de cómo la atravesamos y cómo la tramitamos.
En Argentina tenemos una experiencia muy concreta, una referencia. Actualmente, el país está atravesando una crisis muy grande también; podría decir que empezó a partir de 2008 en su aspecto económico, vinculada con la crisis mundial; pero con el macrismo se intensificó mucho, y con el actual gobierno no se ha detenido, sino que se ha profundizado; con lo cual venimos también de una, digamos, aceleración de una crisis que se va manifestando en muchos aspectos, como también decía Rafael: económico, social, cultural, subjetivo. Nosotros tenemos una referencia previa, quizás como la de ustedes en el Período Especial: la crisis de 2001, que fue muy fuerte, en la cual cayó el gobierno, y hubo cuatro o cinco gobiernos en muy pocos días.
Hubo una salida de esa crisis bien interesante. Tuvo una solución democratizante, a partir de ahí vinieron gobiernos populares, progresistas. Del kirchnerismo hay más o menos críticas, y más o menos cercanías; pero esa crisis permitió que se recuperaran muchos valores sociales que estaban en cuestión, de alguna manera, por el neoliberalismo. Además, la gente se echó a la calle, luchó, se organizó de una manera que no estaba prevista. La gente dijo: ni represión ni ajuste económico; y toda esa fuerza popular, toda esa potencia social que parecía que ya no existía después de la dictadura, forzó a que la política y las instituciones reaccionaran, intentando una salida democrática, con más inclusión: lo que se conoce como estado de bienestar, que es una respuesta del capitalismo a la amenaza mayor de una revolución posible, o de una crisis, o de una ruptura más aguda.
Nuestro gran dilema, nuestra gran preocupación hoy en Argentina —no sé si eso también resuena, de alguna manera, acá— es que esta crisis no se presenta con esas características, uno puede empezar a ver que las fuerzas que aparecen son de derecha, más bien de ultraderecha; aparece un sujeto político que antes no existía, que es esta ultraderecha fascista, agresiva, que comienza a politizar, a representar, y a encarnar buena parte del descontento, porque, como decía antes, en gran medida, la izquierda y los sectores progresistas terminan siendo garantes de un orden que no funciona bien, que hace mal; de un orden en que la gente no vive bien y no hay felicidad. Entonces, la inquietud es si podremos pensar una salida democrática y positiva a esta crisis, y convertirla en un campo de oportunidad para algo mejor, o si en realidad la salida de ella puede ser peor de lo que estamos viviendo.
De lo que se ha dicho hasta ahora, fijé que dos de las grandes sensaciones de este momento son la desesperanza, por un lado, y la incertidumbre, por otro. Que, como se decía, no son lo mismo; porque la incertidumbre tiene un valor indefinido de posibilidad, y la desesperanza es la sensación de que lo que pasa es inevitable, no hay un deseo de porvenir. Pero también puede ser entendida como «no espero más de nadie», «nadie va a traer una solución a mis problemas», que lleva a que tenemos que resolver nosotros mismos las cosas. En ese sentido, la desesperanza puede tener un valor positivo.
También está la rabia, como se dijo, pero el gran dilema de hoy es que igualmente está siendo expresada por la ultraderecha; y antes la expresábamos nosotros, los de izquierda. Decíamos: «los políticos son un desastre, el sistema es un desastre, tenemos que luchar contra eso»; y el problema que tenemos hoy es que es muy posible que la solución política a esta crisis sea de la ultraderecha. Ese es un dilema eminentemente político que nos plantea la crisis, cómo hacemos para volver a representar la rabia, no verla como un elemento solo negativo; volver a poner en práctica algunos experimentos posibles en eso que aparece como desesperanza, para alumbrar un futuro mejor.
Hay una última cosa que quiero señalar y que creo que cualifica especialmente esta crisis y que nos convoca a otro debate: la crisis ambiental, que se relaciona mucho con esto que debatimos. Es nueva en el sentido de que determina mucho la sensación crítica que hay hoy, al tener que ver con la pandemia; pero que plantea básicamente que el futuro puede ser mucho peor de lo que tenemos, de que la catástrofe es una realidad casi inevitable. Eso modifica por completo nuestras propias coordenadas cognitivas, y de todo tipo, que siempre se basaron en el progreso, en la idea de que la humanidad tiene un destino de emancipación o de mejoría, y la crisis ambiental nos descoloca de todo nuestro reservorio ideológico, valorativo y demás, y nos obliga a repensar seriamente el problema.
Consuelo Martín: Siguiendo las preguntas iniciales, ¿podríamos decir que la crisis y su impacto psicológico se vive por igual en los grupos sociales según color de la piel, género, edad, etc.? ¿cómo cada uno de esos grupos la está viviendo por regiones, por comunidades?
Paquito Rodríguez Cruz: Las grandes crisis generan grandes soluciones. Este es un apotegma conocido, pero no hace falta que sean tan grandes, preferiría que fueran un poquito menos cruentas.
En el tema de las igualdades o diferencias, pienso que todas las condiciones humanas que afectan la equidad social se agravan en tiempos de crisis. Estoy de acuerdo con que todo aquello que nos pone en desventaja se agudiza cuando hay una crisis. En el caso de Cuba, los efectos de estos últimos tres años han tenido un peso importante sobre las personas, familias y comunidades más desvalidas, más pobres —el término vulnerable me parece un eufemismo que trato de evitar siempre que sea posible—, y también los trabajadores, las personas jubiladas y pensionadas, incluso los profesionales, porque como tenemos la pirámide invertida, que nunca logramos acotejarla, cuando parecía que íbamos a lograrlo con el reordenamiento, este se desordenó.
Las personas negras, las que viven en ámbitos rurales, las adultas mayores, las mujeres, han sido las grandes víctimas de esta situación de crisis de los últimos años, y cuando se transversalizan, porque coinciden en una persona varios motivos de desventaja social, es mucho peor.
Ahora bien, no siempre los efectos negativos guardan relación, o hay correspondencia, con lo económico y lo social. Por ejemplo, quienes emigran de Cuba no son los que mayores necesidades económicas tienen. De hecho, para emprender el largo viaje, en caravana, hacia los Estados Unidos, hay que disponer de un capital importante; o sea, no siempre es la cuestión económica la que está determinando la mayor sensibilidad o daño de la crisis. O la corrupción; la hay en los coleros, pero también en los gerentes; por tanto, no siempre las necesidades económicas son las que están determinando la manera en que se conducen las personas durante la crisis. O la pérdida de valores; la vemos en la juventud, pero en muchas personas adultas mayores también. Es evidente en la calle, en distintas conductas de indisciplina social.
Creo que los psicólogos nos pueden ayudar mucho a explicarnos ese tipo de paradoja. Yo no tengo las respuestas, pero me percato, desde la sensibilidad popular y el ejercicio del periodismo, de que son contradicciones que las ciencias sociales deben estudiar, valorar y presentar los resultados a las instancias decisoras, para que podamos mejorar esta situación, entre todas y todos.
Marcia Galán Torres: Paquito decía que no se van del país los que menos recursos tienen, sino los que pueden pagar una costosa travesía u otras vías migratorias. Ello coincide, muchas veces, con los de mayor nivel cultural, y un determinado estatus que no quieren perder, por lo que emigran para un país desarrollado que supuestamente no tiene crisis, sin recordar que esta es mundial.
La pandemia afectó la economía de todos los países, y en cada uno de ellos no tiene la misma forma de solucionarse. En Cuba, las personas de bajo nivel de escolaridad, o que no tienen un mayor estatus social, o viven diez en un apartamento de dos cuartos, nunca han tenido nada que perder y sí mucho que ganar, y detrás de toda crisis hay soluciones que traen ventajas. Aprendamos a rediseñarnos, a levantarnos, a rehacernos. Las crisis hacen que nuestro pensamiento se abra, se diversifique, porque hay que buscar soluciones con cosas que ya no tenemos, pero que debemos seguir buscando, porque hay que mejorar la calidad de vida, hay que mejorar las viviendas, ampliar la producción, lograr que el ser humano tenga qué llevarse a la boca, que se pueda vestir dignamente.
En definitiva, siempre hemos tenido crisis en Cuba. Hemos vivido en ella y con ella. Yo nací después del triunfo de la Revolución, voy a cumplir sesenta años, nací en una crisis y sigo viviendo en una. Trabajo en un medio donde se ven muchísimo, porque afectan el comportamiento humano, el habla, el lenguaje. Hay cosas que hay que retomar, que deben volver ahora a las escuelas, y de hecho lo estamos haciendo. Por supuesto que todas estas carencias influyen en el aprendizaje, entonces la educación se rediseña para impactar en la comunidad, porque la escuela es el centro cultural más importante de todas las comunidades, y tiene la misión de ir preparando a la generación que nos va a seguir, darle herramientas, no desesperanza, sino esperanzas, para que cree proyectos a corto y mediano plazos, porque es lo que tenemos y lo que podemos generar, lo que ayuda también a las familias a levantarse y a unirse.
Con respecto a la emigración, lo que sucede es que quiénes salen del país, no son de El Fanguito; del barrio donde yo trabajo no se va nadie, pero solo unas cuadras más allá, de la comunidad donde vivo, en 23 y 26, puede que sí se vayan. Tiene que ver con los recursos económicos, pero también con el conocimiento, con lo que se ha vivido, dónde y cómo se vive.
Consuelo Martín: Vamos a hacer algo: el panel todavía tiene muchas más cosas que decir, probablemente no están agotadas las preguntas de la primera ronda, pero queremos si alguien del público desea hacer una pregunta o un breve comentario, podemos darle la palabra; e igual para los que nos escuchan de forma virtual. Luego volveremos al panel.
Denia García Ronda: (Filóloga, ensayista y editora). Quiero hacer una sola pregunta al panel. Los compañeros que se refirieron a la crisis cubana, se han centrado más en su efecto en las personas, y poco en las instituciones, que deben buscar estrategias para una situación así.
Se hablaba también de una sola crisis desde que triunfó la Revolución, con distintas facetas; yo quiero hacer —me disculpan si parece una anécdota— una pequeña distinción entre el estado emocional colectivo que aprecié en dos de esas facetas, para después centrarme en lo que quiero hacer llegar a ustedes y preguntarles.
En la Crisis de Octubre, cuando ya estaban listos los aviones en Cabo Cañaveral —que después se llamó Kennedy— para venir a acabar con nosotros, la tranquilidad, por decirlo de alguna manera, que tuvo aquella resistencia, y aquella confianza, aquella voluntad, pudieran parecer increíbles. Nada de histeria colectiva, nada de desesperación. Por otra parte, en el Período Especial, aunque ya se había fracturado la casi unanimidad anterior en cuanto al respaldo a la Revolución, aún había una esperanza, en la mayoría de la población, de que se saldría de esa situación, que se encontraría una salida a la crisis. Había, por lo menos en mi apreciación, una fortaleza tremenda, a pesar de las carencias, los apagones, y fenómenos como el de los balseros.
No sé si es impresión mía, porque no soy psicóloga ni he hecho ninguna investigación al respecto, pero ahora veo tristeza, violencia, desesperanza; veo todas esas cosas en las actitudes de las personas. Es cierto que la solidaridad está en la esencia del cubano, en su formación, pero también veo un aumento del individualismo, del «sálvese quien pueda»; siento que se están perdiendo valores que han sido tradicionales en nuestro país, y eso se ve en los ancianos, en los jóvenes, en los niños.
Mi pregunta es: ¿qué peso tiene en las estrategias y en las políticas de las instituciones y del Estado el impacto psicológico de la crisis en la sociedad cubana?
Roberto Smith: (ICAIC). Todos tenemos una percepción directa de la crisis, de todo lo que nos agobia, pero hay una arista que no hemos tocado hasta ahora: su efecto y su percepción en los medios y las redes, con un efecto cuyo alcance a uno le cuesta valorar, porque se cree que es para todos, y no es así, ni para todos es igual; pero, en general, sus contenidos tienen un efecto desmoralizante, descalificador, desesperanzador, colonizador, frivolizante, y uno siente eso, sobre todo entre la gente más joven. No es un fenómeno solo nuestro; ocurre en cualquier otro lugar; aquí estamos empezando a sufrirlo; pero es un elemento que no podemos sacar de esta ecuación.
Rafael Betancourt: (Economista). Hablando de resultados positivos de la crisis, en el caso de Cuba, indudablemente uno de ellos es la apertura del modelo económico. No me gusta hablar de perfeccionamiento, me parece que es un término falso, sino de las reformas del modelo, de las cuales se viene hablando desde el año 2008 como mínimo. Se está modificando la estructura económica cubana: se avanza en la municipalización, se lleva a la localidad la gestión económica, se diversifican los actores económicos. El sector privado está creciendo, y el estatal está forzado a despertar para no quebrar. Todo eso es un resultado positivo de la crisis, y muchas veces no nos damos cuenta de que estamos dándole nuevas vías al socialismo cubano porque sin ellas no sobrevive, si sigue siendo de arriba hacia abajo, no sobrevive; tiene que estar complementado por la participación efectiva de los sectores «de abajo». Creo que eso es un resultado muy positivo de esta crisis.
No quiero referir anécdotas, pero el libro que tres economistas cubanos del Centro de Estudios de América escribieron en los 90 fue anatemizado, y prácticamente prohibido, y algunos de los que tomaron esas decisiones hoy por hoy han cambiado completamente sus puntos de vista. Eso es muy interesante.
Consuelo Martín: O sea, los que no aceptaban el contenido del libro ahora se dan cuenta de que su aplicación es potencialmente efectiva. Aprender es de sabios.
María Milagros Febles Elejalde: Hay un refrán que dice que lo que sucede conviene, y pienso que eso se acoge a las leyes del desarrollo social, y de las ciencias sociales, en alguna medida. Me atrevo a decir que la llegada de la pandemia permitió resolver algunos problemas. La maestra hablaba de los de El Fanguito, ¿sin pandemia se hubieran resuelto?
Quiero hablar algo sobre las ciencias sociales. El Presidente ha hecho un llamado a la utilización de la ciencia; pero me parece que falta mucho por aprovechar de las ciencias sociales, y no solo de la psicología. Pienso que a los historiadores, por ejemplo, no se les hace mucho caso. Creo que el país tiene que apoyarse también en las ciencias sociales para salir adelante.
Me parece muy importante el debate que se produjo sobre el patriotismo, a raíz de lo que dijo, en la televisión, un profesor de historia. Él habló como si fuera un psicólogo y tocó puntos neurálgicos, como la pérdida de valores. ¿Y a quiénes les corresponde su formación en las nuevas generaciones? A los educadores, apoyados en la psicología histórico-cultural, que no se está utilizando en la medida necesaria para llegar a resultados concretos y fehacientes. Ha habido deficiencias en la formación ética, en valores, de niños y jóvenes. Antes se hacían muchas investigaciones sobre los valores, y ahora no, y los resultados están ahí.
Como terapeuta, recibo pacientes en el Centro de Orientación y Atención Psicológica, de la Facultad de Psicología, y atiendo a muchas personas afectadas psíquicamente, llámese depresión, desesperanza, ira, cuya causa es la situación que atravesamos. Porque la crisis tiene muchas caras, negativas y positivas; lo esencial de ella son las contradicciones que se crean. Y lo positivo, como decía un compañero, son las oportunidades; o sea, qué acciones concretas se toman. Creo que nuestro Presidente las está tomando, pero las instancias intermedias no están en la misma vibración. Me gustaría que los periodistas no siguieran tanto solo las cosas que hace el presidente, sino que fueran a los niveles intermedios, y se dé información y respuestas relacionadas con lo que hacen para el desarrollo social.
Bill Pérez Cordovés: (ICAIC). Tengo varias preguntas para el compañero argentino: ¿Con respecto a la crisis se han fomentado estructuras de economía feminista dentro de la Argentina? ¿Se ha implantado el fundamentalismo religioso en las industrias del entretenimiento? ¿De modo general, están el arte y o las instituciones académicas buscando estrategias para la sanación del dolor dentro de estos procesos pandémicos?, ¿cómo se están posicionando?
Leandro Hernández: En comparación con los 90, creo que ahora no se está tan mal materialmente, pero eso es un arma de doble filo, porque en aquel momento nadie tenía nada, y ahora mucha gente tiene dinero, y resuelve sus necesidades, pero el que vive de un trabajo normal, aunque sea profesor de la universidad, que es el giro mío, está embarcado, y todo el mundo lo sabe. Me alegro del programa sobre el patriotismo y estoy de acuerdo con todo lo que dijo el profesor, y yo creo que todo el mundo sabe que eso es verdad.
José Luis Martínez Torres: (Estudiante de Psicología. Universidad de La Habana). He estado atento a los comentarios que han hecho. Creo que la crisis, en sí misma, incluso en un sentido etimológico, tiene un significado de ruptura, y a mí me interesa mucho esa ruptura a nivel subjetivo en las personas. El profesor Corral comentaba cómo, en cierta medida, esa crisis ya forma parte de una subjetividad incluso a nivel histórico. Yo, como joven quizás, solo he vivido un tercio de esos sesenta años en que se ha manejado mucho, a nivel de la sociedad cubana, la crisis, que ya prácticamente es omnipresente en nuestro diario vivir. Entonces, entiendo que lo que ella puede afectar a nivel emocional y subjetivo en las personas está muy ligado a la temporalidad, como mismo el profesor Corral decía.
Esa incidencia subjetiva tiene que ver con hasta cuándo va a durar esta crisis. ¿Existe un umbral para que esa resiliencia siga existiendo en el pueblo cubano?, ¿existe un óptimo en el que ya quizás no se pueda soportar más? Como joven cubano, he tenido mucha evidencia de que esa resistencia ya es parte de la subjetividad cubana ante las crisis, pero ahora me preocupa que el imaginario y las representaciones sociales relacionados con la crisis estén asociadas con la emigración como solución, y no encontrar la resiliencia dentro del suelo cubano.
Alberto Vidal: (Argentino residente en Cuba). Estoy escuchando el tema de la emigración. Yo me fui de Argentina por la gran crisis moral que hubo; fue la destrucción de la juventud que luchaba por un país mejor, guiada, entre otros compañeros, por el padre de Santucho. Me fui a España, al capitalismo de Europa, que en ese momento no era tan Europa, y vi que el mensaje del capitalismo es muy simple, es un mecanismo tan simple que lo entiende hasta el más imbécil: dos es más que uno, nueve más que uno; no importa si el que tiene nueve lo logró masacrando a todo el mundo, tiene más que uno, y ya está.
En Cuba, los mensajes de la gente que piensa son más largos, pero tienen contenido; pero ahora se lucha en Internet, y es muy difícil, porque ahí son cortitos y, normalmente, para tontos, salvo que se busque algún pensamiento.
El tema de la emigración, que viví particularmente, lo abordo rápido. Creo que es una salida económica del que emigra, una respuesta económica a la crisis. Los cubanos que se van de Cuba luego mandan divisas. En España trabajé de abogado, y atendía a los cubanos, y ellos se asumían como emigrantes económicos. Lo primero que hacían era mandar remesas.
La emigración no es tan preocupante, porque cuando uno conoce el capitalismo con un mínimo de crítica, se da cuenta de que es una basura. Yo llegué allí sin nada, y logré el éxito económico, ¿pero saben dónde vivo? En Cuba, desde hace siete años. Y mira que faltan cosas aquí, pero saben la cantidad de veces que me pica la nariz, que me emociono, por escuchar las cosas que hablan los cubanos, y por cómo te tratan, y cómo te tocan. De eso tendría mil anécdotas, de cómo te pica la nariz en este país.
Consuelo Martín: Muchas gracias. Va a haber un Último Jueves de Temas dedicado a migraciones; será en junio, y lo vamos a tratar a profundidad, que hoy por hoy es una estrategia para afrontar la crisis en Cuba y en todas partes.
Ahora les devuelvo la palabra a los panelistas. Creo que hay al menos dos aristas que no hemos tratado. Está el asunto de las redes, no solo las llamadas sociales, sino las humanas, ese vínculo que ahora se lo dejamos de regalo a la virtualidad y a la tecnología. No hemos hablado de cuáles son sus efectos sobre las crisis, y viceversa, las crisis sobre las redes. La otra arista, que fue de las primeras frases que me quedó: ¿es esta la peor crisis que hemos vivido? Los panelistas han hablado de la historia como si las crisis hubieran empezado en 1959, y en verdad datan de la formación del Estado-nación y aun antes; pero volviendo a nuestra contemporaneidad y a los dos temas, ¿quién quiere empezar?
Mario Santucho: Yo tenía un cierre muy armado, pero el compañero que me preguntó directamente me hizo entrar «en crisis»; me desarmó todo con sus preguntas, así que voy a tratar de cumplir con los dos propósitos.
Acerca de las redes sociales tengo muchísimo para decir, pero lo voy a dejar a los demás compañeros; y sobre si es o no la peor de la crisis, entraría en comparación con las más cercanas: la de 2001 para nosotros, el Período Especial para ustedes. También aparece mucho, sobre todo porque estamos en un momento histórico global específico, la comparación con la crisis del capitalismo en los años 30, y con la del 70, pero el surgimiento del fascismo como fenómeno histórico y la guerra le dan mucha fuerza a la primera. Es lo que está pasando ahora en el mundo; hay muchas analogías en ese sentido, y habrá diferentes perspectivas sobre si es la peor o no. A mí me da la sensación de que el elemento ambiental le da a la crisis actual un mayor grado de intensidad y de falta de horizonte real, de dramatismo. La idea de catástrofe casi inminente, la ciencia como clara denunciante de esto, ya no como factor del progreso, sino todo lo contrario, como diciendo: ¡esto se acaba!, le dan un nivel de gravedad, que no conocíamos hasta ahora. Crisis civilizatoria, ya lo decía Fidel en sus últimos días, cosas que no habían aparecido con esa fuerza hasta este momento.
Sobre si hay experiencias de producción económica feminista frente a la crisis, una de las preguntas que me hacía el joven, voy a tratar de contestar transformándola un poco. Yo diría que ese es uno de los grandes desafíos. El feminismo es otro de los importantes movimientos que han aparecido en los últimos años, y también determina muchísimo el tipo de crisis que estamos viviendo. Ahí hay una desestructuración de un orden de cosas que era casi indiscutible, incuestionado, y que abre otra dimensión, por eso me parece tan interesante la pregunta. Yo calificaría a las estructuras económicas feministas como no desarrollistas, que tienen en cuenta, por ejemplo, la crisis ambiental como punto de partida. No se puede seguir con una lógica de producción que está destruyendo el planeta para habilitar el consumo como religión principal de la sociedad y del mundo. En Argentina ese es un tema muy importante, súper urgente, porque su principal renglón productivo es la agroexportación, es la transgénica de cereales para el comercio mundial; y también la minería, con prácticas extractivistas, de mucha destrucción de lazos sociales, comunitarios, de las redes campesinas y demás, y también de la naturaleza y de la vida. Entonces es una de las grandes discusiones que aparece en esta crisis específica, que entre otras cosas es de inflación y de aumento del precio de los alimentos, que está incrementando los niveles de pobreza de una manera exponencial. Ese es, quizás, el principal dilema, el principal problema que asume el feminismo.
Sobre la cuestión del fundamentalismo religioso como elemento de intervención, considero que es uno de los puntos muy fuertes durante la crisis, y que está operando particularmente en una dimensión de la ya se ha hablado acá y que en Argentina es fundamental también. Me gustaría extenderme, pero no voy a poder, en el tema de lo que llamo, más que psicología social, mente colectiva; esa que no es simple sumatoria de mentes individuales, sino una especie de estado anímico social, que tiene que ver mucho con lo que se decía: la desesperanza, la imposibilidad de asumir de manera creativa la crisis. Cómo se configura, cómo se dispone esa mente colectiva; la tristeza, que decía Denia de una manera muy fuerte, son formas en las cuales organismos, grupos políticos, como los fundamentalistas religiosos entre otros, están operando con mucha eficacia y produciendo más tristeza, individualismo, y una manera de atravesar esta crisis que no avala formas más creativas, más emancipadoras o más democráticas que uno quisiera.
Sobre el arte de sanación del dolor de manera institucional y demás, habría que contar largo. Creo que últimamente no hay tanta experiencia en ese sentido en Argentina, a diferencia del 2001, cuando sí hubo mucha. Pero recientemente se produjo un acontecimiento que yo pondría como el principal aval en ese punto, que tiene que ver con la mente colectiva y que, desde las izquierdas, desde los movimientos populares, tendríamos que poner en primer plano para ver qué pasó. Me refiero al triunfo de Argentina en la Copa Mundial de fútbol, que provocó una explosión de felicidad, una fiesta popular, como hace mucho no pasaba. Muchos nos preguntamos qué efecto va a tener en el futuro. Algunos dicen: «Fue simplemente circo y ahora la cosa volverá a la crisis». Eso es verdad, la situación económica no varía por ganar un campeonato mundial, pero el cómo opera en la mente colectiva puede ser bien interesante, simplemente tenemos que ver cómo hacer para conectar con lo que apareció ahí de fuerza, y desplegarlo de otra forma.
Marcia Galán Torres: Si hablamos de las redes sociales en Cuba hay que ver quiénes hacen los proyectos en ellas; por ejemplo, en Educación creamos muchos grupos de WhatsApp en la época de la pandemia, para poder atender a los padres y a los estudiantes. También los hay con diferentes instituciones, donde, incluso, nosotros mismos nos hacemos preguntas o situaciones difíciles, para ir buscando cómo seguir transformando la educación. Las redes sociales se utilizan de acuerdo a cómo sean los intereses de quienes las necesitan. Una de las cosas que tiene el proyecto Mapa Verde es la utilización de las redes en beneficio del desarrollo ecológico. Si yo conozco cómo está mi comunidad, conozco también cómo están los suelos, las plantas, los animales, hasta dónde yo los estoy dañando; cómo está el río, porque el Almendares nos atraviesa. Como se sabe, las redes sociales se fortalecieron durante la pandemia, por el aislamiento total en el mundo. ¿Cómo nos comunicábamos, por ejemplo, con el metodólogo, si no a través de ellas?
Lo de las redes sociales tiene que ver también con la familia; los niños manejan mucho mejor los teléfonos móviles que muchos padres, tanto jóvenes como los de más edad. Entonces hay que tener cuidado con las redes, depende de quién las vaya a utilizar y para qué. En nuestro país sirven para muchas cosas; las instituciones las utilizan también como una forma de dar orientaciones y criterios.
Paquito Rodríguez Cruz: Voy a referirme rápidamente a dos de las preguntas: primero, la que tiene que ver sobre la percepción de cómo están trabajando las instituciones. Eso me parece muy importante. Pero voy a partir de que no se puede comparar la crisis de Cuba con la de Argentina. Estuve en ese país en mayo del año pasado y cuando entraba a las tiendas, me percataba de que todo me hacía falta; o sea, los argentinos se estaban quejando de la crisis y yo veía que había una abundancia que no tenemos acá, pero también vi familias con niños y niñas durmiendo en la calle, algo que en Cuba no pasa. Ninguna crisis es parecida a otra. Nosotros tenemos una, y no podemos desconocer que se nos ha inducido también con toda la fuerza del país más poderoso de este planeta, que no nos deja respirar. En esos términos, a veces es complicado evaluar la gestión de nuestras instituciones, del Estado y el gobierno, porque están trabajando en condiciones que no tiene ninguna institución, ningún gobierno, ningún Estado del mundo. Dentro de eso, por supuesto, reconozco que hacemos cosas mal, y no siempre hacemos lo que tenemos que hacer.
En mi experiencia personal reciente —ahora como periodista—, sí noto, por ejemplo, determinadas señales de que se está trabajando más desde el punto de vista científico. He estado en dos reuniones (lamentablemente, a los periodistas nos convocan mucho a reuniones y no a hacer lo que dice la compañera Febles) que parecían iguales a otras, pero que no lo eran, con dos vicepresidentes primeros de este país chequeando programas científicos. O sea, creo que hay una voluntad política y gubernamental de cambiar cosas y maneras de actuar, procedimientos, en las condiciones más difíciles. Hemos hecho cosas muy complicadas, en el peor momento desde el punto económico e incluso social, porque un Código de las Familias como el que nos regalamos el año pasado lo han logrado muy pocos países en el mundo por la vía del referéndum, y con 66% de aprobación, en medio de campañas terribles para que eso no saliera, no por cuestiones humanas sino políticas.
La respuesta a la otra pregunta la voy a leer. Es muy breve. La pregunta es: ¿las redes sociales contribuyen a aliviar los efectos negativos de la crisis y a fortalecer los efectos positivos? Pienso que no. Las redes o «enredos» sociales solo reflejan esos procesos, a veces los catalizan tanto hacia lo positivo como hacia lo negativo, en dependencia de posibilidades tecnológicas, destrezas personales y tipos de liderazgos; lo peor es que los malos tienen más recursos, y los buenos menos habilidades, y los demás son amantes del reguetón. Además, los buenos casi siempre están reunidos, mientras que los malos no se reúnen tanto, o al menos no lo cuentan tanto. Para colmo, hay buenos que quieren ser los más buenos, y tildan de malos a los otros buenos hasta convertirse en buenos-malos, y entonces la maldad triunfa donde los buenos se enredan en las redes. Pero igual, son cosas de las crisis, de esas que tenemos que explicarle al extraterrestre, a ver si con su inteligencia, seguramente superior, nos entiende.
Roberto Corral: Se han dicho cosas bien importantes, como que esta crisis nos va a obligar a cambiar las instituciones cubanas, no solo la economía. Las instituciones, la burocracia, la demora, todo eso tenemos que cambiarlo ya. Eso está explotando.
Hay cambios también en los imaginarios sociales, y es importante. Las ficciones de igualdad absoluta se acabaron, los seres humanos no somos iguales, y qué bueno que seamos diferentes, y debemos tratar de entenderlo de esa manera. Por eso le veo oportunidades.
¿En qué es diferente esta crisis de todas las que hemos vivido en estos sesenta años? Lo que voy a decir realmente lo siento como un peligro: hemos perdido liderazgo; el líder que teníamos ya no está, y ese era tan descomunal que era capaz de pasar por encima de cualquier cosa, y nos convencía de que había que podíamos hacerlo. Un líder no se inventa, no se crea: surge; y tenemos que esperar a que surja otro, o asumir un liderazgo colectivo del país. Hablar de continuidad no es tenerlo vivo, porque no lo está; por lo tanto, las cosas tendrán que ser de otra manera en ese sentido.
Consuelo Martín: Agradezco a todos los que están aquí, y a los que han estado conectados, y les quiero comentar que realmente el rebote de la crisis en la psicología social, que tanto nos cuestionamos como título de este panel, ha abierto un espacio de debate importante desde ese campo, desde las formas de sentir, pensar y actuar. No es posible regresar a la normalidad, no somos antidialécticos, tenemos que transformar y construir la nueva normalidad; nueva, porque tenemos la dicha de haber sobrevivido, todos los que estamos aquí y muchos más, a una pandemia que parece ser, según los entendidos, la peor de la historia, y estar resistiendo a una crisis multifacética y muy complicada.
La psicología social nos muestra nuevas prácticas cotidianas, nuevas interacciones sociales, y les tengo que decir, porque trabajo en el Centro de Estudios Demográficos, que hay mucho diálogo con todos los niveles del gobierno, que quiere trabajar responsablemente con los aportes de la ciencia, no solo de las ciencias duras, que eran las que siempre teníamos, sino de las sociales —no me gusta decirle blandas a no ser porque los humanos no somos robots—, porque las relaciones humanas y las relaciones sociales son las más fuertes y con lo que mejor contamos para proteger el planeta, para desarrollar los proyectos políticos y para defender, aquí y ahora, en esta pequeña isla donde estamos, nuestra capacidad de ser solidarios y de generar suficientes proyectos.
Le diría al estudiante de psicología que no hay un umbral de resiliencia. Esta es la capacidad del ser humano de transformarse y de reajustarse, de encontrar las oportunidades para poder vivir, no solo sobrevivir. Vivir es mucho más que respirar: es construir, es darnos cuenta de que vivimos.
Les comparto que hay muchas personas que han salido de Cuba, un gran número durante el año pasado y principios de este, pero hay muchos que tienen vínculos con Cuba, y la mayoría de la población está en la Isla. Estamos haciendo trabajo con los niños, con los estudiantes, con los jóvenes, con los universitarios, para darnos cuenta que vivir en Cuba sí tiene muchas cuotas de sacrificio, pero también de lo que valoró nuestro colega argentino, que ha escogido vivir con nosotros. Pensemos, todos los que estamos aquí, que han sido años difíciles y los rebotes de la crisis en la psicología social se resumen en nuestra oportunidad de construir y construirnos cotidianamente hacia un país sostenible, socialista, solidario, dentro de las contradicciones, dificultades y esperanzas que tiene nuestra región y nuestro país. Muchas gracias.
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